Final; capítulo 40.

—¿Por qué RedQueen? —preguntó Koko de repente.

—¿Eh? —Inupi ladeó su rostro, confundido—, ¿de qué hablas?

—Del apodo del juego, Seishu —respondió el alfa, mirando a través del espejo al omega.

Se estaba terminando de colocar el traje para la boda de Rindou y Souta, un atuendo semi formal, para una ceremonia simple y sin muchos invitados.

—Ah, no lo sé, solo me pareció correcto por Akane, en realidad no pensé que el apodo fuese relevante por sobre las demás cosas, ya sabes... el subgénero y la temática del juego.

Inupi se encogió de hombros, llevando otra cucharada de cereal a su boca. Estaba sobre la cama con las piernas cruzadas, mientras se relajaba. Ya estaba vestido para la boda con un traje un poco holgado de un colorido rosa pastel, el cual Koko le había ayudado a comprar en línea; era bonito, pero lo odiaba porque lo hacía ver gordo, o embarazado, como se lo recordaban seguido.

El tiempo había corrido lo suficientemente rápido en esos meses, como para poner todo en su lugar: su mundo y su destino. Inupi y Koko todavía no vivían juntos, pero se hacían compañía más seguido, aquello bastaba para el omega.

—Ya veo —agregó Koko, y dubitativo continuó—: ¿no me vas a preguntar el por qué tengo mi apodo?

—No, es obvio, ¿Koko Money? ¿En serio? —respondió con diversión el omega, tratando de no reír al ver como el rostro de Koko se deformaba.

—No, no es obvio, no soy tan predecible y deja de comer que debemos irnos —Koko se acercó a Inupi y aprovechó su descuido para quitarle el tazón de las manos.

—¡Oye, ¿qué crees que haces?! —Inupi trató de obtener su comida de vuelta, en vano—, no puedes quitarle la comida a un omega embarazado, eso es un delito. Y me vengaré —dijo con el ceño fruncido, cruzándose de brazos.

Koko ignoró sus quejas y dejó el tazón en la mesa de noche, siendo cuidadoso para no ensuciarse, luego fue por el abrigo de Inupi y el suyo, preparándose temprano para salir con el frío invernal. Solo Rindou podría elegir una fecha tan fea para casarse con la tonta excusa de que entre más rápido, mejor.

—Luego te vengas, ahora ponte esto que en serio se hace tarde.

—Eres muy cruel —murmuró Inupi con un puchero y no se levantó de la cama en medio de su protesta silenciosa—, no me quiero levantar.

—Oh, no, no harás esto ahora —le advirtió Koko, colocándose su propio abrigo.

—¿Qué cosa? —preguntó Inupi sin moverse ni un poco.

—Berrinches, Seishu.

—No estoy haciendo eso, solo no quiero levantarme, ¿algún problema?

Koko chasqueó la lengua y volvió a acercarse al omega, sin dejar de mirarlo. Inupi al sentirse acorralado, trató de retroceder, pero fue tarde. Lo atraparon cuando trató de arrastrarse a la cabecera de la cama. Koko lo tomó de los tobillos y lo trajo de vuelta a la orilla, sin importarle las quejas, ni que Inupi tuviese la desventaja por su prominente vientre de cinco meses.

—¿Por qué haces las cosas más difíciles? —inquirió Koko, colocando sus manos en los muslos del chico para que no se le escapara.

Inupi se llevó las manos al vientre y sonrió en dirección a Koko.

—Porque soy un omega embarazado y me quitaste mi comida.

—No es suficiente, tenemos que ir a una boda —murmuró el alfa, inclinándose más cerca del chico hasta robarle un beso en los labios; tuvo cuidado de no aplastarlo—, también prefería quedarme aquí, pero Rindou me mataría por no cumplirle como testigo.

—Y también me mataría a mí por retenerte. —Inupi extendió sus manos esta vez, apoyándose en Koko para levantarse. Se veía a sí mismo como una patata con piernas, haciendo el doble de esfuerzos cada que tenía que moverse—, aunque espérame, tengo que hacer pis.

—¿De nuevo? —preguntó Koko, ayudando a Inupi a incorporarse.

