Koko/Inupi; Capítulo 23.
Si había algo de lo que estaba seguro Kokonoi era que debía pensar antes de actuar. Ese siempre fue un principio básico, un buen lema que le ayudó a superar los peores momentos y convertirse en el hombre que era actualmente; sin embargo, y entre más lo pensaba, no sabía porque estaba caminando por el pasillo que conecta con el apartamento de los Inui para ver que todo estuviera bien con Seishu, claro, porque Akane le había pedido que lo cuidara. Lo consolaba la idea de estar haciendo un buen trabajo.
Ahora bien, si pensaba en la charla que había tenido con Akane días antes, ella le había comentado que estaría fuera el fin de semana. No le dijo la razón. La beta también le habló de su hermano, algo sobre inseguridades y lo mucho que le costaba confiar en los demás. Esa conversación le había dado muchas ideas de cómo era el omega. Y Koko quería ser su amigo. Le debía una disculpa por lo ocurrido la noche de la salida, era un tema que tenía pendiente, quería aclarar cualquier duda de sus sentimientos.
¿Esa era excusa suficiente para visitarlo?
Al parecer sí, puesto que después de haber jugado con Akane un rato ese mismo día y que, hubiese desaparecido de repente con una vaga disculpa. Kokonoi se arregló y partió en busca de Seishu para comprobar si estaba bien. Volvería a casa tan pronto cuando supiera que todo estaba en orden, ese era el plan.
Aspiró una larga bocanada de aire y se plantó frente a la puerta del apartamento. Como último lo pensó una vez más, irse o quedarse, pero la decisión estuvo tomada una vez levantó su puño y tocó la puerta varias veces. Se balanceaba de un lado a otro ligeramente cohibido por la intromisión, aunque ya estaba hecho.
Se preocupó cuando no escuchó nada del otro lado, como si el lugar estuviese vacío. Sacó su móvil para mandarle un mensaje a Seishu y decirle que estaba frente a su casa, sin embargo, antes de pinchar la opción "enviar" la puerta se abrió.
Lo que vio a continuación lo dejó pasmado y apenado: un omega muy desaliñado, mirándolo con los ojos entrecerrados y, realmente no fue lo peor. Una oleada de su aroma se escabulló por la puerta hasta golpear directamente en el rostro de Kokonoi, haciendo que su nariz picara por la abrumadora mezcla dulce y atrevida. Se contuvo para no cubrirse el rostro, Seishu probablemente tomaría mal si lo hiciera.
En todo caso, no sentía repulsión, sino unas tremendas ganas de lanzarse sobre el omega y empaparse de su olor. Cielos, estaba perdiendo la cabeza.
—¿Koko? — la pregunta de Seishu llegó tras el reconocimiento. El omega abrió los ojos como platos y retrocedió varios pasos, probablemente asustado por la presencia de un alfa.
Sus instintos no fallaban, Inupi estaba en celo y Koko le estaba robando un poco de su espacio. Debería darse vuelta y marcharse, era lógico, los omegas en esas condiciones eran vulnerables, sin embargo, no fue capaz de irse. Levantó un poco sus manos para hacerle saber que todo estaba bien, no le haría daño.
—Lo siento, yo... yo no sabía que estabas en celo, no hubiese venido si lo supiera— respondió, titubeante, sin quitarle la mirada de encima al omega.
—Tomé un supresor y lo tengo controlado, creo, ¿quieres pasar un rato? Sería descortés de mi parte pedirte que te marches cuando te tomaste el tiempo de venir hasta aquí. — Inupi estaba temblando. A pesar de su porte sereno y su mirada aburrida, sus labios están apretados en una línea y sus manos se aferraban al borde de su sudadera.
"Vete, huye de allí", se repitió tantas veces que le dolió la cabeza, no obstante, cuando dio un paso hacia delante no hubo vuelta atrás. Estaba sobrepasando sus propios límites y los del omega en celo.
—Solo un momento, quiero asegurarme de que estés bien. —Se reprendió por ser tan cínico, mientras seguía a Seishu a la sala de estar.
