Capítulo 33: Mi prisionero

Bajo un firmamento cubierto de nubes plomizas que destellan con resplandores efímeros, los truenos murmuran en la distancia. Una estructura titánica se alza desafiante, perforando las alturas con su arrogancia pétrea. En su cúspide, los sabios ancianos vigilan la ciudad desde un colosal ventanal circular. Allí, como deidades invisibles, dictan su silenciosa sentencia sobre el mundo que se extiende bajo su sombra.

―Díganme entonces... ¿qué solución habrán de presentar para este... predicamento? ―inquiere Shownu, girándose hacia sus hermanos con la gracia de un soberano, las manos enlazadas tras su espalda, emblema de refinamiento.

―Kim Seok-jin debe ser juzgado por la Suprema Corte Nocturna y, acto seguido, ejecutado ―declara Rain, reclinado en la cabecera de la vasta mesa rectangular, sus ojos fijos en el ventanal que domina la estancia.

―¿No crees, hermano mío, que te precipitas con excesiva ligereza?

―Si ya inspira desconfianza, su existencia debe ser extirpada ―responde, deslizando un pulgar sobre su garganta en muda señal de condena.

―Dong-wook, siempre tienes algo que objetar. Dime, ¿qué te mantiene tan absorto? ―pregunta Minho, girando lentamente su silla hacia él.

El inmortal interpelado emerge voluntarioso de sus pensamientos. Retira los dedos que descansan sobre sus labios, alza la espalda en su sitial y contesta con voz grave:

―Kim Seok-jin no es un diamante que precise talla, sino una joya cuyo fulgor ya ilumina las penumbras de nuestra sociedad secreta. Su trabajo con el espécimen Kim Taehyung nos promete frutos impensados.

―Eso es innegable, mas no debes desatender el hedor extraño que percibimos en la mansión.

―Admito que algo podría ocultarse.

―Entonces debemos actuar...

―¿Y arriesgarnos a perder el alcance de su mente? Seok-jin es más que un estudioso, es un estratega consumado. Permítanle elevarse hasta donde su ambición lo lleve, y cuando se halle en la cúspide de su confianza... ajustaremos la ballesta y lanzaremos el tiro certero.

―Convenido ―asiente Rain, y Dong-wook curva sus labios en una sonrisa que promete tanto como amenaza.

● ● ●

Seok-jin retorna a la fría bodega subterránea donde Nam-joon todavía se encuentra cautivo. El joven reacciona repentinamente ante el estruendo de la puerta; estaba a punto de caer rendido por el cansancio.

―Oh, Nam... ―dice el vampiro, camina hacia él y se inclina a su lado.

Observa las cadenas en los tobillos, los brazos detrás de la espalda y finalmente vuelve a su rostro, contemplando sus ojos cansados.

―Debes estar exhausto, ¿verdad? ―dice, y acaricia su rostro; Nam-joon asiente despacio―. Debes sentirte adolorido por esas feas cadenas y esa horrible cinta en tu hermosa boquita, ¿verdad?

El chico mueve la cabeza en asentimiento otra vez.

―¿Quieres que la quite, precioso? ―Desliza sus dedos por su mejilla―. Aunque, ¿sabes?, una parte de mí quiere dejarte así. Meter mis manos debajo de tu ropa y escucharte suspirar sin que puedas hablar ―susurra y toca su nariz con la punta de su dedo, escuchando un lamento de impaciencia.

»Pero qué diablos... ―dice de repente y retira la cinta de un tirón.

Nam-joon deja escapar un quejido y, luego de escupir el bollo de tela de su boca, le da su lugar a la agitación, tratando de recobrar el aire que por tanto tiempo tuvo reducido.

Seok-jin observa ese trozo de tela mojada en el suelo y enarca una ceja, conteniendo una sonrisa. El maldito de Taehyung sí que se tomó en serio su tarea, piensa, y regresa sus ojos hacia su amante.

―¿Estás falto de aliento, Nam? ―pregunta y palpa sus labios con su índice.

