Capítulo 21: Mi debilidad

«No basta con tener habilidades sobrehumanas, ¡hay que saber cómo esgrimirlas! La subsistencia prima por encima de todo. Lo atávico de nuestra paranormalidad sigue una etiqueta. Nuestro anonimato es cardinal, preservar las vidas de los mortales que nos proveerán el alimento de mañana es crucial. Es en ti mismo por quien debes velar hasta el final, pero asimismo debes ser conocedor de que al salir al mundo estás por tu cuenta. ¿Lo entiendes, Seok-jin?». «Por favor hyung-nim, no dejes que me lleve». «¡Jin, suéltalo!». «El amor no está hecho para criaturas como nosotros. Solo nos queda el placer».

Con mi palma aplasto las añejas hojas amarillentas de mi diario personal y acallo las voces en mi cabeza. Giro la pluma sobre mis dedos y vuelvo a mi hábito de la escritura; es mi método para canalizar la ira y la ansiedad.

No hay gimoteos.

Mi Nam-joon está en su alcoba con ese otro joven. Puedo escuchar sus corazones latiendo como uno y el calor que emanan sus cuerpos bajo las sábanas al tocarse. Sé que no pasará nada entre ellos, más allá del miedo de uno y la incertidumbre del otro. Pero muero de ganas por quitar a ese chiquillo y ocupar su lugar.

No hay gimoteos.

Humanos... Mortales... Sigo sin comprenderlos. Sin embargo, ahora no consigo comprenderme a mí mismo.

―¿Por qué me vi afectado por ese par? ―pregunto con mis ojos mirando en un punto alto en mi estudio.

Después de todos estos años vagando por esta tierra sigo desconcertándome y fascinándome. Desde mi nacimiento se me ha dicho que no es bueno hacer amistad con los humanos. Son solo bolsas de sangre a nuestra disposición y ellos no tienen por qué saberlo. Somos superiores, pero no es bueno que apaguemos su ignorancia.

―Taehyung, ¿por qué no escucho tus ayes?

Levanto la vista y lo miro. Lo tengo colgado de cabeza, maniatado y con esa asquerosa boca floja que tiene bien encintada. Dejé el cuchillo clavado en su cuello y puse un cubo metálico debajo para que la sangre derramada caiga dentro. Por cada gota que cae él debe contar, pero ya que no le permito emitir palabra alguna, solo queda que haga un sonido con su garganta. Esa es la consigna, y ya no la está respetando, cosa que me enfurece. No obstante, al ver mis ojos penetrantes sobre su persona vuelve a la tarea. Así aprenderá a no ser insolente.

―Así está mejor. Y pobre de ti si pierdes la cuenta, porque estoy contando y si no coincidimos te irá peor que ahora.

¿Dónde estaba...?

―Si los mortales son tan insignificantes como nos han dicho, ¿por qué temerles?

Si los mortales son tan magníficos... ¿Cómo no sentir atracción por ellos? ¿Cómo no obcecarse? ¿Cómo no secuestrarlos? ¿Cómo no tomarlos y subyugarlos? ¿Cómo no...?

Debo parar de escribir ahora porque creo que mis pensamientos han colisionado con mis deseos. Mi hoja está plagada con el nombre de Nam-joon.

Nuestro placer prohibido se vuelve más tentador. Mi placer culposo se torna en desequilibrio mental. Temo por mí, pero más temo por él. No quiero matarlo... tan pronto.

● ● ●

La ropa de Jimin ya está húmeda por la lluvia. Ignoró la primera llamada que recibió de Ho-seok, luego la siguiente, y la siguiente. No se siente con la compostura suficiente de enfrentar su rostro porque sabe que se romperá más de lo que ya está, y no es como si sintiera deseos de regresar a su hogar tampoco, si es que a esas paredes podría llamarle hogar; ahora solo la colman la amargura y el dolor.

Sabe que debe volver y enfrentar su crudo destino con su novio. Pero antes de eso, tiene otros planes, mismos que involucran a ese joven de cabellos blancos y piel clara: Min Yoon-gi. El epicentro de su malestar, la manifestación de su rabia que hace ebullición en su interior. Lo tiene en la mira ahora mismo, esperando el autobús en la oscura calle solitaria. Suspira frío y mira la pantalla de su teléfono celular, mientras que él se mantiene oculto en la penumbra de un callejón, esperando el momento indicado para atacar como el depredador que es.

