CAPÍTULO 32
Recámara del matrimonio Montero:
Paula arrullaba a uno de los gemelos porque no quería dormirse, (el otro lo hizo enseguida de comer), mientras lo acunaba, miraba cada facción del pequeño. Si bien era cierto que ambos tenían rasgos similares, no eran idénticos. El que dormía poseía un cabello negro con tonalidades castañas, de piel morena clara y los ojos del color de ella. Por otro lado el bebé en sus brazos era la copia exacta de su papá, tanto en el cabello, piel y ojos.
María abre la puerta y se queda en silencio observándola, (Paula no se percata pues estaba dándole la espalda a la puerta). Al ver a la mamá con su bebé, revive el momento en que tuvo a su hija de la misma manera y sin poder evitarlo comienza a derramar lágrimas que ahoga para que no la oiga. Su llanto se ve opacado por una melodiosa voz; la feliz mamá les cantaba a sus hijos una canción. Cuando el bebé cierra sus ojos, lo deposita en la cuna con suma suavidad.
AP: ¡Eres idéntico a tu papá mi amor!, (voz baja), "mi pequeño Rogelio".
María: (entra a la habitación), ¿Por qué lo dices en ese tono tan bajito Paula?
AP: Por Margarito.
María: ¿Qué tiene que ver Margarito en eso?
Paula acomoda las cortinas de la cuna para que la luz no moleste a los bebés, después le pide a María que tome asiento en el sillón y ella hace lo mismo.
AP: Margarito es el primogénito de Rogelio.
María: Ya lo sé, pero eso no responde a mi pregunta.
AP: El nombre del papá siempre lo lleva el primer hijo varón, (suspira), María, no creo que sea buena idea ponerle a uno de sus hermanos el nombre de "Rogelio".
María: Viéndolo así tienes razón, Margarito puede sentirse mal, ¿pero entonces cómo vas a llamar a mis nietos?, ya tienen una semana de nacidos y aún no deciden los nombres.
AP: Rogelio insiste en que uno se llame Federico y el otro Miguel.
María: ¡Pues ya tienes los nombres!, y pertenecen a los dos hombres más queridos por ti.
AP: Sí María, el problema es que no me convencen. Claro que quise a mi padre, y amé a mi hermano con toda el alma, pero quisiera pensar en otros, al menos el de Miguel.
María: ¿No quieres incomodar a Rogelio verdad?
AP: Estoy segura que aún sin mencionarlo, Rogelio no se perdona lo que pasó con él.
María: ¿Y tú sí lo perdonaste?
AP: Te juro que sí.
María: Si él quiere que uno de sus hijos se llame Miguel, entonces déjale ese.
AP: Lo siento María pero en eso sí no puedo complacer a mi esposo.
María: ¿Y qué vas a hacer?, porque como padre tiene derecho a decidir el nombre de sus hijos.
AP: Esa importante decisión se la dejaremos a Margarito. Si él quiere que uno se llame Miguel, ya no objetaré más.
María: ¿Rogelio ya conoce tu plan?
AP: No. En cuanto Margarito regrese de la escuela, le voy a decir todo lo que te dije a ti. Por fortuna Rogelio no está y parece que va a tardar.
María: ¿De nuevo fue a la Clínica?, ¿ya sabes por va tanto?
AP: Dice que porque solicitaron unas cosas al extranjero y Ernesto le pidió que como socio, estuviera más involucrado.
María: (molesta), ¡Y se le ocurre cuando tiene más deber como padre!, pero voy a hablar muy seriamente con ese inconsciente, ¡no puede dejar abandonados a sus cuatro hijos y a su mujer!
AP: ¡Cálmese María!, Rogelio jamás haría algo así. Usted no lo ve porque siempre nos encerramos, pero en cuanto Margarito regresa de la escuela, pasa por Mary para traerla aquí. Rogelio se nos une y no se despega de nosotros en lo que resta del día. Además, cuando los gemelos despiertan en la madrugada, ¿quién cree que los atiende?
María: ¡Tú!, porque dudo que Rogelio se tome la molestia.
AP: ¡Pues se equivoca!, Rogelio no deja que me levante. No sé cómo lo hace pero se tranquilizan con tan solo oír su voz. Si yo lo intento, "mi pequeño Rogelio" llora cuando lo trato de dejar en la cuna.
María: ¿"Mi pequeño Rogelio"?, (frota su brazo), ¡Hay hija!, creo que tu corazón ya eligió el nombre del mayor de los gemelos.
AP: (se levanta), ¡perdón María!, aunque lo intento no puedo evitar llamarlo así, ¡es tan idéntico a mi Rogelio!, sus ojos junto con la forma de mirar, las pestañas, su boca, su sonrisa, su fuerte voz al llorar, (pausado), todo es igual.
María: Yo conozco a Rogelio desde que nació y en verdad ese pequeñito es una calca perfecta de él. El menor se me figura a ti.
AP: (sonríe), ¡Eso mismo dijo Rogelio!
María: ¿También lo dijo?, ¡ahora sí me preocupaste!
AP: (¿?), ¿Por qué María?
María: Si tú no dejas de llamar "Rogelio" al que se parece a él, no quiero imaginar el nombre que mi hijo le puso al menor. Con lo parecidos que son ustedes, capaz que lo llamó "Paulo".
Ambas ríen y eso provoca que los bebés despierten de nuevo. Paula se apresura a cargar al que se parece a Rogelio y María la ayuda con el otro.
María: Ya tienes a tu consentido.
AP: Los amo igual María, pero tengo que reconocer que inconscientemente la doy más atención al...
María: Al "pequeño Rogelio". Ya no te angusties, Margarito sabrá qué nombre es el indicado para sus hermanos.
Paula asiente. Las dos se dedican a arrullar a los gemelos procurando no hablar para que se duerman.
Clínica de San Gabriel – Consultorio de Ernesto:
Ernesto esperaba a Rogelio para entregarle una receta. Cada tercer día le inyectaba el medicamento que necesitaba, pero el ir y venir comenzaría a parecerle sospechoso a Paula, por eso Rogelio le pidió las indicaciones para continuarlo en su casa.
