Te amo.
*NOTAS PREVIAS*
Escenas/capítulo con contenido adulto, no apto para personas sensibles; incluye descripción de actos cursis, lenguaje violento, sexual y/u obsceno. Se recomienda discreción.
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Capítulo 32.
Te amo.
Prendió el fogón y colocó la olla encima; la sopa fría nunca fue de su completo agrado.
Mientras su alimento se calentaba miró dentro del frigorífico; no había mucho, lo de siempre: sólo un par de huevos, tocino y... una botella de vino, la que había comprado hacía dos días para compartir con Lucas pero no la había destapado debido a que habían regresado tarde y cansados ese día de la playa. Nadar y correr en la arena lo habían dejado exhausto y no aguantó mucho tiempo despierto, lo bueno había sido que el camino a casa fue "corto" gracias a las habilidades del castaño.
Sacó la botella del frigorífico y la dejó sobre la mesa, luego se elevó sobre la punta de sus pies, estirándose, para tomar un par de copas del estante; pensó que no habría problema si Lucas tomaba un poco de alcohol aun estando convaleciente; aunque probablemente sería conveniente probar los alimentos antes de ello, o tal vez no. Pensando y decidiendo qué era lo mejor dejó los recipientes de cristal sobre la barra y se acercó a la olla de comida para revisarla, aún no estaba lo suficientemente caliente asé mejor se dedicó a buscar el sacacorchos en el cajón; no tuvo que hurgar mucho, estaba junto a las cucharas.
Tomó la botella de nuevo con la intención de abrirla, pero entonces un sonido extraño provino de la habitación; fue un rechinido, como si hubieran empujado algún mueble pesado y robusto. ¿Lucas se habría levantado?
Aún con la botella en una mano y el descorchador en la otra decidió asomarse a la recámara; después de ello Daniel recordaría muy poco de los acontecimientos siguientes, excepto por la mirada de Lucas llena de preocupación y miedo.
Tras la risa de Hellen, Lucas sintió un peso extra en la cama y escuchó el rechinar de la misma debido a la fuerza con la que el cuerpo se dejó caer en el colchón. El castaño rodó para alejarse pero Luzbel fue más rápido y se posicionó sobre él a ahorcajadas, mirándolo directamente a la cara, inmovilizando su torso con las piernas y apresando su cuello con ambas manos.
Lucas trató de inhalar pero la presión que su hermano ejercía sobre su tráquea fue fuerte y repentina.
—Suél...tame— alcanzó a balbucear al liberar el poco aliento que tenía en los pulmones.
—No, esta vez vas a morir.
Lucas intentó usar sus manos para alejar al otro pero no funcionó; pensó rápido, la única manera que tenía para liberarse era usar su poder, pero estaba demasiado débil para ello, así que mejor intentó balancear y elevar las piernas y con ellas patear, empujar o al menos hacerle la labor difícil a Luzbel. Pero entonces Hellen se sentó en la cama para sujetarle de sus extremidades inferiores.
—¡No!— Lucas reconoció la voz de Daniel que en ese momento pareció un gruñido, entonces miles de fragmentos brillantes se esparcieron por el aire segundos antes que un líquido rojo chorreara por el rostro de Luzbel.
—¿Qué carajos?— exclamó el agredido, olvidándose y liberando a su presa, sacudiéndose las partículas de vidrio del cabello; Daniel había roto la botella de vino en su cabeza.
—¡Tú!— Hellen liberó a Lucas y se incorporó acercándose al humano de manera amenazante, pero su pose fue desafiada y vencida cuando el descorchador fue incrustado en su ojo.
La mujer aulló de dolor, eso definitivamente no la mataría pero dolía como el infierno y se vengaría por ello.
Lucas sabía que Daniel corría peligro, debía sacarlo de allí, debían huir; no le importaría ser llamado cobarde por sus hermanos, no importaba nada excepto mantener a Daniel a salvo.
—¿A dónde vas?— el agarre de Samael fue repentino y bastante fuerte; el castaño logró liberarse de su hermano muy tarde.