Nam-joon apenas logra suspirar, tratando de articular una posible respuesta, pero al vampiro no le importa. Atrapa sus labios en un beso descarado y hambriento. El joven flexiona las piernas, haciendo ruido con las cadenas que rodean sus tobillos, pero Seok-jin pone fin a ese castañeo al sentarse a ahorcajas sobre su pelvis, en tanto sigue besándolo. Nam-joon se queja dentro de su boca, suplicando un respiro, y solo cuando cree que la asfixia será inevitable, es liberado. El muchacho permanece agitado por la falta de aire; el vampiro, por su excitación. Sin pausa, Seok-jin besa su rostro, desciende hacia su cuello y empieza a lamerlo.

―Ji-Jin... ―susurra, llamando su atención.

―Sí, lo sé... Discúlpame... No me pude resistir más... ―suspira con pesar, rodeando su cuello con sus dedos y meneando la cabeza con lentitud, como si quisiera calmarse. El anhelo de sentirlo lo abruma.

»No te vi ni te olí por horas... Me hacía sentir tan vacío... ―murmura antes de dejar caer la cabeza sobre su hombro.

Sus labios gruesos rozan la piel de su cuello; lame, besa, y vuelve a lamer. Cada desplazamiento arrebata pequeños sonidos húmedos que se filtran en el aire, haciendo que Nam-joon trague saliva con dificultad. Seok-jin lo hace tan lento y controlado que la respiración del muchacho se acelera, sus latidos golpeando con fuerza.

―¿Me dejas beber un poco de ti, amante? ―musita entre besos, con una voz ronca que lo estremece.

―S-si digo que no... ¿me harás caso?

Seok-jin se detiene en seco. Su respuesta lo frustra; no es la que espera. Quiere que Nam-joon le entregue su sangre sin titubeos, ni condiciones.

Sin decir más, remueve las cadenas de los tobillos, pero deja aseguradas las muñecas. Coloca las manos sobre su pecho y empieza a bajar el cierre de la chaqueta de cuero, seguido de los botones de la camisa.

―Jin...

―Silencio.

―Por favor, ya déjame... Hace mucho frío aquí...

―Frío, ¿eh? ―expresa burlón, mientras desprende otro botón y sus dedos se deslizan sobre la camiseta debajo, tanteando su pecho.

Los ojos del vampiro se detienen en el cuello de la camiseta. La tela blanca le impide contemplar la piel de su amante, un obstáculo que decide eliminar sin contemplaciones.

―No la rompas... ―protesta Nam-joon, con un temblor en su voz.

Seok-jin, ignorando sus palabras, abre la boca y deja ver sus colmillos, con los que decide rasgar la tela, y después, con un movimiento brusco de sus manos, desgarra la prenda de un solo tirón, dejando expuesto su torso. Nam-joon lo llama de nuevo, pero no le responde. En cambio, apoya el rostro contra su pecho desnudo, aspirando su aroma. Ya no huele a sus dulces rosas, y esa ausencia lo llena de rabia.

Vuelve a abrir su boca y comienza a dejar un rastro húmedo sobre su piel. Sus labios fríos y su lengua impúdica exploran con avidez, sacándole jadeos. Nam-joon siente temblores recorrer su cuerpo. Su cabeza golpea suavemente contra la barra de metal a la que está atado; aprieta los párpados y muerde su labio inferior, intentando reprimir las sensaciones.

La lengua del vampiro se detiene en su pecho. Prueba, lame, y juega con sus pezones antes de morderlos con una sutileza que lo desarma. Seok-jin lo devora con una dulzura inquietante, entrelazando los muslos de ambos, frotando su pelvis contra la suya y generando sonidos estridentes a propósito, para provocarlo. El chico siente cómo su cuerpo responde, endureciéndose bajo la tela que lo aprisiona. El dolor comienza a mezclarse con el placer, dejándolo atrapado en un vértigo que lo aterra. Le parece increíble su falta de juicio ante Seok-jin. Es un abismo, y no puede evitar caer en él.

―J-Jin...

―¿Vas a pedirme que pare?

―Creí que habías dicho...

―Sé perfectamente lo que dije, y lo sostengo. Pero no vas a privarme de comerte tan siquiera un poquitito, ¿verdad? ―pregunta, tomándolo por el rostro y mirándolo con una expresión lastimera que por un segundo Nam-joon podría jurar que le pareció adorable.

