CAPÍTULO 20 -PLACERES NARCÓTICOS.

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      —Papá... Lucas se ha ido, me voy a dormir —digo en voz baja, y mi padre gruñe devuelta como señal de que me ha escuchado. —Hasta mañana, pa.

      —Hasta mañana, Tere... Parece que a ese chico le gustas mucho—susurra, y yo niego con la cabeza. —Te amo.

      —Te amo.

      Con una pequeña sonrisa, cierro la puerta de su cuarto y entro al mío. Resoplo: soy la peor hija del mundo y esto comienza a parecer una novela juvenil, excepto porque mi mejor amiga está en el loquero, mi mejor amigo tal vez sea un loco, junto con el chico que me gusta, y yo, estoy loca de remate también... Abro la puerta, algo desanimada de mis propios pensamientos.

       —¿Tus padres no te dicen nada por andar tan tarde fuera de casa? —Le cuestiono a Lucas, que bien se ha acomodado en mi cama. Él sonríe.

      —Soy huérfano —responde sin mirarme.

      —Lo siento —me disculpo, y tomo algo de ropa para quitarme el uniforme.

      —No pasa nada, jamás los conocí. Vivo con mi tía —explica y pone sus ojos de cristal en mí, levantando de a cama— no te cambies, me encanta como te queda ese uniforme —susurra pesadamente y camina hasta mí.

      ¡Soy débil! Soy tan débil que me doy asco. Me siento mínima a su lado, embotellada, encantada, mientras él me manipula a su gusto. Me hace mentirle a mi padre, meterlo en mi cuarto, le dejo tocarme y besarme... Sus labios se posan, de nuevo, sobre los míos. Mi cuerpo se relaja, y las manos de Lucas me peinan suavemente, elevando mi sopor. Jadea en mis labios, y me toma de los brazos, para hacerme sentar sobre la cama. Quedo apoyada en mis codos, mirándole fijamente, con ojos vidriosos, y totalmente empapada. Mi cuerpo palpita con violencia, mientras el océano se arremolina y se enfurece; mientras Lucas acaricia mis muslos y tira de mis bragas hasta sacarlas por mis pies. Muerde su labio y se arrodilla, entonces desabrocha unos cuantos botones, dejando a la vista mi sujetador. Siento vergüenza, pero no intenciones de alejarme. Angustia, siento mucha angustia cuando su dedo se desliza por mi pierna.

      —Espera —jadeo, y le veo separar mis piernas con sus manos. —Por favor... —Gimo, cuando su dedo acaricia mi clítoris. —Espera... Yo... —Su movimiento, hace que me agite sobremanera.

      Mis piernas intentan juntarse, pero Lucas las mantiene separadas. Unas ganas de orinar tremendas me atacan, pero sé que todo es producto de la excitación que siento. Aprieto mi boca con fuerza, para no dejar salir ni un solo sonido que pueda alertar a Juan. Tomo con fuerza las cobijas, mientras siento como mi cuerpo se prende en llamas por la caricia constante de Lucas.

      Ahogo, eso siento.

      Lucas deposita un delicado beso en mi rodilla y uno de sus dedos se introduce en mi cavidad genital con suavidad. Puedo sentir como los músculos de mi matriz se aprietan a su alrededor, y él, con su rostro pegado a mi rodilla, disfruta, entre jadeos, de la sensación. En un movimiento rápido, se pone sobre mí, y me toma por los brazos, apretándolos con fuerza, pegando su endurecida entrepierna a la mía. El silencio de la habitación me aturde, mientras Lucas empuja con fuerza, y escose pero a la vez alivia. La erección empuja contra mi clítoris y suelto un gemido que no logro contener. La sensación desata, en mí, dos emociones contradictorias: deseo y temor. Mi cuerpo pide a gritos ser invadido brutalmente por él, pero a la vez quiero huir del posible dolor que pueda sentir. Quiero huir del hecho de no querer y luego no poder escapar.

      Me arqueo un poco cuando se separa, y baja el cierre de su pantalón. Su cabello blanco ya luce humedecido por el sudor. Paso saliva, cuando en la tela de su bóxer, se marca la silueta de su miembro, que no para de empujar para ser liberado. Es la primera vez que le veo más allá, y no puedo estar más extasiada que ahora. La mano me cosquillea, y deseo tocarlo.

      —Ven —musita, y me levanta, tomándome de los brazos.

      Lucas se tira, recostándose boca arriba sobre la cama, con el cierre del pantalón abajo, las piernas abiertas y las sienes perladas por el sudor. ¿Cómo Amy puede si quiera pensar en Lucas como un ser tan horrible como lo es un demonio? Parece más un dios, que otra cosa.De sus ojos parecen salir chispas, y en mi vientre no paro de sentir un vacío enorme, ésta pasmosa humedad que desciende por mis muslos. Le observo, de pie, durante largos segundos, indecisa, temerosa, con el corazón fuera de sí, y la entrepierna húmeda y dolorida. Doy un paso y me pongo sobre sus muslos y, con las piernas temblando, mis dedos rozan su erección, provocando que todo su cuerpo se tense. La tela de su bóxer se siente húmeda, al contacto.Una vez más lo acaricio, y Lucas suelta un gemido ronco.

