Temor.

Capítulo 23.

Temor.

Gruñó por enésima vez cuando por fin tuvo la fuerza necesaria para incorporarse; hacía varios minutos que Lucas había desaparecido sin decir absolutamente nada pero él tampoco había podido detenerlo, y se odió por eso. Apoyándose en la pared se puso de pie poco a poco hasta enderezarse; su cuerpo aún hormigueaba y pensó que lo mejor sería tomar una ducha fría para calmarse, aún cuando el clima no era para nada cálido.

Mientras el agua fresca caía sobre sus hombros se preguntó si acaso Lucas estaba molesto con él por lo que había sucedido, eso sería lo más normal teniendo en cuenta cómo los había encontrado además de su semblante antes de marcharse: la mandíbula tensa y la arruga en su frente. Movió las manos, abriéndolas y cerrándolas, también miró hacia abajo antes de suspirar un poco más aliviado, al menos ya había vuelto a la normalidad.

Salió del cuarto de baño vistiendo sólo la toalla en su cintura y se vistió de prisa antes de congelarse; era la segunda semana de febrero y aún había frío. Su estómago rugió por comida, con todo lo sucedido se había olvidado de comer además de que ya pasaba del medio día. Miró en las pocas habitaciones del lugar con la esperanza de que Lucas hubiera regresado, tal vez estaba en la sala o incluso en el pasillo, pero no, el chico se había esfumado por completo.

Cayó en la cuenta de que no sabía dónde hallarlo; quería hablar con él, quería abrazarle, quería... con sólo verle y comprobar que no estaba enojado por haber mal interpretando la situación con la mujer llamada Hellen sería suficiente. ¿Pero, dónde podría encontrarlo?

Se colocó un abrigo largo y una bufanda, ir al Albatroz fue lo único que se le ocurrió.

~*~

Cuando llegó a la tienda de ropa de segunda mano y la encontró cerrada por completo la decepción le invadió, pero se obligó a calmarse y buscar otra alternativa, así que de inmediato se dirigió a "Los Arcángeles", si el viejo Rafa no podía ayudarle entonces sí caería en la desesperación.

—Ey, muchacho. ¿Qué te trae por aquí?— exclamó el hombre mayor en cuanto vio a Daniel entrar por la puerta, era imposible ser sigiloso si estas chillaban y crujían de lo antiguas que eran.

—Hola— se acercó y se obligó a saludar aunque en realidad hubiera preferido ingresar a toda prisa pidiendo ayuda o información.

Rafael le sonrió y miró sobre el hombro del recién llegado, era obvio a quien buscaba, —es extraño no ver a Luc contigo.

—No está, se ha ido.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido; a su casa? Pero si aún no es tiempo— Rafa parpadeó confundido.

Para Daniel no pasó desapercibido lo último, así que hizo una nota mental con la promesa de preguntar qué significaba eso de volver a casa, —no lo sé, sucedió algo; luego él se fue sin decir más— dijo sin dar detalles de su encuentro con la mujer.

—¿Sucedió algo; tiene que ver con sus malditos hermanos?— pero Rafa parecía leerle la mente.

—Sí, con Hellen.

—Oh, mierda.

—Después de ello Lucas desapareció, es necesario que hable con él y no sé dónde encontrarlo.

Rafael se pasó la mano por su canoso cabello, parecía algo inquieto, —puede que esté con Gaby, sino, entonces no tengo ninguna maldita idea.

Daniel asintió al mismo tiempo que su estómago gruñía, el hombre mayor le miró sorprendido y luego se echó a reír, —muchacho, te estás muriendo de hambre.

Después de ello le indicó que le siguiera a la cocina; allí le sirvió un gran plato de comida.

~*~

—¿Seguro que no quieres hablar sobre lo que sucedió?— Gabriela acarició el suave cabello de Lucas, el chico estaba en la sala de su casa.

La mujer no había estado esperando su visita, y mucho menos verlo cabizbajo, triste y sumamente callado; así que decidió guiarlo al interior y ofrecerle un gran vaso de jugo, al menos esa era una forma de hacerle abrir la boca.

—Seguro— su voz era áspera y ronca a pesar de haber tomado un par de sorbos del líquido.

—Bien, entiendo— Gaby meneó la cabeza de manera afirmativa y se puso de pie, hasta entonces le había estado haciendo compañía, sentada junto a él, —estaba pensando hornear algunas galletas, pero ya que has venido haré unas cuantas más para que las lleves; estaré en la cocina— le informó antes de marcharse.

Lucas miró el jugo, estaba casi intacto y reposaba en la mesita de centro, sobre un portavasos con un exagerado diseño floral.

Pensó en Hellen, la mujer era mala, no es que sus otros hermanos no lo fueran, pero ella era mala de una manera diferente; ella era quien lo había torturado más durante su infancia; debido a eso creció en él no odio, sino un extraño miedo hacia su hermana. Desde entonces siempre trataba de no estar en el mismo lugar que ella, y si tenía que hacerlo evitaba siempre el contacto visual, no quería provocarla y prefería soportar sus insultos y malas palabras sin responderle, no quería hacerla usar su látigo.

Pero por Daniel, por Daniel se había enfrentado a su hermana con la enorme posibilidad de encender su ira, en ese instante la necesidad de hacer que apartara las manos del mortal fue más fuerte; y su verdadero temor fue porque ella lastimara a Daniel, que usara sus métodos sádicos y enfermos con él. Suspiro con un poco de alivio al pensar que en verdad fue una "suerte" el que ella se lo tomase a la ligera y se hubiera ido.

