Tercer Capítulo

Los Niiphis se prepararon para salir temprano en la mañana. Alimentaron a los caballos con manzanas mientras que Gulfrae y Venus esperaron en los escalones ininterrumpidos de un motel abandonado. —¿Cómo está, señor? ¿Mew te trato bien? — Venus no aguantó las ganas de preguntar y actuar como un padre. Después de todo, lo crío desde pequeño y se hizo responsable de hacer la máscara.

Gulfrae sonrió. Venus, a pesar de no ver su sonrisa, escuchó su suave carcajada e imitó el gesto.

—Sí. Me trató bien. Es un tarado, pero no un tarado despreciable. — Gulfrae miró al Niiphi alimentando a Lune. Lune olfateó las prendas del samurái en busca de más manzanas, haciéndole cosquillas con el aliento. —Esta bien, me atrapaste, glotón. Aquí tienes tu cuarta manzana. — Mew sacó una manzana que Lune no tardó en comer. Mew miro a los clientes, volviéndose a topar con esos ojos caramelo. Gulfrae desvió la mirada, improvisando una conversación con el fin de no mirarlo. Pero Mew era todo menos un tonto, por supuesto que lo notó. Sus camaradas lo rodearon preguntando si ya estaban listos para partir.

Escucharon un largo y quejumbroso llanto.

Miraron la posada de la noche anterior - hallando a una mujer del mismo color de piel que los taberneros. Una madre, una esposa. Ahora una viuda sin descendientes. La mujer desgarraba su garganta, cortando su voz hilo por hilo. Poseída por el dolor del corazón e inmune al dolor corporal. Los Niiphi tragaron grueso, dejando de mirar. —¿Posible enemigo? — Preguntó Evan. Mano en el tomo de la espada.

—Cuánto más salvamos vidas, más enemigos ganamos. Suena religioso, ¿a qué no? — Mew intentó animarlos. —No se precipiten. No hará nada. Continuemos el viaje.

Un niño curioso se acercó a Gulfrae. Cabeceaba de un lado al otro esperando obtener respuestas de la máscara. Gulfrae lo copió como espejo al reflejo. El niño rio y el cliente también carcajeó. —¿Qué eres? Nunca había visto esa máscara antes.

—¿Yo? Sólo soy yo. Así como tú eres tú.

—¿Entonces por qué te cubres?

—Porque soy muy hermoso para este mundo. Y eso es un peligro. ¡Tú eres una lindura! — El cliente tocó su nariz y el niño rió.

—Eres tan bonito como una chica. Si soy bonito... ¿Significa que estoy en peligro?

—No. — Mew apareció desde atrás. De cuclillas lo niveló, sonriendo con los ojos. —Porque los Niiphis estarán aquí para salvarte.

El niño sonrió. —Gracias, Niiphis, ¡buena suerte en el camino!

—Sigue así de humilde niño. Ve. — Mew despidió al niño con una palmada en la espalda. Acto seguido le comunicó a los clientes que ya se iban. A Gulfrae le pareció curioso que fuera así con los niños. El bastardo también tenía carisma con los pequeños. Nadie lo imaginaría.

Partieron, pasando de largo a la sollozante viuda. —¡Los maldigo! — Gritó la mujer, abrazada al cuerpo de su hija. Repitió lo mismo dos, tres veces más. Mew mantuvo la mirada puesta en el camino, frío y estoico.

—Eso jamás ha funcionado. — Murmuró.

—Malditos ya estamos. — Evan rió. 

—Qué desalmado. — Reprendió Enzo.

—Tú también lo pensaste. Sólo no lo dijiste.

—Porque no soy un desalmado como tú.

—Enzo, no empieces.

—No empieces tú, Evan.

—Jabón.

—¿Jabón? ¿Eso es lo mejor que tienes?

—A ver, ¿Por qué te llamé así?

—Porque todos se lavan sus partes con eso.

—Ay, así pierde la gracia. — Evan se encoge de hombros. Berrinchudo e infantil.

—Son un par de uvitas. — Venus se unió al juego. Ambos Niiphi lo miraron sobre el hombro. Venus se sintió incómodo. Sin embargo, ellos lo unieron al juego preguntándole la razón.

—Para hacer jugo de uva, las uvas deben ser machadas por pies apestosos y se quedan apestosas para siempre, pero todos dicen que huelen a 'uva', porque nadie sabe realmente cómo huele una uva. Todos somos uvitas. Apestosos, pero sabrosos.

