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No lo podía creer documento digital que había llegado a su correo esa mañana.

"Estimado señor Couffaine:

Le escribimos por parte de toda la administración de Senzoku Gakuen College of Music para enviarle un cordial saludo a usted y a sus seres queridos. El motivo de la presente es para informarle que hemos considerado su caso como especial. Es bien sabido que es reconocido por su trabajo otorgado en favor de París, Francia; empero, queda asegurado que como institución destinada a la expresión artística musical, nuestro interés en usted es gracias a su gran afición y disciplina demostradas dentro de esta área, siendo partícipe de la banda "Kitty Section", de la cual, no dudamos su alta calidad y esfuerzo.

Por otro lado, hemos considerado que la mejor opción para nuestros estudiantes, es adaptarse a las nuevas circunstancias antes de ingresar al 100% con nuestro plan de estudios.

De esta forma, Senzoku Gakuen College of Music le da la bienvenida a partir de esta semana a nuestras instalaciones. Cualquier gasto requerido será con mucho gusto reembolsado.

Le esperamos dentro de dos días con gran ánimo y entusiasmo que tanto se le caracteriza.

Atentamente:

Dir., de Senzoku Gakuen College of Music."

Dos días. Debía irse en dos días.

Por una parte, no podía esperar.

Pero por otra, era tiempo de darle la noticia tanto a su madre como a Juleka.

Oh cielos...


Llamó por sexta vez, pero el teléfono de Luka la volvió a  redirigir a su contestador automático:

"Hola, soy Luka. Si no contesto problamente es porque estoy muy ocupado. Mil disculpas, espero no meterte en problemas. Deja tu mensaje que yo te contestaré. Lo prometo."

—Hola, Luka. Soy yo de nuevo, Marinette. Eh, ¿seguro que anda todo bien en casa? Puedes contar conmigo si necesitas ayuda. Como sea, llámame en cuanto escuches esto, me urge hablar contigo —dejó una pequeña pausa—. Es muy importante. Te...

Sonó el bip, y la llamada se cortó.

—¿Por qué no responde, Tikki? —se quejó, sentada en su cama mirando y viendo sus más de veinte mensajes en el buzón de su amigo, los cuales seguían sin llegarle.

—Tal vez sí esté muy ocupado. Estoy segura que en cuanto pueda te llamará.

—Lo sé, pero —bufó—. Justo hoy que tengo el valor de decirle lo que siento no contesta, ¡¿por qué esto me pasa a mí?!

—No es el fin del mundo, Marinette. Luka no tardará en llamarte, estoy segura.

Suspiró.

—Eso espero —se encogió, tomando sus rodillas contra su pecho y enterrando su cabeza entre sus brazos—. Ojalá se lo hubiera dicho esa noche en el río, era el momento perfecto para una confesión.

—¿Y por qué no vas directo a su casa? —sugirió la kwami volando justo en frente de ella—. Se pondrá muy feliz en cuanto te vea.

—No quiero interrumpir cualquier cosa importante que esté haciendo, no sería educado.

—Entonces llama a Juleka.

Eso la hizo levantar la cabeza de golpe.

—¡Tienes razón! ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Tomó de nuevo su teléfono y marcó el número de su amiga, pero al igual que su hermano, saltó directo a la contestadora.

"Hola, soy Juleka. Está bien si dejas tu mensaje."

Colgó. ¡Pero qué exasperante!

—¡Tampoco contesta! ¿Qué hago ahora?

—Inténtalo otra vez.

En esta ocasión, sonaron varios bips antes de que, por fin, la voz no automática de Juleka sonara al otro lado de la línea.

—¿Diga?

—¡Juleka! Me alegra mucho que hayas contestado, ¿cómo están? ¿Todo bien en casa?

Se escuchó un sorbido de nariz, o al menos eso le pareció a Marinette. Cuando Juleka volvió a hablar, su voz sonó más apagada.

—Sí, todo bien.

—¿Está...? —inhaló con fuerza—. ¿Está Luka ahí contigo?

Juleka tardó un poco en contestar.

—Sí, aquí está. ¿Quieres hablar con él?

—¡No! Solo preguntaba, es decir... —Tikki la miró con acusación, obligándola a decir la verdad—. Sí, me gustaría hablar con él. Está muy ocupado, ¿verdad?

Otro silencio, uno más largo que el anterior.

—Está empacando sus cosas.

—¿Empacando? —repitió, con el corazón en un puño—. ¿Cómo que empacando?

—Mañana toma su vuelo a Japón —una pausa—. A una escuela de música. A penas nos lo contó hace unas horas.

—¿Marinette? —Tikki observó con extrema preocupación la expresión horrorizada de su amiga—. ¿Qué sucede?

Juleka seguía hablando:

—Él, recibió una beca completa y le han avisado recientemente que lo requieren cuanto antes posible... Dentro de dos días.

Un nudo doloroso se instaló en su garganta. Apretó su teléfono y antes de que Juleka terminara de hablar sobre algo, colgó, poniéndose de pie y colocando sus zapatos.

—Marinetre, ¿a dónde vas? —Tikki voló a su alrededor—. ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Cómo está Luka?

—Se irá.

La kwami abrió exageradamente los ojos.

—¿Quién?

—Luka, mañana viaja a Japón —se miró al espejo y se sorprendió por una fiera determinación en su rostro. Por dentro estaba asustada, triste, pero sobre todo muy insegura de lo que hacía; no obstante, no podía permitir que aquellos sentimientos le impidieran hacer lo que debía hacer.

