4. 𝑺𝒂𝒍𝒗𝒂𝒕𝒐𝒓𝒆


De camino a casa el calor y las preguntas exigentes de Fátima no ayudan para nada.

—Para ya, tampoco creo que vaya a tener una cita con él.
—¿Por?
—Porque se lo que va a querer al final, acostarse conmigo para así pagarle el tatuaje.
—Eso no lo sabes aún, porque la mayoría de pervertidos con los que sales quieran eso al final no tiene porqué ser así al final.
—¿Que me asegura de eso? —pregunté en un tono más serio.
—Es de nuestra edad, además creo que le has gustado de verdad y ¿no dice que vive con esa escritora?, tu dices que ella es una persona muy culta, ¿piensas que viviría con un pervertido?

Esa respuesta me convenció de verdad.
—Esta bien le daré una oportunidad.
—Bien. —Fátima entrecerró los ojos al sonreír y abrió la puerta de su patio, sin darme cuenta ya estábamos dentro del vecindario.

Seguí andando unas dos casas más adelante para llegar a la mía, entre y fuí corriendo a la cocina donde se escuchaba a mamá charlar por teléfono.
Le saludé con la mano y me quedé en el marco de la puerta a esperar que terminará intentando ocultar el tatuaje.

—¿Si? —preguntó al ver que seguía esperando a que terminará la llamada.
—No me mates. —Doralys, una mujer de 35 años y dominicana es mi madre por lo menos ella no heredó tanto el carácter típico. Volví el brazo donde estaba el tatuaje y ella abrió la boca con sorpresa
—Es una broma de tus amigas y tuya, ¿no? —quité un poco de plástico de cocina para que pudiera apreciar la piel rojiza rodeando los trazos negros, se acercó más con los ojos como platos. —María Eleanor...
—Lia... —corregí a mi propia madre.
—No te voy a matar ni te voy a castigar, pero, ¿por qué no me lo habías dicho?
—Fué algo espontáneo de esta mañana, sabía que si te lo decía te ibas a negar.
—Algún día vamos a tener que hablar sobre esto, tus impulsos, tus ideas espontáneas, ... Todo eso, algún día te va a hacer daño. —su voz cambio a más seriedad.

Asentí y me adentre en la casa en busca de mi hermano, después de dos golpes abrí la puerta de su habitación y me senté en su cama, el niño que quien sabe dónde se había dejado los genes latinos, estaba encima de la alfombra del suelo recogiendo unos coches de juguete. Me miró y se acercó a mí.
—¿Quieres ver algo guay? —pregunte y después de que asintiera varias veces le mostré el brazo.
El niño pelinegro se subió a la cama a mi lado con los ojos abiertos y la boca igual.
—¿Es de verdad?
Asentí.
—Pero no lo toques que se puede infectar. —dije antes de que uno se sus blancos dedos pudiera tocar mi piel tatuada.
—¿Lo sabe mamá?
—Se lo acabo de decir, no se ha enfadado.
—¿Y mi padre?
—No, tampoco tiene porqué enfadarse, ya soy mayor de edad.
—¿Cuántos años me quedan para ser mayor de edad? —cuestiona mucho las cosas.
—Mas de los dedos que tienes en las manos.
—¿11? —denegué con la cabeza. —¿12? —asentí. —Pero eso es mucho. —dijo y empezó a contarse los dedos.

Una llamada entro en mi teléfono y no la respondí hasta que estuve dentro de mi habitación.
¿Lia? —podía escuchar confusa la voz de Salvador al otro lado de la línea.
—¿Si? —respondí.
Menos mal, por un momento pensé que me habías dado un número al azar.
—¿Porqué pensaste eso?
—La 2 primeras llamadas no fueron respondidas.
Aparté mi teléfono de la oreja y miré la pantalla, no tenía llamadas pérdidas de hoy.
—Es raro, no me aparecen llamadas pérdidas.
Pude escuchar una risita.
Mi error, ¿entonces cuando quieres que nos veamos?
Volví a mirar la pantalla y no tenía mensajes en la página de damas ni en WhatsApp.
—Pues, hoy estoy libre, ¿cuándo te viene bien?
Mi turno termina a las 20:30, ¿te parece muy tarde? —su última pregunta me sorprendió.
—Me parece bien.
Vale, desde que llegué no he tenido la oportunidad de ver el puerto por la noche, ¿te gusta el marisco? —asentí pero me di cuenta de que no podía verme.
—Me gusta, ¿a que hora? —ahora mismo eran las 19:05.ioleta
Estaré allí sobre las 21:00, si quieres envíame tu ubicación y te recojo en coche.
—No es necesario, vivo a unos minutos del puerto.
Esta bien te veo allí. —podía sentir su sonrisa a través de la pantalla.
—Hasta luego. —y la llamada terminó.

