tres | ático
tres | ático
–Por favor, Zeff-san. –pidió por enésima vez. –No le pido mucho, simplemente otro lugar para dormir.
–Ya te he dicho que si el mocoso idiota de Sanji te ha hecho algo...
–No. –negó rápidamente. –Él no me ha hecho nada, simplemente...ya me harté de molestarle siempre a él. –la expresión de Zeff se suavizó.
–No hay más lugares para dormir, a menos que quieras compartir habitación con los idiotas cocineros. –Yuu hizo una mueca y negó. –Por eso te puse en la habitación de Sanji, es el único lugar con la suficiente privacidad para una chica. –Yuu suspiró. –Lo siento, Yuu.
–No importa. –sonrió de lado. –Gracias de todos modos.
Se levantó y salió de aquella habitación, caminó por el pasillo donde se escuchaban los pesados ronquidos de sus compañeros en las otras habitaciones. Llegó hasta la habitación de Sanji y entró.
Dos días se habían sumado a la jornada de trabajo de Yuu, justo esa noche se cumplían nueve días enteros de trabajo. Tenía ropa suficiente para toda la semana, además de los artículos de limpieza personal necesarios para una chica, todo iba bien...
Excepto que aún dormía en la habitación de Sanji.
Se tiró en la cama boca arriba y se cubrió los ojos con su antebrazo, soltó todo el aire contenido mientras comenzaba a pensar.
Sanji la odiaba, eso estaba seguro, no le pedía que la amara sino que le diera el respeto que ella le daba a él.
La respuesta estaba clara, si quería respeto debía ganárselo. Habían empezado mal sin ser culpa de ninguno de los dos, esa era su nueva propuesta, haría que Sanji dejara de odiarla sí o sí.
Con ese pensamiento se fue quedando dormida, sin siquiera cambiar de posición.
A la mañana siguiente Yuu abrió los ojos siendo despertada por el ruido que hacían sus compañeros, se levantó pesadamente de la cama y se dirigió al baño, tomó una ducha y salió envuelta en una toalla, se acercó al pequeño cajón donde guardaba su ropa y sacó la ropa interior, se la colocó aún sin quitarse la toalla y una vez que abrochó el "bra" la retiró por fin.
Se puso rápidamente una falda y unas medias, acompañadas de unos simples zapatos planos, el prepuesto no le alcanzó para comprar más que un par de blusas, unos jeans, unos shorts y una falda, además de las medias y un par de zapatos, pero para ella eso era más que suficiente.
Justo cuando se estaba abrochando la blusa de botones que se acababa de poner entró alguien a la habitación, se dio la vuelta cubriéndose el pecho desnudo y con la cara toda sonrojada soltó un pequeño grito.
– ¡Sanji-kun! –exclamó ella asustada y avergonzada. –Estoy vistiéndome justo ahora, no puedes...
–No vas a prohibirme que entre en mi propia habitación. –gruñó él sin siquiera mirarla, Yuu relajó su expresión y bajó la mirada, sintiéndose intimidada. –Fuera, voy a vestirme. –ordenó él, Yuu no supo cómo reaccionar, terminó de abotonar su blusa rápidamente y salió corriendo dejando toda su piyama tirada en la cama.
–Espero que no se moleste aún más. –murmuró una vez que Sanji dio un portazo cerrando la puerta. –Aunque parece estar de buen humor a comparación de otros días. –hizo una mueca y caminó rumbo a la cocina.
***
Una vez que abrieron todos comenzaron con el trabajo, Yuu bajó al primer piso junto con un par de camareros más, comenzaron a atender a los clientes que iban llegando y a servirles lo que querían.
Todo parecía ir normal, pasaron tres horas de trabajo y llegó la hora del almuerzo, Yuu y los otros dos camareros intercambiaron turnos ya que al ser cerca de las diez de la mañana debían alimentarse y descansar las piernas un rato.
Yuu tomó el plato con comida que sus compañeros prepararon para ella, tomó también un vaso de agua y se alejó de la cocina rumbo a la sala de descanso al final del pasillo.
En la sala de descanso casi nunca había nadie, ya que con tanto trabajo no había tiempo de descansar, pocas veces se llenaba cuando habían festejos por el cumpleaños de algún cocinero o cuando se le daba la gana al jefe. Otros más usaban esa sala para almorzar.
Los otros dos camareros tomaron asiento en un taburete cerca de la puerta, Yuu prefería algo más relajado así que buscó asiento en alguna mesa más alejada, su sorpresa fue grande cuando vio sentado en la mesa del fondo al rubio ceja-rizada que vivía en sus pensamientos, tragó en seco y se encaminó hacia él.
Sólo platica con él, es una persona normal, no tiene por qué intimidarte su mirada...
Se sentó frente a él y colocó los platos en la mesa. Sanji estaba recargado en el respaldo de la silla y estiraba sus largas piernas por debajo de la mesa, su cabeza caía hacia atrás relajadamente mientras sus ojos cerrados se encontraban.
