vi. three headed dog
vi
( three headed dog )
PARA CUANDO LA señorita Hooch regresó a la clase, esta ya se había acabado, por lo que no había manera de que retomar por dónde habían quedado. Ella ni siquiera había notado el hecho de que la profesora McGonagall se había llevado un alumno. Quiso creer que era solo por el hecho de que un estudiante había resultado herido y la profesora seguía con la mente enfocada en eso.
Skye había escuchado a más de uno decir que la clase de vuelo, era la mejor clase. Para ella no. Sí, le fascinaba la sensación de volar, —siempre y cuando tuviese a alguien, preferiblemente Luke, que la acompañase— pero cada vez que tocaba una escoba, terminaba herida, así que, si le preguntabas, su clase favorita debía ser encantamientos. Le gustaba manejar la varita.
Desde la clase de vuelo, se había hecho una especie de costumbre, el hecho de que Draco Malfoy, junto a sus dos gorilas, Theo Nott y la chica Parkinson, tratasen de que Skye Carstairs estuviese con ellos, realmente la peliplateada no lo comprendía, su pequeño cerebro no parecía ser capaz de unir los cables como para entender qué querían los chicos de Slytherin con una simple Hufflepuff. Pero poco sabía Skye acerca del poder que su apellido podía tener sobre las familias poderosas que conocían el nivel y el alcance que en algún momento tuvieron los Carstairs.
Además, no era sorpresa que en el segundo que Narcisa Malfoy se enteró que la hija de la que fue su gran amiga, June Carstairs, estaba en la misma escuela que su hijo, lo mandase a cuidarla y a protegerla, guiándola por lo que él pensaba que era el mejor camino: juntarse con ellos siempre y durante la mayor parte del tiempo.
Como en ese instante, donde se encontraban en el patio. Skye estaba sentada estilo indio, con la vista clavada en la redacción de pociones que Luke había hecho antes que ella, tratando de copiar todo lo posible sin que Snape notara de que tenían el mismo trabajo. El rubio en cuestión no se encontraba en ese momento con Skye, Luke estaba en la enfermería, haciéndole su visita diaria al único amigo que había hecho. Justo en frente de la chica Carstairs, Draco Malfoy presumía el haber obtenido la recordadora de Neville Longbottom.
Skye secretamente agradecía que Luke no estaba presente en ese momento pues el platinado agitaba la bola de cristal con diversión. Sabía que el ojiazul podía ponerse como una fiera como se enterase de que Draco tenía la recordadora y que estaba burlándose de Neville. De cierta forma, le parecía bastante tierno, pero no quería ver a Luke enojado, podía ser bastante aterrador.
—Ya, Malfoy —se quejó Millicent, una chica de Slytherin, lanzándole una mirada pesada al rubio, mientras apretaba con fuerza el libro que tenía en su regazo—. Eres un pesado. Ya entendimos que te gusta burlarte de Longbottom.
—¿Qué sucede, Bulstrode? —bufó Draco, con tono burlesco. Skye bajó la redacción de Luke un poco, para poder observar al platinado sobre el pergamino—. ¿Acaso te gusta el quejica de Longbottom? De hecho, los dos son tan gordos que podrían hacer una pareja regordeta perfecta.
Skye juntó las cejas al ver la mirada triste de Millicent y como apartaba los ojos del rubio, para clavarlos en su libro, apretando los labios.
—Cierra la boca —espetó Theo Nott, juntando las cejas con cierto enojo—. Millie no te ha hecho nada.
Skye apretó los labios con cierta impotencia, queriendo decir algo, hacer algo, pero simplemente no se sentía capaz, bajó la vista a la letra prolija de su primo, tratando de entender un poco acerca de pociones, ladeando la cabeza levemente al simplemente no entender ni la mitad de lo que hablaba la redacción. Soltó un bufido y apretó los ojos con fastidio.
—¿Tienes problemas con la redacción? —la platinada levantó la vista hacia arriba, chocando sus ojos plateados con los grises de Draco, que la miraba desde arriba, mientras con una mano jugaba con la recordadora de Neville.
—¿Por qué te divierte tanto molestar a Neville? —no pudo evitar preguntar, ladeando la cabeza de nuevo.
—Porque es un llorón, es divertido ver su cara de idiota —respondió el rubio, dejando ver una sonrisa maliciosa de lado, que hizo que la peliplateada hiciera una mueca de disgusto.
