CAPÍTULO 33
Al término de la ceremonia de bautismo, los invitados junto con los padres se dirigieron a unas mesas dispuestas en el patio. Ahí los esperaban todas las personas del pueblo, (la misa fue privada). La mesa correspondiente a los padres y padrinos era larga, con flores de girasol a los extremos. Rogelio y Paula tomaron asiento en medio; al lado de él Jennifer y Edward, mientras que del lado de ella, Dany y Alejandro, (los bebés en brazos de sus respectivas madrinas). María, Margarito, Mary, Consuelo y Hugo en una mesa de junto, así como Laura, Ernesto, Mercedes y Gerardo en el otro lado.
El orgulloso padre dio unas palabras de agradecimiento a los presentes por compartir con ellos un día tan especial y luego pidió a los músicos que comenzaran a tocar. Todos platicaban muy animadamente, (a excepción de dos personas). Rogelio conversaba con su esposa sobre lo bella que estuvo la misa.
Mientras él hablaba, ella no dejaba de ver a las personas que bailaban en la pista. Él dirige su mirada hacia el lugar que veía su mujer y sin más le extiende su mano. Aún si saber con exactitud el motivo de su gesto, ella la toma.
R: ¿Me concedería ésta pieza señora Montero?
AP: (sonriente), ¡Por supuesto que sí señor Montero!
La pareja se levanta y sin soltarse de las manos se encaminan a la pista de baile. Rogelio coloca una mano en la cintura de su mujer y la otra la entrelazan.
La canción era romántica, lo que les permitía disfrutarse en ese vals que ambos deseaban compartir desde hace tiempo.
AP: ¡Bailas muy bien!
R: Y eso que llevo mucho de no hacerlo, pero como dicen "lo que bien se aprende nunca se olvida".
AP: Tienes razón, sólo que esto no es lo único que te faltaba por hacer.
R: (¿?), ¿No?, ¿A poco me falta otra cosa?
AP: Después de la cuarentena me dediqué a practicar con "Río" para que el día que vuelvas a montar, vayamos juntos a recorrer los lugares que más te gustan.
R: (serio), ¡Eso sí va a necesitar un poco de práctica!, antes debo poner en orden el trabajo y luego me doy un tiempo.
AP: Podemos practicar juntos, ¡No tienes idea de cuánto anhelo ir a pasear contigo!
R: Ya veremos, ahora señora Montero, sigamos disfrutando de éste maravilloso momento.
AP: Como digas, pero ni creas que se me va a olvidar lo que te pedí.
Rogelio le da un beso en sus labios y lentamente lo baja hasta su cuello. Paula se pierde unos cuantos segundos hasta que siente que se aleja.
R: Te aseguro que voy a encontrar una forma de hacer que se te olvide.
AP: No creo que se me olvide, pero si quieres intentarlo no me voy a negar, (habla en su oído), llevo mucho de no tener a mi esposo como quisiera.
R: ¡Eso se soluciona muy fácilmente!, lo bueno de tener padrinos para los chamacos, es que también se los puedes encargar por todo un día.
Paula mira hacia la mesa dónde ve a Alejandro y Dany platicando con sus rostros muy cerca y sonriendo como los novios enamorados que son. Pero por otro lado, observa que Jennifer y Edward apenas y se dirigen la palabra.
AP: Pues creo que te equivocaste al poner juntos a Jen y a tu socio, todo indica que no se soportan.
R: (mira hacia la mesa), Yo espero que dejen de lado sus problemas y se lleven mejor.
AP: ¡Pues lo dudo!, tu socio ni siquiera la mira.
R: Eso es por otra cosa.
AP: (¿?), ¿Y por qué cosa?
R: (la atrae más), luego te digo, mejor concentrémonos en nosotros.
AP: ¡Como diga señor Montero!
Los dos continúan bailando si dejar de mirarse y sonreírse.
En la mesa donde se encontraban los padrinos.
Alejandro miraba a su novia con su ahora ahijado en sus brazos y comenzaba a tener un extraño sentimiento que no podía describir.
Dany: ¿Qué tal me veo con un bebé en brazos?
Alejandro: (embobado), ¡te ves maravillosa!, tanto que hasta me dan ganas de...
Dany: (emocionada), ¿De qué?
Alejandro: De cargarlo... ¿me lo prestas?
Dany le sonríe y con mucho cuidado deposita a Federico en brazos de Alejandro. Al cargar el pequeño cuerpecito el sentimiento que tenía creció más.
Dany: ¿Verdad que es hermosa la sensación de tenerlo en tus brazos?
Alejandro: ¡Sí!, es extraño pero al mismo tiempo se siente bien.
Dany: A eso se le llama instinto paternal, (acaricia su mano), estoy segura que el día que decidas ser padre, serás de los mejores porque eres un hombre maravilloso.
Alejandro: (nervioso), Yo quiero... bueno, en realidad yo quisiera...
Dany: Lo siento Alejandro, creo que me adelante varios años. Todo a su tiempo, algún día tendrás esa ilusión.
Alejandro: ¡Sí!, algún día la tendré.
Al otro lado Jennifer había escuchado lo que platicaban y voltea a mirar a Edward queriendo encontrar alguna reacción de su parte, pero él únicamente veía hacia el frente. En un impulso, mueve su mano cerca de su rostro haciendo que lo gire para verla.
Jennifer: ¡Sabe señor Sanders!, llevamos treinta minutos sentados aquí, más los cuarenta de la misa y en ningún momento ha cargado a su ahijado.
Edward: No soy bueno cargando bebés.
Jennifer: ¿Pues a cuántos a cargado?, bueno, ¡para qué le pregunto si ha de tener un sinfín de hijos regados por el mundo!
Edward: ¡No tengo ningún hijo!, ¿y usted?
Jennifer: Tampoco, pero como toda mujer, ese es uno de mis deseos.
Edward: Entonces me imagino que se está esmerando en encontrar al candidato perfecto que funja como padre.
Jennifer: ¿Qué es lo que me quiso dar a entender?
Edward: Tal vez lo mismo que usted me dio a entender a mí con su comentario.
