Capítulo 13: Mi boca
Encendí el equipo de música y subí bastante el volumen a la dulce sinfonía de ópera gótica mientras cocinaba con entusiasmo en la cocina. Es para Nam-joon después de todo, debe ser mi mejor platillo. Dejé todo listo y preparado, calentándose dentro del horno. La casa es demasiado fría, por lo que debe preservar su calor.
Subo a su recámara y toco a la puerta. No me responde, pero puedo escuchar la suela de sus zapatos; está vestido, por lo que me tomo el atrevimiento (para mí no lo es) de abrirme paso.
Ahí lo tengo: traje azul oscuro casi negro, camisa también negra y corbata índigo. Por supuesto que reconozco las prendas, yo mismo las empaqué en su bolso y las asenté para que él las luciera ahora para mí. Nam-joon me mira de costado mientras arregla su corbata. Incluso su postura es arrebatadoramente deseosa.
Qué hombre eres, Kim Nam-joon.
―¿Estás listo, amante?
―Terminemos con esto de una vez... ―expresa con hastío, y yo siento escalofríos.
Sí, Nam-joon... Contéstame de manera indiferente, como si pudieras darme un golpe y hacer de mí tu voluntad. ¿Será más deleitable que tú hagas mi voluntad? Pretendo averiguarlo, a su tiempo...
Caminamos por el pasillo, no hay silencio pues tarareo, siguiendo el ritmo de la música de la planta baja que solo mis oídos pueden escuchar.
―Seok-jin, suelta mi mano, ¿quieres? ―me pide y lo ignoro.
Me hallo a mí mismo repleto de júbilo, como si mi admiración y atracción por Nam-joon hubieran nacido ayer, pero en realidad mi devoción por él renace cada vez que mis ojos lo encuentran, el aroma que desprende por cada poro de su piel, el vibrato de sus cuerdas vocales ante cualquier ruido que produce por más ínfimo que sea. Lo miro caminar a mi lado y no lo veo a él, sino a todo lo que me gustaría hacer en su compañía, en esta noche donde lo tendré solo para mí.
¿Debería decírselo? No... ¿Por qué arruinar la sorpresa?
● ● ●
Una vez en la sala, Seok-jin cambia la música por algo más moderno y, al juzgar por la mirada que le devuelve su acompañante, parece que logra dar con una buena melodía. Arregla el volumen para que ambiente el lugar y no resulte molesto. Lo guía al gran comedor y Nam-joon suspira, visiblemente apático, pero aun así avanza. El anfitrión aparta la silla al extremo y procura que esté cómodo.
―Iré por la comida.
―¿N-no lo hará Tzuyu?
―No. Lo haré yo.
―Ella está bien, ¿cierto?
―Sí.
―¿Y-y... Jung-kook?
―Perfectamente. ¿Por qué dudas?
«Oh, no lo sé... ¿Porque eres un maldito vampiro lunático? No, ¿cómo podría ser?», piensa, mirándolo con los párpados un poco bajos. No obstante, Seok-jin lo sorprende poniendo su mano sobre la mesa y acercando demasiado su rostro al suyo.
―Esta noche seremos solo tú y yo ―susurra, casi sobre sus labios; el joven pasa saliva.
»Iré por tu comida, amante... ―reitera, con su voz más baja aún.
Ni bien cruza las puertas que conducen a la cocina, Nam-joon cambia por completo su semblante, teniendo extremo cuidado de no acelerar sus latidos más de lo debido. ¿Cómo... podría escapar?, se pregunta. Se lo pregunta a sí mismo desde que ingresaron a la gran sala. Mira en todas direcciones y ninguna idea resulta en su cabeza. Si guarda un cubierto consigo o sale con cautela del comedor sería inútil, Seok-jin lo notaría, lo alcanzaría y lo atraparía en un parpadeo. Es su desesperación tomando posesión de él. ¿En qué está pensando? Escapar es un acto imposible de ejecutar.
El vampiro vuelve al minuto, más o menos, con el carrito que carga las charolas de comida. Tres platillos que se ven y huelen deliciosos: uno con carne de cerdo, pescado y arroz, otro con vegetales variados, un tazón con sopa y unos cuencos más pequeños con salsas para remojar o marinar.
―Por favor, come para que puedas estar sano y fuerte.
―¿Así podrás comerme mejor? ―pregunta con injuria.