Ambos se quedaron en silencio cuando se sentaron en el sofá, lo suficientemente lejos el uno del otro para no incomodar. Kokonoi deseaba no haberle prestado atención a Akane, ¿por qué lo invitaría a su casa cuando Inupi estaba en celo? ¿Ella no estaba preocupada de lo que pudiese pasarle a su hermano? Una parte dentro de él estaba molesta con la beta.
Estaba ansioso por lo bien que olía el omega. Allí las feromonas eran más abrumadoras y agradables, su alfa rasguñaba en su interior para que hiciera lo correcto y se uniera al omega en celo. Era una sensación tan primitiva y que hasta el momento no había experimentado, porque él siempre pensaba con lógica. Y le asustó.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —preguntó el chico como si aún no tuviese clara la presencia de Kokonoi allí.
Y vaya que estaba en aprietos, ni él mismo sabía qué hacía en ese apartamento; definitivamente Akane no era la razón por mucho que le costara admitirlo. Había estado pensando en Inupi desde el beso, su cabeza se negaba a dejarlo ir tan fácilmente. Seishu ni siquiera parecía darse cuenta de lo encantador que era.
—¿En realidad? No lo sé, yo pensé que viéndote sabría la respuesta.
—Ya veo— dijo Inupi, luciendo un poco incómodo. No lo culpaba—, ¿quieres qué hablemos del beso? Te debo una disculpa de todos modos.
—No fue tu culpa, estabas ebrio. Yo me aproveché de eso.
—No fue así —aclaró rápidamente Seishu, mirándolo con algo parecido a la culpa y tristeza.
Kokonoi quería consolarle y decirle que no pasaba nada, pero mantuvo sus manos para sí mismo.
—Deberías conformarte con saber que no estoy molesto contigo.
—No lo estoy, no estoy conforme, en realidad prefiero que arreglemos este lío ahora— agregó Inupi decidido.
Sus ojos brillaban en medio de la repentina valentía. Se puso de rodillas en el sofá y se acercó al alfa, tragando saliva. Ninguno de los dos supo si lo hacían por impulso o consuelo, pero necesitaban estar cerca. En cualquier caso, se sentía tan bien que no podrían cuestionarse nada.
—Seishu, disfruté el beso, muchísimo —confesó Koko en voz baja, su mirada no se apartó del rostro de Seishu.
El chico tenía las mejillas rojas y los labios humedecidos, parecía tener problemas para enfocarse en cualquier cosa que no fuera Kokonoi. Se sintió desnudo ante esa mirada, pero no intimidado.
Pensó que el omega retrocedía, pero pasó todo lo contrario; Seishu apoyó una de sus manos en el interior del muslo de Koko y se inclinó hacia él. Mandó al diablo su raciocinio y tomó de la nuca al omega para atraerlo por otro beso, al fin. El alivió fue inmediato para el alfa, cuando el sabor dulzón explotó en su boca y, entonces fue incapaz de controlarse a sí mismo.
El omega no pareció molesto por el atrevimiento, se movió hacia Koko y se subió en su regazo, meneando sus caderas sobre él. Y antes de que se hubiese dado cuenta, ambos se estaban sumergiendo en sus más básicos deseos. El calor de Inupi no hizo más que acrecentar las ansias, el ambiente era denso y picante, ahora con el aroma de Koko mezclándose.
Todo estaba ocurriendo demasiado rápido, en un segundo se estaban comiendo las bocas y en el otro, Kokonoi se levantó entre trompicones con el omega en brazos y se encaminó a la habitación, sin separarse ni un poco, eran una mezcla de chasquidos y saliva. Se deshicieron de la ropa en la primera oportunidad, dejándola caer en el suelo de la habitación. Inupi solo lo soltó cuando Kokonoi le bajó el pantalón de chándal y la ropa interior.
Si antes el alfa pensó que Inupi se veía hermoso, desnudo era una obra de arte. Delgado, pero con músculos marcados. Pálido, con la piel brillante y tersa. Ni que decir de sus piernas tonificadas. Jamás podría arrepentirse de nada en esos momentos. Entre besos se dejaron caer juntos en la cama y el omega abrió sus piernas para Kokonoi, encajando perfectamente en medio de ellas. Ambos estaban duros y necesitados.
