CAPÍTULO 38
Hacienda del Fuerte:
Rogelio y Paula revisaban los documentos que le enviarían a Laura para la convención Europea. Paula leía cada apartado y enseguida observaba a su esposo a la espera de su aprobación, pero en varias ocasiones tenía que repetirlos, porque él no estaba prestando atención. Luego de muchas distracciones, se le acerca.
AP: (se sienta en sus piernas), ¿Qué tienes Rogelio?, llevo una hora releyendo el documento y parece que tú no has escuchado ni una palabra.
R: ¿Por qué dices eso amor?... te he dado mi aprobación en casi todo lo que has dicho.
AP: ¡Ese es el problema!... hay dos puntos en los que tenías que indicarme lo que se debe hacer. Pero en lugar de eso contestaste "sí y no".
R: (nervioso), ¿En serio?... ¿y qué decían esos dos puntos?
AP: ¡Ves!... ni siquiera los recuerdas,... a ti te pasa algo y no quieres que yo lo sepa, (lo abraza), Rogelio, ¿acaso es tan grave que no puedes decírselo a tu esposa?
R: ¡Por supuesto que no Paula!... sólo estaba pensando en la persona a la voy a mandar como encargado de los animales en Inglaterra.... acuérdate que ya se tienen que embarcar pasado mañana.
AP: Hugo es tu administrador, también está Consuelo o Pancho.
R: El trabajo es demasiado pesado como para mandar sola a Consuelo, y a Pancho lo necesito más aquí. En cuanto a Hugo, pienso que es el indicado, pero desconoce muchas cosas esenciales y no quisiera que tuviera problema con los ingleses... además, le falla el idioma.
AP: ¿Y entonces qué vamos a hacer?
R: Pues tendría que ir yo.
AP: ¡Pero Rogelio, te vas a ir un mes antes del evento!... Amor, la hacienda te necesita, pero sobre todo tus hijos y yo.
R: Lo sé Paula, pero solamente sería poco más de un mes, (acaricia su rostro), comprende que los eventos aseguran el mercado por varios años y este negocio es el patrimonio de nuestros chamacos.
AP: (se levanta), ¡Lo comprendo!, aunque no me gusta que estés tan lleno de trabajo, además, ya casi no compartimos tiempo como familia y yo..., (hace una pausa)... Rogelio, deberías considerar el contratar más gente.
R: Ya tenemos suficiente personal Paula.
AP: Sí pero yo me refiero a que necesitas más apoyo en el manejo de la hacienda... Hugo y tú no se dan abasto.
R: ¡Dices lo mismo que Ernesto!
AP: (¿?), ¿Qué te dice Ernesto?
R: Eso de contratar a alguien... nada más que le dije que para hacerlo me gustaría que fuera una persona muy honesta, porque con las malas experiencias que hemos tenido, no quisiera arriesgarme a meter a la hacienda otra ponzoña como Bruno.
AP: No toda la gente es como Bruno.
Paula toma sus manos y lo hace que se levante para abrazarlo.
AP: No eches en saco roto lo que te dice Ernesto... Mi amor, no puedes continuar así, últimamente te he notado más cansado de lo normal y sé que algo te sucede.
R: (sonríe), ¡No me pasa nada Paula!, es lógico que este ritmo de trabajo me canse, pero pasando la convención te prometo que voy a tomarme unos días para reponerme, (con su mano levanta el rostro de su esposa), ¿estás de acuerdo?
AP: No mucho, pero nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión.
Rogelio acerca su rostro y la besa unos breves segundos porque tuvieron que separarse al instante en que Hugo entra al despacho.
Hugo: (apenado), ¡Perdón patrones!, no fue mi intención interrumpirlos... vuelvo luego.
AP: Espera Hugo, yo ya me voy al Rancho, (besa a su esposo), nos vemos más tarde amor.
R: Hasta la tarde mi amor.
Paula sale del despacho y se dirige a su recámara por sus hijos para alistarlos porque iba a llevarlos con ella al Rancho. Enseguida va por María y le deja instrucciones a Juanita, luego entra la sala donde se encontraba Vanesa haciendo unas llamadas, (Valeria jugaba con su muñeca).
Vanesa: Muchas gracias señorita... entonces en cuanto regrese mi esposo pasamos a verla... adiós, (cuelga).
AP: Disculpa la intromisión Vanesa, ¿estabas hablando al hospital donde está tu mamá?
Vanesa: No Paula, estaba hablando con una vendedora de bienes raíces... ¿recuerdas que te mencioné que Ricardo quiere quedarse en Tuxtla?, (Paula asiente), bueno, pues estoy tratando de encontrar una casa que podamos comprar.
AP: ¿Y por qué buscas casa si tienes la que te dejó nuestro padre?
Vanesa: Así como lo ves, Ricardo tiene su orgullo y no quiere utilizarla porque dice que no estaría a gusto viviendo de mis bienes.
AP: ¡Pues sí que es muy orgulloso!, (se sienta a su lado), ¡Oye Vanesa!, ahora que se aclaró el mal entendido con Edward, ¿Ricardo no seguirá trabajando en el Hipódromo?
Vanesa: El señor Sanders le pidió que siguiera al frente, pero Ricardo no quiso, (pensativa), creo que ese trabajo no era exactamente a lo que quería dedicarse.
AP: ¡mmm!,... ¿Y se va a conseguir uno aquí?
Vanesa: Me dijo que en la exposición del D. F., un ganadero le ofreció trabajo en su hacienda... parece que es muy mayor y no tuvo hijos varones, por eso Ricardo se quedaría como encargado. Pero sería hasta Monterrey y siendo sincera, no quisiera que lo aceptara porque tendríamos que irnos a vivir allá.
AP: ¿Pero ya es seguro lo del empleo?
Vanesa: Con todo lo que pasó aún no se comunica con ese señor... (¿?), ¿Pero por qué me preguntas todo esto?
AP: No es por nada malo Vanesa, (se levanta), ya tengo que irme, dejé varios pendientes en el Rancho.
Vanesa: Entonces nos vemos por la tarde.
AP: Por cierto Vanesa, ¿vas a salir?
Vanesa: Sí... voy a San Gabriel a ver al ginecólogo porque quiere asegurarse que mi bebé ya está bien, y de ahí voy a llevar a Valeria a que juegue en el parque.
AP: Bueno, entonces antes de irte pasas con Rogelio para que él sepa que no vas a estar, y te asigne a un peón que te lleve a San Gabriel.
Vanesa: No es necesario que me lleven... Ricardo me dejó el coche y puedo irme sola.
AP: ¡Por favor Vanesa, haz lo que te digo!... antes de irse Ricardo me pidió que cuidara bien de ti y de Valeria, y si no fuera porque tengo que firmar unos documentos, yo misma te llevaba... por eso, prométeme que no vas a salir sola.
Vanesa: Está bien... te prometo que no me voy sola.
AP: Espero que cumplas... nos vemos más tarde.
Paula sube a la camioneta donde ya la esperaba María con los niños y sale de la hacienda. Al rato Vanesa va al despacho a avisarle a Rogelio que saldría con su hija. Él le pide a Benjamín que la lleve y que se asegure de que nada le pase.
