🖤 Capítulo 18. "La mujer es..."
Luciale.
Oigo las risas de los niños en las habitaciones de arriba, imagino que acomodan sus cosas y que Ireena les está dando la bienvenida de la mejor manera posible. Al parecer hoy goza de buen humor, se ha despertado con una enorme sonrisa en su rostro que me recuerda mucho a la mía de algún modo.
La visita de Andyana le hará sentir mejor. Sé que extraña a sus compañeras de la Academia, pero hemos decidido que ella y su hermana serán educadas en el Palacio hasta que ya no existan peligros.
La institutriz de los niños astenienses aún se mantiene parada delante de nosotras. Mantiene sus manos entrelazadas a la altura de su cadera con una expresión pensativa.
Debo admitir que sus rasgos no se asemejan para nada a los de los ciudadanos de Astenont. Esta mujer posee una belleza delicada, suave, frágil e inspira confianza ni bien uno le observa, es muy diferente a la gelidez de los habitantes de la corona roja.
—Lamento no presentarme como corresponde, majestades —dice al reconocer que no nos ha revelado su identidad, la expresión recelosa de mi esposa quizá la ha asustado un poco—. Me llamo Katnya Saydovstky. En Astenont me conocen como la institutriz de los niños de la corona roja. Mi familia es cercana a la emperatriz Kairashana Lairovst de Zildwi, majestades.
Sus rasgos encajan a la perfección con los genes dominantes que se avistan por Zildwi. Es el imperio con la mayor cantidad de personas de tez pálida, ojos pequeños y cabellos en tonalidades claras.
Por alguna extraña razón, me alivia saber que Einer Ditnova y Kairashana Lairovst han conversado sus desacuerdos. Me han dicho que en el pasado ellas no eran conocidas por llevarse bien; según las palabras del propio Einar Ditnov, su esposa detestaba a su cuñada por algunas decisiones que tomó de forma impulsiva y por el daño que le ocasionó a Keatlyn en su momento. Hasta ese entonces, no se conocían los motivos que llevaron a la emperatriz de la corona roja a tomar la drástica y terrible decisión de casarse con uno de los hijos de la familia que más revueltas había causado en Astenont.
El simple hecho de que Einer haya aceptado a una mujer proveniente de Zildwi para que se encargue de la educación de sus niños dice mucho más de lo que uno podría imaginar.
—Es un placer conocerte, Katnya —le sonríe mi linda Tree, su voz se oye tan amable y tan cálida como siempre. Creo que no existe otra persona que sea tan agradable como lo es mi esposa. A pesar de que en ocasiones intenta mostrar una máscara de seriedad, al final del día termina por caer en su verdadera esencia y eso es lo que me enamora cada día más de ella—. Vayamos a comer, el desayuno podría enfriarse.
—Claro, no perdamos más el tiempo —concuerda Katnya con un semblante más relajado, al parecer nuestras palabras cordiales la han hecho sentir más cómoda. Tiene muy presente que es una intrusa en nuestro hogar y que le conviene acatar nuestras normas familiares—. Disculpen si estoy un tanto distraída, me inquieta de cierta manera como será la educación de los niños mientras estén en el Palacio. La emperatriz Keatlyn pidió que continúen con sus estudios mientras sea posible, cree que será lo mejor para mantenerlos ajenos de lo que sucede con su madre.
—No te preocupes por eso, Katnya. Los educadores de nuestras princesas se encargarán de ello y podrás ayudarlos mientras residas en el Palacio —la tranquiliza con ese tono dulce que describe a la perfección al amor de mi vida. Me es inevitable sonreír al pensar en eso—. ¿Cuántos días piensas quedarte?
Tree es amable, aunque en ocasiones suele ser muy directa con sus preguntas si se siente incómoda. Si bien la institutriz pareciera no molestarle, su presencia nos asegura que no tendremos intimidad en el Palacio mientras ella esté aquí. Hay temas que nos conciernen sólo a las personas de la familia de Abdrion, no podremos hablarlos si ella está presente.
—Tal vez unos dos días —menciona con cierta duda—. Todo dependerá de si Kalem y Vysem se adaptan a vivir en el Palacio.
