Capítulo 4: Pólvora
- Oye, tú. ¿Realmente vas en serio?
- Um.
- No me lo creo. ¿Por qué alguien como tú se fijaría en Alex? Sabes bien que no me agradas.
Lily, la pequeña pelirroja, aunque amigable y adorable, cuando se enfada realmente da miedo. Por su otro lado, Lucy, quien tranquilamente flotaba en el agua del río, siempre infundía intranquilidad. Lo más seguro debido a su indiferencia.
- El sentimiento es mutuo. - respondió ella con su habitual tono de voz. - ¿Cuánto pienso comes al día?
- Tsk. - la chica pelirroja de metro sesenta hizo una pausa para agarrar con sus dientes un trozo de carne del pinchito que tenía en la mano. - Follar contigo no debe ser muy diferente de hacerlo con un cadáver tibio.
- ¿Te tomó mucho tiempo elaborar ese insulto, chihuahua? Engordarás si sigues comiendo tanta carne.
- Lo que coma no es asunto tuyo. - replicó ella. - No sé qué te traes entre manos, pero no pienso dejar que estés cerca suya.
- Acepto. - respondió ella. - El desafío.
* * *
- Me pregunto qué es esta presión que siento. Me oprime el pecho.
- No eres el único, Alex. Nosotros también. - dijo Frank. - Es como si una tormenta de oscuridad fuera a engullirlo todo. Esos son... ¿celos? Oye, tío, ¿no podrías tomar la ruta harén y solucionarlo todo? Si estás con las dos, todos felices y san se acabó.
- Has visto demasiados anime, Franky. Las cosas no funcionan así, y aun si se pudiera, imposible con ellas dos, que se odian mutuamente.
- No me gusta cómo se están poniendo las cosas. - Sylvia le dio la vuelta al filete. - Parece que estemos a punto de presenciar una pelea entre dos demonios. Va a suceder una guerra mundial. La clase se va a dividir en el Bando Lily y el Bando Lucy... No, la clase no, el instituto entero. Hay que ir preparando el búnker y las provisiones. - bromeó la albina. - Luego me pasaré por el Mercadona y pillaré latas de sardinas y demás conservas. Ah, y huevas de caballa, que no falten.
- Temo por vuestra seguridad si las cosas van a seguir así, en serio. ¿Pasó algo mientras íbamos en el coche? Me quedé dormida de camino aquí.
- Mmm... ¿Nada aparte de ellas dos dándose de golpes en el coche pese a estar separadas por Alex?
Ana dio un trago a la lata de cerveza y la colocó en la mesa plegable.
- ¡Fuaaah! ¿Y dónde está tu padre? El coche no queda muy lejos de aquí.
- Oye, Silvi. ¿Por qué no te cambias y te bañas? Eres muy aburrida.
- Sabes que no sé nadar, no tiene sentido. Y me quemo fácilmente; prefiero quedarme bajo la sombrilla. Es lo malo de ser albina. Te da el sol y enseguida te vuelves una gamba cocida.
- ¿Mm? - Ana arqueó la ceja. - Podrías pedirle a mi hijo que te enseñe, es bueno nadando. Los veranos trabaja de socorrista. Franky quizás no, te sobaría.
- Ana...
- Hablando de quemarse, - ella señaló a la barbacoa. - se te quema esa hamburguesa, dale la vuelta.
- ¡Podrías ayudarme, ¿sabes?!
- Alex. ¿Sabes de qué podrían estar hablando esas dos?
- ¿Tú de qué crees que hablan, Franky? Porque creo que es bastante obvio...
Pedro, el padre de Alex, llegó con el resto de cosas.
- Ya puedes dejarlo, Sylvia. Ya me encargo yo.
- Ok.
El albino se acerca a Alex y le da un toque en el hombro.
- Tú mismo. Puedes volver esto un paraíso, o el mismo infierno. Ambas te quieren, tío.
- Ya lo sé... ¿Pero cómo le digo a Lily que la veo como una hermana sin destrozarla?
Él simplemente se encogió de hombros.
- Ahora, solo te digo que tengas cuidado. Lucy es peligrosa.
- Ya... lo sé. - algo lo inquietó. - Espera, ese "peligrosa" ha sido con un tono muy oscuro. ¿Qué quieres decir, Silvi?
- Pues, que ella realmente es peligrosa. ¿No sabes del incidente del restaurante?
- ¿"Incidente del restaurante"?
Alex repitió esas palabras como un loro.
