Primer Capítulo

Tiempo atrás, existía un linaje de protección llamados Niiphi (N-e-f-i). Samuráis del Antiguo Egipto. A menudo eran contratados como escoltas para enviar a personas nobles a otro reino, sanos e ilesos. Ser un Niiphi era un trabajo difícil. Como samuráis tenían tres reglas a seguir:

❖ No mostrar emociones.
❖Matar cuando se debiere.
Y la última, pero no menos importante:
❖ No enamorarse de su cliente.

Los quebrantadores de reglas  eran tragados por la muerte mientras que los obedientes eran tragados por la dolencia de no ser sinceros.

La décima misión de Mew daba comienzo.

Él recibía las órdenes hincado sobre el pavimento del Gran Salón Imperial. El suelo era del color de la noche y enormes flores de loto reemplazaron las estrellas en oro. La luz cubría al rey como a un dios. Cuando en realidad era un anciano con una corona pesada. Todos en el palacio le daban menos de un año de vida y, aunque la seriedad era fundamental entre los Niiphi, Mew era la excepción. Afuera del castillo apostó cien monedas a que se quedarían sin rey en seis semanas.

—Mew, mi Niiphi de confianza, llevarás a mi meretriz a Grecia. Está prohibido verlo sin la máscara puesta. Esa es la única instrucción que te daré. Cuando el individuo quiera tomar un baño, le dan la espalda.

—Entendido, Súchil Supremo.

—Lo llevarán al Emperador Gustavo Occier. Una vez lo lleven, ahí termina la misión. Lo que él haga con el paquete no nos concierne.

—Entendido. Pero tengo una duda, Súchil.

—Exprésese.

—¿Por qué él no puede venir a recogerlo? Tiene soldados para hacerlo.

—Es nuestro regalo como conmemoración a la paz que tenemos.

—De acuerdo, Súchil Supremo.

—Habrá un carruaje esperándote en la salida del castillo. Te acompañarán dos Niiphis más y el sirviente del producto.

Mew jugaba con el adorno de su collar, deslizando la membrana oceánica en las cuatro direcciones de una brújula. Alcanzó el carruaje y tiró el collar dentro del hijab que protege su identidad. Los otros dos Niiphi alzan la mirada. Uno es Español y el otro es Extranjero. Los feroces ojos de ambos se volvieron medias lunas. Nunca se han visto sin las máscaras puestas, pero reconocen sus ojos.
—Mew. Qué gusto tenerte con nosotros.

—Enzo. Evans. El placer no es mutuo.

Los Niiphi fallaron en no reír. Miraron a todos lados regañando a Mew por causarles gracia. La puerta del carruaje se abrió con la aparición del sirviente. —Caballeros, ¿ya nos vamos? — El hombre era mayor de edad y vestía de blanco. Los Niiphi asintieron sin palabras y montaron los caballos en la esquina. Mew acarició a su compañero más leal: Lunê. Un lozano frisón negro. —Nos toca otra aventura, amigo. — Justo cuando iba a montar, vió el dosel de la ventana trasera entreabierto. El cliente asomado con una mascareta dorada. Una que simulaba un rostro humano, pero que lo único humano eran sus ojos café.

Ambos se miraron durante minutos. Pudieron tardar más de no ser porque el cliente cerró el dosel.

—¿Y ese qué miraba?


Comenzaron el viaje a Grecia. Durante la marcha los Niiphi vigilan el bosque ingresado. El argumento en el carruaje era imperceptible, pero cada vez más y más alto. Hasta que el sirviente gritó: —¡Alto! — Golpeando el tejado. El cochero se detiene y el sirviente reaparece.
—Mi amo quiere ir al bosque.

—¿Para hacer qué? — Jugó Mew. Los otros Niiphi compartieron miradas divertidas. El sirviente levantó la ceja, irritado. —No me mires así. Somos Niiphi. Debemos saber los detalles.

—Para hacer sus necesidades.

—Claro. ¿Sabe cómo limpiarse? No crecen esponjas en el bosque.

—Él se encarga. Usted sólo haga su trabajo, Niiphi.

El cliente bajó del carruaje. Era esbelto y de apariencia frágil como una mujer. Usando un vestido blanco, revelador en las caderas. Mostraba confianza, belleza y holgazanería. Los siete pecados en un sólo cuerpo. El muchacho los pasó de largo en silencio. Mew desmontó el corsel para acompañarlo. —Qué actitud. — Mencionó delante de los otros.

—Mew. — Regañaron otra vez.

Fueron a un tronco detrás de un árbol y el prostituto se puso tímido. —¿No puede darse la vuelta?

—Si tu sirviente vigila, sí.

—Vigilaré. Date la vuelta. — Responde el sirviente. Mew voltea, desinteresado. La noción de los arbustos indica que se ha agachado. Todos esperan a que termine.

—Oye, Niiphi. ¿Gustavo Occio es guapo?

