Capítulo 6: Mi concubina

La figura de Tzuyu emerge envuelta en una tenue nube de vapor, después de agasajarse con el agua cálida y esencia de rosas. No obstante, su tranquilidad, tan efímera, se ve eclipsada por la figura de Seok-jin, elegantemente posado sobre la puerta de la alcoba. Manipula la fina cadena de plata entre sus dedos y sobre sus labios, causando en la damisela una mezcla de deleite y peligro. Su mirada penetrante la hiela por completo en su sitio. Deja su alhaja en paz y se impulsa con tranquilidad hacia delante para aproximarse con esa misma calma hacia ella.

―¿Qué tan mojada estás? ―le pregunta, manteniendo una distancia muy corta entre sus cuerpos.

Incapaz de sostenerle la mirada, desciende sus pupilas al suelo y menea vagamente la cabeza.

―Permíteme ayudarte entonces ―propone, acercando sus manos a la toalla que envuelve el cuerpo de la chica.

Por inercia, ella intenta resistirse, pero una pequeña onomatopeya por parte del hombre vuelve a dejarla helada.

―¿Qué pasa? Sabes que no tienes por qué cubrir tu belleza anatómica de mí ―le dice, con una sonrisa que pretende ser gentil, pero lo falaz es más atrayente.

Una expresión de disgusto y resignación toca el rostro de la muchacha. Despacio, hace a un lado sus manos, baja los brazos y le concede el acceso que busca. Seok-jin despliega la tela afelpada y contempla su cuerpo, no con aires de lujuria o perversidad, sino con genuina admiración.

―¿No se te olvida algo?

Espera una respuesta a su "ofrecimiento de ayudarla", a lo que ella, reusándose a dejar que sus ojos se irriten y se humedezcan con lágrimas llenas de desespero y furia, le regala su mejor sonrisa. Ambos saben lo falsa que es, pero al vampiro le agrada, porque la considera una actriz docta.

―Con tu permiso... ―La mira fijo a los ojos, escondiendo muy bien una sonrisa de deleite.

Maquiavélico y manipulador. Sus preguntas no son preguntas, y la única respuesta es solo la que lo complace. Tzuyu tuvo que aprenderlo a la fuerza y ahora lo sabe muy bien.

Comienza por los hombros, dando suaves golpecitos para deshacerse de las gotas. De manera imprevista y, asustando un poco a la chica, asia su muñeca y extiende su brazo, entonces repasa la toalla desde el hombro hasta la muñeca; hace lo mismo con el otro. Sigue con la cintura hasta los muslos, repasándolos con mayor lentitud.

―Levanta una pierna ―comanda, y ella responde como un nuevo instinto subdesarrollado.

Con sus piernas secas, es momento de pasar a los pies. Seok-jin se inclina con una rodilla en alto y reclama su pie. Procura secarlo muy bien, la planta, el arco, el empeine y entre los dedos, con la delicadeza que la joven dama requiere. Sabe que no es la primera vez que ella pasa saliva, así como tampoco ha ignorado en ningún momento las pulsaciones acrecentando, como si su cuerpo fuese una jaula y su pobre corazón agobiado un ave luchando por salir volando de una manera violenta.

Al concretarlo lleva sus ojos a ella sin decir nada, solo aguardando para que le ceda su otro pie.

―Buena chica... ―susurra, irguiéndose―. Eres una buena chica, ¿verdad, Tzuyu? ―pregunta de manera capciosa, apoyando con cuidado la toalla sobre su pecho.

La muchacha suspira con notoriedad y luego de remojar un poco sus labios de repente resecos, mueve la cabeza en un "sí".

―Qué mentirosa eres... ―murmura arrimado a su oreja, mientras desliza la tela por su vientre.

Al rozar su zona púbica entra en pánico, sin embargo, antes de poder accionar y apartarlo él se traslada a su espalda, envuelve su cuello con sus largos dedos, erizándole la piel por el frío y la tensión.

―Shh...