—No está bien.
—¿A quién le importa? —habló Draco con burla.
—Deberías devolver la recordadora —murmuró Skye, guardando la redacción de Luke en su libro de pociones y dejando sus cosas sobre el libro en el césped verde, poniéndose de pie y sacudiendo la hierba que se había pegado a su túnica negra—. No es tuya y es un regalo de la abuela de Neville.
—¿Y? —habla Draco—. Lo dices como si fuese la gran cosa.
—Devuélvela, Draco.
—No —espetó Draco, cruzándose de brazos.
—Tal vez debas llamar a Harry, Skye, él si se la quita —habló Blaise Zabini en el fondo, manteniendo una sonrisa divertida en el rostro. Draco giró la cabeza con rabia, fulminando al moreno con los ojos.
Entonces, Skye siguiendo sus impulsos más profundos, tomó la bola de cristal en sus manos, quedándose paralizada cuando Draco volvió la cabeza hacia ella, con las cejas muy juntas y alternando la mirada entre la bola de cristal que comenzaba a tomar un color rojizo y los ojos plateados muy abiertos de la niña.
—Skyler —habló Draco, dando un paso hacia ella.
Por inercia, Skye retrocedió el paso. Draco se detuvo y la observó desconcertado, antes de abalanzarse sobre la bola de cristal. Skye pegó un salto del susto y comenzó a correr, alejándose de Draco. El platinado la observó por un segundo, antes de correr tras ella, con el enojo creciendo en su ser.
—¡Carstairs! —chilló Draco, mientras corría tras la niña—. ¡Devuélveme eso!
La peliplateada giró, avanzando de espaldas por un breve segundo. —¡No! —chilló ella, volviendo a mirar hacia el frente—. ¡No es tuya!
La escena logró que algunos de Slytherin les dieran miradas curiosas, pues no era común ver a una Hufflepuff corriendo de un Slytherin mientras se gritaban cosas. Los Hufflepuff tendían a no meterse con los Slytherin y viceversa. Sin embargo, ahí estaba Skye huyendo de Draco.
—¡Quizá si le lleve la recordadora a Harry! —chilló Skye, riendo por lo bajo, queriendo soltar un comentario divertido como el de Blaise—. ¡A él si que no se la quitas!
Draco se detuvo y la miró con enojo.
—¡¿Sabes?! ¡Para ser una Carstairs eres muy decepcionante, Skyler! —bufó Draco—. ¡¿Qué diría tu madre si te viera tan preocupada por un Gryffindor tonto y llorón como lo es Longbottom?!
Skye se detuvo en seco y giró en su lugar, observando a Draco. Abrió la boca un poco y luego la cerró, mirando a Draco con los ojos muy abiertos y una especie de calor en el pecho que subía y bajaba. No sabía que decir, se había congelado en su lugar. ¿Acaso Draco...? ¿Acaso tendría razón? ¿Acaso su madre se sentiría decepcionada de ella? Inhaló aire con fuerza y apartó los ojos al piso, observando los zapatos de Draco sobre la hierba verde. Su cabello plateado se había resbalado de tras sus orejas y ahora cubría su rostro, aún así, su mueca triste era visible.
Draco pasó saliva con fuerza, sintiendo el frío de la realidad bajar por su espalda ante la imagen la la niña frente a él. Su madre le había dicho que Skye resultaba ser una niña sensible ante muchos temas, su familia era uno de eso. Recordaba que de las pocas visitas que hizo tía Jane antes de decidir aislarse del mundo mágico —y de su padre, también— que había hablado acerca de la inocencia de Skyler ante el mundo y lo sensible que podría resultarle el tema de su madre. Y se sentía como un gran idiota por haberlo mencionado, su tarea era cuidar de Skye, no hacerla sentir mal.
—Skye...
Ella levantó la cabeza, tenía los ojos un poco llorosos, pero formó una sonrisa que pretendía ser radiante y dulce.
—Está bien, Draco —murmuró con un tono falsamente alegre y pasó saliva con fuerza.
Draco sintió la necesidad pulsante de decirle algo, no se disculparía, porque en el fondo creía sus palabras. Debía admitir que saber que Skye era una Hufflepuff le molestaba en lo más profundo de su ser. Pero no quería que lo odiara, aunque parecía que ella no lo hiciese. De todas formas, Draco no pudo decir nada, pues Harry Potter entró al patio, acompañado de los gemelos Weasley, con el ceño fruncido.
