Capítulo 24: Mi ilusión

Expediente 0109: Desaparición de Jeon Jung-kook. Datado con fecha en el mes de abril; poco más de un año. Jimin observa la fotografía del joven y la compara con la del expediente de Mingyu; es él, sin lugar a dudas. ¿Pero qué relación guarda con Mingyu? Revisando la información recopilada y metadatos consigue llegar a las redes sociales del occiso en cuestión. Un perfil ya extinto, pero abundante. El policía desliza con la rueda del ratón hasta detenerse en una publicación que esclarece sus dudas: una fotografía de los dos chicos acurrucados uno junto al otro y tomados de la mano. Dos años contigo, ¡me parece mentira! Eres lo mejor que pudo pasarme en la vida, Jung-kookie. Es la leyenda escrita debajo.

―Así que eran novios... ―masculla y chasquea la lengua, con un deje de nostalgia y enternecimiento; realmente los encuentra muy adorables a ambos juntos.

Se pregunta si alguna vez podrá tener algo así en su maldita vida inmortal. No tarda en dar un pequeño sacudón a su cabeza; no es momento para pensar en esas cosas. Observa la foto una vez más y entrecierra los ojos.

―Los testigos habían dicho que Jeon tenía una relación amorosa con una chica. ¿Habrá sido una confusión o solo un viejo amor? Aquí no parece que ocultaran su romance de nadie. Aunque tampoco hay fotos de ellos dándose besos, quizá solo eran reservados... ―comenta mientras desliza con su dedo y descansa su mejilla sobre su otra mano.

Viendo que no podrá obtener más de ahí, Jimin se queda pensativo unos segundos hasta que recuerda a Kim Nam-joon, entonces redirecciona su búsqueda en la computadora.

Expediente 1209: Desaparición de Kim Nam-joon. Datado con fecha del mes de mayo; casi cinco meses, tal vez un poco más. La siguiente interrogante de Jimin es: ¿Cuál es la relación entre Jeon y Kim?

El sonido de su teléfono interrumpe sus pensamientos. Mira la pantalla. Ho-seok de nuevo. Suspira y rechaza la llamada.

Inquiere sobre los muchachos; algunos de sus colegas entran y salen de la habitación, saludándolo; él responde aunque no despega sus ojos del monitor.

El número de desaparecidos, hombres y mujeres, es más cuantioso de lo que se esperaba. No obstante, todo lo que encuentra en común entre ellos es que la mayoría son jóvenes y atractivos; los desaparecidos recientes no son la excepción.

Indaga un poco más en ambos chicos: Nam-joon no tiene familia desde una edad temprana. Jung-kook vivía con su madre, aunque la mujer no se ha vuelto a presentar después de dar su declaración de testimonio. Ante su actitud desinteresada por la desaparición de su único hijo, se la ha catalogado como sospechosa, pero no se encontraron pruebas suficientes, por lo que la teoría se descartó.

Asimismo, los dos tienen un círculo reducido de amistades. Aunque parece que después del accidente de su novio, Jung-kook se quedó solo.

―Solo y vulnerable... ―murmura Jimin.

El patrón está ahí, sin embargo, no es nada poderoso para permitirle avanzar en una dirección determinada. El policía siente que retrocede unas casillas y eso no le gusta. Se pasa una mano por el rostro y suspira, acomodando sus ideas.

Ya ha pasado un largo rato ahí dentro. Debe beber café para calentar un poco su cuerpo y no asustar a sus compañeros, también tiene que atender el papeleo en su oficina o de lo contrario obtendrá quejas.

Acomoda los legajos y los guarda en su respectivo lugar. Toma las hojas de papel en las que ha escrito sus notas personales respecto a los casos de los desaparecidos, y en cuanto coloca su mano sobre la perilla de la puerta sus ojos se abren de par en par al sentir, o más bien oler, lo que encontrará al otro lado. Casi como un asalto, Ho-seok le impide el paso, lo hace retroceder y cierra la puerta para quedarse con él en la habitación.

―No tengo nada que hablar contigo ―dice rápidamente Jimin, corriéndole la mirada y tratando de dirigirse a la entrada, pero Ho-seok se lo impide.

―Por favor, bebé. Tan solo escúchame...

