veintitrés | carta
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Los siguientes dos días fueron algo más relajados, ya todos tenían en la cabeza que Yuu se iría en cualquier momento, solo quedaba esperar, pero por ahora seguían como si nada. Zeff quiso darle a Yuu sus últimos días ahí libres pero ella se negó.
–Adoro este trabajo, Zeff-san. –sonrió alegremente y se encogió en hombros. –No necesito días libres.
El tercer día comenzó tranquilo, pero conforme avanzaba la tarde todos se notaban más tensos, justo ese día se cumplía la semana de lapso que Ryo había prometido antes de irse, había un noventa por ciento de probabilidad de que aparecieran por la puerta principal en cualquier momento.
Justo cuando Sanji bajó a ayudar a Yuu con unas bandejas la puerta se abrió dejando ver el cabello castaño de Kai, quien ansioso buscaba a Yuu con la mirada; Yuu le echó una mirada a Sanji antes de caminar a la puerta.
–Yuu... –él sonrió más tranquilo. –Creí que... –ella le hizo una seña para que guardara silencio.
–Vamos afuera. –salieron encontrándose frente a la pequeña embarcación de Kai, Yuu no pudo evitar fruncir el ceño al notar algo extraño. – ¿Dónde está Ryo? –la mirada del castaño se oscureció.
–Justo por ahí pensaba comenzar. –Yuu lo tomó del brazo asustada.
– ¿Le pasó algo? –Kai negó rápidamente.
–Tranquila, tranquila. –Yuu asintió. –Sell-sama tenía una junta con sus líderes, Ryo se quedó a tomar tu lugar, como usualmente lo hace. –le sonrió para relajarla. –Creí que...bueno...
–Todo está bien. –sonrió. –Tomé mi decisión sabiamente. –dio un apretón a su mano.
– ¿Eso significa que...? –ella sonrió. –Yuuki, que gran noticia. –dio un saltito como un niño pequeño provocando la risa de Yuu. –P-Perdón, Yuu.
–No hace falta que te corrijas. –apretó los labios guardando un suspiro. –Tengo mis cosas listas, podemos irnos en cualquier momento, pero...Sanji-kun quiere hablar contigo. –el brillo en los ojos de Kai desapareció.
–De acuerdo.
Yuu entró por la puerta trasera seguida de Kai, nada más hacerlo Sanji ya los estaba esperando, Kai siguió a Sanji que parecía dirigirse a la oficina del jefe mientras Yuu subía por sus cosas. Decidió que lo más importante era llevarse su ropa, dejando todo tipo de objetos personales en el Baratie, el jefe y Sanji sabrían qué hacer con ellos.
Una mochila fue suficiente para cargar su ropa, que no dejaba de tratarse de simples cuatro o cinco cambios completos de ropa y un par de zapatos. Tomó su collar de la mesita de noche, además de la carta que había preparado para Sanji y para Zeff, ambos sobres los llevaba en la mano así que sin más bajó a la cocina para despedir a todos.
Con Kai.
–En cierta manera, esperaba hablar contigo. –admitió Sanji sentándose frente al jefe, Kai tomó asiento a su lado.
– ¿Para qué...? –Zeff se aclaró la garganta.
–Queremos que todo quede claro, muchacho. –Kai lo miró seriamente. –La estancia de Yuu aquí afectó en la vida de todos, sin duda dejó marca en los que convivimos con ella, sin irme a las cursilerías: a todos les afecta que se vaya, quizás más a unos que a otros.
–Lo entiendo. –tragó saliva.
–Agradecemos que hayan sido lo suficientemente maduros para que las cosas resultaran bien, para que ella no resultara herida tal y como se esperaba, es algo bueno. –Kai suspiró y asintió. –Cuídala.
–Lo haré, sin duda. Es tan importante para mí como para ustedes. –se dio pequeños golpecitos en el pecho para tranquilizarse y miró a Sanji esta vez. – ¿Sanji-san?
–No hay necesidad de decir nada, sé que entiendes perfectamente lo que pienso. –el castaño asintió de nuevo, sorprendiéndose de que no fuera tan rudo como él esperaba. –Asegúrate de mantenerla a raya, que no se salga de control. –rió un poco. –Y hazla muy feliz, hasta donde pueda llegar a serlo, por favor.