―Si quieres ponerlo así... ―le contesta con una sonrisa ladina y le guiña un ojo.
Con una risilla de por medio, que logra darle un pequeño escalofrío en la espina al chico, Seok-jin camina hasta el otro extremo y toma su lugar.
Aunque la mesa es bastante amplia a lo largo, puede contemplar a su tan ambicionado amante a pleno. Con sus sentidos agudos, es capaz de observar su piel tersa en alta definición; escucha la presión ejercida de los palillos al agarrar la comida, el aire que se escapa por sus fosas nasales, sus pestañas al juntarse con cada parpadeo y el sonido de sus dientes al masticar. Asimismo siente, más que cualquier otra cosa, sus rasgados ojos juiciosos hacia su persona, destilando resentimiento, pero a la vez, un deje de curiosidad.
«¿En qué piensas, Nam-joon? ¿Cuál es la frondosidad de tu execración hacia mí?», piensa, penetrando en las pupilas ajenas, como si quisiera alcanzar no su alma, sino sus recónditos pensamientos. Y bebe. Bebe de su cáliz de cristal lleno de sangre, obtenida de las reservas que Tzuyu deja para él ante cualquier emergencia. La había dejado allí hace un buen rato, por lo que ahora puede degustarla a temperatura ambiente, tal y como le gusta, aunque sin lugar a dudas su favorita siempre será a sus treinta y siete grados, recién extraída de la carótida o la yugular.
El vampiro cierra sus ojos mientras que el líquido espeso se escurre por su garganta y esófago.
«No me olvido, Nam-joon...», sigue cavilando. «No olvido que nuestros labios se han tocado de manera profusa. Que te dejaste perder dentro de mí por unos minutos que para mí han sido un mundo en el que me he sumergido».
Experimenta cierta excitación al recordar la orquesta poco honorable que protagonizaron. No puede dejar de mirarlo, incluso sabiendo cuánto lo está incomodando. El perfume de sus rosas que lo envuelve mezclado con su torrente apetitoso y la hegemonía que lo precede hacen que lo encuentre simplemente irresistible.
―¿Piensas quedarte viéndome como un idiota contento toda la noche? ―increpa de repente.
Increíble, Nam-joon tiene la habilidad de encantarlo y desencantarlo. Descortés, piensa el vampiro, aunque su sonrisa petulante no se esfuma.
―¿Has terminado de cenar?
―Hace rato.
―Yo sigo viendo bastante comida en esos recipientes.
―Te dije que no tenía apetito.
● ● ●
En el momento en que termina de soltar aquello, pierdo la mesura de mi fuerza para con la copa, rajando el vidrio.
¿A qué estás jugando, Nam-joon? ¿Que no ves que mantenerte sano está al final en mi lista de deseos, pero al inicio en mis prioridades? ¿No entiendes que quiero marcar cada rincón de tu anatomía con mis colmillos? ¿No concilias que muero por sujetarte de los cabellos y repetir los cánticos de la noche anterior? ¡¿No percibes el martirio que es luchar contra mis impulsos de manipular el nudo de tu corbata para volcar tu cuerpo sobre la mesa, rasgar las telas que te envuelven como a un obsequio prohibido?! Incluso si pones el grito en la cúpula más alta de esta casa, incluso si arremetes contra mí, no puedes. Te permito despreciar mis alimentos, pero no mis intentos por mantenerte a salvo de mí mismo.
Con un movimiento ligero y apenas perceptible al ojo humano, estrello mi copa contra la pared; él se sobresalta con el sonido del cristal, estallando y esparciéndose. Con otra acción de la misma índole me subo a la mesa y mis ojos ennegrecidos por mi instinto cazador aruñando mis tendones calan en los impropios, iluminados y llenos de asombro negativo. Comienzo a caminar en su dirección; el chico está inmóvil en su silla, ¿sabrá que no puede escapar incluso si se muere por salir corriendo? Sé la respuesta y rio, aunque estoy enojado.
Llego a mi destino y me inclino como un guardián malevolente y auténtico Judas ante mis deseos más bajos, la razón de mi ceño fruncido y el fuego que me quema las entrañas. De un arrebato, en un suspiro que no alcanza su percepción, lo tomo por la barbilla y cedo la postura para acortar la distancia entre nosotros.
―¿Por qué todo debe ser tan difícil contigo, cariño?
