CAPÍTULO 28
Dos meses habían pasado de la celebración de aniversario del matrimonio Montero y la audiencia del escolta de Carlos.
Gracias a la información que Rosaura le entregó, Alejandro consiguió que se le dictara una sentencia de trece años por los delitos de suplantación de identidad e intento de homicidio. Durante el juicio, el escolta confesó que el accidente fue una orden de Carlos, (al verlo tan golpeado se imaginó el motivo de su repentina disposición). Si bien es cierto que probarlo no sería fácil, estaba decidido a encerrarlo a como diera lugar, así que se apresuró a poner la demanda para asegurarse que no saliera del país mientras duraba el proceso legal, (que se extendería a varios meses).
Toda esta situación le provocó un problema con su novia porque al mentirle sobre el lugar en el que estuvo, Dany pensó que no le tenía confianza y dejó de verlo por unos días. Paula intercedió por él con la condición de que prometiera que jamás le volviera a ocultar nada a su amiga y que se esforzara por darle más atención, cosa que aceptó porque realmente no quería perder el cariño de Dany. En cuanto Ernesto lo dio de alta, su relación continuó con normalidad y se dedicó a cumplir con lo acordado.
Después de tomarse unos días en compañía de sus hijos, Rogelio y Paula enfocaron sus energías al trabajo, contando siempre con la ayuda de Consuelo, Hugo y Pancho, (que se quedo como capataz para que Hugo atendiera únicamente lo administrativo). Las cantidades que tenían que surtir a sus nuevos clientes eran demasiadas, y a pesar de que aún no se firmaba el contrato con la empresa del señor Sanders, le enviaban pedidos por un convenio al que llegaron mientras Rogelio se daba un tiempo para hacer el viaje a los Estados Unidos.
Paula ayudó a su esposo hasta los primeros días del sexto mes ya que las jornadas eran extenuantes y comenzaba a cansarse. Su vientre se encontraba gigantesco, pero afortunadamente Laura le había regalado unos vestidos, (la ropa que compró ya no le quedaba); eran cinco y de una calidad excepcional, largos, en tonos pastel, de tirantes, cinturón de tela y escote en V, (cosa que a su marido no le agradaba nada). Al dejar el trabajo del Rancho, ocupaba su tiempo en revisar documentos que Consuelo le enviaba, también investigaba lo que se necesitaba para la escuela que Rogelio mandó construir y las veces que no tenía otra cosa que hacer, se ponía a tejer ropa de bebé en compañía de Mary.
Como Margarito tenía vacaciones, Rogelio continuó instruyéndolo en el negocio familiar. El jovencito estaba contento de poder recibir de su padre todos sus conocimientos y se esforzaba en hacer bien lo que le pedía. Al ver la disposición de su hijo, decidió que sería bueno que lo acompañara a Estados Unidos a cerrar el trato con el señor Sanders, (eso puso más que feliz a Margarito).
Rogelio, Margarito y Alejandro, salieron a medio día rumbo a los Estados Unidos. Paula se quedó muy triste ya que le era imposible acompañarlos. Para animarse, se va a un día de campo con su hija, (Marcial le ayudó con la canasta). Dany llega a la Hacienda porque se encontraba en las mismas condiciones que su amiga. María le indica el lugar al que había ido y decide alcanzarla.
Desde lejos la ve sentada en una banca que Rogelio pidió colocar en medio del bosque. Estaba muy concentrada tejiendo unos zapatitos de color blanco.
Dany: ¡Ana Paula!, (se tropieza con una piedra pero sin caer al suelo).
AP: ¡Cuidado Dany!
Dany: ¡En serio Ana Paula!, ¿no entiendo cómo es que te vienes con Mary a un lugar tan peligroso para tu estado?
AP: ¡Yo no le veo lo peligroso!, Lo que pasa es que debes ver al suelo para no pisar las piedras, pero como siempre estás en la luna cada que se va tu novio, no prestas atención a nada de lo que te rodea.
Dany: ¡Ni me critiques! porque antes de venir aquí, pase a saludar a María y me dijo que estuviste de muy mal humor y le gritabas a cualquiera que se te pusiera enfrente. Todos sabemos que te pones así cada que Rogelio se va de viaje.
AP: Ya sabes que estoy muy hormonal, por eso me siento sola cuando no está y para colmo se llevó a Margarito.
Dany: ¿Es por eso?, ¿o tienes celos de las mujeres que se llega a encontrar en los viajes?
AP: ¡Yo celosa!, ¡claro que no!, recuerda que he madurado.
Dany: ¡Pues me alegro!, porque sería el colmo que todavía siguieras con esas tonterías.
AP: Bueno, no te voy a negar que me siento más tranquila de que Margarito esté con él, ¡Es que hay cada resbalosa!
Dany: ¡Sabía que era demasiado bueno para ser verdad!
Mary llega corriendo con unas flores que cortara para su mamá, (Marcial venía atrás), le da una a Dany, regresa con Paula para sentarse a su lado y abraza su enorme vientre.
Dany: ¡Qué niña tan dulce!, se nota que va a querer mucho a su hermano o hermana.
AP: (feliz), ¡Sí!, pero esto lo hace porque ve a Rogelio recostarse para sentir las patadas de su hijo. Mary adora a su papá y siempre lo imita.
Dany: Rogelio es muy paternal. Por cierto amiga, ¿aún no te han dicho que vas a tener?
AP: No, (melancólica), mañana me hacen otro ultrasonido y me imagino que van a decírmelo.
