Capítulo 1: Mi admiración
El amor... Tan poderoso, tan frágil... tan letal. Todos percibimos, recibimos y aceptamos el amor de diversas maneras, muy diferentes unas de otras, porque todos nosotros somos diferentes. Si tan solo supieran cuán disímil soy a todos los demás. Y no lo digo como una auto felación colmada de un sentimiento de superioridad, es una realidad, mi realidad.
Puedo decir sin vacilar que es amor lo que siento por este individuo, de una manera muy superficial. Sin embargo, si decido hondar más en ello, la conclusión a la que llego comienza a preocuparme. ¿Acaso no es la naturaleza de los mortales sucumbir a sus propios deseos más oscuros?
Oh santo infierno, aquí viene. Es el bajista de su banda de cinco miembros. Tocan jazz, blues, rap y rock. Él, además de manipular de manera excelsa su instrumento, canta los coros, aunque en ocasiones obtiene el micrófono en el centro, siendo la voz principal. Esa voz... clara y a la vez salvaje; masculina, profunda y obscura. ¿Cómo puede algo tan trivial cautivarme de esta manera?, me pregunto a mí mismo cada vez que contemplo su figura iluminada por los focos en el escenario. Una mezcla de deseo y auto condena, una danza macabra en la que mi consciencia se retuerce como las sombras que me abrazan.
Quiero apropiarme de él.
Aunque me entrego múltiples veces a la tentación, no puedo evitar juzgarme en los silencios de la noche. ¿Es esto amor o solo una perversión de mi propia existencia? ¿Me sumo en las tinieblas de mi naturaleza o busco redención en la eternidad que me consume?
Bebo más licor, que hace escozor en mi garganta, pero no me embriago. Rara vez lo consigo.
● ● ●
Otra noche más en la que lo vi de nuevo: levantó hacia atrás un pie y rompió un parlante. Le pasaron un micrófono, pero no solo se le cayó, sino que lo pisó por accidente. Nam-joon es torpe y destruye cosas con facilidad. ¿Qué tan fuerte será? Pero qué pregunto, eso ya lo sé. Lo supe una de las tantas noches que vine a admirarlo en silencio, desde lo más recóndito de las sombras: Había dos individuos de dudosa procedencia molestando a una indefensa damisela. Los músicos brindaban y bebían antes de subir al escenario, pero en cuanto Nam-joon sintió los gritos, no demoró en ir en su ayuda, a diferencia de sus compañeros, de todos. Terminó afuera y, a puño limpio, se deshizo de los dos malvivientes. Yo por supuesto era un espectador en la distancia.
Pude notar su entrega al esfuerzo físico. Una, tal vez dos veces en la semana, en una de esas... ¿instalaciones? Con equipamiento para fortalecer y moldear la masa corporal.
No, no es que lo persiga por toda la ciudad, esto es mera especulación e información que he recolectado del mundo que me rodea. Mi condición, por otra parte, me permite percibir más allá de la piel y adentrarme en la anatomía subyacente. Las contracciones en sus músculos, como hilos de fuerza intrincadamente tejidos, el afloramiento de sus venas rodeando sus nudillos, el fluir de su sangre y el aumento en su adrenalina, entre unas cuantas sustancias más. Me proporciona una comprensión única de la fisiología humana, me hace capaz de distinguir su fortaleza.
La solidez en los impactos fue medida. Bastó con tres golpes para hacerlos correr. Tres simples golpes, pero para mí fueron cincuenta, pudiendo ser cien. Una maravilla en acción. Aunque esto no fue solo observación; se lo atribuyo a mi oficio.
Por detalles como este es que debo bendecir mi condición. Sin mi fuerza y reflejos sobrehumanos, él me tumbaría de un solo golpe si intento acercarme con tintes maliciosos, estoy seguro.
El toque final fue ese bufido gutural que dejó escapar al final, mientras tanteaba sus nudillos. Torpe como lo es, el primer impacto que dio le dolió al no efectuarlo apropiadamente. No esperaba menos, este chico es fuerte, pero no un pugilista.
