Capítulo 6
Lucifer
La veo llegar y por una centésima de segundo olvido que la odio, olvido el daño que me causo y todo lo que he pasado por su culpa, por tan solo un segundo, la vi como mujer una mujer extremadamente hermosa, perfecta, sus ojos azules como el cielo trasmiten paz, esas largas pestañas que al moverlas podría jurar que refrescan mi oscura alma, esos labios, carnosos, sexis, y deseables y aquí estoy como estúpido, otra vez sucumbiendo ante su belleza y quien no lo haría si mi padre cumplió su objetivo cuando la creo, es perfecta, y esa perfección fue la que me llevo al abismo.
Retomo la compostura cuando la tengo frente a mí.
- Al parecer no te agradó mi obsequio.
- Digamos que el color no es de mi estilo.
- No me gusta la desobediencia, deberías ser más dócil.
- ¿Por qué? Porque eres el rey del infierno, porque eres malvado y me puedes hacer daño.
Frunzo el ceño, ella no debería saber eso. será que es en realidad Eva?
- ¿Como sabes eso?
- No lo sé, de alguna manera lo sé, como también puedo ver tus hermosas alas negras. Desde niña puedo ver cosas que no puedo explicar, y aunque no sucede siempre me he acostumbrado.
Busco alguna aceleración en su pulso, una gota de sudor o algo que me señale que miente, pero no encuentro nada. Esto nunca había pasado, nunca ningún simple mortal había podido descubrir mi verdadera personalidad, al menos que yo quisiera revelarla.
Pongo mi mano alrededor de su frágil cuello y aprieto con fuerza, ella retrocede unos pasos intentando librarse de mi agarre y termina chocando con la pared.
— ¿Quién eres? ¿Eres otro de los experimentos de mi padre para detenerme?
Golpea mi mano intentando liberar la opresión sobre su cuello, no puede respirar, me pierdo en su mirada buscando ese temor que suelo causar en los humanos, pero en la suya no está, no hay miedo, solo rabia, odio, desdén. Poso mis ojos en sus labios, entreabiertos en la búsqueda de oxígeno. Debería simplemente matarla, liberarme de su presencia, pero ese sería un final demasiado fácil.
La suelto y dejo caer al piso, tose y su respiración es acelerada, le doy la espalda y camino hacia la mesa, tomo asiento y coloco mi servilleta.
- Acompáñame, vamos a cenar- señalo su puesto.
Con la cabeza en alto se sienta frente a mí, no aparta la mirada cuando la reto, no me demuestra miedo, aunque el latido de su corazón me dice que podría llegar a sufrir un infarto. Llevo la copa de vino hasta mis labios, lo pruebo, saboreo en mi paladar el sabor, disfruto tomar mi tiempo bajo su mirada nerviosa
— Hablemos de negocios.
— ¿Qué puedo tener yo que le pueda interesar al amo del infierno?
— Tú alma— sentencio y ella palidece —Desde aquí puedo verla, blanca, pura pidiendo a gritos ser contaminada por mí. Quiero que me des tu alma y me otorgues el placer de corromperla, que pierda ese color opaco y sin gracia y se vuelve oscura y hermosa. Eso quiero. ¿ Estás dispuesta a aceptar?
— Acepto— no lo pensó, no dudo.
— ¿Por qué Aceptas?¿Por qué no tiemblas de miedo ante mí presencia? ¿Por qué me desobedeciste aún sabiendo quien soy?¿Qué es lo que te hace tan valiente pequeño insecto?
Bufó y me regalo una media sonrisa
— Nada me hace valiente, soy así, y acepto el trato porque es mi alma de la que estamos hablando y se que por mucho que la trates de manchar no lo vas a conseguir. Así que sí, acepto, quiero ver al mismo Lucifer esforzándose por obtener mi alma oscura.
Sé que miente, mi instinto me lo dice, pero sigo sin encontrar señales de ello, es tan frustrante no poder confirmar mis sospechas. Así que decido seguirle el juego, si me quiere mentir, vamos a ver hasta donde puede llegar. No me pienso rendir hasta averiguar qué es lo que esconde.
— Está bien, como quieras. Te encargarás del trabajo que realizaba tú padre para mí, buscar almas, preferibles si son almas puras y se pueden ensuciar.
— ¿Por qué debería hacer eso? ¿Para que quieres esas almas? ¿Qué ganas tú con eso?
— Detente, las preguntas aquí las hago yo, y a ti no te interesan ninguna de esas respuestas. Ven vamos a firmar el contrato para que te calles de una buena vez.
Saque el papel del bolsillo interior de mi traje.
—Aquí tienes que firmar.
—Pero esto está vacío, como se supone q voy a escribir si no hay tinta.
— Con tu sangre.
Le ayude hacer un pequeño corte en su mano izquierda y con las gotas que cayeron en el documento trazo su firma.
Tomé su mano y la llevé a mis labios antes su atenta mirada, deposité un casto beso sobre la herida y la solté.
— Ya no duele. — emocionada busco la herida— No está, me as curado. ¿Cómo lo as hecho?
— Soy el diablo Lux, hay porosas cosas que no puedo hacer.
Sus ojos brillaron en agradecimiento y sonrió. Me molesto verla más hermosa y tan feliz.
—Vuelve a tu lugar —ordene.
Ella me dio la espalda para regresar a su puesto y vi algo que no me gustaría haber visto. En su hombro izquierdo tenía una marca.
—¿Que es eso que tienes en la espalda? — trate de sonar calmado
—Te refieres a la marca, es de nacimiento, mi madre solía decir que parecía una luna roja, yo solo veo una mancha.
—Vete—Grite perdiendo los estribos. — Márchate.
Rugí agitando mis alas rojas y mostrando el verdadero color rojo de mis ojos.
Por primera vez en la noche lo vi, vi el miedo en sus ojos mientras corría despavorida
Pero ahora no tenía tiempo de pensar en eso, ni es mis modales, solo tenía una cosa en la cabeza Judas y su profecía.
La profecía podía ser cierta. Ella es el híbrido celestial, ella es quien ha venido a poner fin a mi reinado. Tenía que ser ella, quien más podría ser el causante de mis desgracias. Solo ella para hacerme sufrir.
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