Media hora antes de la hora propuesta cambie mi vestido violeta por una falda corta demin y un top azul claro con unos ángeles en una nube. Lo acompañe de un bolso, accesorios dorados y unos tacones negros pero con poco tacón.
Pase por la habitación de mamá para decirle que iba a salir pero la puerta estaba cerrada y se escuchaban murmullos.

—¿De verdad sólo le has dicho eso? —la voz del padre de mi hermano se escuchaba detrás de la puerta. —Tu hija- ...

Me acerqué más al descubrir que hablaban sobre mí.
—¿Mi hija que Joaquín?
—Tu hija llega a altas horas de la madrugada, toma sin control hasta marearse y, ¿ahora se hace tatuajes sin tu permiso? ¿No te das cuenta o te haces la ciega Doralys?
—Te he dicho que voy a hablar con ella, tu deberías ser de ayuda para hacerlo, eres su única figura paterna.
—En cada discusión dices lo mismo y nunca lo haces. ¡Es un mal ejemplo para nuestro hijo!

En cuanto nombró a mi hermano no pude seguir escuchando y me fuí dando un gran golpe con la puerta al salir.
Mientras caminaba limpié unas pequeñas lágrimas que me habían salido a causa de escuchar demasiado, las quité con mis dedos con cuidado de no borrar mi línea del ojo y la sombra dorada.

—Suerte. —miré de dónde venía la voz para ver a Fátima apoyada en la ventana de su habitación.
Agité mi mano en el aire con una sonrisa y ella me envió un beso.

En el puerto hacia una brisa húmeda agradable, me quedé unos segundos escuchando las olas del mar chocando entre sí hasta que escuche unos pasos tras mi y me dí la vuelta.

—Buenas noches, ¿me has esperado demasiado? —preguntó y dengue con la cabeza.
—Acabo de llegar.
—Me alegro, por cierto estás espectacular. —el también lo estaba, llevaba una camisa blanca con unos vaqueros azules marinos, básico pero bonito.
—Gracias, tu también. —me sonrojé un poco y peiné unos mechones detrás de mi oreja.
—¿Lo crees? —se rió un poco. —Pues vamos a ver dónde cenamos, ¿no?
—Deberías elegirlo tú.
—Pues me gustaría algún bar clásico.

Asentí y lo lleve a la parte opuesta de los hoteles en la costa, andando terminamos en uno bonito de madera clara al lado de una heladería y cogímos la mesa para dos con vista a la playa.
Me quedé mirando hacia los luminosos hoteles detrás de Salvador y al darse cuenta también miró.

—Son bonitos. —dijo.
—Bastante. —recordé todas las veces que habían intentado llevarme a uno de esos y me dió un escalofrío, me alegré de que no lo notará y cogí el menú. —Aquí el marisco está buenísimo.
—¿Qué te gusta?
—Las gambas lo que más. —le pasé la carta.
—¿Pedimos una ración de rebozadas? —cuestionó con sus ojos fijos en mí.
Asentí y poco después llegó el camarero, yo pedí un mojito con poco alcohol y el un zumo de piña con mango y licor de cereza y claro, la comida.
—Esta delicioso. —dije y me miró confuso. —El licor de cereza. —aclaré.
—Es la primera vez que lo pido, ¿como están tus tatuajes?
—Bastante bien. —volví el brazo para mostrárselo.
—Te estás echando la crema las veces necesarias, ¿verdad?
Y asentí.

Mientras comíamos no me sentía nada incómoda y tampoco tenía que fingir interés ya que todo lo que decía me parecía interesante: los únicos tatuajes que tenían significado, sus raíces italianas, la universidad, cumpleaños y el zodiaco. En una parte de la conversación me puse a observar todas sus facciones para evitar sus ojos que bajo la noche se veían oscuros, en su mentón con pocos pelo se podía observar una cicatriz, era una raja pequeña no muy notoria.