—Tócame, alfa —murmuró Inupi en medio de su frenesí. Sus dedos se deslizaron por la espalda de Kokonoi, atrayéndolo hacia su cuerpo. Estiró su cuello y jadeó con ganas, tratando de calmar el ardor de su vientre, insoportable y doloroso.
—Eres tan cálido, Seishu. —Kokonoi hizo exactamente lo que el omega le pedía y acarició las suaves curvas del chico y las protuberancias en su torso desnudo, sacándole gemidos descontrolados. Besó el contorno del rostro de Inupi y descendió hacía su cuello donde chupó, mordisqueó y lamio hasta que el cuerpo bajo su agarre se derritió.
Estuvo tentado a hundir sus dientes en la curvatura de su cuello, justo en la marca de unión, pero aún le quedaba algo de cordura. Solo pasó de largo y se entretuvo en uno de los pezones, saboreando la forma en la que Inupi se contorsionaba en busca de más. Sus manos acariciaban los muslos del omega hasta que se arrastró hacia su trasero mojado.
El alfa no podía estar más que satisfecho. El omega estaba disfrutando de sus toques.
La preparación fue rápida, Inupi no se quejó. Estaba lo suficientemente lubricado por sí mismo como para oponer resistencia. Los dedos encajaron bien en su interior, estirándole con avidez y cuidado. Kokonoi se bebió la imagen del omega que se retorcía por sus toques, lloriqueando por el ardor inicial que el alfa consoló con besos tiernos y palabras suaves.
Inupi no dejaba de balbucear incoherencias y pedir por más. Sus mejillas estaban más encendidas que antes y sus cabellos rubios desparramados en las sábanas desordenadas. Un bonito desastre.
El poco raciocinio que le quedó lo uso para preguntar:
—¿Estás seguro de que quieres esto?
Inupi frunció el ceño y asintió, como si no estuviese conforme con que Kokonoi pensara en detenerse. Sus piernas le rodearon de la cintura con fuerza y sus talones presionaron en su espalda baja para acercarlo más.
Se rio por lo posesivo que se estaba volviendo Seishu, pero no se quejó.
Sacó los dedos de Inupi y ante el ruidito molesto que soltó después el omega, no le quedó de otra que alinearse en su agujero y entrar, lento y con cautela, estudiando sus reacciones hasta que estuvo asentado en fondo de Inupi. El gemido que salió de ambos fue suficiente para saber que lo estaban disfrutando; por eso Kokonoi no tardó en empezar a moverse y darle al chico todo lo que quería y de paso, él mismo tomar todo lo que podía.
Incentivado por el celo de Inupi, se movió con vehemencia, fundiéndose por completo en el calor húmedo. Parecía que el omega fue hecho exclusivamente para Koko, se sentía mejor de lo que pensó, apretado y suave. Su mente flotaba en medio de su propia necesidad, dejándose llevar por la pasión ardiente de ambos cuerpos. Se tocaron, se besaron y follaron hasta que el clímax los alcanzó.
—El nudo, lo quiero —suplicó Inupi con las lágrimas deslizándose por su sien, dejando al pobre Koko indefenso.
—Maldita sea, ¿por qué tienes que ser tan hermoso? —jadeó contra los labios de Inupi y después de un par de embestidas, sintió que crecía dentro del omega hasta que finalmente quedó encajado en él.
Inupi gimió fuerte al correrse y arqueó su espalda, tan lleno y vivo por dentro. El dolor que sentía por el nudo era fácilmente compensado por la forma en la que Kokonoi lo abrazaba. Por un segundo pensó que estaba flotando, no sentía nada más que placer.
Sin embargo, el calor seguía allí, al contrario de lo que ambos pensaron, las cosas en ese momento apenas estaban empezando.
¡Buenas noches!
Hay capítulo.
¿Esperaban esto? Ah, espero les guste. En este fic he mejorado mucho, así que... ¡Gracias a los que se toman el tiempo de leerme, votar y comentar!
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