San Gabriel – Fonda de Macaria y Ulises:
Alejandro esperaba a su novia para ir juntos a la hacienda y finalmente informar a sus amigos sobre la buena noticia. Pero tenía más de veinte minutos ahí, y de Dany, ni sus luces.
Macaria: (se sienta enfrente), Dany ya se tardó bastante, ¿no?
Alejandro: Debe haber mucho trabajo en la clínica, (sonríe), cuando uno tiene tiempo, el otro no.
Macaria: ¡Hay sí!... usted es abogado y Dany enfermera, eso debe complicarles la relación, pero se nota que ambos se quieren mucho... ¡Sabe!, me alegra que Dany esté contenta, con lo de Miguel pensé que nunca volvería a ser feliz, (melancólica), ¡Pobrecita!, sufrió bastante cuando ese muchacho murió, ¡es que lo amaba...
Macaria se calla de repente y observa la reacción de Alejandro que a pesar del comentario, se veía tranquilo, aunque incómodo.
Macaria: ¡Hay Licenciado!, ¡discúlpeme!... no quise decir esa tontería.
Alejandro: El haber querido decirme que "Lo amaba con toda su alma", es algo que ya sé Macaria... no se angustie. Además, mi intención no es ocupar un lugar que nunca será mío.
Macaria ya no sabía qué decir para arreglar las cosas pero por buena suerte, Dany llego hasta ellos y lo primero que hace es besar a su novio.
Dany: ¡Hola Macaria!, (a su novio), ¡Perdón por el retraso!, espero que no tengas mucho esperándome.
Alejandro: No te preocupes Dany, acabo de llegar.
Dany: ¡Mentiroso!, te conozco y sé que llegaste desde hace rato, (orgullosa), ¡No hay hombre más puntual que tú en todo San Gabriel!
Macaria: Dany, tengo que decirte...
Alejandro: Macaria por favor, ¿me trae la cuenta?... Dany y yo tenemos que ir a la hacienda del Fuerte.
Macaria: (se levanta), como quiera Licenciado.
Macaria saca de su ropa una libreta y le muestra a Alejandro la cantidad escrita. Él le da un billete y le pide que guarde el cambio, después toma la mano de su novia y se van al coche. Macaria se había quedado muy preocupada por su indiscreción, pero no podía hacer nada para cambiar lo que dijo.
En el auto:
Dany: En verdad siento haber llegado tarde, pero tenía motivos.
Alejandro: ¿Por alguna emergencia?
Dany: No exactamente, (sonríe), es que pasé a la iglesia del pueblo para solicitar informes.
Alejandro: (¿?), ¿La iglesia dices?
Dany: Sí,... (Nerviosa), ¿no quieres que nos casemos por la iglesia?
Alejandro toma su mano y le da un beso mientras le muestra una gran sonrisa.
Alejandro: ¡Claro que sí Dany!... disculpa la forma en que lo dije. Pero es que nunca pensé que tú quisieras casarte conmigo por la iglesia.
Dany: ¿Y por qué no habría de querer casarme contigo por la iglesia?, (aproxima su rostro al de él), te amo Alejandro y es por eso que deseo que Dios bendiga esto que siento por ti.
Alejandro le da un beso y al separarse se queda inmerso en su mirada.
Alejandro: ¡Gracias Dany!... no tienes idea de lo feliz que me haces al entregarme tu cariño.
Dany: (¿?), ¿Mi cariño?, Alejandro, no te estoy ofreciendo sólo mi cariño, sino también mi a...
El celular de Alejandro comienza a sonar y aunque había pensado en no contestarlo, lo hace porque era una llamada que esperaba desde la mañana.
Alejandro: (sonriente), ¡Hola Fabiola!, ¿cómo estás?... me alegro... justamente iba a comunicarme contigo para informarte que el señor Archer se fue ésta mañana a Estados Unidos junto con el testigo que necesitábamos. En cuanto vea si es posible reabrir el caso, yo salgo para allá... ¿de veras?... entonces paso por ti al D. F.... cuídate mucho y no te trasnoches o si no tendré que irme sin mi mejor colega... hasta luego.
Dany: (¿?), ¿Quién era Alejandro?
Alejandro: Fabiola Sánchez Pineda... los dos estuvimos bajo la tutela de mi tío... nuestro sueño era convertirnos en grandiosos abogados, (admirado), Fabiola es una de las mejores investigadoras que puede haber en el D. F.... ¿recuerdas que te dije que la información que obtuve de Ricardo Archer, me la proporcionó ella?
Dany: (celosa), ¡Sí, ya recuerdo!, y por lo que oí, vas a irte con ella a Estados Unidos ¿verdad?
Alejandro: Es que ella es la abogada del cliente que inició el proceso contra James Clayton.
Dany: Sí pero, ¿no se supone que ya no tiene permiso para permanecer en Estados Unidos?
Alejandro: Le pedí al señor Sanders que la asignara como abogada de su empresa. De esa manera, Fabiola puede volver a residir en Estados Unidos.
Dany: Menos mal.
Alejandro: (Acaricia su cara), no sabes lo mucho que me encantaría llevarte, pero ya tomaste todas tus vacaciones y el trabajo en la clínica es cada vez mayor.
Dany: (seria), no te preocupes, además, ¿en qué te puede servir una simple enfermera, si cuentas con el apoyo de una excelente abogada?
Alejandro: El único apoyo que necesito para salir adelante, es tu cariño.
Dany: (voz baja), ¡otra vez esa palabra!
Dany se aproxima a su novio y con sus manos toma su rostro.
Dany: Alejandro, tengo que aclararte algo muy importante.
Alejandro: No es necesario que me digas nada Dany, porque conozco de sobra cómo está nuestra situación... Yo sólo pido que me permitas estar a tu lado, hasta el momento en que la vida te devuelva a quién perteneces.
Dany: (¿?), ¿De qué hablas?
Él iba a responder, pero un leve golpe en la puerta del lado dónde estaba Dany los sobresalta. Ella voltea y ve a Vanesa con Valeria en brazos.
Dany: (baja del auto), ¡Vanesa!, ¿no me digas que Ana Paula te dejó venir sola?... pero que imprudencia de ese par... si bien claro escuché cuando tu esposo le decía a mi amiga que por nada del mundo te perdiera de vista.
Vanesa: No me dejaron sola, vine con Benjamín... pero como se retrasó mi consulta, él tuvo que irse para la hacienda porque al parecer Rogelio necesitaba unos documentos que se trajo sin querer, (señala una camioneta blanca), por suerte Ernesto salía de guardia y se ofreció a llevarme. Y como le dijiste que ustedes iban a la hacienda a dar una noticia, él también se apunta para oírla junto con su familia.
Alejandro: (desde el auto), Pues siendo así, ¡vámonos todos para la hacienda!
Alejandro baja de su coche para pedirle a Vanesa que le dé a la niña y junto con su novia, llevan a ambas hasta la camioneta y luego parten a la hacienda.
