Capítulo 32: Mi placer culposo
La temperatura ha descendido considerablemente, al punto de volver visible el aliento. En un río, alejado del centro de la ciudad, un viejo pescador navega entre las aguas, envueltas en una neblina baja. Avanza con calma, confiado en su memoria del trayecto, sin que la bruma suponga un problema. No obstante, uno de sus remos choca contra algo. Cuando la niebla se aparta, descubre un cuerpo flotando boca abajo. Atónito, el hombre saca su teléfono celular y marca a la policía. Mientras espera el tono, inquieto, dirige la mirada nuevamente al agua, pero el cuerpo ya no está. Se aferra al borde del bote, incapaz de creerlo. El sonido del timbre telefónico retumba en su pecho como una punzada. Luego, siente un peso que hunde ligeramente la embarcación y escucha el chapoteo del agua. Al darse la vuelta, se encuentra cara a cara con un demonio de ojos rojos y colmillos afilados, que lo ataca con un impulso voraz. Su grito plagado de horror se pierde en la soledad del río.
● ● ●
―¿Creíste que Jimin te iba a salvar? ―gruñó Taehyung contra el rostro de Jung-kook, luego de volver con él tras haberse deshecho del cuerpo de Jimin, y encuanto todos los invitados dejaron la residencia de Kim.
Aún seguía colgando de la cadena en aquel oscuro almacén como lo había dejado. Temblaba, negando con la cabeza para darle una respuesta que lo complaciera y calmar su rabia. Sus lágrimas caían con impotencia, sus gritos atrapados bajo la cinta que sellaba su boca.
―¡Te equivocaste! ―Lo zarandeó, intensificando su llanto―. ¡No vendrá nadie por ti! ¡Nadie!
Después de dejar al chico en el dormitorio, baja a la otra ala subterránea de la mansión, donde Seok-jin tiene su laboratorio: un espacio bastante amplio y el más frío de toda la casa. Esculca furioso los estantes, cajones y vitrinas, como un drogadicto en abstinencia. Al salir de una de las habitaciones, ve una puerta desolada al final del extenso pasillo. Justo antes de tocar la perilla, unas manos lo agarran de la ropa y lo estampan contra la pared.
―¿Tocaste a Park Jimin?
Taehyung pone su mejor actuación hipócrita, pero a Kim Seok-jin, el rey de la hipocresía, no lo engaña. Con la precisión de una hoja afilada, hunde su mano en el vientre de Taehyung, abriendo la carne y manoseando sus intestinos. El grito desgarrador del muchacho resuena por el corredor. Intenta tolerarlo, pero el dolor se vuelve insoportable en cuanto Kim retuerce su mano, esparciendo sangre y acrecentando el padecimiento. Taehyung jadea, aferrándose a sus hombros mientras lucha por respirar.
―Escoria... No solo tuviste el tupé de atacar al chico Park, ¡también me mentiste ocultando a Jung-kook en la mansión! ―espeta mientras hunde más su mano en sus entrañas, arrancándole un berrido.
―S-se vería sospechoso si dejaba la fiesta de tanto en tanto para ir a verlo, por eso a él lo dejé aquí...
Una contracción nerviosa recorre el rostro de Seok-jin. Agarra al chico por los cabellos y estampa su cabeza contra el muro, quebrajándolo.
―¿Tienes idea de lo que pudiste haber ocasionado, infeliz? ―murmura con voz áspera y ominosa.
―¿Po-por qué t-te haces tanto problema? Por lo que sé e-es un vampiro joven, pu-puedes matarlo si te da problemas...
―¿Por eso actuaste tan imprudentemente?
Kim abre sus ojos con un asombro siniestro. Retira su mano ensangrentada y, sin vacilar, agarra el rostro del vampiro rebelde que tantos problemas le trae, en tanto lo oye esforzarse por tomar un respiro.
―Te explicaré un par de cosas: el chico Park tiene influencia con los cabecillas; su moral sobrepasa la de cualquiera. Incluso en la Suprema Corte Nocturna tienen planes de volverlo su cazador personal.
»Su hermano Taemin no se queda atrás. Jimin es su adoración, y ten por seguro que poco le importará de quién se trate. Cualquiera que toque un cabello a su hermanito enfrentará algo peor.
»Tuve que formular una mentira para calmarlo, pero sé que no lo he convencido del todo ―medita luego de apartarse, con el puño sobre los labios―. Fuiste muy estúpido, Taehyung ―recalca, susurrante, con una mirada penetrante.
