⋆。゚🌅゚。⋆Capitulo único⋆。゚🌅゚。⋆

A pesar de los años, sé muy bien una cosa: desde el momento en que nos encontramos, llamaste mi atención. No fue casualidad que te atacaran aquel día, ni que nos encontráramos en aquel lugar, y mucho menos que formáramos equipo.

Aunque mi forma de tratarte dijera lo contrario, me intrigaste. Aunque diga que te odio, ambos nos teníamos un cierto afecto, una curiosidad mutua que poco a poco se convirtió en una relación cercana. Después de un tiempo, solo era una relación de satisfacción mutua, sin sentimientos de por medio, o eso quería creer. Pero, desgraciadamente, me fui enamorando del ser más inmaduro que conocía, de ti.

Sabía que no era más que un objeto de desahogo para ti, pero no me importaba mientras ambos lo disfrutáramos. Aunque tú, después de eso, mirabas la ventana mientras yo te miraba fijamente, sin que parecieras notarlo.

No importaba cuánto te mirara, tú no lo notabas, o eso quería creer. Después de eso, te marchabas sin más, sin que me molestaran tus partidas. Ya me había acostumbrado a eso, por lo que solo me dedicaba a ir al balcón y ver las estrellas mientras fumaba. Se me había creado esa costumbre por la ansiedad y la frustración.

Después de eso, las noches se volvieron largas, nuestras peleas se intensificaron, los disgustos también. Pero no me importaba, no hasta que dejaste de venir. Al parecer, alguien había llenado el vacío que tenías, y no fui yo. Era un dolor tan intenso, me dolía ver cómo Oda y Ango te hacían sonreír como idiota, algo que yo nunca pude lograr. Tal vez se debía a que nunca me esforcé en mostrarte el lado que te amaba.

Tal vez se debía a que yo no me sentía humano, a no saber de dónde provengo, a no saber qué soy exactamente. Tal vez por eso no podía ser sincero, al no considerarme adecuado para estar a tu lado. Por ello, cuando descubrí quién era yo, me sentí terrible. Me sentí como si me hubieran quitado el suelo debajo de los pies.

Pero tú me levantaste, me diste ánimos. No te importaba mi pasado, si era humano o no. Tú me considerabas uno de los tuyos, y solo eso me bastaba. Que tú confiaras en mí, no importaba qué, con eso podía seguir adelante, aunque no fuera yo quien causara tu felicidad.

Aunque me bastaba con saber que confiabas en mí, también sabía que eso solo me hacía darme ilusiones falsas de algo que nunca se haría realidad. Después de todo, solo soy un objeto de desahogo para ti. Aunque amo las palabras de aliento que me das, por muy estúpidas que sean, caigo nuevamente rendido ante el amor.

No importa lo que hicieras, me hacías añorarte más. Aún sabiendo que no corresponderías, tu trato sería hostil conmigo, a menos que quisieras un desahogo que yo permitía para poder estar a tu lado. No importaba si me dañabas, porque eres el único en quien confío.

El día que te marchaste de la mafia, yo no estaba ahí. Como me gustaría haber podido detenerte. Aunque me la pasé diciendo que estaba feliz de que te fueras, no era así. Sé que te fuiste por aquel ser que era tu amigo, pero ¿de verdad yo no era una razón para mantenerte ahí? ¿Nada de lo que pasó entre ambos, tanto los malos como buenos momentos, te detendría ahí? Porque yo sí los disfrutaba. Tú fuiste el que me salvaste de mi cruel destino y me diste algo que amar. ¿Nada de eso importó?

Cuando te dejaste atrapar, mi corazón dio un salto de alegría. En cuanto regresé de viaje, me dirigí a verte con la estúpida excusa de que te iría a molestar. Te veías tan cambiado, eso me sorprendió, pero aún tenías una mirada solitaria. No importaba si me molestabas o peleábamos en ese momento, solo deseaba tu cercanía. Aunque dije que no quería verte ahí, solo quería que notaras lo feliz que estaba de ser tan cercano nuevamente. Aunque eso nunca sucedió, para mí estaba bien. No quería causar alguna escena sobre sentimientos que nunca mostré.