–R-Realmente, no sé cómo responder a eso. –admitió en voz baja.
–Una cosa más, para que te vayas. –Sanji se levantó y le entregó una hoja de papel con una pluma. –Te daré algunas indicaciones, apunta.
***
–Será un viaje largo, Yuu. –advirtió Kai, ella asintió. –Es hora de irnos.
Sin responder ni emitir palabra, Yuu se acercó a Zeff, le entregó la carta que le escribió y lo abrazó, dándole las gracias se separó y abrazó a Sanji.
Se había despedido de todos los cocineros, y había llamado a Mary-sensei temprano también, solo quedaban sus salvadores. Sanji y ella se mantuvieron abrazados unos segundos, Yuu le extendió la carta a Sanji y se besaron por última vez.
Kai saltó a la pequeña embarcación e intentó ayudar a Yuu a entrar en ella, aunque no fue necesario, de un salto se acomodó, extendió la vela del barco y soltó la cuerda que lo sostenía.
– ¿No los mirarás por última vez? –preguntó Kai dándose cuenta de que Yuu les daba la espalda.
–No creo que sea necesario. –sonrió. –Nunca he zarpado al mar en un barco así, como si estuviera huyendo, es casi como si fuera una pirata. –rió y se tiró hacia atrás mirando el cielo.
–Tú odiabas a los piratas. –rió Kai. –Supongo que habrá que acostumbrarnos a esos cambios.
–Recordé todo, no sé si te lo dije. –Kai la miró frunciendo ligeramente el ceño. –Comparando mis recuerdos a lo que soy ahora, me doy cuenta de que era un asco de persona.
–Eras encantadora a tu manera. –rió él.
–Quizás, pero pienso corregir muchas cosas. –Kai chasqueó la lengua.
–Eras así por culpa de tu pasado y del ambiente en que vivimos, no tienes la culpa. –Yuu negó con la cabeza.
–No pienso ser como antes, seré mejor persona y Sell-sama tendrá que aceptarlo. –Kai tragó en seco. –Es raro que lo diga ahora y sé que creerás que estoy loca, pero Sell-sama...no le tengo miedo. –sonrió de lado.
– ¿Estás segura que lo recuerdas todo? –Yuu asintió. –Te ha tratado tan mal tantas veces que es imposible que no le temas, ¿cómo es que...?
–No lo sé, solo confía en mí, ya no le puedo temer a ese hombre.
–Cambiemos de tema, hasta escuchar su nombre me pone nervioso. –Yuu sonrió y se sentó de nuevo, recargó su barbilla en la orilla del bote y sacó su mano tocando el mar con sus dedos.
– ¿Es cierto que Ryo tomó mi lugar en una junta? –preguntó fría, Kai bajó la mirada.
–Sell-sama lo llamó temprano para realizar el castigo prometido. –admitió. –Logramos suavizarlo diciendo que nos diera una última oportunidad, sólo me dejó salir a mí y me dio hasta mañana al medio día para traerte de vuelta. –Yuu suspiró.
–Lo imaginé.
–Lo siento por mentirte. –ella se encogió en hombros.
–Tienes que hacerlo, lo entiendo. –Kai se acercó a su lado y copió su posición, ambos lograban mirarse el uno al otro a través del reflejo del mar. –Solo tengo diecisiete años, maldición.
–Dieciocho. –corrigió él. –Yo aún tengo diecisiete, Ryo está a semanas de cumplir veinte. –sonrió.
–Vaya, parece que Sanji-kun ganó la apuesta. –Kai la miró. –Él decía que yo era mayor que él, parece que acertó.
–Ya no logro distinguir más que la silueta del barco. –informó él mirando hacia atrás, Yuu lo imitó y luego volvió la vista al mar. –Midori tiene cinco, Hikari trece, Sell-sama...como quinientos años. –rieron.
–Fuiste tú el que me arrojaste el tenedor esa vez, ¿cierto? –Kai evitó su mirada.