Se familiariza con lo que es la primera advertencia.

El vampiro da un latigazo con la toalla para extenderla, causándole un sobresalto, que provoca en él una sonrisa, la cual ella no logra apreciar: está de espaldas y con los párpados apretados, sin poder hacer más que aguardar a lo que sea que venga. Seok-jin pasa el paño grueso por toda la extensión de su espalda con un cuidado especial, hasta estar satisfecho con su trabajo, entonces empieza a bajar hasta el sacro y un poco más abajo. Es ahí donde rodea la silueta de la muchacha con la toalla.

―Sostenla, por favor. No vayas a dejar que se caiga.

Como un susurro helado, lo deposita aledaño a su oreja, y ella, sometida por la circunstancia, obedece. Él posa su mano a la altura de los glúteos y comienza a surcarlos con suavidad, plegando y estirando el paño afelpado. Tzuyu sabe lo que pretende, pero no está en sus deseos permitirle jactarse a costillas suyas, ni mucho menos provocar enojo en el peligroso hombre.

―¿Quieres que lo haga sin la toalla? ―masculla de repente.

Los ojos de la fémina se abren de súbito, aprieta la toalla entre sus dedos y, como puede, con esos dedos fríos helando su garganta, asiente. Con un desplazamiento ágil, Seok-jin recorre su costilla y trepa hasta su seno, no tocando con descaro, sino rozando como una fresca brisa, sintiendo como la piel se brota al erizarse. Lo acaricia con cuidado y hace círculos con la yema de su índice, justo sobre la dureza de su pezón. Ella responde al estímulo y deja caer su cabeza sobre su hombro. El vampiro arrima su rostro a su cuello y deja a sus fosas nasales embadurnarse con la fragancia que desprende ese cuerpo.

―Te gusta cuando te toco, ¿eh? Coloca tu mano sobre la mía para un sí.

Ella lo hace. Él sube la mano hasta su cabeza, entre todos esos cabellos marrones y deposita un pequeño beso gélido sobre el músculo en su cuello.

El pasaje erótico en su parte sensible persiste y se intensifica, llevándola a abrir su boca en anhelo. No obstante, la perfidia de su ser aflora, sus labios se deparan y de su dentadura sobresalen los colmillos que protagonizan su dolo, y los clava contra la piel, perforándola. Ella no grita, en su lugar abre la mandíbula, dejando escapar grandes bocanadas de aire con una expresión de padecimiento. Siente el ardor de la herida, la temperatura aumentada en la zona, la presión del agarre y pronto, la incómoda e inexplicablemente excitante sensación de humedad y succión. Una vertiente escarlata y delgada se escapa y baja encascada por su piel, casi hasta la unión de sus senos. Casi, debido a que Seok-jin detiene el torrente con sus dedos.

Con sus piernas trémulas, la tela se desliza entre los dedos de la chica, entonces el vampiro pone un fin abrupto a su alimentación, removiendo los colmillos de un tirón.

―Creí haberte dicho que la sostuvieras ―dice, con sus ojos rojos apagándose y relamiendo la sangre de su boca.

Como puede, ya que él todavía tiene sus manos firmes en su cuello y rodeando su cintura, hace su cabeza hacia delante en pos de expresar una reverencia a modo de disculpa. Seok-jin desvía la mirada con disgusto; odia ser interrumpido mientras bebe sangre.

―Ve por la balanza ―ordena, apartando sus manos de ella.

Tzuyu se postra delante de él una vez más, como si pidiera permiso para moverse. Se agacha a la altura de la cama y de abajo desliza la báscula. La lleva hasta la pared y con cuidado se sube, permaneciendo tan quieta como puede. Conoce el ritual de memoria.

Escucha los pasos del hombre a su espalda y pasa saliva. Siente su mirada juzgadora, acrecentando el movimiento de sus glándulas sudoríparas.

―Otra vez bajaste de peso, Tzuyu, querida... ―murmura, poco contento.

La muchacha muestra más preocupación.