Jennifer: ¿Qué clase de hombre se desquita de una dama?, pensé que los ingleses tenían más educación.
Edward: (¿?), ¿Cómo supo que soy inglés?
Jennifer: (tensa), ¿Se lo comentó a Rogelio?
Edward: ¿Es pregunta o afirmación?
En ese momento llega Rogelio junto con Paula a sentarse en sus respectivos lugares.
R: ¡Caramba!, hace tanto que no bailo que se me fue el tiempo muy rápido... Jennifer, si quieres me puedes dar a mi chamaco y te vas a bailar con el señor Sanders.
AP: Lo mismo te digo Dany, ve con Alejandro y diviértanse.
Dany: Pues no sé, ¿tú qué opinas Alejandro?
Alejandro: ¡Claro que sí!, solo que parece que Federico tiene sueño.
Paula se levanta y toma en sus brazos a su hijo.
AP: Se me pasó la hora de llevarlos a dormir. Rogelio ¿puedes ayudarme con el pequeño Rogelio?
R: ¡Ves porque te dije que lo llames Rafael!, se oiría mejor.
AP: Deja de quejarte y carga a nuestro hijo para llevarlo a que se duerma en la cuna.
R: ¡Ta bueno!, (se levanta para cargar a su hijo).
AP: En cuanto estén en la cuna te regresas para no quedar mal con los invitados.
R: Muy bien, (mirando a Edward y a Jennifer), diviértanse mientras regreso.
Los dos padres se van con sus hijos, María los ve y se levanta a alcanzarlos. Alejandro lleva a su novia a la pista de baile y Edward se fue a sentar en una mesa de enfrente a conversar con una mujer del pueblo, algo joven y bonita. Su manera de hablar con aquella mujer era la del típico hombre en plena conquista; acariciaba su mano, le susurraba al oído y no dejaba de sonreírle.
Jennifer se puso a tomar varias copas de vino preocupando un poco a Laura, (que la vio de lejos) y se acerca para sentarse junto a ella
Laura: ¿Qué estás haciendo?
Jennifer: ¡Nada!, sólo estoy tomando un poco de vino, (le ofrece la copa), ¿no quieres?
Laura: ¡Tú no tomas!
Jennifer: ¿No?, con razón me sentí mareada con la primer copa que me tomé.
Laura: Ya que te diste cuenta, ¿podrías dejar de hacerlo?
Jennifer: En este momento es lo único que me distrae de la humillación.
Laura: (¿?), ¿De qué humillación hablas?
R: ¡Ya regresé!, María se quedó con Paula. Con eso de que mis chamacos sacaron mi apetito, se van a tardar en terminar de comer.
Rogelio trata de sentarse, pero antes de que lo haga, Jennifer se levanta, lo toma del brazo y con un poco de dificultad se lo lleva hasta la pista de baile, al estar ahí lo abraza de manera ansiosa. Dany que los tenía enfrente, de inmediato mira a todos lados tratando de asegurarse que su amiga no esté cerca y hace que su novio voltee a ver a la pareja.
Dany: ¡No me quiero imaginar lo que va a hacer Ana Paula si los ve así!
Alejandro: ¿Verlos cómo?, a mi juicio no están haciendo nada malo.
Dany: ¿Y cómo le llamas a la manera de abrazarse?
Alejandro: Jennifer siempre ha sido así. Las veces que me ha saludado, lo hace igual pero nunca he sentido que lleve una doble intención.
Dany: ¡Lógico!, me lo dice un hombre, pero todas las mujeres sabemos que ustedes jamás quieren notar las dobles intenciones porque les conviene.
Alejandro: Justamente porque soy hombre, es por lo que puedo diferenciar las dobles intenciones.
Dany: Quizás tengas razón, lo malo es que mi amiga no lo entenderá de ese modo.
Alejandro: Debe aprender hacerlo o siempre tendrá problemas con su esposo.
Dany: (sarcástica), Es bueno tener un novio que no es celoso, así cuando me saquen a bailar no habrá esos problemas.
Alejandro: Yo no dije que no sea...
Dany le da un pequeño beso y se abraza más fuerte a él para seguir bailando.
En una de las mesas.
La mujer con la que Edward decidió distraerse, (llamada Adelaida), no dejaba de mirar a Rogelio y a Jennifer.
Adelaida: Esa rubia me parece conocida.
Mujer: Creo que es la que vino hace como diez meses junto con la hija de Nicolás Ramírez.
Adelaida: ¿La que trató muy déspota a Macaria?
Mujer: Ésa mera. Se nota que es de dinero, pero su facha es la de una mujer fácil, la muy coscolina andaba detrás de todos los hombres del pueblo.
Edward: (serio), ¿No cree que exagera?, ¿podría decirme si era ella la que estaba detrás o ellos se le acercaban?
Adelaida: Era demasiado alegre con todos, aunque si se fija, tiene preferencia por el patrón de la Hacienda, ¡con razón se reía de los tontos que cayeron en sus encantos!
Edward: ¿A qué se refieren con que cayeron en sus encantos?
Mujer: Bueno, en sí únicamente la vimos muy coqueta con ellos y luego los humillaba, pero no nos consta que haya hecho otra cosa.
Edward: (toma de un sorbo su copa), ¿Desde cuándo se volvió así?
Adelaida: ¿La conoce?
Edward: (¿?), ¿Cómo?
Adelaida: Acaba de preguntarse qué desde cuándo se volvió así.
Edward: Tengo unos meses de conocerla, pero conmigo nunca se ha comportado mal.
Mujer: (ríe), ¡Eso sí es raro!, con el patrón es igual que con los otros.
Adelaida: Pues a mí me parece que él sí le gusta.
Edward se pone de pie y sin despedirse comienza a caminar, (con algo de lentitud), rumbo a la casa.
Paula venía de regresó a la fiesta, (María se quedó con los bebés), y ve a Laura sentada en la mesa que les correspondía. Le pareció extraña la insistente mirada que daba a la pista de baile y se encamina hacia ella, pero se desvía porque ve a Edward dirigirse al otro patio.