Dany; ¿Y por qué lo dices de esa forma?, deberías estar muy contenta porque mañana sabrás sí es niño o niña.
AP: Lo estoy Dany, pero estaría mucho más feliz si Rogelio pudiera acompañarme.
Dany: ¡Amiga!, sabes que era necesario ese viaje, pero si hubiera estado en manos de Rogelio, él habría hecho hasta lo imposible por estar contigo.
AP: Lo sé, y comprendo que trabajo es trabajo. Rogelio es el hombre más responsable que he conocido, pero eso no impide que me duela que no esté.
Dany: Lo que debes sentir es orgullo porque siempre ha buscado darles lo mejor. Aunque comprendo cómo te sientes. Alejandro también se va por varios días y más con el asunto del tal Carlos.
AP: Se me olvidaba que todavía sigue con eso, (suspira), lo único que me consuela es que dentro de poco será la última audiencia para determinar si lo encarcelan o no, y por lo que me contó Rogelio, Alejandro está muy confiado en que sí lo van a procesar.
Dany: Rogelio tiene que ir ¿verdad?
AP: Por desgracia se le exige presentarse a declarar. Dany, ¡no tienes idea de cuánto me arrepiento por ser la causante de tantos problemas!
Dany: No te culpes, y ¡discúlpame Ana Paula!, no debí incomodarte de esta manera, mejor cambiamos de tema.
AP: Está bien, pero conste que tú lo pediste y ya que hablaste de Alejandro, cuéntame, ¿todavía no tienen planes de boda?
Dany: (triste), No y dudo que algún día llegue a casarme con Alejandro.
AP: ¿Por qué dices eso?, si a leguas se nota que Alejandro está que se muere por ti, tanto como tú por él.
Dany: ¡Yo lo amo!, pero no sé si él me ama, aún no me lo dice.
AP: Espero que no pienses que somos unas chismosas, pero Mercedes me contó que ibas a hablar con Alejandro respecto a lo que piensa de su relación y el matrimonio, me imagino que ya lo hiciste ¿verdad?
Dany: No porque cuando lo dieron de alta se portó como el novio que siempre soñé, (emocionada), ¡es increíble, atento, amable!, le falta algo de romanticismo pero aún así lo amo.
AP: ¡Hay Dany, estás demasiado enamorada!, cuando te encuentras a su lado olvidas todo lo demás y si continúas por ese camino, jamás sabrás lo que realmente quiere.
Dany: ¿Tú piensas que debería preguntarle?
AP: Alejandro es muy reservado. Lo mejor que puedes hacer, es indagar sobre lo que piensa.
Dany: Tienes razón. Cuando regrese le pregunto, ¡si me animo!
AP: ¡Dany!
Dany: ¡Está bien!, juro por mi vida que le pregunto, ¿contenta?
AP: No me convences pero voy a confiar en ti, (emocionada), ¡es que me muero de ganas por ayudarte a organizar tu boda!
Dany solo sonríe. Marcial se aproxima a su patrona para preguntarle si quería que la esperara, Paula le dice que se adelante. Cuando vuelven a estar solas retoman su plática (Mary dormía abrazada por su mamá). Al poco rato, las tres regresan a la Hacienda porque Paula tenía que descansar. Antes de despedirse, Dany se ofrece a acompañarla a la clínica, quedando en pasar por ella muy temprano.
Estados Unidos.
Cerca de la tarde, los tres hombres llegan a Estados Unidos. En esta ocasión nadie los esperaba porque Rogelio no le avisó a Laura de su visita. Por eso renta un coche, (que él maneja debido a que conoce las rutas de ese país). Durante el trayecto, le describía a Margarito cada lugar por el que pasaban. El jovencito estaba maravillado por el lujo de la ciudad. Alejandro hablaba poco, pero atendía a todo lo que su amigo decía.
Margarito: (sorprendido), ¡Los edificios están enormes!, hasta se podría decir que son más grandes que en el D. F.
R: ¡Son más grandes Margaro!, Esta zona es en donde se concentran las oficinas de casi cualquier negocio.
Alejandro: ¿Y es verdad que aquí se puede comprar un coche más barato que en México?
R: Sí es verdad, ¿por qué?, ¿te vas a comprar uno?
Alejandro: Sí. Eso de que me prestes tu camioneta no me gusta, ¡es muy grande!
R: ¡Caramba!, si son de las mejores que hay.
Alejandro: Me acomodo más con autos chicos.
R: ¡Y ostentosos!
Alejandro: ¿Ostentosos?, ¡no me digas que Dany se quejaba con ustedes de mi coche!
Margarito: ¡Huy!, quejarse es poco. Odiaba ese carro por extravagante.
R: ¡Chamaco no lo digas de esa forma!, con lo sentido que es Alejandro, segurito que lo vamos a tener serio durante todo el viaje.
Alejandro: ¡No me sentí!, al contrario, eso me ayuda para que no lo compre igual al otro, pero ¡gracias porque siempre me tienes en un buen concepto!
R: ¡Es que contigo ya no se sabe!, ¡haces cada berrinche!, aunque no te voy a negar que yo era igual a ti, pero desde que Paula está a mi lado he madurado.
Margarito: ¡No es cierto!, hace unos días amenazaste a un peón por mirarla.
R: No lo amenacé, le pedí que dejara de verla. ¡Pero la culpa es de Laura!, cuando se le ocurra regalarle otra cosa, primero la revisó.
Alejandro: ¿Le dijiste a un peón que no la mire?, ¡el hombre no es ciego!, sino fuera por lo celoso, quizás pensaría que eres maduro.
