v. cookies, insults and flying lessons
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( cookies, insults and flying lessons )
LA MANO DE Susan sostenía a Skye de la muñeca, mientras con su otra mano gesticulaba para darle énfasis a ciertas partes de la historia que la pelirroja había estado contándole desde hace un buen rato. Ese día había sido un día totalmente importante, tanto que Skye recordaría marcarlo en su calendario, pues ambas habían logrado llegar al Gran Comedor sin haberse perdido ni una sola vez. La peliplateada podía que estaba muy orgullosa de ella misma y de su amiga, pero Susan aún no había parecido notarlo.
—... entonces, mi tía le dijo al vendedor que era un estúpido que no sabía contar —siguió relatando la pelirroja, mientras que de forma sutil tiraba de la muñeca de Skye para llevarla hacia la mesa de Hufflepuff dónde debían ir a desayunar—. Entonces el vendedor ¡nos corrió de su tienda! ¿Puedes creerlo? Fue vergonzoso, por eso ya no hago las compras con mi tía.
Skye ahogó una risita. —Ojalá hacer las compras fuese así de divertido —comentó Skye, dejándose llevar por la niña—. Tía Jane siempre olvida algo, entonces, Luke y yo, vamos solo para recordarle todas las cosas que debemos comprar.
Susan emitió una risita, mientras seguía caminando, pero tan pronto como avanzaron dos pasos, Skye se detuvo un seco, causando que la pelirroja le diera una mirada confundida, a lo que la niña de cabellos platinados le formó una sonrisa dulce.
—Se supone que hoy tomaré el desayuno en la mesa de Gryffindor... —Skye comentó de forma apenada.
—Oh, claro Skye. No hay problema —Susan le devolvió la sonrisa a Skye, mientras soltaba su muñeca y comenzaba a caminar hacia la mesa de Hufflepuff. Skye se mantuvo en su lugar, hasta que pudo ver a Susan tomar lugar frente a Hannah, quién hablaba de forma amigable con un niño rubio.
Cuando Skye se aseguró que Susan no se quedaría sola en la mesa de Hufflepuff, giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la mesa de Gryffindor a paso rápido, mientras con los ojos recorría la mesa, tratando de buscar una puntiaguda cabellera rubia —por alguna razón, Luke pensaba que tener un copete puntiagudo era buena idea y, bueno, ¿quién era ella para decirle que no?—. Cuando su vista dio con él, prácticamente corrió hasta Luke, sentándose a su lado.
—Buenos días —saludó la peliplateada, estirando la mano para tomar una tostada y untarle mantequilla por todos lados.
—Hola, Skittles —saludó Luke, dándole una mirada rápida. Luego giró su cuento hacia el chico frente a ellos—. Él es Neville, Neville ella es mi prima Skye —el chico tenía la cara redonda, tenía aspecto de ser bajito y un poco gordito, su cabello era de color chocolate y sus ojos de un bonito color marrón. Neville formó una sonrisa tímida, mientras sacudía su mano para saludar a Skye.
—Es un placer, Neville —saludó Skye antes de darle un gran mordisco a la tostada. De repente se sintió bastante feliz de que Luke tuviera alguien a quién presentarle, pues ella tenía miedo de que se quedase solo—. ¿Qué tal les fue en su primer día? —dijo ella, cuando por fin pasó el pedazo de tostada—. El mío empezó mal porque me caí de la cama y terminó peor porque me empaparon de vinagre.
—¿Vinagre? —preguntó Luke, completamente extrañado.
—Si pones mal la contraseña de la sala común de Hufflepuff te arrojan vinagre —informó Neville con un poco vergüenza.
—¡Sí! —chilló Skye con emoción y sorpresa. Volvió a tomar otra tostada pero esta vez le untó mermelada, rogando que fuese de fresa—. ¿Cómo lo sabes? —preguntó antes de darle una mordida. El sabor de la mermelada explotó en su boca y arrugó las cejas completamente—. Puaj, es de moras.
—Lo leí por ahí —terminó por decir Neville, encogiéndose de hombros, mientras Luke le servía un vaso de agua a Skye para que pasa el sabor de la tostada con mermelada de mora.
