Fueran las palabras más duras que Ayano pudo decir en su vida.

Y después de disculparse una y mil veces, su decisión ya había sido tomada.

Y nisiquiera había abierto sus ojos, sus manos estaban cerradas en puños que se sostenían de su falda y sus piernas no dejaban de temblar, se veía débil y frágil.

Y lentamente la persona elegida se acerca a ella y evitando sonreír, por respeto o pena a los demás, abraza a Ayano, tan fuerte que ella se sintió tan aliviada de estar entre sus brazos, jamás creyó que un abrazo se sentíria tan bien.

Lentamente él bajó su mano y tomo la de ella, llevandola a un lugar más privado para poder evitar las demás miradas de decepción.

-Creo que no debí de haber elegido, no debí haber dicho algo -. La culpa invade a Ayano, haciendo que se derrumbe en el césped.

El se agacha a su lado y la abraza.

-No debes culparte, tú elegiste, tú corazón eligió, y después de todo yo, ¡¡fui yo!! No sabes qué feliz me hace eso, creí que estaba siendo opacado, creí que te irías de ahí tomada de la mano de alguien más -. Ayano abrió los ojos y miro la gran sonrisa que tenía en su rostro y las lágrimas incesantes que corrían por su rostro, de felicidad.

Ayano también sonríe, fue contagiada, también estaba feliz y esperaba que su decisión no estuviera equivocada.

-Yo... También estoy feliz -. Se acercó a su pecho, y lentamente paso sus manos debajo de sus brazos y soltó un suspiro.

Lentamente él respondió, está sensación era tan extraña como agradable.

Sus mentes estaban aceptando que desde este momento serían novios.

Pero podían llegar a acostumbrarse.

Y mientras la luna los cubría con su brillante luz, un beso abrió paso a una nueva y primera relación.