Cicatrices.
Capítulo 24.
Cicatrices.
Estaba considerando seriamente tomarle la palabra a Lucas y no regresar a su antiguo trabajo, el día anterior por la inesperada visita de Hellen sucedió un mal entendido, hoy no había ninguna excusa válida para faltar; sólo tenía pereza y no quería levantarse de la cama. En los últimos días Lucas había tomado la costumbre de dormir a su lado, abrazándole o por lo menos tomando su mano; recordando las palabras de Gabriela y el viejo Rafa, Daniel comenzaba a creer que lo hacía porque había estado sólo por mucho tiempo y esa era una manera de asegurarse de que no se fuera. Pero Daniel no tenía ninguna intención de alejarse, incluso se sentía extraño si no estaban lo suficientemente cerca uno del otro.
Lucas gruñó y se removió entre sueños, rodó y se posicionó boca arriba, aún con los ojos cerrados se rascó el estómago y luego volvió a sumirse en la inconsciencia. Daniel ahogó una risa, tenía ante sus ojos una escena muy cómica y tierna. Observó sus cabellos desordenados y esparcidos sobre la almohada, sus pestañas largas, la nariz ligeramente torcida, los labios abultados y suaves; observó también su bonito mentón, el cuello y más abajo; poco a poco fue descendiendo hasta que su mirada se posó en el trozo de piel que había quedado descubierta, podía ver... frunció el ceño cuando vio una cicatriz que iba desde el ombligo hasta el hueso de la cadera. ¿Una operación por apendicitis? Lo dudaba. No sólo porque para alguien como Lucas sería imposible, sino porque la raja era demasiado gruesa y la cicatriz bastante abultada, seguramente había sido una herida grave.
Lucas volvió a suspirar y a removerse, sus piernas se agitaron y los pantalones de la pijama subieron dejando al descubierto más allá de sus tobillos; Daniel no pudo evitar mirar sus pies, eran delgados y bonitos, entonces notó las marcas en sus pantorrillas. ¿Eran quemaduras?
Bajó de la cama con cautela y fue a la pequeña cocina, se sirvió una taza de café y fue a la pequeña mesa; allí, con la mirada fija en un punto inespecífico se reprendió mentalmente por ser tan descuidado y distraído; marcas como esas las pudo haber notado antes; aunque siendo sinceros nunca había visto a Lucas sin camisa sin mangas o en pantalones cortos; y no había nada extraño en ello, a menos que estuviera ocultando algo. ¿Acaso el chico se auto mutilaba? Los brazos y muñecas estaban limpios; pero vamos, Lucas tenía "poderes sobrenaturales" y podría ocultar los más evidentes si quisiera.
¿Preguntarle sería una buena idea? Lo fuera o no tenía qué hacerlo, no permitiría que Lucas siguiera lastimándose.
—¿En qué piensas? Pareces muy concentrado— la voz de Lucas sonó áspera, recién se despertaba y se asomaba por el pasillo.
Daniel se encogió de hombros y sonrió con ligereza a manera de saludo, —sólo... cosas.
—¿Qué cosas?— el castaño se desperezó, estirando los brazos por sobre su cabeza antes de sentarse al lado del humano, —por la expresión en tu rostro han de ser muy importantes, ¿algo te molesta?
—No sé si realmente me molesta, pero sí es importante y me preocupa.
—¿Qué es? Te ayudaré en lo que pueda.
Lucas le había dicho a Daniel en repetidas ocasiones: me agradas mucho y me gusta estar contigo, que era lo equivalente o más cercano hasta entonces a un "me gustas"; además de que en cada ocasión posible le abrazaba; también siempre hacía la referencia de que podía darle muchas cosas, usando sus poderes claro estaba. Pero Daniel sólo quería algo en específico en ese momento e iba a apelar a su acuerdo de sinceridad.
—Dijimos que íbamos a ser sinceros, ¿recuerdas?
—Sí— el tono de voz de Lucas ahora era cauteloso.
—Bien; pues he notado algo y me inquieta, tal vez no es grave pero quiero saber.
—¿Es sobre mis hermanos?
—No realmente— hizo una pausa, tomando aire, —es acerca de tus cicatrices.
—¿Tú... las has visto?— en un acto reflejo el más bajo se abrazó así mismo, rodeando su torso con los brazos.
—Esta mañana, tus tobillos; había marcas en ellos. ¿Son quemaduras?
La mirada de Lucas vaciló, de los ojos de Daniel bajó justo a la taza casi vacía de café y luego pareció buscar algo más sobre la mesa.
—Ey— Daniel tomó el rostro del chico entre sus manos y le obligó a mirarlo, —está bien si no quieres hablar de eso, sólo me preocupó; han de haber sido bastante dolorosas.
—No tienes idea— pensó Lucas pero sólo alcanzó a murmurar, —no quiero que te alejes de mi cuando lo sepas.
El moreno hizo una mueca de disgusto, —escúchame, no quiero que vuelvas a asumir nada por mi; no creas que estoy enojado contigo, que te temo o que me voy a ir. Sé que por la manera en que nos conocimos estoy forzado a estar a tu lado, pero nada me obliga a preocuparme e interesarme por ti, lo hago porque me importas; porque te quiero.
El mismo Daniel se sorprendió de las últimas tres palabras que abandonaron su boca, nunca antes lo había dicho abiertamente, se había dejado abrazar, tomar de la mano y besar, pero decirlo... eso era "otro nivel" de compromiso para él. Aunque se sorprendió de sí mismo no se arrepintió; mucho menos cuando los ojos de Lucas parecieron chispearon y sus labios se curvaron en una sonrisa para después echarse a sus brazos y refugiarse en ellos.