      Quiero escucharlo gemir de nuevo, y mirando su cara atentamente, me atrevo a bajar la tela de su pantaloncillo, dejando a la vista un falo, de considerable tamaño, enrojecido y tibio. Un pene completamente perfecto, haciendo juego con el resto de su esbelta anatomía. Las cejas de Lucas se fruncen y muerde sus labios con fuerza, entonces me acerco a su boca y lo beso, tomando su miembro con mi mano, acariciándolo con suavidad, arriba y abajo. Soy libre de hacerlo o no, puedo parar si quiero. Cuando lo aprieto un poco, él gruñe, moviendo las caderas suavemente adelante y atrás mientras acaricia una de mis nalgas, tomándola con fuerza, instigándome a que le acaricie con más agresividad, y así lo hago.

      —¿Lucas? —gimo con mi boca pegada a la suya.

      —¿Si? —Responde, con voz ahogada y los ojos cerrados.

      —¿Y si quiero parar? —Él abre los ojos, y sonríe ladeadamente.

      —Puedes hacerlo —Responde con voz ronca y me toma por las nalgas, colocándose entre mis piernas. La piel se me eriza de nuevo, al sentir la punta de su erección presionarse contra mi entrada.

      —Tengo miedo —sollozo, y Lucas acaricia mi espalda suavemente, mientras la fricción entre nosotros no cesa.

      Me toma en sus brazos y me abraza, luego hace que nos demos vuelta, quedando así él encima y yo abajo. Entonces comienza dando pequeños besos en mi cara, bajando por mi mentón y luego por mi cuello. Termina de abrir mi camisa y besa mis pechos por encima de mi sujetador.

      —No debes, nunca haría algo que te lastimara... —susurra antes de dejar que su aliento castigue mi monte de Venus.

      Frío. La punta húmeda y fría de su lengua se desliza por mi entrepierna, y la visión de su cara entre mis piernas, hace que el último vestigio de cordura en mí, se esfume.

      Los minutos pasan, lentos y placenteros. Gemidos ahogados y pensamientos perversos pasan por mi cabeza. Me contengo a la hora de rogar que me tome, pues mi miedo es mayor de lo que pensaba, pero, mientras tanto, disfruto de las caricias de Lucas; que ha sacado su cabeza de entre mis piernas, y ahora está a mi lado, con sus labios húmedos pegados a mi oreja, susurrando cosas que aumentan mi éxtasis, a la vez que acaricia con su mano mi palpitante feminidad. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero sigo queriendo que no termine, devolviéndole a él, también, todo el placer que me provoca. El tacto suave y cálido de su miembro entre mis dedos, los roncos gemidos de Lucas en mi oreja.

      Todo es un cáliz de placer, venenoso y lascivo. El sudor de su cuerpo, con ese aroma a especias picantes, las caricias mutuas entre nosotros, y uno que otro beso, que lleva a límites insospechados mi angustia oral. Le siento contraerse entre mi mano y tomarme por el cuello con brusquedad, para besarme una vez más, susurrando que esta por correrse, en medio de suspiro entrecortados, luciendo más humano que nunca.

      —Voy a acabar... —Gime, y sus dientes chocan con los míos, a la par que aumento mis caricias.

      Muerdo mi labio inferior, sintiendo mi piel estremecerse con el sonido de sus palabras. El líquido espeso sale, primero impactando a pocos centímetros de mi sujetador, seguido de otros tres chorros, que brotan entre los suspiros y gruñidos contenidos del albino. Una gota se desliza, y mi vista se nubla.

      —Te aseguro que si me lo pidieras, te haría gemir y gritar hasta que te quedaras sin voz —musita, aumentando el ritmo de sus caricias y el agarre que ejerce su mano en mi cuello.

      La cabeza se me embomba y palpita con ímpetu. Mis pies se enfrían, y los músculos de todo mi cuerpo se tensan. La ola crece, enfurecida, arremetiendo contra un rompeolas cercano, deshaciéndose violentamente entre los dedos de mi compañero.

      Me rompo en mil pedazos, a la merced de Lucas, que dando unas ultimas caricias a mi sensible clítoris, goza con mi placer. Espasmos azotan todo mi cuerpo, y la mano de Lucas descansa sobre mi pubis, húmedo y sensible. Le abrazo, como si tuviera miedo de que se esfumara, y yo fuera a despertar de un lúcido sueño. Él me abraza también y peina mi cabello con su mano, me aprieta fuerte contra su cuerpo y me transmite esa sensación de seguridad y paz que tanto necesito. No quiero salir de la burbuja de Lucas, nunca jamás. Aquí dentro nada parece afectarme.



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