Tree no emite más palabras, solo me dedica una mirada poco convencida por las palabras de Katnya Saydovstky. Un brillo de intranquilidad surca sus iris cafés, tal vez sea por recordar que mañana debemos hablar con Zhasira y Kerathon, y a juzgar por el comportamiento de la mujer que camina junto a nosotras, no dudará en preguntar si ocurre algo de lo que deba preocuparse.
No puedo culparla por inmiscuirse en asuntos que no le llaman y por vivir en nuestro Palacio más días de lo planeado. Su trabajo y su vida dependen de si los herederos de Astenont se encuentran bien, porque si algo le sucediera a esos niños, estoy segura que tanto sus tíos como sus madres no dudarían en ejecutarla por no cumplir con las responsabilidades que le fueron asignadas.
Las pisadas de los siete niños bajan las escaleras a toda velocidad, casi corren por los escalones de mármol. Sus risitas se entremezclan con murmullos que sueltan o comentarios que no logro comprender porque han decidido comunicarse en clave.
—¡Niños! —los llama Tree al percatarse de que yo quiero reaccionar, pero no encuentro las palabras para hacerlo. Su voz adquiere un tono más firme, sin llegar a gritar ni a sonar agresiva—. Bajen con cuidado que el mármol es resbaladizo. Si bien no vamos a morir por caernos de las escaleras, podrían golpearse bien feo y estoy segura que no quieren eso, ¿Verdad?
—Creo que tendrías que haberlo dicho antes, tía —comenta una apenada Andyana, se encuentra sentada en el descanso de las escaleras. Un ligero raspón se aprecia en una de sus rodillas—. ¡Pero estoy bien! No se preocupen.
—Yo sabía que era mala idea, Ireena y Andyana no quisieron escucharme —asegura una de las niñas mientras baja las escaleras con tranquilidad, Vaynni la sigue unos pasos más atrás—. Andy también es así en mi casa, ella hace lo que quiere.
Alzo una ceja ante la tonada de reproche de la niña, creo presentir que ella y su hermana mayor no se llevan del todo bien.
Es la única de sus hermanas que se asemeja en cierto punto a su madre Keatlyn. Comparte el mismo cabello rizado en tonalidad azabache y uno de sus ojos está teñido de esa tonalidad aguamarina que siempre ha caracterizado a los Trayshon. El ojo restante es tan azul como los de Einer Ditnova.
Por lo visto, los genes de Keatlyn no son dominantes, ni siquiera cuando ella ha cursado dos embarazos.
—No hago lo que quiero, solo opino que no todas las reglas deben cumplirse, Arin —habla Andyana al mismo tiempo que se levanta para seguir su camino junto a mi hija Ireena, quien la toma de la mano para evitar que se caiga otra vez—. ¿Qué hay para desayunar?
—Pancakes con chocolate, los hizo mi mami —presume mi niña con notable orgullo por los logros culinarios de su madre—. Vamos, vamos, se nos van a enfriar.
Tree y Katnya comparten una sonrisa enternecida por la interacción que mantienen las niñas. A pesar de que se han visto pocas veces en sus cortas vidas, aparentan congeniar muy bien e incluso, Ireena siempre nos pide que visitemos a sus tías en Astenont para poder hablar con su prima Andy.
—Esperen un momento —les hablo en cuanto pasan a mi lado, ellas se voltean a verme al igual que los demás niños.
Si bien mis hijas se encuentran serenas, el resto ha adquirido un semblante serio. Maldición, ¿He sido demasiado seria?
—¿De verdad te encuentras bien, Andy? —inquiero con cierta preocupación, una pequeña sonrisa suave se esboza en mis labios—. Las caídas en el mármol pueden doler bastante, lo digo por experiencia propia.
Es inevitable no recordar el dolor que invadió mi tobillo la primera vez que me caí sobre esas escaleras. Era una joven de trece años que anhelaba aprender a utilizar tacones de casi diez centímetros, por fortuna el único daño que sufrí fue un moretón en dicha zona. Podría haberme quebrado, aunque tal vez no hubiese sido un gran problema dado que Chrystel había conseguido manipular los hechizos de sanación más básicos.