―¡No me llames así! Ya no somos nada tú y yo.

―No digas eso, por favor.

―¿Qué mierda quieres, Jung? ¿Verme la cara otra vez?

―Te juro que no. Solo... hablemos, por favor.

―¡No hay nada que hablar! ¡Ya todo quedó más que claro! Me engañaste, te burlaste de mí. Yoon-gi...

―¡Yoon-gi fue un error!

―Un error en el que has caído una y otra vez, ¿no es así?

―Jimin, por favor...

―Espero que el tal Yoon-gi coja bien, porque ahora te tendrá a pleno solo para él y no tendrás que inquietarte porque tu ¡estúpido novio! se preocupe si algo te ocurre en las calles en la noche, si te hace falta algo, si tienes hambre o frío, o si tu corazón está afligido...

A medida que habla su voz se quiebra y lo consume el llanto; Jung masculla su nombre y acompaña su pesar. Intenta acercarse, pero el muchacho lo evade.

―Debiste decirme que ya no me querías, que no era suficiente, que querías otra cosa...

―Y tú debiste decirme... lo que eres...

―¿Me hubieras entendido cuando no pudiéramos concretar en la intimidad?

―¡Por supuesto!

―¿Hubieras accedido a que me alimente de ti en una urgencia?

―Sí...

―¿Y te quedarías... toda la eternidad... conmigo?

―Sabes que sí, Jimin-ssi.

―No te creo... ―llora y niega con la cabeza.

Ho-seok se impulsa hacia él, lo toma del rostro y besa sus labios. Con un dolor apuñalándole el alma, Jimin cede a ese beso desesperado, con la misma desesperación con la que aún lo ama y se muere por sentirlo una vez más.

―Basta... ―susurra y hace a un lado su rostro, rompiendo el contacto.

Negándose a ello, Ho-seok vuelve a agarrarlo de la cara y lo besa. Jimin lo sufre el doble, lo besa; no quiere alejarse, pero su confianza fue puesta en jaque. Trata de apartarlo de nuevo, pero Ho-seok no solo no se lo permite, sino que lo arrincona contra el escritorio a un costado, apega los cuerpos de ambos, lo besa con intensidad y posa sus manos sobre su cadera. El beso se intensifica, el vampiro parece que perderá la cordura hasta que Jung se aleja de repente con un quejido y una mano sobre su boca.

―Me mordiste ―le reprocha, mirándolo a los ojos.

Jimin le devuelve una mirada recelosa y relame la sangre de sus labios.

―Eres un aprovechado.

―¿Aprovechado yo? ¡Acabas de morderme!

―Te aprovechas de mi debilidad por ti, ¡sabes que sigo queriéndote e intentas engatusarme!

―Jimin...

―¡Basta, ya no quiero escucharte!

―Jimin, cariño... ―susurra calmo y atrapa su barbilla entre sus dedos, acariciando con dulzura―. ¿Vamos a echar todos estos años de relación a la basura por un error? No soy perfecto, puedo equivocarme.

Desde el fondo de su marchito corazón ennegrecido, Jimin desea creerle con todas sus fuerzas, pero su cabeza, con las lágrimas asomándose por sus cuencas, se mueve de un lado a otro dándole una negativa.

―Ten un buen día, Jung ―es todo lo que puede decir para darle fin a la conversación.

Le da un empujón un tanto brusco para conseguir apartarlo, pasa por su lado golpeando su hombro y abre la puerta.

―¡Jimin! ¡Jimin, espera! ―Camina tras él―. ¡Jimin, me equivoqué! ¡Dame otra oportunidad, por favor!

Con su rostro hundiéndose en pena y dolor el aclamado acelera el paso hasta llegar a su oficina. Cierra la puerta, pone el seguro y planta las manos sobre el escritorio, infla el pecho una vez, suspira de nuevo y exhala aire como un escupitajo, quebrándose ahí mismo en un llanto silente, pero intenso. Ama a Jung Ho-seok, todavía lo ama y contempla la idea de perdonarlo, de abrir la puerta y correr a sus brazos, pero... ¿Valdría la pena? ¿Solo se repetiría el ciclo? Los labios de Ho-seok le dedican un te amo, pero luego los comparte con un tercero. Jimin se abraza a sí mismo, su cuerpo, su dignidad y pudor habían valido nada para él, porque comparte caricias y pasión con otro. Se siente destrozado, humillado y sucio, pero aún lo quiere. ¿Esto es el poder del amor?, se pregunta. ¿Sana y destruye?, ¿purifica y repugna? Si vuelve a dejarlo entrar, vuelve el predicamento y no podría continuar así.

