El mesón de doña Marta.

Capítulo 5.

El mesón de doña Marta.

Como la otra vez en el apartamento de Lucas, cuando sólo tomó medio vaso de jugo y un poco de pan, sentía el ambiente incómodo. Tenía muchas cosas qué decir pero no sabía cómo hacerlo.

—Hola, sean bienvenidos— Alan, el joven nieto de doña Marta se acercó a la mesa y después de saludar a ambos se dirigió específicamente a Daniel, —¿te sirvo lo de siempre?— no había carta ni nada similar, el menú estaba rotulado en la pared del fondo, a la vista de todos los comensales.

—Sí, por favor— contestó sin pensarlo mucho.

—¿Y para usted?— Alan fue más formal con Lucas.

—Lo mismo— contestó, los platillos que ofrecían no eran muy numerosos pero tampoco tenía antojo de algo en específico.

—Entonces serán dos jugos grandes de naranja y dos caldos de pollo con ración extra de carne— rectificó el muchacho antes de alejarse; sólo el tintineo y las voces lejanas de un grupo de tres personas que ocupaban una mesa al otro extremo del local evitaban el total silencio.

—¿Y bien?— exclamó Daniel tras aclararse la garganta.

Lucas meneó la cabeza antes de abrir la boca, —¿Sabes? Siento extraño hablar sobre el tema con alguien que es... ya sabes.

—¿Humano?— completo.

—Si— afirmó antes de suspirar y continuar, —pero supongo que tienes idea de todo esto, ¿no es así?

Daniel pensó que en vez de lanzar preguntas lo mejor era dejar que Lucas explicara la situación, si aún así surgían dudas entones haría cuestiones específicas; por eso se atrevió a decir: —Si te refieres a la existencia de lo sobrenatural, demonios y esas cosas; entonces sí. Por favor, di lo que tengas que decir, creo que está muy claro que no me sorprenderé con facilidad.

Lucas asintió con los labios apretados, justo cuando Alan llegaba con dos enormes vasos con jugo de naranja.

—Es natural y recién hecho, lo hice yo mismo— anunció el joven sonriente y orgulloso, mirando a Daniel.

—Gracias— le contestó este curvando los labios en una sonrisa.

Una vez que Alan salió de escena, Lucas se acomodó mejor en su asiento, estaban uno frente a otro.

—Tuve una charla con una amiga y ella me hizo ver las cosas, o más bien me explicó como es todo esto del amo y el esclavo.

—¿Esclavo?— las cejas de Daniel se elevaron, pensarlo era muy distinto a escucharlo de verdad.

—Sí— Lucas asintió y continuó, —El amo debe ver por el esclavo, brindarle protección y seguridad; a cambio el esclavo debe obedecer y respetar; básicamente como te dije antes, eres mi responsabilidad.

—Estoy casi seguro que acabas de describir la relación de una persona y su perro.

—Podría decirse que es algo parecido— las mejillas de Lucas se tiñeron de carmesí, su intención no era compararlo explícitamente con un animal.

—¿Si es así, entonces porqué anteriormente fui tratado de esa manera?— preguntó.

—Los sujetos como Bell distorsionan el significado de la relación abusando de su posición y poder. ¿Has escuchado sobre el feudalismo y aquella época donde habían esclavos?

—¿Eso qué tiene que ver?— Daniel entrecerró los ojos.

—El principio es similar; idealmente los dueños de las tierras que tenían esclavos a su cargo debían cuidar de ellos, alimentarlos y mantenerlos seguros contra los enemigos para que estos pudieran rendir en el campo y en sus otras actividades productivas; pero con el pasar de los años la relación amo-esclavo fue menos sana hasta convertirse en lo que todo el mundo cree ahora que es lo normal.

Daniel permaneció pensativo por unos segundos, vagamente recordaba algunas cosas de sus clases de historia de la escuela elemental. Sorbió un poco de su jugo y se atrevió a preguntar, —¿A qué actividades productivas te refieres en este caso; existe alguna forma de que pueda ser liberado?—, pensó tal vez comprar su libertad.