No importaba cuánto reflexionara, no sabía posponer a lo que sentía. ¿Por qué no podía mostrarte lo que sentía? Tal vez mi orgullo, que fue lastimado por tu partida y tu frialdad hacia mí. Aunque mayormente fue mi culpa, aunque trabajamos juntos, debía seguir mostrando odio contra ti, aunque por dentro no quisiera eso. ¿Por qué me gusta esta persona? Me pregunto por qué no puedo admitirlo.

En esos momentos, me encontraba en un parque cercano al mar, donde me fascinaba contemplar el atardecer. Era un ritual que me calmaba la mente y me permitía escapar de mis pensamientos. Pero ese día, tuve la buena o mala suerte de encontrarte ahí. Y tú, sin decir una palabra, te colocaste a mi lado.

¿Por qué justo en el momento en que estoy más sensible? ¿Por qué en el día de mi cumpleaños, el único día en que puedo sentirme lo suficientemente humano para dejar mi orgullo y pensar que te quiero a mi lado? La ironía del destino es cruel, pero en ese momento, no me importaba. Solo quería que estuvieras ahí, a mi lado, y que me permitieras sentirme vivo.

—¿Qué mierda haces aquí? —gruñí con una mirada furiosa.

—Solo paseaba por aquí, eso es todo —respondes con una sonrisa burlona y un tono desinteresado.

—Bueno, entonces lárgate —ordeno con un tono autoritario.

—No quiero —respondes con una mirada divertida y una voz ligera.

—No te lo pregunté, te ordené que te largaras —repito con una voz más alta.

—Estoy en la calle, no en tu casa, no puedes echarme —te burlas con una sonrisa sarcástica.

—Sabes, haz lo que quieras —digo finalmente con una mirada resignada.

—Siempre lo hago —respondes con una sonrisa desafiante y un tono de burla.

Yo solo bufé y seguí mirando el atardecer, intentando ignorar tu presencia. Me era incómodo estar ahí, porque cada vez que comienzo a reflexionar sobre ti, apareces en mi momento más sensible. Fue como si supieras exactamente cuándo estaba más vulnerable.

Fui sacado de mis pensamientos cuando sentí tu mano sobre mi mejilla, sobresaltándome. Tu parecías sorprendido, como si algo hubiera sucedido sin que te dieras cuenta. Tu mirada se encontró con la mía, y por un momento, nos quedamos así, congelados en el tiempo.

—¿Por qué estás llorando? —preguntaste con un leve tono de preocupación.

Me llevé la mano a mi rostro, y mis dedos se deslizaron sobre mis mejillas húmedas. Mis guantes se habían humedecido con mis lágrimas, y al tocar mi rostro, me di cuenta de que estaba llorando.

Me levanté dispuesto a marcharme, pero me detuviste de mi muñeca, sin dejar que me escapara.

—Suéltame —dije, intentando liberarme.

—No hasta que me digas lo que te pasa —respondiste, con una mirada firme.

—Estoy bien, además si me pasara algo eres el menos indicado para interesarle eso, bastardo —dije, intentando mantener la distancia emocional.

Pero la verdad era que a cada instante, la soledad quería apoderarse de mí. Quería que te dieras cuenta de que mi "estoy bien" era una mentira. Sentía que si no me alejaba de ti en ese momento, volvería a ser débil, comenzaría a depender de ti, y era lo que menos quería.

Pero tú no sueltas mi muñeca, y me ves con una mirada de preocupación que me rompe el corazón. Rendido, solo desvío la mirada y, por primera vez, quiero ser sincero.

—Te amo... —dije, con una voz apenas audible.

