Inupi; Capítulo 5.

—¡Seishu Inui! —exclamó su hermana, cruzada de brazos. Ella estaba furiosa y cansada, pues después de intensas horas de trabajo, lo último con lo que esperaba encontrarse era con su hermano despierto. Ya le había advertido que durmiera temprano, pero sus palabras le entran por un oído y le sale por el otro.

¿Qué ha hecho mal en la crianza?

—Akane Inui, vas a despertar a los vecinos. —Inupi trató de mantener su expresión relajada, mientras terminaba de cerrar sesión en el juego. Lo habían encontrado infraganti jugando. El sermón de la noche sería interminable.

Se acomodó en la silla, preparándose para la charla.

—Te dije que te fueras a la cama temprano, mira la hora qué es, ¿acaso has dormido algo? Seishu, debes ser más responsable, no sabes lo mucho que me esfuerzo en el trabajo y...

Inupi inclinó su cabeza a un lado, apoyándola en el respaldo de la silla y dejó volar sus pensamientos a los eventos del día. Conocer a Koko fue totalmente inesperado, pero de alguna forma, reconfortante. La forma de ser del alfa era única y divertida; aunque sabía que no debía encariñarse, porque le estaba mintiendo sobre su identidad, tampoco dejaría de hablarle. Cínico o no, Inupi se merecía un poco de acción en su vida, buscaría la forma para que su hermana compartiera la cuenta con él, sin levantar sospechas.

Se haría responsable de lo que sucediera si lo atrapaban, aunque conociéndose, dudaba que eso ocurriera; haría lo que fuera por ocultar su mentira. Además, solo era un juego, ¿quién lo tomaría en serio? Se le escapó una sonrisa, al tiempo que la palma de una mano se estampó en su cabeza. Akane le había pegado.

—Auch, ¿por qué tanta agresividad? —Se frotó el área afectada, mirando mal a la beta.

—No me estás prestando atención, ¿acaso me ves cara de idiota?

—¿Respondo eso o dejamos de ser hermanos? —cuestionó con fingida inocencia, cubriéndose la cabeza con sus brazos cuando Akane volvió a levantar su mano contra él.

Esta vez no llegó un golpe. Dejó una abertura entre sus brazos para ver lo que hacía su hermana, pero ella solo le sonreía.

—Mejor cállate y ve a dormir, desconectaré el internet si no lo haces, hoy y mañana sin internet.

Oh, no, ella lo estaba amenazando.

—No puedes hacer eso, no soy un niño.

—Pruébame.

—¡Tú ganas! Me iré a la cama.

Akane lució satisfecha con esa respuesta, pero no se movió hasta que Inupi se levantó. Era tan controladora. Ella se giró un poco y notó el computador en el escritorio.

—¿Qué haces con mi portátil?

—Jugar, vi que descargaste un nuevo juego y le eché un vistazo, ¿te molesta? —tanteó Inupi, tragándose los nervios. No le diría que jugaba en la cuenta. Ese sería el límite de su vida.

—No, de hecho solo lo descargué por un amigo, pero no tengo tiempo de jugar eso. De todos modos no puedes jugar desde allí, descárgalo desde tu propio computador si quieres.

—Lo haré, vete ya. No tienes que hacer guardia en mi habitación.

— Ya me voy. —Akane hizo amago de marcharse, pero se detuvo justo antes de llegar a la puerta. Mirándolo con una expresión aún más seria y aterradora—. No olvides que mañana debes ir de compras, ya casi se acaban nuestras provisiones de la semana.

—¿No podemos pedir en línea? —preguntó fastidiado, odiaba los días que debía salir de casa. Siempre terminaba con náuseas y dolor de cabeza.

—No, mañana no iré a trabajar porque tengo una entrevista de trabajo, así que vigilaré que cumplas con tu palabra.

Inupi se hizo el favor a sí mismo y empujó a su hermana fuera de la habitación, para luego cerrarle la puerta. Discutir no serviría de nada con ella. Akane tenía el poder de sacar de sus casillas a cualquiera.

