Demmon.
Capítulo 18.
Demmon.
Jamás, nunca antes la frase "es mejor dar que recibir" tuvo mayor sentido; Daniel no se arrepentía de haber decidido ir con Lucas al refugio en un bonito y soleado domingo.
―Oye, ten más cuidado― se quejó Mimí cuando Bruno le salpicó un poco de agua en el rostro, ambos estaban lavando los últimos platos, ―no hagas eso.
―Qué aburrida eres― dijo él.
―Basta lo dos, sino se quedaran a limpiar y secar el suelo también― reprendió Rafael.
―Es algo quisquilloso. ¿Verdad?― susurró Daniel desde el otro lado del recinto, él se dedicaba a guardar lo que había quedado de la comida en recipientes para colocarlos en el frigorífico, mientras Lucas hacía lo mismo a su lado pero con el postre.
―Y que lo digas, se pone loco cuando se trata de su cocina.
―Pero es divertido― sonrió Daniel.
―Es un tipo agradable, no lo niego― imitó su gesto.
―Gracias, Lucas.
Las palabras de Daniel fueron inesperadas para el castaño, sus cejas arqueadas y el quedo "¿Eh?" que escapó de sus labios lo delataron.
―Gracias por todo, por dejarme conocer a tus amigos y por hacer de este día maravilloso― explicó Daniel.
Lucas se encogió suavemente, ese cosquilleo que antes había sentido cada vez que se cruzaban sus miradas mientras servían los platos a través del amplio comedor estaba de vuelta, era agradable pero extraño a la vez, ―Uhu, de nada― contestó.
―¿Lu, quieres llevarte el último pedazo de pastel de chocolate?― Gaby se acercó a ambos, colocando cada una de sus manos en los hombros de los chicos.
―¿Te gusta tentarme?
―Es un placer hacerlo, cariño― le revolvió el cabello y rió con fuerza.
El cielo mostraba un bonito color naranja y el sol estaba por desaparecer en el horizonte cuando Lucas y Daniel caminaban de regreso. Al final el chico terminó aceptando el pastel que Gaby le ofreció y lo comió allí mismo.
―Hoy hemos hecho nuestra buena acción del día― dijo Lucas balanceándose sobre el filo de la acera, mirando sus pasos, entreteniéndose y concentrándose en no caer.
―Creo que hicimos más que eso― respondió Daniel, caminaba con las manos en los bolsillos, al lado del castaño. A esa hora había poca gente en la calle.
―Tienes razón, estoy muy cansado― rodó los hombros hacia atrás y se alejó del borde de la acera para caminar "como la gente normal".
Daniel le lanzó una mirada al momento que sus cejas se elevaron hasta el nacimiento de su cabello, ―¿Estás cansado? Si yo fui el que trasladó los costales desde la bodega hasta la cocina― se quejó.
―Sí, y fue un gran trabajo, pero no vas a negar que...
Daniel detuvo sus pasos abruptamente cuando Lucas se quedó quieto, con los ojos bien abiertos y la palabra en la boca.
―¿Qué sucede?― el humano siguió con la mirada hacia donde la atención de Lucas estaba centrada, y se asombró.
―Hola, hermanito.
Lucas frunció el ceño y preguntó con firmeza, ―¿Qué haces aquí?
―He venido a saludarte, dejamos inconclusa una charla. ¿Recuerdas? Prometiste que...
―Yo no prometí ni una mierda― rugió. Claro que recordaba su último encuentro, cuando en el bar su hermano mayor le propuso participar en un trío sexual.
Daniel miró al sujeto de cabello rubio, largo y trenzado hasta las rodillas, sus ojos azules parecían brillantes y cristalinos; era bastante atractivo y nunca antes lo había visto.
El rubio rodó los ojos, ―tú siempre tan aburrido― suspiró profundamente, ―yo sólo quería divertirme un poco.
―Vete― demandó Lucas dando un paso el frente.
Tras unos instantes de silencio el rubio cuestionó, ―¿Irás a casa?
Lucas le devolvió una pregunta, ―¿Tiene caso que preguntes eso?
El sujeto sonrió, ―Tenía la esperanza de que desafiaras a padre, pero ya veo que me equivoqué.
―Sólo déjame en paz, Demmon.
―Lo haré, pero Kerby quiere decir hola también― sonrió de nuevo pero esta vez dejó en evidencia sus dientes puntiagudos, charqueó los dedos y se deshizo en una nube oscura, en su lugar un gran perro de pelaje grueso y negro apareció.
Probablemente el tamaño impactaría a cualquiera, Daniel estaba seguro de que aún en cuatro patas la criatura medía lo mismo que él, no quería imaginar cuando esta se alzara sobre sus extremidades traseras; pero eso no lo descolocó tanto como las tres cabezas que tenía, parecían olfatear en busca de algo, y cuando los seis ojos inyectados de sangre se posaron en Daniel y Lucas un sinfín de dientes fueron revelados, la criatura gruñó.
Lucas se tensó, Kérberos jamás había sido fácil de manejar, al parecer sólo a dos de sus hermanos, Demmon y Luzbel, le obedecía.
―Daniel, no te muevas― murmuró el castaño, esperaba poder controlar la situación sin que Daniel saliera herido; no se preocupaba por la casi nula gente que transitaba, ellos no podían verlos ni oírlos, él mismo se había encargado de ello desde que Demmon apareció, intuyó desde entonces que nada bueno sucedería.