No recibí respuesta, realmente no la esperaba. Hasta que sentí como tu agarre disminuyó y comencé a alejarme.

Quisiera tan sólo tenerte aquí junto a mí. Si tan sólo pudieras estar a mi lado, pero sé que no soy correspondido. No importa lo que haga, solo vuelvo a añorarte aún más, aunque sea doloroso. Yo te amo.

Detuve mi andar rápidamente al sentir como alguien me abrazaba por detrás fuertemente. Al ver de quién se trataba, te vi a ti, ocultabas tu rostro y hacías tu agarre cada vez más fuerte, pero sin llegar a lastimarme.

—También te amo, Chuya —dijiste con una voz suave y emotiva.

—¿Qué? —pregunté, sorprendido.

—Que te amo, desde siempre... —repetiste, con una mirada intensa.

—¿Deja de burlarte, quieres? —dije, intentando mantener la distancia emocional.

—No me estoy burlando —respondiste, con una sonrisa sincera—. Es solo que nunca lo dije porque pensé que sería incómodo para ti. Después de todo, soy la persona que más odias.

—No te odio —dije, con una voz suave.

—Siempre me lo repetías, aunque sabía que podía ser mentira. Esas palabras me dolían. Cuando te volví a ver después de mucho tiempo, me hizo ilusión. Fue agradable verte —dijiste, con una mirada nostálgica.

—Yo... —comencé a decir, pero me detuve, sin saber qué decir a continuación.

—No vine aquí solo por casualidad —dijiste, con una sonrisa suave—. Sabía que venías aquí para relajarte y meditar sobre mí. Sé que querías odiarme, pero no podías, porque me amas. Y quería esperar a que el día llegara para poder decírtelo, pero entré en pánico al ver que no me respondías y ver que llorabas por mi causa, tal vez.

—Eres un idiota —dije, con una mezcla de emoción y frustración—. ¿Sabes acaso cuánto sufrí por todo?

—Lo sé —respondiste, con una mirada intensa—, porque yo sufrí lo mismo. Pero hoy puedo decirlo correctamente, puesto que hoy nació la persona que amo. No importa lo que sea, quiero que seas tú de quien dependa. Quiero ser tu todo, solo si me lo permites.

—¿Hoy?... ¿Tenías que esperar tanto? —pregunté, con una mezcla de sorpresa y frustración.

—Lamento la espera —dijiste, con una voz suave y sincera.

—Eres un idiota —repetí, con una sonrisa irónica—. Pensé que no éramos nada. ¿Todo ese tiempo solo estuve equivocado?

—Lamento no haber sido sincero en ese tiempo —respondiste, con una mirada introspectiva.

—Si lo hubieras sido, no serías tú —dije, con una sonrisa suave.

—Lo sé, Chuya, feliz cumpleaños —dijiste, con una sonrisa suave—. Y si me lo permites, espero seguir a tu lado a partir de ahora y poder decírtelo todos los años.

—Deberás ganarte ese derecho —dije, con una sonrisa irónica.

—Lo haré —respondiste, con determinación.

—De verdad te convertiste en mi dependencia —dije, con una mirada intensa.

—Estaré feliz de serlo —respondiste, con una sonrisa sincera.

—Eres un imbécil —dije, con una risa irónica—. De verdad me hiciste pasar por tanto remordimiento para que solo sucediera esto y de verdad solo tengo ganas de darte un sí inmediatamente.

—No debes hacerlo si no quieres —dijiste, con una mirada preocupada—. Lo conseguiré de a poco.

—Inténtalo —dije, con una sonrisa desafiante.

—Chuya, gracias por haber nacido —dijiste, con una voz suave y emocionada.

Sin dudar, creo que ese fue el momento más feliz de mi vida. Aunque haya sido apresurado y sin sentido, al fin fui sincero. Agradezco el haber nacido. Mi cumpleaños se había vuelto mi momento preferido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top