Es una cita.

Capítulo 9.

Es una cita.

Daniel se estaba poniendo algo nervioso con las miradas furtivas que Lucas le lanzaba cada vez que Alan se acercaba a su mesa a ofrecer algo más.

—Por favor, deja de hacer eso— pidió cuando el camarero fue hacia la entrada a recibir a comensales recién llegados.

—¿Hacer qué?— Lucas bebió de su vaso haciéndose el desentendido.

—Deja de mirarnos así, el muchacho se dará cuenta.

—¿Y eso sería algo malo?

—Por supuesto, tú mismo lo dijiste, se llevará una decepción.

—Deja de quejarte y mejor invítalo a salir.

—Claro, es una excelente idea darle alas— dijo Daniel con ironía, —y cuando sepa que sólo lo veo como un buen chico pensará que soy un cretino rompe-corazones.

—Oh, vamos; no seas tan duro contigo; además, ¿quién dice que no puede gustarte? — movió la mano en un gesto sencillo, —aún no lo conoces lo suficiente para decidir eso. Tal vez ambos tienen la misma vocación profesional y tienen un sinfín de cosas de qué hablar.

Daniel miró el muchacho y se preguntó si sería buena idea darle una oportunidad; —¿eso crees?

—Realmente no lo sé, sólo hablo de las posibilidades— se llevó a la boca el último gran trozo de carne.

Ya que estaban en el tema, el pelinegro quiso saber; —Si decidiera iniciar algo, y no precisamente con él. ¿Tú estarías allí como parte de la relación que tenemos?

Lucas levantó una ceja, —¿quieres que esté?

—La verdad es que no, sería muy incómodo.

—Entonces no sabrás de mi cuando salgas con alguien— sonrió con perspicacia, —no te preocupes, no soy voyerista.

Las mejillas de Daniel se sonrojaron segundos antes de que su ceño se frunciera, él se refería a una cita y Lucas había salido con un comentario fuera de lugar, iba a pedirle que no dijera ese tipo de cosas pero se quedó con la palabra con la boca cuando Lucas se disculpó tal vez notando su incomodidad.

—Lo siento, era broma. Pero hablando en serio, creo que la privacidad es importante, sino quieres que te visite en algún horario en específico porque vas a tener una charla íntima con él sólo dímelo.

Y ahora que lo pensaba sólo había visto a Lucas en "horarios hábiles", antes de ir a la oficina, a la hora de la comida y por la tarde al regresar a casa; cuando era poco probable que interrumpiera asuntos vitales. También cayó en la cuenta de que casi no sabía nada de él, Lucas conocía su rutina, pero la información no era recíproca.

—Gracias— exclamó con sinceridad ante el ofrecimiento.

—¿Desean postre?— Alan hizo acto de presencia, —hoy tenemos gelatina de fresas y pay de queso— anunció mientras recogía los platos vacíos.

—Gelatina, mi favorita— dijo Lucas en un tono algo extraño y mirando a Daniel y Lucas alternadamente, —yo quiero una.

Daniel rodó los ojos ante el gesto de su acompañante y le dijo al más joven, —será un rebanada de pay de queso para mi, por favor.

—Por supuesto, enseguida— se retiró sonriente.

El pelinegro resopló y colocó los brazos sobre su pecho, —está bien, tú ganas; le invitaré a salir pero no hoy.

—¿Cuándo entonces?

—No me presiones, ¿de acuerdo?— se hizo el ofendido, —lo haré a mi manera y a mi ritmo.

Lucas rió, —no es presión, sólo quiero saber cuándo deberé no aparecer.

—Te avisaré.

—Lo esperaré con ansias.

Daniel entrecerró los ojos, —¿no tienes nada mejor qué hacer?

—No mucho, salvo mañana que se estrena una película. ¿Quieres ir conmigo?

—¿Qué tipo de película?— no era muy adicto al cine y las películas románticas no le atraían demasiado, prefería cualquier otra menos de ese género.

—Una sobre zombis en una estación del metro, o en un tren, algo así.

—Suena bien.

—¿Eso quiere decir que si?

—Claro, no veo porqué no.

—Entonces paso por ti— dijo Lucas seguro, —iremos en mi súper auto veloz— bromeó.

Daniel rió, —dijiste que no se debía abusar de ello.

—También dije que era para asuntos importantes, la diversión es importante.

—Me parece que tienes una extraña lista de prioridades— espetó Daniel.

—Aquí están: una gelatina y una deliciosa rebanada de pay de limón— Alan dejó una copa frente a Lucas y un plato frente a Daniel; —que los disfruten.

—Sin duda alguna— Lucas se relamió los labios y elevó las cejas un par de veces en un gesto sugerente; Daniel se echó a reír ante la mueca exagerada. Alan los miró pero el pelinegro sólo negó con la cabeza diciendo un mudo "no es nada". El joven camarero sonrió convencido de que se trataba de una charla entre ellos que no lo incluía a él y se marchó.

—¿Paso por ti mañana a las seis?— preguntó Lucas antes de clavar la cuchara en la superficie de su postre.

—Sí, está bien; me parece una buena hora.

—Genial, es una cita entonces. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top