La puerta se abre, Rogelio entra y toma asiento frente al escritorio.
R: ¡Caray!, esas méndigas inyecciones sí duelen, ¿o el problema será la enfermera que me las pone?, ¡se tarda mucho!
Ernesto: (ríe), lo hace a propósito, aparte de que es una dosis de hierro. Sí son fuertes, pero te ayudaran a componerte más aprisa que si te lo tomas.
R: Si con eso me recupero más rápido lo aguanto sin quejas.
Ernesto: (extiende el papel), Por favor, no se te olvide inyectarte, comer a tus horas y tratar de descansar.
R: ¡Ya lo sé hombre!, tanto para una simple anemia. Mi mujer también la tuvo y ya ves que está perfectamente.
Ernesto: Porque como enfermera siguió las indicaciones que le di, además, en tu caso estás forzando mucho tu cuerpo. Rogelio, el que seamos hombres no significa que podamos hacer todo sin descanso.
R: ¡Ta bueno!, si veo que el trabajo continúa igual de pesado, contrato más personal para que me ayude.
Ernesto: Es lo mejor. Consuelo, Hugo y Pancho son magníficos empleados, pero con dos propiedades, la procesadora, las otras tierras, y sumando la carga de trabajo que tienen, no se dan abasto para tomar un tiempo de descanso, ni siquiera contigo y Paula.
R: Es cierto, sólo que quisiera agotar hasta el último recurso que tenga, no puedo confiarle a cualquier persona el patrimonio de mi familia.
Ernesto: Claro que no, pero "el que no arriesga no gana", algún día tendrás que delegar responsabilidades si es que deseas disfrutar de tu familia.
R: Ya veremos.
Ernesto: Pasando a otra cosa, me imagino que ya pusieron fecha para el bautismo de mis sobrinos.
R: Aún no. Es que no hemos decidido ni los nombres. Más bien, Paula no quiere usar los dos que le recomendé.
Ernesto: ¿Y cuáles fueron?
R: Federico y Miguel.
Ernesto: ¿Se te ocurrió pedir que uno de tus hijos se llame Miguel?, Rogelio, está bien que quieras enmendar tus errores, pero nombrar a tu hijo como el hermano de Ana no fue la mejor idea del mundo.
R: Lo hice por ella. Sé que eso la pondrá muy feliz.
Ernesto: Acabas de decir que aún no saben cómo se llamarán, eso significa que Ana no acepto el nombre. A mi parecer señor problemático que no le gustó en lo más mínimo tu genial idea.
R: Si es eso, entonces regresamos al punto de partida... oye, ¿a ti que nombres te gustan?
Ernesto: Ese asunto únicamente les corresponde a ustedes.
R: Nuestros chamacos tienen la semana de nacidos, pero no hay nombre que los identifique, (se quita el sombrero para sobar su sien), ya hasta tengo un dolor de cabeza de tanto pensar.
Ernesto: El dolor es por la anemia, (medita), Rogelio, ¿ya tienes a los padrinos?
R: Tampoco. Le pregunté a Paula y sólo me contestó que para su desgracia ya tenía a la madrina y que el padrino lo escogiera yo.
Ernesto: ¿Y no te dijo quién es la madrina?
R: No quiso.
Ernesto: Te voy a recomendar una manera en que puedes averiguar de quién se trata.
R: ¡Soy todo oídos!
Ernesto: Si llegas y aún no tiene elegidos los nombres, entonces le dices que se lo dejarán a la "hermosísima madrina" que eligió.
R: ¿A fuerza tengo que usar lo de "hermosísima madrina"?
Ernesto: No te preocupes, dudo que la madrina le sea desagradable. Eso debió decirte para que no le siguieras preguntando, pero apuesto que está entre Dany, María o Consuelo.
R: ¿Y si es Vanesa?, acuérdate que te platiqué que vino con su esposo y su hija a visitarla.
Ernesto: No es ella porque Paula le platicó a Mercedes y Dany que regresaba hasta dentro de siete meses y apenas llevan dos.
R: ¿Vendrá con su marido?
Ernesto: (¿?), No lo sé.
R: Bueno, tu idea me parece bien. En cuanto vuelva a la Hacienda, le saco la información de quién es la madrina y de paso ver si ya eligió el nombre de los chamacos.
Ernesto: Si no los tiene al menos sabrás quién es tu comadre e incluso ella te puede ayudar a escoger los nombres.
R: A veces dices cosas muy inteligentes, ojalá que me dé una mano, porque eso de decirles chamaco uno y chamaco dos, no me gusta, (se levanta), y para ir adelantando el asunto, me voy.
Ernesto: Si tienes problemas para conseguir una persona que te inyecte, vienes y continuamos haciéndolo aquí.
R: Está bien, nos vemos Ernesto.
Rogelio sale del consultorio y de la clínica para regresar a la Hacienda.
Hacienda del Fuerte:
Por recomendación de María, Paula bajó a dar un paseo por los alrededores de la Hacienda, (iba vestida con la ropa del tercer mes pues su atuendo normal aún no le quedaba del todo). Después de algunos días sin despegarse de sus bebés, finalmente estaba desentumiendo las piernas.
Unos peones abren la reja para dejar pasar una camioneta. Paula se emociona pues conocía muy bien a la persona que venía en ella. Rogelio desciende y mira a su mujer parada a unos metros de la entrada esperando a que se acerque. Él lo hace y de inmediato Paula le da un beso.
R: (se separa un poco), ¡Qué milagro verte fuera de la recámara!
AP: María me insistió, aunque me costó mucho dejar a nuestros hijos.
R: A mí también, por eso vine lo más rápido posible, quiero compartir tiempo con mi mujer y mis cuatro chamacos, (mira alrededor), ¿En dónde están Margaro y Mary?
