CAPÍTULO 22

Cuando Margarito vio a su padre con una cortada en el labio y el brazo vendado, inmediatamente se imaginó lo que había ocurrido, por eso decidió no preguntarle nada (al menos por el momento). Mary quería ir con su papá pero su hermano mayor la detuvo. Rogelio se dirigió al cuarto a descansar, mientras Alejandro les contaba a Paula y Dany, todo lo que pasó. Al escucharlo, Paula no pudo evitar que las lágrimas se hicieran presentes de nuevo, porque era consciente de que se pudo ahorrar ese problema, si no se hubiera dejado llevar por unos celos que no tenían razón.

A la mañana siguiente, todos salieron muy temprano a tomar el avión de vuelta a Tuxtla. Mary dormía en las piernas de su hermano, Dany en el hombro de Alejandro y Pancho platicaba con un señor que parecía venir de algún poblado, (por su atuendo campirano).

Rogelio se encontraba con los ojos cerrados recostado en el asiento. Paula no dejaba de mirar su brazo vendado por la herida que le hiciera Carlos y los golpes que tenía en la cara, que a pesar de no ser tan notorios, seguramente le dolían, así como a ella le causaba un enorme sufrimiento el hecho de verlo lastimado por una situación que ella misma provocó. Lentamente posó su cabeza en su hombro y sin querer, vuelve a llorar. Rogelio la escucha sollozar y abre sus ojos. Observa como su esposa intentaba quitar los rastros de lágrimas antes de que él las viera. Con el dorso de su mano la ayuda a limpiarlas y le ofrece una sonrisa.

R: El embarazo realmente sensibiliza mucho a las mujeres por qué tú lloras a cada instante y sin ningún motivo.

AP: Mis lágrimas no son producto del embarazo. Provienen de todos los errores que he cometido contra ti. Rogelio, ¿de verdad me amas a pesar de tantas cosas que te he hecho?

R: (se ríe), ¡Caramba!, me lo dices como si tú me hubieras dejado todo molido.

AP: Quizás no directamente, pero soy la culpable de esto. Sin embargo tú ni siquiera me has reclamado nada, ni preguntado el por qué tuve un altercado con el tal Carlos.

Rogelio besa su mano y vuelve a sonreírle.

R: No necesito preguntar los motivos para defenderte de semejante imbécil. Él te lastimó y eso es lo único que me importa.

AP: ¿Te das cuenta?, con esto me siento menos digna de tu amor. Me entregas una confianza que yo a veces no te demuestro aún amándote tanto.

R: ¡Bueno!, en realidad sí le pregunté a Pancho y Daniela. Ellos me contaron la parte que conocían del problema con ese idiota.

AP: ¿Le preguntaste a ellos, en lugar de a mí?

R: Si te lo preguntaba no me lo hubieras dicho. ¡Perdóname Paula!, pero no eres muy comunicativa en cuanto a los celos. Lo primero que haces es atacarme en vez de intentar aclarar las cosas.

AP: (lo abraza), ¡Lo lamento!, nunca he podido controlar los celos y menos si se tratan de ti. Sé que no debí molestarme por algo que sucedió en el pasado, pero entiende que...

R: Que es difícil aceptar que no fuimos los únicos en la vida del otro. Amor, eso ya no interesa porque nos hemos entregado algo mucho más importante y es nuestra alma.

AP: (le sonríe), y esa será para siempre.

Paula lo abraza más fuerte, pero Rogelio se queja.

AP: ¡Rogelio, discúlpame!, se me olvidaba que estás golpeado.

R: Pos no te niego que sí me duele un poco el costado, pero no es nada de cuidado. Has de cuenta que me puse a ejercitarme por primera vez y al día siguiente sufro los estragos de tanto tiempo sin trabajar mis músculos, (la atrae de nuevo), ahora hay una cosa que sí no pienso pasar por alto.

AP: ¿Y cuál es?

R: Ayer te aprovechaste de que me quedé dormido para no cumplir con el pago de la apuesta. Por eso, piensa muy bien de qué forma me consentirás. Acuérdate que soy algo difícil.

AP: Cuando lleguemos a la Hacienda vamos a ver si es cierto que te resistes a mis encantos.

El resto del viaje se la pasaron conversando de lo que no hicieron en el D. F. debido a que centraron su atención en el asunto de sus amigos y en el tipo desagradable. Sin darse cuenta, antes de dos horas, llegan a Tuxtla. Los Montero y Dany, se van a un parque, mientras Pancho recoge la camioneta que dejaran en la pensión y Alejandro se queda en el aeropuerto a verificar si su coche aún se encontraba en el depósito de cargamento.

Dany como buena tía postiza, jugaba con los niños. Paula quiso quedarse con su esposo en una banca, pero después de un rato, Rogelio le pidió que dejara de preocuparse por él y fuera a pasar tiempo con sus hijos. Ella aceptó porque en realidad los había desatendido un poco. Para Rogelio ver feliz a su familia era la recompensa más grande que la vida podía darle. Sin embargo para sus hijos, los juegos no significaban lo mismo si su padre no los acompañaba, por eso regresaron para sentarse con él. Una vez que Pancho y Alejandro llegaron con sus respectivos autos, retomaron su viaje de vuelta a la Hacienda del Fuerte.

En la Hacienda:

Hugo y Consuelo terminaban de revisar unos pedidos para surtir a la empacadora de Vanesa, (que aunque ya no se encontraba al frente, todavía seguía siendo la dueña de la compañía de su padre). María estaba sentada en la terraza esperando ver llegar a la alegría de la casa; sus dos hijos y sus dos nietos. Al divisar los coches se emociona e inmediatamente baja a recibirlos.

Paula es la primera en descender de la camioneta, seguida por Margarito y Mary. La pequeña niña ve a su abuela y se suelta de la mano de su hermano para ir a abrazarla.

