Inupi/Koko; capítulo 28.
Sabía que estaba cometiendo un gran error. Uno absolutamente grande e irreversible. Inupi estaba tumbado en el asiento trasero del auto, cubriendo su rostro con uno de sus brazos para ocultar en lo posible todos sus temores. Tenía ganas de decirle a Takemichi que se dieran vuelta y volvieran al apartamento, pero no quería arruinarle el momento, en especial porque se veía muy feliz.
Takemichi estaba entusiasmado, manteniendo una conversación casual con Draken. Hablaban del compromiso y la boda que se avecinaba. Inupi jamás lo había visto tan radiante, y eso era decir mucho, ya que Takemichi era un ser de luz, repleto de alegría y amor. Sonrió a sabiendas de que era partícipe de ese momento único y memorable, pero seguía inquieto por su propio futuro. Su mejor amigo no parecía ser consciente del estado de ánimo de Inupi a diferencia de Draken, quien de vez en cuando le lanzaba miradas preocupadas por el espejo retrovisor.
No tenía que conocer al alfa de toda la vida para saber que era medio sobreprotector.
Inupi se incorporó sobre el asiento cuando el auto redujo la velocidad y se estacionó frente a un enorme edificio. Inupi intentó no verse tan impresionado, pero falló al ver lo grande y extravagante que era el edificio de Bonten. El lugar estaba situado en una zona céntrica de Tokio, junto a otros edificios imponentes, pero menos elegantes. Inupi, boquiabierto, se dejó llevar por Takemichi por las enormes puertas de vidrio en la entrada hasta la recepción. Dentro seguía siendo impresionante, personas yendo y viniendo, vestidos con trajes y luciendo realmente ocupados.
Takemichi no tuvo problema con su atuendo, mostrando demasiada confianza cuando se acercó a la recepcionista y pidió ver a Mikey. Debía ser muy conocido allí, ya que sin dudar lo dejaron pasar. Draken parecía aburrido, pero con un ligero cabeceo saludó a la mujer, que inició una pequeña conversación hasta que fue hora de subir.
Inupi en silencio vio el intercambio y no dudó en hacerse al lado de Takemichi mientras subían el elevador. Las cosas fueron más tranquilas desde allí.
—Mis planes son simples: hablaré con Mikey, le mostraré el traje y luego, volveremos al apartamento —dijo Takemichi más para sí mismo que para los demás.
—Mientras lo tengas claro, ya sabes cómo se pone Mikey. Seguro no te dejará ir tan fácil y ya ves que Seishu no se siente bien —advirtió Draken con una mirada severa hacía Takemichi.
Inupi suspiró, aligerando un poco el ambiente pesado. Ya estaba en el edificio de Bonten, no había nada de qué preocuparse.
—Ya estoy un poco mejor —respondió con una sonrisa amable—, podría ir a ver la oficina donde trabaja Akane, para no incomodarte mientras estás con tu prometido. Lo último que deseo es verlo meloso, suficiente tengo con presenciarlo en el apartamento.
Takemichi se sonrojó y levantó sus manos al frente muy a la defensiva, cosa que hizo gracia tanto a Inupi como a Draken.
—No incomodas, Inupi. Y no haré nada raro con Mikey en su oficina, ¿por quién me toman?
—¿Tenemos qué responder eso o seguimos siendo buenos amigos? —preguntó Inupi divertido.
El omega chilló indignado y luego suspiró, dando por sentada su mala reputación, pero bueno, no se arrepentía de nada.
—No tardaré, y por último, puedes ir con Akane. Su piso está antes del de Mikey, por lo que tendrás que bajar antes.
—Entonces saldré primero —dijo Inupi con una sonrisa cálida adornando sus facciones tranquilas, aunque por dentro siguiera muy inquieto. Sabía que Akane trabajaba con Rindou, pero no estaba seguro de cuan cerca estaba de Kokonoi, ¿qué haría si se lo encontraba?
Draken lo sacó de sus cavilaciones, poniendo una mano sobre su hombro.
—¿Necesitas qué te acompañe? Conozco las oficinas y podría llevarte sin problemas —se ofreció el alfa muy amablemente y Seishu no pudo negarse, primero porque se perdería por su cuenta y segundo, necesitaba apoyo moral.
—Está bien, no soy muy bueno siguiendo indicaciones. —fue su respuesta honesta.
Draken estuvo de acuerdo y segundos después, el ascensor se detuvo en su piso. Salieron juntos, dejando a Takemichi atrás, su mejor amigo estaba feliz ya que pronto vería a su alfa. Por otro lado, Inupi caminó por los enormes y cuidados pasillos hasta la pequeña recepción de su hermana.