»Después de todo... a ti te encanta cuando te toco, ¿no es así? ―dice, mirándolo directo a los ojos y deslizando su mano por su abdomen hasta sus genitales―. Mira nada más qué duro estás, precioso...

―Jin... ¿En qué carajos me estás convirtiendo?

―Nam, yo no te he convertido. Yo te descubro, te reclamo y te tomo ―dice, y mete su mano dentro del pantalón.

Nam-joon deja escapar un jadeo, que intenta acortar al apretar los labios, no solo por el estímulo, sino por ese contacto helado, y menea la cabeza con desasosiego.

―Te he sido honesto desde el principio. Lo soy ahora también. Quiero que seas mío... ―continúa y masajea.

―Y-ya lo he sido...

―No del todo, ambos lo sabemos...

―P-pero...

―¿Pero...? ―Su agarre es más prominente.

―M-me sigue asustando...

―¿Tus emociones?

―Tú... con mis emociones...

―No hay nada que temer... ―le dice, y besa su mentón, luego, sus labios―. Siempre y cuando sigas las reglas que tú ya conoces. ―Su mirada se torna severa.

Un "clic" se escucha y Nam-joon siente las muñecas flojas: Seok-jin lo ha liberado por fin. Tan pronto como recupera sus extremidades, el vampiro toma sus manos y se adosa a besar sus enrojecidas muñecas, producto de la presión en los eslabones. Nam-joon lo mira confundido; no le molesta, aunque la cercanía lo pone terriblemente nervioso y dubitativo. Seok-jin lo sabe a la perfección, por lo que levanta sus ojos hacia los suyos y le habla:

―¿Qué quieres que haga ahora?

―Na-nada...

―¿Nada dices?

―¿Pu-puedes...?

―¿Sí?

―¿Puedes llevarme a mi dormitorio para dormir?

El hombre golpea el tubo con la palma, sobresaltando al chico; apoya la otra mano en el suelo, atrapándolo entre sus brazos, a la vez que arrima su rostro al de él.

―¿Quieres dormir?

―S-sí... ―responde casi de manera inconsciente, como si se tratase de algún tipo de mecanismo de defensa.

―Bien.

En menos de un parpadeo, Nam-joon se ve a sí mismo en los brazos del vampiro, listo para partir junto con él.

―¡E-espera, Jin! ¡Puedo caminar...!

―Estás cansado, es un largo camino y, con este frío, pescarás un resfriado. Será más rápido si te llevo.

En cuestión de segundos, no solo están dentro de la mansión, sino frente a la puerta del cuarto. Seok-jin lo pone en el suelo, puede notar que el chico se halla un poco mareado por el vertiginoso traslado.

No puede contra su naturaleza bruta.

―Este no es mi cuarto.

―Es el mío. ¿Cuál es la diferencia? ―le dice, mirándolo fijo y abre la puerta, cediéndole el paso.

Aunque ambiguo, Nam-joon da un paso al interior. El ambiente es oscuro, iluminado solo por velas grana, y el inconfundible aroma a las rosas rojas aterciopeladas llena el aire, decorando muebles con su presencia. A unos metros de la cama, se gira hacia el hombre y le habla:

―¿No vas a...?

―¿Quieres vino? ―remata de inmediato, acallándolo.

El muchacho se toma unos segundos y responde:

―Sí... ¿Por qué no?

―No será uno fuerte como el de la última vez, lo prometo ―dice y sonríe de lado.

● ● ●

Latidos acelerados, calor desbordante y sonidos grotescamente deleitantes. El apetito carnal cobra vida en ese cuarto cerrado y oscuro, una armonía de jadeos frenética y dolorosa.

Taehyung descansa su espalda contra el cabecero de la cama mientras Jung-kook, aferrado a los barrotes de hierro de ese cabezal, se mueve arrebatadamente sobre su pelvis. Su mente está atrapada en un delirio febril, ajeno a la realidad, prisionero de los colmillos de Taehyung, quien le comanda, y él solo obedece.

Las marcas sobre sus nalgas, enrojecidas por los azotes de sus palmas, son testimonio de la entrega que el vampiro exige. Empapado en sudor, el chico está al borde del desfallecimiento, pero la lujuria lo domina. Gime alto, constante, aunque se ve obligado a hacer pausas de tanto en tanto ante la necesidad de pasar algo de saliva.