Por varios minutos, mientras sus pensamientos vagaban y sin planearlo lentamente se encaminaban a sus pesadillas pasadas, su mirada estaba fija en aquél vaso, específicamente en la enésima gota que resbalaba por él, gracias al cielo tenía un portavaso sino Gaby se volvería loca.

El timbre de la puerta principal sonó haciendo que diera un ligero respingo.

—Atiende por favor, seguramente es un paquete que estado esperando— le pidió Gabriela desde la cocina.

Sin muchas ganas Lucas obedeció, se puso de pie y caminó sin prisa a la puerta; el timbre justo sonó por segunda vez cuando abrió.

—Dan-Daniel— exclamó en un suspiro. El mortal estaba allí, vestía un abrigo largo, una bufanda ocultaba su cuello, mentón y también sus labios; el cabello desordenado lucía muy bien en él.

Lucas sintió su corazón hundirse cuando Daniel, segundos después, clavó la mirada directo a sus pies; pensó que aún le tenía miedo y hubiera preferido que la dueña del lugar atendiera; sin embargo las palabras fueron inesperadas.

—¿Podemos hablar?— la bufanda no fue impedimento para escuchar y comprenderle con claridad.

Lucas se desconcertó por un instante, por como vio a Daniel la última vez esto debía ser difícil, seguramente estaba aterrado; fue inevitable reconocer que el mortal era valiente

—Claro— contestó.

Daniel miró sobre el hombro de Lucas, —¿estás sólo?

—¿Quieres hablar en privado?

—Me sentiría más cómodo si así fuera.

El castaño no se molestó en avisarle a Gaby, estaba seguro que ella comprendería. Con cautela y parsimonia tocó el antebrazo de Daniel, esperaba su rechazo pero este no se apartó, simplemente se tensó un poco. Eso solo hizo que el corazón de Lucas se desquebrajara un poco más, aún así los llevó a ambos de regreso al apartamento de Daniel.

~*~

Aún no estaba acostumbrado a "los viajes" de esa manera, tal vez nunca lo haría pero no era momento para debatir sobre ello.

Daniel miró a su alrededor, estaban en la habitación que habían compartido esa misma mañana; respiró profundamente y decidió que hablaría sin rodeos: sinceridad ante todo, pensó antes de abrir la boca.

—Lo que viste, ella y yo; no fue lo que tú piensas.

La mirada de Lucas fue interrogante, al mismo tiempo que daba un paso hacia atrás para mirarle mejor.

—¿Qq-qué... qué es lo que pienso?

Daniel frunció el ceño. ¿Qué otra cosa se podría pensar y entender cuando se encuentra a un par de individuos "tocándose" y uno parece disfrutarlo debido a los gemidos que escapan de sus labios sin poder detenerlos?

—Sabes a lo que me refiero.

—No realmente.

—¿Necesito explicarlo?— la mejillas de Daniel se colorearon un poco.

—Creo que sí.

El mortal se acomodó la bufanda, bajándola un poco para poder respirar mejor, —yo no quería ni quiero nada con ella; fue ella quien me obligó a tocarla, yo no tenía control sobre mi cuerpo.

—Lo sé.

—¿Lo sabes?— la cejas de Daniel se elevaron casi hasta el nacimiento de su oscuro cabello.

—A Hellen le gusta hacer eso— se encogió de hombros, —disfruta tener el poder, le gusta someter cuando comete actos sexuales; y era claro que quería tener algo contigo.

Esa era una explicación que no lo dejaba tranquilo en absoluto, pero quiso saber, —¿Es decir que no creíste que yo...?

Lucas se sentó en el colchón de la cama mientras negaba con la cabeza, —no; pero estaba molesto y temeroso, no quería que te hiciera daño, quería que se alejara de ti.

—¿Y por eso te fuiste?— Daniel le imitó colocándose a su lado, observándolo, atento a sus gestos.

Los ojos avellana de Lucas brillaron, parecían húmedos y algo tristes; —no fue por eso.

—¿Por qué entonces?

El castaño suspiró y miró hacia el techo, de esa manera sus lagrimas no caerían; ese movimiento no pasó desapercibido para Daniel.

—No quería que tuvieras miedo de mi. Cuando ella se fue y vi tu reacción comprendí que...

—Te equivocas— le cortó, porque parecía que si seguía hablando iba a empezar a llorar, y no quería verlo así; —yo jamás temería al estar contigo.

Parpadeó tupidamente, sus pestañas habían pedido la batalla contra las primeras lágrimas, —pero tú no querías que yo me acercara, y lo entiendo.

—No Lucas, no lo entiendes— Daniel se aclaró la garganta y se removió en el colchón, parecía un poco incómodo, —me alejé porque tenía vergüenza, perdí el control sobre mi cuerpo, no quería que notaras que estaba completamente excitado; me sentía... no quería que me tocaras porque me sentía indecente, sucio.

La manera en la cual Lucas ladeó la cabeza denotando confusión fue bastante cómica, Daniel se hubiera reído y hecho bromas de ello, si no estuviese en un momento embarazoso y Lucas no hubiera llorado segundos antes.

—¿Te refieres a que tú...?— preguntó el castaño.

—Estaba encendido, cachondo, tan empalmado que tardé en poder caminar derecho e ir a tomar una ducha fría.

Lucas negó con la cabeza, —no, no hablo de eso; pensé que tú tenías miedo, jamás imaginé que tuvieras vergüenza.

Daniel sonrió levemente y alargó la mano para acariciarle la mejilla, borrando el rastro que la lágrima había dejado; —nunca te temería, eres la persona más bondadosa que jamás he conocido, lo digo sinceramente. 

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