Koko/Inupi; Capítulo 20.

—¡Ran! —gritó Rindou, siendo devuelto fácilmente a la mesa—. Suéltame o te mataré cuando volvamos a casa —arrastró cada palabra por lo ebrio que estaba.

El hermano mayor solo lo soltó para dejarlo caer en una de las sillas, mientras colocaba sus brazos en los laterales en un intento de encerrarlo como si fuera un niño pequeño a punto de ser reprendido.

Nadie intervino, ni siquiera Souta, quien estaba malhumorado por la interrupción, además de ebrio. Inupi temía que hubiera una pelea de alfas dominantes y bobos, las feromonas que flotaban alrededor de la mesa lo tenían mareado, sumado al alcohol, no estaba en las mejores condiciones.

—Cállate, Rin —respondió el hermano alfa; su voz sonó tan imponente, que los dos omegas de la mesa se estremecieron—, dijiste que pasarías la noche en casa de Hajime y estás aquí, ¿sabes lo qué pasa cuando le mientes a tu hermano mayor?

—¿Me vas a golpear? —preguntó Rindou con sus ojos clavados sobre los de Ran, violeta con violeta, ninguno tenía afán de ceder—. No te mentí, solo omití información... como que estaría en una cita con Souta, por ejemplo.

—En mi defensa, no sabía que no te había dicho —mencionó Koko para librarse del embrollo.

Rin lo miró con los ojos entrecerrados, murmurando por lo bajo: "traidor", Kokonoi le respondió de la misma forma un: "Idiota", sacándole la lengua al final.

Eran como bebés. Inupi y Souta estaban de pie a un lado, incómodos con el intercambio de opiniones, eran como una tercera rueda; no pertenecían ni a un lado, ni al otro.

—Los llevaré a casa a todos, menos a este —Ran señaló a Souta con desdén.

Logró que, el divertido y pacífico alfa, frunciera el ceño. Su aroma cambió imperceptiblemente, como si estuviera preparado para darle unos buenos golpes a Ran y, en realidad, nadie lo culparía por ello.

—No esperaba que lo hicieras, puedo volver a casa por mi cuenta —replicó Souta, muy amargado y, miró a Rin, sonriendo para tranquilizarlo—, Te llamaré mañana, lo prometo.

—Espera, Souta, no te vayas aún; me iré contigo. —Estaba en pánico, si Souta se iba, probablemente sería la última vez que lo viera. No quería eso.

Rindou trató de levantarse, pero Ran se lo impidió empujándolo de nuevo a la silla. A Rin no le quedó de otra que ver a Souta marcharse, mientras gritaba furibundo.

—¡Eres un idiota, Ran! ¡Te odio!

En lo que ambos hermanos se enfrascaban en una discusión sin fin, Kokonoi tomó de la mano a Inupi y se lo llevó por un poco de aire fresco; el omega se había puesto un poco pálido después de todo el intercambio de feromonas. Inupi no podía sostenerse bien y Koko tuvo que rodear su cintura con un brazo, el calor que emanaba del alfa y ese aroma tan delirante que lo relajó casi al instante.

Cuando tuvo problemas para sostenerse de sus tacones, se sintió tentado de agacharse y quitárselos; de hecho, lo intentó varias veces, pero Kokonoi lo detuvo varias veces, obligándole a seguir. Lo tenía fuertemente agarrado.

—Te dije que era mala idea que bebieras tanto —el tono glacial que usó el alfa, casi obligó al omega a encogerse en sus brazos.

—No me regañes, no me siento muy bien...

—¿Qué pensará Akane si te ve en ese estado?

De nuevo la punzada en el pecho de Inupi, la mención de su hermana no debería ser tan dolorosa. Lo empujó un poco, tambaleándose al estar fuera de la discoteca, el aire fresco en vez de hacerle sentir mejor le produjo arcadas. Koko intentó ayudarle, pero Inupi seguía muy resentido con él, tomando un poco de distancia. Tenía muchas ganas de llorar.

—Seishu...— la mano de Koko se apoyó suavemente en su espalda y Seishu esta vez no lo alejó.

—¿Hmm?

—¿Qué te pasa?

—Nada —Inupi no era capaz de levantar el rostro y ver a Kokonoi, seguro estaba decepcionado por su comportamiento.

Kokonoi abrió su boca para decir algo más, pero los Haitani aparecieron de nuevo, uno más molesto que el otro; la tensión era palpable en el aire, tanto que Inupi tuvo que cubrirse la nariz porque se asfixiaba con las feromonas de esos dos, ni siquiera el aire nocturno logró que los aromas se disiparan.

—Ya paren ustedes dos, están incomodando a Seishu. —Koko estaba cansado, quería irse a casa y llevarse al omega consigo.