―También estás algo anémica. Pude saberlo por el sabor de tu sangre. No estás comiendo apropiadamente. Así no podré alimentarme de ti como es debido. ―Apoya su espalda contra la pared y la mira a los ojos―. Te doy tus cuatro comidas diarias, todas ellas ricas en proteínas y vitaminas. ¿O es que acaso mi habilidad en la cocina está fallando contra tu paladar, cariño?

La chica, temerosa, se apresura a enfrentar su mirada y del mismo modo niega con la cabeza. Seok-jin sonríe; por su reacción física sabe que no le miente. Pretende hablar, pero con una expresión de frustración se detiene al saber lo que acontecería: el rumor de un grito proveniente de la otra ala de la mansión, apenas perceptible para el oído de los mortales, pero como un bocinazo para él.

―A partir de mañana te daré de comer yo mismo. Para asegurarme de que te alimentes bien, ¿sí, cielo?

La muchacha asiente vagamente. Seok-jin levanta las comisuras de su boca, procurando verse gentil y sin previo aviso palpa la sangre que todavía escurre del cuello de la doncella, lleva los dedos a sus labios y se deleita, relamiendo sus labios. No está en su punto perfecto, pero sigue siendo el bocadillo más delicioso.

―Después de haber lamido la herida se curará, pero tomará algo de tiempo. Mientras tanto... procura limpiarla bien, ¿sí? ―dice, regalándole una caricia dulce a su mejilla.

»Eres una criatura dotada de belleza, Tzuyu. Gracias por permitirme disfrutar de ella.

Como si ese fuese un cumplido de lo más normal, la chica se inclina frente al vampiro, queriendo expresar gratitud, sin embargo, cuando realza la postura alcanza a escuchar la puerta cerrarse, hallándose sola en la habitación. A diferencia de Nam-joon, ella no es encerrada bajo llave, ya no, aunque eso no la hace sentir en libertad, sino más bien todo lo contrario. Sin llave, los demonios de la noche podrían entrar y salir de su cuarto cuándo se les plazca. No obstante y, extrañamente, ya no les teme tanto como antes.

● ● ●

―¿Qué es esto? ―me pregunta Nam-joon, ojeando el traje que dejé extenuado sobre uno de los muebles.

―Quiero que te asees, te vistas y bajes al gran comedor a cenar conmigo.

―No tengo apetito.

―No recuerdo haber hecho una pregunta que requiera una respuesta. Es un aviso. Para que te asees, te vistas y bajes al gran comedor a cenar conmigo.

Me observa fijamente sin decir nada.

―Volveré en media hora. Si para entonces no estás listo, yo mismo te asearé, te vestiré y te llevaré en mis brazos al gran comedor para que cenes conmigo.

Le sonrío sintiendo armonía en mi rostro, acariciando con un roce el suyo, desde la altura de su sien casi hasta la barbilla. Casi, porque él se aparta de mi tacto, respondiéndome con un semblante circunspecto.

Más tarde, acontecido el tiempo pactado, toco a la puerta para anunciarme, doy dos vueltas en reversa a la cerradura y empujo la tabla. Mis ojos ansiosos por vislumbrar el interior se enfocan al frente y lo veo, devolviéndome la mirada. Está de pie, con sus manos apoyándose en el mueble con espejo, ataviado en ese traje.

Acabo de descubrir un nuevo espectáculo erótico.

Ya lo había visto vestir azul antes, ese terciopelo inmaculado que viste su carne y esos ojos rasgados e inmersos en una mirada indiferente, dedicada a mí solamente. Ya lo había visto, pero Kim Nam-joon siempre sería mi imperecedera primera vez.

El tono del traje parece resaltar el tinte opaco, casi etéreo de su piel. La camisa victoriana, con detalles que adornan los puños y el cuello, confieren un toque de aristocracia a su presencia.