- ¡¿En serio no lo sabes?! - exclamó sorprendido Franky. - Oh, es verdad, que tú no estabas aquí, estabas de vacaciones en Mallorca ese día hace dos años.
- Ohh. Es verdad, el incidente del restaurante. Si mal no recuerdo, Lily también estuvo allí.
- ¡¿Pero quiere alguien decirme qué fue lo que pasó?!
- Eso es lo que te pasa si mientras estás en vacaciones bloqueas el móvil y lo poco que te llega le das a "marcar todo como leído", Alex.
* * *
El incidente del restaurante. Un hecho que marcó un antes y un después en el pueblo. Un pueblo que se encuentra al norte de España, perdido en el monte.
Un hecho que volvió famosa a la taciturna hija de los Cotte debido a su "hazaña".
Hace dos años, un preso muy peligroso se escapó de la cárcel al fingir un ataque el corazón. Alérgico a los frutos secos, este pidió un sándwich de crema de cacahuete, pero se les pasó comprobar el listado de alergias e intolerancias alimentarias a los de cocina.
El recluso al tomar el sándwich tuvo un shock anafiláptico y quedó en un estado comatoso. Cuando despertó del coma en el hospital, escapó, agredió a un transeúnte y le robó sus ropas. Huyó al pueblo robando un coche aparcado que tenía las llaves puestas, dado que el propietario había entrado en una tienda para recoger unas cosas.
El convicto nada más huir entró a una casa, mató a la pareja que allí residía, cogió dinero y la escopeta del hombre. La Policía al haber recibido el aviso y verlo visto en la zona hizo que el asesino se desesperara y entrara en un restaurante.
Vacaciones de verano, un lunes de julio a las doce del medio día, cuando más turistas hay. El presidiario irrumpió en el establecimiento efectuando dos disparos hacia el techo y tomó como rehenes a quienes se encontraban en el local.
El cautivo se había atrincherado en el restaurante y la policía con sus coches patrulla frente al mesón le habían bloqueado el paso, a la espera de la llegada de refuerzos; no tenía ninguna escapatoria.
El dueño del restaurante de caza trató de coger su propia escopeta, colgada de la pared y disparar para defender a su familia, empleados y clientes, pero de un disparo en el pecho cayó fiambre al suelo.
Lloros y gritos de terror no se hicieron esperar cuando el asesino anunció que si no lo dejaban marchar, acabaría con la vida de los retenidos.
- Quiero ir al baño. - dijo una niña sin emoción alguna. - Quiero ir al baño.
- ¡Ssshhh! Silencio, Lucy.
La niña echó un vistazo a su alrededor. Vio a una mujer que al igual que todos los demás se encontraban sentados en el suelo, con la espalda pegada a la pared y muy alarmada. Pero esa mujer tenía una redonda y gran barriga, estaba embarazada.
- Señor asesino. Podría darme agua.
- ¡Lucy!
- ¡A callar, niña!
El hombre moreno de metro setenta y pico de altura colocó el cañón del arma en su sien.
- ¡A callar todo el mundo o mato a la niña!
- Esa mujer de allí está embarazada. Debería dejarla salir.
Algo extraño sintió el violento y altamente peligroso recluso cuando decidió mirar directamente a los ojos de aquella adolescente de solo 15 años de edad. Sus ojos no reflejaban vida alguna, era como si estuviera muerta por dentro, como si hubiera conocido la muerte en persona y no le quedara nada más por ver o descubrir en el mundo; la mirada de alguien que había muerto una vez.
El corazón de aquel hombre dio un vuelco, se detuvo por un segundo en su pecho.
- Puede que se ponga de parto debido al estrés. Deje que se marche.
Su voz era plana y monótona, aburrida; era completamente antinatural, pero lo más inquietante de todo ello no era lo que ella estaba diciendo, sino que, de algún modo, de alguna forma, pese a ese tono casi robótico, cualquiera era capaz de entender que se encontraba verdaderamente muy molesta. Tanto de hecho, que emitía algo similar a un "aura asesina" a su alrededor. Esta "aura" fue lo que intimidó al monstruo de la escopeta.
- No eres capaz de disparar a un niña. Heh. Patético.
- ¡Cállate! ¡¡Cállate!!
- Me estás apuntando directamente con una escopeta a la cabeza. Sin embargo, eres totalmente incapaz de jalar del gatillo. Eres realmente patético como un asesino. Qué decepción.
