Capítulo 31: Nuevo comienzo

15 de septiembre del 2021

El resto de los meses fueron mucho menos tediosos para la Luisa, luego de que aceptara, con tranquilidad y disposición, las terapias que sus psiquiatras recomendaban. Había días donde el mal genio la dominaba y prefería mantenerse al margen de las actividades del psiquiátrico, aunque la mayoría de las ocasiones estaba dispuesta a mostrar entusiasmo por una posible recuperación, aun cuando seguía con la idea de que nunca recordaría por completo su pasado o la personalidad de la verdadera Luisa.

Las visitas para Luisa se limitaron solo a las del doctor James y su abogado, quienes aparecían en un par de ocasiones por mes. Después de un tiempo, la corte aceptó los documentos que avalaban la recuperación de la escritora, podría salir de la clínica bajo la condición de mantenerse en un ambiente libre de estrés y la asesoría constante de su médico de cabecera y amigo, el doctor James Foster. Ahora, sería él quien se encargaría de las constantes consultas y del control de medicamentos elegidos para su estado mental.

James aguardaba en el recibidor del psiquiátrico, donde permanecía hablando algunas cosas con el doctor Daniel Bennett sobre la notable recuperación de Luisa.

Varios minutos más tarde, ella apareció frente a ambos médicos y una leve sonrisa figuró sin poder contenerla.

—Apenas si puedo creer que esté sonriendo —declaró Bennett con esa cálida voz que Luisa sabía que extrañaría.

—Lo sé, me es extraño —repuso satisfecha.

—Debería hacerlo más seguido, le luce bien.

—Doctor Bennett, le diré a su esposa que me está coqueteando —replicó burlona con una mano en la cintura.

—Sabe usted que mi esposa es gran admiradora suya, así que, estaría feliz con su llamada —ironizó sonriendo de oreja a oreja. 

Luisa se sintió contagiada y rio de nuevo, aunque esta vez fue mucho más expresiva.

—Gracias por todo, espero volverlo a ver. No aquí, por supuesto, pero sí afuera—. Abrazó al médico y luego este le correspondió al tacto.

Por otro lado, James tenía ya entre sus manos la pequeña maleta que Luisa empacó para salir de la clínica de recuperación. Ella caminó junto a él después de despedirse de su buena amiga Sofía, la mujer que le aseguró que se reencontrarían ya estando adaptada a la nueva etapa de su vida.

—Afuera hay periodistas esperando, señora Brown —comunicó el abogado con la mirada en la puerta—. Ya ha llegado el vehículo que la llevará a su nuevo departamento.

—Gracias —replicó la mujer que colocó sobre su cabeza un gorro y unos lentes oscuros para evitar terribles fotografías de ella en internet.

Suficientes noticias de la escritora causaron escándalos en las redes sociales de la misma. Primero fue el desbordamiento de información sobre su estado mental, notas tan impactantes donde se utilizaba la palabra «enloqueció» en enormes titulares plasmados en portadas de revistas. Al tiempo, los medios le dieron secuencia al divorcio publicado de la famosa pareja, donde los espectadores hicieron uso de la imaginación y especularon todo tipo de situaciones dolorosas, tanto para Luisa, como para Gabriel. Finalmente, estaba el hecho de que George cumplió su promesa ante su despido como representante, pues se dedicó esos últimos meses a hacer alarde de todo aquello que se esforzaron por mantener en secreto por varios años.

La verdadera vida sentimental de Luisa fue divulgada en internet como si se tratara de la publicidad de un nuevo libro. Aquel acontecimiento no causó grandes estragos en Luisa, ya que era ella la que prefería dejar de estar en el ojo de los medios para lograr desaparecer de la vida pública. Estaba decidida a no volver a escribir un solo párrafo o a imprimir algo de lo que tenía almacenado en su computadora.

Luisa, acompañada por James, llegó al edificio donde se localizaba el departamento que su actual representante se encargó de arrendar. Se trataba de un lugar verdaderamente íntimo y sencillo, un espacio donde la luz del sol entraba desde varias dimensiones, justo como ella solicitó. En su nueva vida, ya no había oscuridad, solo luz, solo sol.

En su ingreso, encontró un hermoso y enorme ramo de flores sobre la mesita de la pequeña sala que fungía como recibidor. Sonrió en cuanto supo que eran un regalo de James, quien permanecía detrás de ella.

—No tenía idea de cuáles eran tus favoritas, así que pedí de diferentes tipos —confesó el apuesto médico con cierta timidez—. Espero que las disfrutes.