―¡Hey, hyeong!, ¿tienes fuego? ―exclamó al verme de pie a un extremo.
Él no solo me notó, supo con solo dedicarme unos segundos la mirada que podría ser mayor. Increíble, ¿verdad? Nuestra primera interacción, y yo ya me encontraba perdido en su persona por meses.
Lo que daría por poder ponerle las manos encima.
Mentiría si dijera que en ese momento no lo haría. Pero uno de sus amigos salió de repente para buscarlo y él sí tenía el fuego que tanto anhelaba para encender su maldito hábito, aunque... sorpresa, sorpresa: dio una sola calada al cigarrillo y después se deshizo de él, lo dejó caer y lo pisó. Su amigo, por otra parte, se tomó su tiempo degustando la nicotina. Pero que gustos tan poco saludables. Aunque... ¿quién soy yo para juzgar?
El muchacho de cabellos plateados y escaso matiz en su piel guio sus ojos negros a mi posición, pero yo ya no me encontraba ahí. Como buen depredador, me muevo como la brisa que no mece, como la amenaza que no se percibe. Además, mientras perdure la noche, siempre que me sea posible, seguiré a Kim Nam-joon donde vaya.
Oh, Nam-joon... estropeas mi mente y mi mundo, como cada cosa que tocas y rompes.
Quiero tenerlo. Sentir sus pulmones expandirse bajo el apretón de mis brazos, y su respiración sofocada mientras me alimento de su vitalidad y a la vez le otorgo más vida para después. Pero no, no será esta noche tampoco. Voy a conformarme con dejarle unas rosas azules (como de costumbre). Me gusta que sean de color azul porque tiene muchos significados a los cuales quiero aferrarme, entre ellos serenidad y melancolía. Un recordatorio diario de que no debo perder la cabeza, o alguien podría salir lastimado y diré adiós a mi cómodo estilo de vida.
Dejé mis preciadas rosas y me marché, como siempre. Me marché de vuelta a mi gran mansión, a mi serenidad y melancolía; a mi soledad poblada de deseo... El deseo de algún día hacer mío a Kim Nam-joon.
● ● ●
―Para Nam-joon, mi artista predilecto. De tu admirador secreto. ―Min Yoon-gi da lectura a la nota que acompaña el pequeño ramo de rosas azules.
»Nam, aquí hay otro obsequio para ti.
―¿Otra vez? ―dice el susodicho, mientras sale del baño del camerino, acomodándose sus pantalones.
Se acerca a su compañero y le quita sin disgusto, pero tampoco sin sutileza la pequeña nota de sus manos.
―¿Cuántas van ya? ―dice su amigo, con una sonrisa traviesa.
―No importa dónde toquemos, nunca faltan las rosas azules para nuestro Nam-joonie ―dice Jackson, el baterista, con un tono burlesco.
Al escucharlos, el referido sonríe y arroja el papel sobre el mueble con espejo.
―Creo que es un detalle muy tierno. Me gustaría agradecerle tanta devoción algún día.
―La tarjeta dice "admirador", es un chico, o tal vez un hombre mayor.
―Dije que le agradecería, no que me comprometería de algún modo.
―¿Y si te dispara? ―suelta de repente, alzando las cejas.
―¿Dispararme? Suga, por favor.
―Oye, ¿no has oído lo que ocurrió con John Lennon, con Christina Grimmie? Los fans obsesionados son algo muy real y peligroso.
―Yo no soy ni por asomo tan reconocido como John Lennon, no digas tonterías.
―¿Tirarás las flores?
―Jamás las tiro. No se debe hacer eso con un regalo. Además, a Jessie les encanta.
―Hoy es su cumpleaños.
―Sí, y no he tenido tiempo de comprarle algo, pero al menos podré darle las rosas ―dice, mientras se coloca su chamarra.