Sus pensamientos son interrumpidos por un toque a su puerta. Lo huele, es inevitable.

―Vete, Ho-seok.

―No lo haré hasta que escuches lo último que tengo para decirte. Por favor.

Jimin suspira, esnifa, se limpia el rostro y se decide a abrir la puerta.

―Gracias ―responde el muchacho y cierra rápido―. Amor...

―No soy tu amor.

―Sí lo eres... ―le dice con una voz suave y gentil―. Cariño, hemos pasado mucho juntos... ambos hemos sido deshonestos, no puedes negarme eso.

―Fui deshonesto por una causa justa... no por egoísmo como tú ―dice con firmeza, limpiándose una nueva lágrima que quiere derramarse por su mejilla―. ¿Insistes en comparar lo que yo oculté con tu mierda?

―Ahora... comprendo mejor tu situación y ya no tengo nada que esconder. Pasemos página. ¡Iniciemos de nuevo! No dejemos morir lo que hemos construido, por favor, Jimin... ―Acaricia su cabello.

El referido exhala su nombre sin fuerzas, y el dueño de este se apropia de sus labios de nueva cuenta. Jimin se ahoga en él una vez más; Ho-seok suspira que lo ama y él se pierde en su voz y la excitación que su beso le provoca. Jung se separa con un sonoro suspiro, regresa hasta la puerta para poner el seguro y vuelve a su amor para fundirse con él sin que nada ni nadie le importe. Vuelve a besar a su chico con fervor y luego le da vuelta a su cuerpo de forma brusca. Jimin deja ir un suspiro y sus manos chocan contra el escritorio. Ho-seok le baja los pantalones y estimula la zona para luego hacerle el amor ahí mismo, calando profundo en su interior y gimiendo bajo al unísono para que nadie los escuche. La oficina de Jimin se encuentra al fondo de la planta baja, pero aun así no quieren arriesgarse.

―Te amo, Jimin... Te amo mucho... ―jadea ronco sobre su oreja, rodeando sus hombros con un brazo y enmarañando sus dedos en sus hebras grises, empujando con fuerza, recuperándolo y haciéndolo tan suyo como desea.

El joven vampiro, perdido en su amor y deseo por él, se entrega una vez más. Escucha sus palabras, mas no da réplica alguna, solo jadea y lo recibe gustoso.

Se da cuenta en ese momento que no es diferente a lo que solían hacer siempre, desde que empezaron su noviazgo, de hecho. ¿Lo nuestro... fue amor alguna vez?, se pregunta con miedo.

● ● ●

El tenue sonido de la llovizna golpeando quedo contra los cristales, la claridad que se filtra incluso por las gruesas cortinas, el calor proveniente de la chimenea y ese infaltable aroma a rosas. Nam-joon abre lentamente sus ojos y se encuentra recostado sobre una extensa y muy mullida alfombra en lo que parece ser el salón en la casa de huéspedes, y un cobertor abrigador tapa su cuerpo desnudo. Se incorpora y es en ese momento en que siente la piel ligeramente aceitosa, desde el cuello hasta la planta de los pies.

―¿Qué rayos...? ―balbucea.

―Veo que ya despertaste, amante ―habla Seok-jin de repente, aproximándose con una bandeja en sus manos―. Justo a tiempo, te traje alimento.

―¿Me aceitaste el cuerpo?

―Oh, sí lo hice. ―Sonríe vanidoso―. Mientras dormías masajeé tu cuerpo muy bien para que no despertaras con dolencias.

Posa la bandeja de madera al lado de su chico, acomodando las patas para que se quede estática, y luego la sitúa sobre las piernas del muchacho.

―Por favor, come todo lo que gustes.