–Lo siento. –Yuu sonrió. –Quería probar tu Haki.
–Con que eso era. Haki. –miró al cielo un momento. – ¿Aún no pueden desarrollarlo?
–No te burles, estoy muy cerca. –Yuu rió. –Prometiste darme un entrenamiento intensivo para aprender a usarlo.
–Lo haré... –bajó la mirada. –...también te prometí una cita.
–No es necesario. –Yuu negó.
–Promesa es promesa. –sonrió. –Si lo dices por Sanji-kun, tranquilo, te aseguro que de aquí a una semana él estará rodando por el restaurant halagando a bellas mujeres.
– ¿Estás tranquila con eso? –ella negó con la cabeza de nuevo.
–Pero no puedo detenerlo, así serán las cosas ahora. –le sacó la lengua. –Tú tampoco te resistas, payaso.
Kai se sonrojó y Yuu rió tras eso. Fue un viaje bastante tranquilo y gratificante para ambos, recordando y conversando tantas cosas, ayudó a Yuu a olvidarse de la situación, aunque ya la había aceptado.
Temprano al día siguiente llegaron al Reino, no pasaban de las ocho de la mañana pero para ese entonces mucha gente ya estaba trabajando, recibieron a Yuu y a Kai de buena manera, deseándoles mucha suerte con Sell-sama; algunos de los trabajadores no pudieron evitar demostrar su cariño hacia la peli-azul, ella sonreía y les correspondía, sorprendiendo a todos.
–Antes que nada debemos ver a Sell-sama. –Yuu borró su sonrisa pero asintió. – ¿Lista?
No pasó ni una hora cuando Sell-sama ya había convocado a sus líderes para la reunión y las nuevas noticias que traía Kai, Ryo estaba presente, sentado a la par de Sell-sama, sin permiso para siquiera hablar.
–Déjenlo entrar. –Kai pasó tratando de verse confiado, en la sala no habían más de diez personas sin contar a Sell-sama y Ryo, quien al instante se enderezó esperanzado. –Dime, pequeña basura, ¿qué ocurrió?
–La encontré. –se arrodilló ante él un momento y se hizo a un lado dejándola pasar. –Yuuki, dieciocho años, líder del sector seis, desaparecida hace un año. Es ella. –Yuu se sintió de pronto intimidada por la mirada de todos, especialmente la del demonio.
–Yuu, pequeña. –carcajeó fuerte. – ¿Dónde habías estado?
–Perdida. –Sell-sama se puso de pie. –Lamento la espera, Sell-sama. –se inclinó.
–Te ves muy cambiada. –analizó completamente su aspecto. –El cabello corto te sienta bien. –ella agradeció. –Supongo que no hay problema ya que estás aquí, tu hermanito puede irse. –Ryo se levantó y prácticamente corrió hasta posicionarse al otro lado de Yuu. –Pero hay muchas cosas de las que hablar, Yuu.
–Las hay, Sell-sama. –colocó una mano sobre su estómago mientras tomaba aire. –Sé que le dieron el reporte de mi última misión, el barco que explotó. –el hombre asintió mirándola fríamente sin entender a donde iba. –Subordinado de Don Krieg.
–Ese bastardo, ha tomado mucho poder en todo el East Blue. –gruñó. – ¿Qué ocurre con él?
–Directamente con él, nada. Pero se me han ocurrido infinidad de ideas y he recolectado información para llevarlas a cabo. –Sell-sama levantó ambas cejas. –Ideas para derrotarlo, por supuesto. –la carcajada del hombre resonó por el lugar.
–Siempre tan encantadora, Yuuki. –llamó a un hombre que se posicionó a su lado listo para tomar órdenes. –Prepara un banquete, la líder del sector seis ha vuelto y yo tenía razón. –dio dos aplausos y mandó a todos fuera. –Hablaremos de esto luego de la fiesta, Yuuki.
–Con gusto, Sell-sama. –Kai y Ryo se dieron la vuelta para irse, Yuu iba a seguirlos pero paró de pronto. –Una última cosa.
– ¿De qué se trata? –Yuu sonrió.