―¿Cogerán rico? ―pregunta Jackson, travieso.
―Eso no te incumbe ―responde, dedicándole su dedo medio en alto.
Mete su instrumento en su estuche, lo asegura con cuidado, toma su morral, se despide de sus amigos y se marcha.
A Nam-joon no le gusta usar transporte, siempre prefería manejarse a pie o en bicicleta.
El trabajo de su novia no está tan lejos. Canta en bares y también es bailarina de apoyo para otros artistas independientes. Aguarda por ella en la calle paralela hasta que conectan miradas y un gesto dulce con sus manos. El muchacho toma la iniciativa y cruza la calle para llegar hasta ella. Lo primero que hace es tomar a su novio por el rostro y une sus labios en un tierno beso.
―Feliz cumpleaños, hermosa ―susurra galante, y le entrega las flores.
―Vaya, ¿más rosas? Me voy a poner celosa de tus admiradores ―dice, mientras huele el intenso perfume―. Me pregunto cómo hará para que sean tan azules.
―Lo lamento, no tuve tiempo de comprarte algo bonito. Prometo que mañana iremos juntos para que elijas algo tú misma.
―Qué dulce eres. Gracias, cielo. ―Le sonríe, y se adosa a besar sus labios.
Jessie comparte ese mismo amor por el aire libre y la ausencia de transporte al igual que su pareja, por lo que no le molesta caminar abrazada a él, pese al frío invernal que los envuelve.
Esta noche, en el apartamento que ambos comparten hace poco menos de un año, entre las cuatro paredes de su alcoba, hacen el amor con gran fervor. Él no solo quiere otorgarle otro obsequio de cumpleaños, es natural desear poseerla, gemir al unísono con ella, escuchar la cama agitarse con el vaivén constante, ahogarse en sus propios jadeos y excitarse con los del otro. Mirándose, palpándose con rabia mientras se funden en la pasión en la que se sienten sucumbir, hasta que desbordan en una polución exquisita, liberando improperios que los hace reír por lo bajo entre suspiros.
Cuando su novia ya se encuentra dormida entre las sábanas, él se queda apoyado contra el ventanal, escribiendo pequeños sonetos (una costumbre que siempre ha tenido) para luego mirar el cielo nocturno, meditabundo e inundado por la nostalgia. Nam-joon tiene un espacio vacío en su interior, un cuestionamiento que le quita el sueño la mayoría de las noches.
La peor carencia del ser humano es no saber, no hallar una respuesta convincente a sus más profundos "¿Por qué?".
Sostiene una pequeña fotografía en su mano. Acaricia a su pequeño yo con el pulgar entre ese montón de niños que lo acompañan en la imagen. Tiempos culminados de la vida, lugares y personas que ya no volverían, y la pregunta constante "¿Por qué?".
● ● ●
¿Soy yo, o Nam-joon está particularmente esplendoroso esta noche? Intuyo que debo ser yo, o todos son imbéciles. ¿Cómo podría pasar desapercibida una criatura tan llamativa como él? Su cabello castaño reluciendo bajo los reflectores, con esos pequeños mechones traviesos que se quedan pegados a su frente brillando en sudor. Sus camisas sedosas, siempre abiertas para dejar apreciar la forma de su cintura bajo su camiseta de tirantes. Poco dejaba a mi imaginación la verdad. Esos jeans ajustados y las botas leñadoras a tono con sus prendas. Las pulseras decoran sus muñecas, el sonido es un tintineo hechizante, tanto o más que el de sus anillos, y es solo mío, pues nadie más puede oírlo. Entre todo ese bullicio, solo me concentro en sus dedos arpegiando las cuerdas de su bajo, el aliento que desprende contra el micrófono, previo a entonar las sílabas de las canciones.
Es un chico apasionado, saca su voz desde lo más profundo de sus entrañas, liberándola con una armonía sin igual.
¡Como ansío que sea solo para mí!