Seok-jin vuelve contra el chico y planta las manos contra la pared, a los lados de su cabeza, enterrando los dedos en el material. Aunque apenas perceptible, Taehyung se sobresalta.
―No me crees enemigos innecesarios, chiquillo del diablo ―susurra contra sus labios.
Taehyung inspira profundo y, en un arrebato, aparta las manos del otro vampiro, mirándolo desafiante.
―He tenido que... ―suspira―, tolerar a esos bastardos de sangre pura toda la maldita noche. ¡A diario! ―gruñe―. Escaparme y ver a Jung-kook de tanto en tanto me aliviaba. No sé cómo o por qué, ¡pero siempre lo hace! ―exclama, con una rabia que no termina de comprender mientras mira sus propias manos.
»Solo dame unas drogas para tener mi propia fiesta privada, ¿de acuerdo?
―Deja ya de traumatizar a ese pobre mártir.
―¡¿Por qué?! ¡Es mío, puedo hacer lo que se me dé la gana con él! ―sus ojos destilan furia, y un tinte ámbar se apodera por unos segundos.
Y ahí está una vez más: la bestia interna de Taehyung, dormida, que busca resurgimiento. Su voluntad y sus garras quieren salir a la luz, mientras el aroma incontenible de fiera salvaje emana de él. Seok-jin es conocedor de su condición, desde luego. ¿Por qué otro motivo lo mantendría con vida y bajo su ala? ¿Por qué otra razón los ancianos lo habrían permitido?
Taehyung podrá ser marginado, pero Seok-jin entiende cuán especial y valioso es. También sabe que arrinconarlo hacia una ira que pueda tornarse incontrolable no es una opción inteligente.
―Está bien ―dice al fin, con un tono sosegado y una expresión más relajada―. Te daré la droga para que te diviertas.
La tensión en Taehyung se desvanece como un suspiro, aunque se muestra un tanto suspicioso.
―¿Dónde está el truco?
―No hay truco. ―Sonríe con petulancia y avanza por el pasillo.
Lo conduce hasta una pequeña despensa. Ahí mismo, Seok-jin abre una de las tantas jeringas, introduce la punta en un frasco con un líquido azulado, le da unos golpecitos, retira el excedente, le coloca un capuchón y extiende la mano para entregársela. Sin embargo, antes de que Taehyung la alcance, él la aparta, clavándole una mirada severa.
―Cederé a tus caprichos una vez más, pero si dejas al chico malherido... no dudaré en castigarte. ¿Entendido?
Taehyung responde con una mirada tajante y toma la jeringa. Da media vuelta y se aleja.
―Y pobre de ti si te encuentro fisgoneando en mi laboratorio otra vez ―advierte, su voz resonando como un eco en el frío espacio.
Con cada paso que Taehyung da, el enfado de Seok-jin se disuelve como humo, dando lugar a esa sensación que no sabe cómo describir ni percibir: una punzada aguda en el pecho, que se genera al saber que Jung-kook padecerá nuevamente, aunque trata de apagarla, después de todo, siempre podrá sanarlo con su sangre o hipnotizarlo para que olvide. Jung-kook se ha vuelto una pieza clave de este tablero; sacrificable, pero crucial para descubrir qué hace tan especial a Kim Taehyung que, sin siquiera recordarlo, guarda la clave de algo mucho más grande para una posible evolución avasallante.
● ● ●
―¡¿Jimin?!
Taemin detiene su lectura y salta del sofá, alarmado, al ver a su hermano entrar por la puerta principal, empapado y dejando un rastro de agua a su paso. Un sirviente intenta acercarle una toalla, pero Jimin ignora su acto y presencia.
―¡¿Pero qué fue lo que te pasó?! Desapareciste de la fiesta anoche y...
―Tranquilo, ya estoy aquí ―responde, cortante, sin detenerse―. Iré directo a mi cuarto y empacaré mis cosas.
―¡Oye! ―Lo toma del brazo con tosquedad, obligándolo a girarse hacia él―. Nuestros padres están furiosos porque dejaste la mansión de Kim sin despedirte siquiera. Lo toman como una deshonra y...
―Me importa un bledo, Taemin ―dice y se suelta con un movimiento firme―. Siempre he sido una deshonra para ellos así que les ahorraré las molestias. Yo mismo me largaré de esta casa.
Intenta retirarse, pero su hermano lo detiene de nuevo, esta vez empujándolo contra la pared junto a las inmensas escaleras.
―¡Háblame! ―exige, sujetándolo por los hombros, su rostro lleno de preocupación―. Seok-jin-nim me dijo que te vio irte de la fiesta acompañado por unos vampiros, pero francamente no le creí...