● ● ●

La luz proporcionada por la araña en el techo está opaca, danzando en la penumbra de la habitación, arrojando sombras tenues que acarician las paredes. Con la elegancia que solo los siglos pueden forjar, Seok-jin aguarda en la penumbra mientras su cautivo se decide a afrontar su destino inevitable.

―¿Nos vamos ya?

En ese momento, el vampiro extiende su mano, una invitación silenciosa al banquete nocturno. El joven, atrapado entre la realidad y el encanto sobrenatural, acepta con una mezcla de resignación y curiosidad, listo para sumergirse en las sombras que aguardan fuera de aquella morada.

Las suelas de los zapatos crean un eco hipnótico. Con cada paso sobre los interminables peldaños, Nam-joon es testigo de la imponencia que es realmente esta vivienda suntuosa. No obstante, esta no es una mansión de bloques de piedra y repleta de gárgolas. Puede ser arcaica, sí, pero está dotada de detalles que acompañan la tecnología actual. Lo sabe cuando, con un pequeño control remoto, Seok-jin enciende los candelabros dorados y las arañas en el techo a su paso.

La arquitectura, con techos abovedados que se pierden donde la luz opaca de las joyas flotantes no llega. El mobiliario victoriano, oscuro como la noche y en sus vértices, ínfimo, brillantes como el oro.

Las puertas dobles del gran comedor se abren lentamente, revelando una mesa larga y rectangular, sillas altas como tronos, emana una solemnidad sobrenatural. Las sombras se congregan en los rincones, mientras el vampiro guía al muchacho hacia la opulencia de la cena nocturna. Se toma el atrevimiento, aunque para él es un deber, de otorgarle su asiento a Nam-joon, arrimarlo a la mesa, y luego toma su lugar en la otra punta, veloz como un rayo.

El chico pasea sus ojos con discreción. El papel tapiz refleja la lujuria de la sangre y las múltiples pinturas, obras de arte diversas alrededor de todo el mundo, reunidas en un solo lugar, confortan el color de la sed.

A espaldas de Seok-jin, unas cortinas pesadas que no disímil a los tonos errantes, ondean en respuesta de una brisa que proviene de la cristalería que cubren (probablemente de los jardines traseros) añadiendo un toque de teatralidad a la escena.

―¿Estás cómodo, Nam-joon? ―pregunta, con su mentón apoyado sobre sus dedos.

―Siendo absolutamente franco, todo es muy hermoso...

―¿Pero...?

―Pero quisiera largarme. ―Su tono es contundente.

Se niega a seguir atrapado en esa dulce prisión de cristal y no duda en manifestárselo a su secuestrador. Cuando contempló la puerta principal de la mansión, una vitrina inmensa por la cual un elefante, en anchura, y una jirafa, en altura, podrían cruzar, miles de pensamientos asaltaron su mente, infinidad de posibles escapes dramáticos, pero todos con el mismo final. No podría mover más de dos músculos de su anatomía sin que Seok-jin le detuviera el paso con un suspiro. Deprimente.

Como siempre, el vampiro hace caso omiso a sus quejas con una sonrisa que, quien no lo conociera, diría que es una persona de lo más agradable. Bullshit, piensa Nam-joon, chistando y orbitando en círculo sus pupilas de manera despectiva.

El hombre hace sonar una campana que yace a su lado y a los pocos minutos Tzuyu cruza una puerta no muy lejos de su posición, moviendo un carrito que lleva la comida. Con tan solo un movimiento de sus pupilas, el vampiro indica hacia dónde debe llevar los platillos. La muchacha así lo hace, sirve también el vino y en cuanto oye un chasquido de dedos vuelve a hacia su aparente amo.

―¿Tú comes?

―No. Pero si me lo pides tú, lo haré encantado, Nam-joon.

El referido toma los palillos como respuesta y con una cara casi macabra los separa frente a su rostro, da las gracias por la comida (dirigidas a la chica) y sin más empieza a comer.

―Oh, pero fui yo quien cocinó.

Nam-joon detiene su acción y lo mira, con una intranquilidad instalada y muy visible en su semblante.