Los Niiphis estallaron en risas. Venus rio con ellos, sintiéndose gracioso. Gulfrae rio a pasos distantes. Haciéndolo sentir especial. El príncipe se aferra a los hombros de Mew mientras mira los lares. —¿Tus compañeros ya saben de mí?

—No soy una señora chismosa. Agárrate de mi cintura. Será mejor para los dos.

Gulfrae corrió sus manos por su espalda y las colocó en el costado. Mew sostuvo las riendas del frisón con una mano antes de llevar las manos del príncipe al centro. Envolviendo su cintura con ambas manos. El príncipe sonríe y busca sus ojos aunque el samurái no lo mire. —Es para no perderme de vista. 

—Es bueno que sepas que no lo hago por caridad. ¿Intentarás hacer algo estúpido?

—Sólo si se me ocurre una idea.

Mew carcajeó un poco y el viaje continuó. Ya faltaban dos días. El puerto estaba cada vez más cerca. Hubieran estado más cerca de no ser por los obstáculos anteriores, pero ahora sólo debían alcanzar el puerto e irse en barco. Entraron a otro pueblo pequeño y vacío. En ese pueblo no había nadie afuera de sus casas. Los niños pequeños no jugaban afuera, sólo se asomaban a través de las ventanas para mirar con miedo. Venus se ocultó detrás de Enzo como si fuera un escudo. Enzo lo miró raro, pero la verdad es que estaba tan asustado como él.

Sólo se escuchaba el ulular del viento y las sábanas sobre las ventanas.

—¿Por qué no hay nadie afuera? — Gulfrae preguntó.

—Qué raro. Hace un año esto no estaba así. — Mew murmuró. —Como sea, el puerto está al final del camino.

Un pueblo tan vacío como un cascarón roto. Obsoleto y triste. Gulfrae se preguntaba como un pueblo con vida podía perderse en tan sólo un año. A veces la humanidad y el tiempo simplemente no concordaban: mientras que uno retrocedía, el otro avanzaba sin cesar. La coexistencia de ambos era cruel.

Algo veloz le quita la máscara a Gulfrae. El príncipe grita, cubriéndose el rostro y Mew ve a un gálago posar en la cabeza de Lune. El gálago intentó guardar la máscara en el bolsillo de su estómago, pero no pudo, entonces los miró a ambos. Mew detuvo el frisón ordenándole a los demás parar. —Rata mugrosa, ¡devuelve eso!— Intentó arrebatarle la máscara, pero el gálago carcajeó y saltó del caballo. Rápido y sigiloso, saltó a la cabeza de otro caballo más adelante. Todos miraron al caballo que estaba adelante, donde un hombre con dientes de oro y cabello loco aullaba. Justo después de que terminó de aullar, dos cuerpos de otros Niiphis fueron colgados de los tejados dos casas detrás de él.


(Nota de Autorita: Este animalito de aquí se llama Galago Moholi y forma parte de los lémures. Me encantan los animalitos y espero que les agrade el animalito seleccionado para nuestra aventura. Sigamos con la lectura 💕💕)


Cuatro caballos rodearon a los Niiphi. Cerrándolos en un círculo de caballos. Gulfrae no bajó los brazos de su rostro y solo jadeó. —No muestres tu cara al menos que sea necesario. —Advirtió el samurái, protegiéndolo detrás de un brazo. —¿Quién eres y dónde está toda la gente de aquí?

—Soy Noi Faricciano. Cazatesoros y este es mi territorio. No se permiten Niiphis aquí.

—Lo dejaste muy en claro. Lo dejaré pasar si nos permites llegar al barco.

Gulfrae tiró de la ropa de Mew murmurando 'No's' con el acuerdo. No quería dejar a los habitantes de este pueblo bajo el mando de un lunático. Noi escaneó las delicadas piernas del príncipe y las voluptuosas caderas del mismo. —¿Y qué preciosura traen ahí? — Intentó mirar pasado el hombro de Mew, pero el príncipe se cubrió.

—Sólo déjanos pasar y nada malo ocurrirá.

—¿Es tu novia? Te pusiste muy serio. Déjame verla y te permitiré pasar.

—Es un hombre. — Evan informó. —¿Aún así querrás verlo?