María: (cargando a la niña), Muchachos, ¡Que alegría me da que volvieran!, ¡los extrañé mucho!

Margarito: (le da un abrazo), Yo también te extrañé abuelita.

AP: ¡Para mí también es una alegría estar en nuestro hogar, y junto a ti!, María, lamento no haber llamado antes, pero con tantas cosas, se me pasó.

María: No te preocupes Paula. Es lógico que cuando se está de viaje, nos olvidemos de todo para poder disfrutarlo más, (voltea a ver a la camioneta), hija, ¿en dónde está Rogelio?

Rogelio baja del coche y en cuanto María ve su brazo se asusta, deja a la niña con su mamá y corre a su lado.

María: ¡Por Dios Rogelio!, ¿Qué te pasó en el brazo?, y ¡mírate ese labio!, ¿no me digas que te caíste?

R: ¡Claro que no Nana!, solo me agarré a golpes a un idiota que molestó a mi mujer.

María: ¡Se agarraron, dirás!, porque también tuviste lo tuyo.

R: ¡Esto fue suerte para el muy maldito!, aunque de eso hablaremos más tarde. Ahora déjame ir a hablar con Hugo porque necesito ponerme al día con los pendientes.

AP: ¡Pero Rogelio!, el viaje fue muy pesado, lo mejor es que te vayas a descansar o si no tu cuerpo lo va a resentir más adelante.

Rogelio le da un beso a María en la mejilla y a Paula en su frente.

R: No te preocupes. ¡Estoy muy bien!, te prometo que solo me informo de unas cosas y luego te alcanzo para descansar.

Rogelio se va a su despacho. María les pide a Alejandro y Dany que entren a descansar en la casa. Paula lleva a Mary a recostar y Margarito decide alcanzar a su padre.

En el despacho:

Consuelo y Hugo reciben afectuosamente a su patrón y al hijo de éste (que venía llegando atrás de él). Rogelio se sienta y les pide que le entreguen los pendientes porque tenía planeado hacerse de unos contratos que aumentarán no solo el capital de la Hacienda y el Rancho, sino también el trabajo.

Hugo: Patrón, no es por parecer flojo o demasiado exagerado en las finanzas, pero ¿no cree que si decide adquirir esos contratos, tendría que pagar muchas horas extra, y los empleados pueden no rendirle porque no se darían abasto?

R: Estoy consciente, pero tengo confianza que mis empleados podrán sacar este proyecto, (mira a Consuelo), De todas formas Consuelo, voy a pedirte que evalúes cómo poder distribuirnos las labores en conjunto con el Rancho. Así el peso no recaerá completamente en la Hacienda.

Consuelo: Como diga patrón. Solo una pregunta, ¿por qué quiere conseguir estos contratos?, es que no son de clientes muy fuertes en la industria de la ganadería, son algo así como empresarios de talla mediana.

R: Se los pienso quitar a un hombre que nunca debió meterse con lo más sagrado de Rogelio Montero.

Consuelo: ¿Cómo dice?

R: Después te lo cuenta Paula. Solo te pido que cheques eso cuanto antes.

Consuelo: Entonces me regreso al Rancho para revisar lo que me pide.

Consuelo se despide de su marido y Margarito para salir del despacho.

Margarito: Papá, ¿está bien lo que piensas hacer?

R: Es algo que no me gustaría hacer. Pero si no lo hago, ese tipo no tendría un escarmiento por lo que le hizo a tu madre.

Hugo: Si me permite patrón, ¡Margarito!, esto es el mundo de los negocios, peor hubiera sido que tu papá se desquitara con otra cosa. Además, lo que está proponiendo es conseguirlos de forma limpia, como en cualquier competencia, por eso primero vamos a ver que tanto se puede ofrecer a los clientes.

R: ¡Exacto!, de no encontrar condiciones apropiadas, simplemente desistimos.

Margarito: Eso me tranquiliza.

R: ¡¿Pos quién piensas que soy chamaco?! Está bien que me hice de una fama de ogro, pero nunca jugué ni jugaré chueco.

Margarito: ¡Perdón!, no lo dije con esa intención. Solamente no quiero que la figura que admiro desaparezca, pero sé que tienes motivos para querer darle un escarmiento a ese hombre y en eso yo te apoyo.

R: (le sonríe). ¡Gracias mijo!, de no darme tu aprobación, te juro que no lo intento.

Hugo: Patrón, yo los dejo un momento. Voy a darme una vuelta para supervisar todo.

R: ¡Pásale Hugo!, y por ahí, avísale a Pancho que tiene el resto del día para irse a su casa, ¡ah! Y también dile a Alejandro que venga por favor.

Hugo: ¡Claro patrón!, Con su permiso.

Hugo va directo a la sala a decirle a Alejandro lo que su patrón le pidiera, y después sale a buscar a Pancho.

En el despacho, padre e hijo continuaban conversando. Margarito no le quitaba la vista al brazo y golpe del labio que tenía su padre.

Margarito: ¿Te duelen los golpes?

R: Si te digo que no, te mentiría. Pero como se lo comenté a Paula, no es nada de cuidado. Y te aseguro que a ese infeliz le duelen mucho más.

Margarito: (lo abraza), Paula estaba muy preocupada por ti, ni Mary pudo calmarla. Yo sí sabía que podías contra ese hombre.

R: Hijo, no quisiera que pienses que esta es la forma en que se arreglan las cosas. Nunca será mi intención darte un mal ejemplo. Solamente que no pude evitar que mi sangre hirviera de coraje al pensar que se atrevió a maltratar a tu madre, y más en el estado en que se encuentra.

Margarito: No tienes porque darme explicaciones. Aún si no me lo contaras, yo te entendería. Por eso, olvidemos el asunto.