Yoon-gi escucha que susurran su nombre a su espalda y solo tiene tiempo de girar un tercio el cuerpo y abrir grande los ojos al divisar lo que se avecina contra él. El teléfono cae al piso y las gotas de lluvia sobre él, y de ese joven de cabellos blancos no queda ni rastro.

● ● ●

Con un suspiro de angustia y cansancio, Ho-seok arriba a la puerta del apartamento, aunque se congela ahí mismo al percatarse de que está entreabierta. Su corazón se acelera, sus músculos se tensan y su rostro adquiere una seriedad absoluta. Desenfunda su arma reglamentaria y con suma cautela empuja la puerta y enciende las luces.

―¡Policía! ¡Estoy armado! ¡Seas quien seas muéstrate de inmediato! ―exclama, aunque se hiela al ver gotas rojas en el piso, haciendo un camino a la cocina y la sala.

»¡¿Jimin?! ―pregunta con miedo.

―¿Qué?

Incluso con lo apagada y rasposa que se escucha su voz, Ho-seok logra reconocerla. Jimin se le adelanta y enciende las luces de la sala. Su pareja no da crédito a lo que sus ojos ven: Jimin está empapado de cabeza a pies; las comisuras de su boca así como sus manos están manchadas de rojo, goteando en el piso. El surco que viene de la entrada termina donde Jimin está sentado ahora, con los antebrazos reposados en sus piernas; sus manos colgando y de ellas, se desprende la sangre. Sus ojos oscuros, vacíos, envueltos en una mirada penetrante y frívola. ¿Quién es ese sujeto? Ese no es Jimin, su Jimin. Ese extraño siniestro no es su novio.

―Ji-Jimin... ―Baja el arma―. ¿Estás herido o...?

Ho-seok intenta acercarse pero la voz helada del muchacho lo detiene en seco:

―¿Dónde estabas? ―pregunta, realzando la postura en la silla.

―E-en el trabajo...

Su titubeo no se debe a que le cuesta trabajo generar una mentira, sino porque la pregunta lo desconcierta.

―Eres un mentiroso con talento, amor...

―Jimin... La sangre...

―Oh, no te preocupes... ―Se pone de pie―. No es mi sangre... ―Se acerca―. Es de Min Yoon-gi...

Y con esa declaración Ho-seok se queda tieso.

―¿Qué pasa, amor? ¿Ni siquiera te esforzarás en negarlo y mentir de nuevo? Vamos... ―dice, alargando la primera vocal de la palabra y mostrando una fingida expresión de tristeza, abultando los labios―. Te creía mejor mentiroso.

―Tú... ¿Qu-qué... le hiciste a Yoon-gi?

―¿Por cuánto tiempo?

―Jimin...

―¡¿Por cuánto tiempo llevas viéndome la cara?!

El joven vampiro muestra sus colmillos y los ojos rojos, con las venas sobresaliendo debajo de las cuencas de sus ojos. Ho-seok se alarma y sube la pistola de nueva cuenta, pasando saliva.

―¿Qué... eres?

―¿Vas a dispararme, cariño? No me matarás, te lo aseguro.

―¡¿Qué eres?! ¿Y qué hiciste con Yoon-gi?

―Así que ese chico te importa tanto... ―expresa con tristeza.

»Nací muerto, pero con ánimos de vivir bajo la luz, aunque sea dentro de una burbuja. Luego tú te metiste en mi vida ―dice, aproximándose en un parpadeo delante de su pareja―, aceptaste mis rarezas, me juraste amor una y otra vez ―agrega, alzando la voz y abofetea su mano, mandando a volar la pistola―, y tú... ¡tú me mataste! ―exclama con rabia, sus ojos llenos de lágrimas y sujetándolo del cuello de su ropa.

»¡Me viste la cara! ¡Te burlaste de mis sentimientos!

Su llanto lo deshace poco a poco, su pulso se vence y sus manos resbalan por su ropa.

―¡Maldito! ―chilla, con la voz apenas perceptible.

―Jimin...

―¿Por qué mierda no me dijiste que ya no me amabas? ―Golpea su pecho.

―¡Eso no es cierto! Jimin, déjame explicarte... ―Lo toma por los hombros.