Vuelvo a dejar unas flores en su vestíbulo privado, cuando todos se distraen en sus propios asuntos, y después lo sigo cauteloso hacia el exterior del complejo. Me sorprendo al ver que no viene a fumar, sino a degustar su trago en soledad, aunque de ser por mí, Nam-joon jamás estará solo.
―Oye... ―me habla de repente.
¿Cómo hace eso? ¿Por qué puede tener este calibre de potestad sobre mí? ¡¿Por qué?!
Mis sentidos me abandonan: no soy capaz de percibir otro palpitar que no sea el de mi maldito corazón muerto en vida. El color se va de su sitio y todo se proyecta delante de mis ojos en una sinuosa cámara lenta.
¿Qué haces conmigo, Kim Nam-joon?
―Yo te he visto antes...
Antes que osado, soy orgulloso. Antes que bien portado, soy vanidoso. No puedo evitarlo. Con el tiempo, hay ciertas emociones que se van apagando en mí.
Sonrío apenas y hago una reverencia. ¿Qué? Dije que soy orgulloso, no que ignoro la grandeza cuando la tengo en frente.
―Buenas noches ―me limito a decir, en el tono más sereno que puedo lograr, apagando además el temblor en los dedos.
Y ahí estamos los dos, mirándonos atentamente por primera vez.
Sé que soy su perdición, pero ¿lo sabrá él?
Nam-joon puede ser torpe, pero es muy inteligente, tendré que ser cuidadoso con él.
―Tú has estado en cada lugar que la banda se ha presentado. Te he notado entre la multitud.
Inteligente, observador, y compartimos apellido. Vaya que eres especial, Kim.
Noto que me analiza con ojo crítico, de arriba abajo, hasta que se estanca en mis oculares de nueva cuenta. Se relame los labios; está pensándolo, lo sé, pero no termina de animarse. Bebe lo que queda en su vaso, como si quisiera darse coraje a sí mismo.
―¿De casualidad tú eres el admirador que deja las flores azules?
Tan perspicaz. Me siento tan excitado ahora mismo.
―Sí. Soy yo.
¿Valía de algo negarlo? La noche se presta para revelaciones y yo me siento preparado para dejar salir esas inquietas emociones oprimiendo mi pecho, las yemas de mis dedos, mi cabeza y mi entrepierna.
Nam-joon se inclina en su lugar y en dirección hacia mí, dejándome anonadado por unos segundos.
―Agradezco mucho sus intenciones y sus obsequios, ehm... ―Levanta la cabeza en mi dirección.
―Seok-jin. Mi nombre es Kim Seok-jin.
―Seok-jin-nim. ―Asiente y se endereza―. Me da gusto que disfrute de nuestro trabaj...
―Disfruto de tu trabajo, Nam-joon.
Sus cejas, al igual que los pequeños músculos de sus ojos, se relajan, pero su mandíbula se tensiona. Puedo escucharlo apretar los dientes. Su ritmo cardiaco también se altera. Lo que dije lo incomodó.
―¿Puedo preguntarte de dónde sacas esas hermosas rosas tan azules? ―Cambia de tema rápido.
―Crecen en los jardines de mis aposentos ―respondo, conteniendo mi regocijo para evitar que su malestar crezca.
―¿Aposentos? ―cuestiona ambiguo, dejando escapar una risa nasal.
A veces olvido que no debo utilizar un vocabulario tan arcaico.
―¿Azules? ―indaga ahora, sonriendo incrédulo.
―Hace muchos años, vertieron un químico sobre un sector del terreno. Desde entonces todas las flores que son plantadas ahí, justo debajo del árbol más grande, crecen y se tornan azules ―le cuento, mientras camino a paso elegante y tranquilo hacia él.
―Wow... Suena increíble ―dice, con mucho aire. No estaba convencido.
―Aunque el árbol sí mantiene sus hojas plenamente verdes en la copa, solo las más bajas son azuladas, de un bello índigo.
Se relaja de nuevo, pero esta vez es diferente: está sorprendido.
