- Epílogo -
Epílogo.
Te encontré.
Iniciaba la última semana de febrero y no estaba preocupado por la fecha ya no más; era una fría mañana y Lucas caminaba sin rumbo fijo por la acera, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta; el clima no era problema para él, pero esa prenda había pertenecido a alguien especial y quiso conservarla. Habían pasado cuatro años ya y sin planearlo demasiado, como usualmente ocurría, su mente vagó hacia los sucesos de ese entonces.
Horas después de la partida de Daniel, Lucas pasó de la tristeza a la furia nuevamente; y sin preocuparse ni pensar demasiado en las consecuencias cazó a Samael, dándole el mismo destino que a sus demás hermanos; el "Rey de las tinieblas" no tardó mucho en llamarle.
—Sabía que Luzbel tramaba algo, incluso sospeché que él sería quien acabara con todos ustedes para llegar hasta mi; pero he de confesar que me has sorprendido, Lucifer— exclamó su padre muy serio, diciendo su verdadero nombre.
—¿Vas a matarme?— preguntó disimulando su resignación, esforzándose por mostrar una expresión dura y desinteresada.
El demonio mayor sonrió ladinamente; —sé que no ansías mi trono.
—¿Vas a hacerlo, sí o no?—, si iba a morir quería que fuera pronto.
—No— el padre de Lucas tenía la apariencia de un hombre en la segunda mitad de sus cuarentas; alto, de espalda ancha, de músculos fibrosos bajo ese traje sastre impoluto, perfectamente afeitado, con un par de canas en su frondosa cabellera.
—¿No?— frunció el ceño, —¿pero por qué?
—Porque no eres ninguna amenaza, nunca lo has sido.
Lucas parpadeó sorprendido e insistió, —Pero maté a tus otros hijos.
—Exactamente por eso, tómalo como una recompensa por cuidarme la espalda. Luzbel era demasiado rebelde para su propio bien, Samael era muy cobarde e influenciable; y los otros dos sólo pensaban en sexo, eran comunes.
El castaño estaba confundido. ¿Desde cuando Belcebú recompensaba?
—Yy-yo... —tartamudeó, la fachada dura se fue al garete.
—Tú no me sirves más.
—¿Qué?
—Posees ahora cinco corazones, no eres tan poderoso como yo pero tampoco eres más un demonio ordinario. No te necesito, pronto tendré más hijos.
—¿Ya los has engendrado?— vaya que su padre no perdía el tiempo.
—Te lo dije antes, sabía que Luzbel tramaba algo; tú simplemente te has adelantado a lo que tenía pensado hacer.
Y tras aquella extraña charla, Lucas regreso a la tierra donde, más confundido que tranquilo, decidió buscar a Remiel como había prometido.
—Debes ser paciente— le dijo el hombre que vestía un "disfraz de hippie", siendo sinceros su atuendo se veía demasiado falso.
—Las esperanzas de acabar con mi vida se han ido; mi Padre se niega a matarme y yo no puedo hacerlo. ¿Qué otro remedio me queda sino vivir en la eternidad?—; porque esa era una extraña condición de los demonios, podían hacerse daño, auto mutilarse, pero no "suicidarse".
—Luc, pequeño Luc; sólo ten fe. La esencia de Daniel regresará a ti de nuevo.
Eso definitivamente llamó su atención, así que preguntó con más emoción de la que quiso mostrar, —¿cómo?
—Pronto, él era tuyo, y tú de él; volverán a encontrarse.
Desde entonces se había dedicado a buscarlo.
Un débil olor a vainilla con canela golpeó de repente su nariz, regresándolo a la realidad, a aquél parque al que había llegado por estar caminando sin rumbo fijo aquella mañana.
Levantó el rostro agudizando su sentido del olfato, ese aroma era bastante familiar. ¿Sería posible?