—Es culpa de tu hijo.

—Entonces te acompaño.

—Trae mi abrigo —dijo al último el omega, sin esperar una respuesta mientras iba al baño.

...

La boda de Rindou y Souta se celebraría en un pequeño salón en el centro de Tokio. No había nada extravagante, más que flores y el pequeño altar, las sillas y los invitados, quienes por cierto podían contarse con los dedos de las manos: Estaban Takemichi y Mikey, Nahoya, Akane, Draken y su pareja, Mitsuya, y Hakkai, sumando a Koko e Inupi que serían los testigos de la boda. Koko seguía pensando que era un poco apresurado, pero por la emoción de la pareja lo único que podía hacer era encogerse en el abrigo y soportar el frío, y seguro que la mayoría de allí estarían pensando lo mismo.

Lo único que valía la pena en esos momentos era Rindou, se veía más que radiante, el brillo de su sonrisa opacaba la luz artificial de las lámparas del recinto, también Souta, quien era muy cuidadoso con su omega embarazado. Ambos estaban tomados de la mano, escuchando la ceremonia como todos allí.

Ni Koko, ni Inupi eran la máxima expresión de la emoción o la sensibilidad, sin embargo, estaban conmovidos, sobre todo cuando se decían cosas lindas y promesas de amor. Y por la cara de los invitados, todos estaban igual de contentos.

La boda transcurrió con relativa calma y poco a poco fueron llegando a las partes importantes, el juez que oficializaba la ceremonia hizo la pregunta del: "Si alguien tiene algo que decir que hable ahora o calle para siempre", y todos se rieron porque tal como se esperaba, nadie podría arruinar tan esplendido momento.

Aunque bueno, Rindou no era precisamente la persona con más suerte del mundo.

En el momento adecuado, justo cuando la pregunta terminó, casi como en esas historias clichés en las que lo impensable ocurría, alguien entró al recinto. Como todo estaba en relativa calma, el estruendo llamó la atención de todos alrededor, quienes se giraron a mirar sin disimulo.

Nahoya fue el primero en hablar, saliendo de su estupor:

—Esto debe ser una broma, ¿Qué hace el aquí?

Rindou se había paralizado de pronto, con temor, viendo hacia el hermano que había desaparecido al menos dos meses sin una explicación.

Ran por otro lado, levantó sus manos y avanzó con calma, ignorando las quejas grupales.

—Vengo en son de paz —dijo el desvergonzado.

—Cómo si eso fuese posible contigo —murmuró Koko, tomando la mano de Inupi para mantenerlo cerca en caso de que algo saliera mal—. Ya Rindou tuvo suficiente de tus idioteces.

Hubo una especie de debate con los pocos invitados para decidir si dejar a Ran o sacarlo a la fuerza, sin tomar en cuenta a Rindou, que seguía viendo al Haitani mayor como si fuese algún animal extinto y no era para menos a raíz de los últimos acontecimientos.

Ran no dejó que nadie lo amedrantara, y dijo con soltura:

—Es la boda de mi hermano y aunque no me guste ese alfa, pelo de algodón, no me iré.

Rin salió lentamente de su bruma de incredulidad y soltó la mano de su futuro esposo, para acercarse a su hermano y encararlo. El omega estaba conteniéndose, por la forma en la que apretaba sus labios y empuñaba sus manos, todos habían quedado en silencio, esperando.

—Eres un idiota, hermano —y tras decir eso, Rin levantó su puño derecho y golpeó a Ran en el hombro, no solo una vez, ni dos, sino hasta que se cansó—, estaba muy preocupado por ti.

—Lo siento, Rin —murmuró Ran, luciendo por primera vez avergonzado. Estaba recibiendo cada golpe sin moverse, se los merecía.

—Ni creas que vas a arruinar mi boda, así que siéntate —amenazó Rin, señalando uno de los asientos vacíos, justo al lado de Nahoya.

—Está bien, pero... ¿por qué al lado de ese omega agresivo?

—Cállate —dijo Rin, empujando al mayor hasta la silla.