―Tranquilo. No tiene veneno ni droga alguna. Es perfectamente sana y nutritiva. Todo lo que necesitas.

El chico mastica en cámara lenta, para nada convencido de sus palabras.

―Tzuyu, ¿por qué no le das a mi querido huésped una pequeña prueba de fe?

La muchacha asiente sin más. La mirada del joven se expande con un destello de asombro al ver cómo separa los palillos, toma un bocado con cuidado, sopla y se lo lleva a la boca sin ninguna objeción de por medio.

―¿Y bien, querida? ¿Verdad que está bueno?

La chica sonríe y asiente con una alegría que no siente en absoluto.

―¿Lo ves, Nam-joon? Soy un gran chef. Tzuyu ha sido testeadora de todos los platillos que puedo preparar. Es mortal después de todo, tengo que alimentarla como es debido.

El vampiro agarra su copa de cristal y pretende llevarla a sus labios, pero esta se halla vacía, por lo que, con una sonrisa encantadora, llama la atención de su sirvienta:

―Tzuyu, querida, olvidaste algo muy importante.

La aludida palidece ahí mismo en cuanto ve esa copa sin nada. Pasa saliva y sus labios comienzan a temblar. Bajo la atenta mirada de Nam-joon, con su nerviosismo en aumento, la ve inclinarse delante del vampiro. Junta y frota sus manos en símbolo no de disculpa, sino de clemencia. Seok-jin se muestra muy calmado, aunque lleva sus pupilas hacia el muchacho al otro extremo, como el blandir de un puñal.

―Sigue comiendo, Nam-joon ―comanda, con un tono que les eriza la piel a su cautivo y a su sirvienta al unísono.

Como acto reflejo, el muchacho da otro bocado, mas no escatima segundos en subir la vista hacia el panorama crítico.

―¿Estás esperando una invitación, Tzuyu? ¿Qué esperas para hacer lo que debiste haber hecho? ―Su timbre es rudo.

Haciendo una reverencia una vez más, la muchacha se sitúa a su lado y, con la cabeza a gachas, extiende su brazo hacia el vampiro.

―Como fuiste tú quien lo olvidó, serás tú quien lo hará.

La joven alza la cabeza y lo mira suplicante, apretando sus labios, pero el hombre no se conmueve en lo más mínimo y le arrima la copa. Ella sabe lo que él quiere, sabe lo que tiene que hacer y eso solo la aterra más.

Toma el cuchillo que le es dejado junto al recipiente de cristal; Nam-joon traga duramente, casi ahogándose. Con un pulso trémulo a más no poder, Tzuyu adosa el filo de la hoja a la palma de su mano y justo cuando se cree con el valor suficiente para complacer el deseo morboso de su señor, este la frena en seco chasqueando su lengua en una retahíla siniestra.

―De ahí no voy a obtener la cantidad que necesito y lo sabes, cielo. Creí que habíamos quebrado la barrera donde intentabas tomarme el pelo. ―Tuerce la cabeza, con una expresión de desilusión tan enternecedora y falsa, que provoca ira.

Con sus ojos irritados por el rumor de las lágrimas, la muchacha respira profundo y de una estocada apuñala su propio antebrazo, un poco más debajo de la muñeca. Ni un solo grito es expelido, solo suspiros ahogados. Nam-joon está completamente estupefacto, inerte. Sin demora, la chica lleva su brazo al aro de la copa y comienza a llenarla con la sangre que escurre de la herida.

De súbito, Seok-jin se pone de pie y en un pestañeo está pegado a la doncella. Toma su muñeca de un arrebato y sin la menor delicadeza entierra más el cuchillo y da una vuelta completa, para que así la copa se llene más rápido. Una vez más, ningún grito emerge de ella, solo grandes bocanadas de aire.

―¡¿Pero qué haces?! ¡Suéltala! ―reclama Nam-joon, levantándose de golpe y plantando las manos sobre la mesa.