—Oh, eso es genial. Neville, ¿quieres esta tostada? No me gustó con la mermelada —terminó por decir Skye, tendiéndole la tostada.
El chico castaño miró a Skye y luego a la tostada con una pequeña mordida en una esquina, luego volvió a los ojos de Skye, por último miró a Luke con duda, quizá pidiéndole ayuda. El rubio pareció entender, pues tomó la tostada y la dejó sobre su plato.
—A Neville no le gusta la mermelada —dijo Luke con simplicidad.
De repente, una explosión en la mesa de Gryffindor logró hacer que Skye pegara un brinco en su lugar, derramando un poco del agua que tenía servida en su copa. A su lado, un niño de la casa de los leones había explotado algo en su copa y ahora su cara estaba llena de hollín y su cabello apuntaba a todos lados. Skye hizo una mueca de pesar.
—¿Estás bien? —le preguntó al chico, aún con las cejas fruncidas y una mirada cargada de preocupación.
Al principio, el chico parecía dispuesto a responder con tranquilidad y agradecerle a la niña por preocuparse, pero cuando sus ojos se toparon con los brillantes ojos plateados, secundados de los azulados, juntó las cejas y les dedicó una mirada llena de asco.
—¿Qué te importa, purista? —espetó, apartando el rosto con indignación.
El rostro de Skye se llenó de confusión, desviando la vista al chico moreno junto al niño que acaba de responderle con tanto odio, pero para su sorpresa, el moreno también la miraba con cierto desprecio, a lo que Skye no supo responder, más que haciéndose chiquita en su lugar y volviendo la vista a su plato. Una punzada dolorosa le tiró justo en el pecho, su amigable sonrisa fue reemplazada por una decaída mueca triste, con las comisuras de los labios estiradas hacia abajo. Aquello logró que Luke se tensara en su lugar, pues se giró hacia el niño que había estallado su copa de agua y lo miró de la forma más fría que pudo conseguir.
—No le hables así, Finnigan, solo se estaba preocupando —espetó Luke casi con el mismo odio que había logrado sacar el niño, Finnigan, o incluso peor. Skye sintió un leve escalofrío ante el frío tono que había usado Luke. Ella jamás se lo había escuchado antes.
—¡Cállate, Castairs! —gritó el tan Finnigan, completamente enojado y a la defensiva por el comentario que el rubio había soltado. Si tenía que ser honesto, debía admitir que comenzaba a tenerle miedo al tal Luke.
El grito de Finnigan atrajo la mirada de unos cuantos estudiantes que estaban por ahí, incluyendo al niño de los ojos azules, a Harry Potter, quién, de nuevo, abrió mucho los ojos cuando captó el resplandor del cabello de Skye frente al sol. Pero, para su sorpresa, no tenía una amable sonrisa y ese brillo divertido en los ojos, se le veía un poco triste. Neville, frente a ella, le lanzó una pequeña sonrisa a lo que Skye trató de devolvérsela, pero solo logró sacar una mueca medio triste. Harry iba a abrir la boca para saludar a Skye, pero a penas lo hizo se escuchó el ulular de las lechuzas entrando al Gran Comedor.
—¡Llegó el correo! —exclamó Neville, formando una sonrisa.
Por inercia, Skye levantó la vista hasta ver entre la cantidad de lechuzas, una pequeña mancha negra que reconoció como Galileo, llevaba dos paquetes atados a sus patas, dio una pequeña vuelta por el Gran Comedor, haciendo una divertida bajada en picada antes de aterrizas justo en frente de Skye, esperando a que le soltaran los paquetes de las patas. La peliplateada echó una mirada alrededor y sintió sus mejillas sonrojarse al notar que las demás lechuzas habían soltado el paquete y se habían ido.
—¿Tanto te gusta la atención, Galileo? —reprendió Skye, mientras trataba de desatar los paquetes de las patas del búho lo más rápido que pudo. Para su sorpresa, Galileo graznó y luego bajó la cabeza un poco, tomando vuelo hacia arriba.
—¿Soy yo o ese búho tiene personalidad? —preguntó Luke, mientras miraba el punto por dónde se acababa de ir el búho.
—Yo creo que sí —terminó por añadir Neville, mientras tomaba una pequeña caja—. ¿Qué recibieron ustedes?