R: ¡Ese es mi chamaco!, no tienes idea de lo orgulloso que me siento de ti.

Padre e hijo se dan un fuerte abrazo y una palmada en la espalda.

R: ¡Auch!, Mira Margaro, por ahora te pido que no me des golpes tan fuertes, no soy de piedra y todavía ando adolorido por lo de ayer.

Margarito: Perdón papá.

Alejandro entra y ve a que los dos siguen abrazados.

Alejandro: ¡Bonito cuadro de padre e hijo!

R: ¿Acaso la gente no sabe tocar?

Alejandro: (sonriendo), No lo creí necesario porque Ana Paula subió a dormir a Mary. Así que no había forma de encontrarme con una situación incómoda.

R: No seas igualado y mejor siéntate porque necesito analizar unos contratos.

Alejandro: ¿Ahora?, Rogelio, acabamos de llegar de un viaje pesado y aún así quieres trabajar.

R: Me urge verlo antes de la próxima semana.

Alejandro: ¿Por qué antes?, ¿hay algún evento importante?

Margarito: Mis papás cumplen tres años de casados dentro de dos semanas, pero como mi papá organiza toda la celebración, se toma una semana para sorprender a mi mamá.

Alejandro: ¡Con razón estás apurado!, está bien, vamos a revisar los documentos.

R: Gracias, y no te inquietes, que durante esa semana no voy a pedirte que vengas.

Alejandro toma asiento frente a Rogelio. Margarito acerca una silla junto a su papá.

Alejandro: No sabía que a Margarito le gustaran estos temas.

R: Mi chamaco siempre está aquí cuando atiendo algunos negocios.

Margarito: A mí me gusta aprender todo lo que tenga que ver con las cosas que hace mi papá.

Alejandro: En ese caso, comencemos.

Rogelio y Alejandro empiezan a comentar los negocios que la Hacienda del Fuerte tratará de conseguir. Margarito únicamente escuchaba a su padre expresar lo que esperaba obtener de los contratos y pensaba que ojalá algún día pudiera ser como él.

En la cocina de la Hacienda:

Después de dejar a Mary dormida en su cuarto Paula se encontraba en la cocina. Ella y Dany le platicaban a María todo lo que pasaron durante el viaje.

María: ¡Así que por eso Rogelio tiene ese golpe y esa herida en el brazo!

AP: Sí María, y no se imagina lo mal que me siento por ser la causante de todo.

Dany: Tú no tienes la culpa Ana Paula, ya deja de decirlo porque ni Rogelio piensa eso.

María: Sí Paula, mejor olvídate de ese asunto.

AP: Lo voy a intentar. ¡Dany!, mejor comienza a contarle a María más detalles de tu novio Alejandro.

Dany: (avergonzada), Ya le conté todo hace rato. Por favor no me hagan repetirlo.

AP: ¿Por qué te da tanta pena?, el amor no es algo de lo que debamos avergonzarnos.

María: ¡Mira quién lo dice!, Daniela, no te imaginas lo que le costó a mi niño que Paula dejara de ser tan penosa en cuanto a las demostraciones de amor.

Dany: (sarcástica), ¿En serio?, pues pareciera que nunca ha conocido la vergüenza en situaciones como esas, porque varias veces tenemos que huir de ellos para no llevarnos una sorpresa cuando se les ocurra olvidarse que tienen audiencia.

AP: ¡No exageres Dany!, Rogelio y yo siempre nos controlamos cuando estamos con ustedes.

María: ¡Sobre todo se controlan!, Dany, si eso te espanta, ¡espérate en dos semanas!

Dany: ¿Qué habrá en dos semanas?

AP: (emocionada), ¡Nuestro aniversario de boda!, ¡Hay María, Dany, cómo me urge que pasen rápido los días!

Dany: ¿A poco ya se acerca la fecha?, no lo recordaba.

María: Pero Paula y Rogelio siempre están contando los meses para celebrar esa fecha.

Consuelo: (entra a la cocina), ya me voy madrina. ¡Patrona!, ¡Dany!, ¡qué gusto volver a verlas!, (las tres se dan un fuerte abrazo).

AP: Consuelo, perdón por dejarte todo el trabajo del Rancho. Desde mañana vuelvo a hacerme cargo del negocio.

Consuelo: No se preocupe patrona. A mí me encanta este trabajo porque me siento una mujer más fuerte y capaz.

AP: Igual yo Consuelo, pero eres recién casada y debes disfrutar el momento. Por eso, en cuanto me digas los pendientes, te das una escapada con Hugo.

Dany: Sí Consuelo. Consciente a tu esposo mientras tengas tiempo, porque cuando llegan los hijos, tu atención será sólo para ellos.

Consuelo: Pues la patrona cuida a sus dos hijos, se encarga del Rancho y todavía se da el tiempo de atender al patrón.

AP: Es porque Rogelio me ayuda con los niños y el Rancho, jamás me ha dejado sola con todas las cosas. Y así como él, sé que Hugo y Alejandro les responderán de la misma manera.

Dany: ¡Más les vale amiga!

Consuelo: Esperemos que sea así patrona y aunque me gustaría continuar platicando, me tengo que ir para el Rancho. El patrón me pidió revisar algo urgente. Mañana que vaya le cuento.

AP: Muy bien Consuelo. Mañana lo vemos.

Dany: Cuídate mucho.

María: Nos vemos luego Consuelito.

Consuelo sale de la cocina para regresar al Rancho. Pero a los pocos segundos vuelve a entrar.

Consuelo: Perdón patrona, pero se me estaba pasando recordarle que mañana a las once treinta, tiene que ir con el ginecólogo porque está programado un ultrasonido.

AP: ¿Mañana?, Gracias Consuelo. La verdad no me acordaba.