Apenas puede liberar un suspiro, que se transformaría en palabras, pero lo callo de manera abrupta:
―No puedes darte el lujo de no comer apropiadamente. ¿Quieres que te encadene a la silla? ―pregunto, con una expresión sombría, aunque por dentro me muero con la sola imagen mental, mucho más cuando él mueve la cabeza dándome una negativa.
»Si no comes por tu cuenta entonces procesaré todos estos alimentos y te los meteré con un embudo por la boca. ¿Quieres que haga eso?
Otra negativa. Relajo un poco mi semblante, remojo mis labios dejándome ver más sosegado, acomodo el cuello de su camisa y ajusto su corbata.
―¿Recuerdas cuando mencioné mis dos caras, Nam-joon? ―No suelto su corbata. Él me da un "sí".
»Verás, en estos momentos, mis dos caras están en guerra debido a que... una de ellas quiere dejarte comer un poco más para dejarme tranquilo de que tu estómago está lleno. Pero la otra... La otra se muere por hacerte esas cosas que dije, ¿sabes? Y me cuesta... ―Aprieto la prenda―, controlarla.
Miro mis pies, viendo que he pisado los alimentos y roto los platos, «Ups...», me digo para mis adentros. Observo el tazón de sopa y luego al muchacho.
―¿Quieres que te dé de comer?
―Yo puedo solo.
Ante mi amenaza no tan latente, ase el tazón y comienza a degustar la sopa hasta no dejar nada, todo bajo mi atenta mirada, cercana además, pues he ocupado un lugar en el vértice de la mesa. Lo agarro por la barbilla cuando termina y con la servilleta limpio delicadamente las comisuras de su boca.
―Baila conmigo, Nam-joon ―digo de repente, tomándolo de la mano.
El pobre apenas alcanza a balbucear un "qué" cuando ya lo he llevado conmigo hasta el salón contiguo: un pasillo más angosto que otras habitaciones de la mansión, poblado por ventanas donde se cuela la gratificante luz de la luna y las cortinas translúcidas hacen una danza apacible ante la suave y fresca brisa.
Oprimo un botón de mi mando para que la iluminación sea opaca y otro para que unas pequeñas compuertas en la parte alta de las paredes se abran, dando paso a unos pequeños parlantes por donde la música de la sala principal se filtra.
Perdido en su asombro por el lugar y la música, lo intercepto de nueva cuenta: me aferro a su mano, mis dedos como plantas trepadoras anhelando atrapar su encanto para mí, y rodeo su cintura con el capricho primando mis deseos, porque está conmigo y mío será, eventualmente. Porque soy el demonio sobre sus hombros, el extraño en su cabeza, que hará una metamorfosis sublime y nos conquistaremos mutuamente, entonces... entonces mi maldita eternidad dejará de estar vacía.
―N-no soy un buen bailarín, la verdad... ―balbucea, mirando nuestros pies y esforzándose por seguir mi inquieta guía en los pasos.
―No importa, Nam-joon... Puedes moverte torpemente con total libertad... A mí solo me importa poder tenerte al alcance de mis manos, respirar tu mismo aire y compartir tu espacio personal. No necesito más para destellar regocijo en mí.
Puedo notar que mis palabras comienzan a maravillarlo un poco más, a diferencia de ocasiones anteriores, no solo por el hecho de que desvía la mirada con pena o la aceleración repentina en sus latidos, sino por ese color que toman sus mejillas, aquel que constato no por el tinte como tal, sino por la sangre que se acumula en los pómulos. Eres tan dulce, Nam-joon... Tan dulce.
―Y... ¿Por qué no ha estado Tzuyu aquí esta noche?
Un susurro incómodo serpentea en mi mente, eclipsando el júbilo que había echado raíces. Mi semblante, antes radiante, se ve obscurecido por un velo de desilusión. Aromántico y anticlimático, me considero, pero esto... es ridículo.
―Tzuyu está atravesando su período ―contesto de mala gana, sin pausar el baile―. Y como podrás darte cuenta, no es bueno que esté cerca de mí.
―¿Y-y Jung-kook? Estaba muy lastimado, ¿se encuentra bi...?
―Jung-kook está muy bien ―lo corto en seco―. Lo alimenté primero. Ahora debe estar leyendo algún libro o durmiendo.
―¿Por qué no lo liberas? ―pregunta, con un rostro afligido. Ese jovenzuelo en verdad le preocupa.
