Capítulo 30: Mi celebración

«Guardar las pasiones y deseos desesperados conllevan a una combustión interna que se esparce por toda la extensión de tu cuerpo. Corroe los sentidos; no piensas con claridad. Estás cegado por las ambiciones que sientes tan cercanas y no ves las consecuencias. Créeme, yo sé lo que es eso». Estas fueron las palabras de Seok-jin para Nam-joon al reencontrarse con él en su dormitorio, y sostuvo su palabra: "Cuando estés listo para aceptar quién eres, pídemelo como es debido y te haré mío otra vez".

La noche anterior, caliente y entumecido como lo había dejado, fue al baño y se sumió en agua tibia dentro de la bañera. No se tocó como el vampiro se lo había sugerido, pero no pudo quitarse toda esa irresolución y pesadumbre de encima. La guerra consigo mismo no culmina, sus defensas contra los prejuicios del mundo se niegan a caer. Se siente frustrado por cómo su cuerpo abandona su mente y sucumbe al tacto frío de Seok-jin, siendo que es un extraño, un criminal sobrenatural; señor de susurros, tirano etéreo y... su más grande admirador.

«Qué miedo...», pensó, con los brazos extenuados fuera de los bordes de la bañera y su cabeza apoyada contra la toalla sobre el borde bajo su nuca.

«Qué miedo me da caer...», añadió en su mente, cerrando los ojos y hundiéndose en el agua, en esa oscuridad interna que lo lleva a uno a pensar locuras.

En el día de hoy, poco después de regresar del hospital, sin dejar de vestir la bata blanca y los lentes que suele utilizar para simular un poco su edad y evitar preguntas innecesarias, Seok-jin toma una muestra de sangre del joven para su análisis de rutina, aunque a simple vista puede notar que goza de buena salud, pero por si acaso, realizará las pruebas médicas.

El vampiro se muestra diferente: no lo arriba con su posesividad característica, no hace comentarios atrevidos ni lo incita de alguna manera. Esto desconcierta a Nam-joon, y también lo perturba, pues no sabe qué clase de plan maquiavélico pueda estar fraguando en su perversa mente. Si bien Seok-jin se ve arrastrado a los preparativos de la celebración venidera, lo cierto es que cada vez que visita a su encanto, cuando cierra la puerta y se separa de él, se lleva las manos al rostro con agobio, como un adicto a punto de fallecer. No quiere tocarlo, ¡quiere devorárselo entero! Lo huele por toda la mansión, anhela hincar sus colmillos en su suave piel y alimentarse con su sangre. Muere por desnudarlo, por escudriñarlo con sus ojos de depredador y uñas de fiera. Quiere escuchar su voz grave y áspera, volviéndose pequeña y suplicante; que apriete su ropa y su carne y que le otorgue esos gruñidos guturales que tanto lo encienden, mientras empuja contra su cuerpo, moviéndolo debajo de él. Nam-joon le dijo que no es amor, sino sexo.

―Pero qué bueno es el sexo contigo, mi bello amante... Qué bueno es ―murmura, pasando sus manos por su rostro una vez más, suspirando e inhalando profundamente―. ¿Será mejor cuando sea amor?

El sentimiento desesperante de poseerlo lo abruma y corrompe. Con desespero llega a la puerta del cuarto de Tzuyu, y vuelca en ella toda su ansia, mas no la ve a ella, sino a su más grande anhelo.

Culminada la destilación de su impudicia, una degustación breve a la carótida de su doncella y, después de un baño de agua helada, el vampiro se dirige a la cocina por un trago de buen vino. Hace unos cuantos metros que su tranquilidad se ha visto eclipsada y su encanto lo ha abandonado dándole paso al reproche.

Abre una de las puertas de la cocina con un golpe furioso de su palma y ahí se encuentra con el epicentro de los sonidos blasfemos y un acto detestable para ojos de cualquiera, pero un fastidio total para Seok-jin. Cuerdas gruesas envuelven las enrojecidas muñecas de Jung-kook, dejando sus manos hinchadas y con las venas sobresaliendo por la presión. Los brazos extendidos hacia el frente, de cara contra la mesada, el torso aplacado contra la misma, señales inequívocas del abuso fluyen entre sus piernas desnudas, y se esparcen en la mesa y el suelo, y de pie detrás de él está Taehyung, ultrajándolo con descaro y ni un ápice de consideración. Ya contando con la presencia de Seok-jin en el lugar y, sin importarle nada, da una última estocada, dejando salir su orgasmo, solo después de eso, siente fastidio al dedicarle la mirada.