—Si es lindo sí. — Noi no se rendía.

Los Niiphis miraron a Mew. Sus ojos dieron una orden silenciosa y los Niiphis desviaron la mirada.

—Muestra tu cara, primor.

— ¿No es peligroso?

— Para ellos sí. Ese es el propósito.

— De acuerdo.

Gulfrae hipnotizó a todos al bajar los brazos. El corazón de los ladrones esquivó un latido. Sentían que tendrían un infarto en cualquier momento. Un hombre intentó jalarlo de una pierna y perdió el brazo. Mew desenfundó la katana e hizo rodar el brazo por los aires. Evan lanzó una pequeña navaja a la garganta de un hombre y Enzo decapitó a otro.

— ¡Quiero que sea mío! ¡Mío! — Gritó Noi, descendiendo y corriendo hacia ellos. El gálago lo miró confundido. Como si supiera que su dueño actuaba fuera de sí. Mew osciló la katana e incluso sacó la otra, pero Noi desenfundó sus propias espadas, deteniendo las de Mew en el aire. Brincó para esquivar las navajas de los otros Niiphi, carcajeando triunfante.

— Serás mío, por siempre y para siempre. Te cuidaré bien. Lo prometo. No dejaré que nadie te ponga un dedo encima. Siempre que sean mis dedos, mis manos, los que te den amor.

— Bobadas. — Gulfrae dijo. — Lune, ¡ronron!

El frisón obedeció, entonces las katanas que el hombre eludió lo rodearon del cuello. Él gritó, pero no pudo salvarse, Mew desgarró su cuello y lo exterminó. Todos los ladrones murieron. El gálago bajó del caballo más enfrente y posó sobre la espalda del dueño. La criatura se frotó los ojos como para despertar de esta horrible pesadilla. Dio toques a su espalda, diciendo en silencio,

¡despierta!

¡despierta!

Pero él no despertaría nunca. La criatura se cabizbajo y Mew le arrebató la máscara. —Rata sarnosa. — Murmuró el samurái antes de ofrecerle la máscara a Gulf. A punto de tomar la máscara, el gálago gruño en protesta y saltó al lomo del frisón. Le arrebató la máscara al samurái, la limpió con sus pequeñas patas y se la regresó a Gulfrae. Siendo honesto después de años de hurtar. Gulfrae la aceptó con una pequeña sonrisa. Después de agradecerle, se puso la máscara.

El pueblo desalojó sus casas. Inhalaron el olor a libertad entonces rodearon a los Niiphis con agradecimientos. Exclamaciones que harían a cualquier otro llorar menos a estos sabuesos infernales. — Y pensar que querías dejarlos así. — Regañó entre dientes Gulfrae.

—Pretende que eso nunca pasó. — Mew lo imitó sin mirarlo a los ojos.

— ¿Qué podemos hacer por nuestros salvadores? — Preguntó un señor.

— Debemos de tomar un barco. Aquí es dónde está el puerto con los barcos más grandes de–

— Lo siento, señor, me temo que Noi destruyó todos los barcos que teníamos. Ahora tenemos que hacer uno nuevo.

— ¿Cuánto toma hacer uno nuevo?

— Una semana, señor.

HIJO DE SU CHINGADA MADRE. Pensó el samurái, oyendo a Noi burlarse incluso después de morir. — Somos cuatro hombres. Tal vez podamos hacerlo más rápido.

— Cinco. ¿O estoy de pintado en una pared? — Gulfrae pregunta.

— ¿Vas a ayudar?

— Pues no.

— Entonces cuatro.

— Tres.— Venus juega con el velo que tiene como sombrero.

— ¿Tú tampoco vas a ayudar? — Evan preguntó.

— Lo siento, pero ya hago bastante con hacer de niñero.

— Estos nobles... — Repudió Mew. 

La noche arropó el pequeño pueblo de Balys, cuyas antorchas competían con las estrellas y la música con los vientos. Los tres Niiphis seguían trabajando en la construcción del barco, pero Enzo y Evan no paraban de mirar la celebración de los habitantes. —Oye, Mew, ¿y si seguimos esto mañana? Comenzaremos desde temprano. — Evan sugirió, ganándose una palmada en la nuca por Enzo, que le recalcó cuántos días tenían para evitar otra guerra con Grecia. El pelirubio bajó la cabeza desanimado. Con eso en mente, Mew dijo que fueran a bailar. Que alguien debía vigilar a los clientes. Evan sonrió, tirando de la mano de Enzo, el más serio de los camaradas. Enzo preguntó qué sucedería con él. A lo que Mew contestó que haría lo mismo de siempre: — Trabajar. No se preocupen por mí. Los veré al rato.

