El pequeño Lu.

Capítulo 3.

El pequeño Lu.

Sintió su brazo frío y con un leve hormigueo. Gruñó antes de abrir los párpados y darse cuenta que estaba en una posición incómoda en el viejo sofá: su brazo estaba colgando y llegaba al suelo. Lucas se sentó sin mucho ánimo y se estiró para sentirse mejor, había pasado la noche torcido. Lanzó un profundo bostezo y restregó sus ojos, entonces los recuerdos de la noche anterior llegaron a él.

—Oh, demonios— gimió y se dejó caer de costado otra vez; un segundo después escuchó que alguien se aclaraba la garganta. Se enderezó como impulsado por un resorte y miró hacia el pasillo que llevaba al dormitorio.

—Eh...yo...— era Daniel, sólo vistiendo sus jeans algo rotos y frotándose la nuca, parecía nervioso. Ahora que lo observaba con luz de día, aún con los restos de sangre seca en el rostro, Lucas podía notar lo atractivo que era el individuo; —debo ir a casa— dijo por fin.

—Sí, esta bien— respondió en automático, pero luego se corrigió, —No, espera. Es decir, ¿vives muy lejos?

Daniel miró hacia la ventana, tal vez tratando de ubicarse, pero fui inútil porque sólo se veía el cielo azul, estaban a un par de pisos de altura; —no lo sé.

—Estamos en la zona norte— informó.

—Entonces sí, vivo lejos, en el distrito sur.

Vaya, tendría que atravesar la ciudad prácticamente.

—¿Quieres... no sé... algo de comer antes de irte?— Lucas se retorció los dedos de las manos, siempre había sido solitario, las únicas personas que habían estado en su apartamento eran el casero y algunos de sus hermanos, y para ser francos no pasaban de la entrada principal. Eso y la incertidumbre de no saber qué decir o hacer dada su nueva relación.

Daniel dio unos pasos al frente y se señaló a sí mismo, —Te lo agradeceré; y... si no es mucha molestia también algo de ropa.

—Por supuesto— salió del sofá y caminó hacia la habitación. Daniel era unos centímetros más alto y su espalda evidentemente más ancha, se notaba que se ejercitaba; Lucas pensó que unos pantalones de chándal y la playera grande que solía usar a veces como pijama le servirían.

Después de tomar una ducha Daniel no se quejó de la ropa, los pantalones eran cómodos y la playera era bastante ancha para no rozar demasiado sus heridas, que en realidad eran superficiales pero ardían como el infierno. Notó que Lucas no tenía mucho qué ofrecer en la cocina, así que sólo tomó medio vaso de jugo y un trozo de pan, algo para mantener a su estómago ocupado.

Cuando llegó la hora de despedirse Lucas fue amable al ofrecerle unas monedas para el transporte público, dijeron un escueto "hasta luego" sin tener la certeza de que en verdad fueran a "verse luego"; eso sí, ninguno, en ningún momento, mencionó lo sucedido la noche anterior.

~*~

—Oh, mi querido y pequeño Lu; estás tan divino como siempre— exclamó una mujer al llegar a la banca de aquél parque, tomando asiento al lado de Lucas.

—No digas eso, por favor— el muchacho desvió la mirada algo abochornado.

Ella rió, —no tienes por qué avergonzarte, eres precioso. ¿Alguien te la ha mencionado?

—Tú lo haces todo el tiempo.

—Sabes que digo la verdad— acomodó un mechón de su larga cabellera lacia y negra detrás de su oreja; y después unos instantes preguntó con más seriedad, —¿Qué te molesta?

—No estoy molesto— dijo fingiendo indiferencia.

—Te conozco desde que eras un bebé; algo tienes en mente.

Retorció la parte baja de su playera, —no sé si llamarlo molestia, Gaby; yo diría que más bien es incertidumbre o inquietud; ni yo mismo lo sé.

Gabriela, la mujer que lucía cerca de sus cuarenta primaveras, de mirada inquisitiva y sonrisa agradable, le palmeó el hombro con suavidad, —Habla, pequeño Lu, soy toda oídos.

—Bien— suspiró, —¿Qué es lo que hace un amo, cuál es su rol?

La mujer arqueó sus cejas, tal vez esperando algo más de información; pero al no recibirla indagó; —¿Te refieres a tener una mascota?

—Sí, eso. Si yo tuviera una, ¿Qué es lo que tendría que hacer?

Gaby sonrió con ternura, —Lu, cariño. ¿Has decidido adoptar a un gato?

—Por Dios, no— arrugó su nariz, —No me gustan los gatos.

—Bueno, sea lo que hayas decidido adoptar, es un ser vivo, deberás cuidarlo, amarlo y protegerlo.

Lucas suspiró y pensó que eso sonaba fácil, si fuera un perro o un ave por supuesto; pero no, ahora tenía a una persona. No era como si tuviera que bañarlo, sacarlo a pasear, limpiar su jaula y esas cosas, ¿cierto?

—Lu, nene— Gaby lo sacó de su letargo; —¿Qué es, un hámster o quizás una tortuga?

—Es un humano.

La mujer parpadeó sorprendida, —¿Uu-un humano? No me digas que recurrió a ti para...

—No no no— negó incluso con la cabeza y declaró, —fue un accidente.

—¿Un accidente; cómo pudo ocurrir?

Entonces Lucas explicó lo sucedido y también le hizo saber que nunca, jamás estuvo en sus planes poseer a alguien. A lo largo de su vida había aprendido que un amo tenía esclavos para fines egoístas y para saciar sus necesidades; los esclavos-mascotas eran usados para un sinfín de cosas, como moneda de cambio, juguetes sexuales, mano de obra o simplemente como mero objeto decorativo; los esclavos nunca tenían voz ni voto, todos pasaban a mejor vida en las peores condiciones y sin ser siquiera llorados o recordados. Bell no era la excepción, a él le gustaba atormentar a sus esclavos y el último que tuvo sufrió por cinco años antes de sucumbir.

—No estés afligido, esto es totalmente diferente— dijo Gabriela una vez que el relato terminó, —no lo engañaste ni te aprovechaste de él, al contrario, tú le salvaste la vida.

—Pero aún no es libre; sólo cambió de amo.

—¡Exacto!— dijo ella elevando las manos un poco en señal de celebración, —Y no pudo tener uno mejor.

—¿Bromeas?

—Lu, deberías darte algo de crédito; tú eres un chico muy amable y bondadoso. El humano está en buenas manos.

—Manos inexpertas— farfulló.

—Nadie nace sabiendo— argumentó ella.

—¿Qué hago entonces? Y por favor Gaby, no me vengas con eso de "sigue a tu corazón"; que por hacer justamente eso me encuentro en este embrollo.

Ella rió con ganas; —pequeño Lu, no sólo eres lindo, también eres muy gracioso. 

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