―Qué ansia la tuya por interrumpir mi diversión... ―suspira, dándole una dura nalgada al chico, cuyo quejido resuena con dolor.

―Mocoso del diablo, ¿qué demonios le has hecho a mi cocina?

―Quería probar algo diferente, y no podía llevarme la mesa al cuarto ―dice muy fresco, acomodándose la ropa.

―Po-por favor... Por favor... ―lloriquea Jung-kook entre suspiros fatigosos y trémulo.

―¿Por favor qué? ―exclama Taehyung, aplacando su cabeza contra el mármol de la isla, ganándose un lamento.

―¡Oye! ―interviene Seok-jin con un tono severo y una mirada intensa―. ¿Qué parte de "no lo maltrates" no has entendido, mentecato?

―¿No te alteras cuando lo violo, pero sí cuando lo golpeo? ¡Púdrete, Seok-jin!

El nombrado no espera; antes de que termine de hablar, lo manda al piso de un golpe en el rostro. Rodea la isla con cubierta de mármol y remueve los cuchillos que mantienen sujetas y tirantes las cuerdas que retienen a Jung-kook. Al liberarlo, el chico se desvanece, cayendo sentado al piso, encima de los restos de lo que fue esa cruel depravación. Suspira entrecortadamente, con el rostro enrojecido al igual que sus ojos, cristalizados por la presencia de lágrimas.

―Jung-kook... ―Seok-jin se inclina delante de él―, debes...

―Mátame. ―Lo interrumpe, suplicándole con esos ojos penosos―. Por lo que más quieras ya mátame...

El hombre se queda estático, pasea sus pupilas oscuras en el rostro de ese mártir: las comisuras de su boca están marcadas, enrojecidas y salivadas; hay huellas de dedos en su cuello y el brillo en sus ojos cae con sus lágrimas.

―Ya no quiero despertar en esta pesadilla interminable... Duele mucho... Por favor, tengan piedad de mí y mátame de una vez...

Seok-jin pasa saliva involuntariamente, un malestar inexplicable le revuelve el pecho. Otra vez esa punzada lo deja intranquilo al ver la figura maltrecha de Jung-kook. Quiere apaciguar ese dolor. Lo toma suavemente del rostro, obligándolo a enfrentarse a su mirada. Al instante, el mundo del joven se reduce a esas pupilas oscuras, que lo devoran como un abismo sin fin.

―Ve a tu cuarto, date un buen baño, vístete y vuelve a la cocina. Tendré tu cena lista, ¿bien?

El cuerpo de Jung-kook pierde toda tensión, como si un peso invisible se disipara, y su postura se endereza con un automatismo extraño. Sus ojos, abiertos de par en par, brillan con una curiosidad nueva.

―¡Sí! ―responde con una chispa de emoción―. ¿Qué me harás de cenar?

―¿Cuál es tu platillo favorito?

―¡Ramen!

―Te haré eso entonces.

―¿De verdad? ¡Gracias, hyung-nim!

―Ve, anda.

El referido intenta avanzar, pero sus piernas fallan, y cae de rodillas, apoyándose con las manos en el suelo. Aunque su mente está tranquila, su cuerpo sigue llevando las marcas del abuso. Seok-jin se inclina una vez más frente a él, sube la manga de su camisa y muerde la parte baja de su palma. Deja que la sangre se acumule y la acerca, ofreciéndola como una pequeña fuente.

―Bebe. Así recuperarás tus fuerzas pronto.

El chico, todavía bajo su hechizo, obedece sin cuestionar y bebe con cuidado. El vampiro sonríe complacido, pero su mueca desaparece en cuanto desvía la mirada hacia Taehyung, quien lo observa con fastidio, chistando y rodando los ojos mientras cruza los brazos. Sabe que, al no ser un vampiro puro, su sangre no cura a otros seres vivos; tampoco puede transformar a humanos en iguales. Aprendió esa lección de la peor manera, una noche en que Jung-kook casi muere en sus brazos. Fue entonces cuando sintió por primera vez el puño de Seok-jin, acompañado de esas palabras que todavía resuenan como un eco en su psiquis: "Si lo matas, no habrá otro Jung-kook".

―¿Te puedes levantar? ―pregunta el inmortal.

El muchacho se endereza con cuidado, pero sus piernas flaquean al dar un paso, obligándolo a sostenerse de la mesada para no caer. Seok-jin observa sus extremidades temblorosas, y sin decir más, lo carga en brazos y lo lleva en un parpadeo hasta su dormitorio, dejándolo frente al baño.