AP: ¡Señor Sanders!
Edward: (se detiene pero sin voltear a verla), ¡Dígame señora Montero!
AP: ¿Se dirigía a la casa?, se lo pregunto porque si continua caminando por aquí va a llegar al patio trasero y la entrada está a su derecha.
Edward: Está más oscuro y eso me dificulta la visión, pero ahora que me indicó el camino será más fácil. Con su permiso señora Montero.
AP: (¿?), Pase señor Sanders, nada más que le recomiendo que se quite los lentes o se puede lastimar con los hoyos que hay en la Hacienda.
Edward no le contesta, Paula se intriga porque lo noto molesto. Al dar la vuelta y mirar con más atención hacia la pista, ve a su esposo y a Jennifer fuertemente abrazados.
Rogelio intentaba disminuir el la fuerza del abrazo, porque había visto a Edward furioso.
R: Jennifer, no va a ser bien visto que me abraces así.
Jennifer: ¿Qué tiene de malo?, tú y yo sólo somos amigos.
R: La gente de aquí no lo sabe y lo primero que van a pensar es que...
Jennifer: Yo te aprecio Rogelio...
R: Yo también te aprecio, pero es lo único que puedo sentir por ti.
Jennifer se detiene y por un breve momento se queda mirando al piso.
R: Disculpa por haberte hablado tan brusco, pero es necesario dejar las cosas claras.
Ella alza su rostro y lleva una de sus manos a la cara de Rogelio.
Jennifer: No me entendiste. Rogelio, tú me gustas, pero no te a...
AP: ¿Te sientes mal Jen?, es que te aferras al cuerpo de mi esposo como si tu vida dependiera de ello.
Jennifer: (voltea), ¿ahora te desquitas?, la verdad Ana, no me encuentro muy bien que digamos. Lo mejor es que me retire a descansar, ¡excuse me!
Jennifer se va de la pista para ir hacia la casa. Rogelio mira a su esposa que estaba con los brazos cruzados a la espera de una explicación.
R: Ojalá que no estés pensando cosas que no son.
AP: En serio ya no sé qué pensar. Desde la primera vez que Jen vino a esta Hacienda, no ha dejado de buscar la manera de estar contigo. Antes creía que ella era la única jugando ese juego, pero cada cosa que haces me da a entender que a ti también te gusta jugarlo.
R: Hay una buena explicación a todo lo que ves, al principio creí que lo mejor era no decirte nada, pero si no lo hago, estos mal entendidos continuaran.
AP: Te escucho.
R: (la toma por la cintura), te lo digo en la casa, porque si seguimos aquí la gente no va a dejar de mirarnos.
Paula voltea a su alrededor y ve como todos tenían su atención puesta en ellos.
AP: Está bien, pero si no me convence lo que me digas, te juro que duermes en la sala.
Los dos se ponen en camino a la casa.
Sala de la Hacienda:
Edward estaba sentado en el sillón tomando un vodka. Jennifer entra y sin decir nada se sienta al lado de él.
Edward: ¿Se encuentra bien?
Jennifer: (¿?), ¿Por qué lo pregunta?
Edward: No lo distinguí a la perfección, pero me dio la impresión de que está mareada, a menos que tenga un problema al caminar y zigzaguee en lugar de seguir una línea recta.
Jennifer: ¿Usted jamás va a darme un trato amable verdad?, señor Sanders, ¿qué es lo que le desagrada de mí?
Edward: Yo trato a todo el mundo de la misma forma.
Jennifer: No es cierto, con Ana no se portó grosero. Incluso demostró su educación británica con ella.
Edward: ¿Será porque la señora Montero se comporta a la altura de una dama inglesa?
Jennifer se levanta y trata de dar unos pasos pero el mareo la hace perder el equilibrio. Aún con su limitada visión, Edward pudo ver cómo se desvaneció y se apresura a evitar que caiga. En otro impulso de Jennifer, lo abraza con una fuerza superior a ella misma y antes de perder la conciencia le susurra unas palabras.
Jennifer: Siento mucho no ser la dama que esperabas Edward.
Edward: ¡Sí lo eres Allison!, o al menos lo eras.
Rogelio y Paula entran y ven a Jennifer desmayada en brazos de Edward.
R: ¿Qué le paso?
AP: ¡Voy a revisarla!
Edward: No es necesario señora Montero, lo que sucede es que no está acostumbrada a beber y por eso está mareada. Lo mejor es llevarla a su cuarto para que descanse.
AP: Entonces sígame por favor, le voy a mostrar el cuarto de Jen.
Rogelio y Edward se miran preocupados y aunque sabía que eso le traería problemas, Rogelio carga a Jennifer.
R: Yo la llevo.
AP: ¿Tú?
R: ¡Sí Paula!
Rogelio se apresura a subir con Jennifer a su habitación. Paula no pudo moverse debido a la impresión, pero cuando vuelve en sí, se va tras él. Edward la sigue, aunque por lo rápido que iba no logra alcanzarla. Para su buena suerte, Juanita se aparece y él aprovecha a preguntarle en dónde estaba el cuarto de Jennifer.
Rogelio acostó a Jennifer en la cama. Al dar la vuelta para salir, ella comienza a hablar dormida. Su voz era apenas audible, por lo que se sienta a un lado de la cama intentando oír lo que decía. Lo poco que entendió fue el nombre de Edward.
R: Jennifer, ¿quieres que le diga al señor Sanders que venga?... Jennifer, ¿me estás oyendo?
Jennifer toma su rostro y lo acerca hacia ella. Rogelio estaba desconcertado porque le pareció notar unas cuantas lágrimas en su cara.
Jennifer: (susurra), ¡I love you Edward!
Después de decirlo Jennifer vuelve a quedarse dormida. Para Paula y Edward la escena significo más de lo que realmente era, porque ninguno de los dos alcanzó a escuchar lo que había dicho. Paula cierra la puerta con cuidado y sin decir nada se retira a su recámara. Edward se quedó un momento, pero luego de meditar, prefirió irse también.