Pastizales del Rancho la Negra:
Consuelo y Paula supervisaban que la cosecha estuviera en buen estado. Consuelo le explicaba a su patrona, que pronto comenzarían a enviarse a la procesadora de Sinaloa, pero Paula parecía estar en otro mundo porque en ningún momento respondió a lo que le decían.
Consuelo: Patrona... (Voz alta), ¡Patrona!, ¿me escucha?
AP: (¿?), ¿Qué sucede Consuelo?
Consuelo: ¿Qué tiene patrona?... la noto preocupada y en el rato que tenemos aquí, no ha puesto atención a lo que le decía de la cosecha.
AP: ¡Sí te oí Consuelo!
Consuelo: ¿En serio?... ¿y qué le dije?
AP: (¿?), Pues... creo que dijiste que mañana iban a salir unos camiones para Guerrero con un cargamento de carne.
Consuelo: Eso se lo dije cuando llegó al Rancho... ahora estamos revisando la cosecha de verduras.
AP: (se toca la cabeza), discúlpame Consuelo... mira, hoy no podré estar al cien por ciento, así que te firmo todo lo que necesites para enviar los cargamentos y me regreso a la hacienda.
Consuelo: ¿Sucede algo malo en la hacienda?
AP: No... ahí todo está en orden gracias a que Rogelio trabaja día y noche para sacarla adelante. Lo que me preocupa es que se está descuidando.
Consuelo: En eso tiene razón... hace unos días Hugo me platicó que el patrón andaba medio raro y que constantemente se soba su cabeza y que así se va a cuidar al ganado cuando sale a pastar.
AP: ¿Y por qué va él y no Pancho?
Consuelo: Porque Pancho anda del otro lado cuidando a los demás animales. La diferencia es que él sí se lleva a unos cuantos peones para que lo ayuden y el patrón se va solo.
AP: (enojada), ¡ese Rogelio!, siempre queriendo hacer las cosas sin ayuda de nadie... pero cuando regrese a la hacienda me va a oír.
Paula y Consuelo continúan con su recorrido. Al atardecer y después de firmar unos documentos, ella, los niños y María, vuelven a la hacienda.
Estados Unidos – Cafetería:
Edward y Ricardo habían ido a las oficinas de la policía para solicitar la reapertura del caso de la muerte del padre de éste último. Al principio se negaron a hacerlo, pero finalmente el apellido y el dinero de Edward pesaron más y aceptaron iniciar nuevamente el proceso contra James. Como estaban algo cansados por el viaje y las horas que estuvieron declarando, decidieron sentarse a tomar un café, (Ricardo además pidió un platillo de carne con papas fritas).
Edward: ¡Tú no cambias!, comes mucho pero tienes la suerte de no subir de peso.
Ricardo: Es que nunca dejé las competencias y eso ayuda... aunque de qué te quejas, tú estás en forma.
Edward: Me mantengo en mi peso, pero quieras o no, ya no tengo la condición que tenía antes... ¿qué clase de ejercicio puede hacer un futuro ciego?, (serio), ¿crees que Jennifer tenga problema para aceptarme así?
Ricardo: ¿Te refieres al peso?... ¡ya te dije que estás en forma!
Edward: No hablo de mi peso... me refiero a que me estoy quedando ciego.
Ricardo: Tú la amaste con todo y su discapacidad... Si no estuviste a su lado, fue por culpa de mi intromisión.
Edward: Eso no fue lo que te pregunté.
Ricardo: No pero está asociado... a lo que quiero llegar es que si tú estabas dispuesto a aceptar a una mujer inválida, Jennifer estaría mucho más que dispuesta a casarse contigo aún si te quedaras ciego.
Edward: Puede ser, pero todavía falta que sepa lo que hice.
Ricardo: Ese sí puede ser un inconveniente... Jennifer perdona muchas cosas, pero ese error siento que no lo perdonará tan fácilmente.
El celular de Edward suena. Él tarda un poco en contestar porque primero se quitó los lentes para ver de quién se trataba.
Edward: (fastidiado), ¿Qué quieres?
Helena: ¡Huy!, ¡qué bueno que te da gusto escuchar mi voz!
Edward: Al grano Helena... no tengo tiempo como para perderlo en tonterías.
Helena: Está bien, voy a ir al grano... Ed querido, antes de que te fueras a Estados Unidos, te pedí que me consiguieras trabajo con tu socio de Tuxtla, pero ya tengo más de siete horas y aún no me has confirmado nada.
Edward: Aún no hablo con él. Si gustas llamarme mañana en la tarde, tal vez te tenga una respuesta.
Helena: ¿Hasta mañana?... ¿no me digas que ya estás en los brazos de tu amada y por eso no te importa mi situación?
Edward: (molesto), ¡mira Helena!, hay temas que no pienso discutir contigo, así que sí me disculpas tengo que colgar.
Helena: No te atrevas a colgarme Ed, porque...
Edward cuelga y Helena de coraje arroja el celular al suelo, (estaba en una habitación de hotel).
Ricardo: Al parecer no podrás deshacerte de esa mujer.
Edward: Espero que pronto entienda que lo nuestro no podía ser mientras siguiera enamorado de Jennifer.
Ricardo: El capricho es más grande que el amor... esa mujer no va a descansar hasta que consiga de ti lo que buscaba.
Edward: Y según tú, ¿qué buscaba?
Ricardo: No lo sé, pero mejor deberías ignorarla... ¿no te parece que insiste mucho en trabajar con Rogelio?
Edward: Ella dice que es porque necesita un trabajo cerca de Oaxaca... De verdad me gustaría ignorarla, pero estuvo conmigo durante casi dos años, me aguanto muchas cosas y la peor fue dejarla a unos días de casarnos... Quiera o no, debo reparar ese error.
Ricardo: Como quieras... Si tu cargo de conciencia es más grande que tu precaución, no hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión. Sólo te pido que seas cauteloso con esa mujer.
Edward: Así lo haré, no te preocupes.
Ricardo termina de comer y enseguida ambos se dirigen a la casa de Edward a descansar.
Hotel de Tuxtla:
Helena estaba parada cerca de la ventana del cuarto tomando un coñac y maldecía la grosería que acababa de recibir de parte de Edward. David entra y deja en la mesa de centro una bolsa con comida.
David: Espero que ese coñac lo estés tomando para celebrar tu nuevo empleo.
Helena: ¡Ed no ha llamado a su socio!... yo pienso que lo mejor es irnos a Europa con lo que conseguiste del último empresario al que estafaste, porque como están las cosas, lo único que va a suceder es que todo se nos acabe rentando cuartos de hotel.
David: ¡En serio que no tienes cerebro!, (alterado), ¿acaso crees que eso nos alcanza para vivir en Europa?... ¿no sé cómo demonios se me ocurrió asociarme con una mujer tan idiota como tú?... no sólo no conseguiste casarte con Edward, sino que también se lo entregaste en bandeja de plata a Allison.
Helena: (irónica), ¡y eso es lo que en verdad te molesta!... ¡lástima queridito!, en poco tiempo ellos van a estar juntos para toda la vida.
