Koko/Inupi; capítulo 37.
Los hipidos y la forma en la que Inupi arrastraba las palabras, le hacía complicado a Kokonoi entender lo que estaba tratando de decir. Intentó primero calmarlo con caricias en la espalda y besos en la mejilla, también liberando feromonas suaves, pero Inupi seguía balbuceando sin parar. Akane estaba igual de preocupada, repitiéndole a su hermano que tomara todo con calma y dijera que había pasado.
El nombre de Rindou fue pronunciado varias veces y quedó colgando en el aire, como si fuese un hilo delgado que estuviese por romperse, ¿Qué hubo pasado en el baño para que Inupi estuviese tan triste?
Koko levantó la cabeza y miró alrededor, sin embargo, no había rastro de su mejor amigo, ese omega remilgado estaba en problemas. Suspiró y ahuecó las mejillas de Inupi entre sus manos, obligándole a mirarle.
—Relájate, Seishu. Inhala y exhala —dijo en voz baja.
La mirada de Inupi vaciló, pero hizo lo que se le pidió. Entreabrió sus labios y tragó aire, que luego fue expulsado con sollozos temblorosos. Varios minutos después, recobró la calma; tenía las mejillas rojas y los labios crispados.
—Lo siento, Koko, yo... —titubeó—. Lo arruiné, Rin se encontró con el hermano de Souta y por mi culpa ahora está en problemas.
Los hombros del alfa se tensaron y lentamente soltó al omega, confundido.
—¿De qué hablas?
Inupi mordisqueó su labio inferior y extrañó las manos cálidas de Koko que tan rápido lo habían abandonado. Cabizbajo y llenó de vergüenza, confesó todo lo que había pasado. Entre más hablaba Inupi, más desencajado estaba el alfa.
—Debo ir a buscar a Rin —dijo Koko, levantándose de la silla.
Inupi trató de detenerlo, tomándolo del brazo sin mucha fuerza, pero el alfa simplemente lo esquivó, mirándolo con frustración. No lo había dicho directamente, pero estaba molesto. De todos modos, le fue difícil controlar la amargura de su aroma porque Inupi se estaba encogiendo con temor.
—No te vayas, por favor —suplicó Inupi a punto de ponerse a llorar, de nuevo.
—Debo ir a arreglar el desastre que provocaste —Aquello lo dijo con tal arrebato que no se quedó a consolar al omega.
Primero necesitaba encontrar a Rindou antes de que todo empeorara.
. . .
Por otro lado, Nahoya recuerda con amargura los últimos días. Su hermano, el considerado y dulce alfa, había estado muy decaído y triste. Intentó animarlo de cualquier forma posible, pero la separación con su omega estaba siendo muy difícil y con razón, era la primera vez que lo veía tan entusiasmado y enamorado.
Le molestaba no saber nada de ese omega, Souta no era muy claro con respecto a su relación, pero tampoco insistió porque se veía feliz. Le tomó desprevenido que todo acabara mal, de hecho hasta su hermano no parecía asimilarlo todavía, y tampoco había querido decirle que había pasado. Nahoya se prometió ser paciente, llegado el momento, Souta hablaría y entonces ambos saldrían adelante. No era la primera vez que alguno de los dos salía lastimado, Nahoya por ejemplo, sufrió cuando el que pensó que era el alfa de sus sueños lo engañó con un beta. Fue un momento duro que por suerte superó sin secuelas.
Souta estaría bien, lo creyó inútilmente hasta ese momento, que se enteró del secreto que guardaba su hermanito. Nahoya estaba molesto, decepcionado y triste. Souta y él habían tenido una vida complicada como alfa y omega, situaciones que pensó que jamás superarían, pero eran fuertes y lo consiguieron, siguieron adelante, entonces, ¿por qué no podría superarse y responder por un bebé? No era justo que su futuro sobrino sufriera también.
Esa noche todo se aclararía y cada cosa iría en su lugar.
Tomó un poco de aire y divisó la cabellera azul de su hermano cerca de allí, en la mesa en donde lo había dejado. Estaban cerca del buffet, compartiendo rica comida y la agradable música del lugar; compartían con Mitsuya y Hakkai, ese par siempre amable, Souta parecía más animado. Lamentaba tener que romper su burbuja.
Souta levantó su cabeza y le sonrió, pero lentamente sus labios se curvaron con preocupación, al notar lo molesto que estaba Nahoya.
—Tardaste, ¿estás bien? —preguntó Souta, inquieto.
La mesa se había quedado en silencio, y entonces fue el momento perfecto para hablar.
—¿Por qué nunca me has hablado de tu omega?
Souta abrió la boca, y frunció el ceño, estaba confundido, ¿por qué su hermano sacaría ese tema a colación en ese instante?