―Eso es, Jung-kook, lo estás haciendo de maravilla ―dice Taehyung, animándolo a acelerar sus movimientos―. Sigue así y no pares.

Los ojos del joven están completamente perdidos en un placer irracional. No entiende lo que ocurre ni sus propias acciones, solo sabe que la excitación lo consume y necesita culminar. Taehyung lo observa con atención, fascinado porcada gesto: la sensualidad con la que se mueve, las miradas cargadas de deseo, los labios húmedos y mordidos, mientras siente cómo el momento se aproxima. Pero no lo deja llegar, lo obliga a desacelerar, alargando el placer con una precisión cruel.

―Jung-kookie... ―susurra, tocando y masajeando su pecho y su miembro, haciéndolo temblar.

Ya ha podido contemplar su semblante en pleno orgasmo, pero su expresión de preorgasmo en estos momentos le parece igual de hermosa y sugestiva. Es esa fragilidad que lo ha cautivado en primer lugar. Ahora Taehyung lo entiende con claridad: Jung-kook no solo le atrae, le gusta. Esa certeza lo invade al contemplarlo, cada jadeo, cada estremecimiento, cada expresión previa al clímax.

Esa noche que lo vio por primera vez, llorando en uno de los cordones de la vereda por cosas que ya no tenían remedio en su vida, se prometió volverlo de su propiedad a toda costa. Llenar su rostro y cuerpo con cada una de sus huellas dactilares, impregnarlo con su saliva, marcar sus dientes en su piel... Molerlo a golpes y dejarlo miserable... Un momento, ¿qué?

Un quejido y una punzada golpean de repente a Taehyung; se ruega para sus adentros que su maldita cabeza no lo arruine, porque considera que está en su mejor momento y no quiere perderlo.

―¡Más rápido! ―le exclama a Jung-kook, quien lo consiente.

Taehyung busca concentrarse, pero imágenes repentinas lo azotan y atormentan: la misma mujer de visiones anteriores se manifiesta. Lo mira entristecida, con un dejo de desilusión en sus ojos. Él murmura su nombre en sus pensamientos: Jennie. Miles de dedos acusadores lo señalan. «No te preocupes, Tae. Tu secreto está a salvo conmigo». Ella es cálida y toca su rostro con afecto. Él está encantado con su presencia, pero de repente su entorno se oscurece. El aguijonazo en su cabeza se torna insoportable, y un dolor abrasador atraviesa su garganta: un trozo de metal cruza su tráquea de lado a lado, dejándolo en agonía. Gruñe con dolencia mientras Jung-kook comienza a moverse desbocado, respondiendo instintivamente a su pedido.

Relámpagos en el cielo nocturno, acompañados por un aguacero helado. Jennie aparece otra vez: yace en la hierba, gritando y sufriendo. El desgarrador suceso se refleja en las retinas de Taehyung, que no puede hacer más que ahogarse en su propia sangre. Vaga en su mente la imagen de un monstruo, una figura espectral de cabello renegrido cubriendo sus ojos y una sonrisa siniestra en unos labios gruesos, manchados de sangre inocente.

«Es... ¿Jung-kook?», bosqueja el perturbado sujeto. Todo es muy nebuloso.

Hay miles de rostros en esta tierra, en todo el mundo. Muchos de ellos demasiado similares.

«Yo soy el monstruo. Una pesadilla de la que jamás te podrás librar», le promete el individuo, mientras toma, desgarra, se apropia, bebe, mata, ríe y disfruta.

«Ahora mírame muy bien, infeliz...», le dice, sin detener sus fechorías.

―¿Jung-kook...? ―suspira.

El chico sigue gimiendo sobre él, ya agotado.

»¡Jung-kook! ―insiste.

El aludido responde con un clamor mucho más intenso; su cuerpo entero contrayéndose a la vez que un espasmo lo recorre. Intenta recobrar la respiración, pero otro estremecimiento lo sacude, seguido de uno más.

Taehyung parpadea y encuentra el rostro del chico, perlado de sudor, respirando de manera irregular. Cuando baja la mirada, ve cómo los fluidos se deslizan por su mano, la misma que lo había estado estimulando. Una mezcla de excitación y furia palpita en su interior. La lucha entre mantenerse en ese paraíso efímero y descender al abismo de su mente atormentada lo consume.