Nam-joon, un poco abrumado por sus atenciones, observa la bandeja: mantequilla y jalea, frutas peladas y cortadas en un contenedor, cereales al otro extremo, un vaso con leche, otro con jugo, un tercero con agua y una taza de café; panqueques con crema y chocolate, dos croissant, tostadas y unas galletas dulces.

―Wow... parece que es demasiado, al menos para mí solo.

―Come hasta que te sientas satisfecho ―dice, situándose a su espalda y masajea su cuello y hombros con suavidad.

―¿Por qué lo trajiste hasta aquí? Podría haber ido hasta la cocina...

―Imaginé que estarías cansado por lo de anoche y no quise que te movieras mucho o pases frío. Esta sala está muy cálida, a diferencia del resto de la casa.

―Ya veo... Pues... Gracias.

En ese momento Seok-jin sujeta su rostro, abultando sus mejillas un poco.

―Mereces lo mejor, y eso te daré ―dice, dándole un pequeño beso a sus labios y lo libera para que coma.

● ● ●

Ho-seok y Jimin están almorzando en un restaurante en su hora de descanso en el trabajo. Jung lo propuso, aunque de inmediato recuerda la condición de Jimin, pero él insiste en salir y hacer algo de "personas normales". No hay sol; el cielo está cubierto por las nubes. Quiere poner todo de sí para que las cosas funcionen. Están pasando un rato muy agradable, aunque inevitablemente Jimin se ve un poco débil, la claridad del día parece afectar sus ojos y una ligera capa de sudor comienza a manifestarse en su frente.

―Tal vez debamos irnos.

―No, no... Yo... Estoy bien.

―Cariño, no lo estás. Nos vamos ―dice, y toma la tableta digital a un lado de la mesa para efectuar el pago de la comida―. Termina tu turno y ve directo a casa, ¿de acuerdo? No te expongas a la luz, te hará daño ―agrega, dándole una caricia a su rostro.

Jimin coloca su mano sobre la impropia, encandilado por sus cuidados, y asiente. Después de la breve tempestad, está más enamorado que nunca.

Al salir del restaurante el muchacho lo carga en sus brazos de repente, causando que libere una carcajada y se aferre a él, como en sus primeros días de noviazgo. En definitiva sigue perdidamente enamorado de ese hombre.

● ● ●

―¿Te gustó? ―pregunta Seok-jin de repente, arrimándose a su chico y corriendo unos cabellos de su frente.

El aludido gira la cabeza en su dirección, deteniendo el sorbo que le está dando a su café y lo mira.

―¿El desayuno? ―pregunta con las cejas en alto.

El vampiro sonríe y deja escapar aire por la nariz.

―Me refiero a anoche. ¿Te gustó?

Los ojos de Nam-joon se abren de par en par y su rostro empieza a arder a una velocidad récord.

―Y-yo...

―¿Sentiste mucho dolor? ¿Te he lastimado?

―U-un poco... tal vez...

―Ya veo... Lo siento.

Nam-joon separa los labios para acotar algo, pero Seok-jin se le adelanta:

―¿Quisieras volver a hacerlo?

―¿Qué?

―No me respondas con otra pregunta, ¿quieres?

―Supongo... que... ¿sí? No lo sé...

―No lo sabes... ―susurra y lo mira unos segundos.

Seok-jin toma la charola de madera y la hace a un lado. El joven ha comido y bebido bastante, por lo que no se preocupa que pueda padecer hambre.

―Parece que tendré que darte seguridad ―dice, poniéndose de pie y se despoja de su bata de seda, dejando a pleno su desnudez―. Ven, acompáñame. ―Le hace un gesto con su dedo.

―¿A-a dónde?

―A que nos demos un baño.

―Pe-pero...

―No te preocupes por nada, procuraré que el agua esté bien caliente para ti.

Seok-jin se inclina y le tiende su mano a Nam-joon. Ni bien este la toma tira de él y levanta su cuerpo tan fácil y ligero como si se tratase de un osito de felpa. Masajea su muñeca ya que ve que ha sido un poco rudo y deja un pequeño beso ahí. Lo invita a seguirlo escaleras arriba y allí, acceden a uno de los cuartos de baño. El muchacho se queda impresionado por la amplitud de la sala y un poco intimidado por la oscuridad que mora en el espacio. Se sobresalta en cuanto siente el sonido de la ducha a su espalda, que Seok-jin pone en funcionamiento. Contempla entonces el cubículo de cristal y esa cascada cuadrada y armónica que toca los azulejos negros del piso.