Él busco mis ojos y me sonrió.
—Me la hice en el último cumpleaños que pasé con mi madre, cuando cumplía 10 años.
—¿Porqué el último? —cuestioné.
—Porque al mes siguiente falleció.
—Oh, lo siento tanto, no tendría que haber preguntado perdona.
—No te preocupes, este año se van a cumplir 11 años lo tengo más que superado. Además es una anécdota divertida.
—¿Me la cuentas?
—Llegaba a mi casa con mi madre el día de mi cumpleaños, al entrar por la puerta del jardín mi familia y unos amigos del colegio me habían preparado una fiesta sorpresa. Por la emoción corrí sin darme cuenta de que había un gorrito de cumpleaños en el suelo y me resbale cortándole un poco de piel contra una roca. —terminó la anécdota con una sonrisa.
—No creo que fuera tan divertido para tus padres. —le devolví la sonrisa.
—Ni para mí en ese momento, arruiné mi propio cumpleaños soy todo un agua fiestas.
No pude evitar reír ante los adjetivos que se había otorgado a sí mismo.

El camarero llegó a llevarse lo platos y los vasos vacíos.
—¿Vas a querer algo más? —preguntó y el camarero se volvió de nuevo hacia nosotros.
—Solo un vaso de agua. —hablar y reír tanto con él me hizo sentir seca la garganta.
—Lo de la señorita y yo quiero unos rollitos de canela, por favor. —refiriéndose al camarero.

Antes de que lo último llegará charlamos sobre nuestros hermanos, tenía una hermana de 16 años en Italia que vivía con su padre y yo le conté sobre el abandono paternal por parte de mi padre, aunque no entré en detalles, y sobre mi padrastro y mi hermano pequeño.

—Por tu tono de voz parece ser un tema complicado.
—¿Tanto se nota? —a muy pocas personas me atrevía a hablarle sobre lo que eso me causó.
Los platos llegaron.
—Solo un poco. —tragué un poco de agua y él tomó un bocado de su postre. —Está buenísimo, ¿quieres probar?
—Bueno. —iba a coger el tenedor pero se me adelantó para dármelo con un trozo. —Esta bueno. —le devolví el tenedor. —Por cierto, ¿porqué viniste aqui teniendo a tu familia en Italia?
—Independencia, nada importante.

Me pareció raro aún así lo deje estar.
A la hora de pagar insistió en hacerlo a la mitad porque un tatuaje solo costaba la mitad de la cuenta así que lo acepté.
Cuando salimos del bar volvió a insistir pero para pasear por la costa así que me senté para quitarme los tacones pero él se arrodilló para hacerlo por mí y noto mi sonrojo sonriéndome.

El agua fría tocaba mis pies y me aleje para no sentir frío, Salvador me cambió el sitio poniéndose el en el lado del mar.
Andando sobre unas piedras casi se vuelve a resbalar así que acerqué mi mano a la suya para que la tomará.
—Que caballerosa.
—No queremos más accidentes. —sonreí.
—¿Tienes aquí la crema del tatuaje?
—Si, ¿porque?
—Es buena para protegerlo del sol y la humedad. —saqué la crema de mi bolso y me tendió la mano para dársela.
Paramos de andar y una de sus manos agarró mi brazo y con la otra puso crema encima de mi piel y sus dedos empezaron a extenderla encima del dibujo. Sus dedos estaban fríos e hizo que que temblará un poco.

—¿Tienes frío? —preguntó sin dejar de extender la crema.
—No te preocupes. —en realidad soy un poco friolera.
Desabrochó los primeros botones de su camisa.
—¿Qué haces? —termino por quitársela y ponerla encima de mi dejándome ver todo su pecho. —Gracias.

Empezamos a andar de nuevo y nos volvimos a tomar de la mano, sus pies empezaron a salpicarme agua de forma juguetona e hice lo mismo pero el agua llegó hasta su rodilla.

—¿Con que esas tenemos? —me soltó para subir el bajo de su pantalón, soltó su teléfono y sus zapatos en la arena y  se agachó para echarme agua salada.
—¡Para! —solté mi bolso y mis zapatos en la arena seca para tirarle más agua hasta que llegara a su pecho tonificado.

Entre risas se nos iba el aire y en un momento al enderezarme perdí el equilibrio y si no fuera porque sus fuertes manos me agarraron hubiera caído hacia atrás.
En vez de caer yo, cayó el en el agua conmigo encima y nos empaparnos por completo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top