—Terminamos, te lo dije —dijo el chico—, no quiero hablar de eso ahora, menos aquí.
A pesar de tener todas las miradas encima, Nahoya continuó.
—Tiene que ser aquí y ahora, porque no concibo que hayas abandonado a un omega estando embarazado. —Casi se lamenta de decirlo, por la forma en la que su hermano palideció.
La mesa quedó en silencio, incluso el ritmo de la melodía suave y los murmullos de los invitados parecieron desaparecer de repente. Souta se paralizó, mirando a Nahoya con los ojos bien abiertos. Era imposible, él sabría si Rin estaba embarazado...
Lentamente los recuerdos de su último encuentro pasaron por su cabeza como un rollo de fotos que apenas estaba desenvolviendo. La mirada de Rindou, su aroma más dulce y cuando le comentó, contento, que tenía algo que decirle. Souta no escuchó ese algo, pues estaba muy ocupado terminando con él.
—Yo no... —tartamudeó Souta, saliendo su estupor—. No lo abandoné, ¡fue el imbécil de Ran! —Y lo supo, supo porque el estúpido alfa insistió para que dejara a Rindou, y la sangré hirvió en sus venas. Había caído como un estúpido en su trampa—, ese idiota lo hizo a propósito, amenazarme para que terminara con Rin. —Se rio sin ganas, sintiendo que las lágrimas picaban al borde de sus ojos.
—¿Te amenazó? —preguntó Nahoya, descolocado—. Mataré a ese idiota.
—No es necesario, yo mataré a ese idiota —agregó enfurecido, alejándose de su hermano antes de que tuviese algo más que decir. Nadie le quitaría el derecho de tomar venganza por lo desolado que debió sentir su omega por el abandono, incluso él mismo no tenía perdón.
Los demás en la mesa también se levantaron, porque el compromiso de Takemichi y Mikey se estaba poniendo muy interesante.
. . .
Todo iba mal, muy mal. En cuestión de semanas su vida había dado un giro de 360 grados y no estaba seguro de cómo abordar todos los cambios. Debido a la preocupación por el bebé y su hermano mayor, Rindou había olvidado por completo que Souta era amigo de Takemichi, por ende, estaría invitado a la fiesta, en más de una ocasión el alfa se lo recordó e incluso, antes de terminar le pidió que fuese su compañía. ¡Qué tonto había sido!
Si hubiese tenido un poco de memoria, no se hubiese descuidado tanto. En un remoto caso estaría espiando a Souta y viendo si estaba bien después de la ruptura, como el masoquista que era, pero no, tuvo que encontrarse con el gemelo, quien definitivamente no tomó bien la noticia.
Quería hacer un hoyo enorme en el salón y enterrarse vivo, porque no había forma de salir de ese lío sano y salvo. Estaba temblando como estuviese en un terremoto de grados superiores cuando llegó con Ran. El alfa lo miró entre preocupado y molesto por haberse ido, pero luego que Rindou le contó lo que había pasado, estaba furibundo. Incluso podía ver el vapor saliendo de sus orejas. Ran lo estaba culpando de todo, como si Rindou fuese la causa perdida de la humanidad. Retrocedió por inercia y estuvo a punto de escapar por segunda vez, sin embargo, su hermano fue más rápido esta vez y lo sostuvo de sus brazos, impidiéndole moverse.
Gimió dolorido, con la culpabilidad zumbando en su cabeza y temió lo peor, no solo por él, también por el bebé y Souta. Ran atisbó a sacarlo de allí, pero justo cuando se estaban moviendo, la pareja protagonista del compromiso se levantó, pidiendo silencio para el discurso con el ligero tintineo de una copa de vino. Rindou cerró sus ojos cuando la punzada en su sien se hizo más prominente por el ruido, pero vagamente escuchó las cosas que Mikey y Takemichi tuvieron que decirse. La mayor parte de la conversación fueron puras cursilerías y anécdotas de su vida como pareja, alfa y omega, luego agradecimientos y más cursilerías. Muy en el fondo, deseó que fueran Souta y él, los que estuviesen prometiéndose amor, pero no era tan suertudo.
Todas sus esperanzas se estaban esfumando, retorciéndose en el fondo de sus recuerdos como los dedos de Ran que lastimaban su piel por la fuerza que usaba para someterlo. Suspiró con resignación y miró por encima de la mesa a la pareja que terminó su juramento de amor con un beso. Los aplausos no se hicieron esperar después de eso y el salón se llenó de felicidad, no faltaba los que gritaban: ¡vivan los novios!
Sonrió triste y tuvo ganas de rendirse, hasta que lo sintió, era ligero y flotaba en el aire como un globo lleno de helio, al que Rindou se sintió tentado de seguir. Era el aroma de Souta. No sabía si lo estaba imaginando, cabía la posibilidad de que se estuviera volviendo loco, pero estaba allí. Aprovechó que el agarre de su hermano se hizo menos denso mientras miraba a los prometidos para soltarse y buscar la fuente del olor.