AP: Mary está con María cuidando de sus hermanos y Margarito aún no llega. Marcial llamó para avisar que se quedó con unos compañeros haciendo un proyecto, también dijo que después comerían en la fonda, así que estará de vuelta hasta después de las cuatro.
R: (mira su reloj), son las dos treinta, o sea que vamos a comer sin la presencia de mi chamaco.
AP: Yo también me siento extraña. Suponía que Margarito iba a llegar antes que tú, pero creo que nuestro hijo tiene prioridades de su edad.
R: (alterado), ¿Y qué los padres no cuenta en sus prioridades?
Paula toma su rostro y le da un beso en la comisura de los labios.
AP: Nuestro hijo está creciendo. Amor, no siempre tiene que estar pegado a nosotros, (acaricia su cara), ¿verdad que vas a permitirle convivir con sus amigos?
R: El chamaco tiene trabajo que hacer en la Hacienda, recuerda que le asigné el archivo. Los documentos no se van a acomodar solos.
AP: Si quieres yo te ayudo, (vuelve a besarlo).
R: Pos lo voy a pensar. Todo depende que tan consentido me tengas hoy.
AP: (sonríe), te voy a consentir hoy y todos los días.
Rogelio la carga y se la lleva al patio de la casa para ir a sentarse en la orilla de la fuente.
R: Pasando a otro asunto de gran importancia, quiero que me disculpes!
AP: ¿Disculparte por qué?
R: Porque te he estado presionando con lo de los nombres de nuestros chamacos, (toma sus manos), olvida los que te di, lo estuve pensando y creo que lo mejor es dejar que decida la hermosísima madrina que elegiste, ¿qué te parece la idea?
AP: (se zafa del agarre), ¿Hermosísima madrina?
R: ¡No me negarás que está preciosa!
AP: (enojada), ¡Claro, siempre la alabas!, desde el día que la conociste no dejas de babear por ella.
R: (¿?), ¿Babear por quién?, Dany me agrada, Consuelo es una excelente trabajadora y María es mi nana desde que nací, ¿por cuál de las tres estoy babeando?
AP: ¿Estabas hablando de ellas?
R: (¿?), ¿De quién creías que hablaba?
AP: Lo lamento, estaba pensando en otra cosa.
R: Olvídalo. Pero si te pusiste así es porque la madrina no es ninguna de las tres. Dime Paula, ¿quién es la madrina?
AP: Jen.
R: ¿Jen?, ¿Hablas de Jennifer?
AP: ¡Si no te gusta puedo decirle que no!
R: Al contrario, Jennifer es buena persona y estoy seguro que será una fantástica madrina, (ríe), ahora comienzo a entender la insistencia de venir a conocer a nuestros chamacos.
AP: (celosa), ¡Parece que te gustó mucho la idea!, (voz baja), ni siquiera lo disimula.
Rogelio no le presta atención a esto último porque tenía en la mente algo que le serviría para ir descubriendo ciertas cosas.
R: Amor, ¿sólo tienes pensada a la madrina?
AP: Sí ¿por qué?
R: ¿Te molestaría si le pido a mi nuevo socio ser el padrino?
AP: Creí que se lo pedirías a Ernesto o a Alejandro.
R: Puede ser alguno de ellos, después de todo son dos chamacos, entonces deben ser dos padrinos. María, Dany o Consuelo la otra madrina, ¿qué te parece?
AP: (seria), si a ti te gusta, no hay más que decir.
R: ¡Gracias amor!, (besa sus manos), ahora mismo voy a hablarle al señor Sanders para saber si quiere ser el padrino.
Rogelio se levanta para dirigirse al despacho. Paula se queda un rato pensando en lo contento que estaba su esposo por tener como madrina de sus hijos a su más temida rival.
En el Despacho:
Rogelio llamó a la empresa del señor Sanders pero su secretaria le dijo que se fue temprano, por eso ahora le estaba marcando al celular. Luego de varios minutos de intentarlo, por fin le responden, (una mujer).
Mujer: ¡Hello!
R: Lo siento señorita, buscaba al señor Sanders pero creo que me equivoqué de número.
Mujer: ¡No se equivocó!, ahora mismo le comunico a Ed.
R: ¿Ed?
Edward: ¡Hi!
R: Buenas tardes señor Sanders, habla Rogelio Montero.
Edward: ¡Ah señor Montero!, ¿qué se le ofrece?, según yo, no hablaríamos hasta dentro de un mes.
R: Lo sé pero no le llamo por el negocio. El motivo es porque hace una semana nacieron mis chamacos y quisiera preguntarle si no tendría inconveniente en venir para su bautismo.
Edward: ¿A México?
R: Sí, más específicamente al estado de Tuxtla.
Edward: ¿Y para cuando planea hacer el bautismo?
R: En dos meses, (orgulloso), son mis chamacos y me quiero lucir con su festejo.
Edward guarda silencio por un breve instante haciendo que Rogelio piense que tal vez esté pensando su negativa.
R: Señor Sanders, no hay necesidad de buscar palabras de negación. Con un "no" es más que suficiente.
Edward: No es eso lo que iba a decirle. Lo que estaba haciendo era tratar de recordar si tenía libre esa fecha.
R: ¿Y la tiene libre?
Edward: Nunca he ido a México, una vez fui a España y por eso conozco el idioma, así que un paseo en su tierra no me caerá mal. Cuente con mi presencia señor Montero.
R: ¡Ta bueno!, yo le mando la invitación por mensajería.
Edward: La estaré esperando.
R: Gracias señor Sanders y ya nos veremos.
Edward: Hasta luego señor Montero.
Ambos cuelgan.
Recámara del matrimonio Montero.
Los gemelos estaban profundamente dormidos, Mary hacía unos ejercicios que su hermano mayor le dejó el día anterior, (escribir cinco veces el abecedario), María cosía unas servilletas de la cocina.
Paula entra algo alterada y se deja caer a un lado de ella.
María: ¿Qué te hizo ésta vez?
AP: (¿?), ¿De qué habla María?
María: Hija, ambas sabemos que estás enojada por algo que dijo o hizo Rogelio, ¿o hay otro motivo para alterarse?