―Ven, Nam... Estoy seguro de que el agua tiene la temperatura perfecta para ti.

Hechizado por la belleza atrapante del lugar el chico camina por pura inercia, entonces el vampiro toma su muñeca de nueva cuenta y lo atrae a él, bajo la ducha. Nam-joon cierra sus ojos y suspira, sintiendo el agua cálida y el vapor envolverlo. Seok-jin sonríe y oprime un botón junto al soporte para la regadera de mano, es entonces que la persiana escondida se despeja, desvelando un ventanal de cristal que deja vista plena a la maleza de uno de los lados del bosque del terreno. Los ojos de Nam-joon se abren de par en par, enmudecido ante tal panorama.

―Qué hermosura... ―emite por lo bajo, palpando el cristal frío con las yemas de sus dedos.

―Es solo un adorno, Nam... ―Se incorpora el vampiro a su espalda, asomando su cabeza por el espacio entre su hombro y cuello―. Sin tu presencia no es más que un vidrio y frondosidad en un paisaje lluvioso y deprimente ―musita contra su piel.

Frota la punta de su nariz contra el cuello ajeno, aspirando su humedad y aroma. Saca su lengua, degusta y deposita sus labios.

―Seok-jin...

El nombrado espera que mueva la cabeza y le regale sus ojos unos segundos. El momento llega y le roba un beso. Se miran unos instantes y Seok-jin desliza su mano por la mejilla ajena, atrayendo más su rostro y así darle un beso más profuso. El muchacho cede, acomodando el cuerpo en su dirección; no obstante, corta el beso y se aparta. El vampiro se relame los labios bajo una fracción de esa lluvia caliente que lo está quemando y cierra los ojos.

―¿Por qué eres así conmigo? ―suspira con tormento.

―Esto... Yo no... No sé... No sé cómo sentirme con todo esto, yo... No sé qué es esto, no...

―Nam, tranquilízate... ―le habla con un timbre muy suave y se le acerca, apartando unos cabellos de su frente―. ¿Disfrutaste de nuestro primer encuentro íntimo anoche?

―Anoche...

―¿Sí o no?

―Y-yo... ta-tal vez... ¡no lo sé! ―se exalta, llevándose las manos a la cabeza y pasándolas por su rostro.

Seok-jin entrecierra los ojos, observando a su chico sumido en un mar de dudas, luchando con espectros de moral y principios que aún no ha desterrado. Lo sabe, la necesidad de esclarecimiento y, por supuesto, se ofrecerá a ser su ancla en medio de esa agua turbulenta. Con un movimiento arrebatado, gira su cuerpo, dirigiéndolo sin esfuerzo hacia el ventanal. Las manos del muchacho, por instinto, se desploman contra el cristal frío, quedando a su merced.

El vampiro desliza una mano firme, casi posesiva, sobre los ojos de su amante, cubriéndolos con delicadeza, mientras inclina su cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello a la penumbra que los envuelve.

―¡Jin! ―alza la voz, alterado. Coloca sus manos sobre las impropias.

―Shh... Quitaré mi mano y mantendrás tus ojos cerrados.

―¡P-pero...!

―¿Recuerdas lo que te dije? Seguridad ―susurra cerca de su oreja y rodea su cintura con su otra mano, estremeciéndolo―. Quiero que me sientas, Nam... No necesitas tus ojos para eso.

La palma y los dedos del vampiro se deslizan despacio por el rostro del joven, rozando sus labios suavemente mientras las manos impropias siguen su recorrido. Nam-joon ha decidido dejar sus párpados cerrados, entregándose a la sensación. Cuando la mano del hombre alcanza su cuello, siente el leve movimiento de su manzana de Adán al pasar saliva. Luego, desciende un poco más, percibiendo cómo su caja toráxica provoca que su pecho se ensanche y contraiga con cada respiración.

