CAPÍTULO 19 -SUFRIR Y HACER SUFRIR.


EDITADO




***

"El océano es atacado por una nube gris gigante, cargada de electricidad, lista para destrozarlo todo con su imponente energía. El tigre lanzándose sobre la presa, tomándola entre sus garras con afán y locura. "  

***






      Logro dormir un poco, después de que mi cabeza toca la almohada. Que bien se siente descansar algo, después de tantos días y después de tanta locura. Me estiro y me levanto para ir al baño. Cuando salgo, miro por la ventana y noto que ya oscureció. Supongo que Lucas no vendrá... Bueno, después de ese golpe creo que debe estar en el hospital para que le cosan la cara. Un puchero involuntario se forma en mi boca, imaginándolo.

      —Hija —llama mi padre, y yo me giro sobre mis talones. —Alguien te necesita.

      Arrugo mi cara. Juan rueda los ojos.

      —Es un chico con el cabello muy blanco... —susurra.

      Una "o" se forma en mis labios y asiento para que le deje pasar. Bebo un poco de agua para despejarme.

      Me miro al espejo y me peino un poco. Odio tener esta cara de recién levantada, pero que se le hace. Mi respiración agitada me frustra, ya que no quiero que Lucas vea que me pone nerviosa, o al menos, no demasiado. Salgo del cuarto, con cara de que nada pasa, y le veo sentado en el sillón. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza recordando lo que me dijo Amy. Observo a Lucas que viene vestido completamente de blanco, lo cual hace que tenga una rara sensación.

      —Hola —saludo tímidamente.

      Lucas sonríe, y deja ver ese par de caninos filosos. Trae el cabello hacia un lado y un gran moretón cubre parte de su delgada nariz y su boca.

      —Sonríeme, me duele mantener esta sonrisa —bromea, señalándose la cara con los dedos, y logra lo que esperaba: una sonrisa de mi parte. —Tu amigo tiene mano pesada...

      —Si... —camino hasta donde él, y me siento a su lado. —¿Y mi padre?

      —Dijo que descansaría un poco, que no hiciéramos ruido... —sisea. —Todo va a estar bien, Teresa, te lo prometo —suelta, y yo le miro sorprendida. —Sé lo que estás sintiendo, pero no debes tener miedo de nada.

      Sus ojos conectan con los míos, brindándome una extraña tranquilidad. Levanta su dedo y lo pone sobre mi nariz. Puedo sentir la frialdad de su tacto, y todo lo que desata en mi cuerpo. Toda la sala está tan silenciosa que temo que el albino escuche el sonido de mi corazón desbocado.

      —Estás poniéndote muy roja, ¿estás bien? —Inquiere, arrugando sus cejas. Observo sus labios, que se entreabren, dejándome ver el borde sus dientes.

      —¿Es verdad lo que dijiste en clases? ¿Qué hay personas que nacen para sufrir? —Inquiero, desviando la mirada. Lucas sonríe de lado y toma mi mano.

      —A lo que me refiero es que hay dos tipos de personas: las que hacen sufrir, y las que sufren. Sufrir no es malo —concluye. —Puedes disfrutar del sufrimiento, ofrecercelo a alguien, ¿no crees?

      Suspiro hondo, pensando en sus palabras. ¿Será que a mi me gusta sufrir? ¿Soy parte de ese segundo grupo?

      —Estoy sufriendo y no me gusta —balbuceo, intentando que no me oiga.

      —Deberías sufrir por algo que valga la pena, entregar todo y entonces ya no vas a ser una carga para ti —replica, con voz dulce.

      —Pero no tengo a nadie a quien ofrecerle nada, ¿Quién querría lidiar con alguien como yo? —Gruño, recriminándome a mi misma.

      —En todos estos días, no he dejado de pensar en lo que pasó entre nosotros... —susurra, mirándome con tanta fijeza, que sus ojos ahora brillan con oscuridad. —Siento si te molestó o te hizo sentir mal, pero la verdad, desde que te vi, el primer momento sentí algo raro, como si ya te hubiera visto y te conociera... Yo lidiaría contigo, sería un placer para mí.

>>Sufrir en vano no tiene sentido, debes sufrir por algo o alguien, y a ese alguien debe importarle.