—¡Entrega la recordadora, Malfoy! —espetó Harry con enojo.
Skye giró sobre su eje, dándole la espalda al platinado y apretando la bola de cristal en sus manos, observó al pelinegro con atención y un poco de temor, sintiendo la necesidad de meterse debajo de una cobija o tener una capa de invisibilidad para que Harry no la viese ahí. Debía admitir que Harry, últimamente, resultaba ser bastante molesto.
Se sentía juzgada. Él juzgaba a Luke, ella podía sentirlo, ¡Merlín! Todos podían. Lo miraba como si tuviese que tener cuidado con él, como si Luke fuese a atacarle en cualquier momento y ella sabía que tenía que ver totalmente con el apellido que los castigaba a los dos. Skye se había librado de las miradas juzgantes de Harry, porque..., bueno, no sabía por qué, pero lo había hecho. Ahora, se encontraba en el patio junto a un montón de Slytherins y con la recordadora robada de Neville en sus manos.
—¿Skye? —la mirada de Harry voló a la niña. Tenía las mejillas sonrojadas y parecía agitada, su cabello estaba hecho un desastre, diría que se estuvo divirtiendo si no fuese por los ojos llorosos que parecía tener. Luego, los ojos azules de Harry volaron a su mano derecha, donde una pelotita de cristal con un humo color rojo vivo relucía.
Draco avanzó los pocos pasos que lo separaban de Skye y le arrebató la esfera de las manos, logrando que ella reaccionase, le lanzó una mirada temerosa a Harry y luego miró sobre su hombro, a Draco, que observaba a Potter con diversión mezclada de disgusto.
—Vaya, parece que no te expulsaron, Potter —habló Draco, con enojo. De forma sutil, Draco giró la cabeza hacia Crabbe y Goyle quien de forma rápida avanzaron de su lugar.
Theo Nott también se puso de pie y se posicionó al otro lado de Skye, tirando se su brazo suavemente y cubriéndola con su cuerpo.
—No, no podrían, sino ¿qué sería de nosotros sin ver la heroica cara de Harry Potter? —volvió a hablar Draco, agrandando su sonrisa.
—¡Cierra la boca, Malfoy! —gritó Harry, llevando los ojos hacia el pequeño espacio tras el hombro de Nott, dónde se podía ver un trozo del rostro de Skye, tratando de observar a Harry y a la situación—. Entrega la recordadora de Neville.
Draco fingió no recordar o simplemente no saber de qué hablaba Harry, para luego levantar su mano, observando la pelota de cristal entre sus dedos.
—¡Oh! ¿Hablas de esto? —el platinado levantó la esfera de cristal que disipaba el humo rojo entre sus dedos.
Harry avanzó un paso, dispuesto a arrebatarle la recordadora a Draco, sin embargo, él apartó la mano. Miró a Harry con confusión y luego ladeó la cabeza.
—¿Cómo lograste que no te echasen? ¿Sobornaste a Dumbledore?
—Eso suena algo que haría tu padre —espetó Harry.
—Cuida lo que dices, Potter —escupió el platinado.
—No me expulsaron de Hogwarts porque clasifiqué como el nuevo buscador del equipo de quidditch de Gryffindor.
Skye frunció mucho las cejas, dando un vistazo por arriba del hombro de Theo Nott, sintiendo un ramalazo de rabia recorrer lo más profundo de su pecho. Sus ojos platinados se posaron en el ojiazul, quizá llegando a fulminarlo con los ojos de una forma pesada, pues el chico no podía concentrarse bien en deleitarse con la mueca de espanto de Malfoy, ya que se encontraba a sí mismo desviando los ojos para observar a la niña, mirándolo como si lo estuviese juzgando completamente.
De repente, se abrió camino entre los chicos que la rodeaban tratando de protegerla de alguna forma, avanzó hasta quedar frente a Harry mientras lo observaba con enojo. Draco formó una sonrisa divertida.
—¡¿Qué?! —espetó ella—. ¿Cómo es que tu si consigues un puesto en el equipo pero Luke no?
—¿Luke? —preguntó Harry.
—Sí, Luke. El que le lleva rogando a la profesora McGonagall que le firme un permiso para ser parte del equipo en cualquier posición porque, al menos, él si está calificado para jugar en cualquier posición.