AP: Le dije a Rogelio a quién íbamos a tener como madrina de nuestros bebés, (molesta), y el muy descarado se alegró.
María: (¿?), ¿Pues a quién elegiste?
AP: ¡Yo no ni loca la hubiera elegido!, pero se me ocurrió aceptar una apuesta que para mi mala suerte perdí y lo que quiso como pago fue ser la madrina de mis hijos.
María: ¿Con quién, cómo y cuándo apostaste?
AP: Aposté con Jen a que le podía ganar una carrera de caballos. No sé ni cómo le hizo pero la loca pudo ganarme sin ningún esfuerzo.
María: ¿Y por qué aceptaste correr?, ¡hija, eso es peligroso!
AP: Por culpa del coqueto de Rogelio. El señor se puso a enseñarle a montar cuando yo no estaba en la Hacienda.
María: ¡Eso qué Paula!, el que la enseñara a montar no significa nada.
AP: Lo es cuando la persona finge no saber y el maestro lo pasa por alto. Rogelio no es idiota como para no darse cuenta que ella ya sabía montar, (alterada), ¡y aún así estaba gustoso enseñándole!
María: ¡Guarda silencio!, los gemelitos se despiertan hasta con el sonido de una mosca y mira a Mary, ¡la asustaste!
Paula voltea a ver a su hija, la cual mantenía su vista fija en ella y de inmediato se acerca para abrazarla.
AP: Perdóname hija, (la separa un poco), ¿puedes mecer la cuna para que tus hermanitos no se despierten?
La niña asiente y se levanta a mecer la cuna. Paula regresa con María.
María: Hay que agradecer que Mary tiene un carácter muy dócil.
AP: Ya hubiera querido que los gemelos salieran igual de tranquilos.
María: Paula, será mejor que te deje sola, de no hacerlo te apuesto que mis nietos se van a despertar con tus gritos.
AP: María por favor, no vuelva a repetir la palabra apuesta.
María: Espero que no te moleste lo que voy a decirte, pero la señorita Smith no me parece una mala persona. Bueno, es coqueta, bromista en extremo, directa, usa faldas muy reducidas, siempre buscaba a Rogelio....
AP: Mejor déjelo así María. Nada más de recordarlo me dan nauseas.
María: Está bien, pero ella será tu comadre lo que resta de tu vida, así que mejor aprende a sobrellevarla.
AP: Voy a tratar, pero si la vuelvo a ver sobre Rogelio, no prometo contenerme.
María: No es la única mujer que se le insinúa a Rogelio, ¿Por qué te alteras más con ella?
AP: (seria), Porque a él le agrada mucho más que cualquier otra mujer.
Rogelio entra al cuarto y María se apresura a acercarse a él.
María: ¡Qué bueno que viniste hijo!, yo me voy a la cocina a prepararles la comida.
María sale casi huyendo.
R: (¿?), ¿Le pasó algo a mi nana?
AP: No, es solo la apuración de los deberes, (medita), Rogelio, ¿para cuándo haremos el bautismo?
R: ¿Te parece bien en dos meses?
AP: Sí, de ese modo podemos preparar algo bonito, (se levanta), ¡Bien!, necesito mandar un mail, ¿podrías quedarte con Mary y los gemelos mientras veo si Alejandro me presta su computadora?
R: ¡Claro!, (se acerca para darle un beso en la frente), cuando vayamos a Tuxtla, te prometo comprar una para que no tengas que ir hasta el pueblo.
AP: Será lo mejor para la Hacienda.
Paula se separa y de la cómoda saca su bolso. Antes de salir le da una media sonrisa a su esposo. Al quedarse solo con sus tres hijos, carga a Mary y se dedica a ver dormir a sus gemelos.
San Gabriel – Despacho de Alejandro.
Dany terminó su turno y ahora ayudaba a su novio a redactar en la PC una demanda de divorcio que le solicitaron en Santa Catalina, (se encontraba sentada en un pequeño escritorio y Alejandro frente a ella).
Dany: ¡Son demasiados términos, pero te los sabes de memoria!
Alejandro: No es el primero que hago. En sí comencé con casos de divorcio, luego mi tío me asigno asuntos penales, (melancólico), gracias a él aprendí la forma de llevar un proceso de ese tipo, que es lo que me dio fama.
Dany se levanta para abrazar a su novio.
Dany: Lo admirabas mucho.
Alejandro: Era mi única familia y es quién me hizo lo que soy. Por eso admiración no es exactamente lo que sentía por él.
Dany: Él estaría muy orgulloso si viera al gran hombre que formó... ¡perdón!, más bien, lo está porque te ve desde arriba.
Dany hace que su novio gire la silla para levantarse. En cuanto está de pie, ella lo besa de una forma ansiosa que manda la cordura de Alejandro muy lejos como para dejarse llevar por el deseo que sentía por la mujer de la que estaba enamorado. Justo cuando iba a rendirse a sus instintos, tocan a la puerta. Alejandro se apresura a abrir.
AP: Hola Alejandro, espero no molestarte pero necesito un pequeño favor.
Alejandro: (recuperando el aliento), ¿Cuál?
AP: (¿?), ¡Qué elocuente estás!, bueno pues quisiera que me dejaras mandar un mail.
Alejandro: Por supuesto Ana Paula, (le da el paso), solo mando imprimir unas hojas y la computadora es tuya.
Alejandro hace lo dicho. Paula se aproxima a su amiga que tenía la cara de frustración. En cuanto las hojas están listas, las mete en un folder negro, se despide de su novia con un beso en la mejilla y le da otro a Paula para finalmente salir del lugar.
AP: (sentándose en la silla), ¡Parece que tenía prisa!
Dany: ¡Hay amiga!, sabes que te quiero, pero hoy no tanto.
AP: (¿?), ¿Por qué lo dices?
Dany: ¿Qué harías si estuvieras casi a punto de tener una bonita noche con Rogelio y llego yo a interrumpirlos?