—¡No te atrevas!— gritó Lucas; pero Luzbel con un simple movimiento de su diestra mandó a volar, literalmente, por los aires a Daniel, estrellándolo de frente contra el espejo de la habitación. El vidrio de cuarteó convirtiéndose en algo similar a una fina telaraña, mientras el humano gimió de dolor cuando cayó y rodó por el suelo con varios raspones y cortes en el rostro y cuerpo.
Lucas sintió que un tremendo calor le invadía, brotó desde su pecho y fue envolviéndolo, haciendo que su piel escociera; también sus cuernos salieron a relucir.
—¿Qué, en verdad te importa?— Hellen con una sonrisa ladina, pero un ojo reventado, se burló de él.
Lucas no estaba dispuesto a responder, sólo quería que los dejaran en paz; así que miró desafiante a Samael, el más próximo, para intimidarlo; pero al ver que no iba a funcionar decidió aplicar lo mismo que Luzbel había hecho: con un movimiento de su mano empujó a Samael hasta estrellarlo contra la pared más lejana.
Daniel se quejó desde su lugar en el suelo, parecía querer levantarse. Lucas no lo permitiría, el humano estaba mal herido; pero primero debía distraer a los otros; de alguna forma debía llegar hasta Daniel para que huyeran juntos; o por lo menos sacarlo de allí enviándolo con Gaby o Rafa.
—Desaparezcan. ¿Desean el trono de padre? Tengan por seguro que yo no lucharé por él, pueden hacer una revolución si quieren, no me importa; sólo lárguense— la voz del castaño era ronca y profunda, poco faltaba para que el lugar retumbara. Quería distraerlos, que mantuvieran la atención en él y no en Daniel.
—¿Qué no te das cuenta?— habló Luzbel, —la única manera de obtener lo que queremos es deshaciéndonos de ti. Demmon ya no existe, uno menos y quedará más para nosotros tres.
Hellen afirmó con la cabeza, apoyando el argumento de su hermano menor mientras caminaba contoneando sus caderas, agitando su cola felina y acercándose a Daniel; era las más cercana al humano, por lo que sólo fueron un par de pasos.
—¡No lo toques!— exigió el castaño.
La mujer lo ignoró y se acuclilló, tomó a Daniel por el cuello de su prenda y le ayudó a ponerse de pie; —¿o sino, qué?— preguntó ella.
Daniel permaneció callado como hasta entonces, evitando contacto visual con su captora, centrando mejor su atención en Lucas: su piel se había tornado roja, sus labios se habían estirado dejando ver la doble hilera de dientes puntiagudos y los cuernos deformaban su frente; pero sus ojos, sus ojos estaban cristalinos y pudo notar su preocupación y miedo. Sólo entonces se dio cuenta de que había actuado sin pensar en las consecuencias, sin pensar en sí mismo. Abrió la boca para disculparse, había prometido tiempo atrás no volverse a poner en peligro y justo eso había hecho al intervenir. Pero cualquiera que fuera la palabra que había escogido para excusarse se convirtió en un grito lastimero cuando una sensación incómoda e indescriptible le invadió repentinamente; miró su pecho, de donde el dolor surgió, y vio cómo una cola, similar a la de un felino, pero que terminaba en una punta de flecha atravesaba ahora su torso.
—La venganza es fascinante— ronroneó Hellen antes de relamerse los labios, evocando el momento cuando ella fue tratada igual en la cocina de aquél apartamento.
Daniel volvió a gritar cuando aquella extensión de la columna vertebral de la mujer se removió y salió de su cuerpo haciendo que más sangre saliera, sintió frío y calor a la vez, sus piernas no le respondieron y cuando su captora lo soltó no pudo más que caer y golpearse la cabeza con el duro suelo.
Lucas permaneció inmóvil e incrédulo cuando Hellen, más que apuñalar a Daniel, lo atravesó con la punta de su cola de felino. Pero cuando la cabeza del humano rebotó en el piso su vista se tornó roja, su respiración se agitó y decidió que ninguno de sus hermanos saldría de allí con vida.