David: (se ríe), ¡yo no soy tan estúpido como tú!... te aseguro que Edward no podrá recuperar el amor de Allison.
Helena: ¡Sí claro!... ¡eso es lo que tú quieres creer!, pero la lisiada siempre lo ha amado y dudo que ahora que tiene la oportunidad de poseerlo, lo deje ir.
David: Estoy seguro que ni siquiera querrá verlo porque ella sí tiene dignidad, ¡no como otras mujeres que conozco!
Helena: (¿?), ¿Y cómo puedes afirmarlo?
David: Yo sé mi cuento... (Camina hacía la puerta), me voy a dormir y te aconsejo que hagas lo mismo porque mañana temprano salimos para San Gabriel.
Helena: ¿Qué no escuchaste que Ed no le ha llamado a su socio?
David: Si Edward no quiere conseguirte el empleo, ya buscaremos la manera de que lo obtengas sin su ayuda.
Helena: (¿?), ¿Y cómo voy a hacerlo?
David: Antes de contarte, quiero esperar a que el sentimiento de culpa de mi ex amigo, lo lleve a tratar de enmendar el daño moral que te hizo... (se ríe), ¡idiota!, si supiera que tú eras la verdadera mujerzuela y no Allison, haría hasta lo imposible por hacerte pagar la mentira que le dijiste, porque eso fue lo que lo alejó de ella, (toma bruscamente su barbilla), por cierto, deja de usar atuendos tan vulgares, Allison nada más muestra sus piernas, en cambio tú, enseñas casi todo el cuerpo... no quiero que por culpa de tu apariencia, la esposa del socio de Edward se niegue a recibirte.
David la suelta y sale de la habitación.
Helena: ¡Maldito James!... algún día te haré pagar todas tus humillaciones, ¡eso lo juro!
Hacienda del Fuerte:
Paula, sus hijos, Vanesa, Valeria, María y los amigos del matrimonio Montero ya habían terminado de cenar. Toda la tarde estuvieron platicando de varias cosas mientras esperaban a Rogelio, (se fue a Santa Catalina a ver a un cliente), pero éste nunca apareció. Cerca de las ocho de la noche, llega junto con Pancho y de inmediato va con su esposa para darle un beso.
R: ¡Hola amor!
AP: ¿Dónde estabas Rogelio?, me tenías muy preocupada.
R: Discúlpame Paula, luego te explico, (a todos), ¡buenas noches!, ¡lamento la tardanza!
Ernesto, Mercedes y Vanesa responden al saludo, (los niños ya se habían ido a dormir).
María: ¡Rogelio!... Dany y Alejandro llevan horas esperándote para dar una noticia importante y tú ni bueno fuiste de llamar para avisar que tardarías más de la cuenta.
Alejandro: No hay problema María, Dany y yo entendemos que Rogelio tiene mucho trabajo, así que no pasa nada.
Dany: Sí María... además es buena hora para darles ésta noticia que me tiene más que feliz, (toma la mano de su novio), a los dos, ¿verdad Alejandro?
Alejandro: (besa su mano), sí Dany... aunque yo soy el más feliz y agradecido con la vida por darme el mejor regalo que pudiera desear.
R: ¡Caramba!... yo esperaba que primero se casaran y luego se dieran ese regalo, pero si así sucedieron las cosas, ¡déjeme felicitarlos!
Rogelio se aproxima a Alejandro y lo hace que se levante para darle un abrazo.
R: ¡Felicidades Alejandro!, ahora que te encuentras en ésta nueva etapa de tu vida, espero aguantes los cambios de humor que va a tener Daniela.
Alejandro: (¿?), ¿De qué estás hablando Rogelio?
R: ¿Cómo que de qué?, pos del chamaco que van a tener.
Alejandro: (alterado), ¡Óyeme!, nosotros no estábamos hablando de eso.
R: (¿?), ¿Ah no?, ¿y entonces cuál es la noticia que quieren darnos?
Dany se levanta y entrelaza su brazo con el de su novio.
Dany: Lo que queremos decirles es que Alejandro y yo, (grita de emoción), ¡nos vamos a casar!
Ernesto y Mercedes abrazan a los novios, Vanesa los felicita de lejos y de un salto Paula se acerca a su amiga gritando de gusto.
AP: ¡Hay amiga!, ¡no sabes lo contenta que estoy por ti!... bueno, por los dos.
Dany: (sonriente), Pues sí tú estás contenta, ¡imagínate cómo estoy yo!... cuando Alejandro me lo propuso no podía creerlo... aún siento como si estuviera viviendo un hermoso sueño.
Mercedes: Eso nos pasa a todas, (medita), aunque yo fui la que le pidió a Ernesto que nos casáramos.
Ernesto: No me dejes en mal Mercedes... yo ya había planeado pedirte matrimonio, pero tú te me adelantaste.
Mercedes: ¡Sí cómo no!... si no hubiera tomado la iniciativa, seguramente en éste momento seguiría esperando a que te decidieras.
Todos se ríen y continúan con las felicitaciones hacia los futuros esposos. Minutos más tarde, Vanesa se retira a su cuarto argumentando que estaba cansada. La celebración del compromiso de Dany y Alejandro, terminó a las doce de la noche, y por lo tarde, los cuatro amigos se quedaron a dormir en la hacienda.
Recámara del matrimonio Montero:
En cuanto el matrimonio subió a su cuarto, Rogelio se cambio de ropa y se metió a la cama. Paula arrulló un poco a los gemelos pues con el ruido que hicieron al entrar, se habían despertado. Los pequeños no tardaron en volver a dormirse, y al ver a sus hijos sumidos en el mundo de los sueños, Paula sube a la cama para acomodarse junto a su esposo, (que también se encontraba profundamente dormido). Ella no podía dormir debido a la preocupación que desde hace días tenía por Rogelio. No sabía que le pasaba, pero presentía que era algo delicado.
AP: (susurra), por favor Dios mío, que esto que presiento no sea nada grave... porque si algo malo le pasa a Rogelio, yo me muero.
El sentimiento hizo que no pudiera contener el llanto y tratando de ahogar los sollozos, cubre su boca con sus manos. Gran parte de la madrugada estuvo sin poder dormir. Casi al amanecer, cae rendida sobre el hombro de su esposo. Para cuando despierta la luz del sol estaba en todo su apogeo. De inmediato voltea hacia la cuna buscando a sus hijos pero la encuentra vacía. El miedo la hizo levantarse aprisa... sale del cuarto en el momento que María iba pasando y choca con ella.
María: ¿Qué te pasa Paula?, ¿por qué estás tan alterada?
AP: ¡Los gemelos María!
María: (¿?), ¿Qué sucede con mis nietos?
AP: ¡No están en su cuna!
María: Claro que no están porque desde las ocho pasé a avisarte que el desayuno estaba listo y que todos los esperaban en el comedor, pero como vi que tú y Rogelio aún estaban dormidos, no quise despertarlos, así que me los llevé a mi cuarto para darles su biberón... luego se quedaron con Juanita mientras yo acompañaba a los muchachos a desayunar.