AP: ¿Y lo preguntas?, Dany, hay cuestiones sagradas y esa es una de ellas, (ríe), mínimo te saco a empujones.
Dany: Para la próxima eso es lo que te voy a hacer.
AP: (apenada), ¡No me digas que los interrumpí!
Dany: Espero que haya sido por algo importante.
AP: En realidad no. Solo vine a mandarle un mail a una mujer sin ningún tipo de pudor y vergüenza, (sarcástica), la cuál será mi comadre.
Dany: (¿?), Esos comentarios no fueron para mi persona, ¿o sí?
AP: No Dany. Jennifer será la madrina de uno de los gemelos, y habrá otros tres.
Dany: ¿Por qué ella?, pensé que no te caía bien.
AP: ¡No me cae nada bien!, pero estoy obligada, (voz baja), eso me pasa por andar apostando con una loca.
Dany: ¿Dijiste que apostaste?
AP: Sí.
Mientras mandaba el mail, Paula le platica a Dany lo de la apuesta.
Dany: ¿Pero cómo perdiste contra una mujer de ciudad?
AP: No lo sé. Rogelio me enseño todo lo necesario para montar perfectamente, pero esa loca corrió más rápido y ni siquiera se cansó.
Dany: Lo siento amiga. Me imagino el coraje de tener que soportarla como madrina y para acabarla de encimosa con Rogelio.
AP: ¡Te aseguro que ésa no me la vuelve a hacer!, en estos dos meses voy a recuperar mi figura y mi habilidad para montar.
Dany: Lo dices como si se tratara de una revancha, Ana Paula, tú nunca te has comportado así.
AP: Rogelio debe tenerla en un pedestal, si lo escucharas cuando habla de ella me entenderías. Por eso no puedo darme el lujo de quedarme atrás, yo soy la esposa de Rogelio Montero, madre de sus cuatro hijos, ninguna loca me va a quitar lo que es mío.
Dany: Creo que las hormonas siguen muy locas. Ojalá que dentro de dos meses se te pase porque no me quiero imaginar lo que vas a hacerle a la pobre de Jennifer.
AP: Depende cómo se porte.
Dany: ¿No estarás exagerando?, Jennifer ayudó a Laura con lo de Cynthia y Bruno. No era su problema, pero se arriesgo, ¿qué persona hace algo así por gente que no conoce?
AP: ¡Muy bien, voy a tratar de controlarme!, de todos modos ya no hay vuelta atrás, esa mujer terminará formando parte de la familia.
Dany: Eso sí, pero deja ese tema. Ahora dime, ¿Quiénes serán los otros padrinos?
AP: Rogelio quiere a su socio junto con Jen, de los otros no me dijo nada pero me encantaría que fueras tú y Alejandro, ¿Dany, te gustaría ser mi comadre?
Dany: ¡Encantada amiga!, será un honor.
AP: Gracias Dany, (se dirige a la puerta), ya me voy, ojalá que cuando llegue a la Hacienda, Margarito esté ahí. Me urge preguntarle algo.
Dany: Vete con cuidado amiga.
Las dos se despiden y Paula se va rumbo a la Hacienda. Dany se queda a acomodar unos documentos en carpetas para hacer tiempo mientras vuelve su novio.
Hacienda del Fuerte – Recámara del matrimonio Montero:
Rogelio le enseñaba a su hija a jugar baraja. Obviamente la niña no le entendía nada, pero se divertían fingiendo que lo hacían bien. Margarito entra al cuarto, los saluda y va a ver a sus hermanos a quienes les da una pequeña caricia en su cara, después regresa para sentarse al lado de su hermana.
R: ¿Estuvo divertido tu día?
Margarito: Estaba haciendo un trabajo, yo a eso no lo llamaría divertido.
R: ¿Ya comiste?
Margarito: Ya, ¿ustedes no?
R: A tu madre se le ocurrió irse a mandar un mail y ya se tardó, por eso la única que probó alimento fue tu hermana.
Margarito: ¿Y mis hermanos?
R: Les di un biberón que Paula dejo preparado.
Margarito: Si quieres ve a comer y yo me quedo con mis hermanos, además Mary tiene que tomar la siesta.
R: Mejor llévala tú y te regresas porque necesito que hablemos de tus hermanos.
Margarito: (¿?), ¿Les sucede algo?
R: No. Pero ni tu madre ni yo sabemos que nombres ponerles y quería ver si tú tienes algunas sugerencias.
Margarito: Eso les corresponde a ustedes. Pero tienes razón, mejor lo hago yo porque ya te oí como le llamaste a uno de ellos, (sonríe), papá, el nombre de Paulo no creo que le siente bien.
R: ¿A poco no se parece a tu madre?, tiene sus ojos, su mirada, su nariz, su boca, (emocionado), ¡caramba!, hasta tiene sus orejas.
Margarito: Al menos mi mamá supo elegir el del mayor, porque ese que tú inventaste no le va a mi otro hermano.
R: ¿Tú madre ya decidió cómo se va a llamar el mayor?
Margarito: Sí, se lo escuche decir una vez y me parece bien.
R: (ansioso), ¿y cómo le puso?
Margarito: "Rogelio".
R: (¿?), ¿"Rogelio"?, mijo, creo que vamos a irle pensando otro.
Margarito: ¿Pero por qué?, ¿acaso no te gusta?
R: No me gusta para ninguno de mis chamacos. Además, ese nombre te correspondía por ser mi primer hijo varón.
Margarito: Margarito es un buen nombre, pero Margaro es el que más me gusta porque es el elegiste para mí y vino de tú corazón. Por eso le vamos a dejar Rogelio y lo complementamos con Rafael.
R: "Rogelio Rafael Montero Carmona", ¿no crees que son muchas erres?
Margarito: A mí me gusta el nombre de Rafael y a mí mamá el tuyo, así que ése se queda, ahora vamos a elegir el del menor.
R: Ése sí quisiera que fuera "Federico", (voltea a ver a Mary), ¿te gusta Federico hija?