R: ¡Ta bien!, acepto que sigo siendo celoso, pero al menos no huyo de los compromisos.
Alejandro: ¡Qué listo!, jamás pierdes la oportunidad de sacar el tema, pero de una vez te digo que no vas a conseguir nada.
Margarito: ¡Oye Alejandro!, ¿Cuántos años tienes?
Alejandro: ¡Soy más joven que tu papá!
R: Por muy poco, ahora que si te refieres al cerebro, se podría decir que eres un puberto.
Padre e hijo sueltan la carcajada haciendo que Alejandro les dé una fría mirada.
R: ¡No te enojes hombre!, ya me conoces, solo era una broma.
Alejandro: (sonríe), lo sé. Margarito, ¿por qué me preguntaste la edad?
Margarito: Porque mi abuelita dijo que estás peor que mi papá y que te irías casando cuando tengas cincuenta años.
Alejandro: (voltea hacia la ventana), Hay muchos factores que pueden influir para que uno decida no casarse y a veces no es falta de ganas.
R: Estamos a unos metros de llegar al hotel, ¿no les gustaría cenar antes en un restaurante de comida china?, Margaro, ¡te aseguro que son platillos realmente deliciosos!
Margarito: ¡Claro que sí papá!
Alejandro: (¿?), como quieras, pero ¿Por qué cambiaste la...
R: Luego hablamos de eso, primero vamos a comer.
Rogelio estaciona el auto frente a un pequeño negocio de comida china. Era la primera vez que Margarito probaba platillos de ese tipo, para Alejandro no era nuevo, pero eso no impidió que disfrutara de todo lo que su amigo le pidió a cada uno. Cuando estuvieron satisfechos se fueron rumbo al hotel. Rogelio y Margarito compartieron cuarto. Alejandro pensó que Rogelio intentaría retomar la plática, pero en lugar de eso prefirió irse a descansar. Antes de retirarse a su cuarto, acordaron que saldrían a primera hora hacia la Compañía Smith.
Toda la noche Alejandro se la pasó pensando en el tema que quedó pendiente, por eso al día siguiente se levanta muy tarde. Al bajar encuentra a Rogelio y Margarito sentados en el lobby esperándolo. Después de ofrecer disculpas, los tres se van a la empresa de Jennifer.
Tal y como le sucedió a Rogelio, Margarito y Alejandro quedaron sorprendidos por el lujo que tenía la Compañía. Luego de la impresión suben al piso veinticinco, en donde los recibe la secretaría y les pide tomen asiento mientras iba a informar su visita, al dar unos pasos choca con Jennifer (que venía furiosa).
Secretaria: ¡Lo siento Licenciada!
Jennifer: ¡No tienes idea de cuánto daría porque el estúpido de Edward me dijera eso mismo!
Jennifer camina hacia el elevador sin percatarse de quienes estaban ahí.
Secretaría: ¡Espere Licenciada! tiene visitas.
Jennifer: ¿A quién rayos se le ocurre venir sin avisar antes?
R: ¡A mi Jennifer!
Jennifer: (tratando de serenarse), Ellen, avísale a Laura que atienda a nuestros socios.
Secretaria: Ok Licenciada
Los tres se acercan a Jennifer. A diferencia de otras ocasiones en que se lanzaba a abrazarlos, (aparte de que iba de pantalón), se quedó de pie esperando a que hablaran.
R: Creo que no fue un buen momento para venir.
Jennifer: ¡I'm sorry boys!, últimamente ningún día es bueno para mí. Laura tiene los documentos que el señor Sanders envió para que el abogado los revise. ¡El problema es que el "Rey de Inglaterra" no estará por aquí durante dos días!
R: ¡Dos días!, no tenía contemplado quedarme por tanto tiempo.
Jennifer: El hombre tiene que atender cosas más importantes. Ahora si me disculpan, no estoy de humor para nada, ¡bye!
Jennifer sube al elevador sin mirarlos.
Alejandro: ¿Esa es Jennifer?, ni siquiera nos saludó.
Margarito: Recuerdo que cuando estaba en la Hacienda se la pasaba haciéndonos bromas, pero hoy se ve deprimida ¿por qué papá?
R: No sé, pero Jennifer también tiene problemas como cualquiera de nosotros. No siempre va a estar sonriendo.
Secretaria: ¡Señores!, La Licenciada Ramírez les pide que pasen por favor.
La secretaria los conduce a la oficina. Laura les da un abrazo a cada uno y después de las preguntas comunes de su estado, les pide que tomen asiento. De una gaveta saca un folder que le entrega a Alejandro.
Laura: Es el contrato que redactó el señor Sanders. Nos pidió que lo revises muy bien y en cuanto Rogelio y tú den su aprobación hará una junta en su empresa para que lo firmen.
Alejandro: Está algo largo, pero creo que habré terminado de evaluarlo por la tarde.
Laura: ¿Tan pronto?, yo me tardé día y medio, y eso que conozco perfectamente las leyes mercantiles.
Alejandro: Hace mucho leí el Tratado de Libre Comercio, aunque tendría que verificar que algunas clausulas sigan vigentes.
Laura: Si gustas puedes consultar tus dudas conmigo. De todas maneras tienen bastante tiempo porque el señor Sanders no se encuentra.
R: (suspira), ¡Debí llamar antes!, hasta se me ocurrió traer a mi chamaco para que viera como se manejan los negocios internacionales.
Laura: Margarito, ¿te llama la atención estos temas tan complicados?
Margarito: Es un gusto que comparto con mi padre, y quiero ser tan bueno como él algún día.