–S-Sanji-kun. –llamó Yuu tras aclararse la garganta, el rubio no se inmutó. – ¿Estará dormido? –se cuestionó a sí misma, se encogió en hombros y comenzó a comer.
Por alguna razón que ella desconocía, desde que había llegado al Baratie comía cosas deliciosas, obvio siendo un restaurant, pero aunque no recuerda nada de su pasado antes de despertar en la habitación de Sanji de algo estaba segura.
Jamás en su vida había quedado satisfecha con una comida.
Terminó de comer y revisó la hora, aún tenía diez minutos antes de volver, puso todos los platos juntos y los retiró a un lado, miró a Sanji que seguía en la misma posición, tragó en seco y levantó la mano, tocó su hombro un par de veces pero el rubio no se movió.
Repitió la acción dos o tres veces más hasta que Sanji emitió un sonido cansado, llevó su mano hasta su cara y se restregó los ojos enderezándose en la silla.
– ¿Qué neces...? –justo al ver a la peli-azul hizo una mueca de asco. –Ah, eres tú. ¿Qué quieres?
–Y-Ya casi es hora de... –Sanji se quedó mirando el plato donde había comido Yuu ignorándola por completo. – ¿Sanji-kun?
– ¿Acaso no vas a terminarte eso? –preguntó él con el ceño fruncido, señalando un pedazo de pescado que había quedado en el plato.
–Ya no tengo hambre. –murmuró un poco avergonzada, Sanji estiró la mano y tomó los restos de comida, llevándoselo a la boca. –E-Eh, ¿qué haces?
–La comida no se desperdicia. –habló justo luego de tragar, dio otro mordisco y una vez que terminó volvió a hablar. –Hay personas que enserio hubiesen querido aunque sea este pequeño pescado para alimentarse, ya que no tienen qué comer, ¿qué clase de monstruos seríamos desperdiciándolo así? –Yuu se quedó sin palabras.
–No lo había pensado. –susurró bajando la mirada, meditando lo que había dicho, de pronto una pequeña sonrisa apareció en su rostro, estaba teniendo con Sanji su primera conversación normal. –Etto... –balbuceó buscando algo que decirle. – ¿Por qué te quedaste dormido aquí? –preguntó tímidamente, Sanji terminó de comer y por alguna razón su expresión cambió a una molesta.
–Eso no te importa a ti. –gruñó y se levantó bruscamente, Yuu no reaccionó al principio, se levantó y tomó a Sanji del brazo impidiendo que se fuera.
– ¿Acaso dije algo mal? –preguntó aún sorprendida, Sanji se soltó de su agarre y se dio la vuelta. –Yo solo quiero llevarme bien contigo, al menos tener una conversación antes de que comiences a insultarme.
–Bien, si dormí aquí fue porque los ronquitos de aquellos idiotas me impiden dormir, pero ¿adivina por qué tengo que soportarlos? Porque tú ocupas mi habitación. –Yuu abrió la boca para responder pero Sanji no la dejó, simplemente se alejó de ahí.
Esta vez Yuu no se culpó a sí misma, sino a las condiciones en las que le había tocado llegar a ese lugar, pero estaba decidido, necesitaba regresarle su habitación a Sanji o si no ambos acabarían peor de lo que ya estaban.
Simplemente levantó los platos y volvió a la cocina, lista para seguir trabajando.
***
– ¿Por qué quieres la llave del ático? –preguntó Zeff extrañado.
–Sólo... ¿por favor? –el viejo suspiró y abrió el cajón de su cómoda.
–No sé qué planeas, Yuu, pero ojalá no sea nada ilegal. –Yuu sonrió y tomó la llave que el jefe le daba.
–La regresaré pronto, Zeff-san, muchas gracias. –se despidió de él y salió corriendo.
Acababa de enterarse gracias a uno de los cocineros veteranos del Baratie, que el barco constaba de una cubierta inferior –donde se ubicaba el restaurant–, una cubierta media –la cocina y sala de descanso–, y una cubierta superior –lugar en el que se hallaban las habitaciones de todos y las regaderas–, pero que nadie le había dicho antes que también había un ático muy viejo y que nadie usaba.
Según Zeff ese ático servía como armario de limpieza y donde tiraban las cosas que planeaban usar luego pero que quedaban en el olvido. Era un lugar muy sucio y falto de mantenimiento y para todos ese lugar había quedado atrás.
Yuu lo vio como una perfecta oportunidad.
Llegó al final del pasillo donde se encontraba una puerta que fácil se camuflaba con la pared, la abrió y subió las escaleras oscuras y tenebrosas, al final de estas se hallaba una segunda puerta, tan solo estar ahí ya distinguía el olor a polvo y moho.