—Gracias, son preciosas —respondió con la mirada en la tarjeta que le describía una bienvenida.

—Espero que el departamento sea de su agrado, señora Brown —interrumpió la mujer de anteojos y piernas largas.

—Es perfecto. Justo lo que pedí —asintió complacida—. Será mejor que comencemos con el cambio de apellido, ya no soy la señora Brown, ¿verdad?

Tanto James como Rebeca —la nueva representante— conectaron miradas, sin tener algo para decir. No existía un supuesto «pésame» para los divorcios o un «felicidades» en caso de que fuera un alivio. En cuyo caso, ¿cuál de los dos deberían emplear? Luisa mantenía muy oprimidos sus sentimientos para sí misma. No hablaba de su desenlace matrimonial con nadie que no fuera su psiquiatra. 

»Supongo que tengo otro apellido, desconozco cuál es, pero podemos averiguarlo en mis documentos.

—Lo hablaré con su abogado, Luisa —señaló la mujer rubia, al tiempo que le pasaba un juego de llaves—. Estas son del departamento, sus cosas siguen en el rancho del señor Brown. Imagino que quiere que envíe a alguien por ellas.

La castaña respiró hondo y negó casi de inmediato. 

—No, déjalo. Yo me haré cargo de mi vida privada a partir de hoy. Únicamente necesito que seas intermediaria con la editorial, hazles saber que no hay libros para publicar y que no estoy interesada en volver a escribir—. Incluso para Luisa sonó creíble, lo dijo tantas veces en su cabeza que ya estaba cerca de creerlo. 

—Deberías considerarlo antes de tomar una decisión. Tu trabajo es bueno, después de todo —comentó James desde uno de los costados del departamento.

Los que rodeaban a Luisa, sabían que la escritura era parte de su alma, ¿realmente debía omitirlo? Nadie estaba de acuerdo con su decisión, aun así, debían permitirle retomar las riendas de su vida una vez más. 

—No arriesgaré mi estabilidad emocional y mental de ninguna manera —explicó con un semblante preocupado y decidido—. Cuando escribo, una parte de mí se mantiene sumergida en la historia. Comienzo con largas horas frente a la computadora, luego son esas noches de desvelo y para finalizar ingiero todo tipo de medicamentos que me hacen perder el control.

James asintió, aunque también se sentía en la obligación de mostrarle el lado amable de la situación. 

—Las historias y tus personajes seguirán estando en tu cabeza de igual modo; escribirlas, es la mejor manera que tienes para sacarlas de ahí.

—Tal vez, pero por ahora, he decidido no hacerlo —resolvió tajante.

10 de diciembre del 2015

Pequeñas risillas llenaron la habitación principal de Las Bugambilias, Gabriel traía a su reciente esposa en brazos, para llevarla hasta su lecho matrimonial. En medio del escandaloso momento, los dos terminaron derribados sobre el colchón sin lograr contener la felicidad que los invadía.

Luisa quitó el pelo de su rostro y fijó la cara a donde su flamante esposo aguardaba con la vista sobre ella. 

—Entonces, ¿esta es nuestra habitación? —preguntó, todavía sonriendo.

—Aquí es —indicó el vaquero con la sonrisa igual de grande—. ¿Te gusta?

—Le haré unos cambios, pero estará bien.

No estaba dispuesta a retirar las manos o los ojos de ese atractivo vaquero texano que llamaba esposo. 

—Bueno, la casa es vieja, no está en malas condiciones. La decoración es la misma que tenía mi abuela, pero tú puedes cambiar lo que quieras. —Reclinó su cabeza por sobre la de ella. 

—No te preocupes, ya lo resolveremos —consintió ella, dándole un intenso beso a su marido.

Gabriel interpretó las intenciones de Luisa, por lo que buscó zafarse de todas sus seductoras caricias.

—Luisa, espera... Los muchachos me están esperando. He pasado mucho tiempo fuera del rancho, hay cosas que atender.

—Y lo harás, después de atenderme a mí —indicó colgada del cuello del apuesto hombre, mientras le mordía una oreja. 

—También necesito un baño y un descanso —expuso con un tono juguetón.

—¡Bien, ya! ¡Tú ganas! —expresó, soltando el cuerpo y sentándose sobre la cama.

Gabriel miró ese rostro inexpresivo con el que se le dificultaba leer a su mujer. Luego respiró hondo y, de nuevo, caminó hacia esta. No la quería dejar triste, recién regresaban de su luna de miel y ella lo era todo para él.