Al asegurarse que su hermano mayor no haría desastres, volvió a su lugar con Souta, quien no había dicho nada con respecto a Ran, pero lo miraba con cautela e inseguro. Le preocupaba que pudiese hacer algo, pero confiaba en el juicio de Rin, si quería que su hermano estuviese allí no lo iba a detener.

La boda continuó y la tensión desapareció lentamente con los votos de amor de la pareja y las firmas para culminar. Dejaron de pensar en Ran cuando dieron las felicitaciones y finalmente terminó la ceremonia sin mayores contratiempos.

La siguiente parte de la boda: la fiesta, sería igual de sencilla, de hecho, se había decidido por una comida en el restaurante de Nahoya y Souta, y una convivencia con los invitados para no tener que sobre esforzarse por la nieve y el frío.

Koko estaba de pie frente a la barra libre, eligiendo algunos alimentos sanos para Inupi, sin dejar de ver hacia la mesa en donde estaba sentado con sus amigos. Inupi tenía una sonrisa feliz, estaba cómodo y tranquilo, como pocas veces el alfa podía verlo por sus ocupaciones. Y se lamentaba no poder dedicarle más de sí mismo.

—Vaya, de verdad estás enamorado —dijo alguien, apareciendo a su lado.

Koko rodó los ojos y siguió con lo suyo.

—Claro que lo estoy, tendremos un bebé —murmuró—, no deberías meterte en esto, Ran. Ni siquiera entiendo que haces aquí.

—¿Solo por eso? Repítelo hasta que lo creas. Te ves bien con ese omega.

—No te atrevas a insultarlo —dijo Koko entre dientes, colocando en orden los vegetales en el plato de pure.

—Relájate, no pretendo meterme con tu omega, además a Rin no le haría nada feliz.

—¿Ahora piensas en tu hermano? Es irónico porque no puedes ser sensible, ni aunque lo intentes.

—Claro que sí, solo quiero que él sea feliz, como tú quieres que tu omega lo sea, ¿o acaso no lo protegerías de cualquier persona molesta?

Koko volvió a mirar a Seishu, quien mostraba alegre su mano, en donde estaba ese anillo que le regaló en su cumpleaños. Sonrió sin querer, porque el omega era más lento de lo que creía, pero así lo amaba. Y no solo por el bebé, lo amaba por todo lo que Inupi era, pero eso no tenía que explicárselo a Ran. Y con respecto a su pregunta, el pecho de Koko se llenó de un temor inexplicable, ¿qué haría si alguien intentara apartar a Inupi de su lado? Probablemente se volvería loco, como Ran. Sacudió su cabeza, como si con ello pudiese hacer que todos sus miedos desaparecieran.

—No lo vuelvas a arruinar con Rin —dijo Koko en un tono bajo, terminando de colocar la comida para ir a con el omega y dejando a Ran atrás, no le interesaba seguir escuchándolo.

Debió notarse su inquietud, porque Inupi dejó de sonreír y lo miró, preocupado.

—¿Estás bien, Koko?

—Perfecto, traje comida —respondió, colocando el plato frente a Inupi.

—Bien —dijo Inupi sin convicción, mirando la comida—, ¿no es mucha?, ¿estás tratando de compensarme por quitarme mi cereal?

—Claro que no, solo debes comer por dos.

—Era más lindo cuando tratabas de compensarme —bromeó el omega, comiendo un poco.

Se habían quedado en silencio, pero no porque no tuviesen nada que decir, al contrario, había mucho que Inupi y Koko querían aclarar. Inupi se rindió con la comida y se levantó, extendiendo una mano hacía el alfa.

—Vamos, quiero ir al baño de nuevo.

—Te vas a quedar seco —se le burló Koko, estrechando la mano del omega para acompañarlo.

Al contrario de lo que pensó, Inupi desvió de su camino al bañó y lo empujó hacía una pequeña oficina, apoyando sus manos en su hombro.

—Oye, esto no parece un baño, a menos que quieras hacer pis sobre papeles y eso, no me opongo, pero es raro.

Inupi soltó una carcajada, divertido, y negó.

—No es eso, esta es la mejor forma en la que podríamos hablar, ¿me vas a decir que pasó?

—¿A qué te refieres?