Al ver esos recuerdos, puedo comprender que quizá esa caída me dañó más de lo debido por la maldición que aún cursaba mi cuerpo. Con el pasar de los años, me volvía cada vez más débil y mi piel palidecía.
Me arrebataron gran parte de mis años de juventud por un evento en el que yo no tuve nada que ver, no tuve voz ni voto y de hecho, ni siquiera existía. Nunca debieron ligarme al cambio tan repentino de heredera que decidieron Meral IV y Polo II.
Yo nunca tuve la culpa de nada. Ni era responsable de lo que sucedió. Los niños no deben pagar por los pecados de sus padres o familiares.
—Estoy bien, tía —afirma con una enorme sonrisa emocionada—. Tengo la insensibilidad de mi madre. A ella tampoco le afectan los golpes, solo los más fuertes.
Einer Ditnova posee esa capacidad. No sufre de dolores físicos salvo que sean producto de golpes o hechizos que logren llegar a sus puntos débiles. Es una de las pocas ventajas demoníacas que heredó de su padre.
—De acuerdo, Andy —les sonrío a ambas, mi Iri me abraza por unos segundos antes de apartarse—. Ya saben que cualquier cosa me pueden decir y yo las voy a ayudar. No quiero que nadie se lastime, niños, ¿De acuerdo?
—Gracias, mamá —Vayannah se me acerca para abrazarme con fuerza, me encorvo hasta su altura para que pueda besar mi mejilla como siempre hace—. Te queremos mucho.
—Y yo a ustedes, mi solecito —beso su frente con amor antes de dejarla ir con los niños.
...
Bebo mi jugo de naranja, la acidez del cítrico logra brindarme cierta calma en estos instantes. Han pasado horas desde el desayuno, sin embargo, no soy capaz de olvidar lo que sucedió. Las escenas están en repetición en mi cabeza, una y otra vez, como si solo quisieran atormentarme o hacerme ver cosas donde no las hay.
Mandarino y Perséfone le gruñeron a mi Tree. En cuanto ella se sentó en la mesa, los gatos saltaron sobre ella como si estuviesen a la defensiva.
No la reconocieron. La olfateaban como si fuese una total desconocida. Solo después de un rato se tranquilizaron y se recostaron sobre su regazo, como si hubiesen recordado quien era Tree y porque estaba en nuestro hogar.
Me desconcierta su accionar, con los niños de Astenont no sucedió nada parecido y nunca los habían visto. De hecho, Arin hasta pudo tocarlos, mimarlos y abrazarlos.
El presentimiento de que el comportamiento de nuestros gatos se relaciona con el hecho de que mi esposa casi me asesina hace unos días, no me deja en paz. Esta espina crece con el pasar del tiempo, un sentimiento de desconfianza se instala en mi interior y temo equivocarme.
Tengo miedo de lo que pueda suceder, de estar malinterpretando lo que ocurrió. ¿Pero y si en realidad no me equivoco?¿Y si mi esposa está de alguna manera relacionada con Shaperi? Me lo habría dicho, ¿Verdad?
—¿En qué piensas tanto? —la voz de mi Vinavina me regresa a la realidad, giro la cabeza con las cejas fruncidas al no poder recordar en qué momento llegó a mi lado—. Llegué hace unos minutos, te pregunté muchas cosas y no respondiste nada. Asumo que estabas pensando en algo que te preocupa.
Termino de beber lo último que me queda de mi jugo de naranja. Hace nueve años he abandonado el vino y los cigarros como mis métodos tranquilizantes, comprendí que en algún punto de mi vida pasada cumplieron su función, pero que en esta vida que estoy construyendo ya no funcionan. Si quería comenzar de nuevo, debía empezar desde cero, alejarme de todos los hábitos autodestructivos que tenía.
A Tree le preocupaba mucho mi salud, creía que en algún momento haber consumido tanto de esa bebida y esos cigarros me provocaría algún problema en mi físico. Sabía que mi maldición había disminuido mi capacidad de autosanación y mis virtudes como ser inmortal, pero ya he sido liberada de esa condena. Ya nada me afecta en la actualidad.