La niña solo sonríe.
Margarito: "Federico", ¿cómo el papá de Paula?
R: Ella no pudo convivir mucho con él, pero llegó a quererlo.
Margarito: "Federico Montero Carmona", se oye bien.
Los dos sonríen a manera de aprobación, Mary les aplaude para demostrar su emoción. Casi al instante Paula entra y los mira muy contentos.
AP: (¿?), ¿Qué nueva maldad están planeando?, muchachitos, ustedes ya me dan miedo y más porque tienen de cómplice a mi niña.
Margarito: No es ninguna maldad, lo que pasa es que ya elegimos los nombres de mis hermanos.
AP: (seria), ¿Ya?, ¿y cuáles son?
Margarito se levanta para tomarla de la mano y la conduce hasta la cuna, Rogelio y Mary solo observaban.
Margarito: El mayor se llamará Rogelio Rafael y el menor Federico, ¿qué te parece?
AP: (nerviosa), ¿Rogelio Rafael y Federico?
Margarito: Yo elegí el del mayor y mi papá el del menor, creo que esos son los adecuados, ¿no te gustan?
AP: ¿Tú elegiste el del mayor?, pero Margarito ese nombre...
Margarito: Espero que no me digas lo mismo que mi papá. Yo quiero que mi hermano tenga ese nombre, (se acerca a su padre), yo tengo uno que me gusta mucho más.
R: (palmea su rostro), ¡Ese es mi chamaco!, y como buen Montero que eres, te me vienes al despacho a ayudarme con el archivo.
Margarito: (¿?), ¿Qué?
R: (voz baja), Tu madre quiere llorar, ¿dime si te quedas o te vienes conmigo?
Margarito: Mamá, mi papá y yo nos vamos al despacho.
AP: (conmovida), Vayan, Mary y yo nos quedamos con Rogelio y Federico.
R: ¡Qué tal si le llamas Rafael!, es que nos podemos confundir.
AP: Lo siento pero a lo mucho le puedo llamar pequeño Rogelio, si tú quieres le dices Rafael.
Rogelio solo mueve la cabeza y sale de la recámara junto con Margarito. Cuando se fueron, los gemelos comienzan a llorar, Paula carga a Federico y le pide a Mary que se siente en la cama en dónde coloca a su hermano al lado de ella, después regresa a la cuna por el pequeño Rogelio y sentándose en la cama le da de comer. Mary trataba de calmar a Federico moviéndolo como si lo meciera, (aunque no obtuvo buenos resultados).
Los días fueron pasando muy rápido. Mientras Rogelio, Margarito, Alejandro, Consuelo, Hugo y Pancho se encargaban del trabajo de las propiedades, Paula y Dany preparaban todo lo necesario para el bautismo de los gemelos Montero Carmona. A diferencia de otras celebraciones, ambos padres querían que ésta ocasión fuera la más especial y alegre de todas. Se mandaron a imprimir las invitaciones a Tuxtla, los recuerdos corrieron a cargo de la familia Cortés, (una pequeña cruz de porcelana con moños azules y el nombre de los bebés en color dorado), por órdenes de Rogelio, Ulises mandó traer de México el mejor vino, María y Juanita cocinaron los platillos más ricos y tradicionales de la región, y claro que no podían faltar los favoritos del patrón, (el pastel fue hecho por la señora Montero).
Después del periodo de cuarentena, Paula se dedico a recuperar su figura con rutinas de ejercicios que hacia cuando su marido se iba al Rancho. Por las tardes, (antes de que regresara), montaba a caballo para recuperar la práctica. Gracias a todo ese esfuerzo, vuelve a usar la ropa de antes e incluso ésta le quedaba mejor que nunca.
Finalmente el día del bautismo llegó. Muy temprano un Jeep color negro es el primero en arribar a la Hacienda del Fuerte. Pancho entra hasta el comedor, (donde la familia Montero acaba de terminar su desayuno), para avisarle a su patrón de la visita. Rogelio junto con Paula salen a recibir al señor Sanders, (que iba con un traje negro muy elegante, camisa blanca, corbata gris oxford, y sus lentes oscuros), al acercarse, Paula extiende su mano pero Rogelio la detiene.
R: Buenos días señor Sanders, es muy puntual, sólo que la hora del bautismo es al medio día.
Edward: Lo sé, pero me gusta llegar temprano a todos los eventos importantes.
Rogelio pone frente a él a su esposa.
R: Señor Sanders le presento a mi esposa Ana Paula Carmona de Montero, que está justo enfrente.
Edward: (extiende su mano), Edward Sanders Norrington, es un placer señora Montero.
AP: (corresponde al saludo), el gusto es mío señor Sanders.
R: Señor Sanders, aprovechando que ya está aquí, le pido de favor que me acompañe al despacho. Hay un asunto muy importante que quiero tratar.
Edward: Como guste, solo que en ésta ocasión vengo únicamente con mi chofer. Mi acompañante canceló en el último momento, ¿sí me entiende?
R: Entiendo, Paula, ¿podrías llevarlo al despacho mientras busco unos documentos?
AP: Claro, por aquí señor Sanders.
Edward: (ofrece su brazo), Soy inglés y tenemos la costumbre de tomar del brazo a las damas, ¿a usted no le molesta, verdad?
AP: (toma su brazo), No me molesta.
Paula dirige a Edward hasta el despacho. En cuanto Rogelio entra, (que casi no se tardó nada), ella se va.
R: Eso fue muy listo, estoy seguro que no lo noto.
Edward: Veo siluetas y distingo algunas cosas siempre y cuando no estén lejos, por cierto, su esposa es muy hermosa.
R: (incómodo), Gracias, sin embargo eso significa que no necesitaba que lo trajera.
Edward: (sonríe), En realidad no, pero mejor dígame ¿cuál es el asunto que quiere tratar?
R: Esto tenía que habérselo pedido desde el momento en que lo invité, sólo que no creí conveniente hacerlo por teléfono. ¿Sí le comenté que tuvimos dos chamacos?