Caminó con rapidez buscando la fuente, la niebla matutina se estaba dispersando, aún así notó el vaho salir de su boca cuando aceleró el paso, debía darse prisa, el aroma se estaba desvaneciendo, parecía alejarse.
Comenzó a correr hasta llegar a un área más amplia, donde senderos de cemento cruzaban las áreas verdes; entonces escuchó una risa flotar en el aire.
—¡Marcos, espérame!— una mujer en la flor de sus veintes, con calzado y ropa deportiva le daba alcance a un muchacho, de probablemente la misma edad de ella, y se colgaba de su brazo.
El llamado Marcos tenía también atuendo deportivo, su cabello castaño claro estaba pegado a su frente debido al sudor.
—¿Qué sucede, te has cansado ya?— rió él.
—No, pero no deberías dejarme atrás— la mujer infló las mejillas en un gesto infantil de reclamo.
—Y tú deberías ser más rápida— le revolvió el cabello, Marcos era mucho más alto que ella así que despeinarle era fácil.
—¡Ey, te he dicho que no hagas eso!— se quejó ella frunciendo el ceño; sus cejas eran pobladas y enmarcaban sus bonitos ojos grandes, su cabello era negro azabache, largo y lacio atado en una descuidada coleta.
Lucas los miró, eran las personas más cercanas a donde él se encontraba; había otros individuos ejercitándose y recorriendo los caminos de cemento. No sabía exactamente de cuál de ellos pero estaba seguro que de alguno de esos humanos provenía el aroma aunque era débil, sólo una suave brisa.
Cuando alguien moría su esencia muchas veces se dispersaba y pasaba a formar parte de otro ser. Si el tal Marcos había tenido alguna experiencia cercana a la muerte, como una caída de varios metros o cualquier cosa que lo haya dejado inconsciente por un periodo considerable o en coma, para su recuperación pudo haber necesitado "esencia" del universo; parte de Daniel podría estar en él.
Miró a la pareja seguir jugando, o mejor dicho, vio a Marcos casi enfurecer a la mujer bajita y pelinegra por varios minutos; hasta que ambos humanos siguieron su camino.
—¿Estás seguro de ello?— Gaby le preguntó con cautela.
—Sí, es él; es Daniel— afirmó bebiendo de su taza de chocolate tibio.
—Cariño, no creo que sea...
—¿Conveniente intervenir?— completó el.
Gabriela le miró comprensiva, —dices que el joven Marcos tiene a Sofía en su vida y es feliz.
Porque durante las siguiente semanas Lucas los siguió y averiguó varias cosas sobre la pareja: ella se llamaba Sofía, había llegado hacía dos años a la ciudad y un año después ella y Marcos se conocieron.
Marcos era hijo de un hombre económicamente acomodado, nunca le faltó nada; ni cuando chocó su BMW último modelo y estuvo en el hospital varios días. Sofía era publicista, terminó sus estudios y trabajó un tiempo en una pequeña imprenta, luego se mudó y comenzó a trabajar en la empresa de la cual el padre de Marcos era socio; lo demás era historia.
—Eso parece— dijo Lucas.
—¿Parece?— Gaby frunció el ceño, —espero no estés viendo cosas donde no las hay; por lo que me has platicado son la pareja perfecta.
—Lo sé; debería estar feliz por ellos, pero...
—Deja de torturarte, ¿de acuerdo? Si no es en esta vida será en la siguiente; Remiel dijo que deberías ser paciente.
Lucas dejó de seguir a la pareja unos días, pero luego su curiosidad pudo más y decidió buscarlos de nuevo.
Por primera vez encontró a Marcos solo a un hora en la que normalmente se hallaba con Sofía.
—Sí, padre—; estaba hablando por teléfono móvil.
—¿Estás completamente seguro, no te demandará?
El demonio le miró con detenimiento, había algunas características que le recordaban a Daniel, como su altura o el frotarse el ojo con la palma de su mano cuando algo lo exasperaba.