Recámara del matrimonio Montero:
María mecía la cuna de los gemelos porque extrañamente ninguno de los dos quería dormirse. Paula entra con lágrimas en los ojos.
María: ¿Qué te pasa Paula?
AP: Estaba segura que esa mujer solo vendría a ocasionarme problemas.
María: ¿Hablas de la señorita Smith?
AP: Sí.
María: ¿Y qué te hizo para que te pusieras así?
AP: Lo que siempre hizo cuando vino la primera vez. No deja de buscar a Rogelio, ahora incluso consiguió que la cargara para llevarla a su cuarto y en donde por poco lo besa. Pero lo que más me duele es que él no parecía estar a disgusto con eso.
María: ¡Hija!, yo sé que esa muchacha es algo especial, pero mi niño no la mira con ojos de amor. Y tal vez no me lo creas, pero tampoco he visto que ella lo vea de esa forma.
AP: ¿Y cómo explica la cercanía que tienen?, Rogelio es demasiado amable con ella.
María: Eso únicamente Rogelio puede explicarlo, (se acerca y la abraza), hija, antes de que cometas otro error, primero busca las respuestas y si esas son desfavorables entonces tendrás todo mi apoyo. Pero te ruego que no actúes por impulso, tú mismas has visto que eso no te deja nada bueno, y si estás equivocada, pondrías en peligro tu matrimonio.
Paula se limpia las lágrimas y se acerca a la cuna.
AP: Es cierto María, antes de reclamar sobre algo que no me consta, hablaré con Rogelio. Pero no estoy segura de cuánto podré contenerme con ésa tipa.
María: Por encima de todo eres la señora Montero, y tienes que comportarte con dignidad.
Rogelio entra a la recámara.
R: ¡Con que estabas aquí!, te busqué en la sala y al no verte ahí salí al patio y le pedí a Alejandro que me ayudara.
María: ¿Te atreviste a interrumpir a ese par de tórtolos?
R: (riendo), ¡lo hubieran visto!, Alejandro se enojó porque los interrumpí en pleno beso. Cada día le agarra el gusto a la exhibición.
AP: No es el único.
R: ¿Cómo de que no es el único?
María: (nerviosa), Está hablando de Dany. Ya ves que ha dejado de ser la tímida Daniela que todos conocíamos.
R: ¡Eso que ni qué!, me di cuenta que me mandó aquí para que los dejara solos.
María: Toda pareja quiere privacidad y por eso lo mejor es que me retire.
AP: María por favor ¿podría decirle a Juanita que venga?, Nosotros debemos bajar con los invitados.
María: No es necesario que bajen, tú te esmeraste en que la fiesta fuera de las mejores. Estoy segura que los invitados se están divirtiendo tanto, que ni siquiera se han fijado que faltan los anfitriones, (le susurra a Paula), además tienes que salir de dudas, pero ¡hija!, sin alterarte, no quisiera que se pelearan por tonterías.
AP: Tiene razón María, (voz baja), espero que al final sean sólo tonterías.
María: Lo serán, eso te lo puedo jurar.
R: No quisiera verme metiche, pero como que han estado hablando muy bajito y eso me pone nervioso.
María: Le decía a Paula que se cuide del dolor de tobillo que tiene, la pobre vino a buscar una crema, pero le dije que no hay.
R: ¿Te duele el tobillo?
AP: Sí.
María: Bueno, pues yo los dejo.
María sale del cuarto y se va al patio con los invitados.
R: Amor, necesito explicarte sobre lo que sucedió con Jennifer.
AP: (se toca la cabeza), ahora no por favor.
R: Pero en la pista de baile me pediste una explicación y es lo que quiero darte.
Paula lo abraza y recarga su cabeza en su hombro.
AP: Mañana hablamos de todo lo que paso. No quisiera que nada opaque éste momento, vamos a terminar bien la celebración de bautismo.
R: ¡Ta bueno!, (frota sus brazos), entonces dime, ¿por qué no me dijiste que te dolía el tobillo?, si me lo hubieras dicho no hacía que bailaras.
AP: Soy yo la que ansiaba bailar contigo, por eso no hay dolor que me impida estar con el hombre que amo.
Los gemelos comienzan a llorar, Paula da la vuelta pero Rogelio la toma en sus brazos y la lleva hasta la cama en donde la recuesta. Luego regresa a la cuna y les habla a sus hijos con una dulzura que solamente demuestra frente a su esposa.
Paula no dejaba de mirarlo, en verdad lo amaba demasiado y por eso no volvería a cometer los errores que los separaron en el pasado, ya que esta vez no soportaría perderlo. Así que decidió tratar de olvidar los malos momentos, aunque sea por ese día que era tan especial para los dos.
Cuando los gemelos se duermen, Rogelio va hacia closet y de uno de los cajones saca una botella que Paula reconoció como el relajante que usaba en las fisioterapias de su esposo. Él vuelve a la cama, se sienta y le quita los tacones.
R: ¿Cuál es?
AP: (¿?), ¿Cuál es qué?
R: ¿Cuál es el tobillo que te duele?
AP: Es el... el izquierdo.
Rogelio agita la botella y en su mano pone un poco del líquido, después toma el pie de su mujer y con mucha delicadeza comienza a darle un masaje a su tobillo. Paula cierra los ojos para disfrutar de las caricias que le proporcionaba, porque aunque sólo era en su tobillo, la forma tan exquisita con la que la tocaba era más que suficiente para perderse en su deseo.
AP: ¡En sí me duelen ambos!
R: (sonríe), ¡Con qué ambos!
AP: Así es.
R: ¡Ta bueno!, (toma el otro pie), entonces voy a darle su masaje.
Eran caricias tan placenteras para Paula que se estaban convirtiendo en una tortura. De pronto detiene las manos de su esposo y lo hace que suba a la cama. Al momento de tenerlo cerca, lo besa mientras sus manos buscan desabrochar su camisa. Las ansias de los dos se ve interrumpida por el llanto del pequeño Rogelio.
AP: ¿Por qué tenía que parecerse a ti hasta en los gritos?