Edward: Dijo algo de "mis chamacos", por eso supe que era más de uno.
R: Como fueron dos, mi mujer y yo decidimos que tendrían cuatro padrinos. Ya tenemos a una pareja que es la mejor amiga de Paula y el novio de ésta, también a la otra madrina, pero nos falta el padrino y quería ver si es posible que fuera usted.
Edward: (¿?), ¿Yo?
R: Sí, ¿no le agrada la idea?
Edward: No es que no me agrade, más bien me sorprende la propuesta. Somos socios, pero aún no hay la suficiente confianza que se supone debe haber entre padrinos.
R: Seremos socios por más de diez años, ese lazo es mejor que un contrato ¿no cree?
Edward: Habla como si estuviera cerrando un negocio.
R: Usted mismo dijo que aún no hay confianza, entonces voy a apelar a su sentido de empresario. Véalo como un acuerdo inquebrantable por parte de ambos.
Edward se queda pensando en los beneficios de convertirse en padrino de los hijos de su socio y aunque no veía uno muy grande, al menos podía asegurar mayor cercanía e información.
Edward: Está bien. Acepto ser el padrino.
R: (sonríe), Muchas gracias, ahora voy a pedirle a Juanita que lo lleve a su cuarto. Es bueno que descanse mientras llega la hora del bautismo.
Rogelio va en busca de Juanita, pero en ese preciso momento llega a la Hacienda un Jetta negro, y de inmediato sale a recibir a sus otras visitas.
El señor Sanders había escuchado el ruido del coche y con un poco de lentitud sale del despacho. En el camino se encuentra a Paula a quien ofrece nuevamente el brazo para acompañarla a la entrada.
Del Jetta baja primero Laura a darle un abrazo de felicitación al orgulloso padre. Enseguida lo hace Jennifer que casi se le avienta a los brazos para darle un beso en la mejilla junto con las felicitaciones correspondientes. Todo esto fue observado por Paula y Edward, (lo poco que distinguía). Sin querer ser obvios, Edward tensa el cuerpo provocando un leve apretón en el brazo de Paula, que a su vez lo toma con su otra mano para hacer lo mismo. Cuando sintieron la fuerza que imprimieron voltean a verse desconcertados.
Rogelio y compañía dan la vuelta para dirigirse adentro de la casa encontrándose con las miradas que se daban Edward y Paula. Rogelio es el primero en acercarse.
R: Pensé que estaba en el despacho señor Sanders.
AP: Resulta que quisimos venir a ver quién llegó, ¿tienes algún problema con eso?
Edward: Al parecer su alegría de ver a sus visitas le hizo no percatarse de nuestra presencia, espero que no hayamos sido inoportunos señor Montero.
R: A mí no me importunan, ojalá que yo a ustedes tampoco.
Jennifer: ¡Hi Ana!, ¿te sientes mal?
AP: No ¿por qué?
Jennifer: Es que te aferras al brazo del socio de tu esposo como si tu vida dependiera de ello.
AP: Tú no te quedas atrás, casi ahorcas a mi marido con tu cariñoso abrazo.
Edward: Muy cierto señora Montero, por lo que vi ambos se llevan bastante bien.
R: ¿De verdad pudo verlo señor Sanders?, o más bien estaba concentrado en otras cosas.
Jennifer: Con la fama del señor Sanders yo me alejaría si fuera tú Ana.
AP: Su fama no ha de ser peor que la de otras personas.
Laura se apresura a abrazar a Paula haciendo que ésta suelte a Edward.
Laura: ¡Ana Paula, qué alegría verte de nuevo!, ¿sabes?, me encantaría conocer a tus hijos, ¿me puedes llevar a verlos?
AP: (fingiendo una sonrisa), ¡Sí!, vamos con ellos.
Laura: ¿Vienes Jennifer?
Jennifer: No sé, ¿puedo acompañarlas Ana?
AP: Sí, todo es mejor a que te quedes aquí, ¡digo!, para que no te quedes sola con dos hombres.
Paula da la vuelta para entrar a la casa, (detrás iban Laura y Jennifer). En la entrada Rogelio y Edward no se quitaban la mirada de encima.
Edward: No vuelva a permitir esas demostraciones de afecto frente a su esposa. Tanto usted como la señora Smith dejan una mala imagen.
R: Y un hombre conocido por sus diversiones no debería exponer la reputación de una mujer casada.
Edward: Tiene razón, y me disculpo por eso. No quisiera que este día se arruine por malos entendidos.
R: (suspira), Es verdad, hoy es un día muy especial, además, en unas horas seremos compadres y al menos por eso voy a olvidar lo sucedido.
Los dos entran a la casa. Juanita lleva a Edward a su cuarto y Rogelio se va a su despacho.
Recámara del matrimonio Montero:
El bochornoso incidente pasó a segundo plano cuando Paula les presentó a las nuevas luces que iluminaban sus días. Jennifer, (que cargaba al pequeño Rogelio), estaba más que feliz por la ternura que le transmitían esos hermosos seres. Laura cargo a Federico y poco escuchaba lo que sus acompañantes decían, pues el tener en sus brazos un bebé, la hacía recordar a su hija fallecida, Paula la noto triste y quiso saber a qué se debía, pero ésta le entregó a su hijo y salió del cuarto.
AP: ¿Qué le sucedió?
Jennifer: Su esposo y su hija murieron hace mucho en un accidente automovilístico, ¡Ya te imaginarás lo que sintió al cargar un bebé!
AP: ¡Dios mío!, no lo sabía, Rogelio no me contó nada.
Jennifer: Ni Rogelio está enterado, sólo Dany.
AP: Pues Dany no me ha contado.
Jennifer: (acaricia la carita del bebé), ¿Qué se siente tener a un bebé en tu vientre?
AP: (emocionada), Es un sentimiento que no se puede explicar, al menos no hay palabras suficientes que puedan decir todo lo bello que sientes.
Jennifer: Comprendo.
AP: Cuando te cases y tengas uno lo entenderás mejor.
