Segundo Capítulo

Venus montó al meretriz en Lune, tomó la delantera y huyeron. —¡Maldita sea, síganlos! ¡YA! — Gritó Mew. Ambos Niiphi corrieron detrás de ellos.

Mew esquivó los meteoros mágicos, rodó por el suelo y brincó de un árbol a otro, nivelando a la bruja en el aire. Osciló la espada esperando cortar a la bruja en dos, pero ella retrocedió. La bruja invocó un dragón esmeralda carnífice que se lanzó a Mew, lanzando un mordisco.

Mew la esquivó y enterró la espada en su alargado cuello.

Voló junto al dragón. Enganchado de su cuello, girando y girando.

Luchó por domarlo, pero los vientos lo domaban a él.

Cuando finalmente tomó asiento sobre el dragón, sacó la espada y lo apuñaló en la cabeza dos, tres, cuatro veces. La criatura lloró como las trompetas de los ángeles y descendió. Durante el descenso, se soltó y se paró en el tronco de un árbol. El dragón se evaporó en cenizas esmeralda antes de dar con el suelo. —¿Por qué no puedes simplemente morir? — Ella preguntó, tan dulce como una canción de cuna.

—Me gustaría morir. Todo el tiempo pienso en ello. Desgraciadamente, nunca es un buen día para morir. Porque siempre hay algo por lo que vivir. Además, recibiría la maldición de mis compañeros de guerra si me suicidó. Entonces, no, señora bruja, no tengo deseos de morir.

Ella parpadeó sin palabras.

—Usted por el contrario, sí quiere morir. Para usted los días ya no valen la pena vivirse. Pero piense, señora bruja, ¿así es como su hijo querría que viviera?

La mujer cayó de rodillas y conjuró dos belduque esmeralda flotantes a los lados de su cuerpo. —Tiene razón. Debería terminar con mi vida–

—No me entendió, señora bruja. No le dije que termine con su vida, sino que siga con ella. Su hijo querría verla como la madre que alguna vez fue.

—Yo ya no puedo ser esa mujer. ¡Entregué mi alma a la oscuridad! Sólo me queda la muerte.

—No. Entrégueme su vida y la purificaré.

Mew posó detrás de la bruja. Ella desvaneció los belduque, esperando el sueño eterno. —Repite después de mí. 'Dios, perdona mis pecados. Ten misericordia sobre mí, pues tú que todo lo ves, conoces mis motivos. Conoces mi dolor. Si soy de tu gracia, guarda mi alma bajo tu tutela.'

'Dios, perdona mis pecados. Ten misericordia de mí, pues tú que todo lo ves, conoces mis motivos. Conoces mi dolor. Si soy de tu gracia, guarda mi alma bajo tu tutela.'

—Amén.

—Amén.

Mew le cortó la cabeza, esparciéndola en cenizas esmeralda. Miró la carroza, viendo al cochero quemado y a los caballo desesperados. Soltó a uno de los caballos y montó el otro antes de seguir las huellas de sus camaradas. Los pasos estaban mezclados con los de su frisón, Lune. Eran tan claras como el agua. Sin embargo, muy fácil de seguir. La bruja fue un plan del chico, puede que hubieran más sorpresas. El samurái se sintió amenazado a la vez que emocionado. —Si le hace algo a mi caballo no lo matará el bosque lo mataré yo.

Alcanzó a los Niiphi más adelante, pero estos maldecían los alrededores sin rastro de los clientes. —¿Dónde están? — Interrogó aunque sus ojos respondían por ellos.

—No hay rastro. Se fueron por el cesped. — Evan reportó.

—No me digas, Evan. — Reaccionó con obviedad. Escucharon el césped regurgitar a unos pasos y miraron atrás. Venus y el cliente galoparon en dirección contraria. Mew tiró de las riendas y ordenó seguirlos.

—¿Por qué seguir por el camino que estábamos? — Preguntó Enzo.

—¡Porque quieren ir al puerto, subir al barco y desembarcar en otro lugar que no sea Grecia! Los hijos de puta son cariñosamente astutos. — Mew informó entre quejas, como un niño al que le quitaron sus dulces.

Los Niiphi siguieron a los clientes hasta alcanzar la cascada del bosque, dónde el resto del camino está enterrado bajo el agua. Mew paró junto con los demás antes de tocar el agua y gritó: —Lune, ¡ronron!

El frisón saltó en sus patas traseras, derribando a los clientes. Mew bajó del caballo y entró al agua. —Ya estuvo bien, maldito chupavergas. Te llevamos en carruaje y así es cómo nos lo pagas. — Escuchó las advertencias de Venus en el fondo, diciendo que no lo mirará al rostro, pero vio la máscara flotar en el agua con tardía. Al agarrar al cliente del brazo e impulsarlo fuera del agua, lo mira a la cara.