AP: ¿Y todavía siguen en el comedor?
María: (se ríe), ¿Pues a qué horas crees que son Paula?
AP: (¿?), No sé María... ¿son las ocho treinta?
María: No Paula... ya pasan de las once... los muchachos se fueron desde las nueve, la única en la casa es Vanesa, que por cierto, está jugando con Mary y Valeria en el patio.
AP: ¿Las once?... ¡no puede ser que me haya quedado dormida tanto tiempo!
María: No eres la única... Rogelio sigue igual ¿no?
AP: (¿?), ¿Rogelio no ha bajado?
María: No Paula... acabo de decirte que cuando entré al cuarto, los dos estaban dormidos... Mi niño en ningún momento ha bajado.
Paula palidece y regresa al cuarto. Al entrar ve a Rogelio en la misma posición de la noche anterior, pero nota que su pecho apenas y refleja su respiración. Con mucho miedo se acerca para tomar su pulso y al sentirlo débil, le grita a María para que entre.
AP: (nerviosa), ¡Rápido María!, dile a Pancho o cualquiera de los peones que venga... necesito que me ayuden a llevar a Rogelio a la clínica... si esperamos a que la ambulancia llegue, puede ser demasiado tarde.
María sale de la recámara y gritando pide que Pancho suba y que los demás peones preparen la camioneta. Pancho entra al cuarto detrás de María y enseguida Paula le dice que la ayude a sostener a Rogelio. Con algo de dificultad, logran acomodárselo para medio cargarlo y lo bajan por el elevador. Afuera, Hugo tenía lista la camioneta. Cuando colocan a Rogelio en la parte de atrás, (recostado en las piernas de Paula), Hugo saca el auto a toda velocidad rumbo a la clínica. Por la angustia de perder al ser amado, Paula percibió el camino tan largo como nunca antes lo había visto. Sus lágrimas comenzaban a mojar el rostro de Rogelio, sin embargo éste no abría los ojos. Al llegar a la clínica, Hugo junto con Pancho llevan a su patrón hasta el área que una de las enfermeras les indicó y otro enfermero los ayudó a recostarlo en una camilla. Paula llamaba con desesperación a un médico que pudiera atender a su esposo. Debido a los gritos, Ernesto sale de su consultorio y se encuentra con una Ana Paula temblorosa y con el rostro lleno de lágrimas. De inmediato pide que lleven a Rogelio a uno de los cuartos y llama a Mercedes para que intente tranquilizarla. Ella conduce a Paula a la sala de espera donde toman asiento, aunque no consigue mantenerla mucho tiempo sentada pues al poco rato se levanta y se la pasa dando vueltas de un lado a otro. Dany llega a la clínica para iniciar su día de trabajo, pero se topa con Paula en uno de los pasillos. Al verla en camisón y con un semblante de angustia en el rostro, le pregunta lo que le sucedía, pero su amiga parecía estar en otro mundo porque ni siquiera detuvo su caminata al momento de que Dany intentó abrazarla. Como de Paula no conseguiría nada, va con Mercedes, quien le explica lo poco que pudo ver. Media hora después, María también llega a la clínica. Lo primero que hace es ponerle una chamarra a Paula y con mucho trabajo consigue que se siente. Casi una hora tuvieron que esperar para que Ernesto saliera a darles noticias sobre Rogelio. El diagnóstico fue un agotamiento de alto grado, provocado por el sobre esfuerzo físico al que Rogelio estaba expuesto diariamente.
AP: ¡Por favor Ernesto, déjame ver a Rogelio!
Ernesto: En este momento están terminando de suministrarle un antibiótico que no hará efecto hasta dentro de unos minutos o casi la hora, así que lo mejor es lo veas después.
AP: ¿Qué tiene que ver el antibiótico?... ¡lo que yo te pedí es verlo!
Ernesto: Ana, Rogelio está inconsciente y debido al agotamiento no podrá ni siquiera escucharte.
AP: (desesperada), ¡te lo ruego Ernesto!, déjame estar con él.
Ernesto: Escucha Ana, lo que quiero es que vuelva en sí para ver si es prudente que reciba visitas.
AP: (llorando), Es que Ernesto...
María: (la abraza), Entendemos tu desesperación Paula, pero Ernesto sabe por qué te pide que esperes un poco... hija, tienes que pensar primero en lo que es mejor para Rogelio.
Al ver que no conseguiría nada, Paula se deja caer en el sillón. Dany se arrodilla frente a ella y le frota los brazos para calmarla. Ernesto se retira junto con Mercedes y María sale de la clínica regresando poco después con una bolsa de plástico que le entrega a Dany.
María: Dany, ¿podrías llevar a Paula al baño para que se cambie de ropa?
Dany: Por supuesto María, (susurra), el problema va a ser que ella quiera ir.
AP: (se levanta), no te preocupes Dany... voy a cambiarme... de todas maneras, algo me dice que Ernesto se llevó a Mercedes para que vigile que no me acerque al cuarto donde está Rogelio.
Dany toma del brazo a su amiga y ambas se van al baño. Luego de que Paula está lista, María la saca de la clínica para que coma porque ya casi eran la una de la tarde, y ella no había ingerido ningún alimento. Al principio se negó debido a que no quería separarse del lugar donde se encontraba su esposo, pero María terminó por convencerla. Sin embargo, Paula casi no probó nada de lo que le pidieron.
María: Paula, ¡cómete aunque sea la fruta!
AP: No tengo hambre María, (se frota la cabeza), en este momento no puedo pensar, hacer o sentir nada más que ésta angustia por Rogelio.
Macaria: (deja un café en la mesa), ¿qué te pasa Paula?
AP: Pasa que soy una estúpida por no darme cuenta antes de lo que le sucedía a Rogelio... ¡vaya enfermera que resulte ser!
Macaria: (¿?), ¿Cómo dices?
AP: Nada... no me hagas caso.
María: (se pone de pie), Macaria, te encargo un momento a Paula... acabo de recordar que dejé a Benjamín esperándonos en la camioneta y quiero decirle que se regrese a la Hacienda.
Macaria: No es necesario que se vaya, ¿por qué no mejor le llama desde la tienda?... me imagino que todos los peones tienen celular.
María: Sí pero él es nuevo y aún no se le asigna ninguno... no te preocupes mujer, no me tardo nada.
Macaria: (en su oído), eso espero María, porque así como está la patrona, tengo miedo de que se me ponga mal.
María palmea su hombro y luego se encamina hacia la clínica. Macaria se sienta frente a Paula y para distraerla, le platica los chismes del pueblo.
Estados Unidos – Compañía Smith:
Laura estuvo en junta toda la mañana con otro de los socios de la compañía. Al llegar a su oficina, se recuesta en el respaldo de la silla tratando de relajarse por tantas presiones que tenía desde que su amiga la dejó sola.
Secretaria: Excuse me Licenciada Ramírez, afuera se encuentra una persona que desea verla.
Laura: ¿De quién se trata?
Edward: (entrando), ¡Soy yo Licenciada!