R: ¡Caramba!, que yo sepa no grito así.
AP: Sí lo hacías, (trata de levantarse pero Rogelio la vuelve a recostar).
R: ¡Deja que me encargue!, a ti te duelen los tobillos y lo recomendable es que no estés de pie para que se te quite el dolor.
AP: Pero tú siempre atiendes a nuestro hijos. Amor, no es justo que solo uno se desgaste.
R: Es que necesito que mañana estés mejor.
AP: (¿?), ¿Y eso por qué?
R: Te prometí que buscaría una forma de hacerte olvidar lo que me pediste y en eso entra que estemos juntos como pareja.
AP: Rogelio, sabes cuánto te deseo, pero no podemos irnos de viaje porque nuestros hijos están muy pequeños como para dejarlos solos.
R: ¿Quién te dijo que nos vamos de viaje?, por aquí hay lugares donde podemos pasar tiempo como marido y mujer sin necesidad de salir de las tierras del Fuerte.
AP: ¿En serio?
R: En serio y mañana lo verás.
El pequeño Rogelio vuelve a llorar y su padre se apresura a cargarlo. A diferencia de otras veces en que se quedaba dormido con solo escuchar su voz, el bebé se despertaba si lo dejaba en la cuna y en consecuencia su hermano también lloraba. Como Paula estaba muy cansada debido a todo el trabajo de preparar la fiesta y por los sucesos desagradables con Jennifer, se queda profundamente dormida.
Al día siguiente:
Pasadas las diez de la mañana, los principales invitados, (desde Ernesto hasta Alejandro), estaban sentados en el comedor esperando a Laura, Jennifer, Edward, y el resto de la familia Montero, (María ya estaba ahí).
Quince minutos después, el matrimonio baja junto con sus dos hijos mayores, (los gemelos desayunaron primero).
R: ¿Dónde andan el señor Sanders, Jennifer y Laura?
Ernesto: Parece que siguen en su cuarto.
R: ¿Todavía?
Mercedes: ¡Sí!, Eso es raro porque tus socios se retiraron temprano.
Alejandro: Laura se quedó hasta las doce con Dany y con conmigo, así que ha de estar dormida.
AP: Juanita, ¿podrías ir a avisarles que los estamos esperando?
Juanita: Ahorita voy patrona.
Juanita se echa a correr rumbo a los cuartos, avisa a Edward y luego a Laura, (que se ofrece a avisarle a Jennifer).
Jennifer apenas se había terminado de arreglar. Tenía un fuerte dolor de cabeza que le quedó de la noche anterior. Laura entra y la ve sentada frente al tocador mirándose con mucha insistencia.
Laura: ¿Tienes algo raro en el rostro?
Jennifer: Estaba intentando recordar lo qué pasó ayer.
Laura: Pierdes tu tiempo. Las dos sabemos que cuando tomas es imposible que recuerdes las cosas que haces, ¿acaso no fue por eso que terminaste aceptando a tu ex?
Jennifer: Lo acepté porque pensé que era bueno.
Laura: Es cierto, pero el alcohol ayudó a que te decidieras. De otra forma jamás hubieras aceptado.
Jennifer: No quiero recordar eso.
Laura: ¡Eso no, pero lo de ayer sí!, ¿Qué tiene de especial que deseas recordarlo?
Jennifer: (molesta), ¡Si lo supiera no estaría aquí sentada mirándome como una stupid!
Laura: Hace mucho que no tenías ese carácter, sólo espero que consigas calmarte porque no quisiera volver a pedir apoyo psicológico.
Jennifer: Cuando deje de ver a mi pasado, todo regresará a la normalidad.
Laura: ¡Lo que deberías hacer es enfrentarlo!, (abre la puerta), te espero abajo.
Laura sale del cuarto y poco después lo hace Jennifer. En el pasillo se encuentra con Edward; le da los buenos días pero él continua su camino sin contestarle.
El ambiente en el comedor fue incómodo para tres personas, (Paula, Jennifer y Edward). Todos los demás comentaban sobre la fiesta y lo bien que se la pasaron. Al terminar el desayuno, Ernesto y su familia, así como Dany y Alejandro, regresan a San Gabriel, siendo despedidos en la reja por Paula y Rogelio.
De rato, cada uno de los que estaban en la Hacienda se fueron a hacer distintas actividades. Margarito les pidió permiso a sus padres de ir con unos compañeros a terminar el proyecto escolar y les dijo que regresaría muy tarde. Su padre no estaba muy de acuerdo, pero su mamá le permitió ir con la condición de que Marcial se fuera con él para cuidarlo. Rogelio salió junto con Pancho a un lugar que no especificó. Paula y Laura subieron a cuidar a los gemelos, Edward también salió, (con su chofer) y Jennifer se retiró a su cuarto para dormir un poco.
Recámara del matrimonio Montero.
Paula arrullaba al pequeño Rogelio mientras Laura mecía a Federico, (que se encontraba de lo más tranquilo).
AP: En verdad amo a mis hijos, pero tengo dos meses de casi vivir encerrada en éste cuarto y me siento estresada, (soba su brazo), ¡ya hasta me duelen mis huesos!
Laura: Sé que es difícil para una madre dejar solos a sus hijos, sobre todo si son recién nacidos, pero recuerda que también tienes un esposo. No sería bueno que lo apartaras de ti.
AP: Jamás se me ocurriría apartar a Rogelio. Nuestros hijos crecerán y harán su vida, por eso me mantengo al pendiente de mi marido, tal y como el primer día que nos casamos.
Laura: ¡Qué bueno que pienses así!, porque hay cada mujer que se olvida de su marido para concentrarse únicamente en los hijos y eso es lo que termina por desgastar la relación.
AP: ¿Tú pasaste por algo similar?
Laura: Por fortuna no. Siempre compartí mi tiempo con mi esposo y mi hija, (melancólica), al menos puedo sentirme orgullosa de haber tenido una familia llena de amor. No todos pueden presumir eso.
AP: Laura, no quisiera que pensaras mal de...