Consuelo: No hay de qué patrona, (se va).

María: (frota sus brazos), Tu primer ultrasonido, has de estar muy contenta.

Dany: ¡Qué lindo amiga!

María: Paula ¿Quieres que te acompañe?

AP: Gracias María, pero me gustaría preguntarle a Rogelio si puede venir conmigo.

Dany: Tienes razón, él tiene que ir.

María: Para él también será la primera vez que pueda ver un hijo suyo en una imagen de esas.

AP: Es verdad María, será algo hermoso para los dos. Voy a ver si ya se desocupó para avisarle.

María: Sí hija, ¡ve!

En el despacho:

Alejandro: Pues no veo inconveniente en lo que les ofreces. Solo falta asegurarse que la Hacienda y el Rancho puedan hacerse cargo de sacar las cantidades necesarias para estos pedidos, que en realidad no son muchas. Rogelio, vas a tener exceso de trabajo en caso de que te acepten como proveedor.

R: Lo sé. Pero cuento con el apoyo de Consuelo y Hugo.

Margarito: Papá, ya sé que aún no estoy preparado para esto, pero si me dejas ayudarte, con gusto lo hago.

R: Muchas gracias hijo. Y ¡encantado de que me ayudes!

Margarito: (contento), ¡Entonces me voy a adelantar unas clases de la escuela para no atrasarme cuando me toque ayudarte.

Margarito sale del despacho, encontrándose a Paula en el pasillo. Él le dice que su papá sigue con Alejandro, por lo que decide que mejor regresa más tarde.

R: ¡Ese Margaro!, cuanto más pasa el tiempo, más me sorprende. Es bueno ver que mi chamaco se interese en ayudarme con este negocio.

Alejandro: Me alegro por ti. Además, Ana Paula también te puede ayudar ¿no?, se supone que el médico dijo que mientras llegaba al tercer mes, no se presionara con esto, y como ya pasa de la doceava semana, lo más probable es que vuelva a encargarse del Rancho.

R: En realidad no quisiera que Paula continúe con el negocio del Rancho.

Alejandro: ¿Por qué no Rogelio?, según tengo entendido, ella ha estado haciéndose cargo del Rancho desde que su hermana se lo regalara, y lo ha hecho muy bien.

R: Yo no digo que no lo haga bien. Pero estuve recordando las cosas que me dijiste cuando decidiste regresar a vivir a San Gabriel.

Alejandro: ¿Qué cosas?

R: Que no querías alejar a Daniela de lo que le gusta. Paula al igual que ella, estudiaron para ser enfermeras. Mi esposa tenía el sueño de ayudar a los demás, ya sea siendo enfermera o maestra. Por eso desde antes de enterarme que estaba embarazada, mandé a terminar la escuela para los hijos de los trabajadores. Así que Paula tendrá dos opciones de empleo.

Alejandro: El otro me supongo es de maestra.

R: Sí.

Alejandro: ¿Ella te ha hecho algún comentario que te haga a pensar que el trabajo en el Rancho no le agrada?

R: Paula nunca se quejaría conmigo sobre eso. Cuando Vanesa le dio el Rancho, ella pensaba que yo me haría cargo, pero a mí se me ocurrió ofrecerme para ayudarla a convertirlo en el más importante proveedor de ganado, junto con la Hacienda. Pero no le pregunté si deseaba ser una empresaria.

Alejandro: Ya son casi tres años Rogelio. ¿No me digas que Ana Paula es de las que aceptan algo que no les gusta, solo para complacer a otros?

R: ¡Sí es!, por eso mañana la voy a llevar a que vea la escuela. Estoy seguro que se pondrá muy contenta de hacer lo que siempre ha querido.

Alejandro: Yo que tú le preguntaba primero. Porque si lo que piensas no es correcto, la podrías hacer sentir mal.

R: No hay necesidad de preguntarle. Si la hubieras conocido unos años atrás, sabrías que ayudar es su más grande ilusión.

Alejandro: La vez que mandaste con ella para acomodar unos documentos, la vi muy a gusto con su trabajo.

R: ¿Y qué le quedaba?, la resignación.

Alejandro: ¡Necio!, pero ya no te digo nada y como ya es tarde me retiro.

R: ¿No prefieres quedarte?, Ya oscureció.

Alejandro: No Rogelio. Mañana me voy temprano a Santa Catalina y me queda más cómodo salir de San Gabriel. Por cierto, me llevo a Dany porque me imagino que también regresa a su puesto de enfermera en la clínica.

R: Ta bueno. Nos vemos después.

Alejandro: Hasta luego.

Alejandro y Dany regresan a San Gabriel. En el camino, él le platicaba lo que Rogelio pensaba sobre los deseos de Ana Paula.

Dany: Ana Paula nunca me ha dicho que no le gusta hacerse cargo del Rancho.

Alejandro: Según Rogelio es porque tu amiga tiene el don de sacrificio y jamás se lo haría saber.

Dany: ¡Como que a Rogelio se le olvida que Ana es de las que reclama cuando algo no le gusta!, Y si no se ha quejado es porque está contenta con su trabajo, (se acuesta en el asiento), ¡Hombres!, nunca preguntan, solo sacan conjeturas.

Alejandro: Igual que ustedes.

Dany se acerca y le da un beso tímido que toma desprevenido a Alejandro.

Dany: Pero tú no eres así, (se sonroja), al menos sabes preguntar.

Alejandro: No te creas. Siempre serás un misterio para mí, (baja su voz), al menos hasta que encuentre la forma de que me entregues toda tu confianza, en cualquier sentido.

Dany: (aún más roja), ¡Alejandro!, en serio me voy a encargar de que no convivas más que lo necesario con Rogelio, se te está pegando su forma de hablar.