—¡Son dos paquetes de galletas de tía Jane! —exclamó Skye, formando una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Tienen temática de nuestras casa, Lukey, mira!
—No me llames así —bufó Luke.
—Lo que sea.
Skye tomó su paquete de galletas, que tenía un glaseado amarillo con líneas negras encima, mientras las galletas de Luke tenían un glaseado rojo, con líneas doradas, sin embargo, sobre la tapa de las galletas de Luke, había un pequeño pergamino que decía ¿Gryffindor? ¿En serio, Randall? Claro que al ver eso, Skye no pudo contener la pequeña risa que salió de sus labios. Entonces, Skye preguntó a Neville por su paquete, Neville abrió su pequeña caja, bajo las atentas miradas de Luke y Skye, sacó con torpeza una pequeña esfera de cristal vacía por dentro.
—¡Es una recordadora! —exclamó Luke, con un brillo de emoción en su voz—. ¡Qué genial! —de nuevo, las miradas volaron hacia ellos, para luego dirigirse a Neville.
—He leído sobre ellas. —habló una chica castaña, la misma que había interrumpido en el tren y la misma que le había lanzado miradas asesinas a Luke—. Cuando el humo se pone rojo, significa que olvidaste algo —terminó de informar, luego desvió los ojos a los orbes azules de Luke y levantó las cejas con superioridad. Skye ladeó la cabeza. Extraño.
—El único problema es que no puedo recordar que he olvidado —murmuro Neville, mientras la recordadora se teñía de un fuerte color rojo, causando que Luke abriera mucho los ojos.
—¡Olvidaste alimentar a Trevor! —señaló el rubio, causando que Neville también abriera mucho los ojos.
—¡Oh, por Merlín! —el castaño se apresuró poniéndose de pie—. ¿Me acompañas, Luke? Es que tu si recuerdas el camino y no me quiero perder.
Luke le lanzó una mirada rápida a Skye, a lo que ella entendió como una forma de pedirle permiso para ir y dejarla sola en la mesa. Ella asintió varias veces, sacudiendo su cabello platinado en el proceso. —No tardo —aseguró el rubio, poniéndose de pie y comenzando a caminar hacia la entrada del Gran Comedor junto a Neville.
Entonces, Skye se sintió completamente solitaria. Lanzó una mirada a su alrededor no reconociendo a nadie de los que estaban ahí, hasta que detuvo su mirada en el chico pelinegro de gafas redondas. Skye lo pensó dos veces, antes de arrastrarse por la banca y quedar un poco más cerca a la misma chica castaña, de forma casual, trató de abrir sus galletas, haciendo un poco de ruido a propósito. Cuando levantó la vista, choco sus ojos con los de Harry.
—Hola, Harry —saludó Skye, dándole una sonrisa enorme.
Harry la miró con los ojos muy abiertos, antes de sacudir un poco la cabeza y pasar saliva con fuerza. —H-hola —terminó por decir, devolviéndole la sonrisa.
Ambos se quedaron viendo a los ojos unos segundos, causando que las mejillas de ella se tiñeran un poco de rojo ante la vergüenza de no saber que decir. Bajó la vista y se topó con el rollo que estaba sobre la mesa, cerca de las manos de Harry.
—Oh, tienes una subscripción al Profeta, ¿me lo prestas? —preguntó Skye, mirando a Harry, de nuevo.
—Bueno... es de Ron, de hecho —habló él.
—Oh, claro —Ron, el chico que la odiaba. Skye le dio una mirada al pelirrojo, quién la miraba con algo de terror. Su rostro decayó por un segundo. Entonces, Harry se apuró a hablar.
—Pero él te lo presta.
Skye levantó la vista hacia Harry casi de inmediato y formó una enorme sonrisa en sus labios.
—Vaya, muchas gracias —murmuró, estirando su mano para tomar la copia de El Profeta. Lo dejó a un lado, tomando la caja de galletas en sus manos—. ¿Quieren? Tía Jane las envió. Se supone que tienen rellenos de sabores diferentes. Hay de menta, de fresa, de chocolate, de piña... incluso, creo que hay uno de mandarina, pero Luke dice que sabe a alguna poción vencida.