R: ¿Qué te parece la respuesta de mi chamaco Laura?
Laura: Perfecta, ¡los felicito!, sobre todo a ti Margarito, de este modo vas a madurar y serás un gran hombre como lo es tu papá.
Alejandro: Margarito, ¿te gustaría ayudarme a revisar el contrato?
Margarito: Sí, me interesa aprender eso de las leyes en los negocios.
Laura: ¿Por qué no comienzan de una vez?, pueden usar la oficina de Jennifer, ella no va a regresar el día hoy.
Margarito: ¿Vamos Alejandro?, así aprovechas que Laura está aquí para que te saque de dudas.
Alejandro: (se pone de pie), Está bien Margarito, Laura, ¿en dónde queda la oficina de Jennifer?
Laura: Es la de enfrente.
Alejandro: ¿Nos acompañas Rogelio?
R: En un momento, es que hay una cosa que quisiera preguntarle a Laura.
Alejandro: Entonces voy explicándole a Margarito la importancia de poner reglamentos en los contratos, permiso.
R: Pásale.
Laura: Propio.
Alejandro y Margarito salen de la oficina.
Laura: ¿Qué me quieres preguntar Rogelio?
R: ¿Sabes a dónde fue el señor Sanders?
Laura: A donde siempre.
R: (¿?), Perdón Laura, pero desconozco el lugar a donde va.
Laura: ¿No lo sabes?, lo siento Rogelio, se me olvidaba que no te dimos información personal sobre tu socio. Pues sabrás que el afamado Edward Sanders también es conocido por ser un hombre que gusta de salir a divertirse con diferentes mujeres. Casi siempre las lleva a un hotel que compró en Florida.
R: ¿Estás segura?, a mí no me dio la impresión de que fuera ese tipo de persona.
Laura: Muy segura Rogelio. ¿Recuerdas que te hable sobre una amante que es amiga del tal Carlos Castillo?
R: Sí.
Laura: Esa mujer será la veinteava o treintava que tiene.
R: Cuando llegamos vimos a Jennifer muy enojada, ¿fue por esto que me comentas?
Laura: Eso únicamente te lo puede contestar Jennifer, porque ni siquiera quiso decirme lo que la puso de mal humor.
R: Dudo que tenga el valor de aceptarlo. Bueno Laura, voy con los dos chamacos que están enfrente.
Laura: Ve Rogelio, y cualquier duda que tengan, pueden preguntármela, yo estaré aquí hasta las seis.
R: Gracias Laura.
Rogelio sale de la oficina de Laura para ir a ver qué tal le estaba yendo a su hijo con los asuntos legales.
Clínica de San Gabriel.
Paula esperaba que su médico la recibiera, (Dany la llevó y de inmediato se fue a trabajar). Se encontraba inquieta porque era la primera vez que iba sin Rogelio. El ginecólogo le pidió pasar a la sala de ultrasonido. La ansiedad que tenía desapareció en el momento de ver la imagen de su hijo, porque ahora se podían apreciar sus dedos, pies, carita y algo más que le llamó la atención.
AP: (¿?), Doctor, tal vez estoy muy nerviosa y me imagino cosas que no son, pero, podría decirme ¿por qué parece que hay dos bebés?
Médico: Porque usted no será madre de un bebé, sino de dos, ambos varones. ¡Felicidades señora Montero!
AP: (sorprendida), ¿Cómo?, ¿está hablando en serio?
Médico: Sí señora. Desde que le hice el primer ultrasonido, me di cuenta que eran dos productos, pero no se lo dije porque necesitaba asegurarme.
Paula comienza a llorar como una niña y no podía dejar de temblar. El ginecólogo al verla así trato de calmarla, (cosa que no consiguió). Su llanto duro bastantes minutos, pero disminuyeron conforme asimilaba la noticia que le acababan de dar.
Médico: ¿Ya está más tranquila?
AP: Sí gracias Doctor, ¡es que nunca imaginé que la vida me regalaría más de lo que me ha dado!
Médico: Me da gusto por usted. Es una lástima que no haya venido el señor Montero para que ambos compartieran esta alegría.
AP: Creo que fue bueno que no viniera, Doctor, por favor no le diga nada, quisiera que fuera una sorpresa el día que nazcan.
Médico: ¡Como diga señora Montero!, ahora voy a preparar las fotos, ¿podría esperarme un momento?
AP: Claro que sí Doctor. Voy a estar en el consultorio de Ernesto.
Consultorio de Ernesto.
Ernesto estaba con Mercedes checando los reportes que le entregaban a Rogelio cada mes, cuando de pronto entra Paula y abraza a Mercedes sin poder evitar que las lágrimas volvieran aparecer.
Mercedes: (¿?), ¿Qué te pasa Ana?
Ernesto: (¿?), ¿Pasó algo malo Ana Paula?
AP: Nada malo Ernesto. Lo que vengo a decirles es algo que no me esperaba, pero que me tiene más que feliz.
Mercedes: ¿Y qué es?, porque te hemos visto feliz desde hace tanto que ya es muy difícil atinarle a lo que te pone contenta.
AP: ¡Es que aún no lo creo!, porque ni mi familia ni la de Rogelio han pasado por algo similar.
Mercedes: ¿De qué hablas Ana Paula?
AP: ¡El Doctor me dijo que vamos a tener dos bebes y que son varones!, (emocionada), Mercedes, Ernesto, ¿no les parece increíble?
Mercedes: Más que increíble, ¡te felicito Ana Paula!, sobre todo porque que para ti y Rogelio lo más importante es tener una familia enorme.