Alejandro: Yo no veo que a Ana Paula le moleste su manera de hablar.

Dany: Mejor cambiamos de tema.

Alejandro se ríe internamente por la reacción de su novia, que aún siendo enfermera, era muy penosa, pero esa actitud lejos de parecerle exagerada, la hacía verse más tentadora.

Hacienda del Fuerte.

Rogelio sube a su recámara para descansar. Le parecía extraño que Paula o María, no hayan ido a llevarle un café, como era costumbre en ellas.

Al entrar al cuarto no ve a su esposa, pero debido a lo cansado de su cuerpo por el viaje y la pelea, lo único que deseaba era recostarse, (aparte, lo más probable es que su mujer estuviera con su hija). Casi cuando estaba por rendirse al sueño, siente unos labios sobre los suyos y unas manos suaves introduciéndose bajo su camisa. No era necesario abrir los ojos para saber de quién se trataba, porque su cuerpo podía reconocer perfectamente a la persona que le transmitía esa sensación tan exquisita.

R: ¿Vienes a pagar la apuesta que perdiste?

AP: Exactamente señor Montero, sabes que nunca dejo una deuda sin pagar, y ésta la planeo disfrutar tanto como tú.

R: (abre los ojos), Solo que ahora yo no seré quién haga las proezas señora Montero. Es su deuda, el trabajo lo hace completo.

AP: ¡Como quieras!, nada más que luego no se te vaya a ocurrir olvidarlo, porque no pienso dejar que tomes el control de nada.

Paula toma su brazo herido y por encima de la venda, deposita pequeños besos que después dirige a su labio. Conforme le quitaba la ropa, lentamente baja al resto de los golpes mientras les da el mismo trato que a su boca. Rogelio se estaba descontrolando demasiado, aunque trataba de mantenerse calmado porque así lo acordó con su esposa. Paula podía sentir la tensión en los músculos de su marido y eso la llenaba de una satisfacción enorme, pues significaba que lo estaba torturando con cada beso que iba dejando por todo su cuerpo.

AP: Dígame señor Montero, ¿qué se siente que lo torturen así?

R: Solo te recuerdo que el ganador fui yo. Por eso no es válido lo que me haces.

AP: Me pediste pagar la apuesta, más no especificaste cómo.

Paula retoma su labor, pero ahora añadiendo caricias y el gesto que más volvía loco a Rogelio. Él al sentir su boca mordiendo levemente su oído, ya no pudo más y con un rápido movimiento hizo que su esposa terminara acostada en la cama.

AP: ¡No seas tramposo Rogelio!

R: El ganador decide el pago.

Con suaves caricias y embriagantes besos, Rogelio consiguió que su esposa dejara de discutir, para dar paso a la entrega de sus cuerpos que ambos disfrutaban, dándoles nuevamente una noche increíble.

En cuanto amaneció. María se levanta a preparar el desayuno, al pasar por el comedor se encuentra con que Rogelio y Paula estaban terminando de comer.

María: ¡Qué milagro!, ¿los dos levantados antes de las ocho?

R: Es que hoy es un día largo y necesitábamos recuperar fuerzas porque anoche...

AP: (golpea su brazo), ¡Rogelio!

R: (con cara de dolor), ¡Me pegaste en el brazo lastimado!

AP: ¿Qué no puedes ser más discreto?

R: Solo iba a decir que anoche nos dormimos sin cenar, pero tú con ésta reacción dijiste mucho más.

María: Es cierto Paula, pero no te angusties, ya me acostumbre a sus platicas.

R: ¡Bueno! pues yo me voy a checar unas cosas pendientes, (se levanta), nos vemos al rato.

AP: Rogelio, se me olvidó decirte anoche que hoy tengo cita con el ginecólogo para que me haga mi primer ultrasonido. ¿Tendrás algún inconveniente en acompañarme?

R: (contento), Ninguno amor, ¡No hay cosa más importante para mí, que estar contigo en momentos como éste!, ¿a qué hora tenemos que estar en la clínica?

AP: A las once y media.

R; Entonces, ¿me acompañas a otro lugar, antes de la cita?

AP: ¿A dónde quieres llevarme?

R: (sonriente), ¡Es una sorpresa!

María: Mejor váyanse de una vez, no sea que se les haga tarde para la cita. Yo me encargo de Margarito y Mary.

R: Margaro se viene con nosotros. Después de ver el lugar, nos vamos a San Gabriel y dejamos a nuestro chamaco en la escuela.

María: Como quieras hijo.

AP: (se levanta), ¡Bien!, vamos a ver que me preparó mi amado esposo.

R: Es algo que has deseado desde hace mucho.

AP: Las cosas que deseaba ya las tengo conmigo.

R: Esto es diferente, porque es uno de tus anhelos.

Rogelio comienza a caminar hacia la salida de la cocina. Paula voltea a ver a María esperando que pudiera aclararle lo que dijera su esposo, pero ésta tampoco lo comprendía. En la entrada de la Hacienda ya estaba estacionada la camioneta. Margarito esperaba a sus padres en el asiento trasero. Rogelio se sienta en el lado del copiloto y unos minutos más tarde, Paula en el del conductor. Su esposo le pide que conduzca hasta poco más de la mitad de los terrenos de la Hacienda que no se utilizaban para cosechar, ni en pastoreo. Al ir acercándose, comienza a verse un edificio color beige de dos pisos flanqueado por una reja a lo largo del perímetro. La camioneta se detiene a unos cuantos metros. Rogelio les pide que bajen para conocerlo por dentro.