Tan pronto como dejo de hablar, Skye se apresuró a apretar los labios en una línea, sintiendo que estaba hablando de más. Soltó un suave suspiro, dejando la caja sobre la mesa, esperando que ambos niños entendiesen que podían tomar las galletas que quisiesen y tomó la copia de Ron, soltando el listón que la mantenía cerrada.
Si era honesta, ella realmente no necesitaba o requería de la lectura de El Profeta. Skye pocas veces leía, en general. Leer tendía a ser una actividad aburrida, que le causaba mucho sueño y una buena sensación de pesadez en los ojos. Pero ya había pedido la copia —realmente, no sabía por qué lo había hecho— y sería vergonzoso no leerla. Cuando sus ojos se toparon con la primera plana, abrió mucho los ojos.
—Wow —murmuró, logrando que Harry y Ron la mirasen—. Escuchen esto: diciendo que fue obra de magos oscuros o brujas desconocidas, duendes de Gringotts confirmaron el asalto, aclarando que no se perdió nada. La cámara en cuestión, número 713, había sido vaciada, anteriormente, ese mismo día.
—Que extraño. —Respondió Harry, sosteniendo una galleta amarilla en su mano, mientras miraba con curiosidad a la niña—. A esa cámara fuimos Hagrid y yo.
—¡¿En serio?! —Skye soltó con cierto asombro. De forma rápida dejo la copia en la mesa, clavando sus ojos plateados en Harry y mirándole con mucha, mucha atención—. ¿Y qué había? ¿Papeles secretos de Dumbledore? Tía Jane dice que hay gente que haría lo que fuese por tener los secretos de Dumbledore. ¿O era todo el dinero de Hogwarts? La escuela es bastante vieja, así que no me sorprende que fuesen millonadas de dinero.
Sin embrago, ninguna de las especulaciones de Skye fueron acertadas. Cuando Harry comentó que solo era un pequeño paquete muy pequeño, la hufflepuff se desinfló como un globo, apoyando su cabeza sobre la palma de su mano y tomando una galleta.
—¿Quién querría un paquete tan pequeño? Seguro era una piedra de oro o algo así —balbuceó, antes de darle una mordida a su galleta—. Puaj, es de moras —murmuró de mala gana, apartando la galleta. Harry sonrió levemente ante aquel gesto.
—Vi desde lejos que estaban comiendo galletas sin mí, así que vine a hacerles la vida cuadritos —una nueva voz se unió a la mesa, una niña de corto cabello oscuro y bonitos ojos avellana se había sentado entre Harry y Ron y había estirado la mano para agarrar una—. ¿Por qué de Hufflepuff? —preguntó, observando la decoración.
—No son nuestras —respondió la castaña a un lado de Skye—. Son de ella —le señaló con la cabeza, causando que los ojos avellana la mirasen.
De forma rápida, Skye formó una sonrisita dulce.
—Oh —dijo la niña—. Es la chica del tren que se deja llevar por el rubiales aquel —bufó, pero comió la galleta. Harry soltó un suspiro.
—Soy Skye —se presentó, tratando de mantener su sonrisa.
—¿Pregunté? —replicó la de ojos avellana, causando que la castaña a su lado riese por lo bajo—. Exacto, no.
—Solo fue por cortesía, no pretendía...
—En serio, ¿qué tienes tu con hablar cuando a nadie le interesa? —volvió a bufar la de ojos avellana.
—Holly... —susurró Harry por lo bajo, lanzándole una mirada enojada.
La tal Holly le ignoró completamente y sonrió con burla. —¿Es que acaso tu mami no te enseñó modales? —Ron tembló ligeramente ante la mención de la madre de Skye. Holly lo notó y le miró raro—. ¿A ti qué te pasa?
Skye se mantuvo en silencio. Apretó los labios y decidió observar. Harry había vuelto a suspirar y había mirado a la niña, Holly, con ojos suplicantes. Solo en ese instante, Skye había notado las pequeñas similitudes entre ellos. El mismo color azabache en el cabello, el mismo estilo desordenado, habían similitudes en la forma de su nariz e, incluso, la niña también llevaba unas gafas sobre el puente de su nariz. Las únicas diferencias eran sus ojos, los de Harry eran de un bonito color azul cielo y los de la niña eran de color avellana, sumándole la forma de las gafas, mientras Harry las tenía redondas, la tal Holly las tenía cuadradas.