―Guarda silencio, chiquillo ―contesta Seok-jin, con un tono y semblante intimidantes.

El muchacho observa en ese momento cómo sus ojos ocupan un tono rojizo, casi resplandeciendo. Una escena de una película fantástica, pero lejos de sorprenderlo, siente un pavor garrafal.

Cuando la copa queda a gusto del vampiro, éste retira el objeto punzante del brazo de la chica, lo acerca a su boca después y comienza a lamer la sangre de la herida hasta no dejar nada y culmina su misión con unos dulces besos, dejando la extremidad libre de daño. Ase la copa y se la lleva a la boca, haciendo fondo blanco en cuestión de segundos. Cuando apoya la base contra la mesa, haciendo un ruido sonoro, sus dos acompañantes se sobresaltan. Seok-jin se relame los restos de sangre de los labios y las comisuras mientras ese rojo en sus ojos se apaga poco a poco, así como su sed.

―Gracias, querida. Sabe bien, pero podría saber mejor ―dice, limpiándose mejor la boca con una servilleta que la misma chica le había ofrecido rápido.

Ella responde haciendo una reverencia. Su sumisión escala en lo irracional, lo que provoca un estallido emocional en Nam-joon.

―¡Maldito monstruo! ―le grita iracundo―. ¡¿Qué rayos le hiciste?!

Seok-jin sonríe, liberando aire por sus fosas nasales, a la vez que cierra sus ojos por un momento. Toma a la muchacha de la mano de un arrebato y camina con ella en dirección al chico.

―¡Suéltate! ¡Corre! ―grita con desespero―. ¡Yo lo entretendré mientras...!

Nam-joon corta el habla en cuanto la joven, cabizbaja y con sus manos juntas sobre su vientre, detiene su marcha a unos pocos metros de él y Seok-jin lo mira fijamente, helándole los músculos.

―¿Qué le hiciste para dejarla sin hablar, maldito? ¿Acaso tú...?

Seok-jin ensancha una sonrisa y deja escapar una risa nasal. Nam-joon, fuera de sí, toma a la chica por los brazos y la zarandea.

―¿Qué fue lo que te hizo este loco para dejarte muda?

La chica abre la boca y suspira, llevándose una mano a su garganta.

―¡¿Qué te hizo?! ¡Háblame!

―La intervine quirúrgicamente ―contesta el vampiro.

Es con este tono seco y gutural que el joven recuerda que el hombre estaba unos pocos metros frente a él. Seok-jin coloca un dedo bajo el mentón de la chica, incitándola a levantar la cabeza, entonces Nam-joon logra ver una cicatriz en su cuello que lo deja estupefacto.

―Le corté las cuerdas vocales para que no pudiera emitir sonido alguno ―dice, con un timbre y semblante que solo fomenta miedo. Con disgusto retira su dedo, librando a la muchacha de su toque.

»Tzuyu, cariño. Siempre llevas una libreta contigo. ¿Por qué no le haces saber a Nam-joon con dos simples palabras por qué te hice eso?

Con la pena apelmazando su pecho, la muchacha saca del bolsillo de su delantal un pequeño anotador con un bolígrafo, escribe y arranca la hoja, pero poco antes de entregársela al joven, Seok-jin se la arrebata de las manos.

―Gracias, preciosa. Retírate. Luego tendremos una charla privada tú y yo.

La chica hace una reverencia a su señor y se retira a paso acelerado.

―Eres un enfermo ―espeta Nam-joon.

Seok-jin comienza a reír.

―¿La violaste, desgraciado? ―lo increpa con rabia, y la risa del vampiro se intensifica―. ¡¿La violaste?!

―Nam-joon... ―dice, tratando de aplacar sus carcajeos―. No. ―Menea la cabeza con parsimonia―. Te voy a violar a ti.