Aún así, no quise volver a esas viejas costumbres. Preferí reemplazarlas por actitudes y acciones más sanas, más vivas, más felices, más reconfortantes.
—No te equivocas, Vinavina —asiento levemente mientras dejo el vaso sobre la mesa. Mi prima entorna sus ojos en mi dirección—. No comprendo el porqué nuestros gatos la desconocieron, ¿Sabes? Estuvieron a punto de atacarla. Es extraño, Tree fue quien los rescató, quien los trajo al Palacio y los cuidó en sus primeros años.
Las risas de los niños se oyen a lo lejos, mi esposa y Katnya se han quedado en el jardín para cuidar de los más pequeños. Hay plantas que podrían herir a los príncipes astenienses si no se tiene el cuidado necesario, varias especies de la flora aridiense son venenosas para los Drashkaras o demonios no acostumbrados a ellas.
—¿Tienes miedo de que Rowan esté bajo la influencia de alguno de ellos? —cuestiona en referencia a los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium. Niego con la cabeza, a lo que Vinavina se extraña—. ¿Entonces?¿A dónde quieres llegar?
—La verdad no lo sé —masajeo mi frente para calmar la tensión que percibo sobre mi cabeza—. Pero no hay que restarle importancia a esa reacción de Mandarino y Perséfone. Son guardianes espirituales, hay una gran razón por la que le gruñeron.
—Créeme que si Rowan lo supiera, te lo hubiese dicho —asegura en completa calma, su mirada azul analiza mi postura—. Relaja esos hombros, Luciale. Tu esposa jamás te ocultaría información o te mentiría. Te estás dejando llevar por la presión que sientes en esta situación.
Suelto una risa un tanto irónica, durante años los ciudadanos aridienses me han conocido por mi serenidad en momentos de estrés. Se encargaron de teñirme de esa reputación y hace mucho tiempo he dejado de ser la persona que todos creen. Ya no puedo guardar la calma, no cuando la vida de siete niños, de mi esposa, de mi familia, de Abdrion y de las emperatrices astenienses, depende de lo que yo haga de ahora en más.
Hice un trato con Scarlett Zaridi. Si llego a fallar en lo que me corresponde, las personas que amo morirían.
—Supongo que es eso —intento relajar mis hombros tensos, sonrío con cierta condescendencia—. ¿Has recibido noticias de Normelt?
—Según lo que me ha dicho Ver, Nilu logró sanar por completo su sistema inmunológico y ahora solo necesita descansar. Su madre lo cuida para recuperar el tiempo perdido —señala con mejor ánimo, a nadie le gusta ver a Kraya triste. La noticia de la inesperada recuperación de su mejor amigo le hará sentir mejor—. No sé como terminará todo esto cuando Chrystel...
—Todo a su tiempo, Vinavina. Chrys no sabrá nada.
...
Abro los ojos otra vez tras comprobar que me encuentro en el páramo desolado lindero al Castillo del imperio de Aldiwarah. Pensé que se trataba de un sueño, mas es la realidad.
No es ninguna mentira.
La sangre brota de una gran herida que llevo en mi abdomen, el dolor punzante que atraviesa mi cuerpo me hace encorvarme hacia delante. Mis piernas tiemblan a más no poder, en cualquier instante perderé el equilibrio y caeré al suelo.
No comprendo cómo sucedió esto. No importa cuánto intente rememorar los acontecimientos de horas atrás, mi mente parece un lienzo en blanco. Algunos recuerdos están borrosos, no es posible distinguir nada más que dos siluetas femeninas que me han atravesado el abdomen con una espada envenenada.
La imagen de dicha arma aparece frente a mí. Reconocí la plata con la que estaba compuesta al instante, así como también el aroma de una de las flores más mortales para los seres de oscuridad en Lilium.
Recorro el lugar que me rodea con la mirada hasta que me detengo en una figura femenina que reconozco a la perfección. Nunca podría olvidarme de su cabello oscuro, de su tez trigueña, de su rostro redondo y los hoyuelos que se dibujan en sus mejillas cuando sonríe.