Skye tomó su caja de galletas de forma lenta, cerrándola completamente y apartando la copia de El profeta con cuidado, mientras una escena que no lograba comprender se desarrollaba frente a ella. Formó una mueca de incomodidad y se dispuso a hablar por lo bajo.
—Bueno... fue un placer verles —murmuró, pasando una pierna por la banca y sonriendo con amabilidad—. Nos veremos por ahí.
Y con eso, Skye se despidió de Harry y sus amigos, cuando se puso de pie, recibió una mirada juzgante de parte de la pelinegra de ojos avellana, mientras ron se quejaba por lo bajo, pues la chica fue quien, prácticamente, echó a la única de aquella mesa que tenía galletas y estaba dispuesta a ofrecerlas.
El resto del día fue bastante normal, sin mucho más que mencionar aparte de que, a eso de las tres y media, Skye fue prácticamente arrastrada de su cómodo asiento en su sala común, por nada más y nada menos que Susan, acompañada de Hannah. La rubia parecía haber olvidado su recelo por la peliplateada, pues estaba bastante entusiasmada ante la idea de la clase de vuelo. Skye amaba volar y amaba el quidditch, pero debía admitir que simplemente no tenía talento para aquel deporte.
Skye era bastante temerosa y no le gustaba mucho el dolor, de hecho, lo aborrecía completamente. Y bueno, el quidditch tenía mucho dolor involucrado. Además, no tenía el mejor manejo en la escoba, la última vez que intentó volar, no pasó de un metro de altura, el susto fue mayor y terminó en el piso con una horrible herida abierta en el lado izquierdo de la coronilla de su cabeza.
Marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia. Los Slytherins ya estaban allí, junto a Gryffindors y Ravenclaws. Skye buscó la mirada a Luke, lo halló justo entre la chica castaña del desayuno —cuyo nombre seguía sin conocer— y con Neville al otro lado. La niña formó una pequeña sonrisa ante aquello.
—¡Hola, Skye! —saludó alguien a sus espaldas, ella giró su cabeza hacia la voz y frunció el ceño al ver a un niño de cabello platinado y ojos grises, seguido por dos niños gigantes. Era Draco Malfoy y sus dos gorilas—. Ven, ponte aquí, al lado de Pansy.
El ceño de Skye no dejaba de estar fruncido, desvió sus ojos hasta la niña que Draco había señalado, una niña con un corto negro y ojos verdes vidriosos, era bonita, pero había algo en ella que hacía que Skye pensase en un mono cuando la veía. La pelinegra miró mal a Draco y luego voló los ojos a Skye con cierto temor.
—¿Por qué? —cuestionó Skye, dando una ligera mirada a su alrededor, Hannah y Susan habían dado un paso atrás, alejándose de la escena que se desarrollaba.
—Porque así estarás cerca de mí y te podré enseñar como volar bien una escoba —habló Draco con total seguridad.
Skye evitó rodar sus ojos y mordió su labio inferior. Debía ser honesta, no quería estar cerca de Draco Malfoy, el chico le daba muy mala espina, sin embargo, tampoco quería ser grosera, así que tomando una buena bocanada de aire, se apresuró a posicionarse a un lado de la tal Pansy, con una vieja escoba al frente.
La pelinegra le lanzó una mirada dura. Skye se la devolvió, pero la transformó en una sonrisa amable.
—Soy Skyler —agitó su mano a la chica—, pero todos me dicen Skye —y luego le tendió la mano.
—Pansy Parkinson —habló la otra, tomando la mano y agitándosela. Skye agrandó su sonrisa.
No pudo evitar pensar lo curioso que era el hecho de que Pansy hubiese sido relativamente buena con ella, teniendo en cuenta que era una Slytherin, quienes tendían a ser desagradables. Y los Gryffindors, quienes eran los favoritos de todo el mundo, eran los que más la odiaban. Curioso.
Entonces, llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.
—¡Buenas tardes, clase! —bramó, caminando entre las dos hileras.
—Buenas tardes, Madame Hooch —saludaron todos al unísono.