Molesto, rodea la cintura de Jung-kook, moviéndose junto con él para no perder el estímulo alcanzado. Los jadeos agudos y descontrolados del chico lo mantienen encendido. Jung-kook, perdido en la inconsciencia que lo ha dejado el malvado vampiro, responde con movimientos involuntarios: acaricia el rostro de Taehyung con delicadeza inesperada, liberando cálidas exhalaciones contra su boca, mientras aquel que se proclama como su dueño, reafirma su mando sobre él y continúa haciéndolo suyo.

―Eso es, Jung-kookie... Gime así para mí... ―susurra más ronco, perdiéndose en el momento.

El chico cierra los ojos, se muerde el labio bajo, y lo recibe hasta que le es imposible seguir manteniendo sus labios juntos, dando paso a espiraciones incontrolables.

―¿Te gusta, hermoso? ―murmura, intercalando pequeños besos con sus oscilaciones.

―¡Sí...! ―gime―. Hazme tuyo... ―suspira, atrapando sus labios en un beso―. Hazme tuyo, Mingyu...

Y con esa declaración, los ojos de Taehyung se abren de par en par. La burbuja que había intentado crear se desmorona en un instante. Con un movimiento brusco, arroja a Jung-kook sobre el colchón y se abalanza sobre él.

―¡¿Cómo que Mingyu, hijo de puta?! ¡¡¿Cómo que Mingyu?!!

En su furia descontrolada, la mano del vampiro se estrella contra el rostro del chico con la fuerza de un puño cerrado. Jung-kook grita y balbucea disculpas, pero no sirve de nada. Otro golpe lo silencia.

El hombre inmortal lleva sus manos al cuello del joven, apretándolo mientras su víctima lucha inútilmente por liberarse. Con un movimiento rápido, Taehyung inmoviliza sus muñecas por encima de su cabeza, sujetándolas con una fuerza que no puede ser resistida.

―¡¡Abre esas piernas para mí, como la puta que eres!! ―brama furioso y con tirria.

Jung-kook se sume en llanto, quebrando su voz mientras el vampiro lo invade sin piedad. Cada estocada le arranca un grito, cada súplica de clemencia queda ahogada bajo la mano de Taehyung que aprieta su garganta.

―Por favor... no seas brusco... me duele... ―jadea entre sollozos.

Pero sus palabras apenas son un eco pequeño al fondo de una fosa.

―¡Yo soy el monstruo ahora! ―exclama, retirando su mano del cuello para propinar otro golpe. Se hunde en él una y otra vez, arrancándole gritos que se mezclan con el aguijón de lágrimas.

Consigue consumar su acto cruel y perverso. El daño se le revela cuando retira su miembro, viéndolo embadurnado con su propia esencia y sangre. La escena aviva su hambre, y los colmillos emergen con rapidez, instigando su naturaleza voraz. Sin compasión, ataca el cuello del chico, bebiendo con vehemencia, indiferente a su grito desgarrador. La sensación lo consume, hasta que finalmente Jung-kook se ve arrastrado por la fatiga física, el miedo y la desesperación, quedándose inconsciente.

―No... no... ―farfulla―. ¡Despierta, maldito mocoso! ¡No te puedes poner a dormir ahora! ―exclama, casi como un lamento desgarrador.

Su sangre lo embriaga; sus colmillos, afilados como dagas, ansían perforar de nuevo aquella piel frágil. Se relame con un deseo casi incontrolable, sus ojos perdiéndose en el frenético latido aún palpable bajo la garganta de Jung-kook.

Un estruendo rompe la tensión. La puerta se desploma con violencia, y el eco en la habitación es tan ensordecedor como la tormenta que arrasa en la mente de Taehyung. Seok-jin irrumpe, su mirada carmesí clavándose como dos espinas afiladas en él, cargada de ira y juicio.


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¡Hola! c: Espero que tod@s hayan tenido un bonito año nuevo y que también hayan iniciado muy bien. 

Gracias por seguir mi historia, lo aprecio mucho. ¡Cuídense! ♥

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