Enzo se dejo arrastrar por el hiperactivo Evan.

Mew continúo trabajando hasta escuchar a los Niiphis llamarlo en sorpresa. La desesperación lo hizo tirar las herramientas. Corrió a ver qué sucedía, pero no era nada comparado con las imágenes de su cabeza. Sólo era Gulfrae bailando junto al pueblo de Balys, brincando en círculos en la compañía de múltiples personas. Todas brincaban hacia atrás y adelante, dónde lanzarían una patada y el ciclo se repetía. El príncipe parecía divertirse. Carcajeando como un niño en vacaciones. Mew saltó las cejas. — Cuídenlo. Cuídense. — Se marchó sin notar a Gulfrae mirarlo.

Venus se unió a los otros Niiphis, haciéndolos dar vueltas entre los tres.

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Mew acarició el collar sobre la tela de seda mientras acariciaba un trozo de madera. La celebración había terminado entonces decidió dejar el trabajo ahí. Fue dirigido al lugar dónde dormía el príncipe. Al abrir la puerta lo encontró empapado de sudor rogándole a los sueños que no le hicieran daño. Negaba y pedaleaba con furia, tembloroso. — ¡Por favor basta! No me gustan. Las rosas son feas. ¡Feas! — Hablaba de un momento a otro, luego cesaba entre jadeos. El gálago lo siguió entonces velaba por él en la cama. Al escuchar la puerta le lanzó una mirada temerosa a Mew.

— Vete rata malparida. Y tú, despierta. No me vas a dejar dormir. Oye. — Mew lo tomó de las manos y Gulfrae fortaleció el agarre. — Despierta. No hay rosas aquí. No las habrá mientras estés conmigo. Estás a salvo.

El príncipe abrió los ojos, mirando los de Mew. Y por un momento despertar con esos ojos le resultó agradable. — ¿Sí me salvarás de las rosas?

— Te salvaré de todo lo que te lastime. Incluyéndome. Tienes mi palabra.

— ¿Incluso de las pesadillas?

— Haré mi mejor esfuerzo.

Mew se tumbó a su lado y Gulrae le deseó buenas noches dándole la espalda. El gálago se acurrucó bajo las manos del príncipe entonces el samurái se dispuso a dormir.

¿Era posible construir un bote en menos de una semana?

Venus debía dormir con los Niiphis, pero los tres estaban borrachos en otra habitación. Se sentaron al borde de la cama riendo a carcajadas de un chiste. Venus en el medio. — Oigan, ¿nunca tienen calor? Pueden quitarse las máscaras, después de todo, yo sólo soy el niñero.

— Va contra las reglas... — Evan quedó perplejo cuando el perfecto y serio Enzo fue el primero en quitársela diciendo que ya no aguantaba el calor de la máscara. Venus rio alocado antes de decirle a Evan que era su turno. Evan obedeció. Ambos Niiphis eran bellos. Guapos por demás.

— Vaya. Ustedes sí que son guapos. Muchos me envidarían si me vieran aquí. — Él acarició los mentones de los Niiphis. Ambos Niiphis rieron poco, centrándose en los rosados labios de Venus. Venus no tardó en hacer lo mismo con ambos entonces besó a Evan. Suave y tierno. Repitió el gesto con Enzo. Al apartarse, acarició las nucas de los Niiphis, quiénes compartieron más que un beso. Enrollaron lenguas hasta que uno ganó entonces se dedicaron a besar el cuello de Venus, que le gimió al tejado. Ambos deslizaron sus manos por los muslos de Venus hasta masturbarlo sobre la tela. El hombre gruñó hasta tumbarse en la cama con ellos. 



(NOTA DE AUTORA: OmG, chicos y chicas. Jajaja siento que tuvimos BASTANTE en este capítulo y en el siguiente le daremos contexto a las rosas y demás. Muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia y me apena decirlo, pero esta historia no será muy larga. Puede que se termine en el capítulo seis o cinco. Aún así espero que la disfruten y disfruten los personajes, nos leemos.)

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