Seok-jin inclina la cabeza y lame desde el lóbulo de su oreja hasta el hélix, atrapando esa parte más alta del cartílago entre sus labios, arrancándole un suspiro sonoro. Sin dejar de dominarlo, toma las manos del muchacho, que aún intentan inútilmente retener su control, y las presiona contra el vidrio del ventanal. Seguidamente, esparce besos sobre su cerviz, mientras una palma acaricia su vientre y la otra explora la unión de sus nalgas.

―J-Jin... ¿Qué vas a...?

―Voy a limpiarte con esmero... para ensuciarte con dulzura después... hasta que admitas que te gusta... ―respira cerca de su oído.

La mano de Seok-jin desciende hasta los confines más íntimos de su dulce amante, reclamando con ansia lo que considera su tesoro sicalíptico. Nam-joon suspira al sentir el contacto, y, casi como un acto reflejo, coloca su mano sobre la ajena, mas no detiene los movimientos que recorren su falo con una lentitud deliciosa. Sin embargo, de pronto, el vampiro alza una de sus piernas, y con una maniobra impetuosa, sus dedos comienzan a trazar círculos suaves alrededor de su entrada.

―¡Jin...!

―También hay que limpiar muy bien aquí... Todavía llevas rastros de mí...

―Jin... Por favor...

Seok-jin lo voltea bruscamente, haciendo que su espalda choque contra el cristal empañado por el vapor del agua caliente. Instintivamente, el muchacho posa sus manos sobre el pecho de su cautivante poseedor, pero el hombre, con firmeza, guía esas palmas sobre sus hombros, incitándolo a rodear su cuello con ellas y los brazos. Sus miradas se cruzan, una exigencia en los ojos profundos del vampiro; nada más podría capturar su atención como lo hace su chico. Toma uno de sus muslos, levantándolo con facilidad hasta que lo presiona contra su cintura, y en ese momento, sus sexos se rozan en un encuentro eléctrico. Con destreza, el vampiro lo invade con sutileza, sus dedos moviéndose lenta y deliberadamente dentro de él. Nam-joon echa la cabeza hacia atrás, arrancando de su propia garganta un gemido cargado de placer, mientras sus manos se aferran a la carne de la espalda del hombre inmortal, con los labios entreabiertos, como si el aire se le escurriera entre los labios.

―Háblame dulce...

―Jin...

―Más dulce... ¿no puedes?

―Ji... Jinnie...

―Oh... Jinnie... ―suspira encantado―. Suena espléndido con tu voz... ―dice sobre sus labios―. Róbame un beso, ¿sí?

Su tono sugerente y lascivo, acompañado del toque insistente, provoca un gemido en respuesta, seguido de un agarre vehemente contra su piel.

―Libérate de tus ataduras, Nam. Sé que te gusta sentir mi toque, pero sigues negándote.

―¡Yo sé, pero...!

―Nadie nos está viendo ahora. Incluso si lo hicieran jamás los dejaría llegar a ti, te envolveré en mis brazos y cuidaré de ti.

―Y-yo... E-en eso yo te creo, pero... No está bien...

―¿Por qué? ¿Porque la sociedad así lo estipula? ¡Sandeces!

―No quiero... morir solo...

―Criatura... ¿Ese es tu miedo? ―Lo mira condescendiente mientras toma su barbilla, alzando su rostro―. Nam... Conmigo a tu lado jamás conocerás la desolación. No habrá día o noche que te deje solo. Y te daré todo el amor que puedas requerir, todo lo que tú quieras, mi príncipe... ―Se adosa y besa sus labios―. Confía en mí, todo te lo daré.

―Eres un monstruo que no sabe lo que es el amor... ¿Cómo podrías dar algo que no entiendes?

―Enséñame entonces. Descubrámoslo juntos... ―susurra antes de darle otro pequeño beso―, mi dulce amante ―musita sobre sus labios y los toma de nuevo, saboreando su tímida respuesta.

»Tú guíame y yo cederé... ¿Me dejas...? ¿Me dejas, Nam...?

El chico suspira al verse atrapado entre el cuerpo del vampiro y el cristal ya no tan frío.

―Bésame... Bésame como si me conocieras desde siempre. Como si quisieras desquitar una fantasía prohibida... Como si desearas hacerme de ti... Te lo imploro... ―musita.