―¡¿Qué mierda vas a explicarme?! ―Se altera y lo empuja bruscamente―. ¡¿Que te cogías al tal Yoon-gi y luego venías a coger conmigo?!

Ho-seok cae al suelo, sorprendido; no imaginaba lo fuerte que es.

―Jimin... ¿Qué eres?

―Esto... es mi verdadero yo. Un caminante de la noche, un depredador de sangre y enemigo de la luz...

―¡¡¿Por qué carajos no me lo dijiste?!! ―estalla Ho-seok en reproche.

―¡¿Qué se supone que debía decirte?! "Hola, cariño. Oh, por cierto, soy un vampiro. ¿Quieres cenar? ¿Tal vez coger?"

―¡Tenías forma de demostrármelo!

―Todo el tiempo que llevo contigo como pareja, incluso antes de ser oficialmente novios, escondí mi naturaleza por miedo a perderte. Pero no me sirvió de nada... Porque aun así te he perdido.

―Jimin... ―suspira y las lágrimas derrapan por sus mejillas.

―Me miras con temor, besas a otro y luego vienes a mí como si nada...

―¡Estaba confundido, ¿de acuerdo?! ―exclama con dolor y preso de las lágrimas―. ¡No podía sentirme satisfecho a pleno! ¡Verte sufrir también es doloroso para mí! ¡Es tu culpa por no ser honesto conmigo!

―¡Mentí porque no deseaba lastimarte!

―¡Y una mierda ha valido!

Jimin aprieta los dientes así como los puños y en un suplicio se lleva a Ho-seok hasta el cuarto y lo avienta sobre el colchón.

―¿Qué crees que haces?

―Te voy a mostrar... ―Comienza a quitarse la ropa―, por qué no te "satisfacía", según tú, como tanto quieres.

―Espera, hablemos... ―Se sienta y pone una mano al frente en prórroga.

―Sin más mentiras, Ho-seok ―dice, acomodándose a ahorcajas sobre su pelvis y de un tirón abre su chaqueta y baja los hombros―. Ahora te mostraré mi verdadero ser.

El muchacho se halla abrumado ante sus palabras y su comportamiento feroz. Quiere alegar, quiere discutirlo, pero en cuanto Jimin estrella sus labios con los suyos se pierde por completo. Sigue tirando de su ropa, rompiéndosela y quitándola de su camino. Jung intenta hacer lo mismo con la ropa de su pareja, pero él no le permite tocarlo y aparta sus manos con rudeza.

―Jimin... Jimin, yo sí te amo... ―suspira entre besos ahogados.

―Mentiroso ―contesta él y vuelve a besarlo con hambre y furia.

Hacen el amor con despecho y rabia. Jimin se queda sobre él y salta frenético, gimiendo y padeciendo ante su libido. Ho-seok no se queda atrás y comparte sus emociones, aunque se siente frustrado pues Jimin lo tiene contra la cama, apresando sus manos con el peso de las suyas, entrelazando sus fríos dedos con los cálidos suyos. Cuando lo besa lástima porque lo muerde hasta hacerlo sangrar, sin importarle cuánto se queje o le diga que le duele. Está sobre su cuerpo, sube y suspira, baja y estrella sus carnes de manera sucia y brusca.

―Jimin... Hazlo con cuidado, haces que duela...

―Lo sé... Pero este dolor que te estoy provocando, amor mío... no es nada comparado con el que tú me has proporcionado ―le dice y vuelve a besarlo.

Sus ósculos son tortuosamente largos, lo dejan sin aliento y aceleran sus latidos ante la falta de oxígeno. Le pide por favor, pero no se detiene. Después de desbordarse en placer le pide una pausa, pero él no cede. Y transcurrido un tiempo, que no supo distinguir si se trataban de minutos u horas, Jimin gruñe sobre su pareja, sube sus manos por su rostro hasta su cabello, despeinándolo y ahogándose en su deseo carnal. Seguidamente tuerce el cuello de su chico a un lado; este se queja con fuerza.

―¡Jimin...! ¡Jimin, para!