—Todo es culpa de Ran, me arruinó mi cita —señaló Rin con un notable mohín en sus labios. Estaba hecho un desastre, sus mejillas rojas y sus ojos aguados debido a la frustración.

—Nada de esto habría pasado si, en un comienzo, hubieses sido sincero conmigo, Rindou. Tenías que decirme que te gustaba ese feo alfa enano —dijo Ran, sacando de uno de sus bolsillos la llave de su auto estacionado no muy lejos de allí—, pero bueno... ¿Cómo no me di cuenta de que mi hermanito andaba tan necesitado de un alfa?

—¡Haitani Ran! —exclamó Koko empuñando sus manos, muy enojado; no era muy fanático de Rindou, pero era su amigo al fin de cuentas y no dejaría que le faltaran al respeto.

Por otro lado, Rindou jadeó sorprendido con los ojos abiertos de par en par. El omega de ojos violetas era incapaz de creer que su hermanito, su única familia le estuviese diciendo eso y no, estaba seguro de que no estaba alucinando por el alcohol, él lo dijo. Quería golpearlo, pero seguro que con lo ebrio que estaba, Rin sería el primero en caer al suelo.

—No me iré a casa con este insensible, puto, desgraciado —farfulló Rin, cruzándose de brazos.

—No tienes opción, hermano —agregó Ran con una mirada decidida, si tenía que llevarlo a rastras lo haría.

—Yo... ¿Y si nos calmamos? —habló Inupi con un tono conciliador. tres pares de ojos se posaron sobre él, fue tan incómodo que se encogió de hombros con pesadumbre.

¿En qué momento se había descontrolado todo?

Rin pataleó cuando Ran lo llevó al auto, renuente a dejarse llevar por ese "malnacido", como insistía en llamarlo. A mitad de la calle habían formado tal escándalo que ni siquiera Kokonoi fue capaz de evitar tal vergüenza. Todo acabó cuando en uno de los arrebatos del omega más alto, acabó vomitando sobre la ropa de su hermano mayor; su impecable traje quedó hecho un desastre, sin embargo, no estaba molesto, solo aprovechó para cargar al apenado Rindou y meterlo al auto.

Koko e Inupi los siguieron en silencio, acomodándose en los asientos traseros. Según Kokonoi, su apartamento estaba muy cerca por lo que ese sería su destino, luego vería la forma de llevar a Inupi a casa.

—No me quiero quedar con Ran —lloriqueó Rin desde su lugar.

—Entonces no vayas con él —dijo Kokonoi muy casual, quien no estaba en lo absoluto afectado por los sucesos de la noche; no estaba ni ebrio, ni molesto.

—Me quedaré con Koko y con Seishu, ellos dos me adoptaran.

—Estás hablando disparates —continuó diciendo Koko.

Inupi se sonrojó, puesto que Rindou no tenía filtros.

—No te he dado permiso, Rin —cortó Ran, tan imperturbable como siempre.

—No me mandas, Ran. No me digas que hacer.

—Otra vez no... —susurró el alfa más bajo, compungido.

Y la pelea continuó durante todo el viaje; Inupi había descubierto esa noche que los Haitani eran seres tan irreverentes y tercos. Seishu se acomodó en el asiento, metido en sus propios pensamientos, si miraba de soslayo a Koko siempre estaba mirando por la ventanilla aparentemente cansado de la pelea de sus amigos.

Era su culpa que Kokonoi estuviese enamorado de su hermana, entonces... ¿Por qué le dolía tanto?

Debería ser capaz de decirle todo, gritarle la verdad de una buena vez, no obstante, le asustaba la reacción del alfa cuando se enterara. La sola idea de que Kokonoi le odiara le revolvía el estómago.

El auto se detuvo frente al edificio de Kokonoi; estuvieron aproximadamente quince minutos luchando con Rin; seguía renuente a quedarse con su hermano. El ruido y los gritos probablemente despertaría a todo el vecindario y Koko se imaginaba la reprimenda del administrador al día siguiente, por lo que abogó por su amigo, aun cuando Ran casi lo mata con la mirada.

—Lo cuidaremos bien —insistió Koko.

Inupi trató de no verse afectado por ese "cuidaremos", era lindo que lo tomara en cuenta. Y él ni siquiera era de ayuda con lo mal que se sentía.

—Vendré por Rin muy temprano. —Fue lo último que dijo Ran luego de subirse al auto y acelerar por las calles desiertas de esa madrugada.

Una vez el auto desapareció fue el momento de consolar al llorón Rindou quien prácticamente trastabilló hasta el ascensor. Inupi también quería ponerse a llorar, pero tuvo la decencia de mantener su expresión neutral.