AP: ¡Sí!, aún no puedo asimilar que seremos padres de dos varoncitos.
Ernesto no decía nada, se limitaba a observar como Paula y Mercedes se abrazaban y lloraban de la emoción.
Mercedes: ¡Ya se me estaba haciendo un poco extraño que tuvieras semejante vientre a los seis meses!, te vuelvo a felicitar y ¡qué tino el de Rogelio!, ¡quién iba a pensar que después de su discapacidad tendría la suerte de conservarse sano!
AP: Ernesto se encargó de ayudarlo para que se mantuviera en óptimas condiciones.
Ernesto: (sorprendido), ¿Ya lo sabías?
AP: Dany me lo contó.
Ernesto: ¿Y no estás molesta porque les mentí para poder darle el tratamiento a Rogelio?
AP: No me dio detalles, por eso no sé que tanto nos mentiste, pero, ¿crees que te lo vamos a reprochar?, Rogelio es un hombre sano, tú solamente ayudaste a que no dejara de serlo.
Ernesto: ¡Y lo hice más productivo!
AP: De lo cual no me quejo, (lo abraza), gracias Ernesto, no tengo como pagarte todo tu apoyo.
Ernesto: Con que convenzas a Rogelio de no matarme por mentiroso, me doy por bien servido.
AP: Te aseguro que él también va estar eternamente agradecido contigo, ¡quien quita y ahora sí te regale el viaje a Hawái que le has pedido!
Mercedes: Eso estaría bastante bien para nosotros, ¿verdad Ernesto?
Ernesto: ¡Por supuesto!, así hasta me ofrezco a darle la noticia.
AP: ¡No!
Ernesto: (¿?) ¿No qué, Ana?
AP: Quiero que esto quede únicamente entre nosotros tres, nadie más debe saberlo, mucho menos Rogelio.
Mercedes: ¿Por qué Ana?, No me parece bien ocultarle algo tan importante como el que tendrá dos hijos.
AP: Deseo que el día que nazcan nuestros hijos, la sorpresa que reciba sea la más hermosa que jamás haya tenido. Por favor, ¿me prometen que guardarán el secreto?
Ernesto: Te entiendo Ana y de mi parte puedes estar tranquila, Rogelio no lo sabrá hasta el día que nazcan mis sobrinos.
Mercedes: Si es lo que deseas, también lo prometo.
AP: De nuevo gracias. Ahora me voy porque con tanta emoción que tengo, Dany no tardará nada en darse cuenta que algo me sucede y no quiero que sospeche.
El ginecólogo entra para darle las fotos del ultrasonido. Antes de irse vuelve a abrazar a sus amigos. Al salir de la clínica, aún conservaba la evidencia de sus lágrimas, lo que inquieto a Marcial al momento de verla, (Rogelio siempre les pedía que la cuidaran bien), pero ella lo tranquilizó diciéndole que lloraba porque estaba contenta. En cuanto llegaron a la Hacienda y para evitar que María le insistiera con lo del ultrasonido, sube al cuarto de Mary, (en donde se queda hasta la tarde).
Compañía Smith:
Alejandro le explicaba a Margarito con todo lujo de detalle cada clausula del contrato con la empresa del señor Sanders. Rogelio estaba impresionado de la paciencia que mostraba con su hijo, (que no entendía nada), y se dijo mentalmente que ya tenía asegurado al profesor de civismo en la escuela que mando construir.
Margarito: ¡No comprendo eso de las fracciones arasalarios!
Alejandro: Fracciones arancelarias, y son impuestos que se deben pagar por la importación de los productos.
Margarito: ¡Ah!, ¡son términos muy raros!, hasta me duele la cabeza de tantos que me has dicho.
Alejandro: Qué te parece si descansamos un poco, y aprovechamos en ir a un restaurante de comida italiana, que tu papá muy amablemente va a pagar.
R: ¿Yo por qué?, ¡tú lo estás invitando!, además, ¿no quedaste de terminar con eso esta misma tarde?, te aviso que ya son las cinco y Laura se va dentro de una hora.
Margarito: Lo siento Alejandro, como me estabas explicando, te retrásate mucho.
Alejandro: No hay problema, solo falta una hoja, que en menos de lo que imaginas terminamos y te llevo a comer, solamente tú y yo, si tu papá quiere venir, tendrá que pagar por lo suyo.
R: Pos si eso es lo que van a hacer, me adelanto, yo si no estoy acostumbrado a mal pasarme, ¡nos vemos luego chamacos!
Margarito: ¡Hasta luego papá!
Alejandro: (sarcástico), ¡Hasta más tarde señor!
R: Ni te emociones, que lo de chamaco te lo digo por infantil.
Alejandro: Somos iguales aunque no lo aceptes.
Rogelio se levanta sin dar réplica a lo dicho y con una mano se despide. Alejandro y Margarito continúan revisando el contrato. Él se dirige al elevador, y en el momento en que éste abre la puerta, se topa con una persona que jamás pensó volver a ver.
R: ¡Vanesa!
Vanesa: ¡¿Rogelio?!
Vanesa seguía igual que hace tres años; vestía con un traje de pantalón color morado, sin demasiados accesorios de joyería, (solo unos aretes). Estaba realmente sorprendida por encontrar a Rogelio en ese lugar, pero sobre todo por verlo de pie.
R: ¡Caramba!, nunca pensé que te encontraría aquí. Ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos.
Vanesa: ¡Rogelio!, ¿cómo es que estás de pie?, yo pensé que nunca volverías a caminar.
