2. 𝑯𝒐𝒓𝒂 𝒅𝒐𝒓𝒂𝒅𝒂
Me encontraba en medio de un campo rodeado de flores violetas admirando la hora dorada. Amarillo, naranja mi favorito, rojo y rosa completaban el amplio cielo.
Toqué mi tatuaje, hace ya más de una semana que me lo había hecho, no estaba hinchado y por suerte no se me había infectado, de haber sido así estaría en problemas.
Cansada de leer solté el libro sobre la manta de picnic donde estaba tumbada y cogí el móvil. Mensajes de Fátima, posts del estudio de tatuajes y un número desconocido.
Respondí los mensajes de Fátima, poco después Salvador, quien mi amiga le había dado mi usuario de Instagram, me avisaba de que quedaba menos de una semana para que el descuento termine. No estaba interesada en hacerme otro tatuaje por ahora pero un poco en verle.
El número oculto quería planificar una cita conmigo esta noche, iba a bloquearle como la mayoría de veces pero me pasó sus redes sociales lo cual me dió más confianza.
Era un hombre de unos treinta y pico, pelo negro y ojos verdes, por las fotos de sus viajes se veía que tenía dinero.
Acepte la invitación a un restaurante prestigioso y caro al lado del puerto no sin antes avisarle de que yo no daba servicios sexuales, solo era una "dama de compañía" según una página en la que me registre.
Recogí mis cosas y empezé a caminar hacia mi casa, no tardaría ni media hora en llegar.
En el camino acordaba la hora con el tal Esteban de 31 años, insistía en recogerme en mi casa en su mercedes blanco pero negaba con modestia ya que ni loca me volvía a subir al coche de un desconocido, ya había tenido unos cuantos sustos.
A las 20:30 salí de casa intentando esconderme de mi madre con unos tacones plateados y un vestido de satén rojo por encima de mis rodillas y dejando ver escote.
Sabía lo que los hombres querían con chicas jóvenes y por un rato de atención, lujos y dinero lo haría.
—¿A dónde vas?
Sin darme cuenta estaba pasando por la puerta de Fátima, se me congeló el cuerpo al pensar que también podrían estar sus padres pero solo estaba ella. Parece que hacía demasiado calor en su casa.
—Me han invitado a cenar.
—¿Quién? —me miró de pies a cabeza, ella sabía a qué dedicaba el tiempo libre pero aún así preguntó.
—Sabes que tengo cuidado y no soy una prostituta.
—¿Porqué lo haces?
—Ni yo misma lo sé, ¿algo más? —era la verdad y realmente no quería tener esta conversación.
—Cuídate, ¿vale? —me sonrió.
Asentí y por fin salí del vecindario, después de una cuesta hacia abajo ya estaba casi en el puerto.
Me dirigí hacía la parte de los restaurantes buscando uno llamado "wakame" y justo enfrente de el estaba el hombre que me había invitado.
Se levantó con una amplia sonrisa y me saludó con dos besos, al entrar me agarró de la cintura y yo seguí con mis manos puestas en el bolso al hombro.
Ya sentados en la zona reservada mientras esperábamos nuestra comida empezó a hablarme de negocios y viajes, me hice la que entendía todo de negocios e hice preguntas sobre los viajes. El licor de cereza y el vino llegaron bastante pronto.
—Bueno señorita, ya he hablado bastante sobre mí, que tal si me cuentas algo sobre ti.
Eso no era una pregunta, era una obligación.
—¿Que es lo que le parece interesante de mí? —sino fuera por mí físico no sería nada interesante. El camarero llegó con mis ostras y gambas lacadas y con su plato con huevos y no sé qué cosas más.
—Una chica tan joven seguramente tiene muchos planes a futuro o ya está planeando cumplir sus sueños. —ese huevo olía asqueroso.
—Ahora mismo estoy de vacaciones, pero estoy buscando donde podría estudiar derecho.
—Eso es interesante, ¿conoces le universidad de la ciudad de al lado?
—Solo la he visto en fotos y no creo conseguir una beca. —probé las gambas con el caldo de ostras, estaba buenísimo.
—No necesitarás una beca, tengo muy buenos amigos inversores allí. —su sonrisa descarada me estaba poniendo de los nervios.
Ya sabía por donde iba la cosa, me gustaban los regalos caros y todo eso, si, pero mis estudios no iban a depender de un estúpido con dinero.
—En realidad no creo que sea necesario, para principios del año que viene terminarán de construir una universidad aquí cerca, así no será necesario mudarme. —intente aguantar una sonrisa sincera mientras lo decía confiada.
—¿Ese cuchitril? Mereces algo mejor preciosa.
—Tal vez.
Mientras los demás platos llegaban hice que me hablará más de su vida personal así lo tendría que mantenerme callada y hacer que me interesaba. Estuvo apunto de casarse con una cirujana y fue profesor de matemáticas en una universidad antes de poder gozar de la herencia de su padre.
Cuando terminamos de comer me sirvió vino dulce y nos sentamos en unos sofás con luces de colores que se veían mover en la pared.
Sabía lo que tenía que hacer ahora, unas palabras dulces al oído para que me las devolviera, montarlo, despeinar su pelo, provocarlo hasta que sintiera que no podía más y estar apunto de besar sus labios irme.
Y eso hice, acaricié su miembro duro por encima de la tela y me levanté para coger mis cosas y arreglar mi vestido.
—Nos vemos pronto. —le mandé un beso en el aire y sonreí al ver cómo quedó, desparramado en el sillón, con los primeros botones de la camisa desabrochados y jadeante.
Al salir del restaurante me sentí tan poderosa, me encantaba hacer que me desearan y sabía que iban a pedir más. Abrí la aplicación de mi tarjeta bancaria y de habían añadido 150€.
No pude evitar reírme, eso no era nada para lo que el ganaba así que, al llegar a casa lo debatirá interiormente, ¿si la próxima vez lo haríamos se desinteresaria en mi? O ¿sino lo hacíamos la próxima vez se desinteresaria?
Era algo que debía planear y actuar perfectamente para gozar de dinero este verano, no me importaría hacerlo con el, lo que pude ver debajo de su camisa era un cuerpo parecido al de Massimo de una película erótica. Pero si lo hacíamos tenía que dejarlo obsesionado conmigo para que volviera a por más.
Llegué a casa sobre las 2:05 de la madrugada, nisiquiera se escuchaba a mamá intentando dormir a Ángel, mi hermano.
Cogí una copa y la botella de Lambrusco, que no tenía muchos grados de alcohol pero me ayudaría dormir.
Camino a mi habitación me quité los tacones y una vez dentro me quité el vestido para ponerme una camiseta larga y quedarme con ella y solo el tanga, encondí el vestido en mi armario ya que sino no colaría lo de: "no te preocupes mamá, solo voy a cenar al bar de sushi con unas amigas"
Me tiré a mi cama y empezé a beber, ahora podía hacerlo tranquila y tampoco había ningún hermano de 6 años dispuesto a correr a decírselo a mamá. De todos modos cuando me levantará a quitarme el maquillaje iba a lavar la copa y dejar la botella perfectamente colocada en su sitio.
Mi madre se ponía nerviosa cada vez que me acercaba al alcohol, no habían sido picos los sueños en los que me veía siendo una adicta.
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