Se empujó lejos de Ran y miró alrededor, hasta que lo vio. Su alfa. No supo de dónde sacó fuerzas, pero corrió en medio de la multitud que seguía ovacionando a la pareja. Souta también lo encontró, porque ambos se miraron y fue como encontrar un tesoro enterrado en medio de una isla desierta. Lo demás dejó de existir, solo eran ellos. Rindou jadeó, feliz, y se lanzó a los brazos de su alfa como solía hacerlo cuando estaban juntos.
—Estás aquí —dijo en un hilo de voz, hundiendo su rostro en el cuello de Souta para llenarse de su aroma, dulce y mentolado, algodón de azúcar y eucalipto. Lo amaba tanto.
—Te encontré, Rin —murmuró de vuelta el chico, estrechándole con fuerza—, lo siento, lo siento, no quería terminar contigo. Eres todo para mí.
—Yo tampoco quería que terminaras conmigo —agregó Rin, ahogado por sus propias emociones, estaba llorando de nuevo—, ¿por qué lo hiciste? ¿No me amas? —preguntó con pesar.
—Te amo —dijo rápidamente Souta—, te amo tanto, eres mi omega.
—¿Entonces por qué me dejaste? —Insistió Rin.
Souta deslizó sus dedos por los cabellos de su omega, enredándose en las hebras púrpuras. No sabía cómo explicarle el asunto al chico sin lastimarlo. Si fuese al revés, él estaría decepcionado de Nahoya, pero su hermano no era un imbécil como Ran.
Cuando abrió la boca para responder, o al menos tratar de hacerlo, Ran apareció, viéndose tan molesto que Souta pensó que iba a estallar en mil pedazos.
—¡Suéltalo! —exclamó Ran con fuerza, haciendo que de repente el salón quedara en silencio—. Deja en paz a mi hermano.
Souta no lo hizo, permaneció cerca de Rindou, quien se removió temeroso por la brutal presencia de Ran. El aroma del alfa estaba siendo tan amargo que seguro estaba molestando a los demás alfas, como al suyo que quería proteger a su omega a como diera lugar.
—¡Alto ahí, animal sin cerebro! —Se le adelantó Nahoya, señalando al mayor de los Haitani—, no te atrevas a amenazar de nuevo a mi hermano y su omega.
Al principio Ran quedó boquiabierto por la interrupción, luego se rio, indiferente, ¿qué podía hacer un omega contra él?
—No me importará que seas un omega, te golpearé si te metes en el camino.
—Inténtalo —alentó Nahoya, sin inmutarse.
Ran se tomó muy en serio esas palabras e iba a acercarse, cuando una nueva persona intervino.
Era Kokonoi.
—¡Basta ya! Estamos en la fiesta de compromiso de Mikey y Takemichi, deben comportarse. Y tú, Ran, estás siendo un idiota, deja que Rindou sea feliz con su alfa de una buena vez.
Se formó un silencio incómodo, todos alrededor dejaron de moverse, expectantes. Cualquiera con dos dedos de consciencia se detendría, pero Ran no era uno de ellos.
—No dejaré que mi hermano se vaya con ese tipo —dijo Ran con tanta suavidad, que daba miedo por lo tranquilo que estaba de pronto.
—Los perderás a los dos, Rin y el bebé son lo único que te queda —dijo Koko, tratando de apelar al lado bueno.
Ran lo miró y contrario de lo que pensó, se echó a reír, como si hubiese contado un chiste muy bueno. Miró a Koko con desdén y dijo sin cuidado:
—No soy como tú, Koko. Siempre te has jactado de ser inteligente, pero te dejaste atrapar por un omega cualquiera y un bastardo, eres patético, un cobarde.
Estaba allí para ser un mediador confiable y evitar una pelea absurda que arruinara el compromiso de Mikey; él siempre fue un tipo tranquilo que lo solucionaba todo con las palabras correctas, de verdad, era paciente y considerado. Pero, no lo soportó por un segundo más, fue el primero en lanzar un golpe justo en el rostro del presumido. Al diablo la decencia. Ran no se lo merecía.
El primer puñetazo de Koko, fue el aliciente de todos los que llegaron. En menos de un minuto, el salón se volvió un ring de pelea. Y sálvese el que pueda.
Buenas, buenaaaaas.
Tarde, pero seguro. El borrador de este cap. Tenía muchas perspectivas. Y ni siquiera pude poner todo lo que tenía planeado. Así que queda para el siguiente.
¡Espero que les guste el cap!
Me dicen que tal quedó, es que es mucho que abarcar.
Gracias por leerme.
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