CAPÍTULO 8-PRIMER AMOR, PRIMERA VEZ.

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      —No tengas miedo, cariño —susurra Henry, tomándome suavemente de la mano, mientras nos adentramos en su habitación.

      Puedo decir que a pesar de estar nerviosa, estoy feliz. Henry es el chico con las que todas soñamos. Atractivo, amable y popular. No digo que gracias a él dejé de ser un don nadie, pero al menos ahora podía socializar mejor, y gracias a él había conocido a una de las que sentía que podía ser mi mejor amiga: Amy Blake.

      Cuando estamos por fin en la habitación, veo que todo está bellamente arreglado, con velas y flores por todas partes. Siento ganas de huir, al percatarme de sus intenciones, pero a la vez me siento emocionada. Todos los arreglos son de ensueño, y en el fondo, también deseo hacerlo. Henry y yo ya llevamos casi dos años de novios, y él ha esperado pacientemente.

      ¿No es eso lo que las chicas debemos hacer?

      Nos sentamos sobre la cama, y Henry me observa con esos vidriosos ojos verdes, tan lindos, de los que me enamoré. Acaricia mi mejilla con delicadeza y me pregunta si estoy lista. Su cara de ilusión es tanta, que no puedo negarme. Me muestra una sonrisa gigante, y se levanta para encender la música y mi corazón late muy fuerte, cuando me hace levantarme y me besa. Me besa y me acaricia de la forma más suave posible, llevándome hacia la cama, y nos recostamos en ella.

      Un nerviosismo me ataca, cuando empiezo a arrepentirme de todo esto. No lo deseo, no aun. Pero le sigo el juego, intento relajarme y pasar el trago de una vez por todas. Tal vez me guste, ¿Quién sabe?

      Mete su mano debajo de mi camisa y acaricia mi pecho por encima de mi sujetador, y no siento placer en absoluto. Mi respiración se agita y cierro los ojos con fuerza, esperando a que ese algo, dentro de mí, despierte y me permita disfrutar esta noche de ensueño. Pero eso no pasa, ni siquiera cuando estamos ya, completamente, desnudos y él me acaricia con sus dedos. No pasa nada de lo que he leído y no entiendo por qué. Tampoco sé si lo nota, porque él sigue ensimismado en acariciarme, haciendo que la textura de sus dedos me resulte rasposa, y por consiguiente, molesta y dolorosa.

      —Henry —murmuro, armándome de valor para decirle que pare. —Henry...

      —¿Qué pasa, amor? —Gime, y siento como, torpemente, intenta abrirse pasó por mi cavidad vaginal. —¿Te gusta?

      —Yo... yo —balbuceo, sintiendo sus dedos entrando, dolorosamente, dentro de mí. —Déjame, no estoy lista...

      —Ya mejorará, solo espera a que esté dentro, cariño —susurra en mi oído y se moja los dedos con su propia saliva, para luego humedecer mi entrepierna con éstos.

      Me remuevo incomoda, y hasta alcanzo a sentir un ligero estremecimiento, pero mis ganas de irme son mayores. Cesa, sus caricias, y se acomoda, de forma que siento la punta de su miembro en la entrada de mi vagina. Una gota de sudor rueda por mi sien, rogándoles a los dioses, de todas las religiones, poder sentir algo más que dolor.

      —Henry —digo agitada, cuando lo presiona contra ésta. —Suéltame... —murmuro, intentando alejarlo de mí.

      Al segundo siguiente, siento como algo me llena las entrañas y un gemido de parte de Henry, llega a mi oído. Ha entrado y no me ha dolido.

      No soy virgen, ya no soy virgen...

      Henry comienza a moverse lentamente, pero, para mí triste sorpresa, no siento nada. Intento fingir, pero no soy muy buena fingiendo en algo en lo que soy completamente nueva. Cierro los ojos y lo abrazo, respirando en su oreja, deseando que acabe de una vez y poder irme a casa.



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