El edificio tenía una fachada lisa con ventanas muy anchas. Al entrar lo primero que se divisaba era un patio muy grande con canchas para basquetbol, alrededor de éste otro edificio de igual apariencia que el de afuera, pero con puertas colocadas enseguida de una ventana. Siguieron caminando hasta llegar a una de las puertas. Rogelio abrió y les pidió entrar, al hacerlo se encuentran con que era un salón de clases. Los pupitres eran de madera fina, el pizarrón abarcaba toda una pared y tenía una mesa chica con su silla frente a los asientos.

R: ¿Les gusta la nueva escuela de la Hacienda del Fuerte?

Margarito: ¡Está increíble papá!

AP: ¡Estoy sin palabras Rogelio!, (lo abraza), ¡Amor, que grandiosa idea!, de ésta manera los hijos de los peones podrán venir aquí mientras sus padres están trabajando.

R: Esto lo pensé cuando nos casamos por el contrato. Las bancas son diseño de Miguel, los planos de los baños y demás instalaciones son de Gustavo, (se aleja un poco de Paula), lo único que lamento es no pudieron ver su trabajo terminado.

AP: ¡Estoy segura que ya lo vieron Rogelio!, (le da un beso).

Margarito: ¿Y cuándo se va abrir la escuela?

AP: Eso puede tardar un tiempo. Me imagino que todavía no se tienen contemplados a los profesores que impartirán las clases, y el director.

R: En realidad ya tengo a la directora que al mismo tiempo será maestra.

AP: (intrigada), ¿Ah sí?, ¿Y quién es?

R: ¡Tú!

AP; ¿Yo?, Rogelio no puedo aceptar el puesto, recuerda que tengo trabajo en el Rancho la Negra.

R: No te preocupes, yo continuaré al frente del Rancho junto con Hugo y Consuelo, (toma su rostro), ahora tú tienes que estar muy relajada y qué mejor que haciendo lo que te gusta.

AP: Me gusta mi trabajo en el Rancho y la Hacienda.

R: Paula, tu vocación siempre ha estado encaminada a ayudar a los demás.

AP: Y seguiré haciéndolo. Pero no tiene que ser justamente como maestra.

R: Muy bien. Creo que me equivoqué de profesión. Por eso, nos vamos de una vez a la clínica.

Los tres regresan a la camioneta para ir al pueblo. Lo primero que hacen es dejar a su hijo en la escuela para después ir a la clínica.

AP: (mira el reloj del celular), Creo que llegamos una hora antes.

R: Lo que pasa es que vamos a platicar un poco con Ernesto.

AP: ¿Con Ernesto?, ¿y de qué?

R: No seas ansiosa.

En el consultorio:

Mercedes acomodaba unas jeringas y folletos en la vitrina. Rogelio toca y ella le da el paso.

R: ¡Buenos días Mercedes!

Mercedes: ¡Rogelio!, hace mucho que no nos vemos, pero qué bueno que viniste, ¿podemos hablar?

AP: (desconfiada), ¿Qué quieres hablar con él?

R: ¡Vamos Paula!, acuérdate que los malentendidos se arreglaron. Mercedes, en este momento no cuento con mucho tiempo, ¡qué tal si nos vemos en la Hacienda a la hora de la cena!

Mercedes: Está bien Rogelio, y te agradezco que intercedas por mí, aunque Ana tiene motivos para desconfiar.

R: No vinimos a revivir un asunto que se supone ya estaba solucionado. Lo que quisiera ahora, es saber ¿en dónde está Ernesto?

Mercedes: Fue a ver a un paciente. No tarda.

R: Ta bueno, entonces que les parece si platican mientras me doy una vuelta.

AP: Rogelio...

Rogelio sale lo más rápido que puede del consultorio.

AP: ¡Ese hombre es muy necio!

Mercedes: Lo mejor es que te deje Ana, no quiero incomodarte.

AP: No es necesario que te vayas, Rogelio tiene razón. Se supone que esto ya se arregló, (se sienta en la silla), y como tengo tiempo de sobra, por qué no me platicas como les ha ido en la clínica.

Mercedes: Gracias Ana.

AP: Agradécele a mi esposo, ¿y bien?

Mercedes: El trabajo sigue igual, aquí nada cambia, ¿y tú que tal con tus asuntos?, con el embarazo me imagino que dejarás un tiempo de encargarte de ellos.

AP: ¡Claro que no!, me encanta trabajar con Rogelio. En cuanto a mi embarazo, lo estoy disfrutando de una manera tranquila y feliz, (se ríe), nuestro hijo solo se inquieta cuando estoy triste o aburrida, por eso desde hoy vuelvo a mi trabajo junto a mi esposo.

Mercedes: ¡Qué bueno que te gusta lo que haces!, siempre me platicabas que encontraste la actividad que cubre con todas tus expectativas. Me alegra que Rogelio te apoye con tu sueño de seguir desarrollándote como empresaria.

AP: Al menos no es machista, por eso me deja crecer a la par de él.

Las dos continúan con su plática, mientras en el pasillo, Rogelio se dedicaba a mirar al personal que atendía a los pacientes.

Ernesto: (se acerca), ¡Rogelio!, ¿cuánto tiempo?, ni siquiera una llamada has podido darme.

R: Lo mismo digo, y pensándolo bien, ¿Por qué siempre te tengo que llamar yo?

Ernesto: Porque eres el que más tiempo libre tiene.

R: Con eso me llamaste holgazán.

Ernesto: (riéndose), No estás muy alejado de serlo, casi nunca estás en la hacienda.

R: Es por trabajo, pero no entremos en detalles. Mejor hablemos del favor que vengo pedirte.

Ernesto: ¿Cuál es?

R: Quiero que Paula esté lo más relajada posible. Por eso vine a preguntarte si podrías darle trabajo aquí como enfermera.

Ernesto: ¡De poder sí puedo!, ¿pero acaso Ana no se estaba dedicando al Rancho la Negra?