Draco sonrió con diversión al ver la mirada de Skye, la niña de cabellos plateados tenía un puchero de confusión en sus labios y sus cejas estaban completamente fruncidas. Miraba intensamente a Harry con sus ojos platinados, tomó una buena bocanada de aire y luego suavizó su rostro.
—Supongo que es justo —murmuró la chica. Draco quedó atónito, por lo que la platinada aprovechó para girar sobre sus talones y volverle a arrebatar la recordadora al rubio, volver a girar y tendérsela a Harry—. Ten, Harry.
Pero el ojiazul tomó a la chica de las muñecas, tirando suavemente de ella, haciendo que se acercara un paso más hacia él.
—¿Qué haces con Malfoy? —preguntó completamente extrañado.
Skye se encogió de hombros como respuesta. Causando que Harry la soltase como si le quemase la mano, luego tomó la recordadora con fuerza de la mano de Skye. La peliplateada frunció mucho el ceño. De nuevo, Harry la miraba como si fuese un peligro del que debía cuidarse, con esos ojos juzgadores que ella tanto odiaba.
Skye alzó sus cejas, observando a Harry con dureza. Una especie de batalla de miradas se empezó a desarrollar entre Harry y Skye, un par de ojos retando a los otros y los contrarios juzgando a los que tenía al frente. Entonces, Harry giró sobre sus talones, pareciendo más ofendido que enojado y Skye soltó un suspiro, volviendo a sentarse en su lugarcito sobre el piso, tratando de finalizar su redacción de pociones.
Esa misma tarde, tan solo un par de hora después, la niña de cabellos plateados caminaba a paso rápido, mientras su cabeza parecía dar muchas vueltas a varios temas. La realidad era que Skye no había hecho nada de su redacción, porque cada vez que sus ojos se posaban sobre la prolija letra de Luke —al cual no había visto después de interceptarlo saliendo de clases de Transformaciones y pedirle su redacción, que con no mucho gusto le entregó, firmando que ¡así no aprenderás nada, Skittles! pero la chica se encogió de hombros y siguió su camino al patio—, su cabeza solo podía volver a la mirada de Harry Potter, y Skye solo podía reprocharse el hecho de prestarle atención al tema.
Exageraba, ¿verdad?
Sí, eso era lo más probable. No debería importarle más que un comino lo que opinase Harry Potter sobre ella cuando no sabía más que su nombre y la pequeña conversación que habían compartido en el Callejón Diagon —por alguna razón, aquel suceso había desaparecido de su cabeza, pero ahora que había vuelto, no dejaba de pensar en el súbito recorrido de emociones que sintió cuando le vio por primera vez. ¿Acaso su cuerpo le estaba avisando que Harry la odiaría?—. Probablemente, Harry ahora sabría mucho más de ella: el nombre de su madre y sus increíbles hazañas siendo una bruja oscura, que había fallecido sirviéndole al señor Tenebroso, que vivía con su tía en una supuesta mansión a las afueras de Londres, dónde tía Jane les obligaba a practicar Artes Oscuras y magia muy peligrosa porque ¿no es eso lo que hacen todas las familias sangre pura?
La pequeña esperanza que había sentido al pensar que quizá —y solo un quizá muy minúsculo que se había colado en su mente, en una nuche en vela tan solo un par de días después de conocer a Harry Potter por primera vez— nadie tendría que enterarse acerca del peculiar trayecto que la familia Carstairs había presentado, se había esfumado tan pronto como oyó a Ronal Weasley hablar de su madre, la loca de Juniper Carstairs y como, seguramente, Skyler Castairs debía seguir su camino y hacer resurgir al todo poderoso señor Oscuro.
Merlín, tan solo pensarlo la ponía de mal humor. Skye debía ser honesta, ella no quería seguir los supuestos pasos de su madre. Era ridículo, si le preguntabas, el hecho de que el mundo mágico en su totalidad había hecho un acuerdo tácito de excluir a los Carstairs de la sociedad luego de que el señor Tenebroso cayese porque nadie jamás creyó que tanto tía Jane como su madre era aliadas de Dumbledore.
Skye subió a unas escaleras justo antes de que empezasen a girar. Partía camino al séptimo piso, donde Luke había dicho que la esperaría frente al retrato de la Dama Gorda —¿cuál?— para poder devolverle su redacción y luego rogarle porque la ayudase al día siguiente en el periodo libre con, bueno, todos sus deberes. Skye no era tan tonta, simplemente le costaba concentrarse cuando los deberes resultaban tan aburridos. Las escaleras giraron a un pasillo, por el cual ella avanzó sin detenerse a pensar que quizá estaba un poco perdida. Siguió caminando y giró para bajar por otro tramo de escaleras para, disimuladamente, tratar de ubicarse.