―¿Disculpa?
―Tienes a Tzuyu, me tienes a mí...
―¿Te tengo a ti? ―Mi agarre contra su cintura se vuelve prominente y adoso más nuestros cuerpos.
―Sabes a lo que me refiero. ―Pone su mano libre sobre mi pecho, intentando medir distancia―, no intentes ponerle un tinte inapropiado.
―No hay nada de inapropiado en mi insinuación. Después de todo... sí te tengo.
Me arrimo a besarlo por fin, pero sorpresivamente (para mí, desde luego) él corre su rostro.
―¿Qué pasa?
―Eso... no puede volver a ocurrir...
―¿No te gustó?
―No.
―Mentiroso.
―No miento, tú me obligaste.
―¿Qué yo te obligué? ―una sonrisa bañada en sarcasmo se instala en mis labios―. Deja de mentirte, y de mentirme.
―¡No miento!
Mis pupilas desaparecen bajo mis retinas, volviéndome un zombi por unos segundos.
¿Por qué todo tiene que ser complicado contigo, chico?
Al momento siguiente, su cabeza y espalda tocan la pared del pasillo, junto a una de las mesas, cuyo florero cae al piso, haciéndose añicos. Mi agarre contra Nam-joon no es fuerte, pero mi agilidad y el estruendo de la decoración lo dejan perplejo y en blanco por unos segundos. Intenta apartarme como un mecanismo de defensa automático, pero no demoro nada en aplacar su muñeca contra la pared, a la altura de su cabeza, y guío su otro brazo y mano a mi cintura para que me rodee.
Como en ocasiones anteriores, me doy el lujo de rozar su cuello con la punta de mi nariz y respirar su perfume: magnífico como siempre.
―Sé que me has mentido... ―suelto de repente en un murmullo, muy cerca de su oído y sonrío al sentir cómo se eriza su piel.
―Otra vez con eso... ¿En qué mentí según tú?
―Bueno... ―Encaro su rostro―. Además de mentirme descaradamente ahora... Mentiste cuando me dijiste que nunca habías besado a otro hombre.
Puedo ver sus ojos abrirse palmariamente ante mi comentario y sus latidos aumentan.
―No es...
―¿Quién fue, Nam-joon? ―Me acerco y él ladea su rostro.
―No...
―¿Fue tu amigo? ―Me arrimo más, pero él sigue esquivándome―. ¿Aquel de los cabellos blanquecinos y piel de nieve?
Se muerde el labio bajo y no me contesta, pero yo ya sé la respuesta.
―Así que fue él, ¿eh? ¿Es buen besador? ¿Lo besarías de nuevo?
―Ya basta, déjame en paz, por favor... Eso fue hace mucho tiempo y yo ahora tengo novia, la quiero mucho y me hace feliz... Yo era feliz con ella, con mi vida... pero tú... ¡lo arruinaste todo!
―Oye, oye... ―intento apaciguarlo―. Te estás precipitando.
―¡Tú arruinaste mi vida!
Se agita y me empuja, es entonces que lo tomo por los hombros y le doy un sacudón, golpeando su cuerpo contra el muro. Ahora mi aferre es más fuerte.
―Por favor, chico. Sé racional... ¿Yo arruiné tu vida? Lo único que he hecho hasta ahora fue brindarte honestidad y separarte de las verdaderas lacras que pululaban en tu cercanía, buscando clavar sus pezuñas en tu piel y ese pobre e ingenuo corazoncito tuyo ―le digo, señalando su pecho.
Sus ojos se llenan de lágrimas más rápido de lo que hablo. ¿Por qué la sola mención de estas personas lo pone así? Los aborrezco.
―Ya cállate ―murmura, llevándose las manos a las orejas.
Suspira y llora, dejando que su cuerpo se deslice en la pared hasta caer sentado al suelo alfombrado. Dejo que el aire en mis pulmones se libere por mis fosas nasales; no es que él me desespere, sus fuertes emociones por esa gente sin ningún valor me desquician. Me inclino delante de él y, aunque lucha contra mí, aparto sus manos y cedo el paso a las mías, para limpiar esa agua caliente de su rostro no menos cálido.
―Te demostré la deslealtad de tus supuestos aliados y te he abierto los ojos a tu verdadera realidad, porque me parece un insulto que alguien se atreva a burlarse de ti en tu cara...