Laura: (¿?), ¡Señor Sanders!... ¿qué hace aquí?
Edward: Vine a buscar a Jennifer, pero su secretaria me dice que salió de viaje... Como sé que usted es su mejor amiga, quiero pedirle que por favor me diga dónde puedo encontrarla.
Laura: (sarcástica), ¿después de dos meses se acuerda de ella?... señor Sanders, lamento mucho tener que decirle que ni siquiera a mí me dijo a donde se iba.
Edward: Llámeme Edward... y comprendo su molestia... me porte como el peor de los patanes con ella, pero he venido a enmendar todas las cosas malas que le hice.
Laura: ¡Qué lástima que perdió su tiempo!
Laura se levanta y se dirige a la puerta.
Laura: Disculpara mi descortesía, pero tengo trabajo y no puedo malgastar mi tiempo con usted, (señala la salida), ¡qué tenga un buen día!
Edward intenta decir otra cosa, pero se da cuenta de que Laura no cambiaría de opinión, así que se encamina lentamente hacia la puerta. En el momento que iba llegando al elevador Laura lo llama.
Laura: Señor Sanders, si de verdad le interesa disculparse con Jennifer, le recomiendo que le pregunte a Henry Smith Collins por su paradero.
Edward: ¿Y él es el único que puede decírmelo?
Laura: Sí.
Edward: (voz baja), ¡qué mala suerte tengo!... gracias Licenciada, con permiso.
Edward entra al elevador y al cerrarse la puerta, la secretaria se acerca a Laura.
Secretaria: ¿Por qué lo mandó con el Licenciado Henry?... la última vez que lo vi, estaba furioso por culpa del señor Sanders.
Laura: Lo sé, y justamente por eso le dije que fuera a verlo, (da la media vuelta para regresar a su oficina).
Ricardo esperaba a Edward dentro del coche, (hacía de chofer).
Edward: (entra al auto), tenemos que ir a New York.
Ricardo: ¡No me digas que está con Henry!... sabes amigo, te recomiendo que la olvides y mejor busques a otra mujer si es que no quieres que te maten.
Edward: Sin Jennifer estoy muerto en vida, así que no discutas y llévame con él.
Ricardo: ¡Cómo quieras!, pero eso sí te advierto... entras solo.
Ricardo enciende el coche para ir hacia la oficina del hermano mayor de Jennifer.
San Gabriel – Fonda de Macaria y Ulises:
David y Helena rentaron un cuarto en la pensión del pueblo. Durante toda la mañana, Helena estuvo marcándole a Edward para saber si ya tenía una razón sobre el empleo, pero éste nunca le contesto y eso provocó una discusión con David. Furioso y arto de la ineptitud de su socia, David sale de la pensión a dar una vuelta. Al pasar por la fonda, se le antoja tomar algo de beber. Macaria se levanta para ofrecerle la carta, pero él sólo pide una botella de whisky. Mientras espera a que se la traigan, mira a todos lados y su vista se detiene en Paula. La belleza natural que ella reflejaba, lo motivó a levantarse para dirigirse a su mesa.
David: ¡Buenas tardes señorita!
AP: (levanta la vista), ¿qué quiere?
David: (¿?), ¡Discúlpeme!, no quería importunarla, pero como no pertenezco a éste país y vengo solo, quise ver si usted me podía ayudar con el problema que tengo.
AP: ¿Acaso tengo apariencia de guía turística?... si quiere que lo auxilien en su recorrido por éste lugar, vaya a la comisaría para solicitar informes.
David: (se ríe), Iniciamos mal señorita, le pido perdón por mi falta de caballerosidad, (extiende su mano), soy David Santana Carpio, un placer señorita...
AP: Señora... y mi nombre es Ana Paula Carmona de Montero.
David: (¿?), ¿De Montero?... ¡no me diga que usted es la esposa del señor Rogelio Montero!
AP: (¿?), ¿Conoce a mi marido?
David: Lo conozco por mi hermana.
AP: (¿?), ¿Su hermana?... (Celosa), ¡dígame!, ¿quién es su hermana y en dónde conoció a Rogelio?
David: En realidad mi hermana nunca lo ha visto, pero lo conoce de nombre porque ella era prometida de Edward Sanders... el socio de su marido.
AP: ¿En serio?... ¡qué mundo tan pequeño!
David: ¡Qué bueno que la encontré señora!... mi hermana hablo con Edward para pedirle trabajo aquí en Tuxtla, pero él aún no confirma nada y me gustaría que usted le permitiera unos minutos para que le platique sobre el problema que tiene.
AP: (se levanta), mire señor, en este momento no tengo cabeza como para prestarle atención al relato que me va a dar... además, los problemas de su hermana con Edward, no son asunto mío... ahora sí me disculpa, tengo que irme.
Paula pasa a un lado de David y baja las escaleras para regresar a la clínica. Él aún mantenía la mano estirada a la espera del saludo que ella no quiso corresponder.
David: (cierra su puño), ¡qué mujer tan brava!... pero es muy hermosa y sólo por eso voy a pasar por alto su grosería, (ríe), al menos por el momento.
Macaria llega con la botella que le pidiera. David le paga y se retira porque según él, le surgió un asunto importante. Macaria se da cuenta que Paula ya no se encontraba en el lugar donde la dejó y sin más se echa a correr para buscarla.
Clínica de San Gabriel:
Paula se dirige al consultorio de Ernesto y sin tocar entra haciendo que él se exalte porque no la esperaba.
Ernesto: Ana, no es que quiera verme grosero, pero te pido que la próxima vez toques antes de entrar.
AP: ¡Escúchame Ernesto!, de todas las cosas que puedes impedirme, la de no ver a mi esposo es la única que no te voy a tolerar... (Alterada), acabo de preguntar en qué habitación está Rogelio, y ninguna de las enfermeras quiso decírmelo... eso sin contar que Mercedes no me dejó pasar al área de internación.
Ernesto: Lo siento Ana, pero Rogelio sigue inconsciente y debido a que estamos tratando de controlar su presión, prefiero que nadie entre por el momento.
AP: Pero Rogelio nunca ha tenido problemas de hipertensión.
Ernesto: El problema es la anemia severa que presenta... esa es la que nos está dificultando estabilizarlo.
AP: (¿?), ¿Anemia?... ¿Rogelio tiene anemia?... Ernesto, ¿él lo sabe?
Ernesto: Desde que diste a luz se ha estado tratando ese padecimiento.
AP: ¡No puede ser!, ¡Dios mío, esto ya es demasiado!... (Comienza a sollozar), Ernesto, por lo que más quieras, déjame verlo, aunque sea cinco minutos.
Ernesto: (suspira), Está bien Ana... pero sólo cinco minutos.
AP: ¡Gracias Ernesto!
Ernesto encamina a Paula hasta la puerta de la habitación donde se encontraba Rogelio. Ella entra sola y se queda parada unos segundos mirando hacia la cama. El ver nuevamente al ser que ama en una situación de peligro, hace inevitable que las lágrimas aparezcan.
Lentamente se aproxima a Rogelio, y con su mano, acaricia delicadamente su cara.