Pero nuevamente su solicitud es denegada. El vampiro abre sus fauces, dejando ver sus largos colmillos que no duda en usar para apuñalar su carótida. Ho-seok grita y lo toma por los brazos queriendo apartarlo, pero el vampiro quita sus manos y las apresa contra el colchón para así alimentarse a gusto de su ahora presa. «Esto es lo que soy», susurra cerca de su oído para asegurarse de que lo escuche y vuelve a incrustar sus colmillos para seguir bebiendo; Ho-seok suspira. Su consciencia se desvanece.

―Ji... Jimin... ¿Estás matándome...? ¿Eso quieres...? ―masculla, y sus ojos se cierran.

● ● ●

Después de la sigilosa tempestad, del agua vertida y la luz desvanecida de los truenos, el sol vuelve a brillar. No es para nada del agrado de Seok-jin, por lo que circula por la sombra, con Nam-joon caminando a la par suya. Se siente aliviado de ver la luz del sol después de mucho tiempo, sentir el olor al césped y roca húmedos.

Al detenerse en el extremo del jardín, en un punto alto, Nam-joon logra ver a Jung-kook admirando el verde intenso del bosque de pinos a lo lejos.

―¿Te encuentras bien?

El referido se gira hacia él y con una pobre sonrisa asiente. Nam-joon sonríe y lo despeina un poco con una caricia. Desea indagar más respecto a su condición, pero un carraspeo por parte del vampiro desde las sombras lo interrumpe.

―¿Serías tan amable de venir aquí, Nam-joon? ―solicita.

Inmediatamente, Jung-kook toma su mano.

―Está bien, él no me hará nada.

El muchacho suelta su mano y Jeon lo ve alejarse con angustia.

Ni bien Seok-jin lo recibe en la sombra que proporciona el árbol, agarra el rostro de su chico entre sus manos y se apropia de sus labios. Al desprenderse de ellos lentamente, sus ojos se estancan en la figura lejana de Jung-kook, como si le reprochara que estuviera fisgoneando. El aludido desvía entonces la mirada y es así que nota los ojos de Kim Taehyung, quien está posado contra la pared de concreto en la sombra, observándolo detenidamente, por lo que vuelve la vista al frente de inmediato, dándole la espalda.

―Jin, quiero hablarte de Jung-kook... ―murmura Nam-joon en cuanto sus labios quedan libres.

―Jung-kook está bien.

―No, no lo está. ―Sujeta sus manos y las aparta de su cara―. Ese lunático de Taehyung le está haciendo daño.

―No es algo que deba preocuparte.

―¡¿Cómo puedes permitirlo?!

―Está fuera de discusión.

―¡Vete a la mierda! ―Suelta sus palmas con rabia y se aleja.

Seok-jin intenta alcanzarlo, pero Nam-joon cae nuevamente bajo el sol, por lo que la piel del vampiro comienza a reaccionar al instante, humeando al ser quemada. El hombre retrocede y el muchacho se halla estupefacto.

―Así que así de mal te tiene la luz solar.

―No nos llaman enemigos de la luz por nada.

―Quiere decir que si estoy en el sol... ¿no puedes tocarme?

―Te aconsejo no testearme, Nam-joon ―le dice, mirándolo tajante.

Jung-kook asoma la vista por el borde del terreno, hallando abajo un río que fluye a gran velocidad y suspira.

«Sin salida... ¿Moriré en este lugar? ¿No podré salvarme?», piensa, y se deja caer desganado sobre la tierra.

―Aleja a ese malnacido del lado de Jung-kook, y no intentaré escapar ―solicita Nam-joon con solidez.

―¿Y qué te hace pensar que puedes escap...?

―Pruébame.

En ese instante los dos vampiros llevan sus ojos bien abiertos al borde del terreno, y solo cuando el ruido seguido de un grito se oye es que Nam-joon se da la vuelta. La tierra se había deshecho y Jung-kook cae al río. Veloz como un rayo, sin importarle que el sol lo queme vivo, Taehyung se remueve su chaqueta de cuero, la cual le proporciona más calor en su carrera y salta sin más al río.

―¡Jung-kook! ―grita Nam-joon aterrado, y corre en dirección al barranco.

―¡Espera, Nam! ―Seok-jin alcanza a sujetarlo de la muñeca.

―¡Suéltame! ―Jalonea para recuperar su extremidad―. ¡Ese abusivo lo lastimará de nuevo! ¡Ustedes solo lo dañan! ¡Tengo que ayudarlo yo!