—Se supone que no hablemos de ninguna otra cosa que no esté relacionada a proteger.

—... Qué estupidez.

La respuesta tomó desprevenido al Niiphi. Sin embargo, eso le divirtió. —Físicamente no es feo. Pero he oído rumores sobre su personalidad. Si los rumores son ciertos: es un monstruo.

—Adorable.— Respondió el cliente antes de pedir hojas. El sirviente se excedió con la educación silvestre y el jóven lo interrumpió cortante. — Sé cómo limpiarme el culo. — Mew intentó reprimir la risa.

El camino por el bosque continuó. Aún faltaban cinco días, pero con la caída de la noche, debían descansar. Los Niiphi armaron las tiendas de cada individuo. —Nosotros haremos Guardia. Duerman bien. — Enzo despidió a los clientes con una reverencia. Ambos entraron a la tienda. —¡Tengo que hacer pis! — Dijo ese que prometió vigilarlos, con una mano en la entrepierna y los pies a toda velocidad.

—Yo recién vengo de eso. — Dijo Evans sonriente. Mew llegó con más leña para el fuego. Ambos Niiphi vigilan el bosque, sentados al lado del uno al otro.

—¿Sabes? Enzo quería hacer pis desde antes porque lo pones nervioso.

—Vamos. — Mew rio.

—¡De verdad! Es que eres una leyenda. Has estado en el campo de batalla.

—Ustedes también son leyendas. Han regresado con vida de diez misiones. Sus historias de batalla son increíbles.

—Bueno. Intentamos dejar una huella. — Opino Evans, rasgando la parte posterior de su cabeza. Enzo se unió a ellos.

—Evans dice que te pongo nervioso. — Mew hizo mención mientras que Evans imploró no ser delatado cruzando una equis con las manos. Enzo rió, rodeando del cuello a Evans.

—Es que tú has representado al rey en las batallas más feroces del reino. No podemos compararnos a ti.
Mew rió, pero no tardó en bajar la cabeza. —Guerrear no es crecer. Es asesinar con propósito. Sólo los que no han guerreado lo encuentran emocionante. De miles sobrevivimos tres. Por suerte siempre fui un lobo solitario. Hasta que… — Acarició el adorno bajo su uniforme. Los Niiphis no podían estar más intrigados. Querían escuchar el resto de la historia. —Mejor descansen. Mañana será un largo día. Luego despertaré a uno de los dos para vigilar.

—¡Pero no terminó la historia!

—Esto no es un campamento. Váyanse.

Los Niiphis se quejan como infantes e ingresan a la tienda que comparten. Mew vigila los alrededores.

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El bosque cambió de lugar con una cabaña. Una cabaña aislada y confortable. «Te hago el desayuno, cariño.» Habló la prometida de Mew. Pero por más que él intentara verla, no podía.

«¿En dónde estás, Enra?»

«Frente a ti, payasito.»

Mew vio su silueta moliendo hojas en una vasija. Ella era la única sombra en el lugar. Una niebla terrorífica ocultaba todo lo demás.«No puedo verte, Enra.»

La silueta abrazó la vasija a su pecho, asustada. Pero no por sus palabras. Le tenía miedo a otra cosa. Algo que no estaba con ellos en la cabaña. «¡Cuidado, Mew!».

Mew despertó sin saber cuando se quedó dormido. Vio a Evans y a Enzo salir de la tienda. Ambos desenfundando las katanas en su cintura. Fijando el objetivo en los cielos. —¡No salgan! ¡No abandonen la tienda!— Gritó uno de ellos. Refiriéndose a los clientes.

—¡MEW!— Gritaron. El mencionado no tardó en unirse a ellos desenfundando las katanas de la espalda.

Una bruja los observaba desde arriba, flotando sin ningún tipo de ayuda. Los ojos que antes eran marrones ahora eran color esmeralda. La mujer usaba harapos y tenía los dedos negros sin pudrirse. Antes de convertirse en una  bruja era una madre cuyo hijo murió en las manos de Mew. Las katanas de un samurái tienen un largo historial de sangre, pero el dueño nunca olvida a quiénes mató. Es así cómo reconoció a la mujer. Dirigió la espada a ella, diciendo: —Sabes que nada de lo que hagas lo traerá de vuelta, ¿verdad?

—Ni la magia más oscura puede devolverme a mi hijo, Niiphi. Pero no toleraré que su asesino vague por el mundo que él ya no puede.

Mew maldijo en bajo antes de escuchar la tienda del cliente abrirse. Los Niiphi miraron atrás y, por un breve segundo, el cliente y Mew cruzaron miradas. A través de los ojos se perciben muchas emociones. Pero Mew percibió odio. Odio y rabia. Dos emociones relevantes para escapar. Así que, todo esto, era un plan de escape. Y la mente maestra era el cliente.

*N/A: 😌😏OMG, quería traerles esta novela corta llena de todos los géneros que les pueden gustar❤✨*

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