Hyung-nim, eres fuerte.

―Ve a bañarte. Das asco.

―Bueno... ―murmura, un poco desganado por su comentario.

En otro parpadeo, Seok-jin vuelve a la cocina. Taehyung sigue allí, limpiando su "desastre". El hombre lo observa con ojos juiciosos mientras se dirige a la nevera, buscando ese ansiado trago de sangre que tanto necesita.

―Lo hipnotizaste ―cuestiona Taehyung, arrojando el trapo húmedo al fregadero―. ¿Cómo lo hiciste? Enséñame.

―Incluso si tuviera ganas de enseñarte, cosa que me es ajena, no podrías hacerlo. Eres un humano convertido, no posees cualidades de un sangre pura como yo.

―Ustedes los "vampiros puros" son unos malditos engreídos de mierda...

Apenas respira la última sílaba, Seok-jin lo agarra del cuello de la ropa y lo estrella contra la mesada de mármol. Sus manos se posan a los lados de su cintura, sellando cualquier vía de escape, y su rostro queda peligrosamente cerca.

―Tenemos con qué ser fatuos. Tú, por otra parte, no eres más que una abominación de nuestra naturaleza, una mancha molesta.

Taehyung le sostiene la mirada, no con temor ni enfado, sino con incertidumbre, como si buscara las reglas ocultas de un juego mortal.

―¿Entonces... por qué no me has matado ya?

Por un segundo, el rostro de Seok-jin permanece imperturbable, pero algo cambia en su mirada. Un brillo fugaz y desquiciado se asoma desde las profundidades de sus ojos, como el filo de una navaja apenas visible entre las sombras. Su sonrisa se quiebra por un instante en algo más oscuro, más visceral, antes de recomponerse con una breve risilla que resuena entre ellos como el eco de una amenaza no pronunciada.

―Eres interesante y divertido, Taehyung. ―Mantiene una curva calculada en sus labios―. Pero todo tiene un límite.

De pronto, su expresión se endurece, borrando cualquier rastro de humor, y su voz baja a un susurro gélido.

―Si molestas de más, los ancianos me pedirán acabar contigo. ¿Y sabes qué cosa, Taehyung-ssi? ―dice, adosándose hasta rozar sus labios, dejando que la promesa de violencia se deslice en cada palabra. Sus ojos brillan como un presagio de tormenta mientras su boca se mueve hacia su oreja―. Tus constantes desobediencias están haciendo cosquillas a mi asesino interior...

El hombre inmortal se endereza lentamente, como si saboreara el efecto de su amenaza. Ambos intercambian una mirada cargada, el aire entre ellos vibrando con una intensidad peligrosa.

―Pórtate bien, niño bonito.

Dos palmadas suaves aterrizan en su mejilla, casi un gesto paternal, antes de que una tercera lo azote con la fuerza de una sentencia. El golpe le gira el rostro, abriéndole el labio, pero Taehyung se obliga a alzar la cabeza de nuevo, enfrentando su mirada con una mezcla de desafío contenido y rabia muda.

―No me des problemas. Y escoge un buen traje para la fiesta.

―No voy a...

―Cállate la boca. ―Lo interrumpe con un dedo apuntándolo como si estuviera dispuesto a perforarle el pecho con solo esa mano―. Busca un buen traje. No me hagas repetirlo.

Una sonrisa petulante curva sus labios mientras su dedo se desliza bajo el mentón de Taehyung, levantándolo con una delicadeza que contradice el golpe anterior.

―Pensándolo bien, te lo buscaré yo. ―Su voz decae una vez más a un susurro venenoso―. Sé exactamente qué te quedará bien.

Seok-jin lo observa un segundo más, dejando claro que el diálogo ha terminado, antes de apartarse con un movimiento fluido, como si se llevara consigo el aire de la habitación.

● ● ●

La cónclave de la noche por fin toca la mansión Kim, cuyo potentado ha trabajado sin descanso para que no solo la casa, sino todo el terreno, carezca de cualquier atisbo de esencia humana. No son invitados cualquiera los que asistirán a la festividad. Debe ser más que precavido; de lo contrario, todo podría terminar terriblemente mal. No obstante, esa sensación de peligro genera excitación en el apuesto vampiro. Es consciente de que está jugando con fuego, así como es tan vanidoso como para estar seguro de que ni los más perspicaces lo atraparán.

―¿Ya te encargaste de Nam-joon, Tzuyu y Jung-kook? ―preguntó Seok-jin, minutos antes de que los invitados comenzaran a llegar.