Camino hasta la cama, acostándose afligido. Para cualquier ser humano ir de compras era un privilegio, pero para el omega solo era una tortura sin fin, no importaba si iba cubierto de pie a cabeza, todavía sentía las miradas sobre él y le incomodaba de sobremanera; deseaba haber sido beta, o por lo menos, un chico distinto de omega. Hundió la cabeza en la almohada, intentando con todas sus fuerzas olvidar el asunto.

No pudo dormir con tanto en la cabeza. Se levantó más cansado de lo que estaba antes de dormir. Akane chasqueó la lengua al verlo entrar a la cocina como un cuerpo sin alma y le ofreció café, bendito y celestial, café.

—Buenos días, hasta aquí puedo ver tu preocupación. Solo vas a ir al supermercado, ¿por qué siempre tiene que terminar tan mal?

—Sabes que odio salir de casa, pero es tu estúpida regla y debo cumplirla —escupió molesto, dejándose caer en la silla.

Akane no hizo otra mención del tema para no alterarlo, continuó haciendo sus quehaceres del día, ofreciendo el desayuno a su hermanito. Inupi por otro lado, comía en silencio y cuando terminó, lavó los platos. No le dirigió la palabra a Akane de nuevo, se fue a la habitación para trabajar aunque fuera un poco antes de irse.

A la mitad de la jornada, recordó que su hermana tenía una entrevista. Al salir para desearle suerte, ella ya se había ido. Inupi suspiró, triste, y volvió al escritorio, en donde dejó caer la cabeza. No se la merecía, ella era demasiado buena y amorosa para alguien como él. Se tragó el nudo de la garganta, pensando en el otro asunto: las compras. Algo debía hacer bien.

Tomó las píldoras supresoras y se echó encima la mitad de un spray para ocultar su aroma, encima de su ropa, se colocó una sudadera con capucha de un color arenoso y pantalones negros, sus zapatos también de un tono oscuro. Luego, encima de la sudadera, se colocó una chaqueta, terminó su outfit con un cubrebocas. Estaba más empaquetado que una caja para exportación.

El supermercado quedaba solo a tres cuadras del edificio. El reto era llegar allí sin morir en el intento. Mientras caminaba tenía los hombros tensos y trataba de hacerse más pequeño. Sentía que todas las miradas se posaban en él, aunque en realidad nadie le prestara atención. Para el resto solo era un simple beta que no llamaba la atención. Inupi no estaba acostumbrado a los aromas de otras personas, le revolvían el estómago. Hizo ejercicios de respiración que vio en internet y solo así pudo llegar al supermercado sin vomitar.

Tomó una respiración más larga al entrar por las grandes puertas corredizas, yendo en línea recta, por el carrito de compras. Miró alrededor en busca de su amigo Takemichi, y como siempre, lo encontró en la caja atendiendo con una sonrisa. Ese chico era demasiado vivaz para su propio bien.

La mirada de ambos omegas se encontraron, entonces Takemichi tomó la delantera cuando levantó la mano para saludarlo, solo él podría reconocerlo con tanta ropa encima. Le devolvió el gesto con simpleza y empujó el carrito hasta la sección de pastas.

Se entretuvo echando los siguientes minutos, buscando su marca de ramen favorito, pero no lo encontró. Frunció el ceño, ladeando su cabeza un tanto ofendido, ¿tan rápido se habían agotado?

—¿Necesitas ayuda en algo? —Le preguntó alguien al costado.

Los nervios de Inupi se crisparon, no estaba acostumbrado a que le hablaran. Y todo empeoró cuando pudo oler al desconocido como un alfa. El aroma a cítricos era fuerte viniendo de él.

—Oh, no. No lo creo —respondió con amabilidad.

—Trabajo aquí, puedo ayudarte a buscar lo que necesitas —insistió el alfa, quien acomodaba algunos artículos en los estantes.

Le echó un vistazo rápido y constató que en realidad si usaba el feo uniforme del lugar y tenía el cabello alborotado de un llamativo color azul. Inupi respiró aliviado.