      Mi órgano vital comienza a palpitar y el sudor empapa mi espalda. No estoy preparada para otro ataque como este. En el fondo le veía venir, pero aun así acepté su propuesta, y me niego a pensar que en el fondo lo deseaba tanto como él. Parece ilógico como, en medio de una situación como la que estoy viviendo, Lucas logra sacarme del entorno y meterme en su propio mundo, en el cual nada más importa que él y sus ridículos y hermosos ojos azules grisáceos.

      —Amy... Amy mencionó algo muy raro sobre ti —Lucas hace un mohín raro con la boca y baja la mirada, luego suelta un suspiro y me mira de nuevo.

      —¿Qué? —Pregunta con frialdad.

      Me remuevo en mi lugar, y un cosquilleo me recorre de arriba abajo, haciéndome estremecer.

      —Me dijo que tu no eres humano, que eres una especie de... —continúo y con cada palabra que sale de mi boca, me siento más y más estúpida. —De demonio.

      El albino suelta una risita, que luego se convierte en una carcajada ruidosa y elegante, entonces, mirándome a los ojos, toma mi mano y la aprieta entre la suya.

      —Tócame —susurra—, siente mi piel, mírame a los ojos, y dime si eso tiene sentido.

      Una desesperación se apodera de mí ser, que pide a gritos que me bese. Paso saliva, conteniendo todo lo que está por estallar. Muevo mis dedos arrítmicamente, y me concentro en organizar los pliegues de mi falda escolar, con la mano que me queda libre.

      —Sangro como cualquier otra persona, me duelen los golpes, me enojo, bromeo, me rio —dice, acariciando la palma de mi mano con sus dedos. —También lloro, pero eso lo hago solo, me da pena llorar en publico —yo rio ante su confesión. —Soy real, como tú, como Amy...

      —Lo sé, lo sé —replico, negando con la cabeza. —Estoy confundida, sé que no tiene sentido, soy una idiota.

      —Nada de eso, Teresa, aun así sé que soy lo suficientemente extraño para que la gente piense cosas de mí, pero tienes que tener en cuenta que Amy está en un loquero, toma medicamentos y todo eso —explica, desviando su mirada.

       Si han sentido alguna vez esa sensación de que el resto de las cosas pierden su importancia, entenderán que es algo desesperante, una sensación de no escape. Ahora me siento así junto a Lucas. No logro concentrarme en otra cosa que no sea él y su tono melodioso de voz. Pasan varios segundos y levanto mi rostro y le miro. Está distraído mirando la habitación, luciendo tan distraído... Miro su mano, que está apoyada sobre el mueble y acerco la mía, poniéndola sobre la suya.

      —Puedo quitar cualquier duda que tengas —Musita y me agarra con brusquedad de la para pegar sus labios con los míos.

      Lo hace tan rápido que no tengo tiempo de negarme o decir algo. El aroma picante hace presencia y me escoce en la lengua, mientras los labios de Lucas, suaves y húmedos, cubren los míos. Me invade de esa forma contenida y fuerte, apretando mucho nuestras bocas, una contra la otra, dando mordiscos suaves y suspiros pesados. El tacto gélido de Lucas, refresca mi nuca, cuando la toma con su mano para acercarnos.

      El sentimiento de no escape se acrecienta, y de nuevo siento su aura depredadora inundándolo todo, silenciosa y letal. Mi cuerpo tiembla y las piernas se me tensan con la suave caricia que le ofrece a mi cuello con la punta de sus dedos. También le beso, intimidada por el ímpetu de su acto, le beso llena de emoción, sintiendo como me vuelvo vapor y floto en el aire. La mano del albino acaricia mi brazo, y los vellos de éste se erizan.


      Lucas pone su mano en mi pierna y la desliza debajo de mi falda, desviando su boca para besar el lóbulo de mi oreja. El vientre se me contrae a medida que su mano viaja hasta mi ropa interior. Abro la boca y de ella sale un ligero jadeo involuntario.

      —No, espera —le corto, acordándome de que mi padre está en casa.

      La respiración pesada de Lucas llega a mí, pero no retira su mano de debajo de mi falda. Me mira, parpadeando, como pensando en una solución.

      —Dile que ya me fui, y vamos a tu cuarto —musita lentamente, haciéndome sentir algo aterrada.

      Abro la boca de nuevo para decir algo, pero su respuesta es ingeniosa, aunque le hace ver un poco descarado.

      —No le puedo mentir a mi padre... —insisto. Me besa antes de que suelte un gritito de sorpresa por su caricia. Invade mi boca con su lengua, y mi sentido común se nubla una vez más.


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