—Te digo que es para dar miedo. ¡Ella sabe más de ustedes que ustedes mismos! —Skye levantó la cabeza de sus pies y miró al grupo que se acercaba a paso relajado. Ronald Weasley había hablado, mientras a su lado Harry lo miraba con el ceño fruncido, en el medio de los dos y un escalón por debajo, la niña pelinegra grosera, la tal Holly, caminaba y a su lado, iba Hermione Granger, la castaña sabelotodo. El pelirrojo fue el primero que la vio y alzó mucho las cejas, luciendo sorprendido—. ¡Skye!
Le peliplateada le miro fijamente, dándole una sonrisa dulce, sin querer desviando los ojos hacia Harry, quién también la miraba con cautela. —Hola, Ronald —saludó la niña, apretando su libro de pociones a su pecho, sintiéndose fuera de lugar—. ¿Se dirigen a su sala común? —preguntó.
—Sí —tajó la pelinegra. Sus ojos avellana la miraban con fiereza—. ¿Por qué? ¿Acaso te aburriste de tus amiguitos pura sangre?
—Curiosos que lo digas así —habló Skye con todo un poco más duro al que usaba normalmente—. Cuando Tessa y James Potter eran sangre pura proveniente de la línea Knight una de las más puras y clasistas del mundo mágico —balbuceó con indiferencia—. En fin, ¿podrías, por favor, enseñarme el camino a la sala común de Gryffindor? Tengo asuntos en ese lugar —los ojos plateados se dirigieron hacia el pelirrojo.
Ron entró en pánico, sin saber realmente que hacer. Los inusuales ojos plateados de Skye le presionaban suavemente, pero el ligero movimiento negativo de la cabeza de Holly le hacia dudar acerca si era buena idea aceptar la petición de Skye. Al fin y al cabo se supone que debía saber dónde se encontraba la sala común de Gryffindor, ¿no? Aún así, Holly portaba un uniforme color verde y plata y Ron, Harry y, aunque odiase admitirlo, Hermione también prácticamente la estaban arrastrando hacia ese lugar, ¿por qué no a Skyler Carstairs?
Sin embargo, alguien más se adelantó.
—Sí, puedes seguirnos —habló harry, desviando los ojos.
Skye le miró unos segundos, antes de hablar. —Gracias —balbuceó, de nuevo. Giró sobre sus talones y esperó a que las escaleras se movieran hacia el próximo pasillo por el que llegarían a la sala común.
De repente, la escalera giró de nuevo. Tras una leve sacudida, Skye se las arregló para mantenerse en su lugar, mientras observaba con curiosidad los rostros nerviosos de Harry, Ron y Hermione. Para su sorpresa, Holly se mantuvo con el rostro serio y los brazos cruzados, pero su ceño fruncido denotaba un leve sentimiento de nerviosismo, igualmente.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Ron, con tono asustado, mirando a todos lados.
—La escaleras cambian, genio. Están hechizadas —recordó Holly, con tono neutro.
La escalera llegó al pasillo al que estaba girando, con una última sacudida estuvo asegurada con la nueva saliente.
—Vamos por aquí —anunció Harry.
—Antes de que vuelvan a cambiar —murmuró Skye, siguiendo de cerca el paso de Harry, un tanto nerviosa.
Antes de cruzar por la puerta que tenía ese pasillo, Skye le echó una última mirada al techo, tratando de contar los pisos, solo para saber en qué parte de Hogwarts se encontraba. Luke le había sugerido eso. 1, 2, 3 y 4. Faltaban 4 pisos para llegar al séptimo. Skye cruzó la puerta, siguiendo a Harry todavía, mientras pensaba.
—7 y si le quito 4 me quedan... —Skye susurró sin ser consiente de que lo había dicho en voz alta—. Hum, así no era. ¿Cuánto le falta al 4 para llegar al 7? —volvió a susurrar.
Sin poder evitarlo, Harry formo una pequeña sonrisita al escuchar los susurros de la peliplateada, pensando en que era demasiado una bruja para tener completa dominancia en un arte tan muggle como lo era sumar y restar. O quizá simplemente ella era mala para los números, sin importar que fuese, le parecía lo suficiente tierno como para hacer la resta en su mente y susurrar:
—3 —dijo, girando la cabeza para asegurarse de que ella supiese que le hablaba a ella—. Te quedan 3.