—Yo no pretendo explotarte ni pedirte nada; y sobre lo otro la respuesta es no— Lucas negó, —me temo que eso no es posible liberarte.

—¿Qué, por qué? Podrías sólo dejarme ir.

—No puedo hacerlo. Al tener un acercamiento con un demonio te has vuelto vulnerable, digamos que la marca te brinda protección ya que perteneces a alguien. Estás más seguro siendo mío que si te dejara libre; además debo estar cerca de ti, ya sabes— se encogió de hombros, —para evitar que alguien más quiera poseerte.

Daniel se quitó los anteojos antes de frotarse el rostro y se dejó caer contra el asiento, sólo hasta entonces notó que había estado tenso, casi sobre la mesa.

Lucas percibió su frustración y miedo, así que le dijo, —pero no te preocupes, yo no soy como Bell; de hecho yo...— se mordió el labio inferior, estaba algo dudoso pero debía decirlo, Gaby le había dicho que sería lo mejor —tengo el primer mandato para ti.

—¿Mandato?— parpadeó sorprendido y asustado, esperaba que no fuera algo retorcido.

—Me gustaría que, bueno, me trataras como alguien común y corriente; no sé, como algún sujeto que te encuentras a menudo y conociste en el parada del colectivo o en el supermercado.

—¿Qué tipo de orden es esa?

—Te lo dije antes, no soy como Bell y no quiero ser tratado diferente; sólo soy alguien normal.

—¿Quieres que haga como si no hubiera visto lo que le sucedió a ese sujeto?— quiso decir específicamente cuando Lucas le arrancó el corazón, pero no lo hizo, con esa referencia sabía que era más que suficiente.

—¿Es mucho pedir?— Lucas hizo un mohín con los labios, parecía algo preocupado por recibir una respuesta no deseada.

—Bastante diría yo— exclamó Daniel; entonces Alan llegó con sus órdenes, el joven elogió y describió el platillo.

Daniel no prestó atención aun cuando las palabras habían sido prácticamente dirigidas sólo para él, estaba pensando en que probablemente la propuesta/orden de Lucas no era tan descabellada, fingir que todo era normal no sería fácil pero al menos así tendría una vida más pacífica que la que llevaba desde que tuvo la mala idea de recurrir a Bell.

—Gracias, se ve delicioso— respondió amablemente Lucas al notar que Daniel había ignorado al muchacho que sirvió los platos. Alan le sonrió y se retiró, no sin antes recordarles que si necesitaban algo más no dudaran en llamarle.

—¿Y con fingir que todo es normal estaremos bien?— se tocó la corbata, desajustándola un poco más para estar más cómodo.

—Eso creo; es decir, lo que viste que ocurrió con Bell fue un caso especial— miró su plato y luego volvió a mirar a Daniel antes de declarar, —nunca me ha gustado que abusen de los menos afortunados; si las cosas pueden solucionarse dialogando entonces ten por seguro que no presenciaras otra vez algo como eso.

—¿Lo del justiciero-caza-demonios es verdad?— abrió los ojos en demasía.

—Sí— y no mentía, al menos no en cuanto a su sentido de justicia. Miró su plato de nuevo, se veía apetitoso; al notar que Daniel ya no decía nada más tomó la cuchara y probó el caldo.

—Está bueno— dijo Lucas queriendo hablar ya de otra cosa.

—Lo es— respondió Daniel imitándolo dándose cuenta de que tenía hambre.

—Me gusta, creo que vendré por estos lugares más a menudo— dijo como si fuera algo casual.

—¿Ah sí?

—Sí; no está muy cerca de mi trabajo pero por el precio y el sabor lo vale.

Daniel lo miró algo confundido, se veía alegre comiendo del plato, se preguntó si alguien como Lucas tenía un trabajo normal. Sin duda había muchos misterios pero decidió que indagaría en otra ocasión y poco a poco, al fin y al cabo el mismo Lucas se lo había dicho: "debía estar cerca de él". 

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