Nunca podría olvidarme de ella, de «mi ella», de mi mujer, de la única persona que se ha ganado mi total confianza y mi corazón.
Nunca podría olvidarme de mi Tree.
Pero ahora su cuerpo yace tendido sobre el suelo rocoso, la sangre rodea sus extremidades y su rostro está teñido del mismo tono rojizo. Su cabello está enmañarado, sus ojos cerrados y sus manos presionan una gran herida a la altura de su pecho. Sin embargo, es distinta a la de mi abdomen, la suya pareciera haberse realizado con otra arma que no llego a distinguir.
—Tree —la llamo al mismo tiempo que me acerco a ella con cuidado de no caerme—. ¡Tree! Despiértate, mi amor.
El pánico viaja por todo mi cuerpo, siento como los latidos de mi corazón se adueñan de mis oídos y es lo único que escucho junto a un pitido interminable. Mis brazos flaquean en cuanto trato de encontrarle el pulso en su cuello.
Un calor indescriptible abraza mi ser. Parece quemarme por unos segundos a la vez que confirmo lo que yo temía.
Mi corazón se paraliza. La tensión vuelve a rodear mis extremidades. Mi garganta se cierra sin permitir el paso del oxígeno hacia mis pulmones.
En mi pecho hay una gran opresión que duele como el hechizo más poderoso y mortal para un ser de la oscuridad o un maldito.
Mi esposa no tiene pulso.
No respira.
Su corazón no late.
Está muerta.
Abro los ojos con horror antes de sentarme en la cama, mi cuerpo está tan entumecido que me cuesta percibir mis extremidades inferiores. La opresión en mi pecho crece a tal punto de parecer que me aplastan en estos instantes.
Volteo en dirección a dónde se supone que debería estar dormida mi esposa y la vida regresa a mí al confirmar que se encuentra allí, recostada junto a mí, con una expresión plácida en su rostro dormido.
Un suspiro aliviado se escapa de mis labios antes de volver a recostarme. Su espalda es todo lo que veo en estos momentos, por lo que decido rodearla con mis brazos a la altura de su cintura para descansar mejor; sé que a ella le encanta que la abracen mientras duerme, me ha dicho que de alguna manera ese acto le transmite seguridad.
La pesadilla que acabo de vivir es extrañamente familiar. Tal vez la he tenido en algún momento que no recuerdo con exactitud.
...
Rowan.
Cuando llegamos a las cercanías del Castillo de Aldiwarah, los guardias titubearon un poco ante nuestra llegada e incluso corroboraron que en verdad habíamos pactado una reunión con Zhasira y Kerathon. Tanta desconfianza me extrañó, según me había contado mi padre, la primera vez no hubo tantos problemas cuando él y mi Lu se reunieron.
Ahora somos guiados por una mujer que porta un sombrero de copa azul, viste un traje en tonos grises y lleva un extraño broche de bronce en el cuello de su saco. Debo suponer que es la líder del ejército de Aldiwarah, o bueno, la antigua líder.
—Usted es la emperatriz Rowan Becker, ¿Verdad? —pregunta con aparente cordialidad mientras camina—. La señora Zhasira ha hablado mucho de usted, dice que es una de las pocas personas que podría ayudarnos si así usted lo desea.
—Debe apreciarme mucho para hablar de mí —me limito a responder por cortesía—. ¿Usted fue la antigua Líder del ejército de Aldiwarah?
—Así es, trabajé para la familia imperial durante muchos años —asiente antes de detenerse frente a unas grandes puertas—. Hemos llegado a la sala donde las esperan.
Golpea tres veces la puerta antes de que se escuche un amable "Adelante". La mujer nos abre con rapidez para luego realizar una corta reverencia antes de retirarse.
Al ingresar al enorme salón, me percato de que hay dos guardias a cada lado de las puertas. La habitación que nos recibe es de paredes blanquecinas, con un alto techo abovedado y ventanales enormes que iluminan el lugar. No hay luces ni velas, pareciera ser que hay personas que prefieren mantener oculto este recinto.