—Oh, gracias —susurró de vuelta. Entonces, ella abrió demasiado los ojos y se atoró con su misma saliva, evitando toser a toda costa. Miró a su alrededor, y todo tuvo sentido, las esculturas cubiertas de telarañas y la oscuridad del pasillo le hizo entender que se encontraban en el área prohibida del tercer piso—. Oh, no. Oh, no. Oh, no —Skye comenzó a susurrar de forma rápida atrayendo la atención de las otras cuatro personas.
—Skye, ¿qué sucede? —le preguntó Harry tomándola de los hombros.
—Oh, no. Esto es malo, muy malo. No debemos estar aquí.
—También tengo esa sensación —murmuró Holly, mirando con ojos preocupados a su alrededor—. No debemos estar aquí, tiene un aura demasiado oscura, es intoxicante.
—Es que no debemos estar aquí —dijo Hermione, entendiendo el nerviosismo de Skye y la repentina declaración de Holly—. Es el tercer piso. Está prohibido.
De repente, las antorchas del lugar se encendieron de golpe, haciendo a los 5 niños saltar en su lugar. En sincronía, los cinco giraron la cabeza hacia la puerta que acababan de abrir, observando con horror como el animal felino cruzaba la puerta y los miraba con malicia. Era la señora Norris, la gata de Filch.
—Por las santísimas tangas del mago Merlín —murmuró Skye, logrando que Harry la mirara con ojos curiosos—. Esto no podría terminar peor. ¡Detención! Tía Jane me enviará a Ilvermorny en bote, lo juro.
—No, no lo hará —Harry la tomó de la mano—. ¡Rápido, corran!
El ojiazul comenzó a correr, mientras sostenía la mano de Skye con fuerza, asegurándose de que la niña le siguiese el paso. Skye, con los ojos muy abiertos, hacia todo lo que estaba en su ser para tratar de correr al mismo paso de Harry, pero el niño era demasiado rápido. Dentro de poco, las piernas de Skye se sentían como plastilina, sus pálidas mejillas se habían teñido de rojo y el aliento no le daba para seguir corriendo, necesitaba detenerse. Harry lo notó.
—¡Rápido, vamos a escondernos pasando esa puerta! —informó Harry sin alzar tanto la voz. Skye sonrió con alivio.
Al llegar, Harry soltó la mano de Skye, dándole un buen empujón a la puerta, sin embargo esta no se abrió. De forma desesperada, el azabache tomó la manija de la puerta, sacudiéndola con fuerza, logrando nada en absoluto. La puerta tenía seguro.
—¡Está cerrada! —Harry dio un pisotón.
—¡Este es nuestro fin! —chilló Ron, con una mueca de terror.
Skye tomó una fuerte bocanada de aire. —Oh, Merlín —murmuró—. ¿Por qué terminé yo aquí? Tía Jane va a asesinarme y Luke se hará cargo de Galileo. Merlín, Galileo va a sufrir de desnutrición.
—Nadie va a sufrir desnutrición —se quejó Holly, rodando los ojos y sacando su varita del bolsillo de su túnica—. Por Dios, alguno debe conocer un hechizo para esto.
—¡Quítate! —Hermione empujó a Harry, logrando que su espalda chocara con Skye. La platinada parpadeó una vez y dio un paso atrás, alejándose del ojiazul—. ¡Alohomora! —la cerradura brilló por un momento, antes de abrirse por completo—. ¡Métanse!
Los cinco niños entraron corriendo al pequeño cuarto oscuro que se encontraba tras la puerta. Los cinco niños se amontonaron en el marco de dicha puerta, en un intento de escuchar si Filch se iba o si era seguro salir de su escondite.
—Alohomora —murmuró Skye—. Lo anotaré.
—Libro de Hechizos, capítulo 7 —informó Hermione—. Si alguna vez tocases tus libros, lo supieses —la castaña no dudó en añadir, dándole una mirada fría a Skye. Holly soltó una risita.