R: ¡Sí! pero tú sabes que ella estudió para ser enfermera, ¡ese siempre fue su sueño!, no desearía que lo abandonara por no dejarme solo con el trabajo de las dos propiedades y como te repito quiero que esté relajada. Si la mandas al área pediátrica sé qué se pondrá contenta.

Ernesto: ¿El doctor te ha dicho que su embarazo es delicado?

R: No pero recuerda que Paula se pone muy sensible y nerviosa.

Ernesto: Yo la he visto muy bien. Presiento que estás comparando este embarazo con el anterior.

R: Todos los embarazos son iguales, por eso tomo mis precauciones, ¿acaso es malo?

Ernesto: No es malo. Lo preocupante es la falta de confianza en la fortaleza de tu esposa y tu hijo porque ningún embarazo es igual a otro, pero ese es tu problema, si quieres que Ana trabaje nuevamente aquí, por mi está bien.

R: Gracias, ¡verás que Paula estará feliz de regresar!

Ernesto: ¡Sí tú lo crees así!

R: (mira su reloj), Disculpa Ernesto, voy por mi mujer, ya casi es hora de la cita con su doctor.

Ernesto: ¿Vas a la Hacienda por ella?

R: No, está en tu consultorio platicando con Mercedes.

Ernesto: Entonces si quieres le comento de una vez sobre el puesto de enfermera en pediatría.

R: Mejor pasamos luego de ver a su doctor.

Ernesto: Como gustes.

Los dos se encaminan al consultorio donde Paula y Mercedes hablaban como lo hicieran antes del altercado. Al entrar, Rogelio le indica la hora, por lo que su esposa se levanta rápidamente para dirigirse con el ginecólogo, (que los esperaba desde hace más de cinco minutos).

El doctor los conduce a una sala en donde había una cama y al lado los aparatos que se usan en el ultrasonido. Le pide a Paula que se acueste y se descubra su vientre, una vez que ella lo hace, él le pone un líquido (algo frío) para enseguida pasarle el transductor. En la apantalla, poco a poco se observa una imagen que si se miraba detenidamente, se podía ver un pequeño ser. Ambos padres sentían una emoción que era imposible describir. Conforme el doctor iba explicando lo que veían, Paula lloraba de felicidad. Rogelio como todo hombre intentaba que no se le notaran los nervios y las diminutas lágrimas que se esforzaba por no dejar salir. Pero como su mano se encontraba tomando la de su esposa, debido a la emoción de ver a su hijo se la apretó un poco más fuerte, haciendo a Paula girar su rostro para mirar a su marido, y con su mano libre acaricia su cara mientras le sonríe. Rogelio la ve y le corresponde con una sonrisa igual de amplia. El doctor les indica que eso era todo y que lo esperaran en su consultorio en lo que terminaba de preparar las fotografías del ultrasonido.

Como Ernesto tenía curiosidad, fue con su colega para ver las imágenes.

Ernesto: (entrando), ¿Cómo vio a mi sobrino doctor?

Médico: Lo veo bien, aunque...

Ernesto: (preocupado), ¿Aunque, qué doctor?, ¿Vio algo malo?

Médico: No me refiero a que vi algo malo. Más bien, tengo duda porque me parece que no es solo uno. Pero como la señora Montero apenas tiene poco más de tres meses no lo distingo bien.

Ernesto: (sorprendido), ¿En serio? ¿Entonces piensas que pueden ser dos?

Médico: Eso parece, pero es extraño, ninguno de ellos tienen familiares con gemelos o cuates. Esto es más común cuando viene por genética o porque llevaron un tratamiento de fertilidad y esto último se descarta.

Ernesto: (nervioso), Es que si llevaron un tratamiento, aunque no lo saben. Así que por favor colega, no les diga todavía sobre lo que piensa. Espere hasta el quinto mes, ahí ya podrá ver mejor si es uno o dos.

Médico: ¿Quieres que les oculte algo como esto?, Ernesto, somos amigos y antes de venir a trabajar contigo, recuerdo que me pediste que te contactara con una clínica de fertilidad, pero nunca pensé que sería para los señores Montero.

Ernesto: El tratamiento solo fue para Rogelio, (pensativo), colega, yo lo suspendí seis meses antes de que Ana Paula quedara embarazada, ¿no se supone que por el tiempo ya no funciona?

Médico: Si el paciente es fértil nada le impide ser padre, pero si el señor Montero no tenía problemas, ¿por qué se lo diste?

Ernesto: Como no sabía si volvería a caminar, quise asegurarme que continuara sano mientras pensaba otra forma de ayudarlo, (toma aire), nunca pensé que tendría efectos secundarios.

Médico: (se ríe), Entonces mejor dejo que tú le expliques cuando me asegure que sea cierto lo que sospecho. Con eso de que ya tienen dos hijos, no sé como tome la noticia.

Ernesto: Yo creo que bien, (baja la voz), por mi bienestar espero que sí.

Médico: (abre la puerta), Te dejo Ernesto, voy a darle las fotos a los padres, y ¡ya quita esa cara!, no creo que el señor Montero se moleste. Al contrario, pienso que se pondrá muy contento; lo hubieras visto, estaba casi a punto de derramar lágrimas de emoción al ver a su hijo o hijos.

Ernesto: ¡Lo sé!, conozco a Rogelio y estoy completamente seguro que se alegrará. Lo que me inquieta es su reacción al saber que no le dije lo del tratamiento. Si hay algo que más odia en el mundo, es que le mientan.

Médico: En ese caso. Me voy comprando un traje negro para que no me agarren las prisas cuando me toque enterrarte.

El médico se va dejando a un pensativo Ernesto.

En el consultorio:

Paula estaba sentada frente al escritorio, Rogelio se encontraba de pie recargado en la pared, (un poco ausente).

AP: (se le acerca), ¿sucede algo Rogelio?