Y por supuesto que su inquilino se había "encargado": luego de maniatarlos y encadenarlos, los encerró en una de las bodegas en el área subterránea de una de las casas de huéspedes. Saber eso hizo brotar más de una vena en Seok-jin, al imaginar que esos asquerosos y huesudos dedos habían entrado en contacto con Nam-joon.

―Me comporté. Fui delicado como tú lo querías. ¿Feliz?

―Fingiré que te creo, bastardo.

El malicioso y travieso vampiro no mencionó que se alimentó de Tzuyu, dejándole su marca en ese delicado y apetitoso cuello. Seok-jin podía oler su sangre en él, pero decidió dejarlo pasar, solo porque no tenía tiempo que perder y, desde luego, porque no había índice alguno de que hubiera tocado a Nam-joon, u otro sería el desenlace.

Parece que no solo a Seok-jin le gusta jugar con fuego.

● ● ●

La casona está envuelta en sombras y luces itinerantes bajo una cortina escarlata, que parece latir al ritmo de la música que se dispersa por cada rincón del majestuoso salón.

Las luces modernas implantadas en las antiguas arañas que cuelgan de los techos y reflejan destellos, molestos aunque atrayentes para los vampiros. A los extremos, equilibristas danzan con gracia sobre aros suspendidos en el aire, iluminados por la luz carmesí, que realza la pálida perfección de sus figuras. Sus movimientos fluyen, mientras la audiencia los contempla con fascinación, y excitación, pues por momentos, seleccionan a un voluntario entre la multitud, toman su mano y lo elevan en el aire para robarle un beso lleno de vértigo.

Por otro lado, situada en el centro del espacio, se alza la monumental fuente de sangre de numerosos sacrificios que han servido para el festín. El líquido brota con un flujo hipnótico, llenando el aire con su embriagador aroma que acelera los instintos más profundos de los presentes. «Saldremos de cacería», había propuesto Seok-jin a Taehyung, poco antes de la salida del imponente sol, aunque en su lenguaje personal significaba que su comando debía ser obedecido. El apuesto vampiro también se encargó de conseguir sirvientes por esta noche, para que atendieran sin reparos a los numerosos invitados. Todo, desde el ambiente hasta los detalles más minuciosos, habían sido orquestados para encender los sentidos sin quebrar la sutileza. Esta no es simplemente una fiesta; es una celebración de la inmortalidad, una oda a la decadencia refinada que solo los vampiros pueden llevar a tal perfección.

Seok-jin luce un traje negro, con una deslumbrante camisa a tono con los primeros botones de la parte superior abiertos, dejando que se luzca parte del encanto en su pecho.

―Tal y como lo esperaba de ti, Seok-jin, te has lucido por completo ―dice Gain―. Mi pequeña Lisa no se asombra tan fácilmente. ―Señala a la muchacha en cuestión, que se encuentra lejos―. Parece que tu sirviente le atrae mucho. ―Se refiere a Taehyung.

―Él no es mi sirviente ―esclarece, dejando escapar aire por la nariz con una sonrisa y se lleva su copa de sangre a los labios.

―¿Es tu perra?

―Solo cuando yo quiero que lo sea. ―Menea la cabeza.

A distancia, Taehyung encara sus ojos y levanta su dedo medio; por supuesto que ha escuchado eso.

―Te diviertes con él, asumo.

―Él me divierte mucho, sí. ―Sonríe Seok-jin.

En ese momento el volumen de la música decrece. Antes de que alguien pueda alzar una queja, sus ojos viajan a las puertas principales, comprendiendo el motivo: los sabios ancianos han llegado a la celebración. Lee Dong-wook, Choi Minho, Jung Ji-hoon (apodado Rain), y Son Hyun-woo (a quien llaman Shownu), arriban acompañados de sus recaderos y consejeros personales: Kim Jong-in (más conocido como Kai), Park Bo-gum y Lee Jae Hwan (nombrado por todos como Ken), y sus hijos.

Todos los presentes, incluido el anfitrión, muestran una clara reverencia: Se inclinan con una rodilla en alto, una mano sobre el vientre y la mirada fija en el suelo, esperando la señal para alzarla.

―Hermanos... Sus ojos en mí. ―Minho rompe el silencio, y todos obedecen―. Kim Seok-jin... ―dice mientras posa una mano sobre su hombro con gentileza.