―Me encanta el índigo. Es mi color favorito.
Pero por supuesto que sí.
―¿Te da curiosidad? ―pregunto, dando un paso contra su persona; él retrocede en la brevedad.
―S-sí, quiero decir, e-es un detalle intrigant...
De repente lo dejo mudo. Sin poder controlarme lo avasallo, mis manos rodeando sus brazos, mis ojos febriles sobre el desconcierto que disparan los suyos. El alambrado deja oír su vibración cuando su espalda lo toca de manera brusca. Lo tengo como siempre lo quise: acorralado por mi toque, a mi entera disposición para cultivar su contemplación. Ha llegado el momento de...
―¿Kim Seok-jin? ―me llama con parsimonia.
Parpadeo una vez y lo diviso a unos pocos metros delante de mí, con ojos curiosos. El vaso descartable en su mano, postura relajada y alza las cejas en sorpresa, y también aguarda una pronta réplica de mi parte.
Santo infierno, ¿estaba alucinando? ¡Por el más impuro de los demonios, Kim Nam-joon! Mi cuerpo y mente vibran con la energía que irradias, como un maldito esquizofrénico.
Aclaro mi garganta y relajo los hombros, también le quito los ojos de encima. Solo él sabe cuánto tiempo me quedé en trance, mirándolo fijamente. Si soy así de raro, no debe darse cuenta. Sería contraproducente.
―Con mucho gusto te mostraré mi jardín índigo.
―Oh, no tienes por...
―Pude notar que piensas que te estoy vacilando.
―¿Fui muy obvio? ―Sonríe de lado, discreto.
¿Desde cuándo eres tan coqueto, chico?
―Soy bueno leyendo a las personas.
La dulzura de sus hoyuelos hace que me sienta mucho más liberado y con plena confianza de repente. Ya estaba decidido, ha llegado el momento. Esta noche será la noche.
Enderezo la postura, acomodo mi abrigo negro y carraspeo para conseguir sus ojos enteramente sobre mi figura. Abro una de las alas de mi gabardina y del bolsillo interno saco una rosa, la más preciosa que hallé en mi jardín, con los extremos de los pétalos ondulados y curvados, dándole una forma adorable.
Por primera vez en mi existencia, siento una calidez embriagadora y un deseo descomunal, aunque anestésico. No importa el lugar frío y descuidado donde estamos, o la ropa que llevamos encima. Él y yo es todo lo que me importa para poder llamarlo perfecto.
―Es para ti, Nam-joon ―hablo, y le entrego la rosa.
Su rostro es de sorpresa, una muy grande. Agarra mi rosa entre sus dedos, como un acto reflejo nada más, y la observa con ese mismo asombro.
―Con esta última rosa, quiero entregarte también mi más profusa devoción hacia tu persona.
―¿Qué...?
―Me siento profundamente atraído por tu belleza física e intelectual...
―Wow, espera...
¿Esperar? Estoy ardiendo por dentro, ¿cómo me pides esperar? Oh, liberar todo este fervor me hace sentir tan asquerosamente vivo.
Avanzo; él retrocede. No podría importarme menos y continúo acercándome, hasta que siento una presión contra mi pecho, pero lo que me saca de mi fruición es el sonido débil de la rosa al tocar el piso, solo entonces me detengo en mi sitio. Sin embargo... ¿A quién demonios engaño? Lo que me hizo detenerme fue otra cosa:
―Tengo novia, y la quiero.
Su palma está abierta y su brazo extendido. Me había dado un empujón al ver que me aproximaba acechante. Sus ojos grandes, los míos, yendo de un punto al otro y de vuelta, sin poder escapar de los suyos. De la nada vuelves a hechizarme.
―Y-yo... agradezco tus atenciones, de verdad, pero... No puedo corresponderte, espero lo entiendas.