—Estabas hablando con Ran y luego parecías preocupado, ¿dijo algo tonto?

—En primer lugar, Ran siempre dice idioteces y segundo, no es importante, solo hablaba de Rin.

—¿Seguro, segurísimo? —insistió Inupi, inclinándose hacia él para presionar un beso en sus labios.

Koko lo rodeó de la cintura y correspondió a beso, disfrutando del momento, el calor y el aroma de Inupi. No tenía nada de qué preocuparse mientras estuvieran juntos, ¿verdad? Inupi era el omega perfecto y por los cielos, lo amaba tanto.

—Te amo, Seishu. Deberíamos vivir juntos desde ahora y para siempre.

El omega se separó, con los ojos bien abiertos. Su labio inferior tembló y no supo cómo abordar el tema sin sentir que se pondría a llorar. Había esperado tanto ese momento, que ahora que lo estaba viviendo no parecía real.

—¿Hablas en serio? ¿Como una pareja o como amigos? —preguntó el omega, ansioso. Estaba temblando de la emoción.

—La pregunta ofende, claro que como pareja, bobo.

Aunque Koko estaba igual de nervioso que Inupi, camufló su actitud con una sonrisa sarcástica.

—¿Entonces iré a vivir contigo? ¿y pondrás tu marca en mí? —Inupi seguía incrédulo, hundiendo sus dedos en el traje de Koko como si con ello pudiese corroborar que el momento era real y no solo una alucinación o un sueño lucido, ¿se habría quedado dormido en la boda?

—Claro que sí, aunque siempre que puedo dejo mi aroma en ti, ya sabes... por instinto. Y el anillo, que también era como: ya tiene un alfa.

—¡Yo pensé que solo era un regalo de cumpleaños! Tengo que decirles a todos, y a mí hermana, ¿y si no lo acepta? —preguntó Inupi en pánico.

Koko lo volvió a besar en un intento de calmarlo, regando caricias tiernas en su espalda. Inupi se acurrucó, sollozando en medio de la parsimoniosa unión de sus bocas. En verdad aquello parecía un sueño, uno de los mejores que hubo tenido jamás.

—Todos los aceptaran porque te haré feliz, Seishu.

—Te amo, Koko y contigo iría hasta el fin del mundo.

—¿Al infierno también?

Inupi se rio, separándose para secar sus mejillas.

—Te lo dije, a cualquier lugar. Ahora debo decirles a todos, no puedo guardarlo.

—Espera, yo... —no terminó de decirle el "te amo más", porque el omega salió lo suficientemente rápido para dejarle con la palabra en la boca.

Suspiró, pasando sus manos por su rostro para también secar sus propias lágrimas. Como hombre y alfa, jamás pensó que hallaría el amor, pero ahora tenía al omega perfecto y pronto también se uniría un bebé, no podía pedirle más a la vida. Tomó un poco de aire, saliendo de la oficina tras Inupi, solo para verlo anunciar en voz alta que sería el omega suyo, y su pecho se infló de orgullo y amor. Todo estaba en su lugar ahora.

¿Fin?

EXTRA:

Poco a pocos los invitados se estaban yendo, era tarde y ya la comida había desaparecido, los que podían tomar y bailar, lo hicieron y la pasaron de maravilla, al contrario de lo que se pensaría, una celebración con poco invitados era un éxito. Jugaron, charlaron y celebraron por los recién casados. Nadie se fue de la fiesta sin haberla pasado bien, incluso felicitando por la buena boda. Takemichi se fu diciendo que quería una igual.

Los últimos que quedaban eran los recién casados y sus hermanos, y eso era porque vivían cerca del restaurante, a excepción de Ran que seguía replicando con Nahoya sobre la comida de occidente, sobre todo: la pizza, sobre comerla sin fruta o con ella.

—Ya están ebrios, deberían irse a casa —dijo Souta, abrazado a Rindou, eran los últimos en irse y los más cansados, ya no podían aguantar más.

—Adelántate tú, Rin debe descansar.

—Pero, hermano, no te puedo dejar con este psicópata —replicó Souta con desconfianza. En toda la fiesta había mirado mal a Ran, como si el tipo fuese a hacer algo malo.

