𝑢𝑛.
— Soy Jimin.
— Soy Minjeong.
Las dos se miraron de los extremos opuestos de la caja, sus manos tocaban el cristal y recorrían el cuadrado donde se encontraban.
— Esto... ¿Tú... Tampoco recuerdas nada? — preguntó Minjeong con cierta timidez, comenzó a peinar su cabello hacia atrás, cosa que hacía cuando se ponía nerviosa, la mayor no había necesitado mucho tiempo para darse cuenta de aquello.
— No— respondió la otra, sus ojos fueron hacia el exterior, a la oscuridad, algo de luz escapaba de la caja y se reflejaba en el suelo, de un sucio color gris, podía ver las grietas.
— Pues, te veo muy calmada para esta situación— Minjeong sonrió de forma temblorosa, sus manos temblaban aún más, estaba por entrar en pánico de nuevo de pensar en aquel extraño encierro y situación.
Jimin la miró con expresión fría e indecifrable, habló con la misma frialdad.
— En situaciones como estas, una tiene que estar nerviosa por las dos, y otra calmada por las dos.
Minjeong la miró sin saber qué decir.
— Si las dos estuviéramos en pánico, esto sería una batalla a muerte — continuó la mayor—. Y si las dos estuviéramos calmadas esto sería un aburrimiento mortal.
Sus ojos se conectaron un momento, y Jimin pudo ver el segundo en que Minjeong comprendió y aceptó la verdad.
— Tienes razón— murmuró, mientras continuaba caminando, Jimin le siguió, continuando la distancia que las separaba.
No supieron cuánto tiempo continuaron haciendo eso, simplemente pareció eterno.
— ¿Cuánto tiempo crees que haya pasado?
Minjeong tragó duro, su vista fue al suelo.
— No lo sé... — murmuró—. Me da miedo todo esto, ¿Sabes?
— Es comprensible— dijo Jimin—. También tengo miedo.
— Lo llevas mucho mejor que yo— comentó Minjeong con una sonrisa temblorosa, sus manos volvían a agitarse—. No sé nada, ni dónde estoy, ni cómo llegué aquí, ni cuánto tiempo pasó... Estoy aterrada.
Jimin la miró temblar, se acercó a ella despacio, colocó sus manos sobre sus hombros, y Minjeong la atrajo hacia ella y la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho, mientras su cuerpecito te agitaba por el llanto y el miedo, Jimin la abrazó de regreso, frotando su espalda, dejándolo descargar todo lo que necesitaba sobre ella.
Los gatunos ojos de la mayor miraron hacia la luz cuando notó que está comenzó a ser cada vez más tenue, vió el lugar oscurecer, y todo tomó un color un poco más azul y apagado.
Cuando la menor se apartó del abrazo y encontró todo más oscuro abrió sus ojos con espanto.
— Con calma— murmuró Jimin, llevó sus pulgares hacia sus mejillas, y limpio sus lágrimas—. Deben anunciarnos que es de noche, deberíamos dormir.
— ¿Quienes? — preguntó Minjeong.
— No lo sé... Pero debe haber alguien detrás de todo esto, ¿No crees?
Minjeong asintió, se apartó de las manos de Jimin, miró en todo el interior de la caja, donde no había nada más que suelo.
— Supongo que tendrá que ser en piso— murmuró, y simplemente se recostó allí, Jimin se recostó cerca, mirando hacia arriba, hacia el infinito vidrio de más paredes que no terminaba de crecer.
— Desearía que fuera una cama— murmuró la mayor, y la otra asintió.
Y como si lo hubieran escuchado, el duro suelo se hundió ligeramente en la suavidad nueva de lo que se sentía como un colchón, ambas miraron alrededor con algo de sorpresa, y al voltear, un par de almohada igual de blancas los esperaban, las tomaron con algo de duda, pero en verdad eran simples almohadas, que terminaran acomodando debajo de sus cabezas, Minjeong medio abrazándola.
— Jimin...
— ¿Sí?
— ¿Puedo tomar su mano?
La mayor extendió su mano hacia la de ella, tomándola con suavidad, era pequeña, suave y podía definirla como esponjosa.
— No sé cómo iremos a despertar mañana— murmuró Minjeong—. Pero no quiero perderla, al menos no estoy tan sola...
— Tranquila, Minjeong— dijo la mayor, su voz grave sonaba casi inmaculada, imperturbable—. No pienses en esas cosas, sueña un poco para escapar un rato, seguiré aquí.
Minjeong sonrió, por primera vez, con más seguridad.
— Hasta mañana.
— Hasta mañana, Minjeong.
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