AP: ¿Por qué siempre estás ocultándome cosas?... Rogelio, te he disculpado muchas mentiras y sé que ésta también habré de disculparla porque te amo... pero hay una sola cosa que jamás te perdonaría... y es el que me dejes sola, (recarga su frente en la de él), mi amor por favor, ¡despierta!... ¡yo no puedo soportar éste dolor que me está lastimando el alma!... nuestros hijos necesitan a su padre y yo necesito de tu fuerza... necesito ver tus ojos, escuchar tu voz, sentir tus caricias... Por eso te suplico que no me abandones aún... todavía hay mucho camino que quiero recorrer a tu lado.
A pesar de las palabras y los besos que Paula le daba. Rogelio no abrió en ningún momento los ojos, ni mostró alguna reacción que diera a entender que escuchaba lo que le decía. El tiempo que le permitieron estar con él pasó muy rápido. Ernesto entra y le pide que lo acompañe al consultorio. Paula ya no tenía fuerzas para oponerse, así que dejándose conducir por su amigo, camina hacia la puerta, pero una débil voz hace a ambos detenerse. Ella de inmediato se suelta del agarre de Ernesto y corre a abrazar a Rogelio, (que mantenía los ojos cerrados).
R: ¡Paula!
AP: ¡Rogelio mi amor!... pensé que no me habías escuchado.
R: Sí te oía, pero no puedo moverme, ni mucho menos hablar bien.
Ernesto: Eso es porque el agotamiento hace que tu cuerpo se encuentre paralizado... cada músculo está inerte y aunque quieras, no puedes moverte a voluntad.
R: ¿Es como si nuevamente estuviera paralítico?
Ernesto: Más o menos, pero no te preocupes, ya te suministramos antibiótico y en veinticuatro horas verás cómo tu cuerpo recupera fuerza.
AP: ¿Entonces ya está fuera de peligro?
Ernesto: Aún no porque tenemos el problema de la anemia. De todas formas, el que haya vuelto en sí y pueda hablar, es un alivio... esto significa que está reaccionando mejor de lo esperado... Bueno Ana, es hora de que lo dejemos descansar para que termine de reponerse.
AP: Pero Ernesto...
Ernesto: ¡Ah no, Ana!, tú me pediste cinco minutos y ya casi llevamos diez, así que por favor, vámonos.
R: Mi amor, ve con Ernesto, de todas formas aunque quiera no puedo abrir los ojos y tengo tanto sueño que no tardo en quedarme dormido otra vez. Además, tienes que checar el asunto del ganado que sale mañana a Inglaterra... recuerda que hemos trabajo mucho como para tirar a la basura todo nuestro esfuerzo.
AP: Tienes razón Rogelio, no voy a permitir que tu trabajo se pierda... pero usted señor Montero, me tiene que prometer que hasta que no estés completamente recuperado, dejarás de preguntar por los asuntos de la hacienda.
R: (trata de sonreír), ni fuerzas tengo para negarme... ¡te lo prometo!
Paula le da un beso en los labios que parecía eterno, (para Ernesto que no sabía a dónde voltear).
Ernesto: ¡Ana!... Rogelio ya se ha de haber dormido y tú sigues ahí.
AP: (se separa), No está dormido porque me correspondía el beso.
R: Más bien, se aprovecha de que no me puedo mover.
AP: ¡Rogelio!
Ernesto: (se ríe), si ya estás haciendo tus bromas, seguramente en unos días podré darte de alta, (toma el brazo de Paula), Vámonos Ana, Rogelio tiene que descansar.
AP: Sí... regreso más tarde amor.
R: Aquí te espero.
Ernesto y Paula salen del cuarto y al instante Rogelio se queda dormido.
Estados Unidos – Oficina de Henry Smith:
El hermano de Jennifer era un hombre que rebasaba los cincuenta años, corpulento, cabello rubio (con bastantes canas), barba rubia, ojos azules, (con unas cuantas arrugas alrededor), piel blanca, y de vestimenta elegante. A pesar de la edad, físicamente se veía muy fuerte, (practicaba el boxeo).
Su secretaria le avisó que querían verlo y reclinado en la silla de su escritorio, esperaba a que entrara la persona que se había atrevido a lastimar a su hermana, (tocan a la puerta y da el paso).
Edward entra y camina despacio hasta quedar frente al escritorio. Henry lo miraba de manera dura e insistente.
Edward: ¡Buenas tardes Henry!
Henry: Ya han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos, pero tú estás casi igual que cuando tenías treinta... Llegué a pensar que con la clase de vida que llevabas te avejentarías.
Edward: (¿?), ¿De qué clase de vida hablas?
Henry: La vida de mujeriego.
Edward: Sobre ese tema Henry, déjame decirte que todo lo que se dice no son más que chismes, yo no...
Henry: (alza la voz), ¡no me interesan las explicaciones sobre tu vida íntima!
Henry se levanta para acercarse a Edward y sin mediar palabras le suelta un puñetazo que hace que éste caiga al suelo tirando sus lentes en el camino, (como Edward no levantó el rostro Henry no pudo ver el ojo de vidrio).
Henry: Siempre te consideramos un hombre digno de mi hermana... te dimos nuestro apoyo, nuestra amistad y confianza, (exaltado), ¿pero cómo nos pagaste?... ¡pagaste nuestra gratitud comprándole un verdugo a mi hermana!
Edward se pone sus lentes y se levanta con sangre en el labio.
Edward: (¿?), ¿Tú sabías del trato con James?
Henry: Hace unos días ese maldito me mandó un correo informándome del acuerdo al que llegaste con él... Si querías que mi hermana tuviera un esposo, ¿por qué no te ofreciste tú?... al menos así te hubiera salido gratis.
Edward: En ese entonces, tenía la idea de que ustedes no estarían de acuerdo en permitirle ser la esposa de un hombre mayor que ella.
Henry: Tu argumento es lo más estúpido que he escuchado en mi vida... mis padres tienen una diferencia de edad más grande que la de ustedes, pero han sido felices... nosotros sabíamos muy bien que mi hermana estaba enamorada de ti... por eso te pedimos que te consideraras parte de la familia.
Edward: Ustedes me conocieron el día de su accidente, ¿cómo puedes estar seguro de que me quería, si ella nunca pidió verme?
Henry: Cuando llegamos al hospital, fui el primero en entrar a verla... aún inconsciente no hacía otra cosa más que llamarte con ese nombre tan raro que usabas en las competencias... si hubieras entrado te habrías dado cuenta de su desesperación por ti... pero eso ya no importa... tú elegiste abandonarla, así que no comprendo que demonios haces aquí.
Edward: Vine a pedirle perdón por todo lo malo que le hice.
Henry: ¿Sólo eso quieres de ella?... ¡lárgate Sanders!, mi hermana no necesita tus disculpas ni te las ha pedido.
Edward: Lo siento mucho Henry, pero vine por ella y no me iré hasta no saber en dónde está.
Henry: Bueno, ya que no entiendes con palabras. Tendré que usar otros medios.