Seok-jin lo retiene, incluso quedándose expuesto bajo los rayos del sol. Su cuerpo comienza a humear. Forcejea contra el chico, pero la tierra bajo sus pies se desmorona y ambos caen en picada. Nam-joon golpea el agua helada con su pecho y rostro, hundiéndose de inmediato en ella y siendo arrastrado. Todo se torna en oscuridad y frío.

Todos sumidos en diferentes inconsciencias, sin percatarse de lo que ronda su entorno, lo que los manipula y los traslada en la vulnerabilidad de su condición humana a merced de las criaturas de la noche, los denominados vampiros.

● ● ●

Con un suspiro profundo y repentino, Yoon-gi se despierta boca abajo entre las sábanas de su cama. Palmea el colchón, pensando que tal vez Ho-seok podría estar a su lado, ya que siente el cuerpo pesado y cansado; le duele la espalda y no siente las piernas, como cuando termina de tener sexo con él, pero para su sorpresa, nadie lo acompaña en esa amplia cama, por lo que bufa decepcionado, pero más fatigado y ofuscado. No logra recordar con exactitud qué ocurrió la noche anterior ni cómo o cuándo llegó a su apartamento, y en cuanto levanta la cabeza de la almohada siente una tensión fuerte en su cuello; siente dolor cuando palpa con sus dedos, por lo que se dirige al baño. Al mirarse en el espejo, no solo se extraña por el moretón que tiene ahí, sino también a un costado de la frente. Al rozarla siquiera con sus yemas duele mucho más que su otra lesión.

―¿Qué demonios...? ¿Me habré emborrachado?

Yoon-gi toma su teléfono y le marca a Ho-seok, pensando que tal vez salieron a beber algo, puesto que sí recuerda que fue él la última persona que vio antes de que la noche fuese un borrón.

El teléfono del muchacho en cuestión suena y suena entre su ropa desperdigada por el suelo del dormitorio. La vibración, así como los pitidos consiguen despabilarlo, aunque vuelve a la vigilia en cámara lenta; se siente exhausto. El teléfono deja de sonar.

Con un gruñido y apretando los párpados, Ho-seok se desprende del colchón y se da la vuelta, quedándose sentado. Se pasa una mano por su cabello y observa su entorno acomodando las piezas, entonces un quejido arriba ante una dolencia repentina en su cuello. Se masajea con su mano, entonces siente más dolor y también una fina capa que recubre la zona, al mirar su mano ve rastros de lo que parece ser sangre seca. Pasea los ojos, meditabundo, y recuerda:

―¡Ji-Jimin...! ―se queja él, tratando de sostener al chico que se le viene encima.

Jimin revela sus colmillos iluminados por la luz de la luna que se cuela por la ventana, brillando como dos cuchillas, mismas que, luego de apartar sus estorbosas manos, entierra contra la carne de su cuello. Ante la falta de delicadeza, Ho-seok siente un dolor terrible, y una sensación extraña en cuanto su sangre es drenada con rapidez.

―Carajo... ―gruñe y se levanta rápido de la cama―. ¡Jimin! ―lo llama, sin ponerse siquiera la ropa interior, y se dirige a la sala.

Camina a paso acelerado hasta la cocina, abre la puerta del baño.

―¡Jimin-ssi! ―grita con desespero y rabia, corriendo de regreso a su habitación.

Mira en el baño del cuarto y nota que faltan un par de cosas, entre ellas su cepillo de dientes. Da un manotazo contra la puerta y divisa con más atención el cuarto, quedándose perplejo.

―No, no, no... ―dice con enfado y miedo, y abre las puertas del gran armario de par en par.

Jimin se había llevado sus pertenencias, del dormitorio, del baño. Había abandonado ese apartamento, y a Ho-seok con él.

―¡Mierda! ―exclama con furia, llevándose las manos a la cabeza.

Vuelve a la sala y ahí, sobre la mesa, encuentra una nota muy breve que había pasado por alto, como había pasado por alto tantas cosas en su relación con Jimin.

Considera esto nuestro rompimiento oficial. Adiós, Jung Ho-seok. Dice la nota, y Jung la arruga entre su palma y dedos, mientras lágrimas de dolor y tristeza bañan sus mejillas.

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