Laura: Nunca pensaría mal. Es lógico que al enterarte de mi pasado, tengas dudas del por qué no mencioné nada a nadie, (Paula la mira sorprendida), Jennifer no es muy buena guardando secretos ajenos, por eso sé que te lo platicó.
AP: Si no quieres hablar de eso, por mí no hay problema, me imagino que es muy doloroso.
Laura: Un poco, pero si no se los conté fue más que nada para que no sintieran pena al verme. En sí no quiero profundizar el tema así que solo puedo decirte que cuando me casé era muy joven, tendría unos dieciocho años, me convertí en viuda a los veinticinco, mi hija acababa de cumplir seis. Ahora tengo casi cuarenta y cómo ves, he podido sobrevivir. Conforme pasan los años el dolor va disminuyendo hasta el punto de no recordarlo.
AP: ¿Y no te has vuelto a enamorar?
Laura: Yo sólo amé a un hombre con toda mi alma, cuando él murió, mi alma también. He conocido a muchos y ninguno la ha traído de regreso.
AP: Te entiendo, en tu lugar sé que sentiría lo mismo.
Laura: Mejor dejemos el pasado en donde debe quedarse. Para mi buena suerte tengo a Jennifer que es como una hermana adoptiva, ella me mantiene ocupada todo el tiempo y por eso no me siento sola ni triste.
AP: Al menos Jennifer sirve de algo.
Laura: Te aseguro que Jennifer es buena persona, su comportamiento tiene una razón de ser. Tal vez si hablas con ella puedas entenderla.
AP: No hay nada que tenga que hablar con ella. Ya bastante hice con dejarla ser la madrina de mi hijo.
Laura: No te voy a presionar, sólo te pido que lo pienses. El día que hablen, esa duda que tienes le devolverá la tranquilidad a tu matrimonio.
AP: Lo pensaré... y como los bebés ya se durmieron, ¿qué te parece si aprovechamos para dar un paseo?
Laura: (¿?), ¡Claro!
Ambas acuestan a los gemelos y salen sigilosamente del cuarto. Antes de irse, pasan por Mary para llevarla con ellas y le piden a María que de vez en cuando les dé una vuelta a los bebés.
En las caballerizas:
Jennifer tenía rato de haberse despertado, pero al no ver a nadie decidió salir a caminar por los alrededores de la Hacienda. Cuando vio los establos se detuvo para mirar a los caballos. Rogelio, (que recién había llegado), pasa por ahí y la ve acariciando el caballo de su esposa.
R: Es uno de los caballos más dóciles que hay en la Hacienda.
Jennifer: ¿Es de Ana verdad?
R: ¿Cómo lo sabes?, la vez que hicieron esa absurda competencia, ella traía uno del Rancho.
Jennifer: Estoy segura que la cuidas de no montar un caballo salvaje. No quieres que le pase lo mismo que a ti.
R: Lo mío fue por otro motivo, no porque el caballo me tirara por ser salvaje.
Jennifer: No importa el motivo, el temor a otro accidente se mantiene todo el tiempo. Los que experimentamos las consecuencias, difícilmente recuperamos la confianza.
R: Hablando de recuperar la confianza, quiero preguntarte si el día que me pediste prestado el caballo, era la primera vez que montabas después de tu accidente.
Jennifer: Sí era, pero mejor dime que aún no te atreves a intentarlo y que quieres pedirme un consejo.
R: (ofendido), ¿Yo pedirte un consejo?, ¡ni que fuera un cobarde o un principiante!
Jennifer: Por supuesto que no eres un cobarde, ¡pero sí has vuelto a ser un principiante!, Rogelio, por muy buen jinete que hayas sido, tienes muchos años de no montar, además, al momento de volver a subirte a un caballo, se puede presentar el recuerdo de tu accidente y eso te podría provocar otro.
R: A ti no te pasó eso. Te subiste y te diste el lujo de retar a mi mujer a una carrera, de lo que estoy bastante molesto por el hecho de que tú eras un jinete con más experiencia que ella. Jennifer, ¿te imaginas lo que hubiera pasado si se encuentran con un obstáculo?
Jennifer: Ya había revisado la zona, tú mismo acabas de decirme que era un jinete con más experiencia ¿no?, te juro que no la habría expuesto a una caída, ni por muy gorda que me cayera en ese entonces.
R: ¿Te caía mal?
Jennifer: Pensaba que era igual a mi ex, por eso me dedique a sacarla de sus casillas. Pero luego me di cuenta de que no eran ni remotamente iguales.
R: Entonces te pido perdón por lo mal pensado, pero en ese tiempo no te tenía confianza y fue justamente por todas las cosas que hacías.
Jennifer: ¿Y ahora sí me la tienes?
R: Si no te la tuviera no te estaría preguntando lo que no le cuento a otros, (suspira), Paula quiere que paseemos juntos y aún no me atrevo a intentarlo.
Jennifer: Cuando un jinete era novato, "El Rey de Inglaterra" pedía que camináramos junto con el caballo para que nos acostumbráramos a él.
R: ¿Caminar junto con el caballo?, ¡querrás decir montarlo!
Jennifer: No debes ir sobre el caballo sino caminar a su lado. Cuando menos lo pienses las ganas de montarlo aparecerán.
R: ¿De veras?, eso me suena imposible de creer.
Jennifer: ¡Inténtalo!, pero hazlo junto con Ana. De esa forma cumplirás con lo que te pidió y recuperarás tu confianza.
R: ¡Ta bueno!, lo voy a intentar hoy mismo... Y ahora que mencionaste al señor Sanders, hay algo que tengo que decirte.
Jennifer: Ya es tarde y si quieres llevarte a tu esposa a dar un paseo lo mejor es que regresemos.
Jennifer comienza a caminar bastante rápido, (Rogelio tuvo que correr un tramo para alcanzarla) y se van juntos a la casa.
Edward estaba sentado en un sillón de la terraza. Paula, Mary y Laura, (ambas tomadas de la mano), venían llegando.
AP: Señor Sanders, pensé que estaba fuera todavía.