—¿Y qué harás?

—Nada —checó de nuevo su móvil y lo colocó en uno de sus bolsillos del pantalón—. Pero no dejaré que se vaya sin decirle lo que siento —se dirigió a su puerta, pero se volvió antes de irse—. ¿Podrías quedarte aquí, Tikki? Prometo que no tardaré.

La nueva actitud de su amiga la tomó tan desprevenida que asintió sin decirle ni una palabra.

Con eso último, vio cómo desapareció detrás de la puerta y le deseó toda la suerte del mundo, en silencio.


—¡Nunca me lo dijiste! ¿Y ahora debo dejarte ir sin decir nada al respecto! ¿Sabes lo mucho que me lastima lo que me estás pidiendo?

Luka observó a su madre con comprensión. Sin duda, la noticia de su ida no era algo que tomarse a la ligera, pero ambos sabían que cualquier cosa que dijera no lo haría cambiar de opinión. De otro modo hubiera sido lo contrario a lo que le había enseñado desde pequeño: seguir sus sueños.

Y vivir para la música.

Aún así, ojalá hubiera algo con el cual aliviar la amargura que su madre sentía en ese momento, sabiendo que sería la primera vez que uno de sus hijos se alejaría tanto de ella.

—Podré visitarlas en las vacaciones, incluso estaríamos viéndonos por videochat. No olvides que también estaré al pendiente de tus mensajes y llamadas, viéndolo así no será un tiempo tan difícil.

—Mi hijo mayor abandona mi barco, ¡va en busca de otro capitán que maneje su propio timón! No puedo simplemente, no preocuparme por ti.

—Estaré bien —tomó otra caja de sus cosas y la colocó a lado de su puerta de su viejo dormitorio—. Tú me enseñaste a valerme por mí mismo. A no rendirme fácilmente.

Su madre lo detuvo, tomado su rostro entre sus manos y mirándolo con tanta ternura que su pecho pareció encogerse un poco.

—Sigo sin estar de acuerdo con la forma en el que nos anunciaste tus planes de ir a Japón. Pero tienes razón, te enseñé a ser así, y no es justo que ahora te reprima de tus sueños. Es hora que tú mismo decidas tu curso.

—Gracias, mamá —Luka vio por el rabillo del ojo la forma de un mechón morado—. Juleka, ¿qué estás haciendo?

Su hermana se asomó con lentitud.

—Echándote de menos.

Luka alzó las comisuras de la boca.

—Ven aquí.

Su hermana se acercó con reticencia, pero finalmente los tres se envolvieron en un enorme abrazo. Pasaron largos segundos antes de que decidieran alejarse, pero aquel calor de su familia se había impregnado lo suficiente para saber, que por muy lejos que estuviera, siempre las tendría cerca de él.

—Lamento haberles dicho hasta ahora, a mí también me tomó por sorpresa la noticia.

—Lo importante es que ahora estás a un paso más cerca de cumplir tus objetivos —su madre le acarició el cabello, y en un arranque de su acostumbrada alegría, exclamó—: ¡Pero bueno! Muchas lágrimas y palabras tristes, es hora de alegrar el ambiente, ¿no les parece?

—¿Qué es lo que dices? —rió el chico—. ¿Qué planeas exactamente?

—Oh, yo nada. Pero tus amigos están ansiosos por enseñarte.

—¿Mis amigos? ¿Ustedes se lo han dicho a los demás?

—Solo un par de mensajes a unas cuantas personas —sonrió Juleka, aunque pareció un poco sospechosa.

—No debieron haberlos molestado, hace poco que luchamos todos contra los akumas para salvar a París —empezaron a salir de la habitación, yendo al aire libre sobre la cubierta—. Estoy seguro que tienen mejores cosas qué hacer que venir a...

—¡¡¡Lukaaaaaaaa!!!

Esa voz.

—¿Marinette?

Juleka abrió la boca, pero al igual que su hermano, pareció muy sorprendida por escuchar la lejana voz de su amiga.

—¿Olvidaste invitar a Marinette?

—No la olvidé, pero le había dicho que la fiesta sería en tres horas, creo que no me alcanzó a escuchar.

Salieron a buscarla. La chica de coletas mantenía las manos en la boca a modo de bocina, con la cara roja y un grito retumbante que a Luka le pareció que le dolía la garganta.

—¡¡¡Luka Couffaine!!!

—¡Marinette! —bajó del barco a paso rápido. De pronto preocupado porque la chica parecía haber corrido todo un maratón.

La frente de Marinette emanaba perlas de sudor, sus mejillas estaban encendidas y respiraba con cierta dificultad, inhalando y exhalando grandes bocanadas de oxígeno. Incluso su lengua sobresalía un poco.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en cuanto vio que se había relajado un poco, permitiendo que se abanicando algo de aire y respirando lentamente—. Juleka confirmó la fiesta para dentro de tres horas, ¿qué sucede?

Ella hizo ademán de hablar pero entonces, se detuvo en seco.

—¿Fiesta? ¿Cuál fiesta?

—¿Ella no te lo dijo? Invitó a los demás por motivo de mi viaje a Japón, me contó que te lo había dicho.

La chica vaciló.

—Creo que no le permití hablar sobre esa parte.

—Oh —frunció el ceño—. ¿Y entonces por qué estás aquí?

Marinette clavó sus ojos en él, una mirada que intentaba ser segura pero que reflejaba lo contrario: tristeza.

—Luka, tengo algo que decirte.

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