El hombre, muy enojado, la golpeó con gran fuerza en la cabeza con el arma, haciéndole una brecha en la ceja y dejándola, aparentemente, inconsciente.
- ¡Tú!
Él disparó al suelo y asustó a una joven pelirroja. Trataba de coger la escopeta del fallecido dueño del local.
- ¡Te he visto! ¡Nada de cosas raras! ¡Como alguien intente hacer algo extraño, me la cargo! ¡De aquí salgo yo, o caemos todos!
- El único que caerá, eres tú.
Un cuchillo plateado de cortar carne rajó la garganta del preso de alto riesgo, había sido degollado.
Una chica esbelta que cualquiera confundiría por un fantasma en mitad de la noche si la viera al moverse de manera tan silenciosa y tranquila le había cortado la garganta con uno de los tantos cuchillos que cayeron al suelo al momento de asaltar el comedor, sorprendiéndolo desde detrás.
Desangrándose y sin casi poder hablar, el hombre cayó de espaldas al suelo. La jovencita de cara de póquer lo apuñaló varias veces en el pecho y el abdomen. Nadie era capaz de reaccionar por el miedo y la brutalidad de la escena.
Lucía Cotte después de apuñalar una decena de veces al asaltante, quien aún seguía vivo y luchando por respirar conforme la sangre empapaba sus pulmones y se asfixiaba en su propio líquido vital, se puso en pie y le pisó la cabeza para inmovilizarlo.
Tranquilamente después de hacerle sufrir, tomó la escopeta robada y habló.
- Tú no sabes manejar a Nina. Este, es el nombre de esta escopeta. La escopeta de mis abuelos.
La muchachita apuntó.
Y disparó.
Terminó con sangre fría con el asesino. Al escuchar el disparo las fuerzas del orden querían entrar a toda prisa en el establecimiento, abatir al agresor y salvar a los rehenes. Pero no les era posible por lo delicado de la situación, y al haber corrido el sospechoso las cortinas los francotiradores no tenían ángulo para efectuar sus letales disparos dirigidos al pecho o la cabeza. La puerta trasera había sido cerrada y bloqueada desde dentro. Cualquier paso en falso conllevaría la muerte de todos los rehenes y del preso.
Pero para ponerle la guinda al sangriento pastel, ella agarró el cuerpo por una pierna y lo sacó a rastras del restaurante. Al abrirse la puerta delantera de golpe, enseguida sacaron las armas y apuntaron a quien apareció por la entrada; pero se sorprendieron por lo que vieron: una jovencita de largo pelo negro y piel blanca ensangrentada, muy enfadada, revoleó el cadáver de aquel tipo.
El cuerpo maltratado y sin vida quedó a pocos metros de quien estaba al frente de toda aquella operación. El hombre levantó sus gafas de sol, no daba crédito. La chica solo dijo una única cosa:
- Odio los lunes. Pero más odio que me molesten mientras como.
O eso creían, pues había hecho una larga pausa.
- Inútiles. Son todos unos pedazos de inútiles.
"¡¿Qué?!" era la expresión buscada que no llegó a escucharse.
- Debieron haber disparado y volarle la cabeza cuando tuvieron la más mínima oportunidad. Como cuando se acercó con la niña a la ventana y corrió un poco la cortina para observar si había francotiradores. Deberían haber disparado sin permiso.
Y por si no la oyeron debido a lo bajo de su tono de voz, ella lo volvió a repetir, echando más sal y agregando hielo sobre la herida, presionando sobre la llaga:
- Sois todos unos inútiles. Que una niña de 15 años tenga que acabar con un tipo así.
Lucía Cotte recibió de manos del alcalde la medalla al Mérito Civil por haber salvado la vida de todos los presentes aquel día en el restaurante. La doncella de corazón de hierro se volvió famosa, pero dicha fama duró poco tiempo debido a que ella nunca decía nada y simplemente ignoraba a todos sus fans y admiradores. No existían para ella.
* * *
- ¡¿M-mató al asesino de sus abuelos?! ¡¿Así de fácil?!
A-ahora no sé si realmente debería dejar que sea mi novia. ¡Qué miedo! ¡Tengo miedo! Pero... no puedo, si lo hago revelará todos mis secretos y mi vida se iría por el retrete. ¡¿Qué hago?!
- Propongo un trato, chihuahua.
- ¿El qué, zombi?
Las dos se bañaban tranquilamente en el río, pero la conversación no tenía nada de tranquila.