―Ya no hables...
―Está bien si no quieres aceptarlo todavía. Supongo que estas cosas... toman tiempo para los mortales. Pero no olvides que "La verdad duele una vez, pero la mentira duele cada vez que se recuerda".
―Eleanor Roosevelt.
Dejo ver mis dientes y mis ojos adquieren un brillo especial.
Ejemplar salvaje... Me cautivas cada vez más y más. ¿Cuánto poder encapsulas dentro, mortal?
―Sé que mi condición no me hace tu mejor opción. Pero te he sido franco desde el primer momento. Quiero tenerte, pero también busco que me aceptes... ―Le doy un mimo a su pómulo con mis dedos para secar el agua que cae insistente.
»Quiero cuidarte de las garras del mundo. Pelearé con otros vampiros para alejarlos de tu puerta, de tu sangre y de tu cuerpo si debo hacerlo. No soy un púgil ni un guerrero, pero si es mi deber defenderte, del modo que sea, seré un gladiador devastador.
―¿Por qué, Seok-jin? ¿Por qué yo...?
―Seré honesto una vez más: no tengo la menor idea... solo entiendo que me vuelves loco, y que quiero llegar al meollo del asunto y desmembrarlo parte por parte para descubrirte y redescubrirme a mí mismo.
―Yo... no sé qué decir...
―No tienes la obligación, ni la necesidad. Aunque podría escucharte balbucear por horas... con esa voz profunda y resonante tuya, que le lleva escalofríos a mis hombros ―le digo, mientras mis dedos recorren su garganta.
Él balancea sus iris oscuros en mi dirección lentamente, repartiendo su atención para mí. Yo no me quedo atrás. Es la primera vez que nos miramos sin cinismo o indiferencia de por medio. No entiendo mucho, sin embargo, me encanta la sensación. Pero... pronto sus ojos se apagan otra vez ante su melancolía y desazón.
Saco en ese momento del bolsillo interno de mi saco una fotografía, aquella que tanto significa para él, misma que tomé en el momento en que cayó en la habitación, mientras nos ahogábamos a gusto, y se la entrego. Nam-joon me mira desconcertado y con un movimiento lento la agarra.
―Tomaste la foto... ―En sus ojos hay cierto reproche.
―Sé que... tienes un espacio vacío en tu pecho, y sé que tu sufrimiento, aquel real y más intenso, se debe a eso. Tal vez sea tu miedo de no hallar nunca a nadie que te ame de verdad. Quizá por eso también te aferras al cariño de mentira de esa gente que hace que brote esa agua salada de tus ojos...
Ya está llorando otra vez.
―¿No? ―insisto―. Úsame, Nam-joon. ―Acaricio su rostro y acerco el mío también―. Úsame para cubrir ese bache, luego de rellenarlo contigo y conmigo. ―Me adoso a sus labios―. Todo lo que me des, te lo regresaré por triplicado, Nam-joon.
―Jin...
―Oh... "Jin"... Es la primera vez que abrevias mi nombre... Suena tan deleitante con tu voz, proviniendo de esos labios de ensueño. Quisiera que me llamaras así más a menudo ―digo, acariciándolos con mi pulgar―. ¿Crees que pueda llamarte "Nam" alguna vez?
―Sí... Sí puedes...
―Bésame, Nam...
―No está bien...
―Entonces permíteme corromper tu moral y tus sentimientos ―musito sobre sus labios, enredándome con su respiración ardiente―, déjame verter niebla sobre tu juicio y volverlo insano por unos momentos que consideraré eternos.
Y así, sus labios son míos otra vez. ¿Te tengo, Nam-joon? De verdad lo hago... por este breve lapso que detendré en el tiempo, te tengo. Mi chico, amante, deseo desmesurado, yo te tengo, te tengo para ser tu esclavo devoto, maldita sea.
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Bueno, ya presenciaron la cena, falta el postre en el próximo capítulo 👀.
Muchísimas gracias como siempre por el apoyo, significa mucho para mí que me brinden un poco de su valioso tiempo para leerme. Espero estar a la altura de sus expectativas a medida que avance la historia. Les pido que por favor que no se olviden lo que leyeron en la presentación para recordar qué cosas pueden llegar a acontecer a medida que la narración siga su curso.
Desde ya, y una vez más, muchas gracias n-n ♥.
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