Unas inmensas escalinatas de cristal se hallan ubicadas en el fondo de esta habitación. Hay almohadones y mesas bajas en tonos azulados. Distingo platos blancos con abundantes comidas y vasos con bebidas diferentes.
Dos figuras se encuentran sentadas a cada lado de una mesa. Por la delicadeza y elegancia de sus ropas, juraría que ocuparon un alto cargo en el pasado, que aún les guardan un cariño indescriptible.
Porque Shaperi trata de demostrar poder, pero sus vestimentas carecen de ello. Parecen vestidos antiguos que nadie ha usado y que sus telas han comenzado a romperse.
—Bienvenidas, majestades aridienses —nos saluda un hombre de cabello castaño claro y traje blanquecino. Sin lugar a dudas se trata de Kerathon—. ¿Desean beber algo? Hemos preparado un banquete para recibirlas. El viaje ha de haber sido largo, ¿No es así?
Zhasira esconde una sonrisa detrás de la copa de vino que bebe. Hay algo en esta mujer que aún no me produce buena espina. Temo que sea alguien más como Shaperi y que solo nos mienta.
—No hemos venido a eso, Kerathon, aunque agradecemos la cortesía —dice mi esposa con aparente serenidad, toma una de mis manos para entrelazar nuestros dedos antes de continuar—. ¿Qué traman con Astenont? Ustedes atacaron a la actual emperatriz Einer Ditnova, ¿Con qué fin?
—No comprendo de que hablas —se extraña Zhasira, su frente se arruga y sus ojos se entrecierran—. ¿Han venido a atacarnos? Creí que hablaríamos sobre Shaperi. Si solo han venido a molestar, retirense antes de provocar la ira de alguien a quien no podrán detener.
—Dijiste que los niños estarían fuera de la guerra y casi acabas con uno de ellos —sisea mi mujer, su mirada grisácea brilla en enojo—. ¿Tenían idea de lo cuan conectada que está Chrystina Ditnova con su madre? Es el mismo tipo de conexión que tenían ustedes con sus difuntos hijos.
Los difuntos hijos de Zhasira y Kerathon murieron en manos de uno de los descendientes de Versh Ditnova. O eso es lo que ellos creen. El verdadero asesino está más cerca de lo que piensan, y sería una completa sorpresa descubrirlo.
Se arrepentirán de todo el daño que planificaron en contra de la familia Ditnov.
—Mantén la calma, Luciale —la interrumpe Kerathon, su voz se ha tornado más seria—. Nosotros no hemos hecho nada con Astenont. Aún.
—¿Entonces me quieres decir que fue Shaperi? —Lu niega con la cabeza como si no pudiera creerlo—. ¿Por qué?
—No lo sabemos aún, al parecer ha perdido la poca cordura que le quedaba —menciona Zhasira con fastidio—. A eso me refería cuando les dije que no había nada de qué preocuparse.
—Hemos venido a proponerles un acuerdo —decido hablar, mis palabras cálidas tranquilizan la seriedad de Kerathon y el disgusto de Zhasira—. Shaperi es una enemiga en común, ustedes mismos acaban de confirmar que ha intentado inculparlos de un ataque que no cometieron. Podríamos acabar con ella juntos, ustedes tienen la confianza y gratitud de los descendientes de la familia imperial de Aldiwarah.
—¿Y esperan que aceptemos así como así? —alza una ceja la mujer sentada en las escalinatas—. ¿Qué nos asegura que no intentarán asesinarnos así como harán con ella? Nuestra reputación nos precede, queridas. Dudo que confíen en nosotros tanto como afirman.
—Ustedes mantienen cierta cercanía con ella y ustedes nos llevarán a dónde se encuentra —explica mi Lu, intenta utilizar un tono de voz suave—. Conocen a los demás Dioses que la acompañan, la apoyan y la alaban. No les tomaría mucho ganar su lealtad y traerlos a su lado. Podrían obtener la redención que tanto han anhelado.
Abro un poco más mis ojos al notar el peligro en sus palabras. La Corte de Dioses podría acabar con nosotras si los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium pueden llegar a redimirse.