El humano tragó saliva de manera pesada y fuerte.
―Abajo― dijo Lucas con voz autoritaria..
La cabeza del centro ladró y las otras dos gruñeron antes de acercarse un poco más.
―¡Quieto!― ahora lo dijo con más fuerza pero el animal pareció tomar el tono de voz como una amenaza ya que sus tres cabezas ladraron antes de lanzarse hacia el frente.
Pero el golpe que Lucas recibió fue en la cadera derecha cuando impactó en el pavimento, parpadeó y miró hacia arriba, dos cabezas del animal gruñían y la otra se mantenía en silencio porque su boca estaba ocupada: tenía aprisionado con sus dientes el antebrazo izquierdo de Daniel, quien lo tenía elevado a la altura de su pecho para cubrirse después de empujar a Lucas.
Daniel siseó por el ardor que recorrió su brazo, en su infancia un perro faldero le había mordido la mano, esto se sentía millones de veces peor, podía jurar que no sólo los dientes aserrados le causaban escozor, también la saliva del perro le estaba quemando la piel.
Lucas se levantó de un salto y tomando con una mano el hocico y con la otra la mandíbula del perro no sólo liberó a Daniel, sino que partió su boca, como si hubiera tomado una hoja de papel y tirado de los extremos para desgarrarla, justó así separó la quijada del cráneo.
Daniel se tambaleó y se sujetó la herida; había mucha sangre, y estaba seguro que no era sólo suya. Escuchó los sollozos del animal, si cerraba las ojos podría jurar que lo que oía era a un indefenso perrito ser maltratado; pero no, Lucas también se dio a la tarea de despedazar las otras dos cabezas.
De repente ya no hubo un ruido más, la criatura había muerto; Lucas dio media vuelta y encaró a Daniel.
El humano contuvo el aliento, los globos oculares de Lucas eran completamente negros y sin brillo, tenía el ceño fruncido, sus manos estaban manchadas de sangre y su mejilla derecha también; Daniel sintió náuseas, el dolor de su brazo se estaba extendiendo, separó los labios para decir algo pero no pudo, el malestar era tan insoportable que la oscuridad se lo tragó.
~*~
Con pereza se removió antes de abrir los ojos, se sentía un poco cansado pero enseguida notó que estaba en su cama.
―¿Qué suced...?― la mirada dura que Lucas le lanzó le hizo interrumpir sus palabras; Daniel calló e intentó incorporarse pero fue detenido por la mano del castaño cuando este le empujó el pecho para que se mantuviera sobre el colchón.
Sin decir palabra alguna Lucas colocó las palmas de sus manos a escasos centímetros sobre el antebrazo de Daniel, el cual parecía sólo magullado y lleno de cicatrices, ya no estaba perforado no había sangre en él.
Daniel miró con asombro cómo un halo de luz brotaba de las palmas del muchacho justo cuando sentía un calor reconfortante en su extremidad.
Los minutos pasaron y notó como recuperaba la movilidad en los dedos y las marcas desaparecían por completo de su piel; pero Lucas estaba serio, demasiado serio, con el ceño fruncido y en silencio, observando solamente su trabajo sobre el brazo del humano.
―Para alguien que le teme a los gatos, esta fue una gran hazaña― Daniel quiso romper el hielo con una broma, pero funcionó.
―¡¿Qué carajos pensabas?!― exclamó Lucas al levantar el rostro y enfrentar a Daniel, alejando de él sus manos para cerrarlas en puños y posarlas sobre su regazo, el castaño estaba ocupando una silla al lado de la cama, ―¡Pudiste terminar peor!
―Pero no fue así, tú lo detuviste― respondió también serio, enderezándose hasta quedar sentado.
Lucas estaba consciente de que "matándolo" era la única forma de regresarlo al averno, para eso sólo tendría que haberle dado un par de golpes en las cabezas; no destrozarlas ni hacer un lío sanguinolento, pero es que cuando vio que Daniel había salido herido no pudo contenerse, Kérberos debía pagar.
Lucas respiró profundo antes de decir con un poco más de clama, ―Escúchame bien Daniel, no vuelvas a hacerlo.
―Quería ayudarte, de no haberlo hecho te hubiera mordido y entonces no habrías podido contra él, ellos, lo que sean.
―¿Y no pensaste en la posibilidad de que yo fuera inmune, o que tal vez él podría matarte?
―Eh, no― y la verdad es que no lo había hecho, ahora que lo analizaba fue una suerte que una de las otras fauces no le mordiera una pierna o la cabeza, estaba seguro que con la cantidad total de dientes siendo usados no habría quedado mucho de él.
―No vuelvas a hacerlo― repitió Lucas, ―no vuelvas a ponerte en peligro― estrujó la tela de sus jeans en sus manos y bajó la mirada, ―yo... no lo soportaría otra vez― murmuró.
Daniel sonrió, si no hubiera visto los labios de Lucas moverse habría pensado que lo imaginó; arriesgándose a un rechazo estiró la mano y tomó la barbilla del castaño para que lo mirase a los ojos.
Lucas permaneció rígido cuando sintió algosuave, tibio, húmedo y dulce sobre sus labios, el cosquilleo agradable se hizopresente e intenso, recorriendo toda su columna vertebral hasta la punta de suspies. Entonces decidió cerrar los ojos y abandonarse al maravilloso beso.
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