- Te presto a Alex de lunes a miércoles, podrás tener sexo y tener hijos, pero yo seré quien se case con él; podrás ser la amante y yo, la esposa. No veo mal la poligamia. Así, ganamos todos.
- ¡¡¡¿Qué?!!!
A Ana se le cayó la lata de cerveza al suelo, a Pedro lo que se le cayó fue la mandíbula de lo tanto que la abrió, al borde de casi dislocársela cual serpiente pitón. A los chicos los ojos casi se le salen de las cuencas y Sylvia casi se ahoga con la hamburguesa. ¿Habían oído bien?
- ¡Por supuesto que sí! ¡Acepto encantada!... ¡¡Y una mierda!!
- Sabía que dirías eso. Zanahoria parisina.
- ¿E-eh?
- Es lo que eres. Una zanahoria parisina.
Lily pareció no entender, por lo que procedió a preguntar.
- O-oye, ¿qué es una zanahoria parisina?
Y como es costumbre en ella, la albina apareció al rescate.
- Ese es el nombre que se le da en español, pero también se las conoce como baby carrots.
- ¡¡Hija de puta!!
- Tsk. Realmente sabes golpear donde duele, monstruo de la escopeta. Pese a carecer de emociones. ¿Umm? - Lily se estremeció, su cuerpo entero tembló. - E-eh...
¿Q-qué coño es esta sensación? ¿Su mirada? ¿Por qué su mirada vacía ahora la siento como si me estuviera advirtiendo? ¡Qué miedo, colega! ¡Qué mal rollo! ¡¿Es esta la sensación de un psicópata? ¿... de tener a una asesina cerca?!
- ¡Vale, vale! - Lily movió sus manos. - ¡Retiro lo dicho, retiro lo dicho! ¡No te vuelvo a llamar más "monstruo de la escopeta"!
- Gracias. - respondió Cotte. - Entendiste.
- ... D-di algo, ¿no?
- ... Estaba pensando en lo irónica que es esta situación.
- ¿Hablas del diario de Alex? ¿Lo encontraste? ¡Ja! ¡Eso no es nada! Conocía casi todo el libro entero antes de saber de su existencia. Y muchas de las cosas no son de importancia.
- Precisamente a eso es a lo que me refiero. Entonces eres plenamente consciente. Él no te quiere, y yo le gusto. Él te ve como una hermana menor.
Esas palabras la estaban apuñalando en lo más hondo de su ser. Estaba sangrando por dentro.
- Entonces, ¿por qué librar una batalla que sabes que tienes perdida antes de comenzar? Solo saldrás herida. ¿Eres masoquista?
Lily se mordió furiosa el labio hasta el punto de hacerse sangre. Estaba pulsando un botón que no debía ser presionado bajo ningún concepto. Pero muy posiblemente su indiferencia le impedía percatarse de ello. De que las emociones de Lily estaban desbordándose y a nada de salirse del tiesto.
- Lo más curioso de todo, ladras mucho. No sería capaz de salir conmigo y lo llamas cobarde por ello. Pero tú nunca le confesaste tus sentimientos, lo que sentías por él.
La pequeña pelirroja le asestó un cabezazo en la frente, se montó encima suya y comenzó a pegarle puñetazos y a jalarle del pelo. Estaba fuera de sí.
- ¡¡Te vas a enterar!! ¡¡Maldita gata ladrona!! ¡¡Hija de puta!!
- ¡¡Eh, eh, eh, eh!! - gritó el padre de Alex.
- ¡¡Hostias!! ¡Que se matan a palos! - exclamó el galán Frank.
Hizo falta la ayuda de los adultos para separarlas. Lily le había dejado a Lucía la cara hecha todo un cromo. Ella no se defendió. De los puñetazos recibidos tenía un ojo morado, sangraba por la nariz y estaba cubierta de magulladuras. Lo que iba a ser un tranquilo día en la charca terminó siendo una nefasta catástrofe.
- ...
Silencio. Nadie hablaba. Solo se escuchaba el sonido del motor de la furgoneta el canto de los pájaros y las cigarras de vuelta al pueblo.
- ... Tío. Vas a tener que hacer algo... Esto no puede seguir así.
- Lo sé, Franky. Lo sé...
- Lo que no entiendo yo es cómo pueden estar durmiendo las dos tan tranquilamente después de lo que acaba de pasar.
- Oh, mi tercera novia está sola en casa. Ana, ¿puedes dejarme donde la plaza de la iglesia?
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