—Yo también te quiero.
El pelinegro lo estrechó con un poco de fuerza, depositó un beso en sus cabellos alborotados y dijo, —disculpa si te incomodé, no debí preguntar acerca de...
—No, no; está bien— Lucas negó aún sobre el pecho de Daniel, —te lo diré, pero primero hay que preparar café.
—Hay un poco más sobre la estufa, ¿quiere que te sirva una taza?
El castaño deshizo el abrazo, —sólo una no será suficiente— suspiró, —va a ser una larga historia.
Daniel asintió antes de ponerse pie, empujando la silla hacia atrás con sus pantorrillas y dirigirse a la cocina.
Mientras el anfitrión preparaba las bebidas calientes, Lucas subió los pies al asiento y abrazó sus rodillas. ¿Cómo le explicaría a Daniel aquél infierno? No había manera que lo entendiera, las "costumbres" de su "familia" eran especiales y retorcidas. Gimió resignado, tendría que hablar con la verdad.
Minutos después una humeante taza de líquido negro fue dejada frente a él; a pesar de que gustaba de los postres dulces, Lucas prefería su café sólo, sin azúcar; Daniel lo sabía y lo preparaba así para él.
—Gaby y Rafa han hablado contigo acerca mi, ¿cierto?— preguntó.
Si Daniel había mencionado el acuerdo de sinceridad él también debía serlo; —sí—, respondió.
—¿Te dijeron sobre mis hermanos y sobre mi padre?
—Así es.
El más alto se sonrojó, hasta entonces nunca le había dicho a Lucas nada de nada, esperaba que en algún momento él mismo hablara de su "familia", pero le pareció algo incómodo haber sido descubierto cuando prácticamente en el elevador ellos tres habían hablado cosas importantes a sus espaldas.
—Me lo esperaba— el castaño sorbió con parsimonia un poco de su café.
—¿Estás enojado porque hablamos de ti?
—En realidad no, ellos son algo sobreprotectores conmigo— Lucas acunó la taza entre sus dos manos, —¿qué te dijeron de mi familia?
—Mencionaron a tu padre, a tus cuatro hermanos y sus diferentes madres; también me dijeron tu nombre.
Lucas arrugó un poco la nariz, —nunca me gustó; si me presentara con el nombre que se me fue asignado la gente pensaría que estoy loco, por eso me lo cambié, Gaby siempre me llamaba Luc o Lu pero necesitaba un nombre más sencillo y terrenal si quería andar por aquí; Lucas me pareció adecuado.
—Es lindo— dijo Daniel.
—Gracias— se sonrojó pero lo ocultó tras su taza de café al dar otro sorbo; volvió a colocar el trasto sobre la mesa y continuó no sin antes suspirar, —pues bien, ya conociste a Samael, Demmon y últimamente a Hellen; espero que no tengas el gusto de conocer a Luzbel, nunca.
—Gabriela y Rafael hablaron sobre los roles de sus padres cuando ustedes nacieron pero entendí que Luzbel y tú son gemelos, o algo así.
Lucas meneó la cabeza de manera afirmativa, —sí, y en nuestra forma humana somos exactamente iguales.
—¿En su forma humana, qué quieres decir?
—Nosotros no somos físicamente como los humanos; cambiamos para poder mezclarnos entre ustedes, aunque a algunos como Hellen no les importa eso.
Daniel remembró ese detalle, de los tres hermanos de Lucas que había visto, ella era la única que lucía diferente; los otros dos sólo eran hombres altos y atractivos, pero nada que fuera "sobrenatural".
—En fin, nosotros cinco por ser mestizos podemos venir a la tierra cada vez que queremos, mis hermanos lo hacen a veces pero se sienten más cómodos en el averno, por eso casi nunca salen de allí.
—¿Tu padre también tiene el poder de venir a la tierra?— se atrevió a preguntar, tenía que saber si había la posibilidad de que un día se encontrase con el mismísimo diablo.
—No, él no. Lo que hace las cosas incómodas para mi, para nosotros cinco— los dedos de Lucas bordearon la taza, —has escuchado que mis hermanos mencionan una visita a nuestro padre— no fue una pregunta, fue una afirmación; aún así Daniel meneó la cabeza asintiendo.
—Es porque debo, tengo que ir al averno— continuó el castaño, —cada cierto tiempo el demonio debe fortalecerse.
Daniel parpadeó algo confuso.
—¿Piensas que tiene hijos por amor?— Lucas rió desganado, —padre sólo nos creó para que fuéramos su reserva, algo así como su seguro de vida.
—No comprendo.
—El último día de febrero de cada año bisiesto los cinco debemos presentarnos ante nuestro padre, él toma lo que necesita de nosotros para poder rejuvenecer y seguir teniendo poder.
Daniel frunció el ceño, —¿Toma lo que necesita, de qué manera lo hace?
—Se fortalece con el dolor ajeno, disfruta que supliquemos, lloremos y que nos hagamos daño entre nosotros. La reglas del juego son simples: cada uno es torturado por los otros cuatro, eso sí, cada quien toma su turno para hacerlo para que jamás tengamos más de un verdugo a la vez; a nuestro padre no le conviene que uno de nosotros muera, revivirnos le tomaría más de la mitad de su poder.
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