–La fiesta, quiero que se realice en toda la isla, todo el reino debe participar. –Kai y Ryo tomaron a Yuu de ambos brazos.
– ¿De qué diablos estás hablando? –gruñó Ryo.
–Sell-sama, perdónela, ella-... –el hombre dio un golpe al piso con su pie, callando todos los murmullos.
– ¿A qué te refieres, Yuuki? –Kai le suplicó que no dijera nada. – ¡Ustedes, bastardos, suéltenla! –ambos así lo hicieron dando un paso hacia atrás.
–En el tiempo que estuve fuera, perdida, conocí personas que amaban la comida, las fiestas y de más, solían hacer banquetes cada tanto para celebrar su arduo trabajo, acostumbraban a invitar a todo aquel que estuviera cerca al banquete, sin importar edad, raza, sexo o dinero. –Sell-sama gruñó.
– ¿Y qué te hace pensar que yo haré lo mismo? –Yuu se encogió en hombros.
–Dos razones: la primera, estamos celebrando mi regreso. –Sell-sama levantó una ceja. –Y la segunda, las fiestas son más divertidas mientras más gente hay.
– ¿Estás sugiriendo que invite hasta los de las minas? –Yuu sonrió de lado.
–Bueno, conozco gente que vive en los sectores más bajos que toca música increíble. –colocó su mano sobre su cadera. –También debe haber grandes bailarines y cantantes entre toda esa escoria.
–Qué atrevida, pequeña rata. –Sell-sama llamó a gritos para que le trajeran un Den Den Mushi comunicador, activó las bocinas de todo el Reino y habló. –Las labores del día de hoy se suspenden, habrá reunión general obligatoria para todo el mundo en la plaza del centro, a quien no se presente se le obligará a cumplir cuatro horas de servicio en las minas.
– Que linda invitación. –rió Yuu. Sell-sama apagó las bocinas.
–Ahora sí, lárguense y más les vale presentarse a la fiesta. –los tres salieron de ahí.
–Parece que estaba de buen humor. –sonrió orgullosa.
– ¡¿Estás loca?! –gritaron Kai y Ryo.
– ¡Eso fue estúpidamente arriesgado! –negó Ryo, Yuu solo pudo saltar hacia él y abrazarlo.
–Estuve muy asustado. –Kai se sostuvo de una pared cercana para recuperar el aliento.
–Vamos, quiero ver a Hikari y a mi hijo. –los tres rieron.
Con Sanji.
– ¿Sólo dice eso? –preguntó Mary, la doctora.
–Sí, no creo que fuera necesario más. –sonrió Sanji recogiendo el papel de la mesa, lo dobló y lo metió dentro del bolsillo del saco, iba vestido con el traje que utilizó en su última cita con Yuu, ella dijo que se veía bien, así que... ¿por qué no?
–Es muy romántico también. –admitió ella.
La carta que Yuu le había dado a Sanji no tenía escrito nada del otro mundo, todo se lo había dicho el uno al otro, Sanji estaba satisfecho con eso, no podía pedir nada más.
Dos días habían pasado desde que se fue y las cosas seguían como siempre, aún si alguien mencionaba su nombre o algo referente a ella, todos lo sentían pero parecían estar bien; su habitación pasó a ser la enfermería del barco, que hasta en ese entonces no se habían dado cuenta de que faltaba una.
Sanji había cambiado su personalidad por completo, se la pasaba halagando a las bellas mujeres, tratándolas con tanto respeto y tanta atención que parecía ser otra persona, aunque el jefe prefería llamarlo "el verdadero Sanji".
Las cosas iban para mejor conforme el tiempo pasaba, Sanji cambió la mayor parte de su ropa por trajes negros, la gente comenzaba a reconocerlo por eso y a él parecía gustarle usarlos, la elegancia se volvió algo característico suyo.
Su sonrisa permanecía ahí, Zeff lo notaba, era feliz, y podía deberse a dos cosas; una de ellas, conoció a la persona que lo hizo de esa manera, y la otra, el significado de lo que decía en su carta.
Veamos juntos el atardecer de nuevo, Sanji-kun.
–Yuu
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