―¿Eso te dijo el señor Kim?
―¿Era una mentira?
Jimin guarda silencio por unos segundos, su mirada imperturbable.
―No ―decide mentir―. Es verdad. Dijeron que querían divertirse, así que...
Taemin le corta el habla tomándolo por la mandíbula, forzándolo a mirarlo más de cerca, sus ojos examinándolo con intensidad.
―Jamás me has mentido, no empezarías ahora, ¿verdad?
―No te estoy mintiendo. ―Mantiene una postura relajada, casi indiferente―. La noche terminó siendo frustrante, y acabé todo mojado. ¿Me dejas marchar ahora, por favor?
Su hermano vacila por un momento, luego lo suelta, dando un paso atrás. Sabe que está siendo muy sobreprotector, incluso invasivo, aunque no termina de aceptarlo.
Más tarde, envuelto en una bata de seda gris perla, Jimin se observa en el espejo mientras seca su cabello tras el baño reparador que tanto necesitaba. No deja de pensar en lo que ha presenciado, en el significado de los hechos y en la encrucijada inevitable en la que ahora está atrapado. No obstante, un golpe a su puerta lo saca de sus pensamientos. Taemin se deja ver y se abre paso luego de cerrarla.
―Pensé que me esperarías para bañarnos juntos.
―Lo lamento. Me urgía higienizarme de una vez.
―Entiendo ―dice, desviando la mirada hacia la cama, donde yacen unas cuantas revistas con catálogos de terrenos y casas en venta―. ¿Sabes ya a dónde irás?
―Tengo unas casas en la mira. No me costará mucho trabajo, y seguro me sentiré más como en casa que aquí.
―¿Me dejarás... visitarte?
―Sabes que sí, hermano. ―Lo mira afligido a través del espejo.
Jimin aparta la toalla. Taemin se acerca por detrás, localizando el ungüento que descansa sobre el mueble del espejo. Lo toma y embebe sus dedos en él.
―¿Me permites? ―pregunta con un tono seductor, sin dejar de compartir sus miradas a través del cristal.
El joven baja la bata, dejando al descubierto su espalda hasta la cadera. Taemin comienza a esparcir la crema de hombro a hombro, descendiendo. Jimin cierra los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás, mientras suspira bajo. La sensación fría lo relaja.
Con una mano, Taemin sujeta la nuca, y con la otra masajea los tensos músculos de la espalda. Sus dedos trabajan con firmeza, obteniendo tenues jadeos. Pero es un escalofrío lo que lo recorre a Jimin cuando los labios de su hyung se posan en la curva de su cuello, dejando un rastro de besos y ligeros apretones.
En el momento en que los ojos de ambos se encuentran, Taemin no se resiste un segundo más y presiona sus labios contra los de su hermano. Este responde, abriendo su boca; sus lenguas se encuentran y entrelazan en un bucle sin fin. Taemin lo empuja contra la cama, cayendo con delicadeza sobre él, profundizando el beso y compartiendo suspiros cargados de deseo.
De un arrebato, le abre la bata y acaricia sus pezones, excitándose con los jadeos que provoca. Quiere más. Deshace el nudo de la prenda y la despliega como dos alas a los lados. El cuerpo de su hermano es tan hermoso como su presencia, su carácter; tan inocente como ese absurdo deseo de encontrar el amor entre los mortales.
Bajo la fina tela se halla su erección, la cual encuentra irresistible, y es el motivo por el cual abandona el contacto de esos carnosos labios para hacer su camino hacia su anhelo. La reclama con hambre, entre sus labios, dejando que su pasión guíe cada caricia húmeda. La espalda de Jimin se arquea con una gran bocanada de aire. Estruja los cabellos de su hermano entre sus dedos mientras lo devora con perversión. Sus gemidos se vuelven más fuertes, más agudos, más...
―¿Taemin?
Y con la voz dulce y calmosa de su hermano menor, el muchacho sale de su fantasía promiscua para dedicarle su atención.
―¿Te sientes bien? ―pregunta, todavía observándolo desde el espejo.
―S-sí... Descuida ―responde, mostrando una sonrisa amable, esas que tanto le gustan a su hermanito.
―¿Crees que puedas dejarme a solas un rato? Así me vestiré.
―Jimin, ya he visto tu cuerpo desnudo muchas veces...
―Lo sé. Pero quisiera un poco de pudor y privacidad, si no te importa.
―De acuerdo ―suspira de mala gana―. Pero vendré a verte después, ¿bien?
―Cuento con ello. ―Sonríe.
Inesperadamente, el inmortal mayor se aproxima en un suspiro, lo toma por la nuca y une sus labios en un beso.