Akane estaba organizando unos documentos cuando por fin se dio cuenta de su presencia, dejó lo que hacía para ir con su hermanito y abrazarlo.
—¿Seishu? ¿Qué haces aquí? —preguntó la beta, echando un vistazo al alfa que acompañaba a Seishu, no fue nada discreta en realidad, pero no se veía muy impresionada, ¿lo conocía?
—No estés tan feliz de verme —respondió Inupi sin emoción—, vine porque Takemichi quería ver a su alfa.
—Oh, lo siento. Solo no pensé que te vería en mi trabajo jamás.
—Bueno... la vida es sorprendente, ¿no?
El alfa carraspeó a las espaldas de ambos, e Inupi se giró con su hermana para mirarlo.
—¿Estarás bien aquí? —preguntó Draken—, debo hacer algo, ya vuelvo.
—Claro, no me moveré de aquí.
Draken se despidió rápido y se dio vuelta, Inupi y Akane lo vieron marchar sin decir nada. Solo hasta que el alfa desapareció fue que se pusieron un poco al día. Inupi le explicó cómo era vivir con Takemichi y le contó cómo eran los preparativos del compromiso. Por su lado, Akane le mostró su pequeña oficina y lo que usualmente hacía para los hermanos Haitani, Inupi sintió que entre ellos todo volvía a la normalidad.
—¿Debo suponer qué estas bien? —preguntó Akane más tranquila—, si quieres volver a casa ya sabes que puedo ir por ti, extraño mucho a mi hermanito introvertido.
—Solo me he ido como dos días, no exageres. —aunque sonó un poco exasperado, tenía una sonrisa feliz en sus labios—, estoy bien con Takemichi, es incluso más cuidadoso y quiere que este comiendo todo el tiempo, sobre todo, nunca deja de hablar. Me mantiene ocupado.
—No me sorprende en realidad.
Tenía ganas de preguntar por Kokonoi y en dónde estaban sus oficinas, pero se contuvo para no parecer demasiado ansioso. Se mordió la lengua antes de que le salieran las palabras.
Akane quien podía sentir su agitación le desordenó el cabello y le ofreció un poco de agua para intentar calmarlo.
—Takemichi se está tardando, ¿no crees? —preguntó el omega ligeramente apoyado en el escritorio de su hermana.
—Supongo, pero me alegra que estés aquí. —Akane había vuelto a trabajar sin quitarle la mirada de encima, sonriendo dulcemente.
—¿Dónde está el baño?
—Está al final del pasillo, ¿quieres qué te acompañe? —Akane le señaló el camino, un poco dudosa.
—No, no me perderé, creo... —dijo Inupi, sintiendo de nuevo su estómago revolverse. Hasta el agua le caía mal, aunque esta vez no vomitaría. Solo echaría un vistazo a su rostro, no quería verse tan mal como se sentía.
—Me llamas si necesitas algo.
—¡Es solo el baño! —se quejó, yéndose rápido. A veces se sentía como un niño delante de su hermana.
En el baño se refrescaba un poco y aspiró tanto aire como pudo para recobrar la compostura, su rostro no lucía mejor que antes, pero tampoco se veía tan mal. Palmeando un poco sus mejillas pálidas salió y volvió lentamente con su hermana. Solo que antes de llegar, vio al lado de Akane a la última persona con la que esperaba encontrarse ese día. Sorprendido se quedó paralizado a mitad del pasillo. No supo que lo delató, tal vez su aroma de angustia, pero en segundos tuvo la mirada de Kokonoi sobre él.
La temperatura debió descender varios grados, pues Seishu empezó a temblar y su piel se erizó notablemente bajó su ropa.
Y Koko... Koko se veía tan hermoso como siempre.
Llevado por sus sentimientos confusos, Inupi dejó de pensar y corrió el pequeño tramo que lo separaba del alfa y se lanzó a sus brazos, aferrándose con fuerza ante su mirada atónita. Akane jadeó a su lado, también sorprendida, pero no hizo el atisbo de separarlos. Koko tardó en reaccionar, pero no se alejó, al contrario, estrechó con fuerza al omega y lo llenó de calidez.
—Seishu... —susurró el alfa con cuidado. Koko recobró un poco el sentido y llevó sus manos a los hombros del omega para separarlo, pero solo consiguió que Inupi lo abrazara más fuerte y hundiera su rostro en su pecho.