Sin duda, una belleza inaudita. Ojos y piel de caramelo, cabello castaño en hilos sobre su rostro y labios en forma de corazón. El cliente agrietaba los dientes en discordia y arrugaba el ceño. —Huh. No eres la gran cosa. — Bufó el samurái, confundiendo al cliente, que pregunta si no sentía nada.

—Pues no porque no eres la gran cosa, primor.

—No lo entiendo.

—¿Estoy hablando chino o qué?

—¡De todas formas! No me llevarán con ustedes. Suéltame. — El cliente arremetió su cabeza con la suya y volteó mientras el samurái agonizaba.

—¡Maldito!

El samúrai no tardo en envolverlo del tórax con los brazos y arrastrarlo con él. El cliente se retorció con fuerzas, pateando el agua y gritando hasta que el samúrai le dió la vuelta. —Oye, primor, ya sé cómo te ves más bonito. — Le regresó el cabezazo con tanta fuerza que lo noqueó. —Calladito.

—¡Mi señor! — Gritó Venus.

Mew recogió la máscara del agua y se la puso, acto seguido lo acostó en el lomo del frisón con las extremidades atadas. Rompiendo las alas de un ave salvaje. —Llevaré al cliente. Venus, tú irás con Enzo. Atado de las manos.

Enzo bajó del caballo, descolgando la pequeña soga en su correa y ató sus manos juntas con todo menos sútileza. Venus gruñó por el trato, pero desistió la idea de no acompañar a su señor. —Sabremos cuando querrá ir al baño. Después de todo, es lo único que pide. Guarda las quejas, nos traicionaste en el momento en que le echaste leña al fuego equivocado, Venus.

Venus se muestra indiferente y despreocupado. —Yo sólo seguí las órdenes de mi señor. A quién seguiré hasta el día de mi muerte.

—Me lo imagine. Como castigo, no volverán al carruaje. Los animales salvajes merecen exactamente lo que dan. Qué disfruten el viaje en caballo.

Enzo lo subió a su caballo entonces continuaron el viaje hasta parar en la posada de un pueblo cercano. —Yo no voy a comer. — Dictó el cliente al borde de la cama, de espaldas a Mew- quién verificaba la habitación para la comodidad del cliente. El samurái saltó las cejas desconforme con el baño, pero él no detestaba los privilegios que otros anhelaban.

—¿Ósea que prefieres verme comer?

—No bajaré a cenar. Además, no pueden cenar sin máscaras. Revelarían sus rostros y eso va contra las reglas. — Sonrió sobre un hombro. Mew simplemente prolongó la mirada.

—Nadie bajará, genio. Yo subiré la comida. Y tienes razón: No te mostraré mi cara.

—Aguafiestas. ¿En serio no sentiste nada al mirarme?

—Oh, sí sentí algo.

—¿Cómo qué?

—Furia. La suficiente como para matarte con mis propias manos. ¿Eso es lo que sienten todos?

—...Ojalá. Los que me ven... Olvídalo. Es bueno saber que alguien es inmune a la maldición.

—¿Cómo ocurre la maldición?

—Se obsesionan conmigo hasta el punto de asaltar mi cuerpo y excluir mis emociones.

—Pues no funcionó conmigo. ¿Has tenido esa maldición desde siempre?

—Empezó al cumplir los catorce.

El samurái suavizó la mirada. Sin comentar nada. Todo lo que pudo pensar era que aún era un niño cuando le sucedió.

—Lástima. Escucha. No intentes escapar o te irá peor, ¿sabes?

—Quién sabe. Quitarme un carruaje no fue suficiente.

Mew lo jaló de las muñecas, atándolo al cabezal de la cama. El cliente gruñó en protesta y pateó la cama, pero el samurái posó en la puerta con ojos medialuna. —Quizás esto sí sea suficiente.

Al bajar a buscar comida, la hermosa tabernera lo atiende con una tímida sonrisa. Morena, fina y preciosa de ojos verdes y cejas interrogantes. Sin dejar de servir ni mirar la bebida, preguntó la orden del Niiphi. El Niiphi contestó con tranquilidad. —Seis pollos bañados en barbacoa, arroz, y tres vasos del vino más fresco que tengas.

—¿Quiere conquistar a una mujer?

—No, belleza, la única cosa que me interesa conquistar es mi estómago.

Ella rió un poco, mirando arriba. Abultó una mejilla con la lengua antes de gritarle a los cocineros el pedido.

—Rara vez tenemos Niiphis como húespedes. Perdone la actitud de mi hija, es una grosera desde bebé. Pero nos honra que se queden aquí.