Edward: (se levanta), Llegué hace poco, la muchacha llamada Juanita me trajo aquí porque no había nadie en la casa.
AP: Rogelio dijo que tenía un asunto urgente, y nosotras nos fuimos a ver la escuela que vamos a inaugurar en tres meses.
Edward: Eso me dijo la muchacha.
Mary jala la mano de Laura para que la cargue.
Laura: Ana Paula, me parece que Mary tiene sueño, así que la llevo a su cuarto para que se duerma.
AP: No te molestes Laura, yo la llevo.
Laura: No es molestia, me sirve de terapia. Además ésta dulce niña me tiene encantada.
AP: Entonces muchas gracias Laura.
Laura: De nada, con permiso.
Edward: Propio.
Laura se va con la pequeña niña y Paula le pide a Edward que tome asiento.
Edward: No quise preguntarle antes porque estaba la Licenciada Ramírez, pero me gustaría saber si se encuentra mejor.
AP: ¿Lo dice por lo de ayer?
Edward: Sí.
AP: ¿Debí verme muy mal verdad?
Edward: No era para menos, dudo que sea agradable ver escenas como esas. Por eso quisiera comentarle algo importante.
AP: ¿Qué es?
Edward: Su esposo y la señorita Smith son personas que han padecido el mismo problema y supongo que es por eso que se tienen confianza.
AP: ¿El mismo problema?
Edward: Sí... usted sabe, lo de quedar paralíticos. Pero no era eso lo que iba a decirle, solo quiero aclarar el motivo por el que el señor Montero fue quién llevó a la señorita a su cuarto.
AP: (sorprendida), ¡Espere!, ¿me está queriendo decir que Jennifer también estuvo paralítica?
Edward: (¿?), ¿No lo sabía?
AP: (se levanta), No, ¿Rogelio sí lo sabe?
Edward: Sí... y me parece que tiene mucho de estar enterado.
AP: ¡Esto nunca me lo hubiera imaginado!, pero si es verdad, ¿por qué Rogelio no ha dicho nada?
Edward: Si ni la Licenciada Ramírez se lo ha dicho, entonces es porque la misma señorita Smith se lo pidió.
AP: ¡Pero yo soy su esposa!, se supone que entre nosotros no debe haber ningún secreto.
Edward: Siempre y cuando el secreto no sea de ustedes.
Paula guarda silencio tratando de asimilar las cosas.
Edward: Me disculpo si me excedí en lo que le dije. Sé que es difícil entender el por qué de los secretos, pero muchas personas no queremos divulgar nuestros problemas para evitarnos las miradas y los comentarios llenos de compasión.
AP: Pude que tenga razón, pero eso no aclara lo de que vimos.
Edward: Si lo piensa fríamente, se trata solo de una ilusión que viene de uno y no de dos.
AP: ¿Y de quién es la ilusión?
Edward: Su esposo la ama señora Montero y no necesito quitarme los lentes para darme cuenta de eso.
AP: Entonces, ¿quiere decir que Jen...
Edward: Quizás se ilusionó con él porque se identificó con su problema, pero no creo que sea capaz de intervenir en su matrimonio, al menos no la mujer que conocí.
Paula vuelve a sentarse porque aún no concebía muy bien lo que dijera Edward. En su mente recuerda las palabras que María, Dany y Laura le dijeron sobre Jennifer, así como lo que Rogelio le prometió contarle en la fiesta.
Jennifer entra a la casa, Rogelio venía detrás porque había dejado de intentar alcanzarla ya que cada que lo lograba, ella corría. Poco antes de entrar, se le ocurre mirar hacia arriba y ve a Paula sentada junto a Edward y de inmediato va a su encuentro.
AP: ¿Sabe señor Sanders?, no sé por qué pero creo que usted también se equivoca.
Edward: ¿En qué señora?
AP: María me dijo que ni Rogelio ni Jen se veían con ojos de amor, y ahora que tengo las cosas más claras, pienso que tiene razón.
Edward: (más para sí mismo), No sabe lo que daría porque eso fuera verdad.
Paula se le queda viendo por la forma en que lo dijo.
AP: Eso voy a averiguarlo señor Sanders, y usted será la primer persona a la que le diga si Jen está enamorada o no.
Edward: (sonríe nervioso), ¿A mí por qué señora Montero?
AP: Porque a usted le interesa más que a cualquier otro.
R: ¿Interrumpo?
AP: (asustada), ¡Rogelio, te he pedido que no me asustes así!
R: Me imagino que lo que platicaban era muy importante como para no escuchar que venía hacia ti.
Edward: Es que fue muy sigiloso señor Montero.
R: Tratándose de usted debo serlo.
Edward: (se pone de pie), ya que está aquí me retiro. No es mi intención incomodarlo, con permiso.
AP: Señor Sanders, no olvide lo que le dije.
Edward: No es necesario que me informe de asuntos que no me interesan, pero le agradezco su ofrecimiento, nos vemos después.
Edward se va y de inmediato Paula se levanta a darle un beso a Rogelio pero él retira su cara.
AP: ¿Sucede algo?
R: ¿Qué le ofreciste al señor Sanders?
AP: (sonríe), ¿no me digas que estás celoso?
R: ¡Por supuesto que no!, pero deberías ser más cuidadosa cuando hables con ese hombre.
AP: ¿Y por qué?, es tu compadre y socio, entonces hay que tener buenas relaciones con él.
R: Ese tipo es experto en las relaciones.
AP: Ya no hablemos del señor Sanders. Mejor dime si me vas a llevar a ese lugar que dijiste ayer.
R: Claro que te voy a llevar, solo que necesitas ir por tu fuete.
AP: ¿Mi fuete?, (emocionada), Amor, ¿vamos a irnos cabalgando?
R: No exactamente, pero quien quita y se llegue a dar.
Paula se aleja para entrar a la casa.
R: ¡Espérate Paula!, ¿a dónde vas?
AP: Voy a arreglarme, luego a preparar las cosas que vamos a necesitar y a dejar indicaciones para que cuiden de nuestros hijos mientras no estamos.