R: Es una larga historia, mejor dime, ¿cómo has estado y qué haces aquí?
Vanesa: ¿Yo?, pues me encuentro perfectamente y como soy una de las socias de la Compañía desde hace año y medio, vine a ver a la Licenciada Ramírez, ¿Y tú?, ¿qué estás haciendo aquí?
R: ¡Se me olvidó que también eras socia!, yo vengo por lo mismo, aunque ahora iba de salida.
Vanesa: ¿Paula vino contigo?
R: No. Tuvo que quedarse en la Hacienda porque...
Vanesa: ¡¿Por qué?!
R: Porque tiene cosas que atender en el Rancho, bueno pues, ¡te dejo para que arregles el asunto que tienes!, ¡Adiós Vanesa!
Rogelio pasa a un lado pero ella lo detiene por el brazo.
Vanesa: Han sido tres años como para que el encuentro termine en segundos. Si no te molesta y no hay otra cosa que tengas que hacer, ¿podrías acompañarme al parque que está aquí en frente?
R: Vanesa no creo que sea buena idea, tú mejor que nadie sabe la razón.
Vanesa: Tal vez no sea buena idea y esto me puede costar mucho más a mí que a ti, pero necesito confirmar lo que siento.
R: Vanesa no quisiera...
Vanesa: ¡Por favor Rogelio!, dame unos minutos y después prometo que no te molestaré nunca.
Rogelio accede aunque no estaba convencido de lo que hacía.
El parque era pequeño, tenía a lo mucho tres columpios y una resbaladilla. Vanesa condujo a Rogelio hasta una banca donde ambos tomaron asiento. Por un momento ninguno hablo, ella se dedicó a observar a un hombre bajito de cabello rubio, ojos color azul, (vestido de sport), jugando con una niña de pelo castaño, ojos café, un poco morena, (vestido y zapatos blancos), que tenía aproximadamente un año de edad.
El silencio era incómodo para Rogelio, constantemente se movía para dar a entender su desesperación, pero su acompañante parecía sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de ese detalle. Como Vanesa no decía nada, decide comenzar.
R: Vanesa, dime que es lo que quieres o voy a tener que dejarte aquí.
Vanesa: ¿Te puedes poner de pie?
R: (¿?), ¿Qué?
Vanesa: ¡Solo ponte de pie!, pero sin irte.
Rogelio se levanta seguido de Vanesa.
R: Ya nos levantamos, ¿ahora que sigue?
Sin previo aviso ella lo abraza con fuerza. El gesto lo dejo imposibilitado para reaccionar; el sentimiento que Vanesa le transmitía era fraterno y sin pensar lo corresponde. No supo cuanto tiempo estuvieron así, pero cuando se separaron, entendió el motivo por el que lo abrazó.
Vanesa: ¡Gracias Rogelio!, con esto te puedo decir que no solo estoy perfectamente, sino también muy feliz por el camino que elegí.
El hombre que jugaba con la niña se acerca hasta ellos, (con la niña en brazos).
Hombre: ¡Buenas tardes!
R: (¿?), ¡Buenas tardes!, ¿se le ofrece algo?
Vanesa: Rogelio, quiero presentarte a Ricardo Archer López, mi esposo y a Valeria mi hija.
R: ¡Ah!, pues mucho gusto.
Vanesa: Ricardo, él es...
Ricardo: Rogelio Montero ¿no?, ¡Señor Montero, el gusto es mío!
R: ¿Nos conocemos?
Ricardo: (sonriendo), No, pero he escuchado hablar de usted.
R: (¿?), ¿Sí?
Vanesa: Ricardo, recuerdas que te dije que Rogelio es mi cuñado, y casualmente también tiene negocios con la Compañía Smith, por eso vino.
Ricardo: El mundo siempre estará lleno de casualidades, si me disculpan voy con Valeria para que siga jugando, ¡un placer señor Montero!
R: El placer fue mío.
Ricardo lleva a la niña hacia los columpios.
Vanesa: Te dije que me costaría más a mí que a ti, pero si no lo hacía jamás estaría segura de lo que siento.
R: ¿Quieres que hable con él?
Vanesa: No es necesario, tal vez se vea enojado, pero no es de los que dure con eso por horas, (sonríe), Valeria me ayudará a contentarlo. Si quieres puedes irte, me parece que sí tenías cosas que hacer.
R: Tengo a una persona trabajando por mí, mejor le quito a tu esposo las ideas que se le metieron en la cabeza.
Vanesa: Todo está bien Rogelio, Ricardo no está pensando mal de nosotros. Lo que sucede es que nos está dando espacio para platicar.
R: ¡Ta bueno!, si tú dices que todo está bien, no me resta más que confiar en tus palabras. Entonces me voy, ojalá te decidas a visitarnos en la Hacienda, porque me imagino que ya no será un sacrificio que lo hagas, ¿o sí?
Vanesa: ¿Cuando te regresas a la Hacienda?
R: Para mi mala suerte en dos días, ¿por qué?
Vanesa: ¡Lástima!, quería ver si nos podíamos ir contigo para que también Paula sepa que todo está bien, (susurra), como siempre debió estar.
R: ¡¿Te querías ir conmigo?!
Vanesa: Desconfiado y mal pensado como siempre. Nosotros salimos en unas horas a Cancún porque Ricardo siempre se toma quince días para ir a la playa, por eso estaba pensando pasar a la Hacienda a visitar a mi hermana, pero si dices que te quedas dos días, será en otro momento.
R: Si quieres ve a verla, no es necesario que estemos los dos, además, pienso que de esa forma te será más fácil platicar con ella, sobre todo por su estado.