Habló un hombre de alrededor de seis pies con el mismo tono de color que la tavernera. Mew volteó a mirarlo. El hombre, al contrario de su hija, tenía características faciales mucho más grandes y ojos afables. Ante su comentario, la chica se bajó el parpado inferior de un ojo y le mostró la lengua en burla.

—Descuide. Me agrada. No le da tratos especiales a nadie. 

—Eso es exactamente lo que me preocupa. — Opinó el padre antes de reír. Mew se guardó las risas para sí mismo ya que mostrar sentimientos estaba prohibido.


El cliente se retorció tanto que golpeó el cabezal de la cama con la pared. Al rendirse, un hombre toca la pared desde el otro lado diciendo: —Vamos, continúen follando, estaba a punto de correrme.

—Vecino entrometido. — Susurró el cliente.

La puerta se abrió con la presencia del samurái y el olor a comida. El meretriz se encogió de hombros alertado, acechándolo como un depredador a su presa, incluso atado. Pero no puede girar la cabeza entonces lo pierde de vista, sintiéndolo sentarse al final de sus pies. —¿En serio no vas a comer?

—Espero que te atragantes con la comida, Niiphi. O que crezca como una mierda tan grande que no puedas sacarlo por el ojete– — El cliente intentó zafarse, pero no pudo y acostó el rostro en la cama.

El samurái se bajó la máscara para comer, masticando duro y gimiendo ante el sabor. Todo con el fin de molestar al meretriz. El samurái sonrió al oírlo gruñir.

—Come como la gente educada.

—Si algo de mí te ha parecido educado, presta más atención.

—Pensé que los de tu tipo eran callados.

—Callados, no mamones.

El meretriz ríe harto de pelear. Es ahí cuando el samurái le pregunta su nombre.

—Creí que tenían prohibido saber los nombres de los clientes.

—Es más divertido discutir con alguien si sabes el nombre de esa persona. No ofendemos las reglas si no nos volveremos a ver.

—... Gulfrae. Mi nombre verdadero es Gulfrae.

—No ha sido un placer conocerte, Gulf.

—El desagrado es mutuo, Niiphi.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Durante la noche, Mew y Gulfrae duermen en la cama cuando alguien entra a diestra y siniestra. Hace el menor ruido posible con sus sandalias hasta sentarse en el regazo del Niiphi, hundiendo ambas rodillas en el catre. El Niiphi abre los ojos, manos automáticamente en la boca y frente de la mujer, cuyos ojos agrandó en terror y la respiración agitó. Chilló, aún cautelosa, en las manos del samurái. Era la tabernera. Mew retrocedió las manos y esperó su explicación.

—Pensé que tal vez querrías otro tipo de compañía. — Ella susurró, ladeando la cabeza para dejar ver más de su terso cuello. Precioso y tentador. Mew no dijo nada, pero apretó sus caderas sobre el vestido. Ella se inclinó, trazando besos en el cubierto cuello del samurái. La mujer escondió una mano detrás de la espalda, alcanzando una navaja en la correa de su cintura.

Gulfrae despertó ante los sonidos y miró. Ella ya lo estaba mirando con un rostro de pocos amigos y ojos sobrenaturalmente grises. Al desenfundar la navaja para matar al samurái, él atravesó su cuello con la pequeña navaja en su bolsillo. Sin tiempo ni piedad. Ella cayó y su padre emergió de la puerta con un belduque en mano. Él corrió a matar a Gulfrae, pero Gulfrae se retorció tanto como para exponer mitad de su rostro. La sola revelación detuvo al hombre, que poco a poco bajó el beldque, hipnotizado. Gulfrae cerró los ojos esperando el mismo destino de siempre, pero el samurái lo salvó al cortarle el estómago al hombre, parado a su lado en menos de un segundo. Los órganos del hombre caen antes que este y Gulfrae exhala aliviado.

—Tenían ojos extraños... ¿Por qué querían matarme?

—Se llaman Come-Almas. Acechan a los nobles para darles sangre de buena calidad a los demonios y estos los benefician dándoles buena suerte en todo. Todo menos la muerte, claro, los demonios cobran las almas de los que les dan ofrendas. Lástima. Pensaba que eran agradables.

El meretriz intentó ocultar su rostro detrás de sus brazos. —Entonces ¿ya te diste cuenta?

—Por supuesto. No eres un simple meretriz. Eso es una fachada. Eres el hijo del mismísimo rey, ¿o me equivoco, Gulfrae? — Gruñó el Niiphi.

*N/A: Mew está harto de los secretos del cliente 😂, ¿se esperaban esa revelación? Espero que les guste😍🥰💖 (Amo que sus personalidades sean tan distintas a las muchas que he escrito de ellos). Cuídense mucho 🥰😘 lxs quiere,

—Kathy

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top