Apretando las manos en puños, con una zancada llegó hasta Luzbel y lo golpeó con tanta fuerza y violencia que en un solo impacto le desencajó la mandíbula.
Luego en un parpadeo llegó hasta Hellen y la tomó del cuello; los dedos de Lucas eran largos y terminaban en una afilada punta debido a sus uñas.
—Te vas a arrepentir— exclamó.
—Jamás— ella permaneció con una sonrisa orgullosa y retadora, hasta que los huesos de su cuello crujieron al romperse, entonces su cabeza inerte se balanceó a un lado.
Lucas arrojó el cuerpo de su hermana al otro lado de la cama, cerca de donde estaba Samael, este retrocedió cuando notó como su hermano menor creció varios centímetros y alas grandes y emplumadas brotaron de su espalda. A diferencia de las de Demmon, las de Lucas poseían plumas negras y no parecían de murciélago.
El castaño decidió que su siguiente objetivo sería Samael, pero no contó con que Luzbel se le echara encima e iniciara una pelea.
La habitación era no tenía el espacio suficiente y si no tenía cuidado podrían dañar más a Daniel, quien aún yacía en el suelo mientras más sangre brotaba de su herida. Lucas no quería demorarse más de lo necesario así que tras forcejear un poco más y gruñir por el arañazo que Luzbel le alcanzó a dar en su rostro, se centró en una sola cosa. Y no fue problema porque había surgido un poder de algún lado que le dio más fuerza y rapidez, así que de manera certera a travesó el pecho de Luzbel y le arrancó el corazón.
El rostro de Luzbel era grotesco: la mandíbula sangrante y colgando, ya que no se la había colocado de nuevo; los ojos enormes, oscuros y muy abiertos, los cuales fueron perdiendo su brillo cuando su corazón fue devorado por completo.
Después de engullir el último trozo de aquél músculo, Lucas buscó con la mirada el cuerpo de Hellen. La mujer yacía sobre la alfombra y aún se movía. El tener el cuello completamente roto le había dolido mucho, así como el sacacorchos en el ojo, y sólo le tomaría unos minutos recuperarse pero Lucas no estaba dispuesto a dárselos. El castaño repitió la operación que había realizado con Luzbel: con ayuda de sus uñas afiladas extrajo el corazón de Hellen y se lo comió.
Masticó y trituró cada pedazo de carne con su doble hilera de dientes triangulares, la tragó y se dispuesto a continuar con Samael, pero este se había esfumado, el muy cobarde había huido. Pensó en seguirlo y hacerlo desaparecer de una vez por todas también; pero Daniel comenzó a toser evidenciando su dificultad para respirar.
Poco a había podido presenciar desde su lugar, no podía siquiera arrastrarse sin que un punzante dolor le atravesara todo el cuerpo.
Antes de toser por tercera vez notó a Lucas llegar a su lado y arrodillarse muy cerca.
—Tranquilo, quédate quieto— pidió el castaño, ahora su voz era suave, era humana de nuevo; porque él había regresado a su apariencia humana.
—Lu, yo...
—Sshh. No hables; intentaré remediarlo— la voz de Lucas pareció estar a punto de quebrarse. Colocó ambas palmas con suavidad sobre la herida del humano y cerró los ojos concentrándose, debía poder hacer algo para salvarle.
Pero comenzó a desesperarse cuando vio que no surtía efecto, miró la herida, era un gran boquete y había perdido demasiada sangre. Sería imposible reparar el daño.
—Te amo— confesó Daniel después de unos segundos, atrayendo la atención de Lucas de nuevo hacia su rostro.
Lucas tragó saliva con fuerza, frunció el ceño para que las lágrimas no salieran y dijo, —yo también te amo—, se inclinó y le besó con suavidad y cuidado los labios. Luego apoyó su frente en la contraria sin dejar de intentar hacer algo con la herida, por lo menos hacerla menos dolorosa hasta que todo terminara.
—¿El cielo existe?