—Te tengo una sorpresa —confesó, satisfecho y un tanto tímido—. Bueno, es más un regalo de bodas.

—¿Cuál? —preguntó Luisa con cierto brillo en los ojos cafés.

—Está abajo, no te lo mostré antes porque dijiste que querías que te trajera aquí primero.

La mujer curvó la boca y tomó la mano que Gabriel le ofrecía para que bajaran casi corriendo a donde la sorpresa de Luisa aguardaba. El vaquero empujó la puerta y Luisa se encontró con ese espacio blanco, casi cristalino, impregnado con la luz del sol que atravesaba la ventana, un bonito escritorio blanco, una pared repleta de repisas vacías y un sillón azul en el centro de la habitación.

Los ojos de Luisa estaban tan entusiasmados que no sabían en qué dirección mirar, sería ese su lugar sagrado, ese que la había estado esperando para volcar toda imaginación, el color blanco era perfecto, la iluminación lo volvía superior.

—Quiero que este sea tu nuevo estudio. Lo mandé pintar y cambiamos los muebles. Antes era mi oficina, pero ahora este espacio te pertenece —declaró totalmente complacido por la felicidad que su esposa expresaba en el semblante.

—Es el regalo perfecto, Gabriel. ¡No sé cómo...! —agradeció casi sin habla y consumida por la alegría. 

—No, eso no importa —interrumpió—. Mira, llenaremos esas repisas con tus libros y haremos los cambios que quieras.

Gabriel estaba igual de entusiasmado que Luisa, tenía ese espacio preparado para ella y moría por verla sentada ahí con sus maravillosas historias. 

—¡Oh, no necesito cambiarle nada, está perfecto! Te agradezco —dijo colgada del brazo de Gabriel para de nuevo plantarle un largo beso. 

Luego de unos segundos, se separaron y Gabriel la dejó sola en aquel lugar para que ella lo contemplara como suyo. Luisa se sentó sobre el sofá azul con el rostro que cualquier mujer enamorada hubiera puesto. Sin embargo, esa imagen de niña feliz desapareció en el momento en el que su celular sonó, esta observó la pantalla y el semblante fue reemplazado por una sonrisa que fuera de parecer inocente, tendía mucho más a lo seductora, se trataba de una Luisa por completo diferente. Oprimió el botón de responder y llevó el móvil a la oreja. 

—¡Hola, George! 

—Tengo fabulosas noticias —informó con un tono de éxtasis. 

—¿Qué sucede? ¿Tiene que ver con el libro? —cuestionó Luisa con cierto interés. 

—En efecto, la divulgación de tu fugitiva boda con Gabriel funcionó. Estás dentro de la lista de los Best seller.

Luisa no lo podría creer, soltó el teléfono que tenía en la oreja y fijó los ojos en la ventana donde lograba ver a su marido a las afueras de la casa, emitiendo órdenes. Gabriel le ayudó a crear esa imagen de mujer enamorada que ella necesitaba. Después de tanto tiempo lo consiguió, el sueño se volvió realidad.

20 de septiembre del 2021

Los días se volvieron largos para Luisa, quien pasó tiempo ignorando el hecho de que tenía que regresar a Las Bugambilias en busca de sus cosas. El solo pensar en la probabilidad de ver de nuevo a Gabriel, el estómago comenzaba a manifestarse por medio de náuseas; la imponente imaginación le hacía visualizar varios posibles escenarios, pero bajo ninguno de ellos surgía la ilusión de encontrarse con un hombre afectuoso hacia ella. No estaría feliz de ninguna manera.

Al parecer, su salida del psiquiátrico dejó de ser noticia para los medios, lo que le proporcionaba cierta comodidad para emprender el viaje rumbo a las tierras de su exesposo. Así que, despertó ese día cargada de valor para mostrarse ante el mundo, se puso unos jeans y una simple blusa blanca, después de todo no tenía mucho para usar, la mayoría de sus ropas seguían en Las Bugambilias.

Antes de salir del departamento buscó entre sus pertenencias las joyas que con normalidad utilizaba en el dedo anular, un hermoso anillo con un diamante y la argolla matrimonial que Gabriel le dio el día de su matrimonio. Las colocó en el centro de un pañuelo que luego cerró y echó en la bolsa que colgó de su hombro.

Salió con la esperanza de que ese fuera un día tranquilo, uno donde no tuviese que enfrentarse a un fuerte golpe provocado por su pasado, ya que ese era el nuevo propósito de su vida, impedir que los falsos y nublados recuerdos la golpearan nuevamente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top