R: Estaba recordando cada momento que hemos compartido desde que nos casamos por la iglesia, (la abraza), también que conforme pasan los meses, mi felicidad crece más.

AP: Te entiendo amor, porque yo me siento igual. ¿Y sabes que me hace más feliz?

R: ¿Qué?

AP: El tener a mi lado a un hombre que me ayuda a crecer como mujer y como profesional, que no le teme a que pueda estar a su nivel, que no me limita en los proyectos, y sobretodo que confía en mi capacidad.

R: ¡Caramba!, ¿estás hablando de mí?

AP: ¡Por supuesto que hablo de ti!, Cuando Vanesa me dio el Rancho, pudiste decirme que te encargarías de manejarlo, pero en vez de eso, me ayudaste a aprender a ser tan buena empresaria como tú lo eres, (le sonríe), no tienes idea de lo bien que me siento al demostrar que puedo ser más de lo que alguna vez soñé. Y por si eso fuera poco, tengo unos hijos maravillosos, me has devuelto la oportunidad de ser madre y qué mejor que de un hijo del hombre que más amo y admiro.

R: Gracias mi amor, entonces, ¿Te gusta trabajar en el Rancho?

AP: Me encanta mi trabajo, pero sobretodo, amo compartir contigo esa pasión por lo que haces, (le susurra), aparte de que me siento mucho más mujer con un cargo tan importante, ¿acaso no le percibes?

R: ¡No pos sí!, en eso te doy la razón, me despiertas un deseo que no te puedes imaginar.

Los dos se besan, el doctor entra y sin decir palabra alguna se sienta. Como hace ruido al momento de jalar la silla, los dos se sobresaltan.

AP: (acalorada), ¡Perdón doctor!, ¿ya tiene el ultrasonido?

Médico: Sí señora Montero, ya tengo las fotos de sus... disculpe, quise decir de su hijo.

R: ¡Qué bueno!, ahora mi esposa podrá enseñarle a su tía una foto de su futuro sobrino.

AP: Es cierto, solo esperaba que pasaran los tres meses y el ultrasonido para contarle a mi tía que estoy embarazada.

Médico: ¿Se refiere a la tía que está en Tuxtla?

AP: Sí.

Médico: Pues eso tendrá que esperar, al menos quince días. Como acaban de regresar de viaje, le recomiendo que descanse para que no descompense a su cuerpo, ni a sus... su hijo.

R: Es lo mismo que yo pienso. Amor, tienes que descansar y estar alejada de las presiones, por eso, yo continuaré haciéndome cargo del trabajo.

AP: ¿Doctor, hay inconveniente en que yo regrese a mis labores?

Médico: Ninguno, su embarazo va muy bien. Los tres meses siempre son vitales para saber si el producto evoluciona en óptimas condiciones. En cuanto a las presiones, solo recomendé que no las tomara muy apecho, más no que se alejara por completo de su trabajo.

AP: (sarcástica), Es que mi esposo pensaba que tenía que estar en cama.

R: Mi mujer siempre ha sido nerviosa y no quería que se pusiera mal.

Médico: Su esposa es una mujer fuerte y sana. Pero si para usted los estudios que le hacemos no son suficientes, solo basta que vea su semblante. Con eso sabrá si está perfectamente, ¡tal y como ahora lo demuestra!

AP: ¡Ves!, te dije que estoy bien y que nuestro hijo es igual que tú, (toma su mano), ¡siento su fortaleza y es idéntica a la tuya!

Rogelio le sonríe y aprieta su mano en señal de aprobación.

Médico: Una última recomendación señora Montero. A partir de ahora, su vientre crecerá bastante rápido, le aconsejo que use vestido o pantalón con resorte.

AP: Ya tengo ropa nueva.

Médico: Entonces eso es todo, nos vemos en tres semanas.

Los dos salen muy contentos de la clínica. Antes de subir a la camioneta, Ernesto le pide a Rogelio un momento.

Ernesto: Pensé que vendrías con Ana Paula para lo del empleo.

R: Ya no es necesario.

Ernesto: ¿Por qué?

R: Porque Paula está contenta con lo que hace. Por fortuna no le dije que cambiara de actividad, porque si lo hubiera hecho, dormiría en el sillón.

Ernesto: Me lo suponía, aunque me da gusto que te dieras cuenta antes de hacer una tontería de esas que siempre cometes.

R: ¡Lo bueno es que me aprecias!, de ser diferente, no quiero imaginar lo que pensarías de mí, (pone una mano en su hombro), ¡Gracias Ernesto!, Los amigos siempre te hablan con la verdad, ¡Tal y como tú lo has hecho conmigo desde hace tiempo!, ¡bueno!, nos vemos luego, es que tenemos que ir por mi chamaco.

Ernesto se queda pensando en las palabras de Rogelio. Lo único que esperaba es que su amigo diera más peso a las cosas buenas conseguidas, que a una mentira piadosa.

En la carretera que lleva a Santa Catalina:

El atos rojo está a unos pocos kilómetros de arribar al poblado. Detrás viene un auto negro que se mueve cuando el atos lo hace. Alejandro no se percata de esa maniobra y continúa con su camino sin fijarse que el auto negro se coloca a un lado del suyo. En un rápido movimiento, el coche negro impacta con el de Alejandro, haciendo que el atos salga de la carretera y se estrelle en un árbol. Del auto negro baja un hombre fornido de traje oscuro. Se cerciora que la persona del atos esté inconsciente y regresa a su coche para irse.

En la clínica de San Gabriel:

Dany acaba de llegar para reincorporarse en su puesto de enfermera. Cuando entra al consultorio que le asignara Ernesto, tiene un presentimiento, al cual prefiere ignorar y para olvidarlo se va cumplir con su trabajo.

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