De un tosco movimiento, alza y carga al chico sobre su hombro sin el menor esfuerzo. Nam-joon no recuerda la existencia de la persona que haya podido desprender sus pies del suelo en su vida. Pese a sus gruñidos y golpes, el hombre no se detiene. El muchacho siente que vuela por momentos con una fuerte ventisca golpeándole el rostro, un latigazo cuando Seok-jin pisa el barandal de las escaleras y otros más conforme va ascendiendo los pisos. Escucha la puerta abrirse y azotarse contra la pared y lo siguiente que siente es el cobertor de la cama en su dormitorio. Mientras su cerebro y cuerpo tratan de asimilar qué demonios ocurre a su alrededor, el peso del cuerpo del hombre sobre el suyo, hundiendo las sábanas, lo sobresalta, y en cuanto sus ojos hallan su rostro severo se paraliza un instante, y al siguiente lucha por alejarlo, inútilmente, por supuesto, ya que en un suspiro apresa sus manos sobre su cabeza, produciéndole la sensación de que si se mueve tan solo un poco un hueso se quebraría. «¡No, no!», grita y repite, asustado hasta la médula y sudando frío.

―Guarda silencio, Nam-joon ―dice el vampiro, y desvela delante de su rostro el papel en el que había escrito Tzuyu.

Eso logra hacer que deje de retorcerse al menos, y que su respiración se acompase un poco.

―No voy a abusar de ti. ―Niega con la cabeza―. Los amantes no hacen eso. ―Sonríe con procacidad.

―Quí-quítame tus manos de encima, por favor. ―No puede evitar rogar, el miedo lo domina en este momento.

El vampiro sonríe muy gustoso de su "cambio de actitud" en cuanto a su facundia. Remueve su agarre y se le quita de encima, dándole su espacio y la libertad de recobrar el aire. Nam-joon se sienta de un impulso, muy agitado todavía. Con ese corazón tan acelerado, Seok-jin no puede dejar de sonreír. Le arrima de nueva cuenta la pequeña hoja de papel; el joven la toma y la desdobla para leerla: 도망치려고 했어요. (Intenté escapar). Aquel breve mensaje lo deja trémulo de nueva cuenta. Mueve apenas su cabeza y el rostro del vampiro roza el suyo.

―¿Entiendes ahora, Nam-joon?

El aludido lo mira sin poder dar un solo pestañeo.

―Si intentas escapar podrías morir, y no quiero eso ―dijo, con una no fingida expresión de desencanto―. No quieres que te corte las cuerdas vocales, ¿cierto?

Nam-joon mueve la cabeza, diciendo "no".

―Correcto. Tampoco quieres que te suprima el páncreas y te haga insulinodependiente, ¿verdad?

Obtiene otro gesto negativo.

―No quieres que te extirpe un riñón y lo venda al mercado negro, ¿o sí?

De nuevo menea la cabeza en negación.

―Perfecto, Nam-joon. Veo que me has entendido. Eso me da mucho gusto ―dice, con un tono muy apacible.

Corre unos mechones de cabello de su frente, acaricia su rostro humectado por una muy leve capa de sudor y lo agarra por el mentón después, dándose el gusto de menearlo un poco. Nam-joon está en shock, con la mente en blanco; su cuerpo no le responde en lo más mínimo. Seok-jin lo sabe y por supuesto que toma ventaja: se acerca y apoya sus labios sobre su frente.

―Dúchate, cariño. No vayas a irte a dormir con ese sudor encima ―le dice, y con una última caricia a su cabello se pone de pie y cruza la puerta, poniéndole llave y dejando a ese pobre chico perdido entre miedo y sudor.


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Holiwis ( ͡° ͜ʖ ͡°). Espero que todos estén muy bien.

Solo quería aclarar el tema de la notita de Tzuyu, que la puse en coreano, por nada en particular, me nació ponerlo así (y creo que en los capítulos posteriores no lo volví a hacer). Quería mencionarlo porque puede que el mensaje llegue a estar errado, tal vez, así que les pido por favor que no lo tomen al 100% como que eso se dice así, ¿sí?

Gracias por su apoyo, su lectura e interacciones. Lo aprecio un montón. ♥


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