Entró dándole un fuerte empujón a la puerta, lo que causó que cayera de boca contra el suelo, se levantó rápidamente y sacudió su ropa. El lugar no era grande, debía medir más o menos lo mismo que la habitación de Sanji, aunque era difícil de medir ya que estaba llena de cajas y bolsas.
Había una pequeña ventana redonda que era lo único que iluminaba la habitación, las paredes estaban desgastadas y despintadas, aunque el piso de madera parecía estar en buen estado.
Su sonrisa se fue ensanchando mediante analizaba los pequeños detalles de aquel lugar, dio un par de saltos festejando en silencio y tras un par de vueltas salió de la habitación cerrándola de vuelta.
– ¡Zeff-san, necesito pedirle algo! –gritó mientras bajaba corriendo por las escaleras, ignoró a los que caminaban por el pasillo y llegó a la habitación del jefe, justo iba a tocar la puerta cuando escuchó un par de voces.
– ¡Quiero que se vaya! –quedó en sumo silencio para escuchar mejor. –Se está robando mi vida, todo era mejor cuando ella no estaba.
–Ella no te ha hecho nada.
– ¿Y por qué sigues defendiéndola? –preguntó Sanji indignado. –Esa habitación era mía desde mucho antes de que ella llegara, tengo la ropa justa para una semana gracias a que le tuve que dar la mitad a ella, ¡siempre todo ella!
– ¿Acaso estás celoso? Actúas como un maldito niño al que le robaron sus juguetes, Sanji, deja eso ya.
–No dirías lo mismo si fueras tú al que le han quitado todo, sólo te la pasas dando órdenes y no sirves de nada en... –tras eso se escuchó un fuerte golpe, Yuu abrió los ojos mientras se cubría la boca con las manos.
–Que no se te olvide con quién estás tratando, mocoso. –amenazó Zeff, Yuu no pudo resistir y abrió la puerta asustada.
Sanji estaba tirado en el suelo tomándose la cara, dónde lo había golpeado el jefe, al ver a Yuu su mirada se enfureció más.
– ¿Qué quieres, mocosa? Tú no... –Yuu interrumpió a Zeff.
–Disculpe el atrevimiento, Zeff-san, pero tengo algo muy importante que pedirle. –Sanji se levantó molesto y justo cuando se disponía a salir de la habitación Yuu lo paró poniéndose justo frente a él, impidiéndole el paso a la puerta. –Aún no te vayas, Sanji-kun, por favor. –Sanji no quitó esa expresión furiosa pero obedeció.
– ¿Qué es lo que quieres pedirme? –preguntó Zeff cruzándose de brazos.
–Puede que el ático no esté en las mejores condiciones, pero sé que con un poco de esfuerzo tanto en el trabajo como dedicación en ello...podré convertir ese horrible lugar en un espacio en el cual no molestar más a Sanji-kun. –el rubio cambió su expresión a una de ligera sorpresa, Yuu tragó en seco y se inclinó. –Por favor, Zeff-san...deje que convierta el ático en mi nueva habitación.
– ¿Quieres convertir el ático en una habitación? –preguntó Zeff, Yuu no respondió pues sabía que la pregunta iba para sí mismo. –Alza la cabeza, Yuu. –ella cerró los ojos presionándolos con algo de fuerza, al igual que sus puños.
–Por favor, ya no quiero que Sanji-kun cargue conmigo. –aunque no lo veía sentía la mirada sorprendida de Sanji en ella.
Un par de segundos en silencio se hicieron eternos, todo hasta que unos pasos se escucharon moverse fuera de la habitación, la puerta se cerró de golpe y todo quedó en silencio de nuevo, quedando el eco del portazo.
–Tú no aprendes. –negó Zeff, Yuu alzó la cabeza, Zeff se movió y se sentó en la cama. –El ático no lo usa nadie, y sé que ninguno de los idiotas estará en contra de darte tu propio espacio. –Yuu sonrió. –Pero...todo lo que tenga que ver con el mantenimiento del ático será cosa tuya, desde comprar lo necesario para reparar lo que haga falta, hasta los muebles.
– ¡Sí! –exclamó feliz. –Me encargaré de todo yo sola, muchas gracias, Zeff-san.
–No tan rápido. –Yuu dejó de sonreír por un momento. –Ahora soy yo quién quiere pedirte un favor. Acércate. –la oji-azul obedeció. –Sé que posiblemente no te agrade esto...
–Haré lo que sea, Zeff-san, qué necesita que haga. –Zeff cerró los ojos y se cruzó de brazos.
–Es sobre Sanji. –la expresión de Yuu se tensó. –El mocoso es muy terco y demasiado orgulloso, lo que te pediré no es algo de suma importancia pero...
–No importa, si es para ayudarlo a usted...
–Más que a mí, es a él.
– ¿Ayudarlo a él? –Zeff asintió. – ¿Qué debo hacer?
–Dale a Sanji un motivo por el cual sonreír.
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