Skye dejó que su vista volase por todos los estudiantes que se encontraban ahí, eran, quizá, demasiados para contar. Habían unos cuantos Ravenclaws compartiendo datos y técnicas para volar, algunos Hufflepuff dándose ánimo y aliento. Luego, comenzó a notar las caras conocidas. En una de sus diagonales, estaba la chica de cabello corto y azabache, la tal Holly, a su lado, una Hufflepuff de cabello rubio le escuchaba atentamente. En su otra diagonal estaba Ronald Weasley, quién observaba a la señora Hooch con atención. A un lado de Ron estaba la castaña, Luke y Neville.
Y justo frente suyo, estaba Harry.
Skye le miró un poco y luego apartó la vista casi de inmediato, siento sus mejillas calentarse ante la idea de que Harry la pillase observándole. Eso le daría vergüenza.
—Bienvenidos a su primera clase de vuelo. Bueno, ¿qué están esperando? Todos párense al lado izquierdo de su escoba. ¡Vamos, apúrense! —Skye hizo lo que la profesora dijo—. Mano derecha sobre su escoba y digan: "arriba."
Una serie de "arriba" inundaron el lugar. Skye notó como la escoba de Harry se levantó de inmediato, seguido por Luke y luego por Draco. Skye soltó un suave chillido de emoción cuando notó que la escoba de su primo se levantó enseguida, cosa que logró que sonriese. Ella siguió intentando, solo logrando que se sacudiese en el suelo con intenciones de que se levantase. Volvió a echar una mirada, notando como la mayoría de escobas se alzaban en el aire, incluso la de Ron se levantó, aunque le dio un buen golpe en la cara.
La suya seguía sacudiéndose en el suelo. Soltó un bufido y puso mala cara, luego acomodó sus brazos en jarra y tomó aire, mirando muy mal a la escoba. Volvió a suspirar y se apresuró en volver a intentar. Para su sorpresa, se levantó hasta su mano.
—Wo-hoo —celebró.
Luego, la profesora ordenó montar la escoba y volar sobre el sitio de cada estudiante, a la cuenta de tres, pero antes de que pudiese llegar al tres, Neville salió volando por los aires, como si su escoba estuviese poseía de alguna forma. Pudo ver como Luke trató de sostenerlo por los pies y evitar de que se fuera volando, pero no lo logro.
Neville voló por los aires, sacudiéndose como un pequeño muñeco de trapo. Luego chocó la punta del palo de su escoba con la pared de una torre, rebotó y chocó la parte trasera y repitió aquello un par de veces más, antes de volar hacia el suelo, luego hacia los estudiantes —quienes se apartaron lanzándose a los lados. Skye simplemente se agachó— y por último sobre una estatua que sostenía una lanza, dónde la capa del niño quedó atascada. Skye inhaló con alivio al ver que no se había hecho nado, pero cantó victoria antes, pues la capa de Neville se rasgó.
De nuevo, Neville cayó por el aire y, de nuevo, su capa lo retuvo, atorándose esta vez sobre las picas de una antorcha. Lastimosamente, la túnica resbaló por sus brazos y Neville cayó en el suelo con un fuerte golpe seco. Skye cerró los ojos y apartó la cabeza hacia un lado, sintiendo muy cercana la situación de Neville.
—¡Quítense todos! —ordenó la señora Hooch, todos obedecieron. Ella corrió hasta Neville—. Cielos. Tiene la muñeca rota —murmuró más para si misma. Skye pudo ver la mueca de dolor de parte de Luke—. Pobre muchacho, venga. Párese —se puso de pie junto a Neville, quien lloriqueaba de dolor—. Todos deben mantener los pies en el piso mientras lo llevo a la enfermería. ¿Entendido? Si veo una sola escoba en el aire, el culpable será expulsado antes de que pueda decir "quidditch."
De forma automática, Skye dejó caer su escoba, alejándose de ella. No quería ser expulsada de Hogwarts y mucho menos quería escuchar los gritos de tía Jane acerca de lo furiosa que estaba porque Skye había sido expulsada. Observó como Luke se fue con la señora Hooch y con Neville, ella hizo una mueca. Vaya.
—¿Le vieron la cara? —la voz de Draco le hizo apartar la mirada de su primo y dirigirla a él, quién sostenía la recordadora en sus manos—. Quizá si el gordo hubiera apretado esto, recordaría como caer sentado.