Vanesa: ¿Su estado?
R: Ahora sí puedo decirte con toda confianza ¡qué vas a ser tía!
Vanesa: ¿Tía?, ¿Paula está embarazada?
R: (emocionado), ¡Sí!, ¡yo aún no me lo creo!
Vanesa: ¡Es maravilloso Rogelio!, finalmente todo lo que tuvieron que pasar por culpa nuestra está siendo recompensado. ¡Muchas felicidades!
R: Gracias, entonces, ¿sí vas a ir a la Hacienda?
Vanesa: ¿No habrá problema?, Paula es celosa Rogelio, y seguro que le va a molestar enterarse que nos vimos aquí.
R: ¡Cómo crees!, de los dos Paula es más centrada.
Vanesa: Voy a confiar en lo que me dices, y no es tan mala idea, así aprovecho en enseñarle a mi familia los lugares donde viví tantos años, (mira a la niña), Valeria merece conocer a sus primos.
R: Mary se quedó con su madre, Margarito vino conmigo, ahorita está en la oficina de Jennifer, ¿quieres que lo traiga?
Vanesa: Si gustas lo traigo yo, es que tengo que checar unas cosas con la Licenciada Ramírez antes de irme y me queda de paso.
R: Bueno, pero entonces, ¿quieres que me quede aquí?
Vanesa: ¿Acaso tienes miedo de quedarte en el mismo lugar que Ricardo?, nunca pensé que alguien más bajito te inspiraría temor.
R: Más bien es incomodidad, si no me hubiera sonreído, no me sentiría así.
Vanesa: Cuando lo trates comprenderás por qué te sonrío, (da la vuelta), ahora vuelvo.
Vanesa cruza la calle para entrar de nuevo a la Compañía. Rogelio decide esperarla sentado en la banca. Enfrente tenía a un padre muy amoroso con su hija, que al notar la ausencia de su mujer, camina hasta donde él se encuentra para sentarse a un lado con la niña en las piernas.
Ricardo: ¿En qué quedó todo?
R: (¿?), ¿Disculpa?
Ricardo: No es necesario que me cuente cada cosa que platicaron, solo dígame si vino por ella o quedaron como amigos.
R: Si dijera que vine por ella, ¿qué harías?
Ricardo: Nada, tal y como lo prometí cuando acordamos intentar ser algo más que amigos. Señor Montero, le juro que soy un hombre de palabra.
R: Yo también soy un hombre de palabra y esa se la di a mi esposa el día que nos casamos por la iglesia. Vanesa siempre será una persona muy querida para mí, aunque no de la forma que piensas.
Ricardo: (sonríe), Con eso basta, y ya que somos concuños el hablarnos de usted no queda, ¿no piensas igual Rogelio?
R: (¿?), Tiene razón, perdón, tienes razón.
Ricardo: Y pasando a otra cosa, ¿no tienes hambre?
R: Un poco.
Ricardo se levanta y le da a la niña para ir hasta donde estaba un puesto de Hot Dogs, compra cuatro, (a él le da uno y a la niña otro).
Ricardo: (come y habla), Mi familia llego a los Estados Unidos antes de que yo naciera, mi mamá es mexicana y mi padre norteamericano.
R: Lo note por el apellido.
Ricardo: Lo siento, me la paso aclarando lo obvio.
R: No te preocupes.
Ricardo: Administro un Hipódromo, es por eso que conozco a la familia Smith. Cuando Vanesa me dijo que su negocio estaba bajando de productividad la traje con la menor de los Smith, y ella muy amablemente la recomendó con un ganadero texano.
R: ¿La menor?, ¿hablas de Jennifer?
Ricardo: Ahora pide que la llamen de ese modo, hace unos años todos le decíamos Allison, pero esa es otra historia.
R: Sí perdona, continúa.
Ricardo: En realidad ya terminé, no hay demasiados eventos importantes en mi vida más que la dicha que me dio Vanesa con nuestra hija, por cierto, ¿te comentó que nos vamos a Cancún?, mi madre es originaria de ese lugar, aunque es la primera vez que voy a ir.
R: Sí me lo dijo y también...
Margarito: (abrazándolo), ¡Papá!, la tía Vanesa me dijo que viniera a conocer a mi prima Valeria.
Rogelio que aún tenía a la niña en sus piernas se la da a Margarito para que la cargue.
Margarito: ¡No se parece a mi tía!
Ricardo: Se parece a tu tío, o sea yo.
Margarito: ¿Tío?
R: Sí Margaro, te presento a tu tío Ricardo.
Margarito: ¡Hola!
Ricardo: ¡Hola!, (dirigiéndose a Rogelio), se me figura a ti de desconfiado.
R: (¿?), ¿En serio?, ¿cómo sabes que soy así?
Vanesa: Antes de ser pareja, fuimos amigos, él te conoce muy bien, y a Paula, (medita), hablando de ella, Ricardo, ¿te molestaría que fuéramos a visitar a mi hermana antes de irnos a Cancún?
Ricardo: No me molesta, sé que desde hace mucho querías ir, pero tenías dudas sobre cómo te recibirían, (se levanta), el vuelo sale en tres horas y debemos preparar las maletas, me imagino que nos vamos todos juntos, ¿no?
R: Yo tengo que esperar a que regrese el señor Sanders, así que ustedes llegaran a la Hacienda por su cuenta, lo siento mucho.
Ricardo: No te disculpes, ante todo la responsabilidad. Nada más una pregunta, ¿eres socio de Edward?
R: Sí ¿por qué?