Jennifer: Lo dudo, hay cosas que jamás tendremos aunque lo deseemos con el alma.
AP: (¿?), ¿A qué te refieres?
Jennifer: (sonríe), A nada.
Jennifer coloca al bebé en su cuna y lo mece un momento para asegurarse que no despierte, luego se dirige a la puerta.
Jennifer: Ahora vengo, no me tardo.
Jennifer sale y Paula acuesta a Federico en la cuna. A los pocos minutos, Jennifer entra con una caja de cartón. Toma de la mano a Paula y ambas se sientan en la orilla de la cama.
Jennifer: Mi regalo para mis ahijados, bueno, sé que solo soy madrina de uno, pero quiero que ambos vayan coordinados.
Con algo de duda, Paula abre la caja. En ella encuentra dos vestidos blancos de tela muy fina, también había unos gorritos, calcetines, zapatitos y dos velitas.
AP: (sorprendida), ¡Jen!, ¡están preciosos!
Jennifer: ¡Verdad que sí!, en cuanto los vi quedé enamorada de ellos, (se levanta), ahora te dejo para que te arregles y vistas a los bebés.
Jennifer camina unos pasos, pero Paula le dice que espere.
AP: Dany aún no llega y necesito ayuda para vestirlos, ¿te importaría vestir al pequeño Rogelio mientras yo visto a Federico?
Jennifer: (pensativa), Ésta puede ser la única vez que vea a Rogelio como Dios lo trajo al mundo, ¡está bien!, con gusto te ayudo.
AP: ¿Dijiste verlo desnudo?, Jen, sabes que estás hablando de un bebé.
Jennifer: Ya lo sé, pero yo no me imaginaba al bebé Rogelio, sino al grandote.
Antes de que Paula reclamara, Jennifer carga al pequeño Rogelio para comenzar a vestirlo. Lo hacía con una delicadeza que Paula no pudo decir nada, pues era la primera vez que no veía a una mujer ofrecida sino a una mujer con instinto materno. Después de un momento de desconcierto, se levanta a vestir a Federico. Cuando ambos bebés están listos y muy guapos, Jennifer sale para permitirle a la orgullosa madre cambiarse de ropa.
El vestido que Paula usaba era uno color lila de corte largo con tirantes, escote en forma de corazón, zapatillas plateadas y el cabello lo recogió un poco de atrás dejando unos cuantos caireles cayendo a los lados.
Rogelio entra y se encuentra con una belleza que era su mujer. De inmediato se acerca para darle un beso lleno de pasión. Por un instante ambos tienen la tentación de profundizarlo, pero si lo hacían no habría bautismo.
AP: (separándose), Por hoy pasaré por alto la escenita de hace rato, pero vas a tener que trabajar duro a partir de mañana. Ahora te dejo para que te vistas.
Paula se encamina a la puerta, pero Rogelio la jala para abrazarla.
R: Lo que quiero es que hoy, mañana y siempre, estemos bien, por eso ¡perdóname!, nunca debí ofenderte.
AP: (corresponde al abrazo), Rogelio, yo también te pido que me perdones, exageré un poco.
Ambos se separan y se dan un beso corto.
R: (sonríe), ¿Un poco?, casi juraba que te le ibas encima a Jennifer.
AP: Lo iba a hacer, pero no quise dejar sin madrina a mi pequeño Rogelio, además, tú no le hablaste muy bien a tu socio.
R: De no ser por su problema y el méndigo contrato, te juro que lo saco a patadas.
AP: (¿?), ¿Cuál problema?
R: No me hagas caso, a veces me da por decir tonterías.
AP: ¿A veces?
Los dos se ríe y vuelven a intentar besarse pero se auto controlan, (ya era tarde). Paula se sienta en el sillón y Rogelio se cambia de ropa lo más aprisa que puede, (traje negro con adornos plateados).
Capilla de la Hacienda:
Varios empleados, (entre ellos Hugo, Consuelo y Pancho), se encontraban dentro de la capilla, Laura, Mercedes y Ernesto fueron de los primeros en tomar asiento junto con María, Margarito y Mary. Alejandro y Dany estaban frente al altar con el padre, (tenían unos minutos de haber llegado).
Afuera Jennifer iba a entrar cuando se topa con Edward.
Edward: ¿Lleva prisa señorita Smith?
Jennifer: ¿Usted que cree?, a veces los hombres son very fools.
Edward: ¿Olvida que también hablo inglés?
Jennifer: Claro que no, por eso lo hice.
Justo cuando iban a continuar, llegan los felices padres con sus hijos en brazos.
R: ¡Me alegra que estén juntos!
Jennifer: ¡Ah sí!, ¿Why?
R: Porque ambos son los padrinos de mi chamaco Rafael.
Edward: ¿Qué?, señor Montero, usted no...
Jennifer: (molesta), ¡Para ser broma es de muy mal gusto Rogelio!
Paula no entiende pero le sigue el juego a su esposo.
AP: ¿Acaso van a negarse a ser padrinos de nuestro bebé?
Jennifer: Tienes a Alex y a Dany.
AP: Sí pero ya se registraron sus nombres en el documento de fe de bautismo.
R: Señor Sanders, es solo un trámite de bautismo, no es como si se estuvieran casando.
Jennifer y Edward se miran un momento, y aún con dudas aceptan.
Los cuatro entran y la misa da inicio, la cual fue de lo más bella por todas las cosas que el padre decía, como la responsabilidad tanto de padres como padrinos de llevar por buen camino a esos dos pequeños que ahora recibían el sagrado sacramento. Antes de rociar su cabeza, Dany saca una cajita que contenía dos medallitas de San Francisco de Asís y las coloca en el cuellito de los bebés.
Paula y Rogelio no pudieron evitar el sentimiento que los embargaba y tomados de la mano veían a sus hijos en brazos tanto de Dany como de Jennifer al momento de que el agua caía por su frente. Como una forma de reconforte, se abrazan mientras elevan una oración al cielo por la felicidad de sus cuatro hijos.
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