El aludido lo observa atentamente, sin reducir su postura respetuosa. Chasquea sus dedos y entonces uno de los sirvientes se aproxima de inmediato con las copas de sangre listas para los convidados de honor. Los hombres toman cada quien su fino recipiente y prueban el fluido escarlata, regocijándose ante tal sabor.

―Hermanos de la sangre... ―inicia Dong-wook con su voz imponente―. Nos hemos congregado en esta celebración, y es para nosotros un honor supremo presentar oficialmente ante nuestra sociedad a Kim Seok-jin, quien, por su compromiso inquebrantable hacia nuestra comunidad, será considerado como un potencial exponente digno de unirse a los grandes sabios. Un regio mandatario en formación y, tal vez, mucho más.

―Aunque no sea muy sociable que digamos ―interviene Minho con un dejo de humor, arrancando risas de los presentes, incluido el aludido.

Taehyung, apartado de la multitud, desvía la mirada, hastiado.

―El honor es para mí, señores míos ―responde Seok-jin, con una leve inclinación de cabeza y su característico aire de seguridad.

Dong-wook prosigue, sin perder el tono solemne:

―Espero, ¡los insto!, hermanos, a que muestren un respeto incluso mayor hacia Kim.

Alzando su copa, concluye:

―Propongo un brindis sangriento, por Kim Seok-jin.

―¡Por Kim Seok-jin! ―repiten los fieles en un coro entusiasta.

El homenajeado sonríe, embriagado de orgullo y su engreimiento elevado a la novena potencia, mientras Taehyung, divertido, contiene una risa socarrona.

La multitud de inmortales acompaña el brindis y degusta la sangre. Algunos dejan que esta se escape por las comisuras de sus labios, deleitándose al atraparla con los dedos para luego chuparla.

―Agradezco enormemente su presencia en mi humilde morada.

―Humilde no es un epíteto que la describe, pero entiendo tu falso deseo de modestia ―aclara Rain, mostrando una sonrisa cómplice que Seok-jin corresponde.

―Tengo un obsequio que he estado reservando para ustedes, mis estimados ancianos ―dice y chasquea sus dedos.

Dos sirvientes manipulan una soga a un extremo, y del techo descienden cuatro morrales cuyo contenido se mueve inquietamente. Las narices de todos los vampiros se realzan ante el aroma a sangre fresca, viva y en movimiento.

―Cuatro mortales que han tomado la penosa decisión de venir a mi territorio a robar. Les he dado una sorpresa mayor, y ahora se los otorgo como ofrenda.

―Oh, eres muy generoso, Seok-jin.

―Es lo menos que puedo hacer.

Los empleados rompen los morrales y cortan las cuerdas que reprimen a los humanos, dándoles la ilusión de un posible escape. Los cuatro ancianos sonríen con picardía y se posicionan como si estuvieran a punto de correr una maratón, que de hecho lo será.

―Que comience la cacería ―susurra Shownu, tornando sus ojos rojos al igual que sus compañeros.

Como el disparo de una bala, los cuatro hermanos inmortales se lanzan en persecución. Atraviesan el amplio prado con la facilidad inhumana que los caracteriza, anulando la ventaja concedida a sus presas. Abren sus mandíbulas hasta desmesurarse, desgarrando la carne en las comisuras sin generar sangrado, un rasgo natural de su fisionomía. Sus colmillos, alargados y afilados, superan con creces a los de los vampiros promedio. Sus rostros, ya pálidos, se tornan cadavéricos, mientras las venas afloran como raíces bajo la piel. Es una mutación del vampirismo que pocos han alcanzado, y que muchos jamás lograrán.

Estos son los llamados ancianos: criaturas de una rapidez vertiginosa, fuerza descomunal y letalidad insuperable. Sin embargo, a diferencia de los vampiros corrientes, requieren prolongados períodos de descanso tras fases extensas de actividad.

Todos estos detalles son analizados por Seok-jin, para utilizarlos a su favor o, en el peor de los casos, evitar que le jueguen en contra y lo dejen en una desventaja que conlleve al fin de su existencia. Cada día que pasa, la pregunta bulle en su mente: ¿Es posible asesinar a un anciano?


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¡Hola! Espero que estén bien. De verdad lamento la demora para traer la actualización, pero a veces no queda de otra; el tiempo no alcanza y hay cosas que priorizar. Agradezco que hayan sido pacientes. Mañana traigo otro capítulo más para compensarlo, así que espérenlo, por favor. (:

Siempre digo que lean bajo su propio riesgo, pero creo que también está en mí ser responsable con lo que comparto.

Gracias por su atención y su constante apoyo. ♥

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