CAPÍTULO 12: TÚ, QUE TODO LO SOPORTAS.
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Henry quedó encantado con nuestra noche, puedo ver en su rostro que no puede esperar por la siguiente vez que nos encontremos solos. Yo solo sonrío e intento desviar el tema. No es que no lo quiera, solo que no le he pillado el gusto: no sentí nada y no puedo decirle a nadie, o corro el riesgo de que se vuelva un chisme que podría acabar con Henry y su autoestima y de paso, con la mía.
—A que la pasamos bien anoche, T —susurra, dándome un pequeño beso en el cuello.
Suspiro profundamente, y le digo que sí.
—Me encantó, Henry —digo y lo beso.
Cuando desvío mi mirada, me topo con la de la castaña; Amy, que me mira con desconfianza. Paso saliva, ignorándola mientras me separo de Henry, que no quiere dejar de tocarme y besarme.
—Nos vemos a la salida —y sin decir más, me doy la vuelta para irme, aunque Henry me toma por el brazo.
—¿Nos vemos esta noche en tu casa? —susurra. Sus ojos verdes reflejan esas turbias intenciones. —Tengo algo que enseñarte...
Asiento, disimulando mi incomodidad, y me zafo con suavidad de su agarre para continuar caminando. Suspiro aliviada, cuando al fin estoy entre la gente de mi clase. Sobra decir que en toda la tarde no pude dejar de pensar en alguna excusa para decirle a Henry que no podíamos encontrarnos o, al menos, tener sexo. Ninguna respuesta válida llegó a mi mente, y para cuando suena el timbre de salida de clases, me duele la cabeza horriblemente. Camino hasta mi casa, algo temerosa, dispuesta a investigar en la web alguna cosa que pueda aclararme las dudas, pero la búsqueda no da frutos y durante minutos enteros, lloro como una niña pequeña, a la cual le obligan a hacer algo, así no quiera, ni lo disfrute.
Mi padre me oye y entra a preguntarme que me sucede, pero no le puedes decir a tu padre que el motivo de tu llanto es que, al tener sexo con tu novio, no sientes nada y que quieres sentir ese algo. Mi padre no puede saber que mantengo ese tipo de relaciones aún. ¿Tendré algún tipo de enfermedad? ¿Henry me comprenderá si se lo digo? Me paso la tarde, perdida en posibilidades acerca de todo. El reloj me avisa que ya casi es hora, y me ducho rápidamente para recibirlo. Minutos después, el timbre suena y mi corazón comienza a latir con fuerza, pero aun así me levanto y camino para abrir la puerta.
Henry me observa con ojos vidriosos y yo lo miro a él, notando lo atractivo que se ve.
—Tengo que hablarte —le digo, totalmente segura de que no seré capaz de hacerlo.
—¿Pasa algo? —Pregunta, rodeándome para ir hasta el sofá.
—No quiero hacerlo más —respondo.
Un silencio incomodo se cierne sobre la habitación. ¿Habré hecho lo correcto?
—¿No te gustó? ¿Te lastimé? —Cuestiona, alarmado y se pone de pie para tomar mi mano.
—Yo... —Intento decir, pero no me salen las palabras.
¿Y si lo lastimo?
—¿Quieres que haga otras cosas? Es la primera vez que lo hago y no soy experto, lo siento si no fue lo que esperabas... —continua, con tono bajo y triste. Pongo mi mano en su mejilla y le beso.
Sería demasiado cruel con él.
Esa noche lo hacemos, pero es lo mismo: nada. La cara de placer de Henry me produce algo de incomodidad, por lo que opto por cerrar los ojos y disfrutar a través de él, ya que por mi misma me es imposible. Las cosas comienzan a preocuparme cuando él sube la intensidad de su marcha, y me toma demasiado fuerte, llegando a lastimarme. Al principio no le tomo importancia, pero después de unos minutos, me veo obligada a pedirle que se detenga.
—Para, para —gimo, ante las arremetidas que da contra mi cuerpo. Intento empujarlo con mis brazos, pero su fuerza es mayor que la mía.
—No... no me voy a detener —susurra, tomándome por los brazos y apretando mis muñecas entre sus dedos.
El pánico me invade, y de la poca relajación que los músculos de mi cuello uterino, tenían, no queda ninguna y eso comienza a provocarme un increíble dolor. El miembro de Henry comienza a parecerme una vara, cubierta de papel de lija, entrando y saliendo con brusquedad.
—¡Detente! —Grito, pero él me calla, poniendo su mano contra mi boca.
—No hables —jadea mientras siento como mis ojos se llenan de lagrimas.
Abro mi boca, e hinco mis dientes con fuerza en la palma de su mano, lo cual provoca que él reaccione violentamente y me golpee en la cara, de lleno, con la palma de su mano. Pataleo debajo de su cuerpo, para que salga de mí y lo logro, después de largos minutos en los que forcejeamos y Henry trata de mantenerme bajo control.
—¡Eres un hijo de puta! —Vocifero, después de rodar por la cama y caer al suelo. —¡Vete de mi casa!
—¡Qué diablos te sucede!, apuesto que has tenido tanto sexo con otros chicos, que por eso no sientes nada —espeta, tomando sus cosas y mirándome con desprecio.
Mi corazón se parte en dos, oyéndolo decir tales cosas. Le entregué mi primera vez y se atreve a decir que ya he tenido sexo con otros chicos.
—¡Vete al diablo! —Grito y lo veo salir de la habitación.
Luego un azotón de puerta y silencio absoluto.
Me incorporo, y camino hasta el baño con los ojos llenos de lagrimas. Me meto a la ducha y mi pánico aumenta cuando veo gotas de sangre caer por mis piernas.
***
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