capitulo 4

"El Torbellino del Desprecio"

El apartamento se llenó de una tensión palpable mientras Addyson continuaba empacando, el rostro aún rojo por la bofetada. El sonido de la lluvia comenzó a golpear las ventanas con una intensidad creciente, acompañando el clima sombrío que se había apoderado de la noche.

Javier, aún en el umbral de la puerta, se aproximó con una furia renovada. Sus ojos brillaban con un odio que Addyson no había visto antes. Con un movimiento brusco, agarró un fajo de billetes de su bolsillo y lo lanzó al suelo frente a Addyson.

—¡Aquí tienes! —gritó Javier, su voz cargada de desprecio—. Toma esto para tu “nueva vida”. Como si eso pudiera compensar todo lo que has hecho.

Addyson, sorprendida por la crueldad de su acto, vio cómo los billetes caían al suelo, arrugados y desordenados. No había palabras que pudieran expresar el dolor que sentía. La humillación se intensificó mientras Javier seguía, sin piedad, mostrando su desprecio de formas cada vez más crueles.

Sin esperar una respuesta, Javier se dirigió a las maletas y comenzó a vaciar su contenido. Las prendas de Addyson, cuidadosamente empacadas, eran lanzadas al aire con desprecio. La ropa se esparció por la habitación, mezclándose con el desorden en el suelo.

Con un furioso ademán, Javier se dirigió hacia la ventana abierta, arrastrando las prendas de Addyson hacia el borde. La lluvia caía ahora con fuerza, y el viento empujaba el agua contra el cristal, creando un sonido ensordecedor. Addyson observó, horrorizada, cómo su ropa era arrojada por la ventana del quinto piso.

Los trozos de tela se movían en el aire antes de caer al suelo, donde el lodo y la lluvia comenzaron a ensuciarlas instantáneamente. Cada pieza de su ropa se convertía en un recordatorio visible de la humillación que estaba viviendo. La escena se desplegaba en el callejón de abajo, donde la lluvia arrastraba la ropa por el suelo, sumiéndola en el barro.

Javier, en su arrebato de furia, no mostró signos de detenerse. La rabia y el desprecio que sentía por Addyson se manifestaban en cada acción que emprendía. Addyson se quedó en medio de la sala, con lágrimas que caían libremente mientras la lluvia continuaba golpeando las ventanas, creando una sinfonía triste y resonante.

—¿Así que pensaste que podrías irte sin consecuencias? —le espetó Javier, con la voz llena de sarcasmo y odio. —¡Eres patética!

Addyson trató de controlar el llanto, pero era inútil. Se sentía completamente abrumada por la situación. Las palabras de Javier, su desprecio evidente, y la imagen de su ropa ensuciada por el lodo eran una cruel confirmación de que su vida estaba completamente fuera de control.

Finalmente, Javier dejó de lanzar cosas y se acercó a Addyson, su mirada aún feroz. Su furia parecía no tener fin. Addyson se quedó en silencio, con la cabeza baja, aceptando la humillación que se le había impuesto. No había respuesta adecuada para el tormento que estaba viviendo, solo un deseo profundo de escapar y encontrar un lugar donde pudiera recuperar su dignidad y sanar.

Mientras Javier se retiraba, dejando atrás un rastro de caos y humillación, Addyson se acercó lentamente a la ventana, mirando hacia el callejón donde sus pertenencias yacían empapadas y enlodadas. El sonido de la lluvia y el barro en la ropa eran símbolos de la devastación emocional que estaba atravesando.

En ese momento, Addyson supo que el camino para reconstruirse sería largo y doloroso. Pero también entendió que el primer paso era enfrentar la humillación y el dolor, y buscar una forma de seguir adelante, más allá del tormento que Javier le había infligido.

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