Henry vuelve a aproximarse a Edward y trata de golpearlo, pero se detiene debido al grito de su hermana. Ambos hombres dirigen su mirada a Jennifer que corre hacia Edward para limpiar su labio con un pañuelo.
Jennifer: ¿Te encuentras bien Edward?
Edward: Si Jennifer... no es nada grave.
Henry: ¿Qué estás haciendo aquí Jennifer?, ¿no se supone que tenías que haberte ido en el vuelo de las cinco?
Jennifer: Se canceló y nos hicieron el cambio para dentro de una hora. Como estaba aburrida vine a platicar contigo.
Henry: Estoy ocupado... el señor Sanders y yo tenemos un asunto que concluir y no quiero que estés presente, así que por favor, déjanos solos.
Jennifer mira a Edward y con su mano toma su mentón.
Jennifer: ¿Por qué estás aquí?... ¿viniste a ver a mi hermano?, (sonríe), ¿o a mí?
Edward: Vine por...
Henry: Viniste a decirle quién era tu mejor amigo, ¿no es cierto Edward?
Jennifer: (¿?), ¿What?... ¿Yo por qué habría de querer saber eso?
Henry: Pregúntale el nombre... sé de sobra que después de oírlo, querrás al igual que yo, que Edward desaparezca completamente de tu vida.
Jennifer: Pero yo...
Henry: ¡Pregúntale!
Jennifer: Edward, dime el nombre de tu mejor amigo.
Edward: Ese tipo dejó de ser mi mejor amigo desde hace mucho tiempo.
Jennifer: (tensa), ¿Y de quién se trata?
Edward: Su nombre es James Clayton Miller.
Lentamente, Jennifer suelta el rostro de Edward y se aleja un poco.
Edward: Por favor Jennifer, antes de que pienses cosas que no son, te pido que me dejes explicarte cómo pasó todo.
Henry: Yo no veo que tanto puedes explicarle si ese "todo" está muy claro... tú pagaste una cantidad enorme de dinero para que James se casara con mi hermana, ¿no fue así?
Edward: ¡No es cierto!, ¡jamás le pedí que se casara con ella!... lo que yo le pedí fue...
Jennifer: ¡Espera!... sólo hay una cosa que quiero saber, (se acerca a Edward), ¿tú sabías que estuve inválida?
Edward: Sí.
Jennifer: ¿Desde cuándo?
Edward: Desde el segundo día de tu accidente... pero eso no es lo importante... lo que quiero es que sepas que yo jamás le pedí a James que...
Jennifer: (levanta la voz), ¡ya te dije que eso no me importa!
Jennifer se aleja lo suficiente de Edward y se coloca al lado de su hermano mientras sus lágrimas comienzan a salir con rapidez.
Jennifer: Lo peor de mi matrimonio, fue que ese tipo me humilló como mujer... viví un infierno al lado de un hombre que no amaba... nunca pude cumplir como amante debido a mis limitaciones y eso lo llenaba de furia... soporte sus histerias, sus burlas y sus asquerosas manos en mi cuerpo... pero al final, siempre tuvo razón... ¿qué hombre querría como su mujer a una lisiada?... Edward Sanders, acabas de confirmarme que lo que él decía era verdad.
Edward: No Jennifer, si no estuve a tu lado fue debido a otro motivo, que nada tiene que ver con el hecho de que estuvieras inválida.
Jennifer: ¡Le pagaste para que fuera mi esposo!... ¿por qué?... ¿fue por lástima?
Edward: ¡Claro que no!... yo únicamente quería que te diera una esperanza convirtiéndose en tu amigo, pero fuiste tú quien decidió aceptarlo como esposo.
Jennifer: ¡La única esperanza que necesitaba, eras tú!... No tenías porque mandar a nadie más, pero para ti nunca he sido importante... si me hubieras tenido un poco de afecto, habrías estado a mi lado en ese momento tan doloroso de mi vida.
Edward: (se le acerca), ¡Perdóname!, si pudiera regresar el tiempo yo...
Jennifer: ¡Jamás voy a perdonarte el haberme entregado a otro hombre!... por culpa tuya mi autoestima como mujer se vino abajo... por eso me convertí en una coqueta... quería demostrarme que podía burlarme de los hombres de la misma forma en la que James se burló de mi... (Empieza a reírse), ¡ya estarás contento!, ¡ahora sí puedes comenzar a decir que soy una cualquiera, porque desde éste momento, te arrancaré de mi corazón y voy a buscar en quién sea, lo que tú no quisiste darme!
Jennifer sale corriendo de la oficina. Edward intenta seguirla pero la poca visión y los muebles que estaban en la oficina le estorbaban al grado de que en varias ocasiones se tropezó con ellos. Henry veía incrédulo como chocaba constantemente con las paredes. Aún con todos los obstáculos, Edward logró llegar al elevador, pero sólo para ver que las puertas se cerraban llevándose consigo a la mujer que amaba. Henry lo jala bruscamente de la solapa del saco.
Henry: ¿Qué le pasa a tu vista?
Edward se suelta del agarre con la misma brusquedad con la que lo jalaran.
Edward: ¡Ahora no Henry!, (a la secretaria), señorita, ¿me podría indicar en dónde están las escaleras?
Secretaria: Camine a su derecha y hasta el fondo verá dos puertas, la de su mano izquierda es para bajar.
Edward le da las gracias y tentando la pared llega a las puertas y entra en la que le indicaran. Henry no hizo ningún intento por seguirlo porque algo de le decía que de todas formas no alcanzaría a su hermana. Y tal como lo pensara, Edward sale del edificio pero no veía en ningún lado otro coche más que el suyo. Ricardo baja y le pregunta ¿qué había pasado?
Edward: ¿Viste para dónde se fue Jennifer?
Ricardo: (¿?), ¿Jennifer estuvo aquí?... bueno, luego me cuentas. Verás Edward, hace unos años Henry mandó a hacer una salida en la parte de atrás del edificio para que únicamente sirviera como entrada y salida de la familia Smith. Así que lo más seguro es que ella saliera por el otro lado.
Edward: (alterado), Sí sabías eso, ¿por qué estabas esperando aquí y no del otro lado?
Ricardo: Porque nunca pensé que Jennifer fuera a estar en la oficina.
Edward: ¡Discúlpame Ricardo!, estoy desquitando contigo el coraje que tengo por ser tan estúpido.
Ricardo: Para eso estamos los amigos... sino liberas ese sentimiento de impotencia, te vas a enfermar, (sonríe), no te desesperes, Jennifer terminará por perdonarte porque te ama demasiado.
Edward: No lo creo Ricardo... lo que le hicimos James y yo, es imperdonable.
Ricardo: Mira, mejor nos vamos para que descanses y mañana volvemos a la carga, ¿te parece?
Edward: (medio sonríe), No hay muchas opciones, así que apoyo tu idea.
Los dos suben a su coche y con velocidad lenta recorren el perímetro del edificio esperando encontrar algún coche en el que pudiera encontrarse Jennifer. Para cuando entienden que fue una pérdida de tiempo, retoman su camino a un hotel.
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