La mayoría de Slytherins soltaron una fuerte carcajada ante la broma de Draco, sin embargo, Skye hizo una mueca y bajó la vista, evitando mirar a Draco.
—Dame eso, Malfoy —espetó Harry, con rostro serio. Skye levantó la mirada casi de inmediato y le observó con ojos entornados. De nuevo, retuvo el rodar los ojos, pues no le agradaba mucho esa actitud de Harry. ¿Qué necesidad tenía de ser el héroe en todo?
Aquello era una de las pocas cosas que podía señalar de la personalidad de Harry, era bastante impulsivo. Skye se preguntaba si realmente pensaba o no. Tampoco le agradaba mucho el hecho de que estuviese tan resentido en contra de los Slytherins, sí, Draco podría ser fastidioso, pero ella sabía que no todos eran así. Harry tenía eso, miraba a los demás como si pudiese juzgarlos, quién era digno y quién no, había escuchado a Luke hablar de él lo suficiente como para sacar esas conclusiones. Ella estaba segura de algo, si Harry se enteraba del pasado de su madre —que era reconocida como una de las brujas oscuras más peligrosas y, como no, la favorita de Lord Voldemort—, él la juzgaría como alguien no digna —o eso era lo Skye pensaba.
—No, lo dejaré en algún lado para que lo encuentre Longbottom. ¿Qué tal en el techo?
Esta vez, Skye si rodó los ojos. Draco era un pesado, honestamente.
Draco voló en su escoba, burlándose de Harry mientras lo hacía, solo para provocarlo y lograr que Harry lo siguiese en su juego. Como Skye ya había dicho, Harry era impulsivo, así que no fue sorpresa que estuviese dispuesto a hacerlo.
—Harry, no. Oíste lo que dijo Madame Hooch. Además, ni siquiera sabes volar —la misma castaña de la mañana y del tren, intentó detenerle, sin embargo, Skye alzó las cejas ante la sorpresa de que Harry le ignoró completamente y alzó vuelo—. Que idiota.
—Igual a ti —habló Pansy.
—Cierra la boca, Parkinson —espetó Michael, el chico de Hufflepuff.
Skye podía observar a Harry y Draco reñir en el aire, intercambiaban palabras, pero no podía oírles claramente. Miró atenta a la escena, e hizo una mueca cuando Draco lanzó la recordadora con muchísima fuerza. Sintió pena por Neville, definitivamente no había forma en que Harry alcanzase aquella bola. Aún así, Harry voló con toda la velocidad que estaba a su alcance y agarró la recordadora justo antes de chocar contra una torre. Skye abrió mucho los ojos y la boca.
—¡Oh, por las santísimas tangas del mago Merlín! —espetó Skye con emoción, observándole fijamente, mientras descendía junto al grupo de estudiantes que gritaban eufóricamente. Harry le lanzó una mirada, quizá extrañado por la expresión que usó.
Mientras todos celebraban, la profesora McGonagall se acercaba a la escena con rapidez, pasando por el lado de la peliplateada, quién se había mantenido alejada del alboroto, muy a pesar de Harry.
—¡Harry Potter! —le llamó—. Sígame.
A Harry no le quedó de otra que seguir a la profesora McGonagall, dejándole la recordadora a Ron, pero muy a su pesar, Malfoy y sus gorilas le amenazaron casi de inmediato, consiguiendo la bola de cristal de nuevo. Skye suspiró preocupada, expulsarían a Harry por nada.
Sin embargo, casi de inmediato, otro pensamiento cruzó su cabeza, ¿por qué le importaba?
mERLÍN SANTÍSIMO NO SABEN LO MUCHO QUE ME COSTÓ ESCRIBIR ESTO. lit, lo borré como 7 mil veces porque no me convencía ni un poquito lo que estaba escribiendo, luego se me acumularon un montón de trabajos del colegio y no me dio tiempo.
justo ahorita ando en los exámenes finales del primer periodo y dudo que actualice seguido, pero trataré de mejorar eso, después de las evaluaciones.
espero que les haya gustado el poquito contenido haler que hay aquí, pero no se me emocionen mucho. en fin, les quiero un montón, gracias por leer a pesar del tiempo sin publicar.
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