Con la punta de su lengua lo incita, provocando que entreabra sus labios. Estos tiemblan, incapaces de contener por más tiempo el estímulo, ni las ansias de acariciar lo que aún percibe como prohibido. Las barreras bajan de nuevo... Seok-jin lo ha acorralado, recuperándolo en el lugar donde más lo anhela.

Deseo caprichoso, rompiendo las cadenas de costumbres que se desmoronan lentamente.

Seok-jin roza la suavidad húmeda de sus labios, y muy despacio, con una timidez palpable, Nam-joon responde. Los jadeos se mezclan con la lluvia que los empapa; dulce y ardiente es la llama que se eleva entre ambos. El vampiro ciñe su cintura con firmeza, apegando sus cuerpos y sintiendo la dureza persistente de sus sexos. La boca de su amante se abre con una excitación vacilante, y él la reclama con pasión. Se pierden en un beso desenfrenado, sus lenguas se entrelazan mientras beben las gotas cálidas que se deslizan. Atrapados en la ilusión de su deseo, responden al estímulo que enciende su morbo.

● ● ●

―Bueno, aquí estamos... ―dice Ho-seok, deteniéndose a un lado de la puerta del apartamento con Jimin a su lado―. Gracias por acceder a acompañarme.

―No hay problema. ―Se lleva las manos a los bolsillos y sonríe discreto.

―¿Deseas pasar un momento?

―Creo que no...

―Oye, yo... necesito preguntarte algo... que tal vez no te agrade.

―¿De qué se trata? ―Alza las cejas y borra su sonrisa.

―Yoon-gi...

El rostro de Jimin se transforma al escuchar ese nombre.

―¿Lo has... lastimado?

El joven vampiro rueda los ojos con hastío y los regresa a su amado.

―No, no lo he lastimado ―expresa con fastidio―. Solo lo dejé inconsciente, pero lo llevé hasta su hogar.

―¿Sabes dónde vive? ―pregunta, arqueando una ceja.

Finge muy bien su picardía, pero cierto es que no le agrada en lo más mínimo que lo sepa.

―Cuando hay lluvia los olores se intensifican para mí. No fue muy difícil.

―Ya veo... ―Baja la mirada―. Lo lamento ―dice, mirándolo a los ojos.

Jimin se muestra apático, pero al momento siguiente suspira rendido y se permite sonreír, tomando las manos de su amor.

―Si vamos a pasar página lo mejor es olvidarlo. Pero tendrás que demostrarme que puedo confiar plenamente en ti, Hobi.

―Eso te lo prometo, amor ―le dice risueño, arrimándose a juntar sus rostros.

El muchacho menea la cabeza haciendo que su compañero lo siga juguetonamente, pero lo que realmente desea es llegar a sus labios. Un beso un tanto tímido. Ho-seok quiere entrar en su círculo otra vez y Jimin se muestra más cohibido ahora que se hayan en la puerta de su hogar. ¿Sería capaz de cruzar esa frontera de su mano?, se pregunta. Ho-seok hace la prueba robándole un beso, sin desprenderse del todo le da otro. Los ojos de Jimin se cierran automáticamente, perdiéndose en su acto. El beso continúa, las bocas se abren y los fluidos se acrecientan al igual que los suspiros. Ho-seok se adosa más, pero algo lo detiene: es Jimin que pone una mano en su pecho.

―¿Qué...?

―Vayamos... poco a poco a partir de ahora, ¿sí?

―¿Qué? Pero... Jimin...

―Por favor...

―Está bien. ―Se aparta disgustado―. Si es lo que quieres...

―Es lo que necesitamos en estos momentos, Hobi. Lo entiendes, ¿verdad? ―pregunta, poniendo una mano sobre su brazo.

―¿Puedo saber dónde te quedarás?

―En la casa de mis padres.

―Jamás he ido allá.

―Ni lo harás... por obvias razones.

―Cierto. ―Agacha la cabeza.

Ho-seok se esfuerza por no desvelar su enojo. ¿Podría culparlo? Jimin se despide de él y se marcha. Ho-seok cruza el umbral y se queda con sus manos sobre la puerta y la cabeza a gachas entre los brazos, esperando que una lluvia helada lo bañe por completo; incluso tan metafórico como se proyecta en su mente, se siente muy real. Pero no se rendirá. Jimin es suyo, y lo recuperará.

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