Las mejillas de Skye se tiñeron de un rojo suave. De forma distraída, la niña dio un par de pasos hacia atrás, sintiéndose completamente fuera de lugar. Harry y Ron eran amigos, Hermione y Holly también eran amigas y de alguna forma los dos dúos terminaban unidos. Ella no pertenecía ahí. Skye se detuvo en su retroceso cuando un resoplido de aire caliente le movió levemente la túnica negra que llevaba puesta. De forma rápida giró en su lugar solo para toparse con la criatura más espeluznante que sus ojos habían visto jamás.
Harry miró sobre su hombro, solo para asegurarse de que Skye estaba bien cuando observó lo mismo que ella veía. Un gigante perro de tres cabezas. El ojiazul avanzó hasta estar a su lado.
—Tiene 3 —susurró Skye, con los ojos puestos en el perro—. Son 3 —murmuró de nuevo—. Por Merlín, cada cabeza va a disfrutar comernos a todos, porque son 3 y las 3 tienen grandes bocas.
—Filch ya se fue.
—Creyó que la puerta estaba cerrada
—Tremendo idiota.
—Sí estaba cerrada —murmuró Hermione.
—Y con buena razón —dijo Harry.
—Tres grandes razones —añadió Skye, con el terror comenzando a subir por su cuerpo de forma veloz.
El perro comenzó a despertarse, bostezando y abriendo los ojos que se encontraban en cada una de las cabezas. El perro poco a poco se fue enderezando hasta que cada una de las cabezas se encontraba flotando al menos tres metros sobre cada uno de los niños. Harry, Hermione, Ron y Holly gritaron tan pronto el perro gruñó. Pero el miedo en el cuerpo de Skye la paralizó por completo. Era una corriente de sangre caliente que recorría cada partícula de su cuerpo, podía sentir su corazón bombear sangre con fuerza, pateando en su pecho.
Entonces, los ojos de Skye se tomaron directamente con la cabeza del centro, la cual soltó un sollozo casi insonoro que Skye no pasó por alto y retrocedió lo suficiente para que los otros niños pudiesen salir corriendo sin que el perro de tres cabezas les atacara. El animal parecía asustado después de ver a Skye y es que ella no lo sabía, pero un brillo plateado puro y aterrador había inundado en iris ya de por si inusual de sus ojos y las raíces de su cabello también comenzaban a irradiar un poco de aquel brillo. Pero la concentración inconsciente que la niña estaba ejerciendo sobre sus poderes más profundos se vio completamente interrumpida, cuando Harry la tomó del pecho y tiró de ella hacia él.
Skye parpadeó una vez y el brillo murió, de igual forma la amenaza que representaba para el perro, por lo que aquel animal se abalanzó sobre Harry y una entorpecida Skye. Casi de inmediato, Harry corrió hasta la puerta ya abierta y tan pronto la cruzó, Holly empujó la puerta con ayuda de Hermione y Ron, tratando de encerrar al animal de nuevo en aquel cuarto. Harry tomó a Skye de los hombros, haciendo que sus ojos plateados miraran los azules de Harry.
—¿Estás bien? —preguntó en un tono suave, mientras sus ojos azules la miraban con un atisbo de preocupación brillando en lo más profundo de ellos.
Skye solo atinó a asentir con la cabeza, sacudiendo un poco su cabello. No se encontraba en capacidades para hablar, así que solo observó a Harry con los ojos muy abiertos y los nervios haciendo que su cuerpo temblara levemente. Harry tomó el libro de pociones de los brazos de la niña y la miró de nuevo a los ojos. Estaba pálida y un poco dispersa, sus ojos lo miraban pero a la vez no lo hacían. Harry apretó los labios, agarrando a Skye por un hombro y pegando a la niña contra su cuerpo un poco.
—Vámonos de aquí —dijo Harry.
En el camino de regreso, Harry nunca separó a Skye de su cuerpo. La peliplateada se veía demasiado pálida y parecía que se iba a desplomar en cualquier segundo. Sin saberlo, el miedo que había inundado a Skye tan solo segundos antes, había despertado el espíritu dormido de la maga que vibraba dentro de ella y aquella acción había drenado todas sus energías.
Y tal como sentía que sucedería, Skye se desplomó.
AL FIN CONTENDO HALERRRRR
en fin, hablemos del cap. draco y skye besties o no? ustedes qué opinan? harry preocupado por mi niña skye? hell yesssssss, holly es una reina, lo prometo, pero por ahora es medio pesada porque espera lo peor de mi niña skye. casi no hubo luke en este cap * modo sad* en el próximo aparecerá mi nene
nos leemos pronto, les quiero montones chiquis <3333
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