No puedo juntar mis párpados y eso lo inquieta, puedo sentirlo al percibir como pasa saliva y su nuez de Adán se mueve. ¿Novia? ¿Cómo que novia? ¿Por qué? ¡¿Desde cuándo?! ¿Quién mierda es esa maldita "novia" por la que me rechazas a mí, Kim Nam-joon?
Algo punza mi pecho. ¡Dios!, es molesto. Mi entrecejo comienza a contraerse con desagrado, estoy a punto de cometer una locura, pero por fortuna, para él, llega su salvación: un amigo suyo abre la puerta y grita su nombre. Con un suspiro que acelera sus latidos, él vira la cabeza.
―¡Nam-joon-ah! ¡Volvemos al escenario en diez! ―grita su amigo, y él le responde con otro.
Apenas el joven golpea la puerta con ímpetu, Nam-joon vuelve la vista al frente, pero se halla solo en la penumbra de la noche, con los sonidos de los truenos en el cielo, amenazando con lluvia. Baja la cabeza y se inclina a recoger la rosa. Se la lleva consigo, y ahí estoy yo, en las sombras, contemplando cada gesto suyo. ¿Es la obscuridad mi lugar en el mundo? ¿Es la indiferencia hacia otros mi estado natural?
● ● ●
Se hace tarde y comienza a llover. La humedad que se enaltece aumenta todos los hedores, las fragancias, irritando mis fosas nasales al punto de sentir que sangra.
Cada vez menos personas circulan por las calles. Me estoy mojando y soy invisible. Nam-joon... ¿Cuándo mierda piensas salir de ese antro lleno de gritos y luces?
A los pocos minutos, mi respuesta llega: Nam-joon sale por la puerta principal acompañado de sus amigos, riendo a carcajadas. Su risa es peculiar, no es grata a los oídos, pero me agrada. Qué raro.
Abro palmariamente mis ojos al ver que del bolso que cuelga en su espalda sobresalen mis rosas. Guardó mi favorita y el ramo también. ¿Debo... darle algún tipo de significado a esa acción?
―¡Nam-joonie!
Que voz más tosca. ¿De verdad se trata de una mujer? Nam-joon alza su brazo, entonces ella corre en su dirección y lo estrecha entre sus delgados brazos.
―Hola, mi amor... ―susurra con una sonrisa que deja ver sus hoyuelos.
¿Mi amor? Lo he leído tantas veces en libros, tantas denominaciones, y sigue siendo igual de extraño oír a los mortales llamarse así el uno al otro.
Así que ella es la mencionada "novia". Mi ceño está fruncido. Es objetivamente bella, su cuerpo es esbelto, pero... no me gusta su sonrisa. ¿Así le sonríe a todo el mundo?
Mis cavilaciones se detienen al presenciar cómo ella agarra a Nam-joon por el rostro y une sus labios en un ósculo. Siento los dientes casi romperse de tan tensa que está mi quijada. Mis labios apretujados, al igual que el músculo entre mis cejas hasta entumecerse. Ella me molesta.
Él responde a ese contacto, sus manos acarician su cuello y ascienden por su rostro.
«Basta», digo en mi mente y llevo mis manos a mis oídos.
Sigo escuchándolos. ¿Tienen que hacer tanto ruido al conectar sus bocas?
El bullicio tortuoso se terminó. Me animo a ver y se están sonriendo. Nam-joon toma el ramo de flores y se lo entrega. ¿Por qué hace eso?
―¿Más flores? ―Las recibe con alegría.
¿Más?
―Serán las últimas.
―¿Tu admirador rompió contigo?
¿Por qué sabe de mí? ¿Él le contó?
―Prefiero no hablar de eso.
―Ah no, cuando lleguemos a casa me lo cuentas todo.
―Está bien, está bien. ―Sonríe y asiente a su capricho.
―Nam, se te va a escapar la rosa del bolsillo de tu morral ―advirtió su amigo.
Al girar torpemente, la rosa acaba por caer al piso. Su... novia, se agacha y la recoge.