—¿Qué obtendremos a cambio? El plan suena demasiado bonito para no recibir nada, ¿No creen?
—Conocerán la identidad del asesino de sus hijos y sabrán el paradero de dicha persona —aseguro con firmeza, Zhasira me observa con más interés—. Sabemos lo que se siente amar a un hijo y ser separadas de él. Podrían intentar regresarlos a la vida, pediríamos permiso a la Corte de Dioses.
Una figura femenina conocida aparece de repente a un lado de Zhasira Arino. Es aquella mujer sin rostro por las quemaduras que sufrió en vida, a pesar de que no puede verme, su rostro está enfocado en mi dirección y una de sus manos se ha apoyado sobre el hombro de la Diosa Antigua y Olvidada.
De nuevo viste ese vestido blanco con detalles en plateado y que se asemeja al de una novia. Su cabello es castaño con algunas ondas naturales.
Me paralizo por unos instantes, mi respiración se entrecorta en el segundo en que ella retira su mano del hombro de Zhasira. No comprendo cómo es que está aquí.
Lucho por disimular el desconcierto y terror que me invaden, aparto la mirada de su cuerpo para recuperar el aliento. Mi pecho todavía arde como si algo se quemara dentro de mí.
—¿Tú también la ves, Rowan? —pregunta Zhasira con cierto asombro.
—No sé a qué te refieres —arrugo las cejas con aparente confusión, sé muy bien de quién habla y es imposible que ella pueda verla.
—A la mujer que está parada junto a mí —indica con una leve sonrisa divertida antes de voltear su cabeza para analizarla—. Yo también puedo verla.
—¿Cómo...?
—¿No has reconocido el collar en su pecho? —inquiere con un aire de misterio, niego con la cabeza antes de dirigir la mirada a la mujer del rostro quemado—. Lo has visto antes. Shaperi tiene uno igual.
La fina cadena de oro reposa en el cuello del espíritu, un diamante con forma de corazón cuelga de ella.
Lu suelta mi mano tan pasmada como lo estoy yo. El ardor de mi pecho incrementa conforme transcurren los segundos, regreso mis ojos a los de Zhasira para verificar que no sea una mentira lo que me dice.
No lo es.
—Es la hermana menor de Shaperi. Sigrid fue quemada en una hoguera por órdenes de su hermana cuando aún era la Diosa de la oscuridad y la crueldad. Los motivos son desconocidos, pero asumimos que se debió a qué Shaperi consideraba debilidad a todo aquel que perteneciera a su familia o tuviera un vínculo con ella.
—Fue asesinada a traición. Sigrid confiaba en ella, Rowan —agrega Kerathon—. Y ha recurrido a nosotros para que la ayudemos a vengarse de su muerte.
...
¡Buenas, buenaaass!
¿Cómo están?
A qué no se esperaban ese final de cap JAJAJAJAJA
Yo pensaba darles la identidad de la mujer que veía Rowan más adelante, pero consideré que era mejor que ya lo supieran
(Se viene lo bueno)
¿Creen que Zhasira y Kerathon acepten el trato?
Lu se está metiendo con cosas jodidas, la Diosa Skara no quiere a esa gente cerca de sus Dioses actuales
¿Aman a los niños astenienses? Porque yo sí 🥹
¿Aman la amistad de Ireena y Andyana?
¿Confían en Katnya?
¿Se acuerdan de la visión de Lu? 👁️👁️
No fue descrita en SN, pero sí mencionada
¿Por qué los gatos desconocieron a Rowan?
Muchas preguntas y pocas respuestas, ah
Ya llevamos 18 capítulos, OMGGG
(Estoy triste y feliz a la vez, porque eso significa que estamos más cerca de terminar esta historia. O sea, más cerca de despedirnos de Rowan y Lu)
Y no, no las quiero soltar 😭
Sin más que decirles, nos vemos este viernes acá y este sábado en Corona Roja 🫶🏻
(No me odien a Einer, porfis, todo tiene una explicación)
Besitos y abrazos🤍🫂🖤
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