―Taemin, ¿por qué...? ―alcanza a formular, antes de ser interrumpido, pues otro beso le es arrebatado, más intenso esta vez.
Jimin se siente extraño; adora a su hermano, pero ese beso no lo siente como los que suelen compartir al saludarse o despedirse, sino como el de un amante. Eso lo altera, y pone una mano sobre su pecho, apartándolo y rompiendo el contacto.
―Por favor, retírate...
―Lo siento si te incomodé...
―E-está bien, solo... Déjame a solas un rato, ¿bien?
El muchacho cede a su pedido. Jimin, al quedarse solo en su alcoba, pone dos vueltas de llave. Jamás había sentido la necesidad de eso, además, podría tirarla abajo de un simple manotazo, pero confía en que respetará su privacidad en el momento en que se percate que está sellada.
Está agitado por su comportamiento; nunca antes lo había hecho sentir incómodo. Pero le resta importancia, ya que carga con una incertidumbre mucho mayor: Kim Seok-jin, un respetado inmortal, la estrella polar de los sabios ancianos, tiene cautivo a un mortal en su morada. Con una mano sobre la boca y el ceño fruncido a más no poder, Jimin debate mentalmente consigo mismo. Hablar sería lo correcto. Seok-jin sería castigado por su delito, pero... ¿Qué sería de Jeon? Probablemente terminaría muerto, servido como ofrenda en un banquete sangriento. No puede permitirlo. Siempre ha detestado las injusticias, fue esa la razón por la cual eligió su oficio como oficial y detective. No va a ser fácil, pero hallará el modo de liberar a Jeon Jung-kook de uno de los vampiros más hábiles y poderosos de los últimos tiempos. Sin embargo, primero lo primero: debe abandonar su casa cuanto antes; tener su propio espacio y moverse con la cautela y el secreto más absolutos.
● ● ●
Con la mansión vacía y envuelta en el silencio y paz que Seok-jin tanto atesora, desciende hasta el subsuelo de la última casa de huéspedes y abre la bodega. Allí encuentra a Tzuyu y Nam-joon. Ella yace sobre un banco de madera, mientras que él está atado a una cañería. Aprieta los puños, jurando para sus adentros que, uno por uno, arrancará los dedos de Taehyung y se los comerá por haberse atrevido a ponerle las manos encima así a su amante.
Se inclina frente a la muchacha primero y comienza a liberarla. Le quita las cadenas y las cuerdas que inmovilizan sus extremidades, sujetas a la banca para evitar su movilidad. No había necesidad de amordazarla, dado que no puede hablar, a diferencia de Nam-joon. Admite que Taehyung no lo había hecho nada mal.
Una vez libre, le permite a Tzuyu sentarse. El hombre toma su lugar frente a ella en esa banca, realza su rostro, sintiéndolo frío y de aspecto pálido. Revisa sus ojos apagados y las marcas en las extremidades. Coloca sus dedos sobre su cuello para controlar sus pulsaciones y es ahí cuando nota la mordida dejada por no otro que Taehyung.
―¿Te duele?
La muchacha responde con un débil meneo de cabeza y movimiento de su mano. Seok-jin chasquea la lengua con fastidio, desvela sus colmillos y muerde su muñeca.
―Bebe. ―Arrima su extremidad.
La chica niega despacio con la cabeza.
―No era pregunta, cariño. Si te digo que bebas, tú bebes ―dice con un tono absoluto, la toma por la nuca y estampa sus labios contra la sangre de su muñeca.
Nam-joon se exalta al presenciar eso y con gimoteos le reclama. Seok-jin gira el rostro hacia él con una sonrisa vanidosa.
―Sosiega tu ánimo, amante. Te atenderé pronto.
Sabe que su doncella solo está cansada, aunque quiere borrar esas pequeñas heridas que carga. Luego de tomarse el atrevimiento de limpiar con el pulgar las comisuras de sus dulces labios, la levanta en sus brazos, sobresaltándola un poco, haciendo que se aferre a él con fuerza, temiendo caer. Por supuesto, no la dejaría caminar ese largo trayecto de regreso a la mansión, es por ello que se excusa con su chico y en una brisa fresca desaparecen.