Koko entonces aprovechó para repasar con la punta de su nariz el cuello del omega y llenarse de ese aroma que tanto le gustaba y reconfortaba, aunque hubiese algo distinto, una mezcla un poco confusa que picó en su nariz. ¿Seishu había estado con alguien antes de llegar a él? Ese pensamiento lo enfureció.
—Un poco más, por favor. No me alejes. —El aroma de Koko era como un salvavidas. Había calmado su ansiedad y la revoltura de su estómago casi al instante. Se sintió bien, se sentía correcto en sus brazos.
—¿Estás bien? —preguntó Koko ahora un poco preocupado, se había esperado cualquier cosa menos la efusividad de Seishu.
—Lo estoy ahora...
¿Cómo podía interpretar esa actitud del omega? ¿Podían hacer como si nada malo hubiese pasado entre ellos? Koko no creía que las cosas fuesen tan sencillas.
Estuvieron abrazados lo que parecían ser horas. Inupi estaba tan reconfortado y cómodo en esa posición, que se sintió aletargado por el aroma de Koko, podría dormirse en sus brazos y su calor. El alfa era suavecito y agradable. Ninguno dijo palabra alguna para no arruinar el momento, sin embargo, hubo alguien que si los sacó de su pequeña burbuja.
La realidad golpeó a Inupi con tanta fuerza que se sonrojó avergonzado por su anterior arrebato.
—Seishu, Draken ya está aquí —dijo Akane ligeramente incómoda. No había querido intervenir por el bien de su hermano.
Solo cuando Inupi se separó de Koko fue que sintió la tensión en el aire. Kokonoi tenía los hombros rígidos y sus labios se habían tensado formando una fina línea. Su aroma se había vuelto amargo casi devolviendo sus náuseas al instante.
Cuando Inupi se tambaleó por el repentino cambio en el ambiente, Draken lo sostuvo de la cintura para evitar que se cayera de lleno al suelo. Akane saltó en su ayuda también, pero casi estaba paralizada por un Koko cada vez más molesto.
—¿Qué haces con él, Seishu? —preguntó el alfa más bajo entre dientes.
—¿Eh? —Seishu parpadeó un par de veces, confundido. No entendía esa reacción del chico. Nunca lo había visto fuera de sus casillas, era raro y completamente nuevo.
Draken no se inmutó por la actitud del otro alfa, seguía tan sereno como siempre. Tampoco lo soltó, era como si supiera que debía protegerlo de algo, en este caso, de Kokonoi.
—No tiene que responderte, Hajime. Si nos disculpas, Takemichi nos está esperando. —Una respuesta simple, pero que no dejó espacio para la réplica inoportuna. Draken no le temía a nada—. ¿Puedes caminar, Seishu?
Un poco aturdido el omega asintió; notó como el rostro de Koko se contraía más y más, con algo que no pudo descifrar a primera vista. Parecía enojado y decepcionado, eso le hizo preguntarse:
¿Por qué estaba tan molesto en primer lugar?
—Puedo caminar, estoy bien. —Se alejó de Draken para seguir por su cuenta.
Le echó un último vistazo a Koko y se sintió extraño, ¿Un poco culpable? Su omega le gritaba que volviera con su alfa, fue un sentimiento abrumador y desolador, pero no podía darse el lujo de darse vuelta y volver al cálido abrazo, no cuando se suponía que tenía que poner en orden sus propias emociones.
De todas formas, tampoco podía pensar con claridad, menos cuando parecía que en cualquier momento vomitaría el agua que Akane le brindó.
—Inupi, te mandaré un mensaje después del trabajo —intervino su hermana, nerviosa. Inupi se veía desmejorado, casi enfermo. No podía culpar a Koko por eso, en primer lugar, fue el omega que corrió a su encuentro, aunque obviamente el alfa estuviese exagerando con sus celos.
Akane tenía ganas de encerrarlos a ambos y que arreglaran sus problemas, pero era algo que tal vez el tiempo solucionaría, solo tal vez.
A Inupi no le quedó de otra que asentir. Y con una pequeña disculpa, casi imperceptible para los oídos de los presentes, se disculpó con Koko. La mirada dolida que el alfa le envió fue suficiente para arrugar su corazón, sin embargo, no se detuvo y caminó hasta que finalmente desaparecieron de su vista.
¡Buenas, buenaaas!
Ganó Petro, por lo que les debía una actualización.
Ahora sí, la otra si tardará. Será un poco de la perspectiva de Koko. Espero que les guste.
Besos en la cola.
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