—Supongo que si puedes... Solo, ¿Estos son todos los rámenes de aquí? Había uno especial de pollo picante que me gusta, pero no lo veo.

—Podría echar un vistazo en la bodega, si no te molesta.

—Quizá le pregunté a Takemichi luego... —dijo en voz baja, no queriendo quitarle trabajo al alfa. Seguro que tenía mejores cosas que hacer.

—¡¿Conoces a Takemichi? ¡Somos amigos!

—¡¿En realidad?! —inquirió, muchísimo más relajado—, aunque la verdad es que no me sorprende, es demasiado amigable. Parece que se lleva bien con todo el mundo.

—Es cierto, es un omega muy pacifista. Mi hermano y yo lo conocemos hace algún tiempo.

—Ya veo, es bueno conocer a más gente, supongo. Y de verdad, no quiero quitarte tiempo con una nimiedad.

—Está bien.

Se formó un pequeño silencio, que fue cortado cuando Inupi tomó otro par de cajas de ramen instantáneo y las echó al carrito.

— Gracias por tu ayuda, nos vemos después —se despidió, siguiendo con sus compras, debía echar todo lo que Akane había enlistado en el papel. Se echó aparte sus golosinas favoritas y papas fritas.

Por fortuna, no hubo una larga fila para pagar y avanzó con calma hasta Takemichi; aprovechó la falta de flujo de gente, para quedarse hablando con el omega.

—Oye, conocí a un amigo tuyo, su color de cabello es azul y estaba en la sección de pastas.

—¿Hablas de Souta? Es un buen chico. Es nuevo. ¿De casualidad no saliste corriendo? —preguntó Takemichi en broma—. En serio, debes hablar más.

—¡Oye! No soy cobarde y hablé lo suficiente.

—Sí claro —murmuró con desdén.

Inupi abrió y cerró su boca, ofendido, pero solo lo dejó pasar.

—En fin, estaba ayudándome con un ramen que no vi en los estantes, creo que no hay.

—Si hablas de ese de pollo que te gusta, se acabó ayer, pero la próxima semana seguro que llegará más.

—Es una lástima. Tendré que volver otra vez. —Gimió incómodo, apoyando sus manos sobre el mostrador de la caja. Quería irse ya.

—No es tan malo, deberías darle una oportunidad al mundo.

—Oh no, no soy tan suertudo como tú, te encontraste con un alfa rico que seguro te defenderá de todos y cumplirá tus caprichos.

Por primera vez en todo el rato, Inupi logró descolocar a Takemichi. El chico se puso rojo y titubeó, soltando una maldición. Se inclinó sobre el mostrador, para hablarle en voz baja, como si fuera a contarle un secreto.

—No digas eso en voz alta, te pueden oír y nadie sabe que salgo con un alfa rico. En todo caso, Mikey y yo no somos novios. Aunque el insiste mucho en ese tema. No estoy listo para ser marcado aún.

—No le veo nada malo, es un CEO joven y rico, seguro no te faltará nada.

—Si tú tienes tus inseguridades, yo tengo las mías. Mírame, no he podido conseguir nada mejor que este trabajo.

—Estamos jodidos.

—Un poco... De todas formas, también podrías conseguirte un lindo alfa. No eres feo. Y no pongas de excusa tu cicatriz, Inupi.

—No voy a discutir eso, cuando tengas tiempo libre ven a visitarme.

—Deberías venir a visitarme a mí, no conoces mi apartamento.

—Algún día, quizá.

La charla se acabó cuando tuvo las compras empacadas y pagó por ellas. Takemichi lo despidió amablemente y volvió a casa lo más rápido que pudo.

No fue tan malo ese día, aunque acabó sintiéndose fatal después de meterse en la cama. Ni siquiera se conectó al juego a charlar con Koko. Extrañó sus frases improvisadas y coquetas.

Al día siguiente le escribiría temprano.

Buenas noches, feliz día de los inocentes. Y por adelantado, feliz año nuevo. Disfruten mucho lo que queda de este año.

Gracias por leerme.

Cualquier error o sugerencia, no duden en hacérmelo saber.

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