4

—¡¿Que tú qué?! —exclamó Alya.

Tanto como Marinette y Nino le chitaron, a lo que la chica solo les gruñó.

—Tranquilízate Alya —intentó apaciguarla Marinette, mirando  a su alrededor para verificar si no habían llamado tanto la atención como temía—. Puedo explicarlo.

—Pues será mejor que lo expliques sino quieres que me vuela cabeza, amiga —Alya se cruzó de brazos, sin poder contener su frustración—. Adrien por fin te corresponde y entonces decides que no quieres nada con él, ¿qué es lo que te sucede?

—Yo, creo que será mejor que vaya con Adrien —Nino se dio cuenta que aquella conversación ya no le correspondía, así que prefirió dejarlas solas, reuniéndose de nuevo con su amigo.

Marinette lo vio alejarse con la sensación de una piedra en el estómago, viendo cómo se acercaba a Adrien y por un segundo, ella y Agreste intercambiaron una mirada.

Alya carraspeó, obligándola a centrarse en ellas.

—Sigo esperando.

Marinette suspiró.

—Ya no siento nada por él, Alya.

—¿Pero cómo? Si hace unas semanas aún estabas rogando por llamar su atención, ¡Nino y yo tuvimos que abordarlo para que hiciera frente a sus sentimientos! ¿Cómo es que esto pasó?

Marinette se mordió el labio e inclinó la cabeza, sin saber qué contestarle realmente, hasta que al fin, inhaló hondo, llenándose de valor.

—Verás, yo...

En ese momento, no obstante, Juleka hacía acto de presencia. La vio acercándose a ellas con expresión preocupada. A Marinette comenzó a latirle más el corazón, temiendo que con ella Alya se diera cuenta de su situación antes de que pudiera explicárselo.

—Juleka...

Alya repasó a la recién llegada y la saludó con una tierna sonrisa.

—¿Qué ocurre Juleka? ¿Has perdido algo?

—A mi hermano —la chica se enfocó en Marinette, frunciendo el entrecejo—. ¿Pudiste encontrarlo, Marinette? Mi madre lo anduvo buscando en el bote pero no apareció por ningún lado. No está ni siquiera en su habitación, ¿lograste dar con él?

Marinette sintió los ojos inquisitivos de Alya sobre ella. Sabía, sin tener que echarle ningún vistazo, que la mente de su amiga estaba empezando a unir cabos, relacionado las palabras de la chica.

Tartamudeó antes de poder hablar:

—Lo encontré en un, en un pequeño edificio cerca del río —y tragó saliva—. Estaba con su guitarra viendo a lo lejos la plaza, no estoy segura de que siga ahí.

Juleka checó su teléfono, llamándolo tal vez por milésima vez, pero sonó la contestadora con la voz de su hermano grabada, ante la cual gruñó de frustración.

—Mamá está empezando a impacientarse, ¿crees que pueda estar todavía allí? Será mejor que eche un vistazo para comprobar... ¡hey! ¡Ahí está!

Juleka se alejó de ellas, corriendo a encontrarse con su hermano, quién caminaba directo al complot de estacionamiento con el estuche de la guitarra al hombro. Tanto Alya como Marinette, observaron a los dos saludándose con cariño y riendo de algo que pareció ser super gracioso. Entonces Luka levantó la vista y alzó una mano despidiéndose.

Marinette se sonrojó.

—Ya veo.

Se giró de nuevo a Alya. Esta la estaba viendo tan detenidamente y con mucha seriedad que creyó haberla molestado. Antes de que pudiera decir algo al respecto, su amiga la interrumpió:

—¿Sabes qué? Es entendible.

—Alya, me siento torpe.

—¿Y cuándo no es así? —Alya esbozó una sonrisa comprensiva—. Mira, yo sé que tú eres las más complicada en relaciones, te ahogas siempre en un vaso de agua cuando es muy sencillo como pedir una dirección o... salvar el mundo —eso hizo que ambas soltaran una risita—. Adrien fue tu primer amor, quedaste muy impresionada y por mucho tiempo. Pero creo que si hubo algo que aprendiste con él, es que el amor va más allá de un sentimiento intenso —sus ojos recorrieron el lugar donde Luka y Juleka habían desaparecido—. Adrien te generó muchas emociones, pero Luka te enseñó a madurar y luego... simplemente sucedió. ¿No es así?

Marinette asintió, sintiéndose feliz de que por fin, alguien externara lo que para ella había sido tan difícil explicar. Alya siguió hablando, rodéandole los hombros con un brazo:

—Supongo que debía haberlo visto venir después de que Adrien te rechazara sin decirte nada, y mucho más cuando él te tomó en serio solo hasta que supo que eras Ladybug. Para Luka, en cambio...