R: Ya dispuse todo, únicamente llévate una chamarra.
AP: Entonces solo dejo encargados a nuestros hijos, (le da un pequeño beso y se va)
Rogelio sonríe porque el ver feliz a su esposa era más que suficiente para que él lo fuera también.
Antes de que ambos salieran, Paula les pidió a Jennifer y a Edward que cuidaran de los gemelos porque Margarito llegaría en la noche, Laura estaría con Mary, los otros padrinos se encontraban en San Gabriel y María aún no se reponía del cansancio de preparar la fiesta, (aunque ella lo negó rotundamente). Los dos aceptaron no de muy buena gana y sólo porque Paula los hizo jurar que lo harían.
Afuera de la casa ya se encontraba Rogelio con Río y otro de los caballos mansos que poseía, (color caoba y hocico blanco). Paula trató de subirse pero él le dijo que parte del camino lo harían a pie. Esto desconcertó a su mujer pues pensó que una de las sorpresas sería cabalgar juntos.
Durante el trayecto, Paula recordaba que desde que aprendió a montar, se dedicó a recorrer los terrenos de la Hacienda, (acompañada de Marcial). Su intención era conocerla tan bien como su esposo, pero ahora se daba cuenta de que no lo consiguió, porque el camino por el que Rogelio la llevaba era nuevo para ella. Toda su extensión estaba cubierta por pasto, tenía unos cuantos riachuelos que provenían de la corriente de un río, árboles medianos, (algunos grandes), y como no cubrían por completo el lugar, podía observarse en su máximo esplendor un cielo azul verdaderamente hermoso. La imagen era tan bella y relajante, que se olvidó del cansancio y el supuesto dolor de tobillo. Al pasar por una colina Rogelio se detiene y amarra a los caballos a un árbol.
AP: ¿Aquí es dónde nos vamos a quedar?
R: No señora Montero, todavía nos falta un largo camino, ni siquiera llevamos la mitad.
AP: ¿Y entonces por qué te detienes?
R: Para revisarte el tobillo, no es bueno que sigas caminando porque se te puede inflamar.
Rogelio la guía hasta un pequeño montículo de tierra y la hace que se siente. El se agacha y se le queda mirando.
R: ¿Cuál era?
AP: El derecho.
Él se levanta para sentarse a su lado.
AP: (¿?), ¿No me ibas a revisar?
R: No es necesario. Señora Montero, cuando diga una mentira sobre su tobillo, al menos recuerde cuál de los dos era.
AP: Te dije que eran ambos.
R: Pensé que me lo dijiste para que te diera más caricias.
AP: En parte.
Paula trata de besarlo pero él se levanta provocando que ella recuerde lo que pasó con Jennifer.
AP: ¿Y ésta vez por qué me rechazas?
R: Porque ya es hora de continuar.
AP: Ayer no te separaste de Jen como lo acabas de hacer conmigo.
R: ¿Nos viste?, Paula, anoche te pedí que me escucharas y te negaste.
AP: ¿O sea que es mi culpa?
R: No pero...
Paula se apresura a montar a su caballo y con la ayuda del fuete cabalga a toda velocidad. Mientras corría se empieza a recriminar por haber actuado de forma tan impulsiva siendo que se había prometido investigar primero, (además de que ni siquiera tuvo un verdadero motivo para enojarse). De pronto siente como el aire golpea fuertemente su rostro haciendo que se le dificulte ver bien, pero antes de que se lo imagine Rogelio la alcanza en su caballo, se estira para tomar las riendas y con un leve jalón el animal se detiene.
R: (alterado), ¿Qué haces?
AP: ¡Estás temblando!
R: ¿Y cómo quieres que me ponga si te veo cabalgar a esa velocidad?
Por lo nervioso que estaba, Paula acerca a su caballo con el de él para después tomar su rostro entre sus manos.
AP: ¡Perdóname Rogelio!, te juro que no fue mi intención asustarte. Es que me sentí mal cuando recordé lo de ayer, pero sobre todo por tu rechazo.
R: Escúchame Paula, a esa velocidad te cuesta más trabajo controlar al caballo y si hay un obstáculo o pisa un hoyo, la caída puede ser mortal.
AP: Yo no quería...
Rogelio no la deja terminar porque la atrae para abrazarla.
R: Por eso no me decidía a montar otra vez. Con lo impulsiva que eres, estaba seguro que cada que te enojes ibas a hacer esto.
AP: ¡Lo siento tanto Rogelio!, no medí las consecuencias.
Los dos se miran a los ojos y después se besan con desesperación. El beso poco a poco los tranquiliza al punto de que al separarse tenían una sonrisa en su rostro.
AP: ¿Ya te sientes más tranquilo?
R: Tú tienes la capacidad de sacar de mi todo tipo de emociones e incluso de apaciguarlas si lo deseas.
AP: Es un gran halago viniendo de un hombre rudo y al mismo tiempo encantador.
R: (acaricia su mejilla), no lo vuelvas a hacer Paula. Júrame que ni por muy enojada que estés volverás a cabalgar así.
AP: Te lo juro porque lo que menos quiero es provocarte malos recuerdos.
R: Yo también soy culpable por no decirte que el motivo para no corresponder a tu beso... Amor, era porque quería dártelo así como lo acabo de hacer, los dos cabalgando juntos como querías.
AP: (seductoramente), Pues de todas formas lo disfrute porque tienes la capacidad de sacar de mí a la mujer apasionada que llevo dentro.
R: Espero que cuando lleguemos al lugar que preparé para los dos, esa mujer salga en todo su esplendor.
AP: Depende de que tan buenas sean las atenciones.
R: (susurra), de las mejores como siempre señora Montero.
AP: Pues vámonos para no perder tiempo valioso.
Rogelio suelta las riendas para que ambos caballos avancen. Paula quería grabar en su mente el porte que su esposo tenía, pues realmente se veía atractivo montando un caballo, pero después piensa que tendrá la oportunidad de verlo y compartir junto a él todo el camino que la vida les brinde porque estaba segura que sería largo y maravilloso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top