Una vez frente a la puerta de su dormitorio, Seok-jin baja a la muchacha con cuidado. Detesta a Tzuyu por lo que le hizo: utilizar el engaño para copular con él, todo en aras de un escape que no logró concretar. A pesar de ello, el vampiro siempre ha considerado a las mujeres de la luz como criaturas sumamente frágiles, infinitamente más que las vampiresas, sin lugar a dudas. Las trata con una delicadeza especial, como si tuviera un pequeño y tierno cachorro entre sus manos. Siempre y cuando su humor sea favorable, claro está. No obstante, con respecto a Tzuyu, Seok-jin quiere confundirla, que lo desee, que permanezca siempre enamorada de su encanto nato y desbordante, y que vacile entre la duda hacia él y hacia sí misma. Así es su naturaleza; así se divierte también.
―Dúchate y recuéstate. Descansa. De la limpieza de la casa me ocuparé yo ―le dice, conforme abre la puerta.
La chica separa los labios queriendo expresarse con un rostro preocupado. Seok-jin entiende de inmediato.
―No te preocupes por Taehyung. ―Posa su mano sobre su hombro―. El bastardo estará entretenido toda la maldita noche ―expresa con hastío.
En efecto, Taehyung se está entreteniendo en grande. Los agudos oídos de Seok-jin son fiel testigo de tal blasfemia.
Jung-kook todavía derramaba lágrimas por lo ocurrido. Taehyung había matado a una persona frente a sus ojos sin el menor esfuerzo ni remordimiento. Sentía que era su culpa que eso haya ocurrido. Pero entonces, el sonido de la puerta lo sobresaltó: Taehyung había aparecido de nuevo y un fuerte temblor se apoderó de él por completo. Estaba aterrado, no solo por lo que fuese a hacerle, sino porque vio el filo de la jeringa que sostenía en su mano.
El vampiro no lo había desamarrado, ni siquiera se había tomado la molestia de quitarle esa asquerosa cinta en la boca para que tomara un respiro. No le costó nada de trabajo inmovilizarlo en la cama. Con un grito ahogado de por medio, le inyectó el narcótico en una de sus venas afloradas del brazo. Los gritos y el llanto pronto se redujeron, quedando solo en quejidos débiles.
Taehyung desajustó las tuercas y removió los grilletes de sus muñecas y tobillos. Después retiró la cinta de su boca y le permitió expulsar la tela empapada que llevaba en su interior. Acomodó su cuerpo en la cama y apartó su cabello húmedo por el sudor de su rostro.
―Por favor... Y-ya n-no me lastimes... ―balbuceaba el chico, con sus lágrimas escapando por el rabillo de sus cuencas, a la vez que apartaba las manos ajenas con movimientos torpes e inútiles.
El hombre emitió un suave "shh" mientras lo desvestía, provocándole escalofríos a Jung-kook. Sentía su cuerpo pesarle una tonelada, pero aun así blandía sus brazos en el aire, tratando de apartar esas manos perniciosas de él.
Taehyung lo tocaba de manera sugestiva, y el joven, entre lamentos, repetía que no quería. Harto de sus intentos de resistencia, el vampiro tomó una cuerda y amarró sus manos al fierro que se hallaba a los pies de la cama.
Aprovechando toda la saliva espesa que Jung-kook todavía preservaba en su boca, metió sus dedos y la usó para humectar su entrada, mientras degustaba su cuerpo con su boca, luego su miembro, metiendo y sacando sus dedos a la vez con frenesí. Con el correr de los minutos, las prendas desperdigadas y el colchón calentándose, los gruñidos de Jung-kook, que intentaba desesperadamente esconder su rostro bajo sus brazos extendidos y amarrados sobre su cabeza, disminuyeron hasta ser solo gemidos bajos. Su visión se distorsionaba y sus sentidos se cruzaban. Estaba empezando a perderse a sí mismo.
Ahora se encuentra gimiendo audible bajo el cuerpo de Taehyung, quien sostiene sus piernas a los lados mientras lo penetra con intensidad, pasando sus manos por su rostro y cuerpo de tanto en tanto. Jung-kook ya no es consciente de lo que está pasando; solo queda la sensación de placer que invade su cuerpo, y a la que se aferra, impulsado por la adrenalina de la droga.
―Oh... Así... Así es como me gusta... ―suspira Taehyung, mientras continúa moviéndose dentro y fuera de él―. Tan suelto y predispuesto... Tan abierto para mí... ―jadea, y besa una de sus piernas, clavando delicadamente sus colmillos en su piel y alimentándose de su sangre.
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Quiero aclarar que, si bien este capítulo describe una escena que involucra el incesto, no estoy de acuerdo con esta práctica, no la consumo, ni la aliento tampoco. La inclusión de este tema en mi historia responde exclusivamente a la construcción de los personajes y su complejidad como vampiros que no se rigen por normas y/o comportamientos convencionales.
Gracias por su atención. ♥
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