—Lo sacaré a patadas, lo prometo, solo debo limpiar un poco y me iré a casa.

—No pretendo hacerle nada a este omega agresivo, ya me voy, pero debo asegurarme que Rin este bien —se quejó Ran, indignado.

Rindou se soltó de su esposo y entonces se lanzó a los brazos de Ran, feliz de verlo de nuevo y saber que no lo odiaba. Aunque no habían arreglado del todo sus diferencias, sabía que todo iría bien. Sobre todo cuando Ran se ganará su perdón por completo, cosa que los hermanos Kawata no le dejarían tan fácil.

—Pórtate bien, hermano. Prometo que hablaremos mañana —dijo Rin, besando la mejilla del mayor.

—Como digas —dijo Ran, tratando de sonar un poco indiferente, aunque no dejó de ver a su hermano menor en ningún momento.

Rindou se alejó junto a Souta y juntos salieron del restaurante. Debían celebrar en privado su noche de bodas, aunque se suponía que la luna de miel comenzaría la próxima semana porque debían buscar ayudantes para restaurante.

En fin, Nahoya y Ran se quedaron en silencio cuando todos se fueron, siendo el omega el primero en moverse para recoger las cosas tiradas en el suelo y ordenar las mesas.

—También deberías irte, no respondo si cometo un crimen de odio —advirtió el omega, señalando algunos cubiertos.

—No estoy ebrio, puedo defenderme, además, ¿por qué tendría que obedecerte? Me iré cuando quiera.

—Ah, cierto, eres todo un macho alfa que odia que otros le digan que hacer, sobre todo un simple omega.

—Exacto, pero no eres el tipo de omega al que podría decirle algo, ¿cierto? —preguntó Ran, divertido. Estaba separado de Nahoya por un par de mesas, aunque desde allí podía oler sus feromonas dulces, con un toque de canela.

Nahoya colocó una silla en su lugar y se sacudió las manos, para acercarse al alfa, con su porte altivo.

—¡Exacto! Por eso deberías irte o te sacaré a patadas.

—Inténtalo.

Nahoya iba a patear ese plano trasero del alfa presumido y esa sonrisa estúpida de su rostro, levantó sus brazos y lo empujó, solo para sentir como Ran se sostenía de sus muñecas y lo atraía a su pecho, que entre forcejeos, se volvió una lucha injusta, ya que el alfa era demasiado alto y fuerte.

—¡Ya! No puedes hacer esto. No me toques si quieres vivir.

—Yo no empecé, no deberías iniciar una pelea que sabes que no vas a terminar.

—¿Quién dijo que no la iba a terminar? —Nahoya estaba fuera de sus casillas, mareado tan vez con la colonia del alfa o... ¿era su aroma natural? Esperaba que no, era demasiado bueno.

—Porque te tengo en mis manos, omega.

Ran maniobró con el pobre y descuidado omega, y lo redujo hasta que la espalda golpeó una de las mesas, pero sin lastimarlo, solo quería asustarlo. Algunos cubiertos y servilletas cayeron desparramados al suelo, sonando estridentes alrededor del solitario restaurante.

Y sin que ninguno de los dos pudiese preverlo, la distancia se eliminó y en vez de golpes, hubo besos salvajes; en vez de gritos y quejas, hubo gemidos; en vez de empujones salvajes, solo un desfogue de sus cuerpos del que tal vez se arrepentirían después, sin embargo, mientras más entusiasmados estaban alfa y omega, mejor se volvía el momento y más agradable se volvían las feromonas que zumbaban en el aire. Desnudarse y disfrutar del contacto del otro era tal vez una buena forma de liberar estrés.

Vaya día.


Buenas noches, como saben, este es el final. Ay, tres días tratando de no llorar mientras escribía. Han sido nueve meses increíbles junto a ustedes que hacen mis días mejores con sus comentarios. Gracias, muchas gracias por todo. A los me leen, los que votan, comentan  hasta los que me han seguido gracias a esto. 

Besos en la cola. Y avisen si en el futuro desean que escriba más de esta pareja. ¡Cuídense! 

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