—Solo estuve yo —terminó por decir, con una sonrisa triste, melancólica, recordando cada una de sus conversaciones con ese dulce chico azul—. Además, él tenía la sospecha de que tanto Ladybug y yo éramos la misma persona. Aún así, me trató como una chica. Me trató como soy realmente.

—Exacto —Alya la abrazó con más fuerza—. Y supongo que él ya sabe lo que sientes a estas alturas, es decir, tonto no es, ¿verdad?

Eso la cortó en seco. Al ver su expresión acomplejada, Alya soltó un suspiro de exasperación total.

—Por favor, no me digas que ni siquiera le has dicho nada.

—No he podido decírselo, ¡ni siquiera sé si deba hacerlo! —Alya abrió la boca—. ¡Ya sé lo que vas a decir! Pero escucha, iba a confesárselo cuando lo encontré en aquel edificio cerca del río. Estuve así de cerca, pero entonces él... —se mordió el labio, agachó los hombros y se tapó el rostro—. Se irá muy lejos, Alya. Luka recibió una beca en una escuela de música que estoy segura que por nada del mundo rechazará.

—¡Pero esa es una brillante noticia!

—En Japón...

—Uy, eso no es bueno.

—¡Lo sé! —miró al cielo, con expresión acomplejada—. No sería justo decirle lo que siento y si me correspondiera, lo estaría obligando a decidir entre su futuro o atarse a mí. No quiero que se vaya, pero tampoco quiero obligarlo a quedarse. Así que no, otra vez estoy en la misma situación que con Adrien: sin saber qué hacer con lo que siento.

"Y sin saber quién debo ser", pero aquel pensamiento se lo guardó para sí misma. Era un asunto que, comprendió, solo ella podía resolver.

Guardaron silencio, ajenas a la poca gente que quedaba a su alrededor. Los puestos eran mucho menos, pocas personas caminaban en la plaza y éstas ya se dirigían a sus vehículos. Alya escuchó a su hermana llamándola a lo lejos y comprobó que Nino la esperaba a lado de ella.

Sin saber qué decirle a su amiga, tan solo pudo sobarle un hombro intentando consolarla.

—Es cierto lo que dices —dijo, a lo que Marinette frunció los labios—. Pero no estás siendo justa. Luka, por si no te diste cuenta, ya es lo suficientemente mayor para saber lo que hace. Si dejas que se vaya sin decirle lo que piensas, estarías quitándole la libertad de elegir. Ni siquiera le estás dando la oportunidad de pensárselo. Él ha hecho mucho por ti, estaría mal que en este caso, tú no hicieras lo mismo por él.

—Marinette... —la voz de su madre las sacó del trance—. Ya nos vamos, cariño.

—De acuerdo, mamá —miró a Alya, por total agradecida por sus palabras, en especial por aquel consejo que le ayudó, cuanto mucho, en tomar su decisión—. Te veo después.

—Díselo —la animó antes de que se dieran un último abrazo, luego se separaron cada quien por un rumbo distinto.

En el auto, Marinette recargó su cabeza en la ventana, viendo la torre de París cuan alta era, con aquellas luces de navidad a su alrededor, perdida por completo, en las imágenes de mechones azules y guitarras eléctricas de su imaginación.

—Creo que Luka hará lo correcto —interrumpió la voz de Tikki.

Marinette soltó un grito.

—¿Qué pasó cariño? —preguntó su padre, mirándola con creciente preocupación por el espejo retrovisor y aminorando la velocidad para estacionarse—. ¿Qué sucede?

—¡No es nada! —corrigió ella—. Creí ver, creí ver un... un ¡perro volador! Ya saben, porque los perros no vuelan y por eso grité, es decir, ¿cómo encuentras un perro que vuela a mitad de la noche? —rio, una risa tan falsa que hasta a ella misma le pareció ridícula—. Olvídenlo, no me hagan caso —y cuando se aseguró de que sus padres ya no le prestaban atención, acercó su monedero a la boca—. Tikki, dime qué no escuchaste lo que creo que escuchaste.

—No fue mi intención, Marinette. No quería interrumpir tu tiempo a solas con Adrien cuando los vi caminar juntos hacia la plaza, así que volé directamente a tu bolso.

—Al menos me lo hubieras advertido.

—Lo siento, de verdad.

—Tranquila, en realidad, creo que ya sabes que con Adrien no ocurrió nada —guardó una breve pausa—. Mi problema ahora es con Luka, y ya sé que debo hablar con él pero ¿qué puedo decirle exactamente?

—Solo debes hablar con la verdad, él valorará eso más que elogios o frases bonitas.

Marinette suspiró, sintiendo cómo ponía una sonrisa de boba en el rostro.

—A él se le dan tan bien, ¿verdad?

—Luka no espera que le hables de poesía, ambas sabemos que él prefiere que seas sincera.

—En eso tienes razón —mostró una sonrisa, feliz porque contaba con la ayuda de su pequeña amiga—. Ay Tikki, ¿qué haría yo sin ti?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top