Al llegar al apartamento de Koko, el primero en entrar fue Rindou, gritando por lo alto lo mucho que detestaba a su hermano. Inupi se quedó de pie en el umbral sin saber que hacer, debía ir a casa. Koko pareció darse cuenta de su pelea interior porque le tomó de la mano y lo jaló hacia el interior.

—No puedo dejar al rarito solo, tampoco puedo dejar que te vayas solo; ¿te molesta quedarte aquí?

—No, no... solo pensé que... olvídalo— tartamudeó el omega rubio, bajando la mirada.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco.

—Entonces creo que podemos hablar de lo que te pasa, estás muy raro.

—Ya te dije que no me pasa nada —murmuró Inupi exasperado, le ponía los pelos de punta que Kokonoi siguiera insistiendo con lo mismo como si el omega fuese capaz de confesarle la verdad—, déjame en paz, Hajime Kokonoi.

—No peleen ustedes dos, suficiente con Ran y yo —les interrumpió Rindou, yendo a trompicones a la habitación de invitados; el omega se conocía el apartamento centímetro a centímetro, no habría pérdida. Kokonoi había sido su niñera más veces de lo que recordaba en su estado actual.

—Vete a dormir, tonto —dijo secamente el alfa, esperando a regañadientes que Rindou se metiera en el cuarto y dejara de molestar.

—Hasta mañana, Rin. —Inupi fue un poco más amable.

Al quedar a solas con Kokonoi, Inupi se inquietó; tenía la ligera impresión de que Koko no se movería sin una explicación, aunque a su parecer no había actuado tan raro. Tragó en seco, conteniéndose para no salir huyendo, aunque no fue necesario, ya que esta vez sus nauseas regresaron más fuerte que antes y eso definitivamente Koko lo notó, pues se acercó a ayudarle.

—Tú también debes ir a la cama.

—¿Y no querías hablar conmigo?

—Ya no, estás muy ebrio para hablar, ¿o me equivoco?

Inupi se encogió de hombros y sacudió su cabeza, espantando la pesadez de sus pensamientos y de su corazón. Con mucha paciencia Kokonoi lo invitó a la única habitación disponible: la suya. Ni siquiera en sus fantasías más bizarras se imaginó dentro de ese lugar; la habitación de Koko era amplia y muy ordenada, un estilo minimalista propio del alfa. Todo allí estaba envuelto del picante aroma de Koko, la mezcla perfecta de un perfume caro y el sándalo. El interior de Inupi se removió por la calidez y una pizca de deseo.

Estar sobre la cama de Koko fue aún mejor, estaba un poco fría por el desuso, pero eso solo refrescaba su piel febril. Gimió al estirarse sobre las acolchadas mantas, sonriendo inconscientemente al llenarse de las feromonas del alfa. Kokonoi alzó una ceja por el comportamiento errático del omega, sin embargo, lo atribuyó a su estado de ebriedad.

—Voy por agua y medicinas, no quiero que vomites en mi cama. Te lo digo en serio.

Un simple "Hmm" fue la respuesta del omega, tan embelesado con la cama, las almohadas y el almizclado aroma del alfa. Dio vuelta alrededor hasta que finalmente se rindió al cansancio y las náuseas.

Por otro lado, Koko regreso con medicinas y el agua, encontrándose con el cuerpo de Inupi tenido en la cama, una pierna estaba sobre la otra y su espalda estaba un poco torcida. Tenía la boca entreabierta y su respiración irregular, su cabello estaba cubriendo parte de su rostro y esa cicatriz de la que tanto se avergonzaba Inupi.

No debía estar tan dormido, por lo que se acercó y lo movió, ofreciendo con parsimonia la medicina. El omega abrió sus ojos y Koko Jadeó, sorprendido. al ver como parecían brillar más intenso que antes, el verde jade lo miraba con una pizca de reconocimiento y algo que no pudo asimilar por completo, ¿cariño?

Koko abrió sus labios para hablarle y decirle que había traído su medicina, pero nuevamente fue sorprendido por Inupi, cuando lo tomó del cuello de su camisa y lo acercó a la cama, tan cerca de su rostro que podía darse una larga bocanada de su aroma dulce y recoger un poco de las frutas de los cócteles. Lo peor o —Mejor—, vino después, cuando Inupi estampó su labio sobre los suyos. Se sintió tan irreal que Koko no supo cómo reaccionar, se quedó atónito por la ternura plasmada en aquel beso.

Y maldita sea si no pensó que estuviera soñando o, que se había emborrachado sin darse cuenta.

BUENAS NOCHES.

Lo prometido es deuda. Cap doble hoy.

besos en la cola.

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