―Esta es diferente a las del ramo. Es muy bonita ―dice, irguiéndose.
―Es tuya ―le dice él, con total tranquilidad.
¿Qué?
―Nam-joonie, se supone que era para ti...
―No importa. Tú quédatela.
Ella le sonríe. Otra vez esa maldita sonrisa, mientras se deleita con el aroma de la rosa.
―Me estoy mojando y no me gusta mojarme ―habló su amigo de cabellos grisáceos―. Pero más odio que los instrumentos se mojen.
Un silbido agudo que casi me perfora el tímpano se escucha de repente al otro extremo de la calle.
―¡Ya cargué todos los aparatos en la camioneta! ¡Vamos, vengan!
Entre risas y algunos improperios de por medio todos corren hacia el vocero. Nam-joon sujeta la mano de la chica y corren a la par con los demás.
La lluvia se intensifica en este momento y los truenos aumentan su volumen, es casi la misma tormenta que oscila en mi interior, rugiendo como una fiera.
Mi preciada rosa, aquella que guardé en el lado izquierdo de mi pecho y te la dediqué a ti, Nam-joon... se la ofreces como nada a esa ninfa promiscua.
Dejo pasar un día y mi cólera no se disipa. No está en mis planes plantarle cara y asesinarlo por accidente. Dejo pasar dos días más y, después de vaciar la botella de licor más añeja que guardo, me siento más sosegado. No quiere decir que dejo de estar enojado, sino que puedo controlarme.
Otra vez está lloviendo, y los olores se desprenden del suelo como bruma caliente, aguándome los ojos, irritando mi nariz y quemándome el cuerpo, pese a ser invierno.
Lo veo. El maldito sigue tan inmaculado como siempre. Perdido en su insano vicio, se coloca bajo un diminuto techo y enciende el cigarrillo. Su pulso está acelerado y sus nudillos y mandíbula muy tensos. Su ceño está fruncido como nunca antes. Está molesto. Pero te puedo asegurar, Kim Nam-joon... que no estás ni cerca de cargar un enojo equiparable al que poseo.
Su amigo, el tal Min... algo, le está diciendo que no demore porque volverán al escenario en unos minutos.
No te preocupes Min, seré breve.
Me dejaré de vacilaciones, de monólogos innecesarios e iré directo al grano. Será un paso muy grande y mucho antes de lo planeado.
Una brisa fresca sopla, ese soy yo. Llego delante de él como un espectro de mal agüero, destilando lluvia en esta noche tormentosa. Su asombro es claro.
―T-tú de nuevo...
―No habrá rosas esta vez, cariño...
―¿Ca-cariño...?
Un trueno, o tal vez un relámpago tocando tierra, anulando el ruido cuando mis manos llegan hasta él, y nos esfumamos en la obscuridad de la noche.
Molesto, el amigo de Nam-joon cruza la puerta, esperando verlo en la distancia y darle la regañida del año, sin embargo, el patio trasero de ese gran complejo está ahora vacío y solitario.
―¿Nam?
Ese cigarrillo que sostenía Nam-joon yace apagado por la lluvia, sobre el césped lodoso.
―¡¿Nam?! ―exclama, con un rostro preocupado.
¿A dónde se había ido todo ese enojo de repente?
Ya está, ya está. Ya está hecho. Y a partir de este punto, no hay retorno para lo que pueda llegar a ocurrir.
_______________________________________
¡Hola! Espero que estén muy bien.
Decidí aventurarme y subir el primer capítulo de esta nueva historia en la que sigo trabajando todavía. Si bien no he terminado de escribirla, ya tengo todo planeado, solo falta ponerse a escribir y después editarlo, pero el tiempo está en mi contra últimamente, además de que mis horarios en el trabajo van a cambiar esta semana. No puedo prometer qué día exacto voy a actualizar, pero mi idea es traer al menos un capítulo por semana; espero poder cumplir.
Ojalá les guste. ¡Gracias de antemano por su apoyo! ♥
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top