Ricardo: ¡Es que no me lo creo!
Vanesa: Lo dices como si fuera un hecho insólito.
Ricardo: ¡Es un hecho insólito!, pero si te aceptó como socio es porque te tiene confianza, después de más de quince años, (suspira), ¡me alegro por él!
Ricardo extiende su mano a Rogelio (se dan un apretón de manos), y después se acerca a Margarito para cargar a la niña.
Ricardo: Vane, me adelanto al coche. Rogelio no me despido porque siento que nos vamos a ver más seguido, ¡hasta luego!
R: ¡Hasta luego Ricardo!
Ricardo se va con su hija para subir a un Pontiac blanco que se encontraba estacionado en la cera frente a la Compañía Smith.
R: Tu marido es muy amable y...
Vanesa: ¿Y risueño?, Rogelio, el ser de esa manera no tiene nada de malo.
R: ¿Estás pensando que lo critico?, la verdad si me sorprendió porque no había tratado a ninguna persona como él, pero de eso a ofenderlo nunca.
Vanesa: Eso espero, porque el hecho de no ser rudo, no significa falta de carácter.
R: ¡Ta bueno!, perdóname.
Vanesa: Olvídalo.
Vanesa le da un pequeño abrazo a Margarito y otro a Rogelio.
Vanesa: Nos vemos después y por si las dudas, avísale a Paula que vamos para allá. También déjale bien claro que estuviste con mi familia.
R: ¿Sigues con eso de que Paula va a pensar mal?, te repito que no va a suceder porque ya rebasamos esa línea.
Vanesa: Espero que no te equivoques.
Vanesa camina hasta el coche y antes de subir se vuelve a despedir. Enseguida de entrar, el auto se aleja del parque.
Margarito saca su celular.
R: ¿Qué haces chamaco?
Margarito: Hablarle a mi mamá para decirle que mi tía Vanesa va rumbo a la Hacienda.
R: ¡Cuelga eso!, lo que quiero es que le den la sorpresa.
Margarito: ¿Qué no le hace daño recibir emociones fuertes?
R: Ver a su hermana no es una emoción muy fuerte.
Margarito: Hablo de los malos pensamientos.
R: ¿De quién estás aprendiendo tantas cosas?, a tú edad no andaba con semejantes comentarios.
Margarito: Todo el tiempo estoy contigo y escucho lo que hablas con los demás.
R: Mira chamaco, mejor nos vamos a buscar a Alejandro, ¡que sabrá Dios donde lo dejaste!
Margarito: Está con Laura revisando unos puntos que no le quedaron muy claros.
R: Ni modo, no lo voy a esperar, ya pasan de las seis y ni siquiera desayunamos.
Rogelio y Margarito van hacia su coche porque regresarían al Hotel. En el camino, le llama a Alejandro para avisarle que se fueron y que le pidiera a Laura un aventón. Después de la cena, suben a su cuarto y como de costumbre Rogelio se duerme. Al ver a su papá dormir como piedra, vuelve a marcarle a Paula.
Recámara de Mary:
Paula estuvo encerrada en la recámara de Mary tejiendo un mameluco color azul. María nuevamente se encontraba intrigada porque pidió que se le subiera la comida, siendo que nunca dejaba de acompañarla en el comedor. Mary coloreaba un libro de ponis que le regaló su papá cuando el celular de Paula comienza a sonar. La niña lo toma y se lo da a su mamá.
AP: ¡Muchas gracias mi amor!, (contesta), ¡Margarito!, hasta que se dignan a llamar, se fueron desde ayer y apenas se acuerdan de nosotras.
Margarito: La verdad si se me olvidó hablar ayer y hoy estuve ayudando a Alejandro con la revisión del contrato que va a firmar mi papá con el señor Sanders.
AP: ¡Qué bueno que estés aprendiendo!, ya quiero ver a mi hijo convertido en un digno sucesor de Rogelio Montero.
Margarito: (ríe), Todavía me falta, pero te prometo que me voy a esforzar más.
AP: No espero menos de ti, y ¿tú papá está contigo?
Margarito: Está durmiendo como siempre.
AP: (preocupada), ¿Otra vez?, Margarito, ¿Rogelio comió a sus horas?
Margarito: Nos fuimos sin desayunar y comimos a las siete, bueno, yo comí antes una ensalada con pollo que Laura mandó pedirnos a Alejandro y a mí.
AP: ¿Y Rogelio por qué no comió con ustedes?
Margarito: Es que estuvo platicando en el parque con mi tía Vanesa.
AP: ¡¿Vanesa?!
Margarito: Sí.
AP: ¿Qué hacía Vanesa ahí?
De pronto la comunicación se corto. Margarito y Paula intentaron comunicarse en varias ocasiones, pero el motivo por el que no pudieron hacerlo, fue que aún no colocaban la antena satelital y había una pequeña tormenta eléctrica en San Gabriel. Después de un rato Margarito se cansó y terminó por quedarse dormido.
Por tantas cosas que se imaginaba Paula no durmió bien. Era cierto que Vanesa se había portado como una verdadera hermana al regalarle el Rancho, también era casada y tenía una hija, pero eso no le aseguraba que ya no amara a Rogelio, y por último, ¿qué sintió él al encontrarla?, este pensamiento es el que más la atormentaba. Se movía con mucha desesperación hasta que Mary recargó su cabeza en su vientre y como siempre, su ángel más preciado conseguía calmar todos sus problemas con tan solo un gesto de amor. Al ir cerrando los ojos acaricia el cabello de la princesa más dulce de la familia Montero.
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