—Nunca lo haría, es una cobarde— contestó el muchacho.
—¿Le ofreciste dinero?
—Te he dicho que sí— Marcos se frotó el ojo, —con eso será más que suficiente para acabar con el problema.
—¿Seguro?
—¿No crees en mi palabra?— retó a su padre.
—Lo hago, hijo; es en ella en quien no confío, nunca lo hice.
—Sólo fue un desliz. ¿De acuerdo?— sonrió.
Lucas parpadeó denotando su sorpresa. ¿De quién estaba hablando Marcos?
—Si hubieras tenido más cuidado...
—El problema será resuelto, te lo he dicho ya; deja de preocuparte.
El demonio suspiró y fue en ese momento que notó algo curioso; Marcos sólo olía a jabón y colonia.
Confundido el demonio buscó a Sofía; sino era Marcos entonces era ella, no había duda. Tal vez debía indagar más en su pasado, de alguna manera ella tenía relación con la esencia de Daniel.
La encontró llorando en los brazos de una chica, parecían cercanas.
—Ese patán; con que me lo encuentre lo voy a golpear— dijo la desconocida entre dientes.
—No, no le hagas daño.
—Tú sí que eres tonta; ese pedazo de hombre merece...
—Sólo olvídalo, Vicky— le cortó Sofia, —no vale la pena.
—Por supuesto que no lo vale— Vicky resopló molesta.
Lucas las miró, no se parecían en nada, tal vez no eran parientes sino amigas. Aspiró profundo y logró distinguir el aroma a vainilla y canela. ¿Siempre había sido Sofía?
—¿Fuiste al médico?— preguntó Vicky acariciando el cabello de Sofía.
—Sí, ayer. No le hubiera dado la noticia si no hubiera estado tan segura de ello— limpió una lágrima de su mejilla, y luego sonrió; —serás tía en diciembre— acarició su vientre.
—¿Lo conservarás?— Vicky se echó para atrás sorprendida.
—¡Por supuesto! ¿Acaso creíste que yo...?
—¡Me dijiste que el idiota de Marcos te dio dinero y te exigió que te encargaras del asunto, luego comenzaste a llorar y a decir que lo amabas! ¿Qué otra cosa iba a pensar?
—Podrías haber tenido más fe en mi—, Sofía frunció el ceño, —le amaba, tú lo has dicho; pero no sólo me rompió el corazón, sino que llamó problema a mi hijo.
—¿Entonces qué harás?
—Tomaré el dinero, claro; pero conservaré al niño; él no tiene la culpa que su padre sea un idiota. No culpemos a los hijos por los actos o decisiones de los padres— volvió a frotar su vientre aún plano.
Lucas boqueó atónito pensando a donde iba todo aquello.
—Ojalá sea una niña, seguramente tendrá un bonito cabello como el tuyo— dijo Vicky; —si es así espero le pongas mi nombre.
—Olvídalo— rió Sofía limpiando aún las ultimas lágrimas; —si es niña se llamará Sandra, como la maestra que tuve cuando estuve en el extranjero, ella era muy agradable e inteligente.
—¿Y si es niño? Por favor dime que no le pondrás el nombre de tu padre o tu abuelo por tradición; eso es tan cliché— rodó los ojos.
—No, por supuesto que no. De hecho mi padre siempre dijo que si tenía un nieto no quería que se llamara como él, ha habido muchos Rodrigos en la familia por varias generaciones.
—Oh, entiendo— cabeceó Vicky, —¿y entonces?
—Si es niño se llamará Daniel, es un bonito nombre.
Las rodillas de Lucas flaquearon y tuvo que sostenerse de la pared para no caer sobre su trasero. Comenzó a respirar con dificultad asimilando la noticia, atando cabos; comprendiendo que de ahora en adelante tenía una enorme tarea: cuidar de aquél niño cuya madre soltera vivía sola en esa enorme ciudad.
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