Ante tal pregunta Lucas se alejó de su rostro y parpadeó un poco confuso y sorprendido.
—No... no finjas— cada vez era más difícil para Daniel hilar una oración, —sé que pronto moriré. Sólo... sólo quiero saber qué hay... después.
—Sí, existe; así como también existe el inferno.
—¿Yy-yo...— tosió, —iré al infierno?
—No— enseguida le aclaró, —tú no mereces estar allí; ese lugar es para almas y seres ruines.
—Pero... yo no soy una buena perso...
—Te equivocas— Lucas volvió a posar su frente en la de él y agregó, —eres bondadoso, honesto, justo, cariñoso, amable y caritativo— con cada adjetivo que decía una lágrima brotaba de sus ojos.
—Tú... tú también lo eres— respondió Daniel, —y muy guapo. Aa-aunque digas que... son iguales, tú eres mucho más... más guapo que Luzbel.
Lucas comenzó a reír sin dejar de llorar, con el ceño fruncido y la nariz enrojecida.
Con un gran esfuerzo el humano elevó su diestra y acarició el rostro de Lucas, importándole poco la mancha se sangre que manchaba su mejilla; —nn-no... no llores, por favor.
Pero Lucas ignoró la petición y reclamó sin auténtico tono de regaño, más bien como una pregunta, —¿en qué estaba pensando cuando los atacaste?— tomó con la zurda mano de Daniel y la presionó más contra la piel de su mejilla.
—Ee-en ti. No quería que... que te hicieran daño de nuevo.
Luces le miró a los ojos, la chispa en los orbes oscuros del humano se estaba desvaneciendo.
—Per... perdóname— exclamó Daniel antes de inhalar con dificultad, luego tosió de nuevo y musitó con su último aliento, —tt-te amo.
Después, el suave sube y baja del pecho del humano cesó y la fuerza de la diestra que estaba posada en la mejilla del castaño, y Lucas se echó a llorar sin tapujos.
—En verdad lo lamentamos— dijo Gabriela cuando apareció en el umbral de la puerta junto con Rafael.
—Era un buen chico— agregó Rafa.
—Váyanse, por favor—pidió Lucas en un balbuceo. Habían pasado varios minutos, para ese entonces el cuerpo de Daniel estaba frío y su rostro muy pálido, —déjennos solos.
—Lo haremos— dijo la mujer, —pero antes tenemos un mensaje de Remiel.
—¿Qué es?— preguntó desinteresado, sin mirarlos siquiera, con la cabeza gacha y arrodillado junto al cuerpo del humano.
—Cuando te sientas mejor reúnete con él.
—¿Sentirme mejor?
Gabriela se encogió de hombros ante su evidente mala selección de palabras.
—Sólo ve a verlo. ¿De acuerdo?— intervino Rafael, —es importante.
—Ya nada me importa; no pude proteger lo que más quise, además seguramente Padre acabará conmigo pronto por haber asesinado a tres de sus hijos.
—Por esta vez pasaré por alto ese comentario sombrío y pesimista; sólo promete que irás con Remiel— exigió el hombre mayor.
—Lo haré.
—Bien.
Entonces Gaby y Rafa se marcharon, concediéndole así a Lucas la privacidad que necesitaba para despedirse de Daniel.
—Te amo— repitió por enésima vez el castaño, antes de darle el último beso en sus fríos labios.
[Fin]
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ARCÁNGELES:
Miguel. Jefe del ejército celestial.
Gabriel. mensajero celestial.
Rafael. Protector de los viajeros, de la salud y del noviazgo.
Uriel. Ángel encargado de las tierras y de los templos.
Raguel. Ángel encargado de la justicia, de la imparcialidad y la armonía.
Sariel. Ángel encargado de los espíritus de los hombres que pecan.
Remiel. Ángel encargado de los resucitados.
*Estos seres no tienen género ni sexo.
NOTAS DEL AUTOR.
Pues bien, hemos llegado el